CAPÍTULO CATORCE #
LA mañana llegó, y tan pronto como la iluminación del día empezó a colarse por las ventanas, Lorraine se puso en pie. La impaciencia por ver a su familia se acumulaba en forma de nervios en su estómago. Los adoraba, pese a ello los veía poco.
Sacó algo de ropa cómoda del armario y la ordenó adecuadamente en la bolsa de tela. Desayunó a toda prisa y subió a su destartalado coche rosa.
Al detener el coche en la dirección que le Flynn le había dicho se sorprendió al ver el tipo de casa en el que vivían. Siempre imaginó una casa pequeña, apretujada, donde toda la familia viviera sin espacio propio, algo parecido al apartamento de Lorraine, pero lo que encontró no fue ni parecido a lo que imaginaba. Una casa enorme, con un vallado que dejaba ver el bonito jardín que daba entrada a la casa. Una casa con un garaje privado, con dos plantas y una buhardilla.
Casi tan pronto como bajó del coche Flynn corrió a recibirle.
—¡Alucinarán cuando te conozcan!
—No sé si debería haber venido...Tu hermana y yo...
—Ella no es toda mi familia, y te sorprenderás cuando los conozcas a todos, somos dieciséis, ¡Diecisiete contigo!
El muchacho tiró de Steven hasta el interior de la casa, pero se detuvo tan pronto como sus ojos se encontraron con los de Lorraine. De repente sintió todas sus emociones arremolinándose en su estómago. Una semana sin verla había sido demasiado tiempo.
La muchacha los miró con la incredulidad dibujada en su cara. No esperaba volver a verlo, y menos en su casa. Miró a Flynn confusa, pero el muchacho alzó los hombros en un gesto simpático y después de dar una palmada con ambas manos en los hombros de Steven, lo dejó ahí para adentrarse en el salón. Lorraine sintió un leve mareo, había tratado de no pensar en él pero ahí estaba, tan guapo como lo recordaba, o más aun, vistiendo con ropa deportiva que le hacía verse aún más sexy que su traje de Gucci.
—Dios mío, ¡es guapísimo! —dijo Lexa, su hermana mayor, soltando a la pequeña Elizabeth en sus brazos para ir a saludarle— Es guapísimo, ¡y rico!... ¡Lori, dime donde consigo a uno así!
Todos rieron con el comentario de la mayor mientras ésta se acercaba al invitado.
Éste parecía desconcertado, todos le saludaban y le trataban como si fuera una estrella de cine. Su madre le abrazaba diciéndole lo contenta que estaba de conocer al novio de su hija, el hermano mayor estrechaba su mano con fuerza mientras el padrastro le decía lo buena pareja que hacían. Pero poco después Lorraine los apartó a todos, le cogió una mano y lo llevó medio a rastras a la que había sido su habitación.
—No me regañes, ha sido tu hermano el que me ha pedido que viniera.
—Lo sé. Solo te he “rescatado” porque parecías desorientado. No esperaba verte aquí —confesó— Me ha sorprendido...
—Lo siento, quizás no debí... —Lorraine negó con la cabeza, pidiéndole que no se disculpase— Tu familia es increíble. ¿Son todos así?
—Si... —sonrió— Están locos.
Permanecieron en silencio un par de minutos, tratando de calmar sus propios nervios por estar frente al otro después de tantos días, hasta que Ellis, la novia de uno de sus hermanos subió para llamarlos, ya era la hora de la comida y todo estaba servido.
El comedor era un auténtico desastre, la niña lloraba mientras uno de los padres la acunaba en el carricoche. El hermano mayor hablaba a voces con su madre, al otro extremo de la mesa mientras Lorraine reía con las payasadas de su hermana mediana. Él sonreía en silencio, observando el griterío, escuchando sus bromas.
Todo parecía pasar a cámara rápida y antes de darse cuenta ya era la tarde.
Todos en esa familia llamaban la atención de Steven sin dejar oportunidad para que estuviera con su ex falsa novia.
En el jardín habían puesto un castillo hinchable enorme. Al principio creyó que era una exageración para una niña tan pequeña, siendo que no había otros niños, pero pronto entendió por qué era tan grande. Flynn se descalzó y subió de un salto, gritando escandalosamente como si fuera un crío. El resto de sus hermanos imitaron el gesto y en poco más de un minuto estaban todos saltando unos sobre otros en lo que creyó era un juguete para niños.
—¿Lo pasas bien? —Preguntó Loretta, madrastra de Lorraine.
—Si... Es muy diferente a las fiestas de cumpleaños a las que he asistido.
—Las fiestas de etiqueta no son muy divertidas para los niños, ¿no crees?
—¿Has estado en alguna? —preguntó extrañado.
Casi instantáneamente reconoció el apellido de esa mujer, Armani. Supo de inmediato que ella era heredera de la alta sociedad italiana.
—He estado en muchas, en demasiadas. Son frías, carentes de sentimientos. El dinero y la apariencia es lo único que importa en un mundo como el nuestro.
—¿Cómo llegaste a esta familia?
—Nathan estuvo en Italia después de su divorcio. Vine a verle cuando él regresó y ya no pude volver. Me enamoré de sus hijos, de la relación que tenía con su ex esposa, me enamoré del calor de una familia y poco después formé parte de ella. Lorraine está loca por ti, solo hay que ver la forma en la que te mira, las estrellas de sus ojos. Pero si notas que se distancia, es por miedo de ser abandonada a un lado. Sé cómo se siente porque después de dejarlo todo tuve miedo de que Nathan me dejara. Las diferencias entre clases sociales hacen mucho en una relación si no se saben manejar.
Ambos miraron a la familia Gibson con una sonrisa en los labios. Realmente eran encantadores.
La cena llegó en un santiamén y, como en el apartamento de su falsa novia, todos reían, contaban anécdotas del pasado y bromeaban sobre las cosas de uno u otro.
Se sorprendió al ver como los padres de Lorraine, siendo divorciados y con otras parejas, se llevaban tan sumamente bien, era como si fueran los mejores amigos del mundo.
—¿Y tú, Steven, qué viste en nuestra Lori? —preguntó alguien. La familia entera se quedó en silencio, esperando esa respuesta.
El heredero la miró directamente a los ojos, como si tuviera que buscar un motivo entre todos los que le atraían de ella.
—Sus dotes con la escritura. Su habilidad para hacerte víctima de sus letras.
Ella sonrió. Era extraño verla rodeada de su familia, pese a ser un gran número de personas ella parecía a gusto, parecía feliz y aún le parecía más encantadora que de costumbre.
—¿Solo eso? —preguntó alguien en aquella enorme mesa.
—Bueno, eso, y sus ojos, su pelo, su... —su mirada había tomado cierto aire lascivo.
Lorraine se sonrojó imaginando a lo que se refería con ese «su...» y todos empezaron a reír al intuir lo que quería decir.
—Maldito sinvergüenza —dijo el padre.
Se puso en pie con fingido enfado y se acercó a él, cogiendo con las manos el cuello de su sudadera. La expresión de Steven se había quedado tan seria que no pudo seguir con la broma y empezó a reír exageradamente. Todos sabían que en algún momento trataría de asustarle, lo había hecho con las parejas de todos sus hijos y era indiscutible que él y Lorraine estaban juntos. Steven seguía serio, sin saber si reír o si levantarse y marcharse, pero su ex falsa novia fue en su rescate nuevamente.
—¡Papá! —Exclamó, dejando un manotazo en su brazo a forma de regaño— Vamos ven.
Tiró de su ex novio falso y lo llevó a su cuarto mientras la familia reía en el comedor.
—No se lo tomes en cuenta, lo hace siempre.
—Adoro a tu familia. —confesó.
—Gracias. Están locos pero yo también los adoro. Esta noche quédate en mi cuarto, yo dormiré en la buhardilla, mañana...
—Duerme conmigo —pidió— No te tocaré si no quieres, no voy a insinuarme, ni a pedirte nada, pero no te vayas, duerme conmigo.
Lorraine lo miró con el ceño fruncido, tratando de buscar dobles intenciones, pero parecía decir la verdad y no pudo negarse.
Pese a dormir con él, mantuvo sus costumbres: se duchó, se puso ropa interior limpia y se metió en la cama sin más. Sonrió tontamente al recordar la última vez que estuvieron a solas en la oscuridad de una habitación.
—¿Cómo has estado estos días? —Lorraine le miró sin saber si decirle la verdad o si mentirle.
—Tratando de volver a mi vida. Es un poco difícil retomar la rutina después de tantas semanas.
—Lamento haberte espantado, hacer que huyeras de ese modo. No sé qué hice mal, pero lo lamento.
«Steven siempre me amará». Era difícil quitarse esas palabras de la cabeza, pero aún era más complicado decirle que él no había hecho nada, que se había ido por su propia cobardía y por escuchar lo que no debía.
—¿Me darías otra oportunidad? —preguntó, aun sabiendo que ella volvería a rechazarle.
—La nuestra no era una relación real, Steve, no teníamos más que un acuerdo.
—Lori, esta semana he estado como loco. No he podido dejar de pensar en ti, no he dejado de desear que llamases a la puerta o por teléfono, de imaginarte por toda la casa. —Lorraine cerró los ojos y fingió dormir— Sé que no estás dormida...
No sabía cómo hablar con ella sin espantarla nuevamente. Era obvio que ella no quería tocar el tema, aun así necesitaba escucharla, sentir que le hablaba solo a él.
—Salí tan temprano esta mañana que no he traído nada para la cumpleañera... ¿Me acompañarás mañana a comprar algo para ella? —preguntó él.
—No es necesario, es solo un bebé, Steven. Solo tiene un año.
—Es necesario para mí.
—Está bien, te acompañaré. Ahora duérmete, si hoy ha sido agotador mañana será peor.
Hacía al menos dos horas que se habían metido en la cama y Lorraine no conseguía pegar ojo. No lograba entender cómo ese chico se había metido en su corazón de ese modo. Se sentó en la cama, cogiendo de la silla que tenía cerca la camiseta que se había quitado antes de ducharse y se la puso. Acto seguido hizo lo mismo con el pantalón, pero entonces Steven se movió y ella se quedó totalmente inmóvil para no despertarle con el sonido de la ropa.
—Pensaba que dormirías conmigo, no que esperarías a que me durmiera para marcharte.
—Solo iba a salir a dar una vuelta. No puedo dormir y no quería molestarte cada vez que me muevo.
—Un paseo nocturno... ¿Puedo ir contigo?
Lorraine dudó por un momento, pero aceptó. Tan solo dos minutos después Steven estaba a su lado listo para salir.
Caminaron lentamente por el pasillo, con cuidado de no hacer ruido. En el cuarto de su padre se escuchaban las risas de Loretta, lo que hizo que Steven apretase la mano de su ex falsa novia, que le había agarrado antes de salir del dormitorio. Un par de habitaciones más allá, en la de Dexter, se escuchaba a la pareja murmurar. Steven sonrió. Al salir, Lorraine trató de soltar su mano.
—¿Puedes... podemos ir así un rato?
—Steven, yo...—Le miró y desvió la vista a sus manos.
Ese chico había conducido por más de una hora sólo para estar con su familia. Jimmy, al que había querido mucho, ni siquiera fue a verla una sola vez cuando “desapareció”, al verlo en la fiesta le había abrazado sin importarle que no la buscase. Estrechó la mano de Steven y dejándose llevar por sus sentimientos, entrelazó los dedos.
Caminaron de la mano, en silencio, sintiéndose uno al otro. La luna brillaba intensamente, a pesar de no estar llena.
Lorraine le enseño dónde vivía James Carlton, le enseñó el colegio al que habían asistido ella y sus hermanos y caminó inconscientemente hacia las afueras. No hubo que caminar demasiado para estar en el punto más alto de Shadow Hills, desde donde podía apreciarse gran parte del pueblo. Unas vistas increíbles. La luna iluminaba el camino hasta que Steven se detuvo.
—¿Pretendes deshacerte de mí y despeñarme por ahí? —bromeó, pero ella no rió en respuesta, acortó la distancia y poniendo la mano libre en su mejilla le atrajo para besarle.
Steven no soltó su agarre, al contrario, colocó la otra mano en su cintura y la pegó aún más a su cuerpo. Aquello no podía estar pasando en serio, y si era un sueño quería disfrutarlo tanto como pudiera.
Solo pasó un minuto cuando ella se apartó.
—Lo siento. No debí...
—No te he dicho nada, Lori. También yo te he besado.
—¿Por qué...? —No sabía cómo preguntarle por qué no podía resistirse a él— ¿Volvemos?
El muchacho se acercó a ella nuevamente, tratando de besarla una vez más, pero ella bajó la cara, mirando a los pies.
—¿Por qué...?
—Por favor, Steven, no digas nada...
—¿Por qué te fuiste? ¿Te haces una idea de cómo lo he pasado estos días?
—Yo...Euleen...
—Euleen no es nada para mí. Ya no —interrumpió—. Terminé con ella y en poco menos de dos meses se va a casar con mi hermano. Punto. Ella no es para mí más que Carlton para ti.
Ella no dijo nada y, aunque el silencio parecía no querer prolongarse mucho, llegaron a casa sin decir ni una sola palabra más. Se desvistieron y se metieron en la cama, uno al lado del otro sin abrir la boca.
Sin darse cuenta, al dormirse, uno se acercó al otro, y terminaron abrazados como aquella noche en la que desataron mucho más que pasión.