CAPÍTULO TRECE #
«STEVEN siempre me amará». Imposible, era imposible dejar de pensar en esas odiosas palabras, en la expresión de Euleen cuando lo dijo, o en la forma en la que Steven había apretado su mano cuando entraron por la puerta su madre su hermano y ella.
Le había dicho que le gustaba incluso antes de besarla por primera vez, pero por momentos dudaba de si solo se había tratado de un número para llevarla al huerto. Ella se dejó enredar, también lo quería, pero las palabras de esa chica la hirieron demasiado y le hicieron poner en duda que sus sentimientos fueran reales.
Antes de que la mañana se levantase por completo Lorraine tenía la mochila con todas sus cosas sobre la cama. Iba a marcharse.
Sabía que Steven estaba durmiendo, a veces se levantaba temprano para reunirse con su padre o con algún socio de la empresa, pero esa mañana no le oyó salir.
Al salir de la mansión volvió la vista atrás, lo había pasado realmente bien con él. Se había reído, se había sentido como una niña y... se había enamorado. Desvió la mirada hasta el dormitorio de Steven sintiendo como su pecho se encogía por marcharse así, pero el claxon del taxi le avisó de su llegada y después de tomar aire con fuerza subió al coche.
Entrar en su apartamento no fue todo lo grato que pensó, pero se dijo a sí misma que todo volvería a estar bien. Se apoyó contra la puerta de la entrada y se deslizó hasta el suelo, quedando sentada con las rodillas pegadas al pecho. Realmente se había enamorado de él.
No pasó mucho rato en esa postura. Se puso en pie, tomó aire con fuerza y caminó por el pasillo con dirección al salón.
—¡¿Steven?! —preguntó totalmente sorprendida por verlo ahí, en su apartamento, sentado en el sofá.
El muchacho se giró hacia ella con el semblante serio.
—Pensé que lo pensarías, que te quedarías, y no que te irías furtivamente sin una despedida. —Lorraine lo miró sin atreverse a decir nada pero Steven se puso en pie y se acercó a ella—. Supongo que este es nuestro adiós... —ella siguió mirándolo sin decir una palabra.
Steven actuaba frío como al principio, como si la odiase, aun así se acercó a ella. Puso una mano tras su cuello y la besó en la frente antes de dirigirse a la puerta.
—¿Cómo has entrado? —Preguntó cuando abrió para salir.
—Así que eso es lo único que te preocupa. Cómo he entrado... Me ha abierto tu recepcionista.
Sin decir una palabra más cerró la puerta, dejándola en el apartamento completamente sola.
Lorraine dejó caer al suelo la bolsa de tela con sus cosas y se llevó las manos a la cara.
Steven se había dormido en el asiento doble de su sala de cine y cuando se despertó era casi de día. Caminando hacia su habitación vio luz por debajo de la puerta de Lorraine y pretendiendo saludarla. Abrió la puerta despacio. Su falsa novia tenía su ropa sobre la cama, y en la mochila que había llevado, había algunas prendas dobladas. Supo enseguida que lo que le había dicho la mañana anterior sobre marcharse iba en serio.
Se metió en su cuarto sin saber qué hacer, dudando entre ir y detenerla o dejarla marchar. Antes de darse cuenta estaba en su coche, conduciendo con dirección a su apartamento.
Cuando cerró la puerta dejándola sola en su piso sintió como si la tierra se abriera y estuviera a punto de engullirle. Podía parecer algo de lo más inusual, solo se conocían de un mes, pero se había enamorado de ella y dejar que se fuera de su vida era como dejar que le arrancase el corazón. Aun así el amor no se puede imponer y, aunque ella le había dicho que había roto la regla y se había enamorado de él, realmente dudaba de si era cierto o solo una excusa para marcharse por lo que había pasado esa noche.
Subió al deportivo blanco y condujo de vuelta a su mansión.
A duras penas podía respirar, había pasado seis horas sentada en el sofá, con la mirada perdida, tratando de tragarse el nudo que se había instalado en su garganta.
Miró hacia su dormitorio y subió para cambiarse. Sólo había estado con él durante un mes, y eso no podía poner su vida patas arriba. Se vistió con su ropa deportiva habitual y salió a correr. Retomaría su vida y volvería a sus rutinas habituales: escribir, correr, visitar de vez en cuando a su editora...
Al llegar a la playa fijó la vista en la orilla y respiró hondo al recordar la mañana anterior. «¿Ella era un buen partido para tu novio de clase media y yo, siendo rico, no soy un buen partido para ti...?». Sonrió tontamente al recordar esas palabras.
—Claro que eres un buen partido, y no por el dinero que tengas...Pero algo que empezó mal no puede terminar bien...
Al llegar la tarde Steven recordó lo que el recepcionista de Lorraine le había dicho tiempo atrás, ella iba a correr todas las tardes a la puesta de sol. Caminó por el pasillo y se detuvo frente a su dormitorio, imaginándola dentro y no pudo evitar entrar. Todo estaba como si nunca hubiera estado allí. Se acercó a la ventana en la que dos noches atrás habían estado apoyados mientras hacían el amor y al poner las manos en el cristal, justo donde las había tenido ella puestas, centró la vista al frente, en la playa, en el lugar donde ella le había dicho que no podía seguir ahí. El día anterior había pasado relativamente bien, y haciendo memoria, no encontraba nada que pudiera haberle molestado hasta el extremo de querer marcharse, aun después de haberle dicho que se quedaría hasta la boda de Liam.
La imaginó corriendo por la arena, con una coleta alta sacudiéndose de lado a lado con cada salto, y con una camiseta celeste de tirantes dejando sus omoplatos al aire. Imaginaba que llegaba corriendo hasta allí, y que subía las escaleras hasta la piscina...
Algo en su interior le pedía que volviera a ese apartamento, que le pidiera que volviera, que... pero su cabeza le decía que permaneciera ahí, que se olvidase de ella.
Lorraine llegó a su edificio ya entrada la noche y subió lentamente cada escalón, deseando que Steven estuviera de nuevo en su sofá, que volviera a reclamarle el que se hubiera marchado y que le pidiera que volviera. Entró al apartamento sin encender la luz, esperando verlo a oscuras, con la luz de la luna iluminando sus preciosos ojos estrellados, pero al entrar hasta el salón no había ni rastro de él.
—Supongo que ibas en serio con tu adiós.
Pasaron un par de días sin verse, un par de días deseando fervientemente que el otro llamase a su puerta, que le dijera que no se separaría jamás, pero en esos dos días ninguno apareció frente al otro.
Algunos días después de marcharse del lado de Steven, Lorraine decidió hacer una cena en su casa, ésta vez sólo irían un par de amigas a las que no veía hacía mucho y Shelby, su editora. Ninguna sabía de su relación con Steven y por consecuencia ninguna le mencionaría su nombre.
Salió a correr como cada día y regresó temprano para prepararlo todo. Deseaba la distracción que supondría tener a sus amigas cerca, compartir risas y aventuras.
Después de la cena en el apartamento de Lorraine el día de la lluvia, la editora y ella no habían vuelto a verse, aunque sí que habían hablado muchas veces por teléfono. Curiosa por saber sobre el chico de la denuncia, en medio del primer plato soltó los cubiertos sobre la mesa y la miró directamente a la cara.
—Steven... supongo en algún momento tendrás que contarme por qué lo invitaste a cenar aquella noche.
—Ya os lo dije —empezó a decir, nerviosa por desviar la atención de ese tema.
—Lori, ¿Un chico? —pregunto Audrey, una de las amigas, con el ceño fruncido en una expresión simpática.
—Sí, eso ¿Un chico? Tú no tienes novio desde... ¿Cómo se llamaba?
—Se llamaba James Carlton —aclaró— pero Steven no... él no... no es...
—Hasta donde yo sé, el señor Logger la llevó a juicio por su libro —las chicas la miraron horrorizadas— y ella como "agradecimiento" o disculpa, lo invitó a cenar con sus hermanos y conmigo... pero él se quedó después de que yo me fuera...
—Por dios Shelby no lo digas de esa forma. Sabes que aquel día llovía a mares. ¿Cómo crees que iba a dejarle marcharse con esa lluvia? Él solo durmió. Además, yo ni siquiera le vi por la mañana. Se marchó antes de que me despertase.
Las chicas empezaron a reír por esa actitud defensiva y desviaron la atención al libro que les había mostrado un rato antes. Ellas no habían leído Pretty Love, aun así no entendían qué podía haber causado que alguien la denunciase por algo que ella hubiera escrito en él, Lorraine no era del tipo de personas que hacían las cosas de forma precipitada o sin pensar bien antes de actuar.
Pese al momento incomodo en el que le preguntaron por él, la velada fue tranquila y cuando se marcharon se sintió en cierto modo, como en los viejos tiempos, cuando cenaban en casa de una o en casa de otra y luego terminaban la noche cada una en su cama con una conferencia telefónica a tres líneas hasta que se dormían.
Se estiró sobre la cama con una sonrisa, tratando de no pensar en nada que tuviera que ver con Steven pero el teléfono la alertó. Por un momento temió que fuera él, que le dijera que estaba loco por ella y que la hiciera perder la cordura hasta que no pudiera encontrarla ni en un millón de años, pero no, no era su número el que parpadeaba en su pantalla.
—¡Lexa! —exclamó.
—¿Lexa? Lori te voy a matar, mañana empieza la fiesta de tu sobrina y no has venido...
—Dios mío, lo siento... lo había olvidado. Mañana mismo estoy allí.
—Claro que sí, más te vale. Pero ni se te ocurra llegar después del medio día o te quedas fuera.
—Lo sé...
Lorraine cortó la llamada con una sonrisa en los labios. Al fin algo bueno.
Steven había pasado esa semana tratando de olvidarla. Intentando que caminar por el pasillo no le hiciera recordar lo que ocurrió en el dormitorio frente al suyo. Intentando no imaginársela sentada en el borde de la piscina cuando miraba por la ventana, o no recordar el sabor de su comida cuando Elvan le servía el plato.
Se preguntaba si su despedida había sido un adiós definitivo. Y así pasó los días hasta que una llamada de teléfono le dio una nueva esperanza.
Por un momento pensó que era ella, pero para su sorpresa era un número desconocido.
—¡Hola cuñadín! —saludó el chico con un tono de lo más campechano.
—¿Cómo? —rió Steven.
Sabía quién era, había reconocido su voz y su forma de hablar. Flynn, el hermano de Lorraine, con el que había cenado el día que durmió en el apartamento de ella.
—En casa saben todos que eres su novio. Mi hermana no invitaría a un chico a su casa si no fuera algo suyo... —aclaró— Pero no te llamo para eso, te llamo porque estás invitado a la súper fiesta de mi sobrina. Pero son tres días, así que prepárate para pasarlo en grande. No admitimos un no como respuesta así que, busca ropa cómoda en tu vestidor, deja las corbatas y las camisas para otras ocasiones y vente con nosotros, toda la familia se muere por conocerte.
—No sé si debería ir.
—Oh sí, claro que deberías. Te envío la dirección en un mensaje. Así que... mañana mismo queremos verte aquí.
Flynn cortó la llamada antes de que pudiera decirle que no iba a asistir, y antes de volver al salón con el resto de la familia le envió la dirección.
Steven dudó si ir o no ir. Llevaba una semana sin verla, ella no había tratado de contactarle y pensó que sería extraño pasar tres días con su familia, aun así, la invitación de Flynn se basó en que toda la familia quería conocerle y era una oportunidad de oro para volver a verla.