CAPÍTULO ONCE #

NO dijeron nada al bajar de la limusina. Steven no le quitaba el ojo de encima, pero ella solo evitaba cruzar miradas con él, y al entrar en la mansión subió directamente a su habitación. El simple hecho de sentir sus ojos sobre ella la ponía más nerviosa de lo que había hecho nunca antes la mirada de un hombre, aunque la de él no fuera lasciva, aunque la de él no estuviera llena de deseo.

Cerró la puerta y caminó pensando cómo demonios iba a mirarle a la cara después de eso, sintiéndose como se sentía.

Steven fue al salón y se sirvió un vaso de whisky, se sentó en uno de los sillones de cuero marrón y se aflojó la corbata. Le angustiaba no poder disculparse por haberle dicho que le gustaba, por saber que le había incomodado el que la besase como lo había hecho.

Miró el líquido ámbar de su vaso mientras lo movía en círculos, y antes de dar el primer sorbo lo dejó sobre la mesita de cristal. Corrió al dormitorio de Lorraine sorteando los escalones de dos en dos y entró en el dormitorio sin llamar.

—¡Steven! —lo miró sorprendida.

Pero él no dejó que dijera nada más. La atrajo con una mano en su cintura y la otra tras su cuello, besándola como nunca había hecho antes con nadie. Contuvo el aliento mientras acariciaba su boca con los labios, esperando para ver qué hacía, algo que tampoco había hecho nunca. Nunca se había sentido de esa forma mientras besaba a una mujer, jamás había tenido miedo de ser rechazado. Fue esa duda la que hizo que el beso le pareciese más importante de lo que había sido el primero. Ése era el motivo por el que sentía como si estuviera besando a una chica por primera vez.

Se apartó despacio para mirarla. Ella tenía los ojos cerrados y los labios entreabiertos, como si esperase que siguiera.

—Lorraine —murmuró. Inmediatamente volvió a apoderarse de su boca.

Notó las caderas entre sus manos y la presión de su cuerpo contra él. Ella había llevado las manos a su pecho y pudo apreciar su calor a través de la ropa. Pese a todas las chicas con las que había estado nunca había reparado en cómo se sentían las curvas de una mujer entre sus manos o lo eléctrico que podía ser un beso cuando en realidad se desea como lo deseaba él.

Cuando llevó la mano de su cadera a su espalda, Lorraine lo empujó como había hecho en el baño de la mansión de la fiesta, mirándolo con desconcierto.

—¿Por qué has hecho eso, Steven? Aquí no hay nada que fingir.

Su pulso era tan fuerte que se apreciaba la sacudida de cada latido a través del vestido.

—Te lo dije antes —murmuró— Me gustas. Estoy... estoy loco por ti.

Ambos se miraron unos segundos sin saber qué hacer.

Lorraine no supo cómo había vuelto a pasar. Cuando se dio cuenta, Steven estaba besándola de nuevo y ella se encontraba en el círculo de sus brazos sin encontrar en sí misma fuerza de voluntad para apartarle. Lo peor era que no quería rechazarle, quería seguir sintiéndolo alrededor suyo.

Steven deslizó una mano por sus costillas, haciendo que contuviera el aliento. Se detuvo en la curva de su pecho y acarició despacio por debajo, sintiendo como trataba de contener un gemido. Siguió hasta su espalda lentamente, extendiendo el calor por donde pasaba su mano, y luego llevó la otra hasta llegar a la base de sus pechos, ahuecando uno y apretándolo ligeramente mientras interrumpía el beso para mirarla.

Sin darse cuenta de lo que estaba haciendo, Lorraine llevó las manos hasta su cuello, enredando los dedos con su pelo y atrayéndolo hasta ella para que siguiera besándola de ese modo.

Le gustaba tanto que no quería que parase, que no quería parar.

Steven tomó su gesto como una instigación a que siguiera, e inmediatamente introdujo la lengua en su boca, haciendo de ese beso algo excitante y placentero.

Subió las manos hasta sus hombros, clavando los dedos suavemente mientras la pegaba contra su cuerpo por unos segundos. Lorraine pudo sentir la dureza de su pantalón y sonrió, sabiendo que él estaba tan caliente como ella.

La tela del vestido era fina y elástica, y no le costó deslizarlo hacia abajo. Ella, lejos de oponerse cuando lo bajó, empezó a aflojar el nudo de su corbata y desabotonó la camisa para acariciarlo.

En el mes y poco que hacía que fingían salir, Lorraine no lo había visto sin camiseta ni una sola vez, intuía que estaba en forma, pero no fue hasta que abrió la camisa que vio realmente su cuerpo. Su estómago estaba plano y duro, bien definido, y aún se tensó más cuando la atrajo con las manos para pegarla a él.

Steven inclinó la cabeza para besar su cuello y ella aprovechó para deslizar su ropa hacia atrás, igual que había hecho él con su vestido.

No sabía cuándo se había dado cuenta Steven de que le gustaba, no sabía cuándo había nacido ese deseo, pero en ese momento no importaba. Cuando subió a su boca Lorraine bloqueó su cara con las manos en sus mejillas, devolviéndole el beso como no había hecho hasta ese momento, con toda la pasión desatada, con el deseo a flor de piel.

Sentía sus manos por todas partes, apretando su cintura, acariciando sus hombros, clavándose en su espalda.

Steven se deshizo de su cinturón y luego buscó el que dejaba el vestido de ella a la altura de las caderas, la quería desnuda, tanto o más que la primera noche que pasó en su apartamento, cuando el deseo por ella había empezado a crecer.

Mientras él acariciaba su trasero, ella desabotonó su pantalón, metiendo la mano por la apertura y notando que estaba preparado, henchido y duro como una piedra.

Le hizo contener el aliento cuando empezó a mover la mano arriba y abajo, y se mordió el labio inferior al apretar suavemente el extremo y ver el efecto que producía en él.

Steven se apartó, sin dejar que siguiera, y terminó de desnudarse. Acortó nuevamente la distancia entre ellos con el deseo quemando bajo su piel. Tomó su cara entre las manos y se apoderó fieramente de su boca. Caminaron despacio hasta la cama y se dejó caer sobre el edredón, tirando de ella para ponerla a horcajadas sobre él.

—¿Qué estamos haciendo, Steven?

—¿No es evidente? —sonrió seductoramente, acariciando su cintura, haciéndola sonreír también por las cosquillas.

—¿Pero por qué estamos haciendo esto?

—Porque los dos lo queremos.

Sin darle la oportunidad de negarlo, sin dejar que dijese nada más, inclinó la cabeza para besarla de nuevo.

Envolvió los brazos en su cintura, buscó primero un pecho y luego el otro con los labios mientras ella echaba la cabeza hacia atrás, con los ojos cerrados, entregándose por completo al placer que le daba con solo ese gesto. La escuchaba respirar pesadamente y mientras acariciaba el pezón con la lengua, lo mordía y lo succionaba, ella se acariciaba el otro pecho con una mano, apretando el pezón entre los dedos.

Sintiéndose cada vez más excitado metió una mano entre sus piernas, acariciando por encima de las húmedas braguitas mientras ella seguía jadeando. Pero aquello no era suficiente. Deslizó la mano dentro de la prenda y la tocó, esta vez sintiendo la humedad caliente que emergía de ella. Intensificó las caricias, penetrándola con los dedos mientras ella se humedecía los labios y abría la boca con cada exhalación, pero de pronto se apartó.

—¿No te gusta?

—Sí, pero...

Steven la tomó de repente por la cintura y la tumbó sobre la cama, quedando él encima. Tiró hacia abajo de la única prenda que le quedaba y la contempló totalmente desnuda.

—Pensé en esto la primera vez que te vi. —confesó.

—Steven...

—Shh —siseó.

Se deslizó sobre ella y la besó intensamente, mientras la acariciaba. Luego, de pronto se apartó, y atrayéndola la puso en pie. La llevó hacia la ventana y la puso de cara al cristal, bloqueándola con su cuerpo, quedando él a su espalda. Lorraine tomo aire al sentir el frío vidrio en sus pechos y en su abdomen. Él agarró sus manos y las puso a los lados de su cabeza, entrelazando los dedos. Le separó las piernas con la suya y se acercó a su oído.

—¿Estás lista? —preguntó con un tono aterciopelado. Ella sabía lo que seguía y asintió con un sonido provocativo acompañado de una sonrisa.

Él no lo pensó, llevó las manos a su cintura y con una embestida fuerte se hundió en su sexo.

Lorraine se sintió llena, caliente, terriblemente excitada. Empujaba hacia atrás mientras él se presionaba contra ella una y otra vez, saliendo y entrando de nuevo con movimientos poderosos, vigorosos e intensos. De pronto se apartó, la hizo girarse y la elevó por la cintura. Ella enroscó sus piernas a su cintura y él los llevó de vuelta a la cama.

—Quiero verte mientras lo hacemos —dijo con voz ronca, estirándose sobre el colchón.

Lorraine sonrió se deslizó sobre él, deteniéndose en el lugar que la reclamaba y pasó una pierna por encima de las suyas para sentarse sobre su poderosa erección.

Esta vez ambos sintieron la entrada de forma distinta, ella mandaba. Y, mientras él apretaba sus caderas atrayéndola con fuerza, ella se acariciaba y apretaba los pechos, incrementando aún más el placer.

El clímax llegó casi inmediatamente, con la fuerza de un huracán. Steven la escuchó gemir al mismo tiempo que lo hacía él y pocos segundos después se dejó caer sobre la cama, a su lado.

Nunca antes había hecho el amor de esa manera, nunca había experimentado ese remolino de sensaciones con una mujer. Llevó un brazo sobre ella, ofreciéndoselo de almohada y se giró para tenerla frente a frente mientras Lorraine le ponía una mano en el pecho y la otra en la cintura.

—¿Te he dicho que me gustas? —Preguntó. Ella abrió los ojos y lo miró directamente a los suyos con la respiración aún agitada.

—Si...

Por un momento se sintió ridículo, ella no le había dicho en ningún momento que sintiera algo por él, pero empezó a hablar.

—No sé si esto ha estado bien...

—¿Te ha gustado? —Ella asintió, cerrando los ojos y acomodándose en su brazo— Entonces ha estado mejor que bien.