CAPÍTULO SEIS #
PASARON unos días sin verse, sin que ninguno de los dos pudiera quitarse de la cabeza ese casi beso se hubieran dado de no entrar en razón en el momento propicio. Pasaron días buscando la manera de llamarse simplemente para escuchar sus voces, pero a su vez los dos trataban de convencerse de que así era mejor, total, después de un tiempo ni siquiera recordarían sus nombres o sus caras, esa era una relación falsa, exenta de amor mutuo o de sentimientos.
Berg Logger, el tío de Steven, tenía unos asuntos que arreglar en la ciudad. Normalmente iba y venía sin llamar a su familia, pero también había llegado a sus oídos el tema de la homosexualidad de Steven, y esta vez no iba a dejarlo pasar. Citó a su hermano y a su sobrino en la cafetería del hotel donde solía tener sus reuniones de empresa y haría entrar en razón a Steven. Nadie en esa familia había salido desviado, y él no iba a ser el primero, aunque tuviera que darle los golpes que seguramente no le había dado su padre.
Steven pensó como llevar a Lorraine, necesitaba desmentir aquellas habladurías. Aquel no iba a ser un desayuno agradable, sobre todo porque conocía el temperamento de Berg.
Dio vueltas por el salón, buscando como quedar con ella. La hora de la cita se acercaba y aún no sabía con qué excusa llamarla.
—¡Steven! —Exclamó ella tan pronto como descolgó el teléfono.
—¿Tienes tiempo para vernos hoy? Necesito empezar a usar nuestro trato.
Lorraine miró el reloj tratando de recordar si la cita con su editora era ese día o al siguiente.
—Sí, tengo tiempo. ¿Dónde quieres que nos veamos?
—¿Te parece si paso a buscarte en... media hora? —Ella asintió con un sonido nasal.
Puntual como un reloj Steven llamaba a la puerta del apartamento y Lorraine corrió para abrirle. Tan pronto como lo encontró de frente, sintió como se le aceleraba el corazón, sonrió disimulando sus propios nervios y se apartó de la entrada para hacerle pasar.
El muchacho desvió, sin querer, la mirada al trasero ahora vestido de Lorraine y sonrió al recordarla durmiendo de aquella guisa días atrás.
—¿De qué te ríes?
—De nada... —la muchacha le miró con el ceño fruncido en una expresión graciosa— Vale. Pensaba que no deberías dormir desnuda con un hombre, que no es tu novio, bajo el mismo techo.
—Bueno...resulta que... ¿Cómo que desnuda? —Se interrumpió a sí misma—Acaso...
—¡No! No pienses mal... —alzó las manos en son de paz— Cuando me levantépara vestirme estabas totalmente destapada. Aunque tratase de no ver nada...
La muchacha se ruborizó al imaginarlo al lado del sofá mirándola mientras ella dormía.
Al cerrar la puerta del apartamento, Steven fue derecho al salón mientras ella corría para terminar de arreglarse el pelo.
Mientras esperaba a que ella terminase, miró hacia el escritorio y sonrió al ver que tenía, en un pequeño jarroncito, la rosa que le había dejado con el recepcionista.
—¿Te gustan las flores? —preguntó al aire, sabiendo que le escucharía desde el baño.
—No especialmente. Les quitan la vida para que las usemos en decorar algo que podríamos adornar con otra cosa, pero me encantó el detalle.
—Tienes un punto de vista interesante.
—Ya estoy. ¿Vamos? —Steven se puso en pie y ella siguió hablando— Me gustan las flores, pero en el campo, en una maceta, no cortadas. Es igual con los pájaros ¿Te gustan los pájaros, pero les quitas la libertad encerrándolos en una cárcel hasta que mueran?
El muchacho empezó a reír con aquella afirmación. Tenía razón, él también pensaba igual, pero no esperaba que ella lo dijera con aquella sinceridad, de forma tan directa.
Subieron en el coche blanco de Steven para ir dondequiera que fueran, ya que no le había especificado dónde iban.
Lorraine lo miraba de reojo mientras él conducía. Era tan guapo que se arrepentía de haber aceptado ese falso noviazgo. Sabía que aunque no quisiera iba a terminar sintiendo algo por él si seguía aceptando sus peticiones o si trataba mucho con él.
Pese a haber sido siempre una chica muy enamoradiza, había tratado de sacarse las relaciones imposibles de la cabeza antes de que se convirtieran en dolorosos sentimientos. Ahora, aun a sabiendas que esa era una relación falsa, que jamás iba a llegar a ninguna parte, le gustaba la sensación que le daba al verlo, al tenerlo cerca y eso no podía terminar bien para ella, al menos con alguien como él.
Steven detuvo el coche en la puerta de un hotel, donde un uniformado aparcacoches les abrió la puerta para ayudarles a salir.
Lorraine miró a su alrededor un tanto asustada. ¿La llevaba a un hotel? ¿Qué pretendía?
—No es lo que crees. Mi tío es un hombre hosco y autoritario. A veces nos reúne a mi hermano y a mí en este mismo hotel. Es donde tienen lugar sus reuniones de empresa.
Al entrar, el camarero se acercó a ellos con una sonrisa.
—Buenos días señor Logger. Su padre y su tío llegaron hace unos minutos, ¿Van usted y su acompañante a sentarse con ellos?
—¿Mi padre? —El camarero asintió, haciendo que Steven y Lorraine mirasen hacia el salón— Yo me sentaré con ellos, busca una mesa lo más cerca posible a la suya.
El camarero asintió y se alejó de la pareja, buscando entre las mesas ocupadas una que quedase donde el muchacho le había pedido.
—Quería que estuviéramos juntos con mi tío, pero no esperaba que mi padre también estuviera, y no estoy preparado para enfrentarme a él...
—No te preocupes, pero no te vayas si mí.
—¿Estás loca? Igual que has venido conmigo volverás conmigo.
La pareja siguió al camarero hasta que Steven se sentó en la mesa de sus parientes y ella en la contigua.
Supo quién era el padre de su falso novio por la forma en la que se había dirigido a él. Ambos tenían una apariencia imponente, los dos tenían una apariencia elegante y las voces graves y autoritarias.
Así como Steven les había saludado con una sonrisa, los hombres solo lo miraron con desapruebo.
El chico se sentó a la izquierda de su tío y a la derecha de su padre, teniendo al frente, en la mesa siguiente a Lorraine, que lo miraba extrañamente seria.
La reunión entre los tres Logger iba sucediendo tranquila. Lorraine los miraba disimuladamente mientras bebía con pequeños sorbos su café con vainilla. Pero de pronto, después de un tenso silencio uno de los tres empezó a hablar.
—Así que... nos ha salido un desviado en la familia. ¿Y cómo lo llevas, chaval? —preguntó Berg un rato después, dándole un sonoro manotazo en la espalda. Algo que podía haber parecido un gesto amigable pero que distaba mucho de serlo.
—Él se empeña en ocultarlo, ya he tenido más de una conversación con él...
—Pues más le vale. Sabes que tu herencia depende de tus apariencias.
—No me importa lo que crea la gente. Os habéis empeñado todos en creer antes a los demás que a mí. Si vais a empeñaros en pensar lo que os dé la gana, no sé por qué demonios me citáis.
El tío de Steven se quedó en silencio, apretando las manos sobre el mantel.
—He salido con decenas de chicas, ahora, por una habladuría todo mi pasado queda en entredicho y solo os imagináis Dios sabe que tórridas escenas entre...
Berg actuó por impulso. De un movimiento rápido lanzó el agua de su vaso sobre la cara de su sobrino, y lo siguió con un fuerte bofetón.
—Eres un maldito desvergonzado. ¿Imaginar qué, dices? No eres más que un sucio depravado. ¿Imaginar qué, ibas a decir?
Lorraine se había quedado petrificada al escuchar el tema de la herencia, pero en cuanto el hombre echó el agua a la cara de su falso novio actuó, dejándose llevar por su espíritu justiciero.
Se levantó arrastrando la silla escandalosamente y se acercó al lado de Steven, haciendo que se pusiera en pie mientras tiraba de su brazo.
—Disculpe la interrupción, su eminencia. Creo que un viejo decrepito debería preocuparse más de que los demás no sintieran asco al ver la saliva espesa acumulándose en la comisura de sus labios, que en que su sobrino fuera o no fuera gay. Ahora si nos disculpan...
Lorraine no dijo más. Tiró de Steven hacia la salida conteniendo una carcajada mientras los hombres se miraban boquiabiertos.
Steven la miraba espantado mientras ella se doblaba hacia adelante por la risa.
—Dime que no ha pasado lo que creo que ha pasado.
—Lo siento, pero... Mírate, estás todo empapado por culpa de ese... y tu cara, tienes los dedos marcados en la mejilla...
—¿Has llamado eminencia a mi tío?
—Y viejo decrépito —murmuró el camarero, que había tenido que salirse también a causa de la risa.
—Lo siento. Es solo que me estaba pareciendo demasiado... injusto. He sido víctima de la adrenalina.
Subieron al automóvil cuando el aparcacoches abrió la puerta para que entrasen y, tan pronto como se alejaron de allí, fue Steven el que empezó a reír como un loco. Debía reconocer que aquella había sido una escena de lo más surrealista. «Eminencia».
Pese a haberle invitado a comer, Steven prefirió no subir. Aun habiendo reído durante todo el trayecto las palabras «sucio depravado» resonaban continuamente en sus oídos y prefirió no comer con ella o aburrirla con sus asuntos.
Le agradeció lo que había hecho por él, decorando sus palabras con una cálida sonrisa y, después de que ella se bajase del coche se marchó.