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He dejado el móvil desconectado mientras estaba dentro del hospital. Hay letreros por todas partes avisando de que los móviles interfieren con los desfibriladores o los ventiladores… o qué sé yo; seguro que es un cuento, pero se comprende. Lo último que uno desea cuando está encamado en un hospital es oír a un idiota pegar gritos dándoselas de importante.
Al llegar al coche conecto de nuevo el móvil y veo que tengo un mensaje de texto. Es de Lorna, una de las chicas que me ayudan con los perros en el centro de acogida. Dice simplemente: «Bluey de vuelta».
Exhalo un hondo suspiro de alivio y me siento al volante. Pongo en marcha la calefacción y llamo inmediatamente a Lorna.
—¿Dónde estaba? —le pregunto en cuanto oigo su voz al otro lado.
—Atado a la valla de madera que hay junto al contenedor de reciclaje de Booths —dice con voz entrecortada. Seguramente estará fregoteando—. Lo ha encontrado la loca de Jackie Wagstaff a las siete de la mañana, cuando ha ido allí a tirar los cascos de las botellas. Parece que estaba abandonado, según ha dicho cuando ha venido a traerlo, porque a esas horas no hay nadie en el aparcamiento del supermercado. Por cierto, se ha disculpado por traerte otro perro más, pero no podía dejarlo allí tirado.
—¿Cuánto tiempo crees que llevaría allí? —le pregunto.
—Ni idea. Dice Jackie que daba pena verlo. El pobre estaba allí con la cabeza gacha como siempre, esperando que llegara alguien y se lo llevara. Lo mismo se habría quedado allí tan manso toda la puñetera semana.
Siento un sollozo crecer en mi pecho y respiro hondo para reprimirlo.
—Lisa, ¿sigues ahí? —pregunta Lorna.
—Sí —digo, sorbiéndome la nariz—, al menos es un consuelo saber que está bien… porque está bien, ¿no?
—A simple vista, sí. No ha comido nada, pero eso es normal en él. Quizá le mezcle un poco de pienso de los gatos, a ver si así se anima a probar bocado. ¿Para qué crees que lo querría el tipo ese? ¿Por qué se largaría con él para luego dejarlo allí tirado? Como le decía a Shelley, no le veo ningún sentido.
—Yo tengo una teoría… te la cuento luego cuando llegue. No creo que tarde mucho, depende de cómo estén las carreteras.
—Mejor que ayer sí están. —Lorna cambia de tono—. Lisa…
—¿Sí?
—Joe nos ha dicho que tu amiga está ingresada en el hospital. ¿Se pondrá bien?
Le pedí a Joe que llamara por teléfono al centro para informarles de lo ocurrido, para que les contara lo de Kate y así yo podía acercarme antes al hospital y ver cómo estaba.
—Sí, se pondrá bien —le digo a Lorna—. Acabo de verla, y ya podía incorporarse y hablar un poco. Ahora está su hermana con ella, las he dejado a solas para que tuvieran un poco de intimidad.
—Pero ¿tenía algún problema o algo?
—Es la amiga cuya hija ha desaparecido.
—Uf —exclama enfáticamente—. Uf, qué horror.
—Sí —contesto y le digo que estaré allí dentro de una media hora más o menos.
Por el camino, la cabeza no deja de darme vueltas. Intento escuchar la radio, pero en esta zona solo consigo sintonizar Radio 2, y no soporto a la sarta de quejicas que suelen llamar a estas horas al programa de Jeremy Vine, así que la apago.
El tubo de escape petardea con más estruendo que nunca y al pisar el acelerador asusto a una chica parada en el semáforo con un carrito de bebé. Miro por el retrovisor y la veo despotricando airada en dirección a mí. Espero no haber despertado a la criatura, ojalá que no…
¿Por qué demonios habrá intentado Kate suicidarse?
Esa es la pregunta que no consigo quitarme de la cabeza.
Ganas me han dado de soltársela a voz en grito. De sacudirle la tontería de encima y que me contara de una puñetera vez qué mierda le ha pasado.
Ahora no puedo pensar con claridad. Siento como si me dispararan perdigones a la cabeza, a bocajarro, y cada vez que intento pensar racionalmente, que intento analizar algo de principio a fin, el pensamiento se esfuma antes de que llegue a una conclusión como es debido.
¿Por qué Kate no me ha preguntado por Lucinda al despertar?
¿Por qué se ha desmoronado al enterarse de que habían detenido a Guy?
Y lo que voy a decir ahora es una menudencia, pero lo voy a soltar de todos modos, porque si callo, reviento: ¿se puede saber por qué ni Kate, ni Alexa, ni —ahora que lo pienso— Guy, me han dado las gracias por haberle salvado la vida a Kate?
Ya sé que tienen la cabeza en mil sitios últimamente, pero al menos podrían haber tenido el detalle de decir: «Menos mal que la encontraste, Lisa».
Pero, nada. Ni palabra.
Me aferro al volante con los nudillos ya blancos de furia, y me digo: Bueno, basta ya. Ya está bien de darle vueltas. Al menos Bluey ha vuelto. Es lo único bueno que ha pasado hoy.
Bluey ha vuelto y yo he tomado una decisión: esta noche se viene a vivir con nosotros.