IV
No hace mucho, tuve el placer de encontrar en un banquete al distinguido pensador científico Harrison Brown, y de decirle lo muy desvergonzadamente que yo había saqueado su trabajo.
En particular, un libro presciente que publicara cerca de dos décadas antes: El reto del futuro del hombre. Junto con otras cosas, esta obra insistía en ciertos puntos que actualmente están empezando a inquietarnos más y más… temas acerca de un desarrollo industrial desenfrenado, limitado por el déficit así como por los topes de lo que la biosfera puede resistir. Esperamos que la civilización tecnológica pueda encontrar soluciones a los problemas que ella misma crea. Pero supongamos que se hunde. ¿Habrá alguna posibilidad física de reconstruirla?
Reflexionando sobre esto en aquel tiempo, tuve en cuenta un factor mitigante que había sido recalcado por L. Sprague de Camp y otros. Probablemente, una catástrofe mundial no produciría una pérdida de conocimientos permanente y mundial. Hay demasiados libros impresos. (Y vale la pena señalar que cuando las sociedades del pasado se derrumbaron, gran parte de su arte y literatura desapareció para siempre, pero no así una gran cantidad de su tecnología.) Eventualmente, alguien utilizaría esa información para reconstruir los logros del pasado; aunque, como explicó el doctor Brown, el resultado podría ser una civilización basada en poca energía y escasos recursos.
Y la gente no pensaría como nosotros. De hecho, lo más probable es que surgieran varias culturas nuevas, independiente una de la otra. ¿Lograrían entenderse? Con todos nuestros recursos, los que ahora vivimos en la Tierra no lo hemos hecho demasiado bien.