III
Los escritores de ciencia ficción no son profetas. No tienen más fuente confidencial de información sobre el futuro que aquellas personas que hayan reflexionado un poco sobre el tema. Por lo tanto, nadie es profeta. Tal como ha observado Herman Kahn, la mayor sorpresa que el futuro podría reservarnos sería la falta de tales sorpresas.
Pero la inevitabilidad de la sorpresa constituye el tema central de este relato. Y, cosa extraña, aunque fue escrito hace mucho tiempo, algunas de las posibilidades que sugiere han empezado a convertirse en realidades en uno y otro rincón de nuestro país. No creo que estas tendencias lleguen a completarse; todo indica lo contrario. En cambio, otras partes de la narración parecen un poco anticuadas. Tuve que repasar unos cuantos párrafos a fin de no quedar absolutamente desfasado. Los cambios han sido, deliberadamente, insignificantes, para permitirles, si así lo desean, comparar esta proyección del pasado con el mundo que les rodea. Entonces podrán reflexionar sobre las posibilidades que hay de que, entre los muchos mapas que ahora se nos ofrecen acerca del tiempo en el cual vivimos, haya alguno exacto. Y, si es así, ¿cómo sabremos cuál es?