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Talin arrojó una pequeña bolsa con agua y comida dentro del avión. Si todo iba de acuerdo con el plan, entrarían y saldrían durante la noche.

—¿Cómo es que tienes licencia de piloto? ¿Es así como te ganas la vida? —preguntó al hombre alto, rubio e increíblemente guapo. La última vez que le había visto había sido fuera del bar de Joe. Se le encogía el estómago al recordar lo que le había revelado a Clay aquel día, la verdad que se había instalado como un hosco intruso entre ellos—. ¿Dorian?

Dorian frunció el ceño.

—¿Cómo es que eres tan listilla?

Ella se estremeció al darse cuenta de que él tampoco había olvidado aquel encuentro.

—Hum… ¿un defecto genético?

Para su sorpresa, la fría expresión del rubio dio paso a una sonrisa tan encantadora que se sintió como si le hubieran dado un puñetazo por sorpresa.

—Eres menuda. Me gustan las cosas pequeñas.

Talin miró a su alrededor. ¿Dónde estaba Clay? Había ido a coger algo al todoterreno, que estaba aparcado a poca distancia. Ojalá se diera prisa. Daba la impresión de que su «amigo» le estaba tirando los tejos.

—Estoy pillada.

—Lo sé. Puedo oler a Clay en ti. —Se subió la visera de la gorra de béisbol—. Y soy arquitecto; volar es un hobby.

—Ah. —Movió los pies preguntándose si alguna vez se acostumbraría a las habilidades sensoriales de los cambiantes. Resultaba perturbador darse cuenta de que el clan de Clay sabría sin ningún género de dudas que habían intimado. Pero… también era agradable. Porque si llevaba su olor significaba que él también llevaba el suyo—. ¿Por qué me miras? —preguntó al ver que Dorian no apartaba la vista. Sus ojos azules brillaban a la luz de media mañana.

—Curiosidad. —Su tono revelaba que, encantador o no, adolecía de la misma arrogancia masculina que Clay—. Quiero saber qué tienes que sea tan increíble como para hacer que Clay caiga a tus pies.

Ella se enfadó.

—No creo que él piense que ha caído a mis pies.

Dorian profirió un gruñido.

—Supongo que si lo sé de antemano será más difícil que una mujer guapa consiga cazarme.

—¿Y una fea? —espetó, irritada, porque hacía que pareciera que había atrapado a Clay.

—No existe tal cosa —respondió, y había tal sinceridad bajo aquel encanto que la conmovió—. Me gustan las mujeres.

Talin tenía la sensación de que las mujeres le correspondían… cuando se molestaba en envolverse en su manto de encanto como hacía en aquel momento. La vez que le vio sacando a rastras del bar a los adolescentes había sido un depredador letal, puro y duro.

—Si te gustan las mujeres —dijo, preguntándose por qué consideraba el encanto como algo meritorio—, ¿por qué te da tanto miedo comprometerte con una?

Aquellos ojos azules de surfero de pronto se tornaron como el cromo: fríos, vacíos, peligrosos.

—Más bien se debe a que tengo cosas que hacer, gente que matar, antes de sentar la cabeza.

—Vale, prefiero no saberlo.

—Sí, estoy seguro.

Talin se quedó paralizada, pues podía percibir la cólera profundamente arraigada que anidaba en su interior. Sintió que la tensión ascendía por su espalda. La cólera masculina no era algo que sobrellevara bien. Aquel nivel de confianza, el necesario para saber que no lo pagarían con ella estando furiosos, solo lo tenía con Clay. Y la profundidad de esa confianza fue una revelación que hizo que se sintiera maravillada.

Dorian entrecerró los ojos.

—No voy a hacerte daño.

Talin respondió a su franqueza con la misma sinceridad.

—No te conozco lo bastante bien como para confiar en ti.

Él asintió.

—Me parece bien.

Talin no podía dejar las cosas así, pero…

—Albergar tanta furia y de forma tan palpable no es bueno para ti.

Casi podía tocar con los dedos la cólera sanguinaria oculta bajo su atractiva fachada.

—Sascha ya me da bastante la tabarra con eso —le dijo con expresión torva—. ¿Por qué no te limitas a mimar a Clay?

—¿Cómo crees tú que reaccionaría él?

La sonrisa de Dorian regresó, pausada y más que satisfecha.

—Me parece que eres la única persona que puede hacerlo con impunidad.

Talin encorvó los hombros, sintiéndose incómoda.

—No tengo tanto poder.

Y tampoco sabría qué hacer con él si lo tuviera. Lo único que deseaba era tener la oportunidad de amar a Clay, de borrar el pasado con la belleza del presente antes de que aquella jodida enfermedad pusiese fin a todo. Su propia furia siempre presente aumentó hasta convertirse en una llama dentro de sus entrañas.

—Conseguiste que se emborrachara como una cuba y Clay no bebe.

Ella levantó la cabeza de golpe.

—¿Qué?

—El día en que volviste a su vida se pilló una buena tajada. —Enarcó una ceja—. Supongo que vosotros dos tenéis una historia.

—Algo así —farfulló, sintiendo náuseas solo de pensar en lo que Dorian había descrito, pero procurando no delatar lo que le producía saber aquello.

Por extraño que pareciera, él lo sabía. Se quitó la gorra y se la puso en la cabeza a Talin.

—Te queda bien.

Fue un gesto de afecto, puro y simple. Su corazón se derritió un poquito.

—Gracias.

—Y no te preocupes por Clay; necesitaba soltarse un poco. —Esbozó una amplia sonrisa—. El hombre tiene derecho a emborracharse por una mujer que le importa. Me hubiera preocupado más que empezara a actuar como un chiflado.

Soltó aquello con ligereza, pero Talin captó la idea. Parecía que no había sido la única que había metido sus emociones en un congelador.

—Si no fuera porque ya estoy pillada —replicó, pues le caía bien Dorian por contarle lo que ella necesitaba saber—, te besaría.

—Cuando quieras. —Se tocó la mejilla—. O si no, ¿qué te parece uno con lengua?

Empezaba a fruncir el ceño cuando sintió la mano de Clay posarse sobre su cadera. El gruñido que surgió de su garganta reverberó en sus huesos.

—Búscate tu propia mujer, joder.

Dorian se pasó la mano por el pelo, con una sonrisa descarada en los labios.

—Es que me gusta la tuya, aunque sea una sabelotodo.

—Clay, me ha dicho que es arquitecto… ¿Es verdad? —bromeó.

Estaba tranquila ahora que Clay había vuelto, pero también porque Dorian se había hecho un hueco en su corazón. Sabía lo peligroso que era, no se engañaba; su encanto era una tapadera para una cólera increíble, pero también formaba parte de él. Cuando no estaba dominado por aquella cólera tan arraigada, tenía la impresión de que hasta era capaz de camelar a los pájaros para que salieran de los árboles.

—Eso es lo que pone en el título que tiene colgado en la pared.

Talin sonrió con satisfacción, fingiendo divertirse a pesar del nudo que tenía en el estómago mientras trataba de no pensar en lo que Jon podría estar sufriendo en aquel instante.

—Bueno, chico genio, ¿cómo lo conseguiste… hiciste un curso online y te regalaron el título en noventa días?

—Clay, ¿puedo morderla?

—No —replicó Clay mirándola ceñudo—. Ya lo haré yo por ti. ¿Estamos listos para despegar?

—Sí. ¿Te has encargado de organizar las cosas allí?

Clay asintió, alzando la mano para frotarse la sien de forma distraída.

—Un tío que conozco nos dejará una camioneta cerca de la zona de aterrizaje. Tiene pinta de ser un cacharro, pero le han hecho algunos arreglos para que sea más veloz y segura.

—¿Qué hay de tu amiga serpiente? ¿Has tenido suerte y la has localizado? —preguntó Talin.

—No, así que esperemos no necesitarla. Tú eres la que lo tiene más fácil para pasar desapercibida, así que conducirás hasta Cinnamon Springs con…

El teléfono de Talin sonó.

—Lo siento —dijo, afanándose por sacarlo del bolsillo—. Es posible que sea uno de los chicos de Rangi. —Descolgó—. Hola.

Clay y Dorian se habían dado la vuelta para terminar de cargar en la avioneta lo que parecía ser un equipo de vigilancia.

—Talin, soy Dev. —El tono del director de Shine parecía crispado.

Muy consciente de que los dos hombres habían regresado a su lado, rodeó a Clay con un brazo y extendió la mano sobre su rígida espalda.

—¿Dev?

—¿Estás con el gato?

—Sí.

—Entonces seguro que puede escuchar esta conversación.

Ella levantó la vista y Clay y Dorian asintieron.

—Sí.

—Bien —fue la sorprendente respuesta—. Alguien intenta contactar contigo a través de tu cuenta de correo electrónico de Shine.

Talin agarró el teléfono con fuerza.

—¿Y tú lo sabes porque me has espiado?

—No. —Su voz se tornó cortante, luego exhaló un suspiro, como si se sintiera frustrado—. Debido a los secuestros he instalado recientemente un programa macro secreto. Revisa todo lo que pasa por nuestros servidores, lo filtra y me envía una copia de cualquier cosa que dispare ciertas alarmas.

La indignación de Talin desapareció.

—Intentas atrapar al topo.

—Sí. —La gelidez de su voz traspasó la línea—. Sé que es una violación de la intimidad, pero me importa una mierda. Shine tiene que ser un lugar seguro y yo conseguiré que vuelva a serlo aunque tenga que destripar a cada puto…

De pronto el teléfono ya no estaba en su mano. Sobresaltada, se percató de que Clay se lo había arrebatado.

—Deja de gritarle a Talin —ordenó.

Con el ceño fruncido, ella extendió una mano. Clay le devolvió el teléfono, pero solo después de hacer otro comentario.

—Sí.

—Sí, ¿qué? —le preguntó a Clay cuando se lo devolvió.

—Nada.

Farfullando algo sobre cerdos chauvinistas, Talin apoyó el teléfono en la oreja.

—Dev, yo también quiero encontrar a esos cabrones. Ese e-mail… ¿cuándo ha llegado?

—Hace cuatro minutos. Puedo enviártelo a tu teléfono, pero preferiría hacerlo a través de un canal más seguro. ¿Alguna alternativa?

—Espera —intervino Dorian.

El rubio centinela metió la mano en la avioneta, sacó un reluciente dispositivo plateado de su mochila antes de hacerle señas para que le pasara el teléfono. Ella se lo entregó y él dijo algo en jerga técnica en el auricular antes de devolverle el aparato y abrir el dispositivo, colocándolo en el suelo de la avioneta.

Talin se llevó el móvil a la oreja.

—¿Lo tienes?

—Sí. Dame un minuto.

Talin señaló con la cabeza el dispositivo con el que Dorian estaba trasteando.

—¿Es un ordenador portátil muy chiquitito?

Dorian le brindó una sonrisa distraída.

—Podría decirse así. Esta monada es nuestro intento de crear una agenda electrónica psi. Las versiones que permiten que se comercialicen son una mierda comparadas con las buenas que se quedan para ellos… Dile a Dev que ya lo tengo.

Rodeando a Clay para colocarse entre los dos hombres, contuvo la impaciencia mientras Dorian abría una minipantalla de correo electrónico. La mano de Clay descansaba sobre su espalda, pero entonces Dorian le puso la suya en el hombro cuando se enderezó y se apartó para dejar que ella ocupara la posición central.

El contacto la sobresaltó, pero no le molestó. Dorian era… del clan. Meneando la cabeza ante aquel extraño pensamiento, se concentró en el mensaje.

Jonquil Duchslaya está vivo, aunque esto puede cambiar si no luchas por él en las próximas doce horas. Te ayudaré en esa labor, pero a cambio tienes que hacer algo por mí, algo de igual relevancia. De lo contrario, la proporción entre riesgo y beneficio no estaría equilibrada.

—¿Eso es todo? —dijo Talin, temblando.

—Sí. —Se sobresaltó ante la respuesta de Dev, pues había olvidado que todavía tenía el teléfono pegado a la oreja—. ¿Cabe la posibilidad de que sea auténtico? —preguntó Dev. Talin estaba demasiado consternada para responder.

—¿Por qué emplea lo de «luchar por él»? Es una elección curiosa. —Clay comenzó a hacer aquello que solía hacer con su coleta y tal vez fuera eso lo que la tranquilizó lo suficiente para poder pensar—. Ay, Dios mío —susurró—. Cuando tuvimos aquella bronca le dije que yo lucharía por él si él luchaba por sí mismo.

—Dame eso. —Dorian le arrebató el teléfono de sus dedos inertes—. ¿Has rastreado el e-mail? —Silencio—. ¿Estás seguro?

Mientras esperaba, la furia que Talin había sentido antes se convirtió en un incendio voraz, solo que esta vez no estaba dirigida contra la enfermedad que no podía nombrar, sino contra aquel desconocido sin rostro.

—¿Quién es esa persona para exigir algo a cambio de la vida de Jon? ¿Qué derecho tiene?

El cuerpo de Clay se quedó inmóvil.

—El lenguaje… es propio de los psi. Una vida reducida a la proporción entre riesgo y beneficio. —Guardó silencio—. El contacto de Judd debe haber hecho algo, debe haber puesto las cosas en marcha. Estoy en deuda con él.

Levantando la mirada hacia él, Talin se percató de que se estaba frotando la sien otra vez. Estaba a punto de alzar la mano cuando Dorian habló:

—Vale —dijo, poniendo fin a la llamada—. Dev tiene otro asunto, el posible topo esta vez, pero me ha dicho que ya se había ocupado de que alguien rastrease el e-mail. Ha sido fácil porque quienquiera que lo envió no sabía cubrir su rastro.

Talin no se atrevía ni a respirar.

—¿Nebraska?

—No solo eso. Lo ha rastreado hasta Cinnamon Springs.

Su mano agarró con fuerza la parte de atrás de la camisa de Clay.

—Jon está en ese laboratorio. —La necesidad de reclamar aquello que era su deber proteger era como una tormenta dentro de ella. Pero no, tenía que pensar. Su cerebro ya no estaba nublado; de hecho, casi resultaba mareante la claridad con que podía pensar. Lo cual no dejaba de ser curioso, dado que la enfermedad tenía que estar empeorando—. No podemos irrumpir allí sin más. El laboratorio es demasiado grande.

Clay le tiró de la coleta para alzarle la cara hacia la suya.

—Llevaremos al clan y a los lobos, podemos hacerlo.

Talin jamás había tenido una fuerza tan potente de su lado. Los rostros de la gente que había conocido se sucedieron en su mente durante una fracción de segundo: Nico, Tamsyn, Nate, Lucas, Sascha, Faith y Vaughn. Comprendió que esa clase de apoyo era un privilegio y una responsabilidad.

—No. —Era una decisión dolorosa—. Perderemos a demasiada gente.

—El clan es un solo ser, Tally. Damos nuestra sangre unos por otros.

—Lo sé. —Esa vez le abrazó con la fuerza suficiente para aceptar la protectora violencia que formaba parte de él—. Pero eso no importa. Doce horas es un margen de tiempo demasiado corto para preparar un ataque organizado. Podrían matar a Jon antes de que nos hayamos acercado siquiera.

—O… —adujo Dorian, prosiguiendo y desplegando los planos del laboratorio que habían sacado del cristal de datos de Judd—. Podrían contar con un mecanismo de autodestrucción. —Señaló varios puntos del plano—. El laboratorio está diseñado para derrumbarse si se aplica presión en puntos concretos. Todos esos puntos son internos. Yo diría que el lugar entero está conectado. Solo hay que teclear un código específico y ¡bum!

La frialdad de un plan semejante conmocionó profundamente a Talin.

—¿Matarían a los suyos?

—Sin pestañear —replicaron Clay y Dorian a la vez.

Entonces tampoco dudarían en destruir a un muchacho adolescente si no conseguían de él lo que querían, pensó Talin.

—¿Podrán seguir la pista hasta nosotros si respondo a este correo electrónico? —Copió la dirección y abrió una nueva ventana.

—No —le aseguró Dorian—. Además, esto introducirá un gusano de encriptación en su sistema.

Asintiendo, escribió una sola frase:

¿Qué es lo que quieres?

Ninguno de los hombres dijo nada cuando ella pulsó la techa de «Enviar».

Esperaron en silencio. Dorian se pasó la mano por el pelo y comenzó a pasearse por la pista de aterrizaje improvisada. Clay, aunque permaneció inmóvil, era una columna de rabia palpable.

Alzó la mano para masajear las sienes de Clay con lentas pasadas.

—Puede que esa persona no sea mala. Está dispuesta a ayudar a Jon.

—¿Por qué ahora? ¿Por qué no a los otros niños? —Sus brazos la estrecharon con firmeza contra su cuerpo, aunque inclinó la cabeza para que ella no tuviera que ponerse de puntillas—. Le daremos lo que quiera, sea lo que sea. Los DarkRiver tenemos fondos suficientes.

—Gracias.

Clay le gruñó.

—Como vuelvas a darme las gracias por cuidar de mi compañera tendré que ponerme en plan mezquino.

«Compañera».

Ahí estaba otra vez aquella palabra, aquella palabra increíble, imposible. Sabía que solo había sido un desliz por parte de Clay, pero acogió aquel error en su corazón.

Un segundo después, captó un parpadeo con el rabillo del ojo y se inclinó para mirar la pantalla. Dorian se acercó a grandes zancadas y abrió el mensaje.

Algún día necesitaré recuperar a alguien. Cuando te lo pida, ¿podré contar contigo?

—Joder —farfulló Clay.

—Y tanto —dijo Talin—. No se trata de la exigencia mercenaria que esperábamos.

Alargó la mano y envió una respuesta.

¿Confiarás en mi palabra?

La respuesta fue casi instantánea.

Los humanos tenéis algo muy curioso llamado honor. Jonquil parece creer en el tuyo, y es un chico inteligente. Tomo tu honor como garantía.

Había algo conmovedor en aquellas palabras. Quienquiera que fuera aquel psi, quisiera lo que quisiese, no era malo.

—Di que sí —le pidió Clay—. Yo saldaré la puñetera deuda.

Talin ladeó el cuerpo para que él no pudiera ver su siguiente mensaje hasta que fuera demasiado tarde.

¿Cómo sé que tu petición no provocará más muertes?

—¡Joder, Tally! —Clay la agarró por los hombros—. ¿Por qué coño has hecho eso?

—Porque tú también eres mío y es mi derecho protegerte —espetó. No cambiaría la vida de Clay por la de Jon. Perder a Jon le rompería el corazón, pero, que Dios la ayudara, no podía renunciar a Clay. Ni aunque eso significara traicionar sus más profundos principios. Ni aunque significara matar. Darse cuenta de aquello debería haberle hecho sentir náuseas, pero no era así. La verdad nunca lo hacía—. ¡No voy a consentir que te sacrifiques de nuevo!

—Maldita sea. —Asió a Talin de la nuca e hizo que se diera la vuelta para mirarla a la cara. Entonces la besó con pasión—. Cuando esto termine te daré una azotaina.

Talin sintió que se ponía roja, aunque sabía que él solo se estaba desahogando.

—¡Hombres! —masculló, luego miró a Dorian, que trataba de no parecer interesado, pero vio la sonrisa en sus vívidos ojos azules—. Dorian, como te rías te juro por Dios que voy a desollarte vivo.

El centinela le cogió la mano y le besó la parte interna de la muñeca.

—Tú también me caes bien.

—Deja de coquetear con Tally. —Clay le ciñó la cintura con un brazo—. Vale, si esto fracasa aún tenemos el plan original: entramos a través de esa rampa para suministros. Vamos a verificar nuestros cálculos sobre la probable localización.

Y así pasaron los minutos mientras esperaban la respuesta a la pregunta que podría costarle la vida a un niño y hacer pedazos algo dentro de Talin. Cuando llegó, fue tan inesperada que les dejó pasmados a los tres.

Ha sido ilógico por mi parte preguntarte; tú no tienes ni la fuerza ni los contactos para ayudarme. Pero ayudaré a Jonquil a escapar. ¿Puedes venir a estas coordenadas justo a las nueve?

Al mensaje siguieron instrucciones detalladas.

Talin no vaciló sabiendo que Clay la llevaría allí a tiempo.

¡Sí!

La respuesta fue inmediata.

De acuerdo con mi información, tendrás una ventana de quince minutos exactos después de que dé la señal. Los satélites mirarán en otra dirección. Mantente fuera de su radio de cobertura hasta entonces.

Si no logras llegar a tiempo, es probable que ya no pueda seguir protegiéndole. Es un chico con potencial para lograr muchas cosas. Su vida es más valiosa que esta muerte sin sentido.

No te retrases.

Con esas últimas tres palabras, aquel psi desconocido se ganó la lealtad de Talin.