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Teijan estaba esperando a Clay en el exterior, con aspecto elegante y arreglado, un hombre menudo con una sólida aura de poder.

—Hola, Clay.

—Teijan. —Todavía podía saborear a Talin en sus labios, ácida y familiar. Aquello calmó su instinto posesivo, pero no hizo que estuviera menos cabreado con ella por negarse a recibir atención médica hasta que encontraran al chico—. Quería preguntarte… ¿sabes algo sobre un hombre al que atacaron aquí anoche?

—¿El policía? —Una chispa de pura sorpresa iluminó los ojos negros de Teijan—. A un grupo de los míos les ofendió mucho. —Su boca formó una línea implacable—. La mayoría conoce bien a los matones. Espantaron a los agresores y llamaron a los paramédicos.

—¿Alguien vio algo?

Clay sabía que las ratas habrían desaparecido bajo tierra antes de que llegara la policía, pues desconfiaban de un cuerpo que a menudo los trataba como si fueran basura. Sin embargo, le habían salvado la vida al agente, sin esperanza de obtener nada a cambio. Se aseguraría de que Max lo supiera.

—No. —Abrió las manos—. Estaba oscuro y eran humanos, con ojos humanos. Suyi mencionó que parecían matones a sueldo.

Clay ya se lo esperaba. Si había un psi detrás de los secuestros, él o ella era alguien sin acceso al tipo de poder que poseía el Consejo; de lo contrario, Max ya estaría muerto, con el cerebro hecho papilla. Pero el hecho de que aquello estuviera sucediendo en la ciudad de Nikita Duncan, sin su aparente implicación, ya que no tenía necesidad de contratar a unos inútiles matones humanos, hacía que se preguntase hasta qué punto iban mal las cosas en la PsiNet.

—Entonces, ¿por qué has llamado?

—El chico —repuso Teijan—. Hay una niña que insiste en que le vio desaparecer de la calle.

El leopardo se incorporó con interés.

—¿Vio cómo le cogían?

—No, le vio desaparecer. —Teijan movió su mano de finos huesos—. ¡Zas! Como por arte de magia, según sus palabras.

Clay se quedó completamente inmóvil. Aquello no tenía sentido; si el secuestrador era un telequinésico capaz de teletransportarse, él o ella no tendría necesidad de contratar humanos para que le hicieran el trabajo sucio. Un psi-tq tan fuerte podría aplastar un cuerpo humano sin apenas esfuerzo.

—Al principio no la creímos. —Teijan frunció el ceño—. Pero luego me di cuenta de por qué la fotografía del chico nos perturbaba tanto a los míos y a mí.

—¿Por qué?

—No es humano. No es cambiante. No es un psi. Es más bien «otra cosa», algo que no he conocido en mi vida.

* * * * *

Talin apenas alcanzaba a comprender la enormidad de lo que estaba leyendo. Tal vez Dev no le hubiera contado la verdad, pero le había proporcionado lo que necesitaba para encontrar esa verdad por sí misma.

Estaba allí de pie, aturdida, cuando la puerta se abrió y entró Clay.

—No vas a creerte esto —le dijo, tirando de él hacia la mesa.

—Prueba. —Su tono incisivo le arañó la espalda como una uña afilada.

Talin levantó la vista, reparando tardíamente en la expresión furiosa de su cara. Era evidente que no estaba dirigida a ella.

—¿Qué sucede?

—Tú primero.

La mano de Clay le agarró la coleta y se deslizó acariciando el cabello en toda su extensión. Luego repitió la operación otra vez de arriba abajo.

Para su sorpresa, Talin pudo sentir que él se relajaba. Y aquello hizo que también ella se tranquilizara. Privilegios de piel, pensó sonriendo para sus adentros.

—De acuerdo. Mira esto.

Inclinándose sobre la mesa, muy consciente de que él seguía jugando con su pelo, le mostró las páginas cruciales.

—Árboles genealógicos —murmuró Clay—. Detallados.

Ella asintió. Su cabello se resbaló de la mano de Clay, pero un segundo más tarde sintió un pequeño tirón cuando él lo cogió de nuevo. La caricia resultaba extrañamente sedante.

—Parece que Shine se remonta más allá de las generaciones más recientes.

Clay quedó atrapado en el feroz brillo de los ojos de Talin. Su inteligencia ardía con fuerza y era muy sexy.

—¿Con todos ellos?

—Sí. —Esbozó una amplia sonrisa—. Da la impresión de que estuvieran examinando a las familias, no a los niños de forma individual.

—Shine no acoge a familias completas.

—Yo no estoy tan segura. Mira. —Dio un golpecito con el dedo en un expediente en particular—. Un chico de esta familia con tres hijos tiene apoyo de Shine, pero los tres están siendo monitorizados. La única razón de que hayan dejado tranquilos a los otros dos es que ya tienen otras becas.

—Pero seguro que no todos los casos son así.

—No, pero si miras los gráficos con detenimiento verás que la gran mayoría de los chicos a quienes no financian ni siguen sus pasos son hermanastros. Están buscando la línea de sangre.

Clay dejó de jugar con el pelo de Talin, aunque no soltó la suave y sedosa mata.

—Eso explica muchas cosas.

Ella frunció el ceño.

—¿Por qué tengo la sensación de que tú ya sabes adónde quiero ir a parar?

Clay le tiró del pelo, haciendo que ella levantara la cabeza. Entonces la besó, solo un breve roce de labios que atormentó, provocó y tentó al felino de un modo que podría acabar tornándose peligroso. Pero todavía no. Aún conservaba el suficiente control para retirarse.

—Tengo sospechas, no pruebas.

La petulancia que reflejaban los ojos de Talin hacía que parecieran felinos.

—Mira el pretendiente del que parten los árboles genealógicos.

Él le soltó el pelo por fin para poder desplegar los gráficos.

—No veo nada que destaque.

—Porque no lo hay. —Cogió una hoja en particular—. Este es el expediente de Jon. Le estaba echando un vistazo esta mañana cuando me acordé de que había oído…, que había leído el nombre de Duchslaya Yurev antes. Encabeza el árbol genealógico. —Señaló hacia el ordenador integrado en un lado de la mesa—. Yurev fue una de las mentes más brillantes de su generación. Es en parte la razón de que sepamos tanto sobre genética.

—El nombre completo del chico es Jonquil Alexi Duchslaya —dijo Clay, mirando el gráfico—. Vale, es un apellido con solera. No es inusual.

—No, pero adivina que… —Trazó con el dedo la línea del gráfico—. Jonquil es el único descendiente directo de Yurev.

La excitación le encogió el estómago.

—¿Yurev era humano?

—No. —Sus siguientes palabras fueron un susurro—: Era un telépata cardinal.

—Joder.

—Ya te digo.

Se quedaron mirándose el uno al otro durante un minuto.

—¿Y los demás nombres?

Una expresión de desánimo apareció en la cara de Talin.

—Nada. Es como si los hubieran borrado del sistema… Solo me he dado cuenta de lo de Yurev porque se le mencionaba en un libro de texto descatalogado que leí cuando tenía quince años. Estaba aburrida y era el último libro en papel de la biblioteca que no había leído.

—Empollona.

Talin le sacó la lengua.

—Supongo que Yurev era demasiado famoso para poder borrarle por completo… aunque no aparece en ningún libro de texto electrónico ni ha aparecido desde hace más de medio siglo. Incluso en las bases de datos de internet se encuentra poquísima información sobre él. Si es tan difícil seguirle la pista, no tengo ni idea de cómo Shine ha logrado seguírsela a los demás.

—Tal vez tenían algo de lo que partir, una lista que llegara hasta cierto punto.

—Espera. —Tally sacó un pequeño cuaderno de notas del desordenado montón de papeles que tenía sobre la mesa—. Mira en los árboles genealógicos, también hay localizaciones anotadas al lado de los nombres. Dos generaciones atrás, a veces tres, comienzan a escasear.

—Una diáspora. —Clay soltó un suspiro—. Yurev no era el único psi.

—No —repuso—. No puedo demostrarlo, pero encaja. Todos los chicos asesinados tenían habilidades muy similares a las de los psi. —Se quedó boquiabierta al recordar las palabras de Dev—. Dev nos lo estaba diciendo sin decírnoslo a las claras.

—Alguien intenta impedir que hable, pero no creo que a él le haga mucha gracia.

—¿No crees que estamos sacando conclusiones precipitadas?

Clay introdujo una mano en su cabello.

—Mi instinto me dice que vamos por el camino correcto, pero un solo nombre no es suficiente para seguir adelante.

—Y hubo un tiempo en que los psi eran como nosotros —señaló Talin—. Me refiero a que contraían matrimonios mixtos con humanos y cambiantes. No era algo extraño. —Su tono se volvió seguro—. Es muy probable que muchos de nosotros tengamos sangre psi en nuestro pasado.

—Sé con absoluta certeza que Lucas la tiene. —Dándose la vuelta, se apoyó contra la mesa y le ciñó la cintura con un brazo, encantado cuando ella le puso las manos en los hombros de forma automática—. Necesitamos la perspectiva de un psi.

Sintió que el cuerpo de Tally se ponía tenso, pero su respuesta fue afirmativa.

—Tienes razón. Aquí o…

—Es posible que Sascha esté por aquí. —Era un hombre, pero no era estúpido; no tenía sentido molestar a Tally con Faith. El gato se regodeó con la vena posesiva de ella—. Tenemos entre manos otro negocio urbanístico con una empresa psi.

—¿Psi? —La curiosidad hizo que se inclinara hacia él—. Creía que no les gustaba hacer negocios con otras razas. Se rumorea que si compites con los psi estás muerto.

Clay no pudo resistirse a dibujar con un dedo el contorno de su labio. Ella fingió que iba a morderle. De pronto su miembro se tensó de necesidad, pero reprimió las ganas de tumbarla sobre la mesa y saciar su hambre.

—Los DarkRiver dirigen un proyecto para la madre de Sascha. Los beneficios son muy cuantiosos.

—Es una gran concesión —murmuró Talin. Su corazón latía de manera regular bajo la caricia de los dedos de él, pero en su olor se apreciaba un exquisito matiz de excitación. Tal vez su mente no hubiera tomado aún la decisión, pero su cuerpo ansiaba el de él—. Me pregunto si os dais cuenta.

—Oh, claro que nos damos cuenta. —Clay se relajó ante las claras evidencias de que ella no estaba sufriendo ningún efecto adverso de lo sucedido aquella mañana—. Pero no tiene sentido que pongamos sobre aviso al enemigo.

—Haces que parezca una guerra.

—Por supuesto que lo es. Y todos estos chicos… —señaló los expedientes— son algunas de sus bajas.

Aquello conmocionó a Talin.

—Me da la impresión de que aquí pasa algo más que yo desconozco. —Pero no podía preguntarlo. O Clay confiaba en ella o no.

Clay la atrajo hacia su cuerpo, situándola en el espacio entre sus muslos, y deslizó una mano hasta la parte baja de su espalda.

—¿Intentas parecer imperturbable? —preguntó—. Pues no funciona si no dejas de dar golpes con el pie cargados de mal genio.

Ella bajó la mirada y se sonrojó.

—Eso ha sido una grosería.

Los afilados dientes del leopardo le rozaron el cuello a modo de advertencia.

—Te contaré todo lo que quieras saber. —Su mandíbula sin afeitar le raspaba la piel que el escote de pico del jersey dejaba al descubierto—. Pero ahora mismo hemos de centrarnos en esto. Hablaremos de lo demás más tarde. —Depositó una hilera de besos a lo largo de aquel triángulo de carne—. Pecas. Quiero contarlas.

—Perderás la cuenta en cuanto superes el millón.

Parecía que el corazón fuera a salírsele del pecho. ¿Acaso Clay no tenía idea de lo que significaba para ella? Creía que no.

—Ve a buscar a los demás. —Aquello le daría tiempo para recomponerse, para que su corazón volviera a la normalidad—. Y llama también a Faith. —Hizo una mueca y le tiró del corto vello de la nuca—. No soy una niña. Puedo manejarla.

Clay le dirigió una mirada divertida.

—Muy madura.

—Cierra el pico y ve.

—Puedo llamarles desde aquí. —Y procedió a hacer justo eso—. Sascha llegará en una hora más o menos. Faith está ocupada con algo, así que no tendrás que ser madura.

—Muy grosero, sí señor.

Se disponía a sentarse de nuevo en la mesa, cuando Clay la agarró de la mano y tiró de ella hacia la puerta.

—Primero vamos a comer.

—Pero…

—¿Has comido?

Ella consideró decirle una mentira, pero sabía que Clay la pillaría.

—No.

—Son las tres en punto.

—Y tú, ¿has comido? —replicó.

Clay respondió con un gruñido. Con expresión ceñuda, Talin dejó que tirara de ella por el pasillo y pasaron al lado de varias personas sobresaltadas que supuso eran sus compañeros de clan.

—Responde a mi pregunta.

—Yo soy un hombre. Tú eres pequeña y débil. No se aplican las mismas reglas.

—¡Pero qué…! —gritó—. Se acabó. Esta vez voy a matarte.

La mujer que tenían delante se apoyó en la pared del pasillo, sujetando su tablet pc como si fuera un escudo y con los ojos a punto de salírsele de las órbitas.

—¡Clay, te juro por Dios que si no…!

Él se detuvo con tanta brusquedad que Talin estuvo a punto de acabar subida a su espalda. A continuación se dio la vuelta clavando en ella una mirada intimidatoria.

—Compórtate —le dijo con voz fría y serena, retándola a que le desobedeciera.

Ella se quedó boquiabierta.

—Retira eso o no iré contigo a ningún lado.

—¿Y cómo lo vas a impedir? —repuso con la genuina y engreída sonrisa del gato.

El temperamento de Talin, difícil de exaltar, rápido de calmar, aunque temible cuando lo sacaba a relucir, explotó en aquel momento. Esbozó una sonrisa y le dio una palmada en el brazo.

—Ay, Clay, cielo, si me hubieras dicho que estabas irritado debido a tu… problemilla, no habría armado un alboroto.

Sabía muy bien que los cambiantes que les rodeaban podían oír las palabras susurradas.

—Tally —le advirtió con un gruñido.

—Quiero decir que sé que te resulta embarazoso… ya que eres un hombre tan grande. —Su tono de voz insinuaba todo tipo de cosas—. Estoy segura de que lo de anoche fue una excepción. Y si no es así, siempre están las pastillas.

A un lado y otro del pasillo se escucharon numerosas exclamaciones ahogadas.

Los ojos de Clay se encendieron.

—Ya te enseñaré yo lo que es una excepción, mocosa. —Dio media vuelta y fulminó a su público con la mirada, como si memorizara la cara de cada uno de ellos.

De repente todo el mundo tenía que irse a otra parte. Solo cuando el pasillo quedó vacío se volvió de nuevo hacia ella.

—Seguro que te crees muy graciosa.

Talin esbozó una sonrisa de oreja a oreja.

—Pues sí.

—Espero que sigas pensando lo mismo cuando te demuestre lo «grande» que soy.

Sus ojos descendieron de forma involuntaria hasta sus pantalones y se dio cuenta de que tal vez le había presionado demasiado.

—Vamos, Clay…

Apretando su cuerpo al de ella, la ciñó con un brazo y se inclinó para hablarle al oído.

—Vamos, Tally —la remedó.

—Abusón.

—Mocosa.

Ante tan familiar intercambio de palabras, Talin sintió que otra pieza encajaba en su lugar entre ellos dos. Por la cara de Clay supo que él también lo había sentido. Mareada, le besó en el cuello en un acto de afecto completamente espontáneo.

—Tengo hambre.

—Yo también —le dijo. Su tono de voz era una lánguida invitación—. ¿Cuándo vas a saciar mi hambre?

Un calor líquido brotó entre sus piernas. Que el Señor se apiadara de ella, porque había olvidado todas las buenas razones para no tener una relación sexual con Clay.