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—¿Por qué? —susurró—. ¿Por qué les hacéis daño de ese modo?
—Nosotros no los matamos. —Santos dejó el tenedor después de terminar su comida, a pesar del desagradable tema de conversación. Otro revelador hecho. Los soldados comían siempre que podían—. Somos responsables porque se nos da demasiado bien identificarlos. Tras lo cual, alguien revela esa información.
Había una cosa que Clay no conseguía comprender.
—Por lo que sé, Shine tiene un gran poder político… ¿por qué no ha presionado más a la policía?
—No es un sistema seguro; las filtraciones están a la orden del día. —Santos tomó un buen trago de agua—. Elegimos a Max porque tiene integridad y un escudo natural contra las interferencias de los psi. No hay muchos como él. En este caso, presionar a la policía habría causado más mal que bien.
—¿Por qué? —insistió Talin—. Nadie más está haciendo nada para encontrar a estos chicos.
—Todo lo contrario, nosotros llevamos intentándolo desde el principio. —La piel de sus pómulos se puso tirante—. Pero nuestro enemigo se esconde muy bien. Por eso hemos dejado de reclutar.
—Ya me extrañaba a mí —murmuró Talin—. Hace meses que no mandáis equipos a la calle.
—No podemos arriesgarnos a señalar a más chicos. —Meneó la cabeza—. También intentamos proteger a los que ya están dentro de nuestro sistema, pero ya conoces a estos chicos. La mayoría de ellos van a su aire.
Talin no le contradijo.
—¿Qué puedes contarnos?
—Se los llevan a causa de sus habilidades.
—Eso ya lo sabíamos —respondió Talin.
—Creemos que son los psi quienes se los llevan.
Clay se mantuvo inexpresivo a pesar de aquella inesperada revelación.
—¿Por qué?
—Estos chicos representan lo mejor que la humanidad puede ofrecer. Son las estrellas más brillantes de nuestro arsenal… una potencial amenaza para el poder de los psi. —Hizo un gesto a Talin—. Tu don para recordar todo cuanto ves es, en sí mismo, casi una habilidad propia de los psi.
Aquello era muy cierto, pero Clay no se lo tragaba. Y parecía que tampoco Talin.
—Hay niños prodigio por todo el mundo. Y muchos de ellos se encuentran en colegios especiales, listos para que alguien se los lleve. ¿Por qué limitarse solo a los chicos con los que trabaja Shine?
—Porque… —El tono de Santos se volvió amargo—. Les hemos pintado una diana en la espalda.
Aquella era una respuesta que no les decía absolutamente nada, pensó Clay.
—¿A qué se debe el interés por los DarkRiver?
—Porque tenéis conexiones con los psi. —Santos se apoyó contra el respaldo de su silla, pero continuó con ambas manos a la vista—. Vuestro alfa está emparejado con una cardinal. La madre de Sascha Duncan, Nikita, es una consejera.
—Se ha puesto fin a esa relación —adujo Clay, sabiendo que no estaba revelando ningún secreto. Nikita había hecho público que ya no consideraba a Sascha su hija.
—También tenéis a Faith NightStar, la psi-c más poderosa del mundo. Ella todavía tiene vínculos con la PsiNet.
—Subcontratan sus servicios. —Clay se encogió de hombros—. Ella no está en la Red.
Al mayor archivo de información del mundo tan solo podían acceder aquellos que estaban conectados a él. Sascha y Faith habían cortado ese vínculo cuando desertaron y se unieron a los DarkRiver.
—Eso no significa que no esté en contacto con otros que sí están vinculados. —Hizo una pausa, pero Clay guardó silencio—. El factor decisivo es que los DarkRiver han demostrado ser capaces y estar dispuestos a plantar cara a los psi. Los patrocinadores de la fundación creen que estarían dispuestos a ayudarnos a organizar una operación de búsqueda y rescate de los chicos.
—Tuviste que seguirme a mí para llegar hasta Clay, así que sabes que el clan ya ha accedido a ayudarme —replicó Talin, interrumpiendo las gilipolleces con su franqueza habitual—. Podrías habernos contado tus teorías con una simple llamada.
Los labios de Santos formaron una sonrisa ante la maliciosa referencia de Talin al hecho de que no les había dado nada que valiera la pena.
—Quería expresar el apoyo de la fundación a los actos de los DarkRiver. Tendréis nuestra completa colaboración.
—Queremos infiltrar a nuestra gente en Shine para eliminar al espía —declaró Clay.
—No podemos permitirlo, pero estamos tomando todas las medidas posibles para acorralar al culpable.
—Bonita definición de lo que es una colaboración completa —farfulló Talin.
—Así que, en dos palabras, no tiene nada que no sepamos ya ¿y ha venido a darnos permiso? —Clay dejó que la arrogancia del leopardo saliera a la superficie—. ¿Es correcto?
La mano de Santos se cerró en un puño sobre la mesa.
—Hay cosas que no estamos preparados para compartir.
—¿Qué me dices de los expedientes completos de los chicos desaparecidos? —replicó con aspereza—. Los que le diste a Max están alterados.
Santos no pudo ocultar su sorpresa esta vez.
—No solo lo recuerdas todo, ¿verdad, Talin?, sino que además ordenas las piezas hasta que encuentras un patrón. Olvidé ese aspecto de tu don.
—Responda a la pregunta. ¿Puede darle los expedientes o es usted más inútil de lo que aparenta?
Los ojos del hombre se tornaron fríos como los de un asesino.
—Tenga cuidado, señor Bennett. No soy la presa fácil que cree.
—Lo que creo es que es un lobo vestido con traje de ejecutivo, pero en lo tocante a la investigación, no nos ha dado una mierda. Vaya de frente o quítese de en medio.
—Son nuestros chicos. —La voz de Santos dejaba entrever un profundo instinto protector que Clay no había esperado—. Todo cuando hacemos tiene como fin mantenerlos a salvo.
—Pues dame los expedientes —rogó Talin—. Tú mismo lo has dicho: veo patrones. Tal vez descubra algo que nos ayude a encontrar a los niños.
El director de Shine no dijo nada durante varios minutos.
—Enviaré unas copias impresas por mensajero a la sede de los DarkRiver en Chinatown mañana por la mañana. Destrúyelos después de memorizarlos. —Retiró la silla de la mesa—. He de coger un vuelo.
Clay se levantó.
—Le llamaremos si encontramos algo.
—Le daré lo que pueda. —Su máscara de sofisticación desapareció para mostrar el despiadado interior—. Hay quienes desean actuar con tacto, pero no pienso consentir que más niños mueran mientras yo sea director. —Pareció que estaba a punto de añadir algo, pero entonces miró a Talin—. Lee los expedientes sin ideas preconcebidas. Veamos qué patrones encuentras.
* * * * *
Dev aguardó hasta que estuvo en su coche de alquiler insonorizado para hacer la llamada.
—Los has subestimado.
—No podemos arriesgarnos a…
—Sí podemos. —Su mano amenazaba con aplastar el teléfono—. Están muriendo niños.
—Tenemos que saber si los DarkRiver son lo bastante honrados como para confiarles esta información.
—¿Qué temes que descubran? —Estaba a punto de lanzar el teléfono contra el parabrisas—. Ellos ya lo saben. ¡Por eso se están llevando a nuestros chicos!
* * * * *
Talin estaba irritada y cansada cuando aparcaron el tanque en el escondite próximo a la guarida. Ella hubiera querido visitar a Max, pero Clay había rechazado la idea alegando que podrían poner en peligro al policía y viceversa. En su lugar, había hecho una llamada a través de una línea segura y le habían dicho que Max estaba inconsciente aunque estable.
—¡No puedo creer que Dev esté ocultando cosas que podrían ayudarnos a encontrar a Jon! —exclamó, frustrada por su incapacidad para proteger a aquellos a quienes apreciaba.
—Sí que nos ha dado algo de información crucial —adujo Clay, con la mano en la parte baja de su espalda mientras se dirigían a la guarida—. Nos ha dado a los psi.
Talin se zafó de él. Su piel reaccionaba a su contacto de formas que encontraba perturbadoras… porque, dejando a un lado su descarada afirmación ante Faith, no estaba segura de qué diablos quería. Solo sabía que no podía perder a Clay.
—No tenemos pruebas de que haya una conexión con los psi, como insinúa Dev. Max es un buen policía; la habría encontrado si existiera.
Clay abrió la puerta y utilizó el sistema de activación por voz de reciente instalación para encender la luz.
—¿Qué demonios te pasa con Max? Él está bien; yo he sufrido heridas peores y he sobrevivido —farfulló después de que ella entrara—. ¿Qué? ¿Es que ese tío te pone?
El corazón le dio un vuelco al escuchar que había estado gravemente herido, pero lo ocultó.
—¡Me estás cabreando! —Dio media vuelta y se dirigió hacia la escalera—. Lo que pasa es que creo que es un tío agradable, de fiar y considerado. Ya sabes, ¡podría irme peor!
Clay resopló y la siguió escalera arriba.
—Agradable. De fiar. Considerado —se burló—. Haces que parezca tan excitante como un zapato de piel.
—Quizá yo no desee a alguien excitante —dijo, preguntándose cómo habían acabado teniendo esa conversación. Se volvió hacia él—. Tal vez desee a alguien normal.
—¿Normal? —preguntó con un tono tenso, amenazante.
Por primera vez en días, Talin acusó el cansancio. Clay también estaba exhausto y enfadado. Probablemente no debería presionarle. La mujer que se había estremecido ante su primer contacto no lo habría hecho. Para su sorpresa, Talin descubrió que ya no era esa mujer.
—Normal —repitió—. Quiero un buen novio humano que no tenga depravadas fijaciones como la de lamer.
Clay dio un paso hacia ella.
—¿Depravadas?
Talin retrocedió.
—Ajá.
—¿Humano?
—Humano, sí. Nada de garras. Ni gruñidos. Ni dientes afilados. —Imprimió tanta firmeza a su voz que casi se creyó lo que decía—. Normal. Corriente. —Cosas que ella jamás había sido—. Una valla blanca.
Los ojos de Clay se tornaron casi negros y dejó de avanzar hacia ella.
—¿De verdad?
—De verdad —se obligó a decir—. Estoy harta de quedarme siempre fuera.
El instinto de Clay se puso alerta.
—¿Qué es lo que no me estás contando, cielo?
—Nada. —Alzó la vista y acto seguido miró hacia atrás—. Tengo que acostarme.
—¿Para poder soñar con tu novio humano normal? —Avanzó hacia ella una vez más, la sorpresa que le había producido el que ella pudiera preferir de verdad a un hombre humano desapareció bajo la descarnada intensidad de las emociones que danzaban en los ojos de Talin—. Quizá te imagines dentro de un pequeño y seguro mundo de fantasía en el que nunca suceden cosas malas.
Levantó las manos cuando Clay llegó hasta ella, topándose con su torso.
—¿Qué tiene de malo? Al menos los humanos no se ponen tan exageradamente protectores y me dicen que yo no… —Cerró la boca de golpe, pero él ya había oído lo suficiente.
Clay cogió una de aquellas esbeltas y femeninas manos y posó los labios sobre cada una de las yemas de los dedos, consciente del fuerte palpitar de su corazón, de los frágiles huesos, de la confianza que Talin había depositado en él. Era eso último lo que le desgarraba por dentro.
—Las familias humanas pueden ser territoriales.
Ella meneó la cabeza.
—Los cambiantes depredadores lo lleváis al límite. Me siento como si estuviera viviendo un calvario.
Aquella era una confesión inesperada. La Tally que había llegado a conocer no dedicaba demasiado tiempo a compadecerse de sí misma. Pero comprendió, con una profunda sensación de increíble ternura, que ella había recibido demasiadas sorpresas en un solo día.
—Eres mía. Por lo tanto, eres perfecta.
Los labios de Talin se movieron de manera nerviosa.
—Idiota.
—Tal vez. —Le mordisqueó los dedos—. En cuanto te acepten tendrás a todo el clan cubriéndote las espaldas. Nosotros no dejamos que uno de los nuestros se ahogue. Jamás.
—No me aceptarán, Clay —susurró, cambiando de postura para apoyar la cabeza contra su pecho, con la mano aún en la de él—. Me siento como una golfilla callejera en presencia de las otras mujeres, con la nariz aplastada contra la ventana mientras tú estás al otro lado. No puedo transformarme, no tengo poderes propios de los psi.
La imagen le rompió el corazón.
—¿Te han dicho algo las mujeres?
—Olvídalo. —Se apartó de él—. Estaba sufriendo uno de esos episodios de autocompasión. Pero ya lo he superado.
Clay no era tan tonto como para creérselo.
—Tally.
Ella apretó los labios, pero Clay esperó hasta que Talin exhaló con fuerza.
—¡Vale! Me interrogaron acerca de mis intenciones hacia ti.
Clay la atrajo contra sí, ciñéndole la cintura con los brazos.
—¿Y cuáles son tus intenciones? Incluso lo preguntaré de manera amable.
Sus pechos se alzaron contra él cuando Talin tomó una profunda bocanada de aire.
—Sé serio. Jamás me aceptarán.
Talin posó la mano de nuevo en su torso, separando los dedos como si comprobara la fuerza de Clay. A él le gustó.
—Algunos de nosotros queríamos torturar a Sascha al principio.
Los dedos de Talin se clavaron en él. Aquello le gustó aún más.
—¿Qué? ¿Por qué? —preguntó.
—Un asesino en serie psi había matado a la hermana de Dorian. Pensábamos que Sascha podía tener información al respecto. El clan estaba furioso y ella se convirtió en el blanco; Dorian casi le arranca la garganta. En cuanto a Faith, cuando nos conocimos la acusé de ser parte de una raza de psicópatas.
—Jamás lo habría imaginado. —Aflojó los dedos, acariciándole de manera distraída; Clay tuvo ganas de ronronear—. ¿Cómo han llegado Sascha y Faith a integrarse tanto en los DarkRiver?
—Han demostrado su lealtad.
—Y yo tengo que hacer lo mismo antes de que me acepten. —Exhalando un suspiro, apoyó la frente contra su pecho—. ¿Es correcto que una humana muerda a la gente?
Clay esbozó una amplia sonrisa al tiempo que se preguntaba si ella se daba cuenta de la naturalidad con que se estaba acurrucando contra él.
—Vete a dormir, Tally. Estás cansada y malhumorada.
La besó en el borde de la oreja. El hambre de su bestia interior era igual que una afilada hoja, pero aquel contacto lo había apaciguado. Aunque eso carecía de importancia. Clay no pensaba tomar a Tally hasta que ella estuviera lista. No deseaba volver a ver el miedo hacia él reflejado en sus ojos. Eso casi había acabado con él la primera vez.
Talin frotó la cara contra Clay.
—Puede que sí, pero no deberías proclamarlo a los cuatro vientos. —Sin embargo, aceptó su consejo y se apartó—. ¿Te veo mañana por la mañana?
—A primera hora.
Clay aguardó hasta que ella estuvo sana y salva en su cuarto antes de bajar y utilizar el panel de comunicación para realizar una llamada. El rostro de Vaughn lucía una expresión ceñuda y estaba despeinado cuando respondió.
—¿Qué? ¿Pasa algo?
—Necesito hablar con Faith.
El ceño del centinela se hizo más marcado.
—¿Me has sacado de la cama porque quieres hablar con mi compañera? Existen leyes contra este tipo de cosas.
Una mano esbelta tocó el hombro del centinela y acto seguido el rostro de Faith apareció en la pantalla al lado de Vaughn.
—¿Clay? ¿Qué sucede?
—Lo que sucede es que quiero que dejes tranquila a Talin.
Tally podía cuidarse sola, pero eso no significaba que tuviera que hacerlo. Había pasado demasiado tiempo haciéndolo y ya era hora de que alguien velara por ella.
En los ojos de Faith apareció una expresión preocupada, no ofendida.
—Soy tu amiga. —Luchó con sus pensamientos antes de agregar—: Me preocupo por ti.
—Vaughn —gruñó Clay.
Vaughn depositó un beso en la sien de su compañera.
—Vamos, pelirroja. Voy a explicarte las cosas de la vida.
—Espera… Faith, ¿has hablado con la MentalNet últimamente?
La MentalNet era un ser consciente que habitaba en la PsiNet —hasta cierto punto, era la Red—, y le agradaba Faith. Podría resultar ser la fuente de información perfecta acerca de cualquier implicación de los psi en los secuestros.
Faith negó con la cabeza.
—Tengo la sensación de que está evitando contactar conmigo. Puede que sea porque al consejero Krychek se le da demasiado bien seguir sus movimientos y no quiere revelar el hecho de que puede hablar con los psi que están fuera de la Red.
Clay procuró no sentirse decepcionado. Aunque Faith hubiera podido contactar con ella, la comunicación con la neoconciencia era difícil.
—Gracias.
—Clay —le dijo ella, con expresión atormentada—. Quiero que seas feliz.
—Tally me hace feliz.
Apagó la pantalla, con una sensación en las entrañas de estar haciendo lo correcto. Era cierto que Tally le enfurecía, le irritaba y le frustraba, pero también le hacía feliz de un modo que nadie más lo había hecho. Deseaba hacer lo mismo por ella.
Con aquello en mente, decidió acostarse en la primera planta por si acaso ella le necesitaba. No habían hablado demasiado acerca de su episodio de la noche anterior, pues parecía estar intentando dejarlo a un lado, pero el hecho era que lo que le pasaba, fuera lo que fuese, estaba empeorando. Y a diferencia de cuando tenía catorce años, Clay no podía aniquilar al monstruo por ella.
Sus garras asomaron a la superficie. ¡Al cuerno con eso! Secuestraría a un psi-m si era lo que hacía falta para ayudar a Tally. No tenía límites cuando se trataba de ella. Ningún límite.
* * * * *
Talin llevaba soñando con aquello durante años. A diferencia de las pesadillas que le habían atormentado, aquel no era un mal sueño. Resultaba casi pacífico.
Su cuerpo, etéreo, flotaba en un campo negro. Algunas estrellas centelleaban a modo de saludo, pero fueron las hebras del arco iris viviente que se entretejían en la oscuridad las que realmente capturaron su atención. Casi parecían estar vivas, rebosantes de chispeante alegría.
Como de costumbre, se detuvo para tender la mano y tocar una hebra. Y como siempre le sucedía, aquel fue el momento en que la paz desapareció. La necesidad dominó su cuerpo, una necesidad tan profunda, dolorosa e incomprensible que la conmovió hasta el fondo de su alma, y le hizo despertar de golpe, tratando de aferrar el aire de la noche en busca de… algo, de algo importante.
Pero allí no había nada más que vacío y quietud.
Con el corazón desbocado, echó un vistazo al reloj de la mesilla. Las cuatro de la madrugada. Su hora de las brujas personal. Debería quedarse allí, se dijo. Si bajaba, molestaría a Clay; tenía un oído demasiado agudo como para que ella pudiera moverse por la casa sin que la detectara. Una rama se movió contra la ventana proyectando sombras en la habitación.
No la asustaban. El bosque era el hogar de Clay. Desprendía seguridad y fuerza. Igual que él. Tras reconocer que no deseaba quedarse allí arriba, mucho menos sola, se bajó de la cama y se puso un pantalón de chándal que acompañase a la camiseta de tirantes y las braguitas. Normalmente dormía vestida con ropa con la que pudiera salir corriendo, pero después de dos días con Clay cerca se sentía lo bastante a salvo como para permitirse el lujo de no hacerlo. Ya preparada, abrió la trampilla y se dispuso a bajar.
—¿Tally?
Sobresaltada por el adormilado murmullo, entrecerró los ojos en la oscuridad. Unos ojos felinos la miraban desde debajo de la ventana, distrayéndola lo suficiente como para que se olvidase de temer a la oscuridad.
—¿Clay?
Aquellos ojos se cerraron, pero su posición le indicó que se había hecho una cama improvisada en el suelo. Vaciló cuando iba por mitad de la escalera, no estando preparada para su presencia.
—¿No puedes dormir? —Clay abrió los ojos de nuevo. Talin meneó la cabeza, dándose cuenta de que él podía verla a la perfección—. Ven aquí —dijo. Una perezosa invitación masculina.