5
Los gnomos.
—Ahora recuerda. Ningún gnomo vivo o muerto ha acabado una frase en su vida. La única forma de llegar a algo es interrumpirlos. No temas ser grosero. Ellos cuentan con ello.
El anciano mago se vio interrumpido, a su vez, por la aparición de un gnomo vestido con una larga túnica marrón, quien se acercó a ellos y los saludó respetuosamente.
Tasslehoff examinó al gnomo con gran curiosidad. El kender nunca había visto anteriormente un ser de esta raza, aunque las viejas leyendas de la joya Gris de Gargath decían que esa raza y la suya tenían un parentesco lejano. Desde luego el joven gnomo tenía algo de kender —sus esbeltas manos, su expresión dispuesta, y unos ojillos agudos penetrantes que lo observaban todo. Pero aquí se acababa el parecido porque no tenía en absoluto aquel aspecto liviano de los kenders. El gnomo era nervioso, serio y de aspecto ajetreado.
—Tasslehoff Burrfoot —dijo educadamente el kender, extendiendo su mano. El gnomo la agarró, la observó atentamente y, como no encontró nada interesante en ella, la estrechó blandamente—. y éste… —Tas comenzó a presentar a Fizban, pero se detuvo cuando el gnomo cogió la vara jupak del kender.
—Oh… —exclamó aquél mientras sus ojos brillaban al mirar el arma—. EnvíaabuscarunmiembrodelaHermandaddeArmas…
El guardia del nivel del suelo de la entrada a la montaña no aguardó a que el gnomo acabara la frase. Alargando una mano, tiró de una palanca y se oyó un agudo pitido. Convencido de que un dragón había aterrizado detrás suyo, Tasslehoff se giró dispuesto a defenderse.
—Un silbato —dijo Fizban—. Será mejor que te acostumbres a oírlo.
—¿Un silbato? —repitió Tas intrigado—. Nunca escuché uno similar. ¡Y además echa humo! ¿Cómo funciona…?.
—¡Eh! ¡Vuelve! ¡Devuélveme mi vara jupak! —gritó mientras su vara desaparecía velozmente por el corredor transportada por tres raudos gnomos.
—Saladeobservación —dijo el gnomo —. En Skimbosh…
—¿Qué?
—Sala de Observación —tradujo Fizban—. El resto no lo he entendido. Realmente deberías hablar más despacio —dijo agitando su bastón en dirección al gnomo.
Este asintió, pero sus brillantes ojos miraban fijamente el bastón de Fizban. No obstante, al ver que era de madera y que estaba bastante gastado, el gnomo volvió a prestar atención al mago y al kender.
—Forasteros. Intentaré recordarlo… Intentaré recordarlo, por tanto no os preocupéis —ahora hablaba lentamente, vocalizando—, tu arma no será dañada, ya que simplemente vamos a hacer un dibujo…
—¿De verdad? —interrumpió Tas considerablemente halagado—. Si queréis podría haceros una demostración de cómo funciona.
Los ojos del gnomo se iluminaron.
—Eso sería maravilloso…
—Dime —interrumpió el kender de nuevo, sintiéndose feliz de estar aprendiendo a comunicarse—. ¿Cómo te llamas?
Fizban hizo un rápido gesto, pero era demasiado tarde.
—Gnoshoshallamarionininillisyyphanidisdisslishxdie…
Hizo una pausa para recuperar la respiración.
—¿Ése es tu nombre? —preguntó Tas atónito.
—Sí —respondió el gnomo bastante desconcertado—. Es mi primer nombre, y ahora si me dejas continuar.
—¡Aguarda! —gritó Fizban—. ¿Cómo te llaman tus amigos?.
El gnomo volvió a tomar aliento.—Gnoshoshallamarloninillis…
—¿Y cómo te llaman los caballeros?
—Oh… —el gnomo pareció abatido—. Gnosh, si vosotros…
—Gracias —respondió Fizban—. Ahora, Gnosh, tenemos bastante prisa. Ya sabes, con esto de la guerra… Como el comandante Gunthar dice en su comunicado, debemos ver el Orbe de los Dragones.
Los pequeños ojos de Gnosh relampaguearon. Sus manos se retorcían nerviosas.
—Desde luego podéis ver el Orbe de los Dragones, ya que el comandante Gunthar lo ha solicitado, pero, si puedo preguntároslo, ¿qué interés tenéis en ese objeto aparte de una curiosidad normal?.
—Soy mago… —comenzó a decir Fizban.
—¡Esmago! —exclamó el gnomo olvidándose de hablar despacio con la excitación—. Venidinmediatamentealasaladeobservacionyaqueelorbedeldragonfuecreadoporloshechiceros…
Tanto Tasslehoff como Fizban parpadearon sin entender palabra.
—Oh, acompañadme… —dijo el gnomo con impaciencia.
Antes de que supieran exactamente qué estaba sucediendo, el gnomo, sin dejar de hablar, los apremió para que lo siguieran hacia la entrada de la montaña, desconectando numerosos timbres y silbatos.
—¿Adónde nos llevará? —le dijo Tas a Fizban en voz baja mientras corrían tras el gnomo —. ¿Qué habrá dicho? ¿No habrán dañado al Orbe ¿verdad?
—No lo creo. Gunthar envió unos caballeros para vigilarlo,¿recuerdas?
—Entonces ¿qué es lo que te preocupa?
—Los Orbes de los Dragones son objetos extraños. Muy poderosos. ¡Mi temor es que hayan intentado utilizarlo!
—Pero el libro que leí en Tarsis decía que el Orbe podía controlar a los dragones. ¿Eso no es bueno? Quiero decir que los Orbes no son malignos, ¿verdad?
—¿Malignos? ¡Oh, no! No son malignos —Fizban sacudió la cabeza—. Ese es el peligro. No son malignos, no son benignos. ¡No son nada! O tal vez debiera decir que lo son todo.
Tas vio que probablemente nunca conseguiría una respuesta clara de Fizban, cuya mente siempre estaba lejos. Como tenía necesidad de divertirse, el kender volvió su atención hacia su anfitrión.
—¿Qué significa tu nombre? —le preguntó Tas. Gnosh sonrió alegremente.
—Al Principio, Los Dioses Crearon a Los Gnomos, y Uno de Los Primeros Que Crearon Se Llamaba Gnosh y Esos Son Los Acontecimientos Más Notables Que Le Ocurrieron En La Vida Se Casó Con Marioninillis…
Tas experimentó una sensación de abatimiento.
—Espera… ¿Cuán largo es tu nombre?
—Llena todo un libro de este tamaño —dijo orgullosamente Gnosh, haciendo un gesto con las manos—, ya que somos una familia muy antigua, tal como verás cuando prosig…
—Está bien. Tal vez en otro momento… —dijo Tas rápidamente. Como no prestaba atención a sus pasos, Tas tropezó con una soga. Gnosh lo ayudó a ponerse en pie. Al alzar la mirada, Tas vio que ésta llegaba hasta un nudo de cuerdas, enlazadas las unas a las otras, que se extendían en todas direcciones. Se preguntó adónde llevarían.
—Hay partes muy interesantes en la historia de mi nombre —dijo Gnosh mientras caminaban hacia una inmensa puerta de acero—, y si quieres, podría contártelas como, por ejemplo, cuando una tatarabuela Gnosh inventó el agua hirviendo…
—Me encantaría, pero ahora no tenemos tiempo…
—Sí, supongo que así es —dijo Gnosh—, y, además, hemos llegado a la entrada de la sala principal, por lo que si me disculpas…
Sin dejar de hablar, extendió una mano y tiró de una cuerda. De nuevo se oyó un silbido, dos timbres y un gong. Entonces, con una tremenda explosión de vapor que casi los cuece, las dos inmensas puertas de acero del interior de la montaña comenzaron a abrirse. Casi inmediatamente, las puertas se atascaron, y en pocos minutos el lugar estaba repleto de gnomos que gritaban y señalaban, discutiendo quién era el culpable del error.
Tasslehoff Burrfoot había estado haciendo planes de lo que haría cuando esta aventura terminara y todos los dragones estuvieran muertos. El kender intentaba tener un punto de vista optimista. Lo primero que había planeado hacer era ir a pasar unos meses con su amigo Sestun, el enano gully de Pax Tharkas. Los enanos gullys llevaban una vida interesante, y Tas sabía que podría amoldarse con facilidad —siempre que no tuviera que comer lo que cocinaban.
Pero en el momento en que Tas entró en el Monte Noimporta, decidió que lo primero que haría sería regresar allí para vivir con los gnomos. El kender nunca había visto algo tan maravilloso en su vida. Se detuvo atónito. Gnosh se lo quedó mirando.
—Impresionante, no.
—No es la palabra que yo utilizaría —murmuró Fizban.
Se hallaban en la parte central de la ciudad gnoma. Situada en la chimenea de un volcán, la ciudad tenía una anchura de cientos de yardas y una altura de millas y millas. Estaba construida en diferentes niveles alrededor de la chimenea. Tas miró hacia arriba…
arriba… y arriba…
—¿Cuántos niveles hay? —preguntó el kender. —Treinta y cinco y…
—¡Treinta y cinco! Odiaría vivir en el nivel treinta y cinco. ¿Cuántas escaleras hay que subir?
—Mejoramos los antiguos mecanismos hace muchos años —Gnosh hizo un gesto—. Observaalgunasdelasmaravillastecnologicasqueutilizam…
—Puedo verlo —dijo Tas bajando la mirada—. Debéis estar preparándoos para una gran batalla. Nunca había visto tantas catapultas en mi vida…
El kender se interrumpió. Mientras observaba, sonó un silbato. Una catapulta se disparó con un vibrante sonido y un gnomo salió despedido por los aires. Tas no se hallaba contemplado artefactos de guerra, sino los mecanismos que habían sustituido a las escaleras…
La sala estaba llena de catapultas de todos los tipos, creadas por los gnomos. Había catapultas de honda, de arco, de diabla y de vapor, aunque estas últimas estaban todavía en fase experimental, pues aún se estaba trabajando en el ajuste de la temperatura del agua.
Desde cualquier punto de estas máquinas se extendían millas y millas de soga que hacían funcionar una increíble variedad de ruedas y poleas que rechinaban y chirriaban. En todas las paredes había inmensas palancas manipuladas por un gran número de gnomos.
—¿Nos llevará a la sala de Observación? —comentó Fizhan en tono desesperanzado—porque no creo que ésta se halle en el nivel del suelo.
Gnosh sacudió la cabeza.
—Sala de observación en el nivel quince…
El viejo mago lanzó un profundo suspiro. De pronto se oyó un terrible sonido rechinante.
—Ah, están esperándonos. Venir dijo Gnosh.
Tas lo siguió alegremente hasta que llegaron a una gigantesca catapulta. Un gnomo les hizo un gesto irritado, señalando una larga cola de gnomos que aguardaban su turno Tas saltó en el asiento de la inmensa catapulta de honda mirando ansiosamente la chimenea. Sobre él podía ver gnomos asomados en los balcones de los diferentes niveles, todos ellos rodeados de grandes máquinas, silbatos, sogas y unas inmensas cosas informes que colgaban de las paredes como murciélagos. Gnosh se situó tras él y lo regañó.
—Los mayores primero, jovencito, oseaquesaldeahiinmediatamenteydejapasaral… —Arrastró a Tas fuera del asiento con una fuerza considerable—…magoprimero…
—Uh, no tiene importancia —protestó Fizban, tropezando con una pila de cuerda—. Creo… creo que recuerdo un encantamiento que me llevará hasta arriba. Levitar. ¿Cómo era…? Dejadme que lo piense un momento.
—Tú eras el que tenía prisa —dijo Gnosh con severidad contemplando a Fizban. Los gnomos que estaban en la cola comenzaron a gritar groseramente, pateando y empujándose los unos a los otros.
—Bueno, está bien —protestó el viejo mago subiéndose al asiento con la ayuda de Gnosh. El gnomo que manipulaba la palanca que ponía en funcionamiento la catapulta le gritó algo a Gnosh que sonó como «¿quenivel».
Gnosh señaló hacia arriba y gritó —¡Skimbosh!
El operador se situó frente la primera de una serie de cinco palancas. Un gran número de sogas se extendían hacia arriba. Fizban, abatido, se había acomodado en el asiento de la catapulta, intentando recordar el encantamiento.
—Ahora —gritó Gnosh, empujando a Tas hacia adelante para que pudiera ver mejor—, dentro de un segundo el encargado dará la señal… sí, ahí está…
En efecto, éste tiró de una de las sogas.
—¿Para qué sirve eso? —interrumpió Tas.
—La soga activa una campana en Skimbosh… er… en el nivel decimoquinto, que les anuncia la llegada de alguien…
—¿Qué ocurre si el timbre no suena? —preguntó Fizban en voz alta.
—Entonces suena una segunda campana que los avisa de que la primera no…
—¿Qué ocurriría aquí abajo si la campana no sonara?
—Nada. EsproblemadeSkimboshynotuyo…
—¡Es mi problema si no saben que voy hacia allí! —gritó Fizban—. ¡O simplemente me dejo caer y les doy una sorpresa!
—Ah —dijo Gnosh con orgullo—. ¿Ves…?
—Yo me bajo de aquí…
—No, espera… yaestanpreparados…
—¿Quién está preparado? —preguntó Fizban irritado.
—¡Skimbosh! Conlaredparaagarrarte,yaveras…
—¡Red! —Fizban palideció—. ¡Esto es el colmo!
Pero antes de que pudiera moverse, el encargado del mecanismo accionó la primera palanca. El sonido rechinante comenzó a sonar de nuevo, mientras la catapulta comenzaba a girar sobre su eje. El repentino movimiento arrojó a Fizban hacia atrás, haciendo que su sombrero le cubriese los ojos.
—¿Qué sucede? —gritó Tas.
—Están situándolo en la posición debida —chilló Gnosh—. La longitud y latitud han sido precalculadas y la catapulta colocada en la situación correcta para enviar al pasajero…
—¿Y qué ocurre con la red?
—El mago ascenderá hasta Skimbosh… oh, sin peligro, te lo aseguro, hemos hecho estudios que prueban que en realidad es más peligroso caminar que volar… y justo cuando esté a la altura de su trayectoria, comenzando a descender un poco, Skimbosh arrojará una red bajo él, cazándolo así… —Gnosh se lo mostró haciendo un rápido movimiento con la mano, como si cazara una mosca—, y lo recogerá…
—¡Eso debe requerir una precisión increíble!
—La precisión está debidamente calculada, ya que depende de un garfio que hemos desarrollado… —Gnosh contrajo los labios y frunció las cejas…algo está haciendo que la precisión no funcione demasiado bien, pero hay un comité…
El gnomo encargado de la catapulta tiró de otra palanca y Fizban salió despedido por el aire.
—Oh, vaya —dijo Gnosh observándolo —, parece que…
—¿Qué…? ¿Qué sucede? —gritó Tas intentando ver algo.
—La red ha vuelto a abrirse demasiado pronto… y ésta ya es la segunda vez que ocurre hoy en Skimbosh y definitivamente esto será discutido en la próxima reunión de la HermandaddelaRed…
Tas miraba hacia arriba, con la boca abierta, contemplando la imagen que Fizban zumbando en el aire, propulsado desde abajo por la tremenda fuerza de la catapulta, y, de pronto, el kender vio lo que Gnosh estaba comentando. La red del nivel quince, en lugar de abrirse después de que el mago hubiera pasado ante el nivel y de recogerlo cuando comenzara a caer, se abrió antes de que el mago llegara Fizban chocó contra la red. Por un momento se agarró a ella como pudo, pero un segundo después comenzó a caer.
Instantáneamente comenzaron a sonar campanas y timbrazos.
—No me lo digas —dijo Tas, compungido—. Ésa es la alarma que indica que la red ha fallado.
—Más o menos, pero no te alarmes, pequeño charlatán porque las alarmas conectan un mecanismo que abre la red del nivel trece justo a tiempo… ups, un poco tarde bueno aún queda el nivel doce…
—¡Haz algo! —gimió Tas.
—¡No te excites tanto! Voy a acabar loqueibaadecirsobreelultimosistema… deemergenciaquees… oh, ahí está…
Tas contempló caer las tapas de seis barriles que colgaban de las paredes del tercer nivel, soltando miles de esponjas que cayeron en el centro del nivel del suelo. Aparentemente, aquello era por si fallaban las redes de todos los niveles. Afortunadamente la red del nivel noveno funcionó extendiéndose bajo el mago en el momento preciso. Entonces se cerró alrededor suyo y lo transportó hasta la galería donde los gnomos al oír las maldiciones y juramentos del mago, parecieron resistirse a soltarlo.
—Buenoahoraquetodohaidobienhallegadotuturno –dijo Gnosh.
—Sólo una última pregunta —chilló Tas mientras tomaba asiento—. ¿Qué ocurre si el sistema de emergencia de las esponjas falla?
—Ingenioso… —dijo Gnosh alegremente—, porque ¿sabes?, si las esponjas llegan demasiado tarde, la alarma se apaga, haciendo aparecer un inmenso barril de agua en el suelo, y… ya que las esponjas están ahí dispuestas… es fácil limpiarlo todo…
El encargado accionó la palanca.
Tas había esperado ver todo tipo de cosas fascinantes en la sala de Observación, pero ante su sorpresa la encontró casi vacía. Estaba iluminada por un agujero taladrado en la ladera de la montaña, que dejaba entrar los rayos de sol. Esta sencilla pero ingeniosa idea había sido sugerida a los gnomos por un visitante enano, que la había llamado «ventana»; los gnomos estaban bastante orgullosos de ella. Había tres mesas, y poca cosa más. En la mesa central, toda rodeada de gnomos, estaban el Orbe de los Dragones y su vara jupak.
Tas observó, interesado, que el Orbe volvía a tener su tamaño original. Su aspecto era el mismo, aún era una esfera de cristal, y aquella especie de luz tenue de color lechoso todavía fluctuaba en su interior. Un joven Caballero de Solamnia con expresión de intenso aburrimiento estaba en pie junto al Orbe, vigilándolo. Su expresión cambió bruscamente al ver a los visitantes.
—Todovabien —le dijo Gnosh al centinela tranquilizándolo—, los ha enviado el comandante Gunthar …
Sin dejar de hablar, Gnosh los acompañó hasta la mesa central. Al mirar el Orbe, los ojos del gnomo centellearon.
—Uno de los Orbes de los Dragones —murmuró alegremente después de todos estos años…
—¿Qué años? —preguntó Fizban, deteniéndose a cierta distancia de la mesa.
—Lo que ocurre —explicó Gnosh—, es que a cada gnomo se le asigna una Misión en la Vida desde el día en que nace y, a partir de entonces, su única ambición es llevar a cabo esa misión, y mi Misión en la Vida es estudiar los Orbes de los Dragones desde…
—¡Pero éstos habían desaparecido durante cientos de años! —dijo Tas incrédulo—. ¡Nadie sabía nada de ellos! ¿Cómo podía ser tu Misión en la Vida?
—Oh, nosotros sí los conocíamos porque fue la Misión de mi abuelo y también la de mi padre. Sin embargo, ambos murieron sin haber visto nunca ninguno. Yo también temía no verlos, pero ahora, finalmente, ha aparecido uno, lo que me permitirá consolidar un lugar para nuestra familia en la vida venidera.
—¿Quieres decir que no puedes acceder a la… er …a la vida venidera si no llevas a cabo tu Misión en la Vida? Entonces, tu padre y tu abuelo…
—Probablemente de lo más incómodo —dijo Gnosh con expresión de tristeza—, dondequiera que estén… ¡Por todos los dioses!
En el Orbe se había realizado un cambio considerable. Comenzó a relucir con un resplandor de brillantes colores, como si estuviera agitado.
Murmurando unas extrañas palabras, Fizban caminó hasta él y lo cubrió con sus manos. Instantáneamente se volvió negro. Fizban recorrió la estancia con la mirada, su expresión era tan severa y atemorizada, que hasta el mismo Tas retrocedió. El caballero se abalanzó hacia adelante.
—¡Salid fuera! —retronó el mago—. ¡Todos vosotros!
—Se me ha ordenado que no lo abandone bajo ninguna circuns… —el caballero se llevó la mano a la espada, pero Fizban murmuró unas palabras y el centinela cayó al suelo.
Los gnomos desaparecieron rápidamente de la habitación, dejando solo a Gnosh, quien se retorcía nerviosamente las manos, con el rostro teñido de aflicción.
—¡Vamos, Gnosh! —le apremió Tas—. Nunca le había visto así. Será mejor que hagamos lo que dice. ¡Si no lo hacemos, es capaz de convertimos en enanos gully, o tal vez en algo peor!
Gimoteando, Gnosh permitió que Tas lo sacara de la habitación. Cuando se volvió para mirar el Orbe de los Dragones, la puerta se cerró de golpe.
—Mi Misión en la Vida…
—Estoy seguro de que no pasará nada —dijo Tas a pesar de no estar nada seguro. No le había gustado la expresión del rostro de Fizban. La verdad es que ni siquiera le había parecido que fuera el rostro de Fizban, ¡ni de nadie que Tas deseara conocer!
—Gnosh, ¿descubriste algo en el Orbe cuando lo examinaste? —le preguntó Tas en voz baja.
—Bien, sí —Gnosh parecía pensativo——, averigué que hay o parece haber algo en su interior porque me lo quedé mirando sin ver nada durante muchísimo rato y entonces, cuando ya iba a dejarlo, vi unas palabras fluctuando entre esa luz calinosa…
—¿Unas palabras? ¿Qué decían? Gnosh sacudió la cabeza.
—No lo sé, porque no podía entenderlas; nadie pudo, ni siquiera uno de los miembros de la Hermandad de Lenguas Extranjeras…
—Seguramente eran mágicas…
—Sí, eso es lo que yo me dije…
De pronto la puerta de la sala de Observación voló por los aires, como si algo hubiese explotado.
Gnosh se volvió aterrorizado. Fizban estaba en el marco de la puerta sosteniendo una pequeña bolsa negra en una mano, mientras en la otra llevaba su bastón y la vara jupak de Tasslehoff. Gnosh se abalanzó hacia el interior de la habitación.
—¡El Orbe! —chilló, tan consternado, que increíblemente completó la frase—. ¡Te lo has llevado!
—Sí, Gnosh —dijo Fizban.
La voz del mago sonaba cansada, y Tas, al mirarle de cerca, vio que se hallaba completamente agotado. Su piel estaba gris, sus párpados caídos. Se apoyaba pesadamente , sobre su bastón.
—Ven conmigo, muchacho —le dijo al gnomo —. y no te preocupes, porque cumplirás tu Misión en la Vida. Pero ahora el Orbe debe ser llevado ante el Consejo de la Piedra Blanca.
—Iré contigo al Consejo… —Gnosh aplaudió excitado—, y tal vez me soliciten que realice un informe, ¿crees…?
—Estoy absolutamente convencido.
—Ahora mismo vuelvo, dame tiempo para recoger mis cosas, ¿dónde están mis papeles…?
Gnosh salió corriendo. Fizban se volvió rápidamente para encararse a los otros gnomos, que se habían agrupado tras él intentando ansiosamente arrebatarle su bastón. El anciano frunció el ceño tan amenazadoramente, que los gnomos retrocedieron y desaparecieron en la Sala de Observación.
—¿Qué has averiguado? —le preguntó Tas, acercándose a Fizban con cierto reparo puesto que el viejo mago parecía estar sumido en la oscuridad—. Los gnomos no le han hecho nada al Orbe ¿verdad?
—No, no, afortunadamente para ellos, ya que aún está activo y es muy poderoso —Fizban suspiró—. Casi todo va a depender de las decisiones que tomen unos pocos… tal vez el destino del mundo.
—¿Qué quieres decir? ¿Las decisiones no serán tomadas por el Consejo?
—No lo comprendes, muchacho. Aguarda un momento, debo descansar —el mago se sentó, recostándose contra la pared. Sacudió la cabeza y prosiguió hablando—. He concentrado mi voluntad en el Orbe, Tas. Oh, no para controlar a los dragones, sino para contemplar el futuro —añadió al ver que los ojos del kender se abrían de par en par.
—¿Qué viste?
—Vi que ante nosotros se extendían dos caminos. Si tomamos el más fácil, al principio parecerá el mejor, pero al final la oscuridad se cernirá sobre nosotros para no desaparecer nunca más. Si tomamos el otro camino, el viaje será duro y difícil. Puede que algunos de los que amamos pierdan la vida, querido Tas. Peor aún, puede que pierdan sus almas. Pero sólo a través de ese sacrificio encontraremos la esperanza.
—¿Y todo eso lo dice el Orbe?
—Sí.
—¿Sabes lo que debe hacerse para… para tomar el camino dificultoso?
—Sí, lo sé —respondió Fizban en voz baja—. Pero no soy yo el que debe tomar las decisiones. Eso estará en manos de otros…
—Ya veo —Tas suspiró —. Gente importante, supongo. Reyes, elfos nobles, caballeros…—las palabras de Fizban resonaban en su mente: Que algunos de los que amamos pierdan la vida…
A Tas se le hizo un nudo en la garganta. Dejó caer la cabeza sobre sus manos. ¡Esta aventura estaba comenzando a ir muy mal! ¿Dónde estaba Tanis? ¿Y el querido Caramon? ¿Y Tika? Había intentado no pensar en ellos, especialmente después de aquel sueño.
«Y Flint… no debería haberme ido sin él. ¡Podía morir, podía estar muerto en este mismo momento!», pensó Tas preocupado. ¡Las vidas de aquellos que amo! «Nunca pensé que ninguno de nosotros moriría. ¡Siempre creí que si estábamos juntos podíamos enfrentamos a lo que fuera! Pero ahora, no sé cómo, nos hemos separado. ¡Y las cosas van mal!».
Tas notó que Fizban le acariciaba su coleta, su única gran vanidad. Y por primera vez en su vida el kender se sintió muy perdido, solo y asustado. El mago le rodeó los hombros con el brazo. Hundiendo su rostro en la manga de Fizban, Tas comenzó a llorar.
Fizban le dio unos golpecillos en la espalda.
—Sí —repitió el mago— gente importante.