XVII

CAUPOLICÁN era el Toqui Supremo.

Todos lo conocemos, por su estatua, y por su Teatro con Águilas Humanas y a veces con patinadores en hielo.

Al lado de Caupolicán peleaba el Cacique Galvarino que era un indio muy encachado. Bravo, huesudo, con ojos de cóndor y más fuerza que un toro.

Pero a pesar de todo, un buen día lo dejaron preso en una de las peleas con los españoles. Y ese Jefe dio orden que le cortaran las manos.

Galvarino estiró un brazo y se dejó cortar la mano sin pestañear. Luego estiró el otro y no dijo ni pío…

Cuando se vio sin manos, le gritó a los españoles: "Todavía me quedan fuerzas para pelear contra ustedes. ¡Cortad esta garganta que tiene sed de vuestra sangre!"

Pero los españoles prefirieron dejarlo vivo para que los demás indios vieran lo que les podía pasar.

Galvarino esperaba…

Vio que entre los españoles había un Picunche que cumplía sus órdenes. Enrabiado del dolor se tiró encima para matarlo. Lo golpeaba con sus brazos sin manos y si no se lo quitan lo habría muerto ahí mismo.

—¡Os arrepentiréis de no haberme quitado la vida! —le gritó a los españoles.

Y cumplió su palabra porque era el más feroz en el combate.

Por fin los españoles lo tomaron preso de nuevo y entonces lo ahorcaron.