-El espionaje -nos dijo- es la selección y fomento de agentes, lo cual puede ser resumido en dos palabras: seducción desinteresada.
Hizo la consabida pausa.
-Si me ven como partidario de la carnalidad desenfrenada, están totalmente equivocados. De lo que hablamos es de seducción desinteresada. Si reflexionan acerca del significado, verán que no es algo físico sino psicológico. La manipulación se esconde en el corazón de ese tipo de seducción.
»Por lo tanto, es en nuestra cultura judeocristiana donde surgen las dificultades. La manipulación es maquiavélica, decimos, y nos conformamos con que el término sirva como definición. Pero si un hombre bueno, que trabaja según sus creencias, no está preparado para poner en peligro su conciencia, entonces el campo de batalla será de quienes manipulan la historia confines bajos. Ésta no es una disquisición acerca de la moralidad, de modo que no diré más que un aborrecimiento visceral de la manipulación producirá inevitablemente una incapacidad para encontrar agentes y dirigirlos. Incluso para aquellos de nosotros que aceptamos la necesidad, puede resultar difícil. Hay oficiales de situación que aun habiendo vivido toda la vida en capitales extranjeras, no han sido capaces de reclutar a un solo agente local. Tal fracaso produce la misma infelicidad que notamos en la cara de un dedicado cazador que no logra cobrar su pieza. Por supuesto, en ciertos países las probabilidades están en nuestra contra.
Creo que en ese momento a ninguno de nosotros le molestaba la idea de la manipulación. Por el contrario, nos preguntábamos si seríamos capaces de hacer el trabajo. Sentados allí, sentíamos una mezcla de esperanza y preocupación.
-En este punto -dijo Harlot-, deben de pensar que nos hallamos ante un propósito increíble y un logro difícil de alcanzar. ¿Cómo comenzar? Tranquilos, la Agencia no dependerá de los primeros esfuerzos instintivos que realicen. Reclutar agentes es, por lo general, producto del tiempo y el cuidado con que se estudia a cada cliente o blanco potencial. Si, por ejemplo, nos interesa lacondición de la producción de acero de determinado país, entonces una mujer de la limpieza con acceso al cesto de papeles de un alto funcionario en la producción de herramientas mecánicas puede, llegado el momento, ser de mayor utilidad que un alto funcionario del ministerio de Agricultura. Este trabajo tiene su lógica y, hasta cierto punto, podemos enseñársela.
Todos asentimos enérgicamente, como si hubiéramos llegado a la misma conclusión.
-Hoy nos colocaremos en un medio específico -dijo Harlot-. Supongamos que estamos destinados en Praga, pero apenas si hablamos checo. ¿Cómo hacer una tortilla cuando la sartén carece de mango? Bien, caballeros, tenemos un sistema de apoyo. En el laberinto nunca estamossolos. No esperamos que ustedes, personalmente, intenten ocuparse de agentes checos que sólo hablan su propio idioma. Obviamente, debe haber un intermediario que podamos emplear, un nativo. A este individuo lo llamaremos «principal». El agente principal es un checo que abordará a sus compatriotas por ustedes. Ustedes se limitarán a guiar su trabajo.
-Señor, ¿nos está diciendo que en realidad no salimos al campo? – preguntó uno de los oficiales jóvenes.
-En los países satélites, no lo harán -respondió Harlot.
-Entonces, ¿para qué estudiamos reclutamiento?
-Para poder pensar como un principal. Hoy en día, de hecho, trabajando en forma conjunta, intentaremos considerarnos agentes principales. Todos ustedes se convertirán en checos imaginarios, oficiales del gobierno de Praga que ya han sido reclutados por la Agencia. Ahora, elprincipal, que en este caso soy yo, está tratando de hacer ingresar a unos cuantos checos más de las oficinas vecinas del gobierno. Empieza la manipulación. El primer indicio de una manipulación eficaz es la ley básica del arte de vender. ¿Está familiarizado alguno de ustedes con ese precepto?
Rosen levantó la mano.
-El cliente -dijo- no compra el producto hasta que acepta al vendedor.
-¿Cómo sabe eso?
-Mi padre era dueño de una tienda -replicó, encogiéndose de hombros.
-Perfecto -dijo Harlot-. Yo, como principal, estoy allí para transmitir una idea al agente putativo, mi cliente. Si el cliente es una persona solitaria con un deseo reprimido de hablar, ¿cuál debería ser mi reacción calculada?
-Estar preparado para oír -dijimos varios a la vez.
-¿Y si estoy tratando con un hombre solitario que ha escogido la soledad?
-En ese caso basta con sentarse a su lado -dijo uno de los mormones- y disfrutar de la tranquilidad.
-Muy bien – dijo Harlot -. Cuando se está en duda, hay que tratar a los seres solitarios como si fueran parientes ricos y viejos. Uno debe proporcionarles el consuelo y las comodidades necesarios para incrementar la parte del testamento que nos toca. Por otra parte, si el cliente es unarribista cuyos dientes rechinan cada vez que se menciona una buena fiesta a la que no es invitado, en ese caso no bastará la comprensión. Se necesitará acción. Hay que llevar a esa persona a una fiesta de gala. – Harlot chasqueó los dedos-. Siguiente problema. El cliente nos acaba de confesar un secreto acerca de sus necesidades sexuales. ¿Qué se debe hacer?
-Satisfacerlas -respondió Savage, ex jugador de fútbol de Princeton.
-¡Nunca! Al comienzo, no.
Nos sentimos perdidos. Empezamos a discutir todos a la vez, hasta que Harlot nos interrumpió.
-Confesar necesidades sexuales similares -dijo -. Por supuesto, siempre que nuestro cliente no sea homosexual. – Reímos nerviosos-. Muy bien -dijo Harlot-. Les daré un ejemplo más sencillo. Supongamos que el cliente está listo para serle infiel a su mujer, lo que no es unaposibilidad poco común en Checoslovaquia. Bien, ustedes, agentes principales, no tratarán en ningún caso de conseguirle una amante. No se debe complicar la relación sumando un elemento tan dramático e inestable como una amante. En lugar de ello… bien, ¿qué hace uno? ¿Rosen?
-No tengo respuesta.
-¿Savage?
-Lo mismo.
-¿Hubbard?
Me pareció que la pregunta ya había sido respondida.
-Quizás uno debería confesar el mismo deseo.
-Sí. Hubbard entiende lo que yo digo. Confesar necesidades sexuales similares.
-Pero todavía no sabemos qué hacer -dijo Rosen- si los deseos del cliente son homosexuales, de una manera abierta y activa.
Volvimos a quedarnos mudos. Pero yo estaba en un buen día. Esta vez tuve un pequeño rapto de inspiración.
-Me parece que hay que mostrar comprensión, no igualdad de situación -dije.
-Continúe -dijo Harlot.
-Supongo que uno puede decir que si bien no es homosexual, tiene un hermano joven que sí lo es, de modo que comprende la necesidad.
-Bien -dijo Harlot-, ahora tenemos una forma de acercamiento. Apliquémosla a los otros vicios. Supongan que a! cliente le gusta el juego.
Todos estuvimos de acuerdo en que la reacción más efectiva sería decir que nuestro padre también jugaba.
Así seguimos adelantando. ¿Y si el cliente quería que su hijo ingresase en una universidad prestigiosa? El principal tendría que recurrir a amigos influyentes. Algunos preparativos consumían años.
-Sin embargo -dijo Harlot-, no se debe perder de vista el problema intrínseco. Se está forjando una amistad excepcional. Uno está actuando con la misma generosidad que un ángel guardián. Eso puede provocar las sospechas del cliente. Después de todo, debe de ser consciente de que su trabajo tiene que ver con secretos del gobierno. Puede sospechar tanto como una muchacharica y fea acosada por un candidato excesivamente entusiasta. Estén seguros de que es así. En algunos aspectos, el espionaje tiene ciertos parecidos con el noviazgo. Los ministros que guardan secretos de Estado son los más difíciles de cortejar. Una razón más para concentrarse en el blancomás fácil: el funcionario de menor jerarquía. Aun en niveles más modestos, sin embargo, ustedes, como ángeles guardianes, deben estar preparados para disolver la desconfianza del cliente a medida que se vaya generando. Es razonable asumir que el cliente, en una parte de su ser, sabe qué es lo que ustedes buscan, pero está dispuesto a aceptar el juego. Ahora es el momento de convencerlo deque dé el primer paso, el mismo paso que lo llevará a convertirse en un espía. El éxito de esta transición (llamémoslo el pase) depende de un procedimiento tan bien establecido que es una regla empírica. ¿Alguien de entre ustedes tiene alguna idea?
Nos quedamos callados.
-Supongo que hay que ir despacio -dijo uno de los mormones.
-No -dijo otro mormón que había sido misionero en las Filipinas-, despacio o rápido, hay que hacer que parezca natural.
-Está sobre la pista -dijo Harlot -. La regla es reducir el drama.
-¿Siempre es así? – preguntó Rosen.
-Nada de lo que les diga es siempre así -respondió Harlot -. En este punto les estoy dando situaciones posibles. En el campo los agentes actuarán de manera imprevisible.
-Eso ya lo sé -dijo Rosen-. Pero pienso que el pase, como usted lo llama, puede hacer que las cosas sean más dramáticas.
-Sólo en el contraespionaje -dijo Harlot-. Cuando llegue el momento, echaremos un vistazo a ese tema arcano. Por ahora, no obstante, mantendremos la transición modesta, aburrida, sin acontecimientos notables. Reduciremos el drama. Requeriremos algo menor. En este punto nuestro propósito no es producir información sino tranquilizar la conciencia del cliente. Un vendedor, como podrá sin duda decirnos el padre del señor Rosen, quiere evitar que un comprador potencial piense en qué medida necesita realmente el producto. ¿Qué procedimiento es análogo a nuestras
circunstancias, Hubbard?
-No debe permitirse que el cliente se dé cuenta en qué se está metiendo.
-Bien. El principal está allí para aliviar la ansiedad. Hay que calentar la sopa a fuego lento. «Mire, amigo -puede uno quejarse a su incipiente agente-, cuando quiero hablar con alguien en su despacho, el teléfono comunica. No puedo levantar el auricular y llamarlos; tengo que enviar una carta. No es raro que nuestra economía socialista sea tan lenta. Si me facilitara el registro telefónicode su departamento por una noche, me simplificaría el trabajo.» Bien, ¿cómo puede rehusarse el cliente, después de todo lo que uno ha hecho por él? Al fin y al cabo, se trata de una petición modesta. El registro telefónico interno es delgado. Se lo puede ocultar en el forro del abrigo. De modo que una vez que el cliente lo facilita, uno lo copia de inmediato y lo devuelve a la mañanasiguiente, temprano, antes de la hora de oficina. ¿Qué hace uno después?
Silencio.
-Deja pasar una semana. Si hubo ansiedad en el tierno pecho del cliente, ahora ya se hatranquilizado. Entonces uno pide algo más. ¿Se puede echar un vistazo al informe X? Uno sabe que el informe X está en un escritorio de su despacho. Nada demasiado importante, sólo que a su jefe le gustaría verlo.
»El cliente deja escapar un suspiro de infelicidad -continuó Harlot-, pero acepta. Esa nochelleva el informe en su maletín, y le es devuelto a la mañana siguiente. Sin embargo, todavía falta lo principal. Para que el cliente se convierta en un agente confiable, dispuesto a trabajar durante años, ¿qué se necesita a continuación?
Rosen levantó la mano. Los mormones también. Pronto, todos, excepto yo, tenían la mano alzada. Era el único que no se daba cuenta de que el paso siguiente llevaría a que el nuevo agente aceptara dinero por sus servicios.
-Es más fácil de lo que suponen -dijo Harlot-. Así como muchas mujeres prefieren recibirbesos y regalos, y no besos solamente, a nuestro nuevo agente no le molestará recibir dinero por sus pecados. Un poco de corrupción entibia el enfriamiento. Recuerden, sin embargo, que aquí la hipocresía es indispensable. Sigan el modelo de la joven muchacha. Ofrezcan regalos antes de llegaral dinero. Eviten todo signo de vulgaridad. Paguen, por ejemplo, alguna vieja deuda del cliente. Sólo un favor más.
»Antes de lo que piensan, nuestro novicio está preparado para un arreglo más metódico. Si siente que se está adentrando en un nivel más profundo de lo ilícito, el dinero puede aliviar parte desu ansiedad. Esto siempre es así con los criminales, y el agente es, por lo menos, un delincuente de chaqueta y corbata. En nuestro caso, proviene de una vida de clase media, ordenada pero insatisfactoria. El dinero se vuelve tremendamente atractivo cuando uno está en el borde. Entonces hay que cerrar el trato. Como principales, ustedes pueden llevar una oferta de su jefe. En pago por una entrega regular de documentos oficiales selectos, puede arreglarse el pago de un estipendio semanal. – Harlot asintió -. Ahora comienza un período interesante. El trabajo secreto de nuestro novicio le proporciona excitación. Si es de mediana edad, podría decirse que está echando una canaal aire. Si es joven, puede sentirse estimulado al descubrir el potencial para el engaño que posee.
Harlot paseó la mirada alrededor de nuestra mesa de reunión. ¿Tuve la impresión de que sus ojos descansaban un poco más en los míos? Su mirada continuó su recorrido.
-No me cansaré de repetir -dijo- la importancia que tiene este pago regular en efectivo. Sinembargo, no debe ser tan abultado como para que se note en una cuenta bancaria, o en la compra de una nueva casa. Pero será lo bastante generoso como para aliviar la ansiedad. Nuevamente deberemos depender del sentido común. Una posibilidad es fijar que los suplementos no superen lamitad del salario semanal del agente ni sean inferiores a un tercio. La regularidad del pago cumple en este caso la misma función que los encuentros formales en una relación amorosa. La histeria, siempre lista para encenderse, disminuye hasta cierto grado gracias a una actuación predecible de parte de ustedes. ¿Alguna pregunta?
Uno de los mormones levantó la mano.
-¿Puede permitirse que el agente sepa para quién trabaja?
-Nunca. En la medida de lo posible no debe enterarse de que es para la Compañía. Especialmente en el caso de los satélites orientales. La ansiedad del agente sería excesiva. Si se trata de un comunista checo, por ejemplo, es mejor que crea que está trabajando para los rusos. O si, como algunos eslovenos que conozco, es un anglófilo, se puede deslizar la idea de que los fondos provienen de MI6. Si le gusta verse como descendiente espiritual de Federico el Grande, sugieran elBND. ¿Preguntas?
-¿Y si el nuevo agente no quiere recibir dinero? – pregunté-. ¿Si odia tanto al comunismo que quiere luchar contra él? ¿No estamos abusando de su idealismo?
-En ese extraño caso, sí -contestó Harlot-. Pero un agente idealista puede durar poco, yluego volverse en contra de uno. Por eso la conexión financiera es más deseable que la idealista.
-Pero ¿no es el verdadero propósito del dinero -preguntó Rosen- mantener intimidado al agente? Tiene que firmar un recibo, ¿verdad?
-Absolutamente.
-Bien, pues entonces le hemos puesto los grilletes. Tenemos evidencia en su contra.
-El KGB utiliza esas tácticas. Nosotros preferimos no hacerlo -dijo Harlot-. Por supuesto, hay ocasiones en que un recibo firmado acentúa la situación. No obstante ello, el verdadero propósito del estipendio es conferir un sentido de participación, aun cuando el agente no sepa exactamente quiénes somos. Cuando se vive en el punto extremo de una red, nada es más crucial que sentir que se está solo. Repito: el dinero confirma, y he aquí nuestra paradoja, la virtud delvicio.
«Contemos nuestras ganancias. Como principales, han hecho favores, evitado trampas, hecho el pase, otorgado un estipendio regular al cliente y escondido la fuente de origen. Hasta ahí, todo perfecto. Sólo falta un paso fundamental. ¿Cuál puede ser?
-Hay que adiestrarlo -dijo uno de los alumnos-, ya saben, en el uso de armas, entrada ilegal, escondites, todo lo que es necesario aprender.
-No -dijo Harlot-, hay que mantener el adiestramiento en un nivel básico. No se trata de unoficial de Inteligencia, sino de un agente. Hay que usarlo como tal. Se le pedirá que saque documentos oficiales de su oficina. Se le enseñará a fotografiar documentos onciales que no puede sacar de su despacho. Jamás hay que obligarlo, a menos que estemos desesperados por obteneralgún material relativamente inaccesible. Ése es un uso peligroso de algo útil. Un buen agentetermina por parecerse a un buen caballo de trabajo en una granja. No le enseñamos a galopar, sino a tirar de la carga. Regulamos su dieta. El fin que perseguimos es conseguir un agente de trabajo que nos ayude con la cosecha de un producto en una base regular, año tras año. Se trata de un ser servicial que no debe ser arriesgado por poco, y al que nunca hay que pedirle demasiado. Recuerden lo siguiente: la estabilidad del espionaje es el elemento que genera los buenos resultados. En lo posible, se debe evitar las crisis. Por lo tanto, caballeros, pregúntense: ¿cuál es el último paso que se debe tomar en la relación entre el principal y el agente?
No sé cómo se me ocurrió la respuesta. O bien me había acostumbrado a leer la mente de Harlot,
o me estaba familiarizando con su estilo intelectual, pero la cuestión es que hablé rápidamente,
deseoso de que mi respuesta fuese valorada.
-El abandono -dije-. El principal abandona la relación íntima con el agente.
-¿Cómo sabe eso? – me preguntó.
-No estoy seguro. Siento que es así -respondí.
-Hubbard, ¿cómo ha podido ocurrírsele algo así? Está usted demostrando poseer los instintosde un oficial de Inteligencia.
La clase se echó a reír, y me sonrojé, pero sabía por qué Harlot había hecho eso. En una oportunidad había cometido la indiscreción de confesarle a Rosen que Hugh Montague era mi padrino. Ahora lo sabía toda la clase, y Harlot debió de haberse enterado.
-Bien -dijo -. Los instintos son indispensables en esta ocupación, pero lo explicaré para aquellos no tan bien dotados como Hubbard. Algunos de nosotros nos hemos pasado algunos años aquí, meditando, podríamos decir, acerca de cómo mantener a un agente trabajando equilibradamente. Hemos llegado a la conclusión de que, tarde o temprano, el principal debe separarse de su agente. Busquen una analogía en el cambio producido entre el temprano cariño paterno y el incremento de disciplina que debe aceptar el niño a medida que crece.
-¿Tiene esto algo que ver con el sentido que adquiere el agente de su nueva identidad? – preguntó Rosen.
-Excelente. La identidad no es más que la manera en que nos percibimos a nosotros mismos. Por lo tanto, convertirse en agente equivale a asumir una nueva identidad. Pero con cada cambio de identidad volvemos a nacer, es decir, tenemos que emprender otro viaje a través de la infancia.Ahora, el principal recompensará al agente sólo por su conducta disciplinada. Por supuesto, el agente, si se ha desarrollado de forma apropiada, debería tener menos necesidad de un lazo emocional que de buen consejo. Ya no necesita tanto una amistad unilateral como a alguien que lodirija con habilidad y autoridad a través de los riesgos. Dado el peligro que corre, desea creer que mientras haga lo que se le diga, su nueva vida estará a salvo y será moderadamente próspera. Por supuesto, debe aprender a recibir instrucciones precisas. Ciertas precauciones podrán parecer molestas, pero la espontaneidad está prohibida. En efecto, el agente tiene un contrato y una pólizade seguro. Después de todo, en el caso de un problema serio, el principal está preparado para sacar al agente y su familia fuera del país.
»Muy bien, entonces. Una vez establecidos los nuevos papeles, el principal puede completar suseparación del agente. Se seguirán encontrando, pero con menor frecuencia. Después de algunos años, el agente y el principal podrán dejar de verse. El agente recibe instrucciones anónimas, deja sus papeles y recoge sus instrucciones. En las raras ocasiones en que resulta crucial que el agente hable con el principal, se concierta una reunión en un piso franco, pero como en un territorio hostilesto consume tiempo, por lo general se mantienen separados. El principal está ocupado con nuevos clientes.
»Esto, caballeros -concluyó Harlot- es el espionaje, una actividad de clase media quedepende de la estabilidad, el dinero, grandes dosis de hipocresía de ambas partes, planes de seguros, resentimiento, lealtad subyacente, inclinación constante hacia la traición e inmersión en el trabajo de oficina. Los veré la semana próxima. En breve tocaremos un tema más detestable, el contraespionaje. Allí es donde decimos adiós a la mentalidad burocrática.
Nos despidió con la mano y salimos de la habitación.
o las luchas internas de poder entre nuestros líderes, provenía de él. Observé que hasta HughMontague lo invitaba a comer una vez al mes. «Es como examinar el contenido de una aspiradora -comentó Harlot en una ocasión-. Hay mucha pelusa, pero no se puede ignorar la posibilidad de encontrar un gemelo de camisa.»
Era un comentario cruel, pero el cotilleo de Rosen me resultaba interesante. Por ejemplo, meponía al tanto de lo que ocurría en Berlín. Dix Butler le había escrito, y me enteré de cosas acerca de Bill Harvey, quien al parecer en esa época apenas si dormía tres horas al día. Eran palabras de Dix. Mientras contemplaba el empapelado rojo de Harvey's, no pude por menos que admirar la seriede casualidades que unían ese lugar con Berlín. Estábamos comiendo en un establecimiento fundado hacía un siglo por un hombre cuyo nombre era igual al del jefe de base de Berlín; de pronto, en el otro extremo del salón vi a J. Edgar Hoover, quien se dirigía a ocupar una mesa junto con Clyde Toisón. Pude observar que el director del FBI avanzaba con la pesada gracia de untransatlántico. Después de oír de boca de C. G. la historia acerca de la inhumanidad del señor Hoover, pude comparar su actitud vanidosa con el andar sencillo de Allen Dulles, caracterizado por una ligera cojera causada por su gota.
-¿Sabías que Hoover y Toisón son amantes? – me preguntó Rosen al oído.
Interpreté mal lo que me decía.
-¿Quieres decir que se les van los ojos tras las mujeres?
-¡No! Son amantes. Entre ellos.
Me escandalicé. Después de Berlín, el tema me turbaba.
-Lo que dices es sencillamente horroroso -dije.
Rosen volvió a Harvey. ¿Quería oír más acerca de él? Dije que sí.
-Una broma que circula -dijo Rosen- es que todo el mundo le hace chistes con respecto a su hija adoptiva. Sus amigos le dicen que debería someterla a un examen médico. El KGB puede haberle implantado un fisgón bajo la piel antes de depositarla en el umbral donde la encontraron. Harvey se pone tan tieso como un palo. La posibilidad lo corroe. Sin duda es poco probable, peroHarvey está soportando demasiadas presiones estos días.
-¿Te has enterado de esto por Dix?
-Por supuesto.
-¿Está bien?
-Me ha dicho que te diga que Berlín está triste ahora que ya no hay túnel.
Durante el Alto Jueves siguiente, Hugh también hablaría de CATÉTER. Ese día sus invitados eran los más importantes de todos los que nos habían visitado hasta entonces. Además del señorDulles, vinieron Frank Wisner, Desmond FitzGerald, Tracy Barnes, Lawrence Houston, Richard Bissell, Dick Helms, Miles Copeland, y cuatro o cinco que no conocía pero que indudablemente eran magnates de la Agencia. La postura de los hombros y el peso descomunal, hablaban de lo elevado de su rango. Rosen me dijo en un susurro que esta encumbrada pandilla asistiría después auna comida que Allen Dulles ofrecía en su casa, en honor de Harlot.
En esta ocasión, estaba tan enterado como él. Esa mañana había llegado un visitante inesperado al Departamento Argentina-Uruguay: el futuro jefe de estación de Montevideo, quien se detuvounos instantes a charlar. Había sido transferido desde Tokyo en julio, y una mañana en que yo estaba ausente fue al despacho, se presentó y se marchó en seguida.
-No volverás a verlo hasta Navidad -dijo Crosby, mi jefe de sección.
Como otros hombres confinados en un despacho durante mucho tiempo, el noventa por ciento de lo que sabía revelaba un gran pesimismo. De modo que me enteré de bastantes cosas acerca de mi nuevo jefe antes de conocerlo. Se llamaba Hunt, E. Howard Hunt, y durante el tiempo que pasara en Washington visitaría al director Dulles, al general Cabell, a Frank Wisner y Tracy Barnes.
-Quizás es lo que debe hacer -dije- como nuevo jefe de estación.
-Eso es -dijo Crosby-. Jefe de estación, y ni siquiera tiene cuarenta años. Probablemente aspira a convertirse en director de la Agencia algún día.
Hunt me gustó desde el momento mismo en que lo conocí. De estatura mediana, buena complexión física y aspecto atildado, parecía casi un militar. Su larga nariz tenía una leve depresión justo encima de la punta, lo cual denotaba seguridad de propósito. Por cierto, fue al grano.
-Me alegra conocerte, Hubbard -me dijo-. Tenemos mucho de qué hablar en nuestrapróxima gira. De hecho, ahora quiero hablar con algunos de los magnates de la Compañía para persuadirlos de que agranden la estación. Todos gritarán: «¡Viene Howard Hunt, esconded el dinero!». Pero es la verdad, Hubbard. En Inteligencia, el secreto para ser efectivo es tener D-I-N-ER-O.
-Sí, señor.
Consultó el reloj con un gesto grácil, articulado, con tantos movimientos como un saludo oportuno.
-Bien, amigo -dijo-, ya tendremos oportunidad de conocernos mejor, pero por el momento necesito un favor.
-Lo que quiera.
-Bien. Consígueme una invitación para la fiesta de Hugh Montague esta tarde.
-Sí, señor.
No estaba seguro de poder satisfacer su petición. Percibió mi leve vacilación.
-Si no puedes hacerlo -agregó-, siempre me queda acudir a la cumbre. No miento cuando digo que el director Dulles y Dickie Helms son mis amigos, y sé que estarán presentes.
-Ésa es la manera más segura de obtener una invitación -confesé.
-Sí, pero prefiero deberte un favor a ti y no al señor Dulles.
-Comprendo -dije.
-Consígueme una invitación para la comida también -añadió. Cuando se marchó llamé a Margareth Pugh, la secretaria de Harlot.
-No sé si queremos invitar al señor Hunt -dijo-. Trata de hacerse conocer para obtener cosas.
-¿No podrías hacerlo como un favor personal?
-Lo sé.
Suspiró. El sonido me dijo mucho. Tenía sesenta años y era profesionalmente mezquina. Sin embargo, siempre que hablaba con ella me esforzaba por parecer agradable, y era una persona que tenía en cuenta eso.
-Quisiera escuchar un buen chiste -dijo-. Cuéntame uno.
Crosby nos había proporcionado uno esa mañana, pero yo no estaba seguro de que le pareciera bueno.
-¿Por qué los bautistas no hacen el amor de pie? – pregunté.
-¿Por qué?
-Porque la gente podría creer que están bailando.
-Qué perverso eres. Ay, ay. – Le había gustado-. Bien, lo haré. Permitiré que Howard Hunt departa con sus superiores. Cuando Hugh consulte la lista (algo que según él nunca hace) lediré que fue idea mía, para que tengas un buen comienzo en América del Sur. Harry, no le digas que fuiste tú quien me lo pidió. Bajo ninguna circunstancia. Hugh cree que soy insobornable. Y hablo en serio -dijo, como si pudiera ver que yo estaba sonriendo.
-Lo juro.
-No le gusta que la gente se valga de mí para llegar hasta él.
-Lo juro.
-Ah, no sabes cuánto te haría pagar por esto.
Me sorprendió el rumor de asentimiento proveniente de los magnates. Rieron como si se tratara de un asunto sobre el cual tuvieran un derecho privado.
-Por supuesto, en el contraespionaje no nos podemos dar el lujo de la prevaricacióndesenfrenada. Por el contrario, decimos la verdad casi todo el tiempo, pero lo hacemos bajo el paraguas de una gran mentira: simulamos que el agente que lleva los secretos de la Compañía a nuestro oponente está al servicio de éste, cuando, en realidad, es uno de los nuestros. Eso se llama contraespionaje libre, o sin trabas. No obstante, lo encontramos más en la teoría que en la práctica. Tanto nosotros como el KGB nos hemos perfeccionado de tal forma que nos resulta difícil mentirnos mutuamente. Si un desertor polaco se nos acerca con el deseo de que lo llevemos a los Estados Unidos, bien, como muchos de nosotros sabemos, le diremos que se gane sus alas transatlánticas permaneciendo en su ministerio en Varsovia en calidad de agente nuestro durante un par de años. Supongamos que acepta nuestra oferta. Desde el momento en que lo hace, estamos obligados a desconfiar de él. ¿No lo habrá captado alguien antes que nosotros? Lo ponemos a prueba. Le pedimos que consiga información que debería estar fuera de su alcance. Si es de confiar, nos dirá que no pudo lograrlo. Pero ¿qué ocurre si trae la información? Sabemos que es correcta porque ya la hemos obtenido de otra fuente. De modo que seguimos poniéndolo a prueba. Vuelve a pasar la prueba siguiente, lo que significa que es demasiado eficiente, de modo que dudamos. ¿Loabandonamos? No. Mientras creamos que el KGB supone que nos está engañando, tenemos un instrumento. Podemos enviar a los rusos en una dirección equivocada requiriendo precisamente documentos que confirmarán conclusiones erróneas referidas a nuestras necesidades. Por supuesto, se trata de algo delicado. No podemos violar demasiado lo que ellos ya saben acerca de nosotros, o se darán cuenta de que estamos utilizando a su agente.
»¿Oigo suspiros? La complejidad de esto no es nada comparada con la cenagosa situación real. Hay tantas posibilidades de juego que el único límite impuesto al contraespionaje es la extensión de nuestros recursos humanos. Se requiere una multitud de oficiales de Inteligencia para examinar el valor que para nosotros tiene cada secreto verdadero que enviamos al otro bando como sacrificio en pro del bien mayor de encausar la determinación del enemigo en la dirección equivocada. Tantas personas adiestradas están involucradas en el examen del mérito de estas mentiras calculadas, que las operaciones del contraespionaje, a menos que impliquen un gran logro, tienden a disminuir. Elolor desagradable proveniente de estas actividades no es azufre, sino el humo que despiden nuestros circuitos sobrecargados.
Para mi consternación, en ese momento decidió intervenir el futuro jefe de estación destinado al Uruguay.
-¿Me permite una observación? – dijo.
-Por favor -respondió Harlot.
-Mi nombre es Howard Hunt, y acabo de regresar de una misión como oficial encubierto deoperaciones en el norte de Asia, con base en Tokyo. Mi próximo destino es Montevideo, como jefe de estación, y si perdona la interrupción, señor…
-Es libre de hablar -dijo Harlot-. Hasta los niños pueden hacerlo aquí.
-Bien -dijo Hunt-. Creo expresar el punto de vista de algunos de los aquí presentes cuandodigo, con el debido respeto, que no ha sido así donde yo he actuado, al menos en la parte de la operación que me fue encomendada.
-Señor Hunt -le dijo Harlot-, estoy seguro de que no ha sido así en su experiencia, pero,créame, donde estoy es tal como lo describo.
Para mi sorpresa, Hunt no se dejó amilanar.
-Señor -dijo-, el tema es apasionante. Estoy seguro de que ustedes proceden con gran delicadeza. Y, ¿quién sabe? Algunos de los oficiales jóvenes aquí presentes alcanzarán su nivelalgún día. Lo respeto. Pero, hablando francamente, eso no me sirve de gran ayuda.
Me sorprendió el rumor de aprobación que oí a mis espaldas. Los visitantes, muchos de ellos invitados por el señor Dulles, constituían un público menos homogéneo de lo que yo esperaba.Hunt, alentado por estas muestras de apoyo, siguió hablando:
-Trabajo con muchos extranjeros -dijo-. En algunos confío, en otros no; las cosas salen bien, o salen mal. Aprendemos a aprovechar la situación tal cual se da. No hay tiempo para ajustes finos.
Nuevamente se oyó el rumor de aprobación.
-Se está usted refiriendo al juego sucio -dijo Harlot.
-Es una manera de llamarlo.
-No hay nada malo en ello -convino Harlot-. En ocasiones las jugarretas resultan imprescindibles. Después de todo, mucho de lo que enseño aquí tendrá que ser dado vuelta porque, ¡bum!, la explosión tiene, o no tiene, lugar. Estamos a merced de los dioses. – Al ver la expresión del rostro de Hunt, Harlot agregó-: ¿Le gustaría una proyección de lo que digo?
-Por favor -respondió Hunt.
-Sí -convinieron algunos de los presentes.
-En ese caso -dijo Harlot-, puede valer la pena echar un vistazo a las operaciones en el nivel básico. Permítaseme postular a un pobre árabe conspirador que una mañana se encuentra en sucasa limpiando el arma con la esperanza de poder liquidar a un líder árabe un poco más tarde ese mismo día. Este asesino trabaja en equipo con otro conspirador, igualmente pobre, que en ese momento está tratando de robar un vehículo para la operación. Este segundo individuo, como lamayoría de los ladrones, es impulsivo. Mientras busca el vehículo apropiado, pasa frente a un tenderete en el que venden hamburguesas árabe-americanas. Detrás del mostrador hay una hermosa joven morena. Ha sido bendecida con un par de hermosos melones debajo de su blusa. El ladrón cree que debe pasar un tiempo estudiando esos melones de cerca. De modo que se entretiene con la muchacha de las hamburguesas. Cuando finalmente logra robar un coche y regresa a la base, es tarde. Nuestros asesinos, por lo tanto, no están en la esquina precisa en el momento exacto en que se presume que pasará el líder árabe. Pero nuestros conspiradores no saben lo afortunados que son. El líder árabe tiene su personal de Inteligencia, que se ha infiltrado en la célula a la que pertenecen. Si nuestros conspiradores hubieran llegado en el momento debido, habrían perecido en una emboscada sin llegar a ver al líder. Se ha elegido otro trayecto para él. En este momento, por casualidad, el coche del líder árabe se detiene ante el mismo semáforo donde se encuentran los conspiradores, quetodavía siguen recorriendo las calles, desesperados y furiosos por su fracaso. Al ver a su blanco, el pistolero salta del coche robado, da un grito, y voilà! el atentado tiene éxito. ¿Quién, si no el Señor, puede deshilvanar las hebras de tamaña coincidencia? Sospecho, no obstante, que esto nos deja una moraleja. Los operativos sucios, cuando son planeados con demasiada precisión, salen mal, por logeneral. Eso se debe a que somos imperfectos y, en el peor de los casos, actuamos como agentes secretos del caos.
-Señor Montague, correré el riesgo de hablar acerca de mí mismo -dijo Hunt- pero debodecirle que desempeñé un papel considerablemente importante en nuestra exitosa operación contra Jacobo Arbenz, en Guatemala. Debo recordarle que con sólo un puñado de gente logramos derrocar una dictadura de izquierdas. Yo no describiría nuestro éxito como caos. Fue bellamente planeado.
-Si bien no estoy muy enterado acerca de Guatemala -dijo Harlot-, he oído lo suficiente para creer que el triunfo se debió a un poco de suerte y a otro poco de coraje. No estoy diciendo que ustedes no contribuyeran de manera decisiva. Caballeros, reitero: dadme un golpe exitoso y os señalaré su padre, un plan mal concebido.
Se produjo una conmoción.
-Tonterías, Hugh -dijo Dulles -. Una visión cínica de la cosas.
-Va demasiado lejos -dijo uno de los notables a quien no conocía.
-Basta de eso, Montague -dijo otro.
-Hugh, danos ejemplos menos rebuscados que ése de los árabes -dijo Dulles.
Estaba instalado en un gran sillón de piel, con un pie, calzado con una pantufla, apoyado sobre un taburete acolchado. Su bastón descansaba en un paragüero de cerámica, a su lado. Parecíairritado. Logré ver una nueva faceta de la personalidad de nuestro director. En ocasiones como ésta, parecía dispuesto a dar bastonazos al aire.
-Un ejemplo concreto -dijo Harlot- podría causar mayor consternación.
-No es la consternación lo que preocupa a nuestros buenos amigos aquí presentes -dijoDulles- sino la ausencia de lo particular.
-Muy bien -dijo Harlot-, echemos un vistazo al túnel de Berlín. He ahí una operación de gran envergadura.
-Sí, dénos su opinión acerca del túnel -dijo Richard Helms -. Estemos o no de acuerdo, tiene que ser algo de considerable valor para todos nosotros.
Hubo un aplauso, como si Helms, con sus palabras, hubiera sacado el coche del discurso de la cuneta, y lo hubiese puesto otra vez en el camino.
-En ese caso, volvamos por un instante a lo fundamental -dijo Harlot.
Si bien durante el altercado no se había mostrado incómodo, ahora que la situación volvía a estar bajo su control, su voz recobró el timbre natural.
-Desde una perspectiva histórica, el acopio de información solía preceder a las operaciones; lainteligencia obtenida dirigía la empresa. Sin embargo, hoy se inician las operaciones con el fin deadquirir inteligencia. Ésta es una inversión del orden original, y puede resultar tan desconcertante como enormemente perjudicial. El invierno pasado, cuando el túnel de Berlín aún funcionaba,cientos de traductores trabajaban con la inmensa producción de tráfico telefónico y cablegráfico entre Berlín Este y Moscú. El esfuerzo era análogo a la extracción de un gramo de radio de una montaña de uranio.
Hubo comentarios de aprobación provenientes del público.
-Bien -continuó Harlot-, nuestra gigantesca operación se desmorona de repente. No sabemos cómo. Un día, en abril último, vehículos militares soviéticos convergen en el extremo del túnel, en Berlín Este, y en pocos minutos empiezan a excavar hasta que llegan al lugar preciso donde hemos hecho la conexión con su cable. Los rusos hacen todo lo posible para que nos enteremos de que han sido informados. Saben que nuestras dos preguntas siguientes tienen que ser: «¿Por quién?» y «¿Cuándo?» Preguntas terribles cuando se desconocen las respuestas. Bajo el merovigor estremecedor de CATÉTER hemos enterrado las cuidadas disciplinas del espionaje, elcontraespionaje y la contrainteligencia. Aun así, debemos intentar la búsqueda de respuestas. Para la pregunta referida a quién, tenemos opciones. Dada la envergadura de la operación, la seguridad tuvo que ser extrema, pero alguien en el KGB, o en el SSD, pudo haber obtenido información de uno de nuestros técnicos. La contrainteligencia explora la posibilidad con la esperanza de que nohaya que hacer frente a suposiciones todavía más perjudiciales. Pues la opción siguiente es abominable. ¿Se trata de un topo infiltrado en el MI6? ¿En el BND? ¿O de alguno de los nuestros? Si se trata de recorrer estos senderos, los analistas tardarán años para no recoger, quizá, más quesospechas sobre oficiales totalmente confiables hasta entonces. Quién, por lo tanto, es una pesadilla.
»Cuándo es todavía peor. Cuándo postula la siguiente pregunta: ¿Desde cuándo antes de decidirse a descubrir el túnel están enterados los rusos de la existencia del mismo? Si sólo se trata de una semana, o de un mes, el daño no ha sido importante: tuvieron que improvisar rápidamentepara pasarnos información falsa por las líneas telefónicas. En ese caso, podríamos ignorar la información recogida en la última semana, o en el último mes. Pero la construcción del túnel llevó más de un año. Después de eso, estuvo en funcionamiento once meses y once días. Si los rusos seenteraron de su existencia mucho antes, tuvieron, por cierto, la posibilidad de crear una montaña de información falsa. En ello reside, precisamente, el genio soviético. Por lo tanto, nos encontramos ante un verdadero dilema. Mientras nuestros emigrados rusos trabajan traduciendo, labor que puede llevarles dos años más sólo para procesar el material atrasado que se posee, nosotros no sabemos si podemos confiar en esa información. Si al menos pudiéramos calcular la fecha probable en que empezó a introducirse información falsa, podríamos interpretar lo que los rusos quieren que creamos. En cambio, estamos obligados a contemplar las vísceras y tratar de adivinar.
-Venga ya, Hugh -dijo Dulles-, no se trata de algo tan malo.
-Bien, señor, lo es desde mi punto de vista.
-Querido Hugh -dijo Dulles-. ¿Sabes? Yo prefiero ver el lado bueno. Hemos recibido buena prensa, tanto en diarios como en revistas. Time lo llamó «El túnel de la maravilla». Un columnista del Washington Post lo calificó como «El túnel del amor».
Algunos de los invitados se echaron a reír. Dulles se le unió. Durante esa pausa, buscó un recorte en el bolsillo superior de su chaqueta.
-Permitidme ofreceros un ejemplo -dijo- del New York Herald Tribune. Esta mañana, casualmente, le leí un fragmento al Presidente. «Se trata de una empresa de extraordinaria audacia. Si fue construida por las fuerzas de la Inteligencia estadounidense, y tal es la suposición general -nuestro Director esperó a que terminaran las carcajadas que festejaban la ocurrencia-, este túnel es un ejemplo notable de la capacidad de realizar empresas de gran osadía. Pocas veces se ha ejecutado una operación más hábil y difícil.»
Guardó el recorte en medio de comentarios de aprobación.
-¿Cuál es el balance que nos deja el túnel? – preguntó Dulles a continuación-. Un caudal enorme de información, terribles dolores de cabeza. Nuestra tarea, la tarea de la sospecha, prosigue como de costumbre. Aun así, para los alemanes, tanto del Este como del Oeste, hemos obtenido una victoria aplastante. Estamos librando una batalla para ganarnos el corazón de los europeos, Hugh, ylo real es que todos los habitantes de Alemania Oriental están encantados con nuestro túnel, incluso el oso ruso, malgré lui. La mitad de Berlín Este visita Altglienicke. Los soviéticos han tenido que instalar puestos de comida.
Ahora los magnates reaccionaron de un modo ambiguo, curioso por la desigualdad de su volumen. No todos encontraban divertida la posición de Dulles, aunque algunos no evitaban la risa. Los que asistíamos regularmente al seminario de los jueves no nos atrevíamos siquiera a sonreír. De hecho, algunos, incluido yo, nos sentíamos atónitos ante la falta de respeto. ¡Nos habíamos apuntado un tanto en Alemania Oriental!
Montague esperó a que cesara la risa.
-Allen -dijo-, frente a la victoria que describes, los que trabajamos en contraespionaje nossentimos debidamente subordinados a la propaganda.
-Vamos, Hugh, vamos, me conoces mejor de lo que aparentas -dijo Dulles, haciendo un gesto amistoso con la mano.
Harlot prosiguió con su conferencia. Por mi parte, me puse a estudiar la división de actitudes enla sala. Las tareas asignadas a los oficiales más hostiles eran fácilmente deducibles por sus expresiones. Si bien eran más inteligentes que los instructores que habíamos tenido en la Granja, ellos, como Hunt, poseían esa brillante mirada paramilitar que muchas veces servía de sustituto a lainteligencia misma. Empecé a cuestionar su presencia en este Alto Jueves. ¿Por qué los habría invitado Dulles a la comida de Harlot esa noche? ¿Irían como amigos, o para estudiar a Hugh Montague, su futuro enemigo?
Unos días después, tuve el placer de comprobar que no estaba muy desacertado.
-Es una cuestión política -dijo Harlot-. Me temo que tu nuevo jefe de estación es uno de ellos. No debes permitir que te contagie con su patriotismo barato. Es tan malo como el cristianismo barato, y es un virus generalizado en la Compañía.
-Sí, señor -dije-. Me temo que le esperan días difíciles.
-Puedes estar seguro de que lo superaré.
-En lo referente al túnel, ¿estaba el señor Dulles de su lado, aunque sólo fuera un poco? – pregunté-. A mí no me lo pareció.
-Verás, a Allen le gustan las relaciones públicas. Llegará incluso a condecorar a Harvey. Pero, de hecho, lo del túnel lo tiene muy preocupado. ¿Y si fue uno de los nuestros el que entregóCATÉTER a los rusos?
-¿Un topo?
-Diablos, no. Algún responsable. Que lo hizo por razones altamente patrióticas.
-¿Lo dice en serio?
-¿Acaso no te das cuenta de lo que pienso? – respondió.
-Ya veo -dije -. Creo que recuerdo la conversación. El túnel nos hacía saber que los rusos eran más débiles de lo que pensábamos.
-Sí, exactamente. Prosigue.
-Pero una vez que se descubre lo del túnel, ese tipo de información está contaminada. La política militar no puede confiar en ella. Y eso, por cierto, no nos permite reducir nada. Debemos seguir armándonos igual que antes.
-Estás aprendiendo a pensar -dijo.
Sin embargo, pensamientos como ése lo mantenían a uno al borde del abismo.
-Esa premisa, al menos desde el punto de vista del señor Dulles, ¿no lo involucra a usted? – pregunté.
Fue el único momento en que pareció mirarme con afecto.
-Me gustas, muchacho. Estoy empezando a quererte. Allen, sí. Allen está terriblemente preocupado. Me debe una cantidad enorme de favores, pero ahora teme que yo pueda ser responsable de algo que, desde su punto de vista, nos mete en un callejón sin salida.
-¿Lo hizo usted?
Volvió el brillo a su mirada. Tuve la sensación de que nadie jamás llegaría a ver ese fulgor en sus ojos, a menos que hubiera subido con él hasta la cima del Annapurna.
-Mi querido Harry, yo no fui -dijo -, aunque confieso que me pareció tentador hacerlo. Habíamos avanzado hasta un punto demasiado peligroso con ese túnel.
-Bien, ¿qué lo detuvo?
-Como en una ocasión te dije, cuando se trata de la fe, lo simple subtiende a lo complejo. El patriotismo, el patriotismo noble y puro, implica una dedicación total al juramento que uno ha hecho. El patriotismo debe seguir siendo superior a la voluntad de cada uno. – Asintió-. Soy un soldado leal, de modo que resisto la tentación. Aun así, Allen no puede confiar plenamente en mí.Lo cual es correcto. Lógicamente, estaba preocupado. Por eso elegí hablar de Berlín frente a una audiencia tan poco propicia. De ser yo responsable, ¿por qué publicitar los terribles resultados? – Hizo una pausa, como si reflexionara en las burlas que había recibido-. Debo decir -continuó- que me sorprendió la importancia que están adquiriendo estos hombres de operaciones. Hay quesacarse el sombrero ante tu futuro jefe de estación. Sabe lo suficiente como para pavonearse. No obstante, consulté sus antecedentes. Es más un propagandista que un paramilitar. Ser jefe de estación significa un ascenso para él. Aunque hay que reconocer que, a pesar de las chorradas quedice, tiene agallas.
Tomamos un sorbo, fumamos nuestros Churchills. Durante toda esta conversación Kittredge, sentada detrás de él, no me sacaba los ojos de encima. De pronto, comenzó a hacer muecas. Yo no entendía cómo algo así podía proceder de un rostro tan delicado como el suyo. Ensanchaba la narizy torcía la boca hasta parecer uno de esos demonios que acechan cuando cerramos los ojos y descorremos las cortinas del sueño. En ella, el embarazo actuaba como una fuerza considerable de desorganización.
-Sí -le dije a Harlot-, eso que dijo acerca del contraespionaje estuvo muy bien.
-Bien -dijo él con una sonrisa-, pues espera a que lleguemos a Dzerzhinsky.
-¿Bar y café? – dijo Montague-. Debería bastar con llamarlo de una sola forma.
-Hugh, me da igual lo que sea. Quiero ir.
Una antigua compañera de habitación de la universidad le había descrito al comediante como «devastador». Kittredge sentía curiosidad por verlo.
-En los cuatro años que estuvimos en Radcliffe, jamás usó la palabra devastador.
-¿Por qué sé que esta noche no resultará? – preguntó Hugh.
La iluminación era excesiva, el sistema sonoro imperfecto. En lugar de escenario, había una pequeña plataforma pintada de negro. Las bebidas eran caras. Nos sentamos en sillas plegables.Recuerdo que Montague se quejó porque la consumición mínima era de dos dólares y cuando un scotch con soda salía a un dólar cincuenta.
-Indignante -declaró en voz alta.
Como llegamos antes de que comenzara la segunda función, tuvimos oportunidad de mirar anuestro alrededor. Si bien la mayoría de las parejas en el local parecían ser empleados del gobierno, estimé que nadie debía de pertenecer a la Agencia. Al menos, si yo hubiese sido el oficial encargado de reclutarlos. Eran -y se me ocurrió una nueva palabra que empezaba a circular entonces – permisivos. Parecían compartir algún secreto furtivo.
Las luces se apagaron. Un reflector iluminó un micrófono y un atril contra un telón de fondo negro. Apareció un hombre delgado, de pelo corto rizado, vestido con un mono de tela tosca. De no ser por los ojos saltones y la cara pálida, se podría haber dicho que su aspecto era agradable. Los aplausos fueron fervorosos.
-Buenas noches -dijo-. Hermosos aplausos. Gracias. Os lo agradezco. ¿Lo hacéis porque mi primera función fue buena? Sí, supongo que la primera de esta noche estuvo bastante bien. Sí. Algunos de vosotros os habéis quedado para la segunda, ¿no? Sí, tú, allí -señaló a un hombre del público-, estuviste en la primera función, y tu chica también. – Ambos asintieron con vehemencia-. Y vosotros también -añadió, señalando a otra pareja-, y vosotros. Sí, veo que muchos decidisteis volver. – Se detuvo. Parecía bajo de forma, y sorprendentemente triste tratándose de un animador. Su voz era suave y sin matices -. Sí -dijo-, esa primera función fuemagnífica. De hecho, como me digo a mí mismo, fue tan buena que por eso he vuelto.
Se detuvo y nos miró con rostro macilento. Del público surgió un grito sofocado, mezcla de deleite y de terror. Inesperadamente, Kittredge dejó escapar el más increíble sonido. Bien podría haber sido un caballo que acababa de ver a otro caballo trotando con un hombre muerto sobre la montura.
-Sí -continuó Lenny Bruce-, he venido y ahora no me siento muy inspirado. Ay, amigos, tengo que conseguir una segunda erección.
Nunca había oído risas semejantes en un club nocturno. Era como si todas las cañerías del edificio hubiesen estallado. La risa emanaba de la gente como serpientes, los sacudía, los hacía bramar, silbar, gritar. «¡Guau!», gritó una mujer.
-Sí -dijo Lenny Bruce-. Tengo que enfrentarme a ello. No es divertido conseguir unasegunda erección. Os confesaré un secreto, chicas. Los hombres no siempre quieren una segunda vuelta. Sí, veo que algunos de los varones presentes me dan la razón. Gente sincera. Estáis de acuerdo. Es duro, ¿no? Quiero decir, enfrentémonos a los hechos: conseguir una segunda erección es una prueba para el ego.
Se armó un tremendo jaleo, seguido de aplausos. Me sentía enfervorizado. Ese hombre estaba hablando en público de temas acerca de los cuales yo no sabía demasiado. Sin embargo, aquella noche con Ingrid, ¿no me había sugerido ella que quería más? Volvió a mí el fuego y el hielo de esecuarto de hotel en Berlín, y el horror de no poder huir de esa habitación alquilada. Ahora mismo no sabía si quería quedarme en el club. ¿Dónde podía terminar todo? Los ojos de Kittredge brillaban al reflejar la luz del reflector; la expresión de Harlot parecía pétrea. Y Lenny Bruce había superado sufatiga. Parecía estar ofreciendo una prueba fehaciente de que quien da vida a una audiencia, recibe vida a cambio.
-Sí – dijo, como si todos los presentes fueran amigos íntimos o consejeros muy queridos-, esa segunda vez es para la reputación de cada uno. Muchachas, observad muy bien a vuestrohombre la próxima vez que encuentre alguna excusa para negarse a una segunda vuelta. Demonios, seguro que mentirá. Os dirá cualquier cosa. «Querida, no puedo. Es a causa de la atebrina», os dirá. «¿La atebrina?», le preguntaréis vosotras. «Sí -os responderá él-, nos dieron atebrina en el Pacífico Sur para combatir la malaria, pero en el Ejército no nos dijeron nada. Decolora el semen. Y eso se nota cuando uno lo hace la segunda vez. ¡Semen amarillo! ¡Amarillo! ¡Parece pus!» Un tío es capaz de cualquier excusa con tal de evitar esa segunda vez. Cualquier cosa para que su mujer no lo conozca tal cual es. Creedme, ¿no se trata de eso, acaso? ¿De mentir a la esposa? ¿No es eso lo quequieren decir cuando hablan del matrimonio como sacramento? Nosotros sabemos la verdad. El matrimonio es un curso avanzado en el arte de la mentira, ¿correcto?
Harlot se metió la mano en el bolsillo para pagar la cuenta, y Kittredge le cogió el brazo. Se miraron a los ojos.
-No vamos a dar un espectáculo yéndonos -susurró.
-Quizá podamos llegar a un principio general, amigos -prosiguió Lenny Bruce-. Nunca le digáis la verdad a vuestras esposas. Los oídos de las mujeres no están hechos para saber la verdad. Ha sido demostrado biológicamente. Si lo hicierais, os matarían. De modo que limitaos a mentir. No importan las circunstancias. Supongamos que os habéis acostado por primera vez con una chica en vuestra propia casa, en vuestra propia cama, porque vuestra mujer pasará el día fuera, y le estáis dando a esta chica un buen shtup. De repente, ¿podéis creerlo?, entra vuestra mujer…
-¿Qué quiere decir esa palabra, shtup? – susurró Kittredge.
-Es yiddish -respondió Harlot.
-Ah -dijo Kittredge.
-Bien, ahí estáis, llenos de espuma, metiéndola con fuerza. De repente, ¡atrapados! En la camaque compartís con vuestra mujer. ¿Qué hacer? – Hizo una buena pausa-. Pues, negarlo.
Volvió a hacer una pausa para permitir las risas.
-Sí -dijo-, negarlo. Le contáis a vuestra mujer cualquier historia disparatada. Le decís queacabáis de llegar a casa y os habéis encontrado a esa muchacha desnuda en nuestra cama, cariño. Aquí estaba, temblando a causa de la malaria, cariño. Créeme, se estaba poniendo azul del frío. Se estaba muriendo. La única manera de salvarle la vida en esos casos es cubrirle el cuerpo desnudo con el cuerpo de uno. Es la única manera, querida, para hacer volver a un ser humano del escalofríofatal. Sí, decidle cualquier cosa. Porque en el matrimonio hay que mentir.
-¿Sabes? – dijo Harlot con una voz clara, sin importarle quién podría oírlo-. Entiendo por primera vez a qué temía Joe McCarthy.
-Cállate -dijo Kittredge.
En sus mejillas surgieron pequeñas manchas rojas, ignoro si a causa de Harlot o del cómico.
-Por supuesto -dijo Lenny Bruce-, podéis argumentar que fueron los apóstoles quienes nos enseñaron a mentir. Ellos se pusieron de acuerdo para contar la historia de que Jesús les dio lahostia y el vino. «Comimos Su carne. Bebimos Su sangre. Sed buenos cristianos, ¿lo haréis?» – Lenny Bruce silbó-. En aquellos tiempos, ésas deben de haber sido palabras de peso. Aunque no supondréis que todo el mundo creía que fuesen verdad, ¿no? El primer tipo que las oyó debe de haber pensado: «¿Qué mierda están diciendo? ¿Comer su carne? ¿Beber su sangre? Vamos, hombre, ¡yo no soy un caníbal!».
El público rió, aunque era evidente que se sentían incómodos. Todo sucedía demasiado rápido, y la voz de Bruce era áspera. Dos mujeres se pusieron de pie y se fueron. Un hombre las siguió.
-Señor -dijo Lenny Bruce-, cuando vuelva del lavabo, no se olvide de darle una propina al shvartzer. Para que sepa que no tiene el puño apretado. – Se oyó un portazo-. Un artista de la paja.
El hombre salió del club con un coro de risas detrás de él.
-¿Sabéis?, pienso mucho acerca de este asunto de los mandamientos. La hostia y el vino. Van juntos, como el jamón y los huevos. Me pongo a pensar. ¿Funcionaría si sustituimos uno de losingredientes? Dame un poco de ese pastel, tío, esta carne no sabe a nada. O sírveme un poco de café caliente. No puedo beber vino. Soy de Alcohólicos Anónimos. – Sacudió la cabeza-. Y ya que estamos en el tema, vamos a la Gran Mentira. ¡Cómo! ¿Nunca shtupeaste con un tío?¿Vamos, María, ¿ni con un solo padrillo? ¿No te ha entrado ni una miserable gotita? ¿Cómo lo llamas?¿Inmaculada concepción? Basta de mentiras, María. No soy ciego ni sordomudo. No creo esas historias ridículas.
Kittredge se puso de pie. Dio un paso hacia el estrado pero Hugh me hizo una seña, y entre losdos la escoltamos hasta la salida.
-Vuelva, señora -gritó Lenny-, o se perderá la circuncisión.
Hugh se volvió.
-¡Despreciable! – exclamó, y salimos.
Kittredge estaba llorando. Después se echó a reír. Por primera vez tomé conciencia del tamaño de su barriga.
-Te odio, Hugh -dijo -. Le iba a dar una bofetada en su inmunda boca.
Volvimos a la casa del canal en silencio. Una vez dentro, Kittredge se sentó en una silla y se cubrió el vientre con las dos manos. Las dos manchas rojas seguían aún en sus mejillas.
-¿Te encuentras bien? – le preguntó Hugh.
-Nunca he sentido tanta furia. Espero no habérsela transmitido al bebé.
-Imposible saberlo -dijo Hugh.
-¿Por qué no me dejaste que le pegara?
-No quería que saliéramos en los diarios.
-Me habría importado poco.
-Te habría importado si hubieses visto lo que son capaces de hacer con algo así.
Ella guardó silencio.
-Los periodistas -dijo Hugh- son cerdos. Había varios rindiendo homenaje a tu geniocómico.
-¿Cómo sabes que eran periodistas? – preguntó Kittredge.
-A algunas personas se las reconoce por su aspecto. Te diré que se está gestando una cultura abominable. Y el señor Lenny Bruce es su pequeño virus.
-Deberías haberme dejado que le pegara.
-Kittredge -dijo Montague-, intento mantener el mundo unido, no ayudar a dividirlo.
-¿Sabes? – dijo Kittredge-, creo que si hubiese sacudido a ese horrible tipejo con mi bolso,habría puesto algo de vuelta en su lugar. No me sentía tan mal desde este verano, cuando apareció ese maldito fantasma.
-¿Qué? – pregunté -. ¿Qué fantasma? ¿En la Custodia?
-Sí, allí -dijo ella-. Algo. Sé que quería molestar a mi bebé.
-Harry, ¿has oído alguna vez decir que ha habido visitantes en la isla? – me preguntó de pronto Hugh.
-Bien, he oído hablar de una especie de fantasma, un viejo pirata llamado Augustus Farr, perosolíamos reírnos de eso. Hadlock, el padre de mi primo Colton Shaler Hubbard, nos dijo que la criatura entró en hibernación hace unos cien años.
Había intentado que resultara cómico, pero cuando Kittredge habló, el tono de su voz resultó involuntariamente tembloroso.
-Augustus Farr -repitió-. El nombre perfecto para mi espantosa noche.
Yo estaba pensando en el doctor Gardiner y sus malditos dramas isabelinos. Eso probablemente había bastado para despertar a algún pobre espectro.
-No me importa si emborracho al bebé -dijo Kittredge-, pero tomaré una copa. Necesito librarme del señor Bruce.
Mi último Jueves había sido Bajo, pero Montague escogió ese día para ofrecernos su atesorada conferencia sobre Feliks Edmundovich Dzerzhinsky. Hacia el final dijo algunas cosas que tuve presentes durante mucho tiempo después. Permítanme ofrecerles, pues, parte del que fue el último Jueves de Harlot de que habría de disfrutar en años.
Quizá como pago a la acritud que había demostrado el último Alto Jueves, el señor Dulles transgredió la costumbre y nos ofreció unas palabras introductorias.
-Lo que oiréis hoy -anunció- es algo delicado, pero de valor incalculable. Desde Marx en adelante, los marxistas no otorgan demasiado crédito al individuo como factor vital en la construcción de la historia. Sin embargo, el aspecto divertido de su marxismo, si me permitís queaplique este término a una filosofía tan abrumadora y desagradable, es que los comunistas siempre están equivocados en el momento crítico. Cuando debemos escuchar a un tenor terriblemente vanidoso que nunca alcanza la nota más alta, después de un tiempo aprendemos a apreciarlo. Sumisma falta de habilidad se convierte en un placer esperado. Lo mismo sucede con Marx y los comunistas. El infalible Karl se equivocó al predecir que la revolución llegaría primero a las naciones industriales más avanzadas, y volvió a equivocarse cuando las contradicciones del capitalismo no resultaron ser fatales. Marx no logró ver que la empresa comercial debe serconsiderada a la luz de su nombre: empresa. Comercial no es más que un calificativo. Eso es porque la empresa libre pone al empresario en una posición de peligro. No sólo arriesga la sustancia económica sino, lo que es más importante, su propio valor moral. Dadas las tentaciones de la codicia, el capitalista debe arriesgarse, y escoger entre el cielo y el infierno. ¡Ésa es la suerte de la empresa! Marx, desdeñoso de la ética judeocristiana, fue insensible a la importancia de la conciencia individual. Su verdadero deseo era extirpar al individuo de la historia, y sustituirlo por fuerzas impersonales. Se requirió el genio maligno de Lenin, el comunista más empecinado queencontramos en este siglo, para demostrar que Marx estaba equivocado, ya que no podría haber habido una revolución bolchevique en 1917 sin ese individuo apellidado Lenin.
»Poco después otro artista malvado siguió sus pasos. En el medio de una gran plaza de Moscú selevanta la estatua de Feliks Edmundovich Dzerzhinsky. Se sostiene sobre sus delgadas piernas justo frente a la Lubyanka. La plaza lleva su nombre. ¡Cuán apropiado! Fundador de la Cheka, Feliks Dzerzhinsky es también el padrino intelectual del KGB. El reputado talento para el espionaje que poseen los soviéticos, recibe de él su inspiración. Coincido con Hugh Montague. Dzerzhinskyno es sólo el primer genio de nuestra profesión sino que, como Lenin, está allí para recordarnos que el elemento más poderoso para el cambio histórico sigue siendo un gran hombre inspirado, sea bueno o malo. Mi querido colega Montague, que es muy inteligente, hablará hoy acerca de estehombre, este genio de nuestra profesión. Yo oí la misma conferencia el año pasado, y puedo aseguraros que disfruté tanto de ella, que he vuelto. Hugh, tu turno.
-Gracias -dijo Harlot.
Hizo una pausa para captar nuestra atención.
-La vida de Dzerzhinsky cubre una variada gama de experiencias. Hijo de un noble polaco, enel período anterior a la Revolución se convirtió en un líder bolchevique. En consecuencia, pasó once años en las minas de Siberia como prisionero político del zar, y salió de ellas con una tos tuberculosa. Susurraba, en vez de hablar. Pensaba que no viviría mucho. Quizá por esta razón noconocía el miedo, y durante el caos de 1917 y 1918, Lenin lo eligió para que crease una fuerza de seguridad interna, la Cheka. Durante la guerra civil que siguió a la revolución bolchevique, Dzerzhinsky desató el primer terror soviético. Por principio, la Cheka mataba a diez personas inocentes antes de permitir que escapara un solo culpable.
»Tales proezas son propias del matadero. La verdadera vocación de Dzerzhinsky, el contraespionaje, sólo se desarrolló después de que los rojos ganaran la guerra civil. En 1921, el gobierno soviético intentaba gobernar una nación tremendamente atrasada, desquiciada por la guerra, mutilada, aniquilada a medias. Un tumultuoso desorden fue la herencia que dejó la victoria de Lenin. Para poder gobernar, los rojos se veían obligados a emplear a muchos funcionarios que habían sido zaristas. Eran los únicos con experiencia suficiente para cubrir los puestos administrativos. Esto significaba que los rusos blancos emigrados no tenían dificultad para colocar a sus espías en todos los ministerios rojos. De hecho, no era ni siquiera factible que Dzerzhinsky lograra extirparlos. La maquinaria del gobierno se paralizaría. De modo que siguieron en su lugar: ex funcionarios zaristas que fingían ser rojos, pero que por dentro seguían siendo blancos.
»Rediski (que quiere decir rábanos) fue el término empleado para denominar a estas nobles personas dedicadas a reinstaurar al zar. Rediski y chekisti compartían las oficinas, sentados el uno junto al otro, separados por una papelera. ¿Qué hacer? Los británicos y los franceses financiaban a los rediski más peligrosos.
«Dzerzhinsky concibe entonces un plan incalculablemente ambicioso. Cierta noche detiene a Alexander Yakovlev, uno de los líderes más prominentes del círculo monárquico, un aristócrata ruso carismático, culto, refinado. Yakovlev es un liberal, un demócrata constitucionalista. Feliks no sólo lo arresta sin causar revuelo, sino que habla con él en secreto. Después de una noche de conversación intensa, Yakovlev acepta trabajar para Dzerzhinsky.
Harlot levantó la mano.
-No conocemos los detalles íntimos de lo sucedido en esa ocasión trascendente. Sólo poseemos las migajas de información que los historiadores soviéticos luego brindarían al mundo. Según la versión soviética (que, debo admitir, tiene su propia lógica interna), Dzerzhinsky apeló al patriotismo de Yakovlev. Dado que un buen número de los colegas conspiradores de Yakovlev eran abiertamente fanáticos, e intentaban organizar un golpe de Estado de derechas, el baño de sangre resultante podía llegar a ser aún más catastrófico que la guerra civil. La víctima sería la propiaRusia. ¿No era más prudente intentar un golpe de Estado pacífico? El resultado sería una monarquía constitucional benévola. «Trabajemos juntos -dijo Dzerzhinsky-, para derribar el comunismo. Nuestro objetivo común será salvar a los buenos rediski y eliminar a los malos. Los cuadros en quienes confías, Yakovlev, serán promovidos. Puedes formar tu propio directorio y tenerlo listo para hacerse cargo.»
»Por supuesto -continuó Harlot-, Dzerzhinsky le aclaró muy bien a Yakovlev que tendría que llevar a cabo tareas críticas. Por ejemplo, tendría que convencer al servicio secreto británico de que redujera el alcance de sus actos de sabotaje. De lo contrario, las fuerzas más punitivas de la Cheka,que Dzerzhinsky intentaba refrenar, incrementarían su poder y reprimirían a los rediski sin miramientos.
«Yakovlev muy bien pudo haber preguntado: "¿Qué puedo hacer para convencer a los británicos? ¿Qué debo decirles a los grupos de emigrados? Son tremendamente suspicaces".
«Supongo que la respuesta de Dzerzhinsky fue ésta:
»-Tú, Yakovlev, tienes una ventaja formidable; puedes presentarte ante ellos como el hombre que logró penetrar en la Cheka.
»-Sí, pero ¿cómo lo pruebo?
»-Lo probarás suministrando a los británicos información precisa del más alto valor. Seráprecisa porque yo, Dzerzhinsky, la prepararé.
»Y así nació el contraespionaje en su forma moderna -dijo Harlot- Estos dos hombres hicieron un pacto. Yakovlev formó una organización de Inteligencia con los rediski en quienesconfiaba. De hecho, la llamó Trust, Confianza. Al año, el Trust había obtenido la colaboración de los Aliados y de la mayor parte de los grupos de emigrados. Agentes extranjeros ingresaban en el país bajo los auspicios del Trust, hacían su trabajo y se marchaban. Naturalmente, Yakovlev topó con escépticos en Europa Occidental, pero el tamaño de su operación era descomunal. Agentesbritánicos recorrían la Unión Soviética en giras secretas. Se organizaban servicios religiosos clandestinos para los emigrados más distinguidos. (No es necesario aclarar que los sacerdotes ortodoxos que oficiaban los servicios eran miembros de la Cheka.) Durante los cinco años siguientes, la Cheka trabajó bajo la fachada del Trust de Yakovlev, logrando de este modo controlar todos los movimientos importantes hechos por el enemigo. Los agentes emigrados ingresaban en Rusia y se embarcaban en operaciones que Dzerzhinsky diseñaba sutilmente para que no resultaran efectivas. Probablemente se trata de la más importante neutralización de un enemigo de la historia del contraespionaje.
Rosen lo interrumpió.
-Estoy confundido -dijo-. Hasta la semana pasada, tenía entendido que las grandes operaciones son asuntos mal llevados que dependen, para su éxito, de circunstancias fortuitas. Sin embargo, nos está usted hablando en términos elogiosos de una operación a gran escala. ¿Lo haceporque ésta funcionó?
-En parte, mi respuesta es sí -dijo Harlot-. Funcionó. De modo que la respetamos. Pero reconocemos la diferencia. Esta operación descansaba sobre una gran mentira orquestada por su creador. Si bien la posibilidad de error y de traición era enorme, y durante esos años debe de haber habido un buen número de deserciones de personal inferior, el genio de Dzerzhinsky para los detalles era tal, que todas las traiciones fueron neutralizadas con intrincados contraataques. La belleza de esta operación pone un foco critico sobre otras concebidas de manera poco brillante ycontinuadas de manera mucho menos elegante todavía.
-Sí, señor.
-Para nuestro propósito, sin embargo, haré hincapié en esa primera noche en que los dos conversaron. ¿Qué acordaron Dzerzhinsky y Yakovlev? Sabemos que de esa base se desprendió todo lo demás. ¿Aceptó la oferta Yakovlev con la intención de huir apenas se presentase la ocasión,
o quería seriamente convertirse en el primer ministro de Rusia? ¿Creyó realmente que Dzerzhinsky estaba de su lado? ¿Cómo fueron variando sus emociones durante esos años de colaboración?Obviamente, el carácter de Yakovlev tuvo que cambiar. Lo mismo que el de Dzerzhinsky.
»Es lícito preguntarse hasta qué punto Dzerzhinsky llevaba a cabo un doble juego consigo mismo. ¿Qué sucedía si el bolchevismo llegaba a fracasar? ¿Buscaba Dzerzhinsky una manera de sobrevivir? Todos estos motivos pueden haber sido más importantes que lo que nos permite creer la historia soviética. Volvamos a la noche original. Los dos hombres se reunieron, y tuvo lugar una seducción activa, no desinteresada. Cuando un hombre seduce a una mujer, puede conquistarla no sólo por la fuerza, sino también por la debilidad. Esto puede incluso ser considerado el comienzo del amor: el interés honesto en la fuerza y en la necesidad del otro. Sin embargo, cuando laseducción está inspirada por las exigencias del poder, las personas se mienten entre sí. Algunas veces, se mienten a sí mismas. Estas mentiras a menudo desarrollan estructuras estéticamente tan ricas como la filigrana más delicada de la verdad. Después de un tiempo, ¿cómo podían saber Yakovlev o Dzerzhinsky cuándo estaban ante una mentira, o ante la verdad? La relación entre ambos se había hecho demasiado profunda. Se habían visto obligados a apartarse de sus últimos principios. Ya no podían saber cuándo eran leales a ellos mismos. El mismo yo era, de hecho, unemigrado. Ése es el punto básico de este análisis.
»Con los años, algunos de ustedes podrán establecer una relación semejante con un agente. Podrán demostrar talento. Podrán jugar por un precio muy alto. Lo crucial, e insisto sobre ello, es que entiendan hasta qué punto esa relación puede convertirse en un compromiso para la manipulación total de la otra persona. En consecuencia, deberán sacrificar gran parte de su propia intimidad, la que esconden más celosamente. Eso involucrará una penetración considerable en los cimientos espirituales de ambos edificios. Una inundación en el sótano del otro puede ocasionar filtraciones inesperadas en el de ustedes. Habrá que apelar a la cualidad de la dedicación plena, o sehundirán en un cenagal inmundo e imponderable.
En este punto, Dulles juntó las dos mitades joviales y manipulativas de su espíritu emprendedor con energía suficiente como para dar un palmoteo vigoroso. – Maravillosamente expresado -dijo.
Harlot prosiguió un poco más, pero para mí ése fue el final. Medité acerca de una vida futura de contraespionaje mientras volaba hacia la ciudad de Montevideo, donde llevaría a cabo las tareas más sencillas del espionaje. Pasaría dos años y medio aprendiendo mi oficio.
Puede que sólo se tratase de mi imaginación, pero parecían relinchos. Desperté muy temprano por la mañana, totalmente convencido de la presencia de algo excepcional. Fue entonces cuando me di cuenta de que eran Hugh y Kittredge haciendo el amor, y a pesar de que los sonidos llegaban amortiguados por las dos habitaciones pequeñas que me separaban de ellos, no pude evitar oírlos.
Quizás estaba pensando en esa mañana mientras Kittredge y yo hablábamos en su salita. Desde nuestra noche en el club nocturno, la notaba presa de lo que se podría denominar una depresión intermitente, melancólica pero con relámpagos de ingeniosa animación. Rosen ya me había informado que Mary Jane era uno de los términos con que se designaba la marihuana, e incluso yo había llevado ese bocadillo de información a la mesa con la cándida esperanza de que pudiera resultar algo divertido. Pronto abandoné el esfuerzo. Kittredge parecía al borde de una especie de alegría, que si bien no podía calificar de histérica, nada tenía que ver con el tema de conversación. Me alegré de que la cena terminase y de que Kittredge y yo nos instaláramos en la salita. Ahora que sólo me quedaban dos días para marcharme, empezaba a sentirme inquieto e inseguro. Quería explayarme sobre mi estado de ánimo, pero ella me lo impidió.
-No puedo hacer nada por ayudarte. No soy psicoanalista, ¿sabes? – dijo -. Soy una teórica caracterológica. En todo el mundo debemos de ser unos ocho.
-No estaba buscando atención médica -dije.
-¿Crees que los otros siete son tan ignorantes de la naturaleza humana como yo? – me preguntó al cabo de unos segundos.
-¿Qué quieres decir?
-No sé absolutamente nada acerca de la gente. Empleo teorías que, según los demás, son maravillosas, pero no tengo la sensación de adelantar en mi trabajo. Y soy tan ingenua. Aborrezco a ese tal Lenny Bruce. Y también lo envidio.
-¿Lo envidias?
-Me esfuerzo por mantener la fe en los sacramentos. Nuestro matrimonio se desmoronaría sino lo hiciese. Y ahí está ese comediante, Lenny Bruce. Tan seguro de sí mismo. Sin conocer siquiera los temas de los que se burla. Como un cachorro de seis semanas que se orinaría por toda la casa si uno lo dejase suelto. Con tanta libertad. Tan fácil.
-No lo sé -dije-. Es el único. Ningún otro se atreve a hablar como él.
-Oh, Harry, ¿por qué tuve que llevar a Hugh a ese lugar tan horrible?
-Sí, ¿qué pretendías?
-¿Sabes cuánta ira hay en Hugh?
-¿Y en ti? ¿No será que os complementáis?
-No -respondió ella-. Hugh sería capaz de matar. Podría salirse de las casillas. No lo hará, pero la tensión es constante.
-Tiene un control fabuloso -dije.
-Lo necesita. ¿Has oído hablar de su madre, Imogene?
Meneé la cabeza.
-Pues era tan bonita como Clare Boothe Luce. Puede que sea demasiado para Denver, Colorado, pero la verdad es que se trata de una verdadera bruja. Estoy segura de que es maligna. Hugh está convencido de que ella asesinó a su padre. ¿Te imaginas cómo debe de haber sido sentiresa sospecha todas las mañanas, mientras sorbía el café?
-Sí, pero ha pasado mucho tiempo desde entonces.
-Aun así, Hugh sigue siendo incapaz de hacer frente a tanta humanidad.
-¿Y tú?
-Bien, yo creía que sí, hasta la otra noche. ¡Ese Mary Jane! Quería que Hugh tuviera un vislumbre del resto de los Estados Unidos, pero todo cuanto descubrí fue que soy igual a Hugh. Estrecha de miras.
-No estoy seguro con respecto a tu marido -dije-, pero tú no eres estrecha. Eres maravillosa.
-Harry, eres muy bondadoso. Debe de ser porque tienes un poco de sangre judía. Dicen que los judíos son bondadosos. ¿Es verdad?
-Bien, sólo tengo un octavo. No sirvo como ejemplo.
-Es homeopático. Basta una pizca, muchacho. – Me miró con la cabeza ladeada-. Harry, ¿sabes que delante de ti me siento desnuda?
-¿Qué?
-Nunca he hablado tanto de mí misma. Trato de esconder lo simple que soy. Con Hugh resulta fácil. Tiene la mente en su trabajo. Ahora conoces mi secreto. Quiero triunfar en lo que hago. Pero soy demasiado inocente, e ignorante. ¿Sabes que además te envidio porque te vas a Montevideo?
-Allí sólo hay espionaje. Hugh dice que es algo básico y sencillo.
-Me importa poco lo que opine. Es algo que he tratado de decir desde que me casé con él. Te aseguro que te envidio. ¡Espionaje! – dijo con voz ronca y palpitante.
Sólo después de un momento me di cuenta de que estaba parodiando a alguien, quizás a MarilynMonroe.
-Hugh insiste en decir que el juego verdadero es el contraespionaje.
-Sí, el maravilloso Feliks Edmundovich Dzerzhinsky. ¿Sabes? Hugh me aburre.
¿Hugh la aburría? Supe entonces qué significa eso de que el tiempo se detiene. Pero no lo hizo. Disminuyó su marcha, dio un vuelco, y los colores de la habitación comenzaron a alterarse.
-No -dijo ella-. Lo adoro. Estoy loca por él. Es un maniático excelente en la cama. – La expresión de sus ojos parecía decir que había ensillado un centauro y cabalgaba sobre él-. Sólo que se niega a hacer el sesenta y nueve.
Al ver la consternación en mi rostro, se echó a reír.
-Hugh es terrible -dijo-. Según él, el sesenta y nueve es sólo contraespionaje para aficionados.
-¿Qué? – tuve que volver a preguntar.
-Ya sabes. Tú estás en mi mente, y yo en la tuya. – No tuve tiempo de escandalizarme porque siguió hablando-. Harry, ¿has hecho alguna vez el soixante neuf?
-Bien, para serte sincero, no. Y no sé si quiero pensar en ello.
-Me han dicho que es celestial.
-¿Sí?
-Una de mis amigas casadas me lo dijo.
-¿Quién?
-Harry, eres tan cándido como yo. No te escandalices. No me he vuelto loca. Sólo que he decidido hablar como Lenny Bruce. No te aflijas, querido padrino de nuestro hijo. Hugh y yo estamos completamente casados.
-Bien -dije -. No creo que seas tan cándida como aseguras.
-No creo que seas la persona indicada para juzgarlo. Harry, hazme un favor. Escribe cartas largas desde Uruguay. Verdaderamente largas. Cuéntame todo acerca de tu trabajo. – Se inclinó para susurrar-. Las cosas que se supone que no debo saber. Soy tan ignorante de lo básico y esencial. Necesito información para mi propio trabajo.
-Me estás pidiendo que quebrante la ley -respondí.
-Sí -dijo ella-, pero no nos descubrirán, y es muy simple.
Sacó un pedazo de papel del bolsillo de su blusa.
-He escrito todas las instrucciones. Es una manera segura de enviar cartas. Se hace con la valija diplomática del Departamento de Estado. Absolutamente segura. – Asintió en respuesta a laexpresión de mis ojos -. Sí. Supongo que te estoy pidiendo que quebrantes la ley. Aunque no del todo, querido. – Kittredge me dio uno de esos besos húmedos de primos -. Escribe las cartas más largas que puedas. Con información suficiente como para que nos condenen a la horca.
Se rió de manera extraña, como si no hubiera nada más sensual que la conspiración misma.
No miré la nota hasta que estuve en el avión. Eran unas pocas líneas.
Envía el sobre por valija diplomática y dirígelo a Polly Galen Smith, carretera AR-105-MC. Cuando la valija llegue a Washington, tus cartas serán enviadas a un apartado de Correos en Georgetown, propiedad de Polly, pero que uso yo. Me ha dado la llave, pues ella tiene otra para su uso personal. De modo que ni ella se enterará de que me escribes.
Besitos.
Montevideo
Domingo 14 de octubre de 1956
Querida Kittredge:
Desde que llegué no he salido de la ciudad. Por lo poco que me han dicho en la Embajada, nuestro trabajo es lo suficientemente pesado para exigirnos sesenta y hasta setenta horas a la semana. Como resultado, lo único que podré ver por un tiempo es Montevideo, con su millón dehabitantes, la mitad de la población de Uruguay.
Mi hotel, el Victoria Plaza, es un edificio muy nuevo de ladrillo rojo, de dieciséis pisos de altura y me temo que con el aspecto de una caja de cartón. «Es el centro de la acción», me advirtió E. Howard Hunt antes de partir, y supuse que mi futuro jefe de estación lo sabría. Pues bien, sí, hay cierta acción: hombres de negocios de varías nacionalidades buscan hacer tratos en el bar del hotel. Como apenas me alcanza para pagar el cuarto, no hago más que caminar. El jueves, cuando llegué, mis dos superiores estaban ausentes, ocupados con asuntos de la Compañía, y Porriger, el hombreque me fue a esperar al aeropuerto, me dijo que recorriese la ciudad y le tomara el pulso, porque después ya no tendría oportunidad. En ese momento, según me dijo, estaba demasiado atareado para hacer nada mejor por mí.
Maravilloso. Tengo la sensación de que éste es mi último fin de semana libre antes de Navidad. Mis compañeros de la pequeña ala que ocupamos en el segundo piso de la Embajada se parecen a los mormones de Hugh. Individuos endemoniadamente cargados de trabajo.
También es triste estar solo en un país. Me encuentro tan cansado después de haber caminado eldía entero, que cuando termino de cenar todo lo que quiero es dormir, de modo que aún no puedo informarte nada acerca de mi inexistente vida nocturna. Me levanto temprano por la mañana para volver a caminar por la ciudad. ¿Me creerás si te digo que encuentro Montevideo casi seductora? Resulta extraño ya que, para una mirada casual, no tiene nada de extraordinario. En ese sentido, todo Uruguay parece provocar un interés modesto. No puede jactarse de poseer montañas, como los Andes. De hecho, apenas si tiene colinas, y carece de una selva amazónica. Sólo planicies onduladas, y ganado. Montevideo es un puerto sobre el estuario del Río de la Plata, donde éste sejunta con el Atlántico, y el limo del lecho del río que divide Uruguay de Argentina da al agua un tinte marrón grisáceo, de textura arcillosa, que no evoca para nada el azul Atlántico que conocemos en Maine. El puerto no es gran cosa, por otra parte. Parece Mobile, Alabama, o Hoboken, Nueva Jersey. Supongo que todos los puertos industriales son iguales. El acceso a los muelles está prohibido, de modo que no se puede llegar a la parte en que se hace la carga y descarga. De todos modos, el puerto parece sucio. Las grúas chillan a la distancia.
La calle principal, llamada Avenida 18 de julio, es bulliciosa, y tiene su predecible plétora detiendas. No hay nada de especial en ella. Las plazas exhiben la estatua de un general a caballo.
Muy bien, sé que te estarás preguntando qué tiene Montevideo de particular. Y te respondo: nada. Hasta que aprendes a mirar.
En este punto, hice a un lado lo que había escrito. No era una carta lo suficientemente entretenida para satisfacer a mi dama.
Montevideo 14 de octubre de 1956
Querida Kittredge:
Nadie podría darse cuenta de que está en América del Sur, al menos a partir de la idea preconcebida que yo tenía de este continente. No hay follaje espeso y muy pocos indios. Al parecer, todos murieron de enfermedades infecciosas traídas por los primeros europeos. En las calles se ve una población mediterránea: españoles, con una nota italiana. Gente seria, práctica. La arquitecturamás antigua, de estilo barroco español y colonial español, no es atrayente, a menos que uno esté preparado para pequeñas sorpresas. Esta tierra tiene un espíritu que yo no podía localizar hasta que logré verlo: me siento como si estuviera viviendo en un dibujo a tinta de Italia en el siglo XVIII. Supongo que me refiero a esos grabados que se encuentran en viejos libros de viaje ingleses, con uncaminante solitario que descansa en una loma y contempla un paisaje vacío. Todo está en reposo. Las ruinas se han ido desmoronando poco a poco y conviven pacíficamente con los edificios que aún siguen en pie. El tiempo es una presencia en lo alto del cielo, que apenas se mueve. La eternidad descansa al mediodía.
Por ejemplo: el Palacio Legislativo. Durante la semana todos los actos de gobierno tienen lugar allí. Es tan grande como una estación de ferrocarril y parece un cruce entre Versalles y el Partenón, pero sin embargo frente a esta enorme tarta de bodas, en la desembocadura de la magnífica y vacíaAvenida del Libertador General Lavalleja, se yergue un policía ataviado con el sombrero y la capa de un policía parisiense. Pasa un ciclista. Es domingo, pero ¡aun así! En una de las calles laterales del edificio, un hombre pequeño y regordete, vestido con un mono azul de obrero, entretiene a unoschicos haciendo una especie de malabarismos increíbles con una pelota de fútbol. Todo parece medieval. En la calle siguiente hay un mendigo sentado sobre un cajón; tiene el pie hinchado y lo ha extendido delante de él.
Ahora, por supuesto, hay toda clase de bullicio en algunas partes de la ciudad. Las tiendas tienennombres como Lola y Marbella, y sólo venden ropa. Este sábado hay hordas de compradores de aspecto materialista. Las reses cuelgan en las carnicerías, terriblemente sanguinolentas. De hecho, se come tanta carne en este país (¡ciento veinte kilos per cápita!), que es posible oler grasa debarbacoa en todas las esquinas. El olor se mete en todo lo que uno come, pescado, pollo, huevos. Proviene de los grandes bovinos que galopan por las pampas. Pero no es este olor de las parrillas el elemento que encuentro único. Son las calles laterales. Montevideo es una ciudad que se desparrama, y las partes antiguas permanecen; sólo se les hace una suerte de refacción. La mayoríade los nativos no viven en la historia tal cual la conocemos nosotros. Cuando me marché de Washington, todo el mundo estaba preocupado por Hungría y Suez y la campaña presidencial. Ahora me siento alejado de los problemas del mundo. En Montevideo, todos los relojes públicosparecen haberse detenido. Siempre es las nueve o las dos y media o las cinco y veinte en diferentes partes de la ciudad. Evidentemente, en Uruguay nunca sucederá nada en la escala de la historia mundial. Supongo que el truco consiste en saber cómo vivir por vivir.
Los coches, por ejemplo. Aquí los aman. Se ven vehículos viejos de todas las marcas, algunosde más de veinte años. Continuamente los emparchan y los vuelven a pintar. Creo que los dueños no tienen dinero para comprar toda la pintura de una sola vez, de modo que empiezan con medio litro y cubren primero las partes más oxidadas con el primer pigmento que encuentran, que por lo general alcanza nada más que para media puerta. Después, un mes más tarde, cubren otras partesoxidadas. Si no pueden encontrar la primera lata de pintura, usan otro color. Al cabo de un tiempo, los coches parecen polichinelas de vanos colores. ¡Cuánta vitalidad! Debo decir que se pavonean como toros campeones en una feria.
En muchos vecindarios, sin embargo, las calles son pacíficas y fantasmales. La otra parte del mundo podrá avanzar vertiginosamente, pero no en una pobre manzana de casuchas destartaladas donde el único vehículo que se ve es un viejo Chevrolet color oliva pardusco, con brillantes manchones amarillos y naranjas. Es tanto el silencio, que me siento como si se estuviera en un bosque. No muy lejos hay un muchacho con un suéter amarillo, del mismo tono de los manchones amarillos del viejo coche oliva pardusco. Otro automóvil viejo, en otra calle vieja, está alzado sobre un gato por la parte delantera, con el capó tan abierto que parece un pato graznando. Lo han pintado de un azul sucio, brillante. En un viejo balcón han puesto ropa a secar. Te aseguro, Kittredge, que una de las camisas tiene el mismo tono azul sucio del coche.
Creo que cuando un país permanece protegido de las tormentas de la historia, los fenómenos más pequeños adquieren prominencia. En una pradera de Maine, protegida de los vientos, las floressilvestres surgen en los lugares más extraños, como si su único propósito fuera deleitar los ojos. Aquí, a todo lo largo de un edificio bajo, común y corriente, del siglo XIX, veo una paleta continua de piedra y estuco: marrón y marrón grisáceo, aguamarina, gris oliva y mandarina. Luego, lavanda. Tres piedras fundamentales, en tonos rosados. Así como los coches reflejan los sedimentos deantiguas latas de pintura, bajo el omnipresente hollín ciudadano está este otro despliegue más sutil. Empiezo a sospechar que esta gente mira sus calles con un ojo interior; si han pintado un letrero de verde musgo, entonces allí, en el extremo de la calle, alguien decide pintar una puerta con el mismotono de verde. El tiempo y la suciedad, la humedad y el yeso descascarillado contribuyen a dar colorido a la vista. Las viejas puertas empalidecen hasta que ya no es posible determinar si el original era azul o verde o de algún misterioso tono de gris que reflejaba la luz del follaje de la primavera. Recuerda que aquí, en el hemisferio Sur, octubre es como nuestro abril.
En la Ciudad Vieja, en una calle que baja hasta el borde del agua, la playa, gris como la arcilla, está desierta. Al fondo, se ve una plaza vacía con una columna solitaria que se recorta contra el mar. ¿Podrán haber seleccionado el lugar para demostrar que De Chirico sabe pintar? En estos paisajedesolados, a menudo se ve una figura solitaria vestida de luto.
La Ciudad Vieja, y la no tan vieja, y la ciudad que han levantado en estos últimos cincuenta años, se van desmoronando poco a poco. ¡Cuántos sueños habrá inspirado la construcción de todas estas volutas y espirales y ventanales! En las calles comerciales hay fachadas con intercolumnios ybalcones de hierro forjado, ventanales redondos, ovalados, ojivales, ventanales góticos y art nouveau, y techados con balaustradas y frontones rotos. Hay portales de hierro que se inclinan en distintas etapas de decadencia, puertas viejas que han perdido pedazos de molduras, y ropa puesta asecar que cuelga en las aberturas de espléndidos ventanales.
Kittredge, perdóname por darte tantos detalles después de sólo unos pocos días, pero, ¿sabes?, nunca tuve oportunidad de disfrutar de Berlín, o tan siquiera de contemplarla. Sé que esperabas un poco más de sustancia, pero una regla para seguir en estos casos es asegurarse de que la manera deenviar la correspondencia realmente funcione.
Devotamente tuyo,
No recibí respuesta durante dos semanas. Luego llegó una breve nota. «Ahórrate lo sublime. Envía lo sustancioso. K.»
había previsto, las dos semanas
siguientes hubo muchotrabajo en la
Embajada, y el único cambio en mi vida
personal durante este período fue
trasladarme
13 de noviembre de 1956
Querido Harry: perdóname por todo. Hay días en que me siento como Catalina de Rusia. Pobre Hugh. Pobre Herrick. Todo por culpa del impaciente hijo que llevo. Un espíritu imperioso habitará entre nosotros dentro de poco. Entretanto, debo decirte que al releer tu carta, tu danza de las latas de pintura de medio litro me pareció divertida. ¿Me comprarás uno de esos coches de colores alegrespara Navidad? Te echamos mucho de menos; Hugh sin darse cuenta, yo por los dos. Hay un espíritu querido entre los ausentes. No dejes de escribirme una bella carta llena de sustancia. Con detalles de lo aburrido de cada día, si quieres.
Tu número uno.
P. D. El envío de la correspondencia funciona a las mil maravillas en esta parte del mundo.Supongo que será lo mismo en la tuya.
16 de noviembre de 1956 Mi querida Catalina de todas las Rusias:
¡Prefiero mil veces los besos al knut! Como preguntas acerca de mi día de trabajo, paso arelatártelo. Ésta es una estación desdichada, lo cual se debe a que estamos esperando a que llegue E.Howard Hunt. El actual jefe de estación, Minot Mayhew, es un viejo funcionario del Servicio Exterior con muchísima antigüedad, de modo que pudo ingresar en la Agencia en 1947 como jefe de estación. Desde entonces ha actuado como tal en Bolivia y Paraguay. Ahora Mayhew espera lajubilación, de modo que no hace nada. No hay reuniones sociales. El trabajo es escaso. Entra a las nueve, con los demás, y a las diez va a ver a los agentes de Bolsa. Sin embargo, todos están de acuerdo en que hay en su trabajo un aspecto destacable: mantiene excelentes relaciones con el embajador. He oído historias espeluznantes, y estoy seguro de que tú también, acerca de lo horribleque es la situación cuando el embajador no se lleva bien con el jefe de estación. Aquí, gracias a Mayhew, nos dejan en paz en nuestra sección del ala del primer piso. El embajador, Jefferson Patterson, entiende español, pero lo habla con dificultad, de modo que Mayhew, cuyo cargotapadera es de primer secretario, hace parte del trabajo del embajador con los funcionarios uruguayos. Además, Mayhew ha ayudado a un club católico de fútbol de Montevideo trayendo equipamiento por correo diplomático. Aparte de eso, es un cero a la izquierda. Quien da las directivas es el subjefe de estación, un ex teniente de la Marina de la Segunda Guerra Mundial, decuello de toro, llamado Augustus Gus Sonderstrom. Augustus debe de haber sido un tipo muy duro en el pasado, pero ahora, si bien no se ha echado totalmente a perder, tiene una gran panza de tanto beber cerveza. Dedica todas sus energías al golf, pero saca provecho de ello. Se lleva al club de campo a nuestro oficial de Operaciones o al oficial de Comunicaciones para jugar en equipo confuncionarios del gobierno local y hombres de negocios. Eso crea un ambiente propicio para recibir favores. Aun cuando los rusos han introducido en el KGB un nuevo tipo de oficial llamado «chico alegre» (usa trajes londinenses en lugar del característico saco de arpillera ruso), todavía no soncompetitivos en golf o tenis. De modo que los contactos sociales de Gus Sonderstrom con los oficiales golfistas nos permiten anotarnos unos buenos tantos. Por otra parte, necesitamos toda la ayuda posible. El presidente del gobierno uruguayo, Luis Batlle, pertenece al Partido Colorado, que ha venido ganando todas las elecciones durante los últimos cien años. Es de orientación socialista, y no hace más que gastar y gastar. Uruguay es un verdadero Estado de bienestar, lo que puede ser la razón de su pacifismo y desmoronamiento. Este Luís Batlle es antiestadounidense y actualmente está a punto de celebrar un tratado con la URSS para exportar ganado y cuero.
Me explicaron todo esto en mi segundo día de trabajo real en la Embajada que, por cierto, es una espléndida mansión blanca de dos plantas. Probablemente anterior a la Segunda Guerra, tiene un porche con columnas de madera pintadas de blanco, y está situada nada menos que en la avenida Lord Ponsonby, junto a un parque tan maravillosamente trazado que sólo podría haber sidodiseñado por un jardinero paisajista parisiense, alrededor de 1900. Puedo asegurarte que en esta parte de Montevideo nada se desmorona. Nuestra Embajada es inmaculada, como un uniforme naval. En nuestra entrevista, Sonderstrom quiso saber cómo juego al tenis. Al parecer, necesitamos otro buen jugador para las intrigas del club de campo. Gus me preguntó si había traído una raqueta.
Bien, cuando mi padre se enteró de mi traslado a Uruguay, me envió una advertencia en una de sus infrecuentes cartas: ¡debía evitar el circuito de tenis y golf! La idea, según Cal, es que los oficiales jóvenes que pasan el tiempo de esta manera deben poseer un control total sobre la técnica.Si juegas contra un diplomático extranjero, debes dejar que Su Excelencia gane el set, pero si juegas con tu jefe un partido de dobles contra la pareja del Departamento de Estado, por nada del mundo puedes dejar mal parada a la Agencia. «En mi opinión, hijo mío -me decía Cal-, tú no posees esa maestría necesaria. Me gusta tu servicio (cuando entra es extraordinario), y tu saque sobre lacabeza, pero tu revés no es digno de un oponente que sepa cómo contrarrestarlo. De modo que no te acerques al tenis.» Consciente de que mi padre estaba en lo cierto, argumenté que ni siquiera sabía sostener una raqueta. Cuando pasó al golf, dije:
–Señor, la primera vez que pisé un campo de golf, hice un primer hoyo en cinco.
–Fantástico -dijo Sonderstrom-. Sí, señor, y un segundo en trece y un tercero en quince. Para entonces, ya había perdido todas las pelotas.
En realidad, no soy tan malo, pero no se lo iba a decir.
–¿En qué deportes eres bueno? – preguntó Sonderstrom.
Le dije que me atraía boxear y escalar rocas. Eso bastó. Gus gruñó y me dijo que en Uruguay no había muchas rocas. Con respecto al boxeo, mejor sería que no lo practicase en los bares. Me di cuenta de que obligaría a jugar más a los oficiales que tenía disponibles en ese momento, y dejaría que yo me encargase del exceso de trabajo de escritorio. Por otra parte, como ante sus ojos yo soy ahora un boxeador, se cuidará de mostrarse sarcástico conmigo. Realmente, está fuera de forma.
Supongo que una de las consecuencias de no jugar al golf ni al tenis es tener que recibir unatarea nocturna de uno de los oficiales de Operaciones. (¡Sí, juega al tenis!) Quizá no sea más que el trabajo que siempre le pasan al último en llegar. Lo realmente irónico, es que se trata del tipo de tarea que más me gusta, porque, en parte, se parece a una aventura de capa y espada, aunque noquiero que te engañes. Sólo es una noche a la semana, y no podría ser más atípica de la manera en que paso el resto de mi tiempo de trabajo.
Esta modesta operación, AV/ALANCHA, involucra a siete adolescentes de una pandilla local de más o menos decentes jóvenes católicos de derechas. Lo hacen por la satisfacción ideológica, laexcitación y, por cierto, el dinero. A cada uno le pagamos el equivalente de diez dólares por noche. Su tarea es salir una vez a la semana, protegidos por la oscuridad, estropear los carteles comunistas y pintar nuestros eslóganes, es decir, los de su partido católico, encima de los eslóganes de los Rojos. Algunas veces, cuando las pandillas comunistas estropean nuestros carteles, pegamos otrosnuevos. Confieso que me gusta la acción, y me caen simpáticos los muchachos, aunque debo admitir que anduve por la calle con AV/ALANCHA sólo una vez, y eso porque pude convencer a Sonderstrom de que era parte de mi deber formarme una idea general de la operación. De hecho, laparticipación activa se considera demasiado arriesgada para la Agencia, pues nuestros siete muchachos de AV/ALANCHA topan de tanto en tanto con alguna pandilla de los MR O, tipos verdaderamente recios, de ultraizquierda, que creen en la insurrección armada. No sólo se producen riñas callejeras, sino que además hay arrestos. Si en una ocasión de ésas me llegara a llevar la Policía, podría caer en manos equivocadas. Al parecer, los flics de Montevideo provienen de distintos sectores políticos, derecha o izquierda. Depende de la comisaría. (Después de todo, estamos en América del Sur.) Sonderstrom me permitió establecer mis credenciales con estos chicos una sola vez, pero luego me prohibió volver a salir con ellos. «No pude dormirme hasta que regresaste», me dijo Gus al día siguiente. Volví a las cinco de la mañana y, siguiendo sus instrucciones, lo llamé a su casa; se mostró aliviado al oír que no tenía nada irregular que informar. Aun así, la tensión subsiste. ¡Imagínate! Recorrer las calles a las dos de la madrugada en un viejocamión, y trabajar a la luz de una linterna mientras se ve pasar ocasionalmente a algún vagabundo o a algún borracho. ¿Serán espías de los Rojos? Estábamos borroneando los carteles del PCU (Partido Comunista del Uruguay), y eso nos llevó a vecindarios de obreros. A las dos de la madrugada, esos barrios son tan silenciosos como cementerios. Me recordó los tiempos en que era un adolescente,cuando la adrenalina palpita en las piernas como la primera vez que se prueba el alcohol.
Ahora, sin embargo, cuando los martes salgo con mi pandilla, me situó a ocho manzanas de distancia en uno de nuestros coches con radio y me mantengo en contacto con AV/ALANCHA i, através de su walkie-talkie. Él lo prefiere así. AV/ALANCHA i, un chico delgado pero fuerte, y muy recio, con una gran cabeza cubierta de espesos rizos negros, me asegura que se sienten mejor si yo estoy libre, a cierta distancia, listo para sacarlos bajo fianza u hospitalizarlos si las cosas van mal.
No obstante, Sonderstrom me ordena que después recorra las calles y me asegure de que hanhecho su trabajo. Le obedezco, pero no me gusta. Los chicos se arriesgan mientras yo estoy a salvo en mi coche con radio, y luego debo actuar con desconfianza. Aun así, Sonderstrom, cuya expresión, por lo general, es la de alguien que vive oliendo algo podrido, no está del todo errado. En ocasiones, los muchachos dejan el trabajo a la mitad, se ponen nerviosos y se largan. Después, desgraciadamente, no me lo dicen. Tomo nota de ello, pero de todos modos les pago. Si las cosas empeoran, lo discutiré con AV/ALANCHA I.
El resto de mi trabajo diario no es tan atractivo. Al comienzo la Agencia debe de haber temidoque no hubiera suficiente trabajo para mantenernos ocupados, pues nuestras tareas pueden ser un tanto intangibles, y el país parece inmenso. (Todos los países, incluso los más modestos, como Uruguay, son inmensos cuando no hay más que un puñado de gente en un despacho.) De maneraque idearon un método para asegurarse de que siempre haya mucho que hacer.
Día típico:
Entro a trabajar a las nueve, tomo café y empiezo a leer los diarios locales. Dado mi conocimiento de español, eso podría tomarme dos horas, pero lo reduzco a treinta minutos. Poco apoco, con el transcurso de las semanas, los matices de la situación política se van aclarando para mí. Por supuesto, también hablo de las personalidades políticas y acontecimientos locales con los otros dos oficiales de Operaciones y el oficial de Comunicaciones, además de con el ayudanteadministrativo de la estación, que es el secretario de Mayhew. Kittredge, ¡ése es todo el personal de la oficina! Fuera de la Embajada nos jactamos de contar con dos operadores capacitados bajo contrato. Más adelante te daré los detalles.
Mientras juntos repasamos las noticias de los periódicos, recojo lo que puedo de ShermanPorringer, el oficial principal de Operaciones, que es quien más sabe de política uruguaya. Todos los aspectos que menos me interesaban durante la instrucción, como sindicatos, maniobras de los partidos locales, etcétera, son ahora la esencia de nuestras discusiones diarias.
Una vez efectuado el análisis de las noticias locales, leemos el tráfico de cables de la noche anterior, primero los propios y luego los de nuestros asociados, ya que nunca sabemos cuándo tendremos que sustituir a alguien. Si, por ejemplo, mi compañero oficial de Operaciones, Jay Gatsby (¿puedes creerlo? ¡con ese nombre y es uno de los tipos más aburridos que he conocido!),está jugando al golf con Sonderstrom, y de pronto llega su agente número uno, AV/IDEZ, es evidente que debo conocer algo de los proyectos de Gatsby.
Muy bien, una vez que hemos digerido los cables recibidos, redactamos los mensajes que enviaremos y los hacemos circular para que todos sepan de qué van. Después de alguna llamada telefónica, ya hemos llegado a la hora del almuerzo. Por la tarde dedico bastante tiempo a estudiar los viajes de los funcionarios uruguayos, muchos de ellos simpatizantes de los comunistas, que visitan Paraguay, Brasil o Argentina para reunirse con colegas partidarios. También encontramos una cantidad sorprendente de misiones comerciales a los países de Europa Oriental y la URSS.Nuestro agente AV/ÍO, que trabaja en la Aduana uruguaya, en el aeropuerto de Carrasco, vigila estos movimientos. Nuestras carpetas abultan. Pero se necesita tiempo. Todo consume tiempo. Una noche invité a comer a AV/ÍO (un sórdido padre de familia encantado de poder disfrutar de unabuena comida) y le pedí que reclutara a otro agente, a quien llamaré AV/ÍO I. Me hizo pensar en los Jueves de Hugh. Creo que la estación todavía no cuenta con agentes que ocupen puestos de responsabilidad en el gobierno, pero te aseguro que no es difícil reclutar a los de menorimportancia. Sólo se necesita dinero. AV/ÍO 2 estará ansioso por sacar buen partido de su puesto enel control de pasaportes para tomar nota de los uruguayos que regresen con visados de los países satélites.
Por supuesto, después de localizar a los comunistas locales, hay que pensar en qué hacer con lainformación. La falta de iniciativa de Mayhew es ofensiva. Me gustaría intentar convertir a algunos de estos comunistas uruguayos en agentes dobles, pero Sonderstrom me dice que aguarde a que llegue E. Howard Hunt.
Digamos que para entonces ya son las tres y media en el despacho. Echamos un vistazo a loslegajos de los extranjeros que asistirán a la recepción que se ofrece esta noche en la Embajada. Debemos estar preparados para advertir al embajador si hay algún invitado dudoso.
Finalmente, gracias a los servicios de AV/ELLANA, nuestro periodista uruguayo (que trabajaen la sección de noticias de sociedad), nos enteramos de quiénes son invitados a otras embajadas. Puede sernos de valor saber que un funcionario uruguayo, que secretamente es miembro del PCU, está en la lista de invitados de la Embajada británica. ¿Lo estarán cortejando los ingleses, o les estará dando gato por liebre? En caso de que se trate de esto último, ¿debemos enviar unaadvertencia?
Al caer la noche, uno o dos de nosotros puede tener una cita con un agente en un bar o un piso franco. (Todavía no hago eso, lamentablemente.) Después empieza el trabajo nocturno. Como noocupo mis horas jugando al golf o al tenis, y tengo esmoquin, estoy encargado de asistir a las recepciones de nuestra Embajada y de las embajadas extranjeras. Resulta divertido. En Berlín, jamás fui a un cóctel. Aquí salgo todas las noches. Mi esmoquin provoca los comentarios sardónicos de Sherman Porringer. Dice que soy un hombre del Departamento de Estado que usa laCompañía como tapadera. Este ingenioso Porringer, otro de esos graduados de Oklahoma, de ojos de búho y barba azulada aunque se afeite dos veces al día, es un buen ejemplo de la heroica propensión de la Agencia a trabajar sin descanso. Además, es el hombre de confianza deSonderstrom. Porringer es quien más casos tiene a su cargo, quien está casado con la mujer más desdichada, quien mejor comprende la política uruguaya y (debo reconocerlo) hasta resulta creativo, comparado con el resto de nosotros, cuando inicia alguna nueva operación. No obstante, está desesperadamente celoso de mi habilidad social en fiestas y bailes. Porringer asiste a reuniones,pero siempre causa una impresión equivocada. Poco o nada atlético, ha compensado su deficiencia levantando pesas (tiene un juego completo en su casa), pero sólo ha logrado desarrollar excesivamente un torso que descansa sobre unas piernas que parecen postes de hormigón. Cuando saca a una dama a la pista de baile se desplaza con dolor espiritual. Como tiene una de esasmentalidadades disciplinadas y metódicas para las cuales basta con desear una cosa para obtenerla, está acostumbrado a decirle a cada una de sus extremidades qué debe hacer. Mar agitado para la pareja de baile.
Entretanto, yo me divierto un poco con Sally, su mujer. Es tonta y estrecha de miras, odia Uruguay, no quiere aprender español, despotrica contra la estupidez de los sirvientes locales, pero sabe bailar. Lo pasamos en grande. Debo decir que es una lástima que no sea más dedicada como esposa de un miembro de la Compañía. Si quisiera, sería capaz de cautivar a unos cuantos diplomáticos extranjeros, lo cual, después de todo, es lo que se espera que hagamos. Sonderstrom, que asiste religiosamente a estas reuniones (ha llegado a tomar lecciones de tango) me llevó aparte antes de ir yo a la primera.
–Busca tu foco, Hubbard -me dijo-. Cuando nos encontramos con los rusos en la misma recepción, todos los ojos están atentos a lo que pasa entre nosotros.
–¿Debo confraternizar, entonces?
–Con cautela. – Y procedió a describir los peligros y potencialidades: si bien uno no debesepararse del grupo y hacerse amigo, puede establecer ciertos contactos-. Aunque no debes concertar una cita para almorzar sin autorización previa -me aclaró.
No te costará demasiado imaginarte el papel que podría desempeñar Sally Porringer en esto. De hecho, la he alentado para que baile con alguno de estos diablos rojos, pero ella se niega.
–Sherman me ha advertido que si alguna vez me ve flirteando con un comunista, me mete la teta izquierda en un exprimidor.
–Bien -le respondí-, dile que hable con Sonderstrom. Hay muchos caminos que conducen aRoma.
–¿Qué estás insinuando, tío? – preguntó-. Soy una mujer casada y con dos hijos. Caso cerrado.
Después de eso, por primera vez, su vientre rozó el mío mientras bailábamos, tan suavementecomo una mano acaricia otra mano en la oscuridad de un cine. Kittredge, las mujeres ¿juegan con dos barajas? ¿Por qué sé que Sally Porringer se muere por flirtear con los rusos? Incluso he escogido al candidato. Un recién llegado, el subsecretario Boris Masarov, cuya atractiva esposa,Zenia, es la rusa más bella que he visto. Muy femenina (si bien ligeramente rolliza), con pelo oscuro como el ala de un cuervo y enormes ojos negros. Zenia no deja de mirar a los hombres. Intercambiar una mirada con ella es como perder pie cuando bajas una escalera. ¡Qué sacudida! Boris, por otra parte, parece el más simpático de la legación rusa. Un osezno de buen tamaño,aunque de porte más bien académico, rostro joven y bien rasurado, con una melena canosa y expresión triste, sabia y agradable. Los otros, por lo general, son unos brutos, o chicos alegres trajeados en Londres.
¿Sabes?, hay tanto que contar, y tan poco tiempo. Son las dos de la madrugada. Trataré de continuar esta carta mañana por la noche. Pensando en lo que he escrito, me doy cuenta de que mi vida no podría ser más diferente que en Berlín. Allí supe lo que significaba ser prematuramente viejo. Ahora me siento joven, pero listo para ocuparme de unas cuantas cosas. Hugh estaba en locierto. Éste es el lugar indicado para poder desarrollarse.
No enviaré esta carta hasta terminarla. No dejo de escandalizarme por contarte tantas cosas prohibidas. Me siento como si estuviese quebrantando un voto solemne, o algún otro malestarromántico por el estilo. Y todo por la promesa hecha a mi dama. Maldición, Kittredge, ¿no serás una agente soviética que me ha atrapado?
Querida Kittredge:
Intentar transmitir la sensación de estos campos de batalla del espionaje parece comparable, a veces, a tratar de rastrear una enredadera en medio de la maleza. Por ejemplo, ¿cómo describirte a AV/UTARDA? Es Gordon Gordy Morewood, uno de nuestros dos oficiales de Operaciones bajocontrato, un hombre de mucha experiencia que trabajó para los británicos en Hong Kong en la década de los treinta, y desde entonces ha hecho algunos trabajos para nosotros en Viena, Yugoslavia, Singapur, Ciudad de México, Ghana. Cualquiera pensaría que el hombre debe de ser fascinante: siempre solo, en un país desconocido, jamás dentro de una base o estación, igual que un detective privado que acepta trabajos y recibe su paga. Pues Gordy causa una terrible desilusión cuando uno lo conoce. Es un escocés pequeño y cerrado, de unos sesenta años, cojo (por la artritis, creo, no a causa de una herida de bala) y de carácter enojadizo. Un pobre representante de los espíasviejos. Todo lo que parece importarle son sus emolumentos, que infla de manera desconsiderada. A juzgar por sus cuentas de gastos, este hombre come bien. Minot Mayhew se niega a tratar con él. Eso hace que pasemos muchas horas al teléfono. Gordy llama continuamente, preguntando por el jefe de estación, y debemos ocuparnos de él y recibir las bofetadas. Con su vocecita desagradable dice: «Mira, querido novicio bisoño, eres totalmente incapaz de ocultar el hecho de que Mayhew está en alguna parte de la Embajada, eludiéndome. No puedo hablar contigo. Estás demasiado bajo en la escala».
Mientras lo escribo, suena interesante, pero no lo es. Su voz es un gimoteo insoportable. Siempre quiere más dinero, y sabe que si nos molesta lo suficiente, lo obtendrá. Es, por cierto, muy hábil en valerse de su tapadera para incrementar sus entradas, y posee un negocio de importación y exportación en el centro de la ciudad. Es el arreglo perfecto para Morewood, quien importa productos de gastronomía para el economato de la Embajada, lo cual hace imposible llevar un control detallado de sus finanzas. Nuestra oficial administrativa, Nancy Waterston, una solterona dulce, fea, inteligente y trabajadora, totalmente fiel a Minot Mayhew (por la única razón de que éles su jefe) también le es fiel a Sonderstrom porque dirige la estación, y al resto de nosotros porque cumplimos con nuestro deber patriótico. No es necesario agregar que ama a la Compañía más que a su iglesia o su familia. Imaginarás cuan cuidadosa y remilgada es. Mucho me temo que Gordon Morewood le cause un colapso nervioso. Revisa al detalle sus cuentas, pero el hombre ha tejido una telaraña en la que se enredan todos y cada uno de los buenos principios contables de la solterona.He visto a Nancy Waterston a punto de llorar después de una sesión telefónica con Gordy. Él siempre presenta nuevos proyectos, nuevos albaranes, nuevas facturas, nuevos gastos por los quepide rembolso. Se aparta tanto de las prácticas de contabilidad comunes y corrientes que no hay forma de seguirle los pasos. En una ocasión, Nancy estaba tan desesperada que importunó a Mayhew para que autorizara la llegada de un auditor de primera línea a Montevideo. A pesar de que Mayhew detesta a Gordy, no envió el cable, lo que me hace sospechar que Gordy tiene un respaldo influyente en Washington. Tomando cerveza con uno y otro de mis compañeros (Sonderstrom, Porringer, Gatsby y Barry Kearns, el oficial a cargo del economato de la Embajada), he oído que la posición de Gordy es sacrosanta. No podemos decirle adiós.
Además, no podemos darnos ese lujo. Es muy bueno en su trabajo. Por ejemplo, sin Gordy nopodríamos tener un equipo móvil de observación (AV/EMARÍA 1, 2, 3 y 4), que consiste en cuatro
conductores de taxi. Gordy en persona adiestró a estos tipos (con un recargo del cien por cien sobre el precio que consumieron las horas de instrucción, lo sabemos), pero al menos los tenemos operando, y traen buena información. Sin la ayuda de Gordy, con todo el papeleo del despacho y nuestro deficiente español, ¿qué tiempo tendríamos (y qué experiencia) para adiestrar observadores móviles? Habría que traer expertos de México o de Washington, y eso sí que costaría mucho dinero.
De modo que no podemos darnos el lujo de decirle adiós a Morewood. Es el único profesional consumado entre nosotros, y cuando se presenta un verdadero problema, tenemos que llamarlo.
Tuvimos una operación que caracterizamos de engorrosa. Intentábamos que la Policía arrestase a un funcionario uruguayo convertido en agente soviético. Nada automático.
Pero permíteme ir por partes. Hace un mes, justo antes de que yo llegara, recibimos una alerta de la división del Hemisferio Occidental que nos dio buenos motivos para que nos interesásemos enun caballero llamado Plutarco Roballo Gómez. Un año antes, el FBI había informado que Gómez, entonces en Nueva York, destinado en la delegación uruguaya en las Naciones Unidas, estaba flirteando con los soviéticos. Cuando trasladaron a Gómez a Uruguay, con un buen cargo en elMinisterio de Relaciones Exteriores, decidimos encargar a Gordy que averiguara un poco más acerca del hombre.
Gordy se ha enterado de que Gómez asiste todas las noches al casino de Carrasco, y siempre necesita dinero. Sin embargo, los martes por la noche visita a su madre en la casa que ésta poseecerca del parque José Batlle y Ordóñez, junto al cual está nuestra Embajada.
Requerimos los servicios de nuestro equipo de observación móvil, AV/EMARÍ A 1, 2, 3 y 4, e hicimos que se turnaran para seguir el coche de Gómez. Durante el último viaje que hizo a la casade su madre, Gómez se internó en el parque, se apeó del automóvil y se puso a caminar. Como los senderos no estaban muy bien iluminados, Gordy pudo seguir a Gómez discretamente a pie, hasta que lo vio desaparecer detrás de una mata de arbustos. Al cabo de unos minutos, Gómez emergió y cruzó a un sendero próximo, donde enderezó un banco caído, obviamente una señal de que ya habíadejado un mensaje secreto en alguna parte. El martes siguiente, justo después de que oscureciera, recorrimos el área alrededor de los arbustos. Porringer, Sonderstrom y Morewood tuvieron una larga espera, pero a las diez de la noche apareció un hombre que Sonderstrom reconoció como unagregado de la Embajada rusa, metió un sobre en el hueco de un árbol y, al pasar junto al mismo banco, se detuvo un instante y lo volteó. Gómez vino un cuarto de hora más tarde, cogió el sobre del hueco del árbol, enderezó el banco y volvió a su coche.
Gran parte de la semana siguiente nos la pasamos discutiendo sobre qué hacer. El tráfico decables aumentó. Se discutió si convenía seguir utilizando a Morewood. Ya nos había cobrado una buena suma y, además, Sonderstrom tiene su orgullo. El viernes, en lugar de disfrutar de una buena tarde de golf con el jefe de Policía y su asistente, Gus los invitó a almorzar. Mientras tomaban elcafé, Sonderstrom introdujo el tema de las indiscreciones de Plutarco Roballo Gómez. Capablanca, el jefe de Policía (sí, el mismo apellido del campeón cubano de ajedrez), se enfadó incluso más que su asistente, Peones, y amenazó con escupirle la leche a la madre de Gómez. Se hicieron planes para sorprender a Gómez con las manos en la masa, y luego arrestarlo. Sonderstrom volvió a la estaciónde un humor excelente. Porringer, no. Al poco tiempo empezaron a discutir. Aunque la puerta estaba cerrada, se oían las voces. Pronto se abrió la puerta y Sonderstrom hizo entrar a Gatsby, Barry Kearns y a mí para que asistiéramos al debate. Supuse que quería refuerzos.
Porringer sostenía que Gómez era uno de los protegidos del presidente Luis Batlle, de maneraque el jefe de Policía no lo arrestaría.
Sonderstrom estaba de acuerdo en que se trataba de un elemento molesto en la ecuación.
-Aun así, uno aprende a conocer a un hombre cuando juega al golf con él. Capablancaaborrece perder la oportunidad de asestar un buen golpe. Veo al jefe de Policía como a un profesional.
-Mi instinto -replicó Porringer- me indica que debemos ir con cautela.
-No sé si es posible -dijo Sonderstrom-. Capablanca está dando los primeros pasos en este mismo momento. No podemos permitir que quede como un tonto ante su propia gente.
-Eso es cierto -dijo Gatsby-. A los latinos, como a los orientales, no les gusta hacer el ridículo.
-De acuerdo -dijo Kearns.
-En América del Sur -dijo Porringer- el jefe siempre puede cambiar de opinión. Sólo significa que el dinero proviene de otra dirección.
-¿Quién está a favor del arresto? – preguntó Sonderstrom.
Kearns levantó la mano, y lo mismo hicieron Gatsby y Sonderstrom, por supuesto. Yo estaba a punto de imitarlos, pero algo me lo impidió. Un sentimiento extraño, Kittredge. Tuve la impresión de que Porringer tenía razón. Ante mi asombro, lo apoyé. Estoy unido a Oatsie.
Bien, tuvimos una respuesta. El martes siguiente no pude unirme a mis colegas en el parque porque es la noche en que trabajo con AV/ALANCHA, pero de todos modos me enteré más tarde. Sonderstrom, Porringer, Gatsby y Kearns pasaron un par de horas en los arbustos, junto con unpelotón de policías uruguayos. El agregado ruso apareció a la misma hora, lo que es tener poco oficio. (Evidentemente, el KGB local se siente tan lejos de Moscú que sus oficiales pueden darse el lujo de no prestar demasiada atención a la seguridad.) De todos modos, se dirigió de inmediato al lugar señalado, dejó su mensaje, dio vuelta el banco, y se marchó. Por radio llegó la información deque Gómez había aparcado su automóvil y se acercaba a pie. Se encontraba a veinte metros del árbol cuando por uno de los senderos del parque apareció un coche patrulla haciendo sonar la sirena a todo volumen e iluminando un amplio radio con sus luces rojas giratorias. Gómez, por supuesto, desapareció al instante. Levantando el polvo con las ruedas y haciendo un gran estrépito, el coche patrulla se detuvo junto al árbol. De él descendió Capablanca. «Ah -exclamó el notable defensor de la ley y el orden, pegándose en la frente con una mano poderosa como una maza-, no puedo aceptar esto. Por radio me informaron que nuestro hombre ya había sido arrestado.»
En la confusión general, Porringer se las arregló para llegar al hueco del árbol y apoderarse del sobre. Al día siguiente, Sonderstrom lo llevó al Departamento Central de Policía. La nota enumeraba los documentos que Gómez debía fotografiar la semana siguiente. Sonderstrom sosteníaque eso bastaba para iniciar una investigación a gran escala.
No, señor, no podemos, le informó Capablanca. Es evidente que una potencia extranjera desconocida ha estado espiando al gobierno uruguayo, aunque es natural que tal cosa suceda. Se necesitaba más evidencia para proceder a una investigación. Debido a la lamentable falla en lascomunicaciones del martes pasado, por la que él, Salvador Capablanca, asumía toda la responsabilidad, no veía modo de actuar contra Plutarco Roballo Gómez. De todas formas, no le quitaría el ojo de encima. ¡Puedo oír cómo se ríe Gordy Morewood!
Son ahora las tres y media de la madrugada, y estoy cansado. Me despido ya, y quedo a la espera de tu próxima carta. Escribe pronto, por favor.
Besitos.
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