Una noche, en un bar de Miami, recordé que antes de un partido de tenis, Modene se vendaba las uñas con esparadrapo. Ignoro si se debió al alcohol, pero el hecho es que los ojos se me llenaron de lágrimas. Si hubiera tenido su número de teléfono en el bolsillo, y no en un sobre cerrado dentro de un cajón bajo llave en el despacho, la habría llamado.

No he dicho nada de mi vida privada durante este período, aunque no hay nada que valga la pena registrar. Salí con unas cuantas de las atractivas secretarias que trabajaban en JM/OLA; las señoritas buscaban marido, mientras que yo, por cierto, no iba detrás de una posible esposa. Prontovolvía a reunirme con mis camaradas de Zenith para tomar unas copas. Cuando bebía en exceso, interrumpía por un par de días y le escribía una larga carta a Kittredge.

Fue un período curioso. Todo había empezado a moverse cuando mi padre volvió de Tokyo, pero tenía instrucciones de reorganizar a JM/OLA y transformarlo en una operación más reducida. Para marzo la escala era menor, aunque el trabajo consumía igual cantidad de tiempo. Cada vez que ordenaba un traslado, a mi padre le remordía la conciencia: él mismo había sido enviado muchas veces a lugares del mundo que consideraba inapropiadas para sus méritos y habilidades; por eso,procuraba estudiar el 201 de cada oficial que debía trasladar a una estación indeseable, y revisaba el legajo por segunda vez si el hombre debía viajar con su familia. En un principio pensé que lo hacía por consideración hacia sus subalternos, hasta que me di cuenta de que también se estaba protegiendo a sí mismo, pues no quería un número excesivo de quejas poniendo en duda sus criterios.

Las incursiones cubanas que enviamos durante los primeros meses de 1963 eran escogidas con referencia al presupuesto. Cualquier proyecto que figurase en los libros desde hacía tiempo, y queen consecuencia hubiese acumulado gastos, recibía la aprobación de Cal antes que una nueva operación que pudiese resultar menos costosa. Como esta práctica significaba que se utilizaban los proyectos de Bill Harvey a costa de otros nuevos concebidos por Cal, pensé que era una actitud más que generosa, hasta que advertí que, nuevamente, el motivo de mi padre no era tan bueno. «No puedo explicar una y otra vez a los auditores de la Compañía -decía Cal- que anulo una operación infructuosa porque fue iniciada por Bill Harvey. Los auditores nunca atienden razones. Son todo lo perezosos que la ley les permite.»

Mi educación progresaba.

Sin embargo, nuestro principal problema durante ese período eran las continuas negociaciones entre la Casa Blanca y el Kremlin. Estos poderes estaban supervisando la retirada gradual de los misiles, y había obstáculos. Bobby Kennedy nos alentaba a que organizáramos una operación devez en cuando (nada importante, como para trastonar la transacción mayor), pero si Castro no respetaba ciertas promesas hechas por Kruschov, nosotros no teníamos por qué abandonar los ataques a la costa cubana. Una suerte de afinación. El inconveniente, no obstante, era que los exiliados no hacían más que pellizcar las cuerdas con sus ataques no autorizados. Alfa 66, el Comando 77, el Segundo Frente, el MIRR, o cualquiera de los grupos menos organizados (cuyos nombres variaban con tanta rapidez que no había tiempo de cambiar las etiquetas de sus carpetas) disparaban contra un barco soviético o hacían volar un puente en algún camino de tierra próximo a la costa cubana. Era como afinar los instrumentos con un diapasón chino. Los rusos protestabanaduciendo que nosotros estábamos detrás de aquellos actos de sabotaje, y eso, precisamente, era lo que los cubanos de Miami querían.

Desde el punto de vista de Kennedy, no era el momento propicio para esta clase de malentendidos. Los republicanos aprovechaban para agitar. El senador Keating, de Nueva York,que era una de las voces republicanas últimamente más oídas, sostenía que los soviéticos habían pertrechado una cantidad de cuevas cubanas con misiles no registrados. Helms no hacía más que enviar memorandos dirigidos a Cal pidiéndole que extendiera la Inteligencia. Pero era imposibleverificar nada. Según los informes que recibíamos de nuestros agentes en Cuba, Castro almacenaba tanques, municiones, e incluso aviones en esas cuevas. Si la entrada de la cueva tenía una puerta y un puesto de guardia, como era posible que ocurriese, cualquier campesino cubano que cooperara con un grupo clandestino podía confundir fácilmente un tanque de gas con un misil. Y si no era así,los exiliados cubanos trasmitían estas observaciones a Keating después de adulterar la interpretación.

Sí, se trataba de un equilibrio delicado. El 31 de marzo la Casa Blanca anunció que se tomarían«todas las medidas necesarias para detener las incursiones de los exiliados». Estas medidas pronto involucraron a la Guardia Costera, el Departamento de Inmigraciones, el FBI, la Aduana y JM/OLA. Según descubrí en seguida, el gobierno era un organismo con una cualidad notable: jamás miraba hacia atrás. El FBI incursionó en muchos campamentos de exiliados en el sur de Florida yencontró bombas y cargas de dinamita. Se acusó a cubanos locales. Se interrumpió nuestro apoyo financiero a Miró Cardona y a la Comisión Revolucionaria Cubana. El Consejo Nacional de Seguridad dio por terminadas las invasiones de Cal. «La política es como el clima -fue la reacción de Cal-. Hay que esperar que cambie. La próxima vez que estés en Florida, guíate por este principio.» Se refería a un mensaje que puso sobre mi escritorio, proveniente de un caballero llamado Charlie Sapp, Jefe de la Inteligencia Policial de Miami. Decía: «La violencia, dirigida hasta el momento contra la Cuba de Castro, puede volverse ahora contra las agencias gubernamentales delos Estados Unidos».

-Llamé al señor Sapp -me dijo Cal-. No hacía más que hablar de los extremistas anticastristas. Temperamentos exaltados. Coyotes salvajes. Dice que desde octubre, cuando quedóclaro que no entraríamos en guerra, se ha formado un grupo marginal absolutamente fuera de control. En este momento, están depositando panfletos en los buzones de la Pequeña Habana, Coral Gables y Coconut Grove. – Cal me leyó uno-: «Patriotas cubanos, enfrentaos a la verdad. Sólo una cosa permitirá que los cubanos patriotas regresen triunfantes a su país: un acto inspirado deDios. Un acto que ponga en la Casa Blanca a un tejano que es amigo de todos los latinoamericanos».

-¿De quién proviene? – pregunté.

-No hay nombre. Lleva como firma: «Un tejano que protesta contra la influencia oriental queha terminado por controlar, degradar, corromper y esclavizar a su propio pueblo». La retórica apunta a la Sociedad de John Birch.

-Sí -dije-, todos nosotros, el pueblo esclavizado de los Estados Unidos.

-Bien, no es necesario que reacciones como un colegial -dijo Cal-. No se gana nada con esa actitud de superioridad hacia la Sociedad de John Birch.

-¿De qué diablos hablas?

Nunca me había dirigido a él en esos términos. Me había olvidado de su genio. Fue como abrir la puerta del horno.

-Está bien -le dije-. Te pido disculpas.

-Aceptadas -dijo, y no pude por menos que imaginármelo como un sabueso que atrapa un pedazo de carne al vuelo.

Pero yo no carezco de genio, tampoco.

-¿Crees realmente que estamos esclavizados?

Se aclaró la garganta.

-Estamos corrompidos.

-¿Por quién?

-Ésa es una pregunta compleja, ¿no lo crees? Mejor pregúntate si los Kennedy tienen sentidode un valor a priori.

-¿Y en caso de que no lo tengan? Respiraba pesadamente.

-En St. Matt's, mi padre solía decirnos que el hombre que carece de valores a priori tarde o temprano hace un pacto con el diablo.

-Supongo que tú piensas lo mismo.

-Por supuesto. ¿Tú no?

-Yo diría que a medias.

-Ésa es una observación insatisfactoria -dijo Cal-. Un devoto a medias. ¿Por qué estás en la Agencia?

Estaba yendo demasiado lejos.

-Me gusta el trabajo -respondí.

-Tu respuesta es insuficiente. ¿No te das cuenta de que con Castro nos enfrentamos al comunismo en su peor forma? Atrae a las tres cuartas partes del mundo, que por cierto son las más pobres. Un hombre totalmente peligroso.

No contesté. Pensaba que sólo la mitad de Fidel estaba de acuerdo con la descripción de mi padre. La otra mitad podía resultar agradable a la mitad de los Kennedy que, en mi opinión, se inclinaba a entablar un diálogo con Fidel Castro. Pero también yo era un hombre a medias,dispuesto a convivir con el barbudo e igualmente dispuesto a ser cómplice de su eliminación instantánea. No, no podía contestarle a mi padre.

-¿Te sorprendería saber que nuestro querido amigo Hugh Montague podría ser el autor de esa carta de John Birch? – preguntó Cal.

-No -respondí-, de ninguna manera. Aunque el estilo le resultaría repelente.

-Aun así -dijo Cal- cree que hay una forma de encarnación satánica que está degradando, corrompiendo y esclavizando las virtudes y valores caballerescos que este país solía poseer.

-¿Tanto odia Hugh a Kennedy?

-Quizás.

-Ésa no es la impresión que recibo de parte de Kittredge.

-Hay muchas cosas que Kittredge ignora sobre Hugh.

-Sí, señor.

Había terminado la conversación. Sus ojos perdieron brillo y sus fuertes rasgos aparecieron ante mí como debían de haber aparecido en aquellos despiadados días de escuela, cuando estuvo a punto de formar parte del equipo nacional de fútbol.

-Cuídate en Florida -dijo.

Miami resultó estar muy tranquilo durante las siguientes dos semanas, pero había un ánimo hostil en la calle Ocho. Cuando bebíamos en los bares de siempre, oíamos bromas referidas a amenazas de petardos arrojados a través de las ventanas. Nuestra situación me recordaba las cálidas tardes de verano de la adolescencia, cuando el aire permanecía inmóvil durante horas y yo creía que esa noche sucedería algo, aunque luego no sucediera.

10 de abril de 1963

Querido Harry:

Empiezo a sospechar que Jack Kennedy tiene un Alfa tan activo (y lo mismo puede decirse de su Omega) que no sólo se siente inclinado a explorar en dos direcciones opuestas a la vez, sino quelo prefiere. Y te diré que sospecho que otro tanto ocurre con Castro. Me he enterado de muchas cosas especiales acerca de este hombre gracias a la declaración hecha por James Donovan a la Agencia. Acaba de regresar de Cuba, donde su misión consistía en obtener la libertad de una cantidad considerable de estadounidenses que están en las cárceles cubanas. Cuando Bobby le pidióa Donovan que realizara ese viaje, éste le respondió: «Dios mío, ya he multiplicado los panes y los peces. Ahora me piden que camine sobre las aguas».

Creo que es precisamente esta clase de humor irlandés la que le permite a Donovan llevarse biencon Castro. Por supuesto, ya se conocían. Castro llevó a Donovan y a su asistente, Nolan, a la bahía de los Cochinos, donde se sirvió el almuerzo en una lancha, y dedicaron una buena parte del día al submarinismo y la pesca. Mientras tanto, eran protegidos -esto me causa mucha gracia- por un barco ruso.

He aquí un fragmento de la conversación. A Hugh le pareció muy interesante, espero que a ti también.

-En noviembre pasado -dijo Donovan-, me presenté como candidato a la gobernación delEstado de Nueva York y fui derrotado. Empiezo a creer que en Cuba soy más popular.

-Es verdad, usted es muy popular aquí -dijo Castro.

-¿Por qué no convoca a elecciones libres? – preguntó Donovan-. Podría presentarme como candidato, y hasta es posible que me eligieran.

-Ésa es precisamente la razón por la que no tenemos elecciones libres -respondió Castro.

De aquí pasaron a una conversación política seria. Al parecer, Bobby está intentando conseguir que el Departamento de Estado levante las restricciones de los viajes a Cuba. Digo «intentando»porque Jack ha dejado ese asunto para un acuerdo entre el Departamento de Estado y el Fiscal General. Bobby está molesto. «Es absurdo -dijo- castigar a los estudiantes estadounidenses por querer echarle un vistazo a la revolución de Castro. ¿Qué hay de malo en eso? Si tuviera veintidós años, ése es el lugar que querría visitar.» Eso es lo que Donovan le contó a Castro.

Al oírlo, Fidel pareció interesado.

-¿Puede eso influir sobre el futuro de la política estadounidense? – preguntó.

-Bien -respondió Donovan-, las cosas pueden llegar a ser un poco más abiertas. Hemoscomenzado a ejercer presión sobre los grupos de exiliados. Desde su punto de vista, puede considerarlo como un paso positivo. Ahora la pelota está en su tejado. Si liberara a los prisioneros estadounidenses, quitaría un obstáculo fenomenal.

-Le haré una pregunta puramente hipotética -dijo Castro -. ¿Cómo cree usted que podríanrestablecerse las relaciones diplomáticas?

-Exactamente de la manera en que hacen el amor los puercoespines -fue la respuesta de Donovan.

-Conozco el chiste, pero no recuerdo la respuesta. ¿Cómo hacen el amor los puercoespines?

-Bien, Fidel -le dijo Donovan-, los puercoespines hacen el amor con mucho cuidado.

A Castro le divirtió mucho esto, y antes de que terminara la reunión, observó:

-Si yo pudiera tener un gobierno ideal en Cuba, no sería de orientación prosoviética.

-Tiene que ofrecer algo más que eso -replicó Donovan-. Debe llegar a sobreentenderse que Cuba no intervendrá en América Central y del Sur.

No avanzaron más, pero más adelante, en el transcurso de esa misma visita, un hombre llamado Rene Vallejo, amigo y médico personal de Castro, llevó aparte a Donovan. «Fidel -le dijo – quiere mejorar las relaciones en base a lo que habló con usted. Cree que es posible hallar la forma de hacerlo. Sin embargo, me veo en la obligación de informarle que ciertos altos funcionarios comunistas dentro del gobierno cubano se oponen decididamente a esta idea.»

A su regreso, durante su entrevista informativa, Donovan describió a Castro como «muy inteligente, astuto y relativamente estable». Más tarde, Nolan, su asistente, informó a Bobby Kennedy que «no fue difícil tratar con Fidel. Nuestra impresión no se ajusta a la imagen comúnmente aceptada. Castro no se mostró irracional en ningún momento, ni se presentó borracho,

o sucio». «¿Qué piensa usted? – le preguntó Bobby Kennedy a Nolan -. ¿Podemos negociar con ese tipo?»

Más allá de lo irónica que pueda parecer la pregunta, Bobby quería dar a entender con ella queacababa de absorber la información para una referencia futura. Sin embargo, Castro parece haberse tomado muy en serio la posibilidad de negociaciones. A partir de la sugerencia de Donovan, Lisa Howard, de la ABC, consiguió una entrevista de diez horas con Fidel y regresó de Cuba locamenteenamorada de él, según me temo. De hecho, aunque no quiso reconocerlo, puesto que al tratarse de una entrevista voluntaria existía un límite más allá del cual no podíamos aventurarnos, sospecho que tuvo una relación sexual con Castro.

Si te preguntas cómo consigo un conocimiento tan íntimo de este tipo de material, deduce lo quete resulte más obvio. Sí, estuve presente en la entrevista. Estoy en condiciones de decirte que Hugh ha encontrado, por fin, la forma de que la Agencia me aumente el sueldo, congelado desde hace años. Me ha sido concedida una licencia temporal, y ahora trabajo como agente contratado. La tarifadiaria es excelente, y puedo trabajar entre cien y doscientos días al año, ganando más que antes. De ese modo consigo misiones más interesantes y, según nuestro nuevo arreglo, soy de más utilidad para Hugh. Funciona bien. Arnie Rosen fue el enlace de Hugh para la primera entrevista de Donovan, y yo, al ver los resultados, me interesé y quise estar presente durante el reportaje de LisaHoward.

Es pequeña, rubia, y resultaría muy atractiva para los hombres, creo yo, si no padeciera de ese típico vacío de quienes trabajan para los medios de comunicación. Todos estos reporteros de latelevisión parecen huecos por dentro; superficialmente agradables, pero sin nada dentro. No son como las demás personas. ¿Será porque deben convivir con esas máquinas electrónicas? ¿O porque diariamente se ocupan de violar la intimidad humana? Carecen de integridad animal. Coincidirás conmigo en que la mayoría de los seres humanos estamos arraigados en ciertos animales. Parececorrecto referirnos a las personas como leoninas, osunas, bovinas, felinas, perrunas, mastodónticas, simiescas, bestiales. Evidentemente, digo esto para enfatizar lo que sigue: si los animales hablaran, ¿te imaginas lo espantoso que resultaría para el reino animal si tuvieran programas de televisión congorriones entrevistando a gorilas, o víboras conversando con caniches? Sería una violación de su inmanencia asumir la existencia de un lazo animal entre ellos capaz de permitir la comunicación instantánea sobre una variedad de temas, sin tomar en consideración su esencia privada. Por cierto, les quitaría el espíritu. No sería posible distinguir a los cocodrilos de las gacelas. ¡Espantoso! Bien,en mi opinión, eso es lo que sucede con los entrevistadores de la televisión. Lisa Howard se mostró inteligente, vivaz, ansiosa por complacer, y más ansiosa aún por hacer valer su opinión favorable de Castro. Sin embargo, en ningún momento dejó de parecer vacía. ¿Sabes?, cuanto más pensaba yo que había tenido un asunto con él, más perdía el respeto por el fabuloso Fidel. Se me ocurrió que sugusto debe de ser de ínfima categoría. Algo así como: «Soy moreno, tú eres una rubia americana, así que ¡hagámoslo!». Esa clase de hombres nunca busca la esencia. El colmo de la vulgaridad es vivir según la imagen. Recuerdo que pensé: «Señor Castro, está usted perdiendo muchos puntos».

Aun así, Lisa Howard tenía alguna información política sólida que transmitir, y trató de ser objetiva. Faltó, sin embargo, el detalle pequeño y simple de lo que ambos dijeron. Mucho nos llegaba predigerido.

Nos informó de que Rene Vallejo y el nuevo ministro de Asuntos Exteriores, Raúl Roa, favorecen un acuerdo con los Estados Unidos; el Che Guevara y Raúl Castro se oponen totalmente. Hugh y Cal deben de estar chupándose los dedos por esto. Castro está metido en un lío. Terminó diciéndole a Lisa Howard: «El presidente John F. Kennedy tendrá que hacer la primera jugada».

¡Sí, justo con tipos como Nixon y Keating!

Yo me retrepé en mi asiento y me dediqué a observarla. Soy muy buena para eso. No obstante, hice una pregunta. Fue muy poco profesional, ya que no había preparado el terreno, pero, despuésde todo, Rosen y un par de funcionarios expertos de la Agencia estaban a cargo de la sesión, y no era mi función hacer las preguntas. Por lo tanto, sólo pregunté:

-Señorita Howard, ¿diría usted que parte del deseo del señor Castro de acercarse a nosotros se debe a que está enfadado con Kruschov?

-No, en absoluto -respondió ella.

Es mucho más profundo que eso.

Su idea de profundidad no parece coincidir con la mía, por supuesto. Dudo que un hombre capazde ver en la pobre Lisa Howard la típica rubia de Hollywood pueda estar por encima del rencor personal.

Kruschov, ese seboso viejo campesino, debe de conocer muy bien a Castro, pues lo ha invitado a una larga visita a Rusia, quizá de un mes. Sospecho que lo agasajarán, le darán de comer y beber, leotorgarán algunos subsidios económicos (para compensar su desastrosa cosecha de azúcar) y volverá con renovada sangre comunista en las venas. Por cierto, el trato que le otorgó a Donovan puede haber tenido como propósito poner nervioso a Kruschov.

Aun así, me parece que estamos entrando en un período de grandes cambios.

Recibe mi cariño.

KlTTREDGE

28

Si bien yo estaba fascinado por Fidel Castro, lo que quiere decir, supongo, que me sentía atraído y repelido a la vez, no dudaba de mis sentimientos políticos. Estaba de acuerdo con Cal. Fidel era peligroso y no se podía confiar en él. ¿Sería por esta razón que mi padre y yo, a comienzos de mayo, empezamos a atravesar lo que califico como un período de manía altamente controlada? Si la descripción parece extrema, quizá lo sea, pero Cal controlaba el Personal de Asuntos Especiales (que remplazaba al Escuadrón Especial W), su despacho en el séptimo piso de Langley era amplio, su sillón impresionante, la luz bailaba en sus ojos, y nada nuevo se podía hacer. Como también estaba convencido de que mejorar las relaciones con Cuba era parte de la agenda de Kennedy, el idilio del caracol marino y la mantarraya, otrora disparatado, empezó a entrar en la zona de lo necesario. Si bien no creíamos del todo que funcionase, la posibilidad nos atraía. Cuando a finalesde abril llegó la información de que AM/LÁTIGO había acompañado a Castro en una de sussesiones de submarinismo, mi padre se convenció. Lo intentaríamos. Como otras tareas que atendía para él exigían mi presencia en Washington durante una semana, aproveché para supervisar el proyecto en los laboratorios de Servicios Técnicos.

Después de unas cuantas horas en ST, no dudaba del equilibrio mental de la familia Hubbard.Recibía la convicción de mi cordura. El personal de ST era completamente distinto al del resto de la

Agencia. No diría que eran más aniñados, pero desde el techo colgaban cartelitos con lemas; uno de los que recuerdo, decía: «Cuando fracase, no llores». Había otro: «La blastogénesis es una forma de ingenuidad». No sé qué quería decir eso. Los laboratorios me parecieron curiosos. Si bien había otras secciones de la Agencia, como por ejemplo el Directorio de Inteligencia, donde la mitad de los hombres eran calvos y todos usaban gafas, ahí, en ST, las personas parecían felices. Algunos recorrían los pasillos emitiendo sones operísticos; otros conservaban la cabeza enterrada entre los informes.

Me habían asignado un técnico, al que llamaban Doc, que era joven, delgado, con tripa, medio calvo y con gafas. No era de esas personas que uno separa automáticamente cuando están en medio de un grupo, pero él tampoco esperaba ser reconocido. Tenía los ojos clavados en el proyecto. Buscábamos un caracol marino con una mantarraya por escolta. Vi la verdadera felicidad en Doc.

-Esto nos llevará a un par de lugares a los que jamás accedimos. Yo diría que se nos debe informar si es necesario enviar algunos especímenes vivos a nuestro estanque, o enviar parte del equipo a Miami. – Extendió la mano en señal de disculpa-. Estoy pensando en voz alta.Perdóneme, pero los problemas son formidables. Antes de efectuar cualquier movimiento hay que pensarlo muy bien, pues de lo contrario podríamos hacer en el presupuesto un agujero formidable. Sé que no habrá una carrera de obstáculos para que desde arriba nos den el visto bueno, después de todo, usted viene de arriba, pero debemos presentar un perfil viable. Y, por supuesto, verificar elcaracol. ¿Instalamos suficiente material para una explosión adecuada? ¿O deberíamos poner una mina debajo? Es mejor prepararse para eso. Las minas son muy sensibles.

Para mi siguiente visita, esta cuestión había sido resuelta.

-Se puede almacenar material suficiente en la concha de un buccino -aseguró Doc- como para abrir un agujero negro en el espacio. Destrucción total en un radio de treinta metros.

La mantarraya, sin embargo, presentaba dificultades. ¿Intentarían usar una viva?

-Sería poco viable -dijo Doc-. Tendríamos que drogar al señor Manta, y en ese caso noreaccionaría. Entendemos que el animal debe ser lo bastante feroz para atacar y hacerse atravesar por un arpón.

-Exactamente.

-Con su aprobación, estamos en condiciones de construir nuestro propio prototipo de mantarraya con fibra sintética. Provisionalmente, llamémoslo un «mantoide». Lo que no puedo asegurar es que el facsímil funcione como queremos.

-¿Es decir, vivo primero, luego mortalmente herido?

-Eso mismo. Conectaremos al facsímil un ordenador impermeable. De esa manera podemos programar al señor Mantoide para que active sus aletas mientras permanezca quieto. Podríamos incluso desarrollar un lenguaje corporal mediante el cual la mantarraya dé la impresión de estardiciendo: «Señor Nadador, por favor, no se acerque con su arpón. No si sabe lo que le conviene». Podemos programar al mantoide para eso. Pero debemos tomar en consideración a su osado nadador. Una vez que dispare sobre el facsímil, ¿podemos suponer que no errará?

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-Ese tipo no errará.

-Perfecto. Para asegurarnos, podríamos instalar una opción. En caso de que no hubiese registro de penetración de arpón, inhibiríamos la danza mortal. Es perfectamente posible dentro de estos parámetros. Pero ¿cómo programar el comportamiento del señor Mantoide en caso de que el arpónfalle? ¿Debemos programarlo para atacar, o para que simplemente diga: «Basta por hoy», y se vaya? No podemos incluir esa opción sin capacitar antes al ordenador para que sea capaz de recibir dos órdenes. ¡Demasiado! Es muchísimo mejor suponer que el osado nadador no errará el blanco.

-Proyecte sobre esa suposición.

-Muy bien. En ese caso -dijo Doc- trataremos de encontrar una película sobre el comportamiento de las mantarrayas durante los primeros diez o veinte segundos posteriores a una herida de arpón. Si el Departamento de Cine no posee una película adecuada a nuestras necesidades, heriremos con un arpón a un par de mantarrayas en nuestro estanque de Florida, y lo filmaremos. Eso nos debería proporcionar los datos necesarios. – Levantó un dedo en señal de precaución-. Aun así, si como resultado obtenemos un factor de probabilidad negativa, la respuesta a su solicitud será negativa. Y comprenda que no es que no queramos, sino que aquí la responsabilidad es reina.

-¿Cuándo lo sabrán?

-Deberíamos tener un resultado en dos semanas.

Entretanto, Cal reunía nuestro material. El enlace con AM/LÁTIGO, un caballero bautizadoAM/SANGRE, resultó ser un abogado cubano, un comunista bien situado en La Habana. Conocía a Rolando Cubela desde los tiempos de la universidad. Siguiendo las instrucciones de Cal, otro cubano (que una noche fue lanzado en paracaídas sobre Cuba) se acercó a AM/SANGRE para unacharla preliminar; AM/SANGRE, a su vez, habló con AM/LÁTIGO quien, según nos enteramos, sesentía muy mal en el Ministerio de Asuntos Exteriores y estaba dispuesto a escuchar la opción del caracol marino.

Cal tomó una decisión. ¿Debíamos poner al tanto a Cubela sobre el alcance total de su misión?La política de la Agencia era no sacrificar a sus agentes, pero para un hombre de la jerarquía de Cal era posible hacer caso omiso de la política. Cal decidió que AM/LÁTIGO sólo supiera lo suficiente para llevar a Castro a un lugar determinado en el arrecife.

Por otra parte, sacrificar a un agente de esa manera sentaría un pésimo precedente. Doblemente malo si llegaba a saberse.

-Ese hijo de puta de Castro -dijo Cal- estaba dispuesto a usar los misiles contra nosotros.Diablos, si tuviese la certeza de que funcionará, cambiaría mi vida por la de él.

-¿Responde eso a tu pregunta?

-Bien, ¿a ti qué te parece? ¿Informamos a AM/LÁTIGO, o lo consideramos prescindible?

-No hay opción -respondí-. No puede ser tan tonto como para llevar a Castro a un lugardeterminado en un arrecife y suponer que no pasará nada.

-Amigo, careces de la suficiente experiencia para saberlo -dijo Cal-. Si le das demasiados detalles a un agente, le entrará pánico. El camarero que eligió Roselli para que le llevase la bebidaenvenenada a Castro fue un grave error. Le temblaba tanto la mano que Castro lo invitó a que probase la bebida. Eso me hace pensar que tal vez AM/LÁTIGO no sea el hombre indicado para esta misión. Ya nos está pidiendo garantías. Le dijo a AM/SANGRE que no ama tanto a Castro como para acompañarlo al más allá. Me parece que nos va a pedir un arma de largo alcance, con unteleobjetivo.

-¿Por qué no aguardamos a ver si ST puede fabricar la mantarraya?

Cal asintió, sombrío.

-Tengo un viejo amigo en Hollywood que fue íntimo de Irving Thalberg, ese gran productor de los años treinta. Una vez Thalberg le dijo: «¿Sabes cuánto desperdiciamos en el cine? De cada veinte proyectos, ni siquiera uno llega a convertirse en película». Me pregunto, Rick, si con nosotros no ocurre lo mismo.

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De hecho, los parámetros trajeron una respuesta negativa, pero para entonces ya era la tercerasemana de mayo, y se barajaban otras posibilidades. Nuestros oficiales en la Embajada estadounidense en Moscú nos informaron que Castro estaba reaccionando favorablemente ante la hospitalidad de sus anfitriones soviéticos, lo que molestó al director McCone. Pronto le propuso a Bobby Kennedy y al Grupo Permanente del Consejo Nacional de Seguridad subvertir «a los altos mandos militares en Cuba hasta el punto de que deseen derrocar a Castro».

Mi padre, al recibir la noticia de Helms, me guiñó un ojo. Ese último mes había empezado a guiñar el ojo de una manera extraña, casi obscena, como si la muchacha de la que estábamoshablando hubiera entrado en el despacho. Si ya habíamos dejado atrás la opción de la mantarraya, laperspectiva de emplear a AM/LÁTIGO seguía en pie. Por cierto, el guiño se refería a AM/LÁTIGO. Cal y Helms habían trabajado durante un mes para convencer a McCone de que aprobase la última propuesta. «Siempre hay que recurrir al lenguaje -dijo Cal -. Hemos construido para nosotros mismos una base que es casi tan buena como una directiva. Subvertir a líderes militares hasta el punto de que deseen derrocar a Castro. Bien, hijo, dime: ¿Cómo es posible hacerlo a medias? Se puede subvertir a un oficial militar extranjero, pero no se puede controlar todos sus movimientos. Si Cubela logra meterle una bala a Castro en la cabeza, seremos capaces de remitirnos a la observación de McCone. Nadie en el Grupo Permanente se opuso a ella. Por lo tanto, estamos funcionando bajo la sanción de una autorización implícita. Nunca olvides el recurrir al lenguaje.»

Dos semanas después, el 19 de junio, Jack Kennedy envió al Grupo Permanente un memorándum referido a Cuba. «Aliméntese un espíritu de resistencia que pueda inducir a deserciones significativas y otras consecuencias de malestar.»

-Consecuencias de malestar -dijo Cal- acrecienta la autorización.

Cal nunca había tenido una opinión más alta de Helms.

-Dick se ha comportado de maravilla en esto -dijo-. Se necesita energía para autorizar lo deAM/LÁTIGO. Helms sabe tan bien como tú y yo lo inestable que ha sido el señor Cubela en el pasado, pero sabe también que debemos acabar con Castro, o muchos líderes del Tercer Mundo se formarán una mala impresión. Helms ve la importancia de esto hasta el punto de arriesgar su futuro. Está destinado a suceder a McCone, pero con Cubela no está jugando sobre seguro. Eso es algo que yo respeto.

-Sí, señor.

No sé si mi propio sentido de los acontecimientos futuros afectó mis percepciones durante el verano, pero me preguntaba si no estarían todos perdiendo en buena medida el control. Me llevó casi una semana obtener la respuesta a una pregunta simple. Cal me pidió que averiguase dónde estaba Artime. «Quiero poder localizarlo mentalmente», dijo.

Hunt no me lo quiso decir. «No puedo sacrificar la seguridad de otra persona», argumentó. Recibí informes de que Artime estaba en Nueva Orleáns con Carlos Marcello y Sergio ArcachaSmith; en el Ejército de los Estados Unidos, en el fuerte Belvoir; en Guatemala; en Costa Rica, México, Miami, Madrid, Venezuela y Nicaragua. Finalmente, resultó que estaba en este último país. Chevi Fuertes proporcionó la información. Bajo la sanción benévola de Somoza, Artime estaba adiestrando un ejército de varios cientos de cubanos, y sus gastos eran pagados (o no) por la Agencia. Este último detalle tendría que averiguarlo por mí mismo. Cal le envió la pregunta a Harlot, quien respondió lo siguiente: «No busquéis más allá de Bill Pawley, Howard Hughes, José Alemán, Luis Somoza, Prío Socarras, Henry Luce, Carlos Marcello, Santos Trafficante, o amigos de Richard Nixon. Elegid. Dios conduce a Artime al dinero, y Howard Hunt puede ser la estrellaque lo guía. A diferencia de Manuel Artime, yo no tengo a Dios en mi corazón. Ni la certeza angelical de Howard. En cambio, Dios habita en conciencia. Me pregunta si vale la pena seguir esto. Artime tiene trescientos hombres. Los conducirá cuesta arriba, y luego cuesta abajo. Mientras que tú, yo y tu hijo, el Joven Maravilla, deberíamos brindar por ello. Como ves, he llegado a compartir tu convicción de que se debe hacer algo con respecto al Gran Innombrable».

Bien, era una noticia. Harlot consideraba que Cuba era una mera mota de polvo en la gran batalla miltoniana entre la CIA y el KGB. «Sí -dijo Cal-, uno debe preguntarse por qué Hugh ha cambiado de parecer.»

Una comida con él no se materializó hasta comienzos de agosto. Tenía la ilusión de que Kittredge estuviese presente, pero Cal y yo nos enteramos, al llegar, de que se encontraba en Maine, en la Custodia. La comida, servida por la cocinera de los Montague, Merlinda, consistió, si mal no recuerdo, en rosbif y budín de Yorkshire, acompañada por Haut Brion cosecha 1955. ¿Será una tretade la memoria recordar la añada del vino?

Antes de sentarnos, nos animamos a base de Glenfiddich. Harlot estaba de un humor excelente y rebosaba malignidad. Hasta tuvo algo que decir acerca de Helms: «Sería perfecto si uno no se dieracuenta de que, cuando está solo, se muerde los labios».

A pesar de su reciente amor hacia Helms, mi padre rugió de risa. Yo, sin embargo, pude imaginar que también criticaría a Cal. Tenía la esperanza de que no se ocupara de mí. Cuando puntualizaba los defectos ajenos, aparecía en sus ojos ese brillo lejano que el dentista no lograocultar cuando acerca el torno a una caries y empieza a limpiar la muela. Dean Rusk cayó bajo su escrutinio: «Es incapaz de avanzar si hay una nube en el cielo». A Nixon le fue peor: «Habría sido una buena recompensa para el diablo, pero se cansó de contemplarlo». Eisenhower era «un granglobo que remonta vuelo con gas inerte», y Kennedy «no tiene suficiente duplicidad para ser un buen jefe de Estado».

Rosen pronto sería honrado con la atención de Harlot. Esta noche, mi padrino estaba iluminado, y tenía una historia que narrar.

-¿Estáis al tanto del supuesto secreto de Arnold? – preguntó.

-Sí -contesté.

-No sé cómo lo soportas -explotó Cal-. Cualquiera de estas noches Rosen terminará en lacárcel después de una sesión en el lavabo de hombres.

-Admito que Rosen está en peligro -dijo Hugh-, pero no en el lavabo de hombres. En una sauna, quizás. O en un hotel, con el muchacho equivocado. Sin embargo, siento afecto por él. Vive en constante peligro, y eso lo mantiene con los ojos abiertos. Es algo que podemos usar.

Como si acabara de ser acusado de carecer de esa facultad vital, mi padre dijo, con cierto enfado:

-¿Para qué lo mencionas?

-Porque me siento indiscreto. De modo que divulgaré una pequeña operación. Ambos debéis jurarme que no revelaréis nada.

-Lo juro -dijo Cal, levantando la mano en un gesto automático. Me di cuenta de que era un ritual al que habían recurrido en varias ocasiones.

-Lo juro -dije yo, uniéndome a las filas.

-El Ataque de Rosen, así es como lo llamo -dijo Harlot-. Vino hace un par de meses y me preguntó acerca de sus perspectivas de progreso. «O la falta de ellas», observé. No quería hacerle perder tiempo, de modo que le dije: «Rosen, puedes llegar lejos, pero sólo si te consigues unaesposa». «¿Diría lo mismo de Harry Hubbard?», preguntó. «Por cierto que no. No es ambicioso, ni homosexual», respondí.

Como decidí no reaccionar, Harlot prosiguió.

-Bien, no os deprimiré con la historia, desmoralizadoramente triste, que me contó Rosen. Su secreto lo condena a una prisión, y sufre mucho por sus hábitos. Le gustaría cambiar. Siente hacia el otro sexo una «inquietud subliminal» nueva para él. Como se me ocurrió que no sería mala idea que iniciara un nuevo hábito, le dije: «Para quienes sólo están interesados en lo que ocurre de la cintura para abajo, el sexo no es más que una fricción notablemente agradable en un canal familiar». «¿Debería empezar con rameras?», me preguntó, y pronto me confesó que podría cruzar el puente en el caso de que su compañera fuese altamente promiscua, pues de ese modo establecería cierta proximidad con todos los hombres que la hubiesen precedido. Me pareció un concepto interesante.

»-No te acerques a las rameras -le advertí-. Ya que estamos hablando con franqueza, te diré que quizá seas demasiado judío para soportar su desprecio.

»-Ésa es la mitad de lo que siempre he encontrado en el sexo -respondió Rosen-. Desprecio.Estoy acostumbrado a él.

»-Sí -dije-, pero si te acostumbras a las rameras, nunca encontrarás la clase de mujer adecuada no sólo para ti, sino también para la Agencia. Es decir, si quieres progresar.

»-Bien, quizá tenga razón -contestó-, pero las mujeres decentes no significan nada para mí.

«-Tonterías -repliqué-, no hay mayor placer que el que se obtiene de una repugnancia superada.

»-Está citando al marqués de Sade -dijo Rosen.

»-Por cierto -respondí, y nos echamos a reír-. Sí -dije, sabiendo que había revertido su argumento-, cambia de hábitos, y comienza por un territorio virgen.

»-¿Se refiere literalmente a una virgen? – preguntó.

»-¿Por qué no? – dije-. Creo que se me ocurre una.

»-¿Quién es? – quiso saber-. ¿La conozco?

»-Quizá de manera casual -respondí-. Regresó de América del Sur hace un par de años para trabajar conmigo, aunque bastante lejos de ti. Era inteligente, pero no adecuada para lo que yorequería. La alenté a que renunciara a su puesto en la Agencia, y le conseguí un trabajo en el Departamento de Estado. Ahora trabaja para Rusk.

»Rosen se entusiasmó con esta descripción. Es tan ambicioso…

»-¿Cómo es, personalmente? – preguntó.

»-Va a la iglesia regularmente -dije-, y es fea como un sapo.

»-Bien -dijo-. Según parece se trata de un matrimonio arreglado.

»-Así es -dije-. No queremos perder el tiempo, ¿verdad? Tus correligionarios siemprehacían matrimonios arreglados en el shtetl, ¿no? En tu sangre debe de haber rastros de cientos de uniones de ese tipo.

»-Sí -respondió-, pero la esposa no iba a la iglesia.

»-Sí, pero tú ya no eres muy judío, ¿no?

»-No -respondió-. No demasiado. Aun así, el lazo emocional es desesperadamente profundo.

»-¿Cuan profundo? – pregunté.

»-Bien, no tan profundo que no pueda asomarme a dar un vistazo.

»-Antes de eso -dije-, quiero decirte que no consigues esta conexión por nada.

»-¿No?

»-No -respondí-. No sólo la cortejarás, sino que harás que transfiera su lealtad de Rusk a ti,lo que, por supuesto, redundará en mi beneficio.

»¿Sabéis? Me gusta Rosen. Me miró con una sonrisa.

»-Bien – dijo-, por fin podré practicar algunas de esas técnicas que nos enseñó en los Bajos Jueves.

Ante aquella ocurrencia no pude por menos que reírme. Este Rosen es muy despierto. Desde entonces, el asunto funciona. Le di unas cuantas fotos de la dama, y de la iglesia que frecuenta, la Antigua Presbiteriana Uno, cerca de Judiciary Square. ¿Sabíais que el Buda hizo su primeracomunión allí? A Rosen le encantó saberlo. Se sentó detrás de ella un domingo, al otro lado del pasillo, chocó con ella al salir, intercambiaron nombres. A ella le fascinó todo; a una dama inglesa un judío converso en potencia le parece tan excitante como un tenor italiano. Quedaron en encontrarse en la reunión social de la iglesia, el viernes por la noche. El jueves siguiente la invitó a cenar. Una semana más tarde la acompañó hasta su casa y se las ingenió para besarla en el vestíbulo. Naturalmente, yo era su oficial de caso. Le pregunté si no le habría parecido apropiado ir más lejos. «Su aliento era más bien desagradable», respondió. «Bien, debes pasar por alto lo no esencial», dije. Desde entonces, va viento en popa.

-Esta mujer, ¿se llama Nancy Waterston? – pregunté.

-Por supuesto -respondió Harlot -. De hecho, Nancy habló con mucho afecto de una velada que pasó contigo en Montevideo. Estuve a punto de encargarte el trabajito a ti, en lugar de a Rosen.

-¿No habría sido más adecuado con Harry? – preguntó Cal.

-Hasta cierto punto -contestó Harlot-. Pero creo que Rosen pronto estará listo para trasponer el momento crítico. Después de eso, quizá tenga que casarse con la muchacha. En realidad, estoy seguro de que sucederá. Ella tiene su propio dinero, es leal a sus jefes como unsabueso, y por eso mismo, en contra de los preceptos normales, debemos alentar una complicación sexual importante. Debo decir que en el camino hemos topado con algunos obstáculos. Durante tres noches seguidas, Arnold no pudo ir más allá de un beso en los labios.

»-Todo se rebela -dijo.

»- ¿No serás demasiado tímido? – pregunté.

»-Sí, estoy asustado -convino.

»-Llévala al cine -dije.

»-¿Y qué hago luego? – preguntó.

»-Pásale el brazo por los hombros. Después, en un momento dado, baja la mano hasta su seno.

Harlot nos miró.

-Hay un fenómeno que no deja de sorprenderme. No importa cuan sofisticado sea el agente, tarde o temprano evidencia poseer un aspecto sin desarrollar que requerirá una instrucción elemental. Esto pasó con Rosen. Tuve que iniciarlo en las caricias sexuales. Le dije: «Si no puedes bajar la mano, cuenta hasta diez lentamente, en silencio, por supuesto, y durante ese tiempoconcéntrate en el hecho de que no te respetarás si fracasas en tu intento de enfrentarte al desafío.Luego, al llegar a diez, ataca». Rosen escuchó. «Ésa es una técnica empleada por Julien Sorel en Rojo y negro, y puedes estar seguro de que Stendhal era un maestro en psicología.» En cuantoconsiguió imaginarse como Julien Sorel, la cosa comenzó a marchar. Con cada agente, hay que usar una clave distinta. Rosen hizo progresos. Puedo deciros que ahora se acuestan en el suelo de la sala de ella. Todavía no se trata de coito, pero Rosen está avanzando en esa dirección. A ella la consume una suerte de perversidad polimorfa, que es, supongo, el nivel sexual más adecuado para lascriaturas del pantano. La carnalidad que llega a todo, excepto a la consumación, es su ideal. Creo que va a funcionar. Rosen la ve todas las noches y le ha confesado sus inclinaciones homosexuales. Ella se siente absolutamente cautivada. Piensa que ambos son vírgenes. Como además él es judío, yella está decidida a convertirlo al cristianismo, tenemos un quid pro quo efectivo. Rosen renuncia a su religión y a su soltería; ella nos entrega información de alto nivel del Departamento de Estado.

-No me parece claro que se trate de una ecuación -dijo Cal.

-¿Quieres apostar algo?

-Sí. Una comida en Sans Souci, dentro de los sesenta días.

-Aceptado -dijo Harlot-. Espero comer y beber gratis. Como veis, el bueno de Stendhal y su Rojo y negro han resultado muy útiles. La señorita Waterston, parecida a Madame de Renal, está consumida por la pasión. Obedeciendo mi sugerencia, Arnold se ausentó un par de días. Ella sepuso fuera de sí. Estoy convencido de que dentro de poco él florecerá y emprenderá honestas aventuras priápicas. Después de todo, la señorita Waterston le proporciona un sentimiento de poder y de propósito.

-Espera a que se dé cuenta de que es fea como un sapo, según tu descripción -dijo Cal.

-Lamento haber sido tan cruel -dijo Hugh-. Ahora, Arnold me muestra fotos de ella con vestidos de verano. Ha florecido. Os aseguro de que antes de arriesgarse a perder a su galán, comprenderá que la carrera de él es de vital importancia para ambos, y que la Agencia es mejor guardiana del cáliz que el Departamento de Estado. Arnold se encargará de eso. Está llegando a la cima, y sabe cómo maniobrar. Otro hombre habría seducido a la mujer en una semana y tardado un año más en decidir qué intentar a continuación.

-Bien, espero que tengas éxito -dijo Cal-, aunque me cueste una cena.

-Sí -dijo Harlot-. Después de todo, saber qué se trae Rusk entre manos puede ser muy importante.

-Totalmente de acuerdo.

-Por supuesto -dijo Hugh-. Como ahora Cuba me interesa, Rusk puede resultar un factor importante en ese sentido. Hace un par de años, cuando todos, incluso tú, Cal, veían el Caribe como el blanco principal, yo sabía que era algo incidental. Ahora, después de lo de la bahía de los Cochinos y Mangosta, estoy muy preocupado. Hoy en día, tanto Kruschov como Mao puedenvalerse de Cuba para sus fines.

-No estoy tan seguro de ello -dijo Cal-. Kruschov y Mao son dos caballeros que, en estos momentos, me parecen muy alejados el uno del otro.

-Por el contrario -dijo Hugh-. Los veo como actores en un escenario de desinformación de largo alcance. Te brindaré una cronología. Medita en ella, ¿quieres? En mayo, durante la visita de Castro a Moscú, Pekín anunció su deseo de entablar conversaciones con la Unión Soviética. Objetivo manifiesto: dirimir sus diferencias ideológicas. Luego, el mes pasado, los soviéticos y loschinos mantuvieron reuniones ultrasecretas en Moscú. Cuando concluyeron, el 21 de julio, el intento de reconciliación era un fracaso manifiesto. La Unión Soviética anunció su deseo de «una coexistencia pacífica con los Estados Unidos», cosa que la República Popular China considerócomo una abyecta entrega al capitalismo. Como acordaron los corresponsales y diplomáticos occidentales, estábamos nada menos que ante un cisma dentro del movimiento comunista internacional. Yo diría que se nos está ofreciendo una representación teatral.

-¿Con qué finalidad?

-Para dividirnos. En mi opinión, están poniendo en marcha una gigantesca operación de desinformación. Puede llegar a sobrepasar la manipulación del Trust, hecha por Dzerzhinsky.

-Nunca podrán mantenerlo en secreto -dijo Cal-. Muchos de los suyos se enterarán tarde o temprano.

-No tantos como supones. Qué diablos, les importa un pimiento la opinión pública, de modo que no van a preocuparse por la moral de sus cuadros intermedios. Dile a un buen comunista que desprecie a China Roja el lunes, y se sonreirá el martes: podrá funcionar con una leve dislocación.Aunque no logren mantenerlo en secreto absoluto, resultará. La opinión mundial sigue la forma de las cosas, y no la sustancia. En la Compañía somos varios los que conocemos esta obra maestra de desinformación. Nos proponemos convencer a nuestros líderes. ¿Podemos? Dudoso. ¡Si hasta elmismo Helms duda! Entretanto, unos cuantos comunistas siguen elaborando la representación. Nos darán versiones de disensión. Oiremos furiosas denigraciones mutuas. Esferas separadas de influencia emergerán en el mundo comunista. Nos lo tragaremos, por supuesto. Nos convencerán con un arte consumado.

-¿Cómo encaja Cuba dentro de esto? – pregunté.

-Como el caballo que va delante. Castro hará intentos de paz. Rusia no se quedará atrás. El comunismo empezará a parecer humano. Al menos en parte. ¿Puede ser cristiano no amigarse con los enemigos reformados? Os digo que terminarán formando parte de nuestros consejos y de nuestraeconomía. Si bien no podremos confiar en todo el comunismo, ciertamente depositaremos nuestra confianza en la mitad de la entidad recién dividida que consideremos más afable. Incluso, llegaremos a creer que controlamos el equilibrio de poder.

»En consecuencia -continuó Harlot-, he llegado a la conclusión de que Castro debe desaparecer. Antes de que Mao y Kruschov convinieran en esta forma elevada de representación teatral, Cuba no era más que un capricho para los soviéticos; ahora, podría llegar a ser la pieza más preciada de su tablero.

-¿Está Castro al tanto de esta representación? – pregunté.

-En mi opinión -respondió Harlot- es demasiado joven y emotivo para que lo dejen participar en los consejos de los mayores. Sólo cuando la pasión está lista para transmutarse en voluntad puede uno gozar de la confianza de las más altas esferas.

Sus ojos eran la encarnación viva de sus palabras. Luminosa como el resplandor sobre el agua inmóvil era la acerada mirada de esos ojos.

30

La Custodia

20 de agosto de 1963

Querido Harry:

Estoy terriblemente preocupada por Hugh. ¿Has considerado alguna vez la posibilidad de que esté loco? ¿O de que yo lo esté? Pobre Christopher. Si a veces me rebelo contra este mandato que nos ha impuesto de no vernos y ni siquiera hablarnos por teléfono, es porque desearía que vieras aChristopher. Sus ojos son de un azul brillante, como si el azul fuera el color del fuego. En otro sentido, mi Christopher es un niño dulce y tranquilo de seis años, que teme mucho a su prodigiosamente austero padre (que todavía se acerca a él como si fuese una criatura pequeña y corrupta envuelta en un gran pañal mojado), pero, según me temo, mi hijo es también receloso de su madre. Creo que espera que en cualquier momento lance un alarido. Puede que hasta que no lo haga, no confíe en mí.

Querido Harry, permíteme que vuelva a empezar. Hugh ha entrado en un túnel de lógicaabsoluta y sencillamente se niega a mirar el mundo como éste podría ser. Sé que os ha comunicado a ti y a Cal su teoría del Fraude de la Gran Desinformación Sino-soviética, pues me escribió contándome que os invitó a comer la noche siguiente a mi partida. Durante todo el verano no ha hecho más que pronunciar esta prodigiosa perorata, seguida de su teoría sobre lo que los rusos y los chinos harán luego. Me parece obsceno postular que cien hombres están manipulando un mundo de varios millones de personas. «Haces caso omiso de la variedad de posibilidades que Dios nos ha permitido tener», le dije, pero es imposible convencerlo con argumentos razonables. A lo largo detoda su vida Hugh ha estado esperando la visita del espectro de Dzerzhinsky. Obviamente, piensa que él es el único mortal dentro de la CIA capaz de apreciar al KGB en una escala trascendente.

No hago más que decirle que Rusia y China no pueden fingir un cisma profundo. Los humanos somos demasiado perversos para llevar a cabo un plan tan bien orquestado y, de un modo inmediato, altamente desventajoso para nosotros. Pero no quiero aturdirte con los modelos ideológicos y dialécticos elaborados por Hugh. Por ahora, baste con decirte que ha intentado convertir a la nueva religión a una cantidad de personas que ocupan puestos claves en la Agencia, ydebo creer que soy una de ellas, pues hemos tenido unas peleas feroces con respecto a su tesis. Por ejemplo, Hugh es tan poco atinado que usó la media hora mensual en que puede comunicarse privadamente con Jack Kennedy para hacer un fútil intento por informarle acerca de la verdadera naturaleza de la política sino-soviética. Jack es la última persona a la que podría convencer. Tiene un sentido muy agudo y sardónico de la debilidad humana y de las pequeñas trampas que acechan detrás de las cosas más sencillas. Yo los observaba a ambos desde el otro extremo de la sala del piso superior, y debo decirte que Jack fue apartándose poco a poco, hasta que al terminar la conversación se había alejado unos treinta centímetros.

¿Despertó Hugh al día siguiente arrepentido por todo lo que había perdido? ¡No! Estaba furioso con Jack Kennedy. «Ese hombre es horrorosamente superficial», dijo.

Dos días después, Hugh decidió que debía romper relaciones con Jack y Bobby. Lo amenacé con dejarlo si lo hacía. «Tú también eres superficial», me dijo.

Fue el colmo. Jamás nos habíamos hablado de esa manera. Le llevó cuarenta y ocho horas, pero finalmente se disculpó conmigo; por mi parte, reconocí que no podría dejarlo. Por supuesto, la cuestión no había sido resuelta. Exploramos la brecha. Fue una de las pocas veces durante nuestro matrimonio en que hablamos de facetas de nosotros mismos cuya revelación no nos resultaba nadaagradable. Hugh confesó que en presencia de los Kennedy se siente un farsante.

-Siempre finjo divertirme más de lo que lo hago. Durante un tiempo, pensé que era mi obligación. Podía llegar a establecer un grado de intimidad que me permitiría ejercer ciertainfluencia. Pero estos Kennedy nunca saben de qué estoy hablando. Provienen de una tradición intelectual que es amplia, humanista, y de veinte centímetros de profundidad. En el fondo, no hay una base sobre la cual podamos ponernos de acuerdo. Si sirven a un poder superior, no es el Dios del que yo me siento cerca.

-Son hombres buenos -dije-. Con defectos, y no suficientemente profundos para ti. Pero, ¿no reconoces lo difícil que es encontrar hombres inteligentes y razonables? No es algo automático, Hugh.

-Considero -dijo- que no sufrir por una carencia de profundidad es un vicio del espíritu. A menos que uno sea obtuso de nacimiento, la superficialidad es una elección de los que son indulgentes consigo mismos. Es extremadamente doloroso vivir con preguntas y no con respuestas, pero ése es el único camino intelectual honorable. Por eso no soporto a ese Bobby Kennedy,siempre tan animado y vivaz, que apenas consigue unos cuantos datos comienza a construir su vivienda de castor. Necesita asomarse al abismo.

Pensé en decirle: «Como has hecho tú». No pude. Era verdad. Hugh no sólo se pregunta si sumadre es una asesina, sino si él es responsable por esos cientos (¿o miles?) de comunistas que Stalin condenó a la fosa después de que él y Allen Dulles le jugaran esa mala pasada a Noel Field. Sí, Hugh duerme al borde del abismo. Pero me temo que está loco.

-Sé que mis tesis son verdaderas -me dijo-, porque las verifiqué la semana pasada.

-¿Cómo lo hiciste? – pregunté.

-En mi viaje a las Shawangunks. No me sentía tranquilo, ya que hacía mucho que no escalaba rocas. Una noche, antes de emprender el viaje, no pude dormir. Visualicé mi fin. Casi me despedíde ti. Para empeorar las cosas, la mañana que llegué me encontré con un grupo de jóvenes que no sólo eran buenos, sino que no dejaban de llamarme «papá». Cuando uno está entre buenos escaladores, ninguna broma deja de tener sentido. No hay ocasión mejor para medirse con los demás. De modo que debía superarlos. Lo hice. Me propuse escalar sin cuerdas.

»Sabía que si no perdía la cabeza tenía buenas posibilidades, pero aun así uno se siente muy solo en una ascensión libre. Me dije que si podía hacerlo, eso confirmaría el fraude sino-soviético. Lo interpretaría como una señal.

Te aseguro, Harry, que tenía ganas de echarme a llorar. Los hombres buenos, ¿son todosigualmente locos? Porque si lo son, podemos estar condenados a caer en todas las trampas puestas para los valientes, los osados y los ciegos. Pero no estoy segura. Una gran parte de mí reacciona ante esta visión interior de Hugh.

No le dije nada de esto. Le informé que me he convertido en una criatura mundana, engreída y codiciosa a quien nada le gusta más que ser invitada a comer a la Casa Blanca o a pasar la tarde en Hickory Hill. Si él insistía en sus amenazas, yo no podría aceptar las invitaciones por temor a que insultara a Bobby o a Jack. Antes de correr ese riesgo, prefería no verlos. Jamás se lo perdonaría. Jamás. A la mañana siguiente, decidí marcharme con Christopher a la Custodia.

Y aquí estoy. Sigo demasiado enfadada con Hugh. No pude decirle la verdad con respecto a lo que me pide que renuncie. No entendería que resultó vital para mí descubrir que no soy un genio demente, ni una muchacha excesivamente educada e inexperta, sino una mujer atractiva capaz de ofrecer su ingenio al presidente, a quien le gusta hablar con ella. Me digo: «Esto es orgullo», pero, ¿sabes, Harry?, no hay nada más doloroso que tener que renunciar al orgullo. Empiezo acomprender que los griegos no sólo aceptaban los oscuros veredictos del cielo: existe la ira humana, quizá más violenta, aunque sea por un instante, que la mano determinante de los dioses.

Recibe todo mi amor.

KITTREDGE

P. D.: Si he hablado de amor, ¿puedes sentir la fuerza de su contrario? Con igual facilidad podría haber escrito: «Recibe todo mi odio».

31

Ignoro si fue debido a ese disparo de despedida, pero lo cierto es que pasó mucho tiempo antes de que me decidiese a responder su carta. Se apoderó de mí una gran soledad. Varias veces sentí el impulso de abrir el sobre que contenía el número de teléfono de Modene, y en una oportunidad estuve tan cerca de llamarla que llegué incluso a acercar el dedo al disco.

El trabajo me absorbió. Nunca me entregué tanto a él. De hecho, le resultaba de utilidad a mi padre, quien a pesar de su extraordinaria capacidad de concentración era muy inconstante. En ocasiones su escritorio parecía una cama deshecha, y para su capacidad intermitente deorganización, los asuntos sin concluir le resultaban tan dolorosos como los recuerdos tristes de una borrachera. Yo lo amaba, pero daba rienda suelta a mi sentimiento mediante mi nueva pasión por los detalles. Me veía obligado a cubrir un espectro nada angosto. A veces, hasta debía ocuparme de enviar su ropa a la lavandería. Por supuesto, revisaba los memorandos que enviaba a McCone, a Helms, a Montague y a los otros cincuenta oficiales que todavía trabajaban en JM/OLA; examinaba los cables que llegaban y asignaba prioridad e itinerario a las comunicaciones que iniciábamos. Llegué a disfrutar de las tareas administrativas. La secretaria de Cal, Eleanor, había padecido lasconsecuencias de exceso de trabajo durante años y necesitaba un asistente. Eleanor y yo nos llevábamos bien, lo cual nos sorprendió a ambos. Durante ese período, el contenido de mi escritorio era más real para mí que el lugar donde vivía. De hecho, había veces en que Miami y Washington no me resultaban distintos que los cubículos de Langley y Zenith. Saber tan poco acerca del material que supervisaba, me abrumaba de nuevo. En realidad, cuanto más poder parcial adquiría, y cuanto más llegaba a saber de comienzos, mitades y finales, menos posible me parecía poder componer una narración satisfactoria y total. Las noches que estaba solo, leía novelas de espionaje;las encontraba satisfactorias, a diferencia de mi trabajo, en el que abundaban proyectos, operaciones, actividades, investigaciones, ardides y situaciones, todos ellos vislumbrados parcialmente. Claro que las novelas de espionaje no se ajustaban a la realidad de la vida. Meditaba acerca de la naturaleza de los argumentos. En la vida, los argumentos siempre eran incompletos.Eso no importaba, pues eran el foco de la mitad de nuestros esfuerzos, ya que nunca nos empeñamos más que cuando nos vemos como protagonistas de una trama. La otra mitad de nuestra historia personal es sólo una acumulación de hábitos, errores, suerte, coincidencia y grandes paladas de ese lodo de cotidianeidad que es el lastre de la trama cuando uno insiste en ver la vida como una historia coherente. Por ende, me sentía agradecido por gozar de un verano durante el cual podía vivir con sólo unas pocas cuestiones personales, una infinidad de detalles externos y la certeza de que mi padre y yo constituíamos un equipo respetable.

Sin embargo, me ocultaba algunos aspectos de su trabajo. Yo sabía que estaba fortaleciendo susvínculos con AM/LÁTIGO, pero no puedo decir cuánto me habría llevado enterarme de más si el 8 de septiembre no hubiéramos tenido una discusión en la que logré convencer a Cal de que era tiempo de hacerme partícipe de todo. Esa mañana, apenas entré en su despacho, me dio un recorte del Washington Post. La nota provenía de La Habana. La noche del 7 de septiembre, Castro habíaasistido a una recepción en la Embajada brasileña, donde llevó aparte a un periodista de la Associated Press. «Kennedy es el Batista de nuestro tiempo -declaró-. Hemos descubierto planes terroristas para eliminar a líderes cubanos. Si los gobernantes estadounidenses cooperan en larealización de esos planes terroristas, ellos mismos no se sentirán seguros.»

-En mi opinión se trata de un mensaje dirigido a nosotros -dijo Cal.

-¿Puedes darme más detalles? – pregunté.

-AM/LÁTIGO está destinado ahora en el consulado cubano en San Pablo, Brasil. Uno de nuestros oficiales de caso ha tenido varios encuentros con él.

A pesar de la variedad de lugares en La Habana donde Castro podría haber conversado con el corresponsal de la AP, había elegido la Embajada brasileña.

-La Contrainteligencia va a acampar esta mañana en el despacho de Richard Helms -dijo Cal.

Así fue. Hubo varias reuniones de ese tipo en septiembre, pero a finales de mes Cal podía decir que seguíamos en funcionamiento. Miré una copia del último memorándum enviado por Helms a Contrainteligencia: «Si AM/LÁTIGO es un contraespía a las órdenes de Castro (hasta estemomento, la evidencia no puede considerarse concluyente), debemos renunciar a una de nuestras mayores ventajas, si no la mayor de todas. Ninguno de nuestros vínculos en el Caribe puede acercarse tanto al líder cubano como AM/LÁTIGO. La respuesta, en consecuencia, es sencilla:continuaremos con AM/LÁTIGO».

Yo tenía una sospecha, razonablemente fundada, de la razón por la que Helms apoyaba a mi padre. A mediados de septiembre nos enteramos de la existencia de un plan secreto de paz entre los Estados Unidos y Cuba ante las Naciones Unidas. Harlot seguía teniendo un filtro en elDepartamento de Estado, de modo que recibíamos informes provenientes de la intervención clandestina de las comunicaciones hechas por el FBI en la Embajada cubana en Washington y en la delegación cubana ante las Naciones Unidas. El FBI también había intervenido la oficina de AdlaiStevenson en el edificio de la ONU, o al menos eso suponía yo, ya que todas las mañanas llegaban a nuestra oficina sobres de las tres fuentes, provenientes de VAMPIRO. Me parecía que el despacho del embajador Stevenson debía de ser territorio prohibido para el FBI, pero ¿quién era capaz de sugerírselo al señor Hoover? De todos modos, el material llegaba en abundancia. Dada mi reflexión acerca de los fragmentos dispersos de argumento que constituyen la triste comida del agente de Inteligencia, me sorprendió poder recibir, por fin, un menú razonablemente completo.

El 18 de septiembre, William Attwood, asesor especial de la delegación estadounidense en las Naciones Unidas, envió un memorándum confidencial a Averell Harriman, entonces Subsecretario de Estado para Asuntos Políticos:

En mi opinión, la política de aislar a Cuba ha intensificado el deseo de Castro de iniciar conflictos y problemas en América Latina y, tal como lo percibe la opinión pública mundial, nos ha puesto en la poco atractiva posición de un país grande que intenta intimidar a uno pequeño.

Según diplomáticos neutrales de la ONU, existen razones para creer que Castro estaría dispuesto a normalizar las relaciones con nosotros, aunque esto no sería bien visto por la fracción más dura de su séquito comunista.

Todo esto puede, o no, ser verdad, pero si averiguamos hasta dónde son sinceras las intenciones de Castro de sentarse a conversar, y qué concesiones estaría dispuesto a hacer, al parecer tenemos mucho que ganar y nada que perder. Si a Castro le interesa, yo podría hacer una visita privada a Cuba, aunque, como es natural, informaría al presidente antes y después del viaje.

Pocos días después cayó en nuestras manos el resumen enviado por Attwood a Adlai Stevenson, en el cual le informaba acerca de la reacción de Harriman. La propuesta, declaraba, pondría a losKennedy en una situación de alto riesgo: «Si un republicano logra meter la nariz en esto, montaría un escándalo». Aun así, Harriman le dijo a Attwood que se sentía «temerario», y sugería que se informara a Robert Kennedy. En el margen del memorándum de Attwood, Bobby escribió: «Vale lapena explorar. Póngase en contacto con Mac Bundy». Mac Bundy, a su vez, le dijo a Attwood que «el presidente vería con buenos ojos cualquier intento por apartar a Castro del rebaño soviético». Alentado por esta reacción favorable, Attwood se puso en contacto con Carlos Lechuga, embajador cubano ante la ONU.

Los encuentros entre Helms, Harlot y Cal se sucedieron. Según pude enterarme más tarde, su estrategia consistía en conseguir, mediante el Director McCone, que el Grupo Especial aprobara nuevas operaciones de sabotaje en Cuba. Apenas se obtuvo la aprobación, Cal preparó un ataque auna refinería de petróleo, y lanchas y hombres fueron despachados inmediatamente después de un huracán que azotó el Caribe el 6 de octubre. Los atacantes no consiguieron alcanzar su objetivo, y dos de los dieciséis hombres que desembarcaron en Cuba fueron capturados.

Cal no parecía exageradamente molesto. Por supuesto, no conocía a los hombres. Yo tampoco.En respuesta a una llamada mía, Dix Butler organizó la operación apresuradamente. Era imposible averiguar si se debió a la mala suerte o a la improvisación, y en JM/OLA ya no estábamos en condiciones de disponer del personal suficiente para este tipo de investigaciones.

Butler estaba furioso. Desde Miami, atacó por teléfono la mentalidad de Langley, hasta que yo ya no pude contenerme por más tiempo.

-Muy bien -le dije -. Mi padre es responsable. Yo soy responsable. ¿Y tú? ¿Puedes aceptar parte de la culpa?

-No -respondió -. Tú fuiste quien me dio a Chevi Fuertes, y tuve que emplearlo como enlace.

-Nadie te habría autorizado a usarlo en un trabajo como éste.

-No había tiempo. Me vi obligado a usarlo. Y creo que fue él quien avisó a los guardacostas cubanos.

-¿Cómo iba a hacerlo? No le habrás dicho adonde desembarcarían los hombres, ¿verdad?

-Quizás envió una alerta general.

-¿Dónde está ahora?

-No lo sé. Escondiéndose de mí, supongo. No se presentó a trabajar en el Banco.

-¿Quieres decir que ha desaparecido?

-Me telefoneó. Dijo que vendría a verme cuando me tranquilizara. Voy a ajustarle las cuentas de tal manera que nunca se olvidará.

-¿Se lo has dicho?

-Le dije que no tenía de qué tranquilizarme. Que era tiempo de reagruparse, no de señalarsecon el dedo.

Yo no sabía si alertar a Chevi, tratar, mediante engaños, de reunirme con él, o acusar a Butler. Las tres eran opciones desagradables. Por otra parte, ignoraba dónde se escondía.

El 13 de octubre, Castro denunció el ataque: «¿Qué hacen los Estados Unidos cuando los cubanos luchamos por recuperarnos de un huracán que mató a mil cubanos? Envían barcos piratas saboteadores armados con explosivos».

Por lo tanto, pudimos contar nuestras ganancias. Fidel Castro estaba furioso, y en consecuencia, los esfuerzos de Attwood se verían perjudicados. Harlot nos envió la transcripción, hecha por el FBI, de una conversación en la delegación cubana en la ONU. Nos enteramos de que se había propuesto una reunión secreta con Castro: ¿sería posible enviar a Attwood por avión hasta unaeropuerto pequeño cerca de La Habana?

Attwood informó de esto a Adlai Stevenson, quien se mostró preocupado. «Demasiadas personas pueden conocer ya los nuevos planes», dijo. Attwood le respondió que, supuestamente, los únicos funcionarios del gobierno que estaban enterados de estos contactos con los cubanos eran elpresidente, el Fiscal General, el embajador Harriman, McGeorge Bundy, Stevenson y él mismo.

Cal y Harlot habían pasado extractos selectos del material a varios funcionarios de Langley; el FBI tenía montones de informes de la ONU que podían ser revelados cuando a Hoover le viniera en gana, y JM/OLA y los líderes exiliados cubanos recibían informes de todas las fuentes, de modo que me pareció que los únicos que no estaban al tanto eran Rusk y John McCone. Algunas mañanas llegaban al despacho de Cal cuatro o cinco memorandos de distintos departamentos de Langley en que se nos llamaba la atención acerca de la aproximación de Attwood a Cuba; todos estabanbasados en rumores que Cal y yo habíamos diseminado subrepticiamente el día anterior.

Hunt me invitó a almorzar en la cafetería de oficiales de Langley para fulminarme con lo que acababa de oír.

-Siempre supe que no se podía confiar en Jack, pero ésta es una traición infame. ¿No le puede informar tu padre a Dick Helms?

-Puede intentarlo -respondí.

-Si Cal no puede hacerlo por la vía directa, yo mismo podría intentar hablar con él.

-Bien, no es necesario pedir favores. Cal puede hacerlo.

-Saluda de mi parte a tu padre. ¿Está de buen ánimo?

-¿Hoy? De muy buen ánimo.

Era verdad. El día anterior, 24 de octubre, por la tarde, John McCone, escoltado por Richard Helms, Hugh Montague y el consejero Hubbard, lograron convencer a Bobby Kennedy y al Grupo Especial de que autorizaran trece operaciones importantes de sabotaje, a un promedio de una por semana, entre noviembre de 1963 y enero de 1964. Una central eléctrica, una refinería de petróleo yun molino azucarero estaban entre los blancos seleccionados. «La sincronización es satisfactoria – declaró Cal-. No se podrá establecer nada. A Castro le saldrá una úlcera. ¡Hijo de puta! ¡Jugando con misiles rusos! Yo mismo me inmolaría, Rick, a la manera de los kamikazes, si con una sola granada de mano pudiera hacer volar a Fidel, Raúl y el Che Guevara.»

Lo decía en serio. A medida que envejecía, mi padre echaba pequeños brotes que prometían crecer, y si bien uno podía darse cuenta de sus manías, era imposible reírse de él. No le tenía miedo a la muerte. Pensaba que era un abrazo que podía resultar mejor si uno conseguía llevarse a unenemigo consigo.

Ese era el aspecto más sobresaliente de mi padre, pero todo león tiene su fantasma. Se ponía tan delicado como una anciana ante cualquier rumor de intriga del enemigo. El 25 de octubre, al día siguiente de que fuesen autorizados los trece ataques, y apenas unos veinte minutos después de regresar de mi almuerzo con Hunt, encontré a Cal de pésimo humor. El día anterior, aproximadamente a la misma hora en que él defendía su posición ante el Grupo Especial, el presidente Kennedy concedía una entrevista de media hora a un respetado periodista francés llamado Jean Daniel. La entrevista había sido concertada por Attwood. El francés se dirigía a La Habana, y en el Despacho Oval no había micrófonos. No obstante, nos llegó un informe del FBI sobre una conversación que tuvo lugar en la ONU la noche del 24 de octubre:

Attwood le informó al embajador Stevenson que, si bien Jean Daniel declaró que era un periodista profesional y que no repetiría su conversación con el presidente Kennedy, encontró dicha conversación «muy estimulante» y sostuvo que podía ser «propicia para el logro de una respuesta productiva por parte de Fidel Castro».

-Sí -dijo Cal-, puedes imaginártelo. Jack le presenta a Jean Daniel a la señora Kennedy. Después de todo, nuestra Primera Dama cautivó a París. No puede permitirse que un periodista importante de Francia se vuelva a su casa sin conocerla. Luego Jack le dice a Jean que él no se opone al colectivismo per se, sino al hecho de que los soviéticos abusan de él. Probablemente ledice que puede encontrar la manera de convivir con su vecina Cuba. Jack Kennedy tiene la habilidad de que una diferencia mayor parezca un malentendido familiar.

-¿Cómo sabes todo esto?

-Después de pasar un tiempo viendo a las víboras de Washington en sus ritos de apareamiento, es sorprendente cuánto llega a saber uno.

Que nadie diga que mi padre carece de poderes de adivinación. Cincuenta días después de la entrevista entre Jean Daniel y Jack Kennedy, se publicó el informe del periodista sobre la reunión.

De The New Republic

14 de diciembre de 1963

El jueves 24 de octubre el presidente Kennedy me recibió en la Casa Blanca… Cuando pasábamos por el pequeño despacho donde trabajaba su secretaria, vimos a la señora Kennedydirigiéndose a un jardín privado de la Casa Blanca. El presidente la llamó para presentármela.

Washington atravesaba por un veranillo de San Martín. Hacía calor, y tanto el presidente como su esposa vestían ropa liviana, lo que hacía resaltar la impresión de juventud, encanto y sencillezque contrastaba de manera sorprendente con la solemnidad del venerable recinto. Después de que la señora Kennedy se hubiese retirado, el presidente me invitó a sentarme en el sofá semicircularubicado en el medio de su despacho. Él se sentó en una mecedora frente al sofá. La entrevista duró unos veinticinco minutos, y sólo fue interrumpida por una breve llamada telefónica.

Mis notas son muy específicas y dejaré hablar al presidente: «Me gustaría hablarle de Cuba…». John Kennedy desplegó entonces toda su fuerza persuasiva. Acompañaba cada oración con ese gesto lacónico y mecánico que se ha hecho famoso.

«Le diré esto: creo que no hay país en el mundo… donde la colonización económica, la explotación y la humillación, fueran peores que en Cuba, en parte debido a la política de mi país durante el régimen de Batista. En mi opinión fuimos nosotros quienes creamos, alentamos y fabricamos el movimiento de Castro sin darnos cuenta de ello. Creo que la acumulación de tantoserrores ha puesto en peligro a toda América Latina. Este es uno de los problemas más importantes de la política exterior estadounidense. Puedo asegurarle que comprendo a los cubanos y apruebo la proclamación hecha por Fidel Castro en Sierra Maestra, cuando con toda justificación pidió justicia y se mostró ansioso por liberar Cuba de la corrupción. Iré más lejos: hasta cierto punto, es como siBatista fuera la encarnación de una suma de pecados cometidos por los Estados Unidos. Ahora debemos pagar por esos pecados. Con respecto al régimen de Batista, estoy de acuerdo con los primeros revolucionarios cubanos. Eso está perfectamente claro.»

Después de un silencio durante el cual él se dio cuenta de mi sorpresa y de mi interés, el presidente prosiguió: «Pero también está claro que el problema ha dejado de ser cubano para convertirse en internacional, es decir, un problema soviético. Yo soy el presidente de los Estados Unidos y no un sociólogo; soy el presidente de una nación libre que tiene ciertas responsabilidades ante el Mundo Libre. Sé que Castro traicionó las promesas hechas en Sierra Maestra, y que ha acordado en convertirse en un agente soviético en América Latina. Sé que por su culpa -ya sea por su voluntad de independencia, su locura, o el comunismo- el mundo estuvo al borde de una guerra nuclear en octubre de 1962. Los rusos lo entendieron muy bien, al menos después de nuestra reacción; pero en lo que a Fidel Castro se refiere, debo decir que no sé si él se da cuenta de ello, o si le importa». Una sonrisa. Luego: «Usted podrá decírmelo cuando regrese. De todos modos, las naciones de América Latina no conseguirán justicia y progreso de esa manera, es decir, mediante lasubversión comunista. No lo lograrán remplazando la opresión económica por la dictadura marxista, como lo denunció el mismo Castro hace unos años. Ahora, los Estados Unidos tienen la posibilidad de hacer tanto bien en América Latina como mal hicieron en el pasado. Diría, incluso, que sólo nosotros tenemos esa posibilidad, siempre que el comunismo no se apodere de ella».

El señor Kennedy se puso de pie para indicar de esta manera que la entrevista había llegado a su fin…

32

A finales de octubre, mi padre hizo un viaje de tres días a París, pero sólo a su regreso me enteréde que se había reunido con Rolando Cubela.

Ese mismo mes, Cubela había informado a LIMA, su oficial de caso en Brasil, que estaba a punto de trasladarse a París para llevar adelante una misión que consideraba más adecuada para su cargo como «segundo funcionario dentro de la División Exterior del Ministerio del Interior». Si bien este título confirmaba nuestra convicción de que tenía vínculos estrechos con el DGI, esto no negaba la posibilidad de que también estuviera listo a dirigir su fusil de francotirador contra Fidel Castro.

Sin embargo, concertar la cita con Cubela en París no resultó fácil. Insistió en que estuviera presente Bobby Kennedy. Según anunció Cubela, su intención era llegar a ser el próximo líder de Cuba, y quería estar seguro de que contaría con el apoyo político de los Kennedy.

Si bien no existía ninguna probabilidad de pedirle a Bobby que fuera -¡por Dios, podía ser una trampa!-, tampoco existía inclinación alguna por informarle. No hacía falta ir con Bobby para reunirse con Cubela. El verdadero problema era a quién enviar a París como representante personal del Fiscal General. Cal se ofreció.

Perfecto. Nadie podría argumentar que Cal carecía de fundamento para hacerse pasar por amigo íntimo de los Kennedy.

Luego se decidió que no se debía avisar a la estación de París. Por el contrario. Sería más efectivo que LIMA viajara desde San Pablo a París. Entonces podría llevar a Cubela al indescriptible café que Cal había escogido, ubicado en lo más profundo del Distrito Doce. «Me gusta el sector para esta clase de reunión -dijo Cal-. Tiene un montón de bistres donde uno jamás toparía con un conocido.» Sí, una simple reunión informal sería preferible a alertar a la estación deParís que el oficial superior HALIFAX estaba en camino para ver a un hombre que podía llegar a ser un problema y que tal vez fuese armado. «La estación -dijo Cal- tomaría una serie de precauciones sobre la base de que Cubela podría escaparse.»

Mi padre viajó a París el 28 de octubre, y regresó el 30. Durante la reunión del 29, Cubela seemborrachó en una hora. Sólo aceptaría a este representante personal del Fiscal General, le dijo a mi

padre, porque sabía que el hermano del presidente era un hombre muy ocupado. En su siguiente reunión, sin embargo, quería recibir una carta manuscrita del Fiscal General. Debía contener la promesa personal del señor Robert Kennedy de que el gobierno de los Estados Unidos apoyaría plenamente la candidatura presidencial de Rolando Cubela en las primeras elecciones libres que tuvieran lugar en Cuba. «Por otra parte -agregó Cubela-, si yo no tengo éxito, no me deberán nada, excepto mis gastos, que pueden ser considerables.»

-¿Qué aspecto tiene? – pregunté.

-El que podría esperarse -respondió Cal-. Supongo que a las mujeres debe de parecerles atractivo. Es alto, tiene bigote negro y bolsas debajo de los ojos; probablemente toma cocaína, y sería un verdadero dolor de estómago tener que soportarlo más de una noche.

Me sentí frustrado. La descripción de mi padre no era muy gráfica.

-¿Habló de alguna otra cosa que no fueran sus perspectivas políticas? – pregunté.

-Entramos en detalles sustanciales. En mi próximo viaje quiere que le entregue armas más sofisticadas. Se explayó acerca de nuestros «éxitos técnicos». Yo no sabía a qué se refería, de modoque decidí ir al grano: «¿Está hablando de la capacidad de asesinar?», le pregunté. Se puso furioso. «No vuelva a mencionar esa palabra en mi presencia», exclamó. Por Dios, estábamos virtualmente solos en el café, pero de todos modos alzaba la voz. Tuve que ponerle una mano sobre el hombro. Aunque pareció molestarle, se tranquilizó lo suficiente para susurrar: «¡Se dice eliminar! Se elimina un problema, eso es todo». Supongo que me equivoqué al ser tan explícito, pero quería asegurarme. Se estaba volviendo impreciso y megalómano. Un fuerte bebedor. Por supuesto, no todos los asesinos deben someterse a una prueba de alcoholemia. John Wilkes Booth es el mejor ejemplo deello.

-No estás muy feliz con Rolando Cubela, ¿verdad?

-Es un miserable. Sin embargo, Hugh y Dick Helms están de acuerdo en que es todo lo que tenemos. – Cal asintió-. Ya lo verás. He decidido que me acompañes en el próximo viaje.

-No puedo decir que no esté complacido.

-En el primero prefería ir solo. Estaba algo asustado, te lo confieso. Si algo salía mal, no quería que te vieses involucrado. Me gusta medir mi parte de culpa.

¿Se trataba de una forma amable de no decirme que otros se habían opuesto a que yo fuera? Era nada más que otra pregunta, y habíamos llegado al punto en que quizá no habría respuestas. Mi padre no iba a confesarme que, por una preponderancia de evidencias, era posible que Cubela fuera un agente doble, y Helms y Harlot podrían estar considerando la posibilidad precisamente parahacerle saber a Fidel que la Agencia no sólo estaba dispuesta a matarlo, sino que, además, un representante personal de los Kennedy desempeñaría un papel importante en la trama. En lo más frío de mi corazón, no dejaba de sentir admiración: Castro desconfiaría más aún de las ofertas depaz. ¿Empezaba a entender cómo funcionaba el juego? No podía dejar de sentir cierta desapasionada felicidad por estar tan distante de mí mismo. Como le ocurría a Harlot, esa sutil distancia podía llegar a convertirse en el instrumento de mi voluntad.

Por otra parte, la ofensiva de paz continuaba sus esfuerzos. Un informe del FBI revelaba que el31 de octubre el doctor Vallejo le había dicho a Lisa Howard que alertara a Attwood para que estuviese listo a volar a La Habana en un avión privado. En palabras de Vallejo, Fidel mismo lo enviaría. Sin embargo, existía la posibilidad de que Vallejo estuviera dando rienda suelta a una de sus esperanzas no autorizadas, pues ese mismo 31 de octubre Castro mostró ante las cámaras de latelevisión cubana a los dos comandos capturados en el ataque que habíamos despachado inmediatamente después del huracán, hacía tres semanas. Bajo los focos, esos exiliados cubanos revelaron el nombre del oficial de caso (Dix Butler fue inmortalizado como Frank Castle), ytambién la dirección del 6312 de Riviera Drive; además, describieron nuestro depósito de armas de JM/OLA. Castro debió de haber anticipado una gran reacción en los medios de comunicación de los Estados Unidos, pero la Agencia se apresuró a señalar que los comandos habían sufrido un lavado de cerebro. El episodio no recibió una atención especial de parte de los medios. Como era previsible, Castro se enfadó: «La Prensa de los Estados Unidos se niega a informar acerca de estos ataques, incluso cuando se enfrenta a la evidencia de que pueden ser fácilmente comprobados. Pueden ver que en esta Prensa libre de la que tanto se jactan, los servicios cablegraficos de noticias y la CIA actúan en forma conjunta, elaborando y desarrollando la misma mentira con el fin de disfrazar la verdad».

Cal sonrió. «¿De quién es el buey herido?», preguntó.

Me aferré a eso. No creía que tuviéramos una deuda con Castro en el sentido de un tratamiento razonable -no después de lo de los misiles- pero no había nada de malo en poder refrescar el sentido de confirmación.

Mientras tanto, nuestro acceso al despacho de Rusk iba en aumento. Si bien el nivel de entrada de Nancy Waterston era, en el mejor sentido, restringido, algunos memorandos de alto nivelpasaban por su escritorio. No obstante, su limitación como agente -la llamábamos EUFONÍA- era más prominente que sus virtudes. Se negaba a someterse al disturbio emocional de fotografiar documentos. Como compensación, tenía una rara facultad para recordar exactamente lo que habíaleído, y cuando llegaba a su casa por la noche se ponía a mecanografiar largas y detalladas recopilaciones de papeles confidenciales para Rosen. Como no habíamos hecho que su atención se concentrara en Cuba (para no revelar nuestros intereses hasta no haber comprobado su contabilidad), todo lo que recibimos durante octubre fue información referida a la reacción de Ruskante un golpe de Estado en Honduras, la venta de trigo a la Unión Soviética y la renuncia de Harold Macmillan como Primer Ministro, asuntos por los que no teníamos un interés especial. Harlot llamaba «sustancias» a las entregas de Nancy.

No obstante, a comienzos de noviembre su trabajo produjo algunos resultados. El secretario Rusk empezaba a reaccionar ante el intento de iniciar el diálogo con Cuba, y EUFONÍA se ocupaba de suministrar a Rosen las sustancias de memorandos enviados por Rusk a alguno de los suyos en el Departamento de Estado: «Las inversiones diplomáticas de larga data con el Caribe no deben sersocavadas por negociaciones no tradicionales». Etcétera. Al poco tiempo, por intermedio deEUFONÍA nos enteramos de que Attwood había sido informado de que el entusiasmo que sentía el Departamento de Estado por las negociaciones con Cuba era «restringido». Un memorándumenviado por la oficina de Rusk el 7 de noviembre decía lo siguiente:

Antes de que los Estados Unidos contemplen siquiera la posibilidad de iniciar relacionesmínimas con el gobierno cubano, deberá cesar toda dependencia política, económica y militar del bloque sino-soviético, a la par que toda forma de subversión en el hemisferio. Castro tendrá que renunciar al marxismo-leninismo como ideología, remover de sus cargos a todos los comunistas,estar dispuesto a ofrecer una compensación por todas las propiedades expropiadas desde 1959 y devolver todas la industrias manufactureras, petroleras, mineras y de distribución a la empresa privada.

-Según parece, a Rusk no le importaría una rendición incondicional -observé.

-Bien -dijo Cal-, eso es lo mejor que tiene el viejo. Aborrece los movimientos imprevistos. Piensa que si se queda en el mismo lugar el tiempo suficiente, Kennedy volverá a su lado.

En La Habana manteníamos a Jean Daniel bajo cierta vigilancia (lo que no carecía de exigencias, dados los limitados recursos de nuestros agentes cubanos), pero los observadores aseguraban que Daniel no había tenido acceso a Castro durante sus semanas de permanencia enCuba, teniendo que conformarse con visitar las minas, las refinerías de azúcar y escuelas de provincia. La iniciativa de conversaciones con Cuba parecía estancada, según Cal.

Aun así, no dábamos nada por sentado. La siguiente cita con AM/LÁTIGO fue concertada para el 22 de noviembre, y empecé a experimentar una agradable sensación de anticipación. Durante las noches que debía permanecer en Washington, asistía a clases de francés en la Agencia para mejorar mi conversación. No era necesario. Si todo iba bien, Cal y yo estaríamos en París solamente un día, pero me entregué al proyecto como si se tratase de una empresa solemne; dadas las circunstancias, el rigor de la sintaxis francesa parecía otorgar ciertas sugerencias sacramentales a la tarea que teníamos por delante. Curiosamente, a medida que nos acercábamos a la fecha, más empezaba a ver a Cubela no como un agente doble, sino como un asesino intachable.

33

El 18 de noviembre, el presidente Kennedy pronunció un discurso por televisión durante la cenade la Asociación Interamericana de Prensa que tuvo lugar en Miami. Dix Butler y yo lo vimos en un bar.

No pude evitar comparar lo que vi esa noche con la recepción apocalíptica que once meses atrásJack Kennedy había tenido en el Órange Bowl. En esta ocasión nadie lo aplaudió puesto de pie al concluir su discurso, que en su mayor parte fue recibido en silencio. La audiencia, compuesta en su mayoría por exiliados de Miami, exhibía sus sospechas. Cuando Kennedy se refirió a «la pequeña pandilla de conspiradores cubanos» como un arma empleada «por poderes externos para subvertir elorden en las demás repúblicas americanas», y agregó que «esto, y nada más que esto nos divide; mientras continúe, nada es posible; sin esto, todo es posible», no hubo una gran reacción.

Más tarde, Butler dio su veredicto.

-¿Quieres saber cuál fue su mensaje? Pues te lo diré: «Líbrese de la Unión Soviética y podrá tener su socialismo, señor Castro». – Me dedicó una sonrisa amplia y maligna-. Se me ocurre que esta noche una cantidad de cubanos de Miami le clavarán alfileres a la efigie de cera de Jack Kennedy.

-Yo no conozco a demasiados cubanos ya -dije.

-Nunca los conociste.

En ese momento a punto estuve de pagar mi cuenta y largarme de allí, en parte indignado por lo que Dix acababa de decir, en parte apesadumbrado por la verdad que sus palabras encerraban, pero me pasó el brazo por encima de los hombros.

-Eh, compañero, anímate. Tú y yo participamos de la acción en una lancha, ¿no?

-Es más fácil llevarse bien contigo cuando las cosas ocurren demasiado aprisa como para quepuedas abrir la boca -dije.

-De acuerdo. Vuela con los gansos silvestres. – Asintió -. Hubbard, éstas son las copas de la despedida. He conseguido que me trasladen a Indochina. Vuelvo al mejor hachís del mundo. – En ese momento tomaba bourbon con hielo, acompañado de cerveza-. Dile adiós de mi parte a Chevi Fuertes.

Bien, los giros de la conversación con Butler siempre eran lo suficientemente abruptos para dar vuelta a la esquina en cualquier momento.

-¿Dónde está Chevi? – le pregunté.

-No lo sé.

-¿Lo has visto?

-Desde la última vez que hablamos, sí. En realidad, sí. Lo he visto. De hecho, lo puse a parir. – Asintió ante la contundencia de la imagen-. Lo llevé a mi habitación de hotel, solo, y lo acusé de ser del KGB.

-¿Cómo conseguiste que fuera?

-Ésa es toda una historia. No importa. Aunque resulte difícil de creer, le gusta mi compañía. Estaba impecable. Traje azul claro, camisa amarilla, corbata anaranjada. A su lado, tú y yo habríamos parecido un par de soplapollas, Hubbard, porque Chevi sabe combinar los tonos pastel.Para ser un gordo traidor, se lo veía muy guapo. Podría abrir una tienda de ropa masculina en el centro. «Perdóname, pero verte me da tanta impresión que tengo que ir al lavabo», le dije. Y era verdad, Hubbard. Evacué.

Me sentí tentado de sugerirle a Butler que si alguna vez ascendía a las altas jerarquías de laAgencia le convendría no referirse a su actividad intestinal, pero resistí el impulso. Mejor así. Él quería hablar.

-Cuando volví, coloqué a Chevi en un sillón y empecé a trabajarle ambos lados.

-¿Ambos lados?

-De la cara. Una buena bofetada en la mejilla izquierda, otra en la derecha. Tenía el anillo puesto, de modo que eso hizo saltar el corcho. Empezó a sangrar sobre la camisa amarilla y la corbata anaranjada. Me llamó idiota y bestia. Le repliqué: «No, Chevi, es peor que eso. Esta nochevas a confesar que perteneces al DGI». Debías haber visto el discurso que pronunció sobre las complejidades de su trabajo. Si lo hubiera grabado, podría dar conferencias en Langley. Por fin reconoció que sí, tenía tratos. Después de todo, había hecho conexiones para mí con todos losgrupos de exiliados, MIRR, Alfa 66, Comandos L, Trece de noviembre, MDC, Interpen, Cruzada para una Cuba Libre, Liga Anticomunista del Caribe. No paraba de hablar. Debe de haberse imaginado que mientras hablara no le pegaría. Enumeró cada una de las razones por las cuales él es nuestro agente mejor pagado en Miami.

«-Vayamos al grano -dije-. También tienes tratos con el DGI.

»-Sabes que es así -dijo-. Tú me alientas a ello.

»-Sí -admití-, siempre que sigas mis instrucciones al pie de la letra.

«-Comprendido -dijo.

»-No, comprendido no. Has doblado esquinas peligrosas. Das al DGI más de lo que te permito.

»-Tal vez amplíe los límites -admitió.

-¿Chevi admitió eso? – pregunté.

-Por supuesto. Estaba bajo presión.

»-Sí -dije-. ¿Cómo ampliaste esos límites?

«-Tienes que entender el juego -dijo.

»-Lo entiendo.

«-Entonces comprenderás por qué le he dado material al DGI para aumentar su confianza en mí.

»-Sí -dije-, creemos que eres un agente doble que trabaja para nosotros. Y quizás ellostambién lo crean.

»-Sí -dijo-, pero están equivocados.

»-No -repliqué-, los del DGI no son estúpidos. Quizá les estés dando tanto como a nosotros, o puede que incluso un poco más.

»-¿No? – pregunté.

»-En mi peor aspecto, soy un mercado neutral.

«-¿Eso incluye ponerlos al tanto de la noche en que haremos un ataque? ¿Es por eso quecapturaron a dos de mis hombres, y que mi nombre fue mencionado por la televisión de La Habana?

»-No -respondió-. Soy un mercado neutral. Doy información limpia a ambos bandos.

«Entonces vi su manera de actuar.

»-Tú -le dije- tienes tu hombre en el DGI. Sois íntimos amigos. Os dais por el culo el uno al otro. ¿No es así, jodido marica?

»-No -respondió.

»-Sí -insistí-. Eso ya es malo de por sí, pero ¿por qué le diste al DGI la fecha de mi ataque?

»-No -dijo-, yo no haría eso…

Butler se detuvo y me miró. Una vez mi padre me contó que los grandes animales, mientras agonizan después de haber sido heridos por un cazador, atraviesan por distintas expresiones. Vi aButler maligno, apesadumbrado, contento, aterrorizado, luego satisfecho consigo mismo durante los siguientes veinte segundos.

-Hubbard -prosiguió-, lo cogí de las solapas, lo levanté del sillón, lo arrastré hasta el cuarto de baño y le metí la cabeza en la taza del water. No te ruborices, muchacho. No había dejado correrel agua anticipándome a lo que vendría. Soy un oficial de caso muy calculador. Le dije que si no confesaba conocería el verdadero sabor de la verdad. «No lo hice. Dix, amigo, créele a Chevi», imploró. No iba a mostrarme insistente. Reconozco que, invariablemente, la amenaza es mayor quela ejecución, pero el poder de algo que llamaría la fuerza de la consumación se apoderó de mí. Le metí la cabeza en esa taza hedionda, y se la restregué. No dejaba de gritar: «¡Cuba, sí! ¡Castro, sí!».

El barman se acercó.

-Por favor, caballeros, si van a hablar de Castro bajen la voz. Hay un par de cubanos aquí,clientes regulares… -Al ver la mirada de Butler, agregó-: Gracias.

Y se marchó.

-La próxima vez -me dijo Butler- será mejor que venga con un bate de béisbol.

Guardé silencio. Por lo general, permanecía callado con Butler.

-¿Confesó? – pregunté por fin.

-No -respondió Butler-. Cada vez que le levantaba la cabeza, decía: «Lo que guardo dentro de mí, jamás conseguirás sacármelo». Increíble. «Lo que guardo dentro de mí, jamás conseguirássacármelo.» Finalmente lo metí en la bañera y abrí la ducha. En realidad, me metí yo también. Empecé a limpiarlo, restregándolo, y se enloqueció. Era como haber encerrado a un mapache en un cubo de basura. Salté de la bañera. No podía dejar de reírme. Pero casi me echo a llorar. En esemomento, amé a Chevi Fuertes. Lo amo ahora.

-¿Qué?

-Sí. Estoy borracho perdido. Pero él tenía la cara llena de mierda. Por coerción. Me siento fatal por haberle hecho eso. Porque disfruté haciéndolo, y ahora disfruto del remordimiento que siento.Hubbard, estoy perturbado. Ha desaparecido con su amante del DGI. Creo que está en Cuba, y yo voy a Indochina. Disfrutar del combate es el único don que Dios me ha dado.

-Vámonos de aquí -dije.

-¿Actué bien o mal? – Sabes lo que te contestaré.

-¿Y si me traicionó?

-¿Y si estabas equivocado?

-Puedo sentir la ira en tu boca -dijo Butler-. De modo que no me importa cómo me juzgues.No me importa. Si hice eso a Chevi fue porque decidí hacerlo. Hubbard, no podrás creerlo, pero me gustaría convertirme en un oficial de caso tan calculador como tú. – Se echó a reír-. Créeme, exportaré opio a Hong Kong.

Me las arreglé para llevarlo a su hotel sin problemas. Es lo único bueno que hice esa noche.Cuando regresé a mi apartamento, encontré un sobre que habían pasado por debajo de la puerta.

18 de noviembre

Estimado Peter (alias Roben Charles):

Peter, en Montevideo me pareciste un tipo honesto. Entonces eras sorprendentemente ignorante de las cosas del mundo, aunque no más ignorante que tus colegas, esos necios cowboys de la CIA. Ya he tenido bastante. Cuando leas esto, estaré en Cuba, si bien esa decisión me ha arrastrado, desilusionado conmigo mismo, por un peregrinaje a través de las seducciones de tu mundo, al que me adherí excesivamente. ¿Comprendes? Solía despreciar a los comunistas porque fueron a quienes primero pertenecí, y sabía que eran espiritualmente hipócritas. Cuando estaba en su compañía, cosa que en Uruguay era constante y permanente, sentía que la honestidad moría dentro de mí, ydespreciaba su falsedad. Nunca hacían nada convencidos de que lo hacían por ellos mismos; no disfrutaban de una buena comida porque eran glotones y les gustaba serlo, sino que comían porque era su deber mantener la moral en función de la causa. Mentiras. Avalanchas de mentiras. Mi mujer era lo peor. Poder, corrección, rectitud. La odiaba lo bastante como para odiar a todos loscomunistas. No hacía más que desear estar otra vez en Harlem, donde había vivido con una prostituta negra. Ella era voraz, tenía una línea recta que iba a su estómago y a su cono. Le gustaba el hombre que hablaba en voz alta, y no el petimetre de voz suave. Era una mujer simple. Era el capitalismo. Llegué a la conclusión de que el capitalismo era el mal menor.

Cuando uno hacía algo, lo hacía para uno mismo. Y resultaba. Menos por menos es más. Un mundo de gente voraz compone una sociedad buena. El capitalismo era surrealista. Me gustaba.

Pero ahora llevo meses viviendo bajo las órdenes de un capitalista blanco, Dix Butler, que algún día será muy rico, porque está hecho con la madera de los que amasan fortunas. Lo que hace siempre es para sí, y me he dado cuenta de que eso es peor. En nombre de su principio, que es élmismo: «Aquello que me hace sentir bien es el bien». Ernest Hemingway, ¿verdad? Y fue debido a ese principio que di con mi cabeza dentro de una taza llena de mierda. Para mayor información, dirigirse a Dix Butler. Perdóname. A Frank Castle. Dile a Frank Castle que el DGI conoce su verdadero nombre. Dix Butler. Ayer mismo se lo proporcioné. ¿Cómo lo sé? Porque él me lo dijocuando hacíamos el amor. Sí, he tenido una relación con Dix Butler. ¿Te sorprende? Yo, que solía ser uno de los principales sementales blancos en Harlem y Montevideo, he perdido toda conexión con mi hombría. Sí, estos últimos años, de hecho, después de trabajar para ti. Pero entonces abandoné Uruguay con el rabo entre las piernas. No era más que un traidor hijo de puta. En Miami seguí siéndolo, hasta que se transformó en un hábito cotidiano. Para mi alma, mi culo llegó a ser más importante que mi pene. ¿Por qué? No es ningún misterio. La virilidad es orgullo. Y yo era un montón de mierda. ¿Qué es el honor para un montón de mierda? El culo, sí señor. Si te digo todoesto, Peter, perdón, Robert Charles, rey de los inocentes, es porque sé que te escandalizará. Quiero escandalizarte. Eres tan ingenuo… Prodigiosamente ingenuo, pero intentas dirigir el mundo. Arrogante, ingenuo, incompetente, santurrón. Me juzgarás adversamente porque soy homosexual,pero tú lo eres más que ninguno de nosotros, aunque jamás lo reconocerás, ni a ti mismo, porque no te atreves a llevarlo a la práctica. Tú eres homosexual de la misma manera que los estadounidenses son bárbaros, aunque no lo practican abiertamente. Van a la iglesia. Y tú trabajas para tu país para no tener que mirarte al espejo con ojos escrutadores. No, miras a través de tu espejo-ventana de la CIA para poder espiar a los demás.

Me voy a Cuba lleno de miedo. ¿Y si los comunistas cubanos comunes y corrientes resultan ser tan estúpidos como los miembros del partido en Uruguay? Los Estados Unidos son el país ideal para la mierda. Incluso para la mierda como yo. Y me preocupa la posibilidad de que Fidel Castrono se haya sobrepuesto a su propia malignidad, siga siendo inmaduro y no esté dispuesto a reconocer que hizo mal en aceptar los misiles. Pero lo descubriré. Ya no podré ser indulgente con las dos mitades de mi naturaleza. Considera mi acto como un sacrificio personal. El comunismotriunfará hasta el punto en que la naturaleza humana pueda nadar a través de su propia mierda. Me siento como un pionero.

Suerte, buen hombre. Quiero que sepas que nunca dejaré de apreciarte. A pesar de todo, como dicen los ingleses.

Adiós, CHEVI

Terminé de leer la carta. Su contenido seguía hirviendo en mi cabeza cuando sonó el teléfono. ¿Sería por algún matiz en el tono de la llamada que supe que era el señor Eusebio Fuertes quien la hacía?

-¿Dónde estás?

-Al otro lado de la calle. Te he visto entrar. Estaba esperando. ¿Has leído mi carta?

-Sí.

-¿Puedo ir a verte?

-Sí.

Fue todo lo que pude decir. Me había puesto a temblar. En una ocasión, estando en Maine, en una pared de roca del lado de los Acantilados, mis rodillas comenzaron a temblar de un modo que Harlot describió de inmediato como «estilo máquina de coser». Ahora me temblaban las manos.Sabía el motivo de la visita de Chevi.

Entró con expresión de alegría, como si hubiera accedido a ese estado de libertad de toda consecuencia que es indiferente al veredicto. Me vería obligado a tomar una decisión. Podía detenerlo, o darle permiso para marcharse a Cuba. Ambas opciones resultaban intolerables.

-Sí -me dijo-. He venido a decirte adiós. Mientras escribía la carta, pensaba que no lo haría. Sentía desprecio por ti. No quería verte. Pero ahora he terminado con todo eso. – Miró a su alrededor-. ¿No tienes algo de beber? – Me dedicó una sonrisa perversa-. ¿Un ron cubano?

Le entregué una botella de ron puertorriqueño, y un vaso. Mis manos, por suerte, no me traicionaron.

-¿Sabes por qué he venido? – preguntó.

-Creo que sí.

-¿Puedo agregar un pensamiento? Tú tienes vicios, Roberto, y muchos defectos, pero, ahora que he manifestado mi resentimiento, sigo considerándote un hombre decente. Por lo tanto, si me marchase sin despedirme violaría tu decencia. Y la mía. Creo que en el universo existe unaeconomía de buena voluntad. Una economía que no es inextinguible.

-No -dije-, tú quieres que te arreste. De ese modo podrás encontrar un poco de paz. Hallarás una justificación para tu amargura. De lo contrario, quieres que te dé mi bendición. Entonces tendrás el placer de saber que por fin lograste conseguir que yo… -No sabía cómo decirlo-. Que yo violara la confianza de otros.

-Sí -dijo-. Tú y yo somos iguales.

-Vete al diablo.

-No puedes arrestarme. Veo que no puedes.

-Vete -dije-. Aprende todo lo que puedas acerca de Cuba. Volverás a nosotros, y entonces valdrás más.

-Estás equivocado -dijo-. Me convertiré en un decidido enemigo de tu país. Porque si medejas ir, sabré que ya no crees en tu propia función.

¿Estaría en lo cierto? Sentí una furia insoportable. En ese momento pude haber sido físicamente tan poderoso como mi padre. Por cierto, no sentía otro temor que el de matar a Chevi, como digno hijo del Consejero Hubbard, con mis propias manos. Sí, lo haría pedazos, pero no podía entregarlo anadie más. Era mi creación. Aun así, me resultaba imposible liberar mi mente de una mezcla horrenda de imágenes. Mientras contemplaba su acicalada presencia en mi sala, seguía viendo su cabeza metida en la taza del water de Butler.

-Haz el favor de irte -insistí-. No voy a arrestarte.

Apuró el vaso de ron y se puso de pie. Estaba pálido. ¿Podré sostener que era cristiano desear que se fuera a La Habana convencido a medias?

-Salud, caballero -dijo.

Finalmente, se marchó, y al cabo de diez minutos yo seguía maldiciendo. Tenía el dolor de saber que acababa de echar sobre mí una nueva obsesión. Sentía temor. Cuando unos días más tarde fui a Washington, el clima de la capital me pareció pesado, como cuando se aproxima un huracán a Miami, y no se trata de una observación menor: a pesar de sus vicios, Washington no tiene fama de que sus recintos sean frecuentados por fantasmas, ni de poseer una atmósfera misteriosa y espectral. Pero eso sentí. Había traicionado a la Agencia. Este sentimiento creció tanto que por fin ingresé en la matemática de la fe. El pecado y la penitencia se enfrentaban en las ecuaciones de mi mente. Hiceun nuevo juramento: desde ese día, por mucho que la ansiedad o la falta de convicción me abrumasen, consagraría por entero mis esfuerzos al asesinato de Fidel Castro.

34

El día previo a nuestra partida a París, Cal recibió un mensaje por radio de onda corta proveniente de uno de sus agentes en La Habana. Se le informaba que la noche anterior, 19 de noviembre, Fidel Castro había visitado ajean Daniel en el hotel donde se hospedaba y mantenido una entrevista de seis horas con él.

Si bien no nos enteraríamos de los conceptos intercambiados por los dos hombres hasta que The New Republic publicó un artículo en dos entregas, los días 7 y 14 de diciembre, aquel 20 de noviembre mi padre no dejó de especular ni por un instante.

-Esta reunión -dijo Cal- tuvo lugar debido a lo que Kennedy dijo en Miami hace dosnoches: «Esto, y nada más que esto, nos separa». Ésa es la razón por la que Castro vio a Daniel.

Como guardé silencio, mi padre siguió hablando.

-¿Te sientes tan mal como yo a causa de esto? – preguntó.

-Bien, la noticia otorga una finalidad específica a nuestro viaje.

-Sí -dijo Cal-, no iremos a dorar la píldora, ¿verdad?

Varias semanas después, yo leería hasta la última palabra que, según Jean Daniel, pronunció Fidel Castro el 19 de noviembre. Ya era mediados de diciembre, y me encontraría del otro lado de mi juramento. No pude por menos que preguntarme cómo me habría sentido de haber conocido el contenido de la entrevista de Daniel antes de viajar a París. ¿Habría creído en las palabras de Castro? En ese caso, ¿habría estado dispuesto a decirle a mi padre que no podía tratar con Cubela de buena fe? Y si él me lo pedía, ¿renunciaría a la Agencia? Para diciembre, ya no sabía cómo mehabría sentido en noviembre, pues todas las perspectivas se habían alterado. Pensar en renunciar no era más que un pesar débil. No es fácil abandonar una profesión, así como no lo es aceptar la amputación de un miembro.

The New Republic, 14 de diciembre de 1963

por Jean Daniel

En la «Perla de las Antillas, perfumada de ron e impregnada de triunfante sensualidad», como se describe a Cuba en los folletos de turismo estadounidenses que aún es posible encontrar en los hoteles de La Habana, pasé tres semanas intensas y repletas de trabajo, siempre pensando que no llegaría a conocer a Fidel Castro. Hablé con agricultores, escritores y pintores, militantes ycontrarrevolucionarios, ministros y embajadores. Pero Fidel permanecía inaccesible. Me lo habían advertido: no tenía deseos de recibir a periodistas, y menos aún a periodistas occidentales. Ya había abandonado las esperanzas cuando la noche de la fecha programada para mi partida, Fidel vino a verme al hotel. Se había enterado de mi entrevista con el presidente. Subió a mi habitación a las diez de la noche y se fue a la mañana siguiente. Aquí sólo me referiré a la parte de la entrevista que constituye una respuesta a las observaciones de John F. Kennedy.

Fidel escuchaba con un interés apasionado; se tiraba de la barba, se echaba la gorra de paracaidista hacia atrás, se ajustaba su guerrera de maquis, mientras me hacía el blanco de las mil chispas maliciosas que despedían sus vivaces y profundos ojos… Me hizo repetir ciertas observaciones, sobre todo aquellas en las que Kennedy manifestaba su crítica al régimen de Batista, y por último aquellas en que acusaba a Fidel de haber estado a punto de ocasionar una guerra fatal para la Humanidad.

Cuando dejé de hablar, esperaba una explosión. Pero me enfrenté a un silencio prolongado, y luego a una exposición tranquila, serena, por momentos humorística, y siempre cuidadosa. No sé si Fidel habrá cambiado, o si las caricaturas que aparecen en la Prensa de Occidente, que lo presentancomo un demente furioso, responden a una realidad anterior. Sólo sé que en ningún momento Castro abandonó su compostura y equilibrio…

«Creo que Kennedy es sincero -declaró Castro-; creo, también, que hoy su expresión de sinceridad podría tener un significado político. Explicaré lo que quiero decir. No he olvidado lastácticas maquiavélicas y los malos entendidos, los intentos de invasión, las presiones, el chantaje, la organización de una contrarrevolución, el bloqueo y, sobre todo, las medidas de represalia impuestas mucho antes de que existiera como pretexto y coartada el comunismo. Pero siento que heredó una situación difícil; no creo que un presidente de los Estados Unidos pueda ser realmente libre, y creo que actualmente Kennedy está sintiendo el impacto de esa falta de libertad. También creo que ahora él entiende hasta qué punto ha sido engañado, por ejemplo, con respecto a cuál sería la reacción de Cuba ante el intento de invasión en la bahía de Cochinos. Creo, también, que es un hombre realista; ahora se da cuenta de que es imposible pretender que con sólo agitar la varita mágica pueda hacer que desaparezcamos nosotros y la situación explosiva de América Latina…

»Ésa puede ser la actual situación. Pero hace más de un año, seis meses antes de que se instalaran los misiles en Cuba, habíamos recibido una cantidad de información advirtiéndonos que una nueva invasión estaba en marcha…

»¿Qué podía hacerse? ¿Cómo podíamos impedirla? Kruschov nos preguntó qué queríamos. Lerespondimos: "Hacer lo que sea necesario para convencer a los Estados Unidos de que un ataque contra Cuba sería lo mismo que un ataque contra la Unión Soviética". Pensamos en una proclama, una alianza, en ayuda militar convencional. Los rusos nos explicaron su preocupación: primero,querían salvar la revolución cubana (en otras palabras, su honor socialista ante los ojos del mundo), y al mismo tiempo, evitar un conflicto mundial. Según su razonamiento, si la ayuda militar convencional era el alcance de su ayuda, los Estados Unidos podrían instigar una invasión, en cuyo caso Rusia tomaría represalias, lo que provocaría, inevitablemente, una guerra mundial…

«Estoy aquí para decir que los rusos no querían, ni quieren, la guerra. Basta visitar su país, observar cómo trabajan, compartir sus preocupaciones económicas, admirar sus esfuerzos por mejorar el nivel de vida de los trabajadores, para comprender de inmediato que están muy, muy lejos de cualquier idea de provocación o dominio. Sin embargo, la Rusia soviética se enfrentó a dosalternativas: una guerra absoluta inevitable si se atacaba la revolución cubana, o el nesgo de una guerra si los Estados Unidos se negaban a retroceder ante los misiles. Optaron por la solidaridad socialista y el riesgo de la guerra.

»En esas circunstancias, ¿cómo podríamos los cubanos habernos rehusado a compartir los riesgos corridos para salvarnos? En el análisis final, era una cuestión de honor, ¿no lo cree usted así? ¿No cree usted que el honor desempeña un papel en la política? Usted piensa que somos románticos, ¿verdad? Quizá lo seamos. ¿Por qué no? De todos modos, somos militantes. En una palabra, decidimos aceptar el emplazamiento de los misiles. Y aquí podría agregar que para nosotros los cubanos, no había mucha diferencia entre morir a consecuencias de un bombardeo convencional o por una bomba de hidrógeno. No obstante, no estábamos jugando con la paz del mundo. Los Estados Unidos eran los que ponían en peligro la paz de la Humanidad al usar la amenaza de guerra para sofocar la revolución…»

La conversación pasó a girar en torno a la Alianza para el Progreso impulsada por Kennedy en América Latina.

«En cierto sentido -dijo Castro-, fue una buena idea, marcó cierto progreso, un esfuerzo por adecuarse al curso extraordinariamente veloz de los acontecimientos en América Latina. Pero las buenas ideas de Kennedy no van a dar resultado. Durante años la política estadounidense ha sostenido a las oligarquías latinoamericanas. De pronto aparece en la escena un presidente queintenta dar a los diversos países latinoamericanos la impresión de que los Estados Unidos ya no respaldan a los dictadores. ¿Qué sucede entonces? Los monopolios piensan que sus intereses pueden verse comprometidos; el Pentágono piensa que las bases estratégicas están en peligro; lasoligarquías poderosas de todos los países latinoamericanos alertan a sus amigos estadounidenses; sabotean la nueva política. En resumen, Kennedy tiene a todo el mundo en su contra.»

Le pregunté a Fidel en qué creía él que acabaría todo esto, cómo evolucionaría la situación. Aunque los Estados Unidos usaran contra él el pretexto del comunismo, el hecho es que sugobierno ha optado por el comunismo, que su economía y su seguridad dependen de la Unión Soviética… en un mundo donde la paz se basa en el respeto mutuo para una división tácita de zonas de influencia.

«No quiero discutir nuestros vínculos con la Unión Soviética -dijo Fidel Castro-. Me parecería indecente. No tenemos más que sentimientos de fraternidad y una profunda gratitud total hacia la Unión Soviética. Los rusos están realizando esfuerzos extraordinarios para ayudarnos, esfuerzos que en ocasiones les cuestan caros. Pero tenemos nuestras políticas propias, que quizá nosean siempre las mismas, tal como, creo yo, lo hemos probado. Me niego a explayarme sobre este punto, porque pedirme que diga que no soy un peón en el tablero de ajedrez soviético es como pedirle a una mujer que anuncie a gritos en una plaza pública que no es una prostituta…

»Si los Estados Unidos ven el problema tal como usted lo presenta, entonces tiene razón, no hay salida posible. Pero si lo analizamos bien, ¿quién pierde? Ellos lo han intentado todo contra nosotros, absolutamente todo, y seguimos vivos… ¿Estamos en peligro? Siempre hemos vivido en peligro. Para no mencionar la cantidad de amigos que uno encuentra en el mundo cuando esperseguido por los Estados Unidos. Por todas estas razones, no suplicamos nada. No pedimos nada.

»Le he hablado como un revolucionario cubano. Pero también podría hablarle como un amante de la paz, y desde esta perspectiva, creo que los Estados Unidos son un país demasiado importantepara no tener influencia en la paz del mundo. No puedo dejar de esperar, por lo tanto, que surja un líder en los Estados Unidos (¿por qué no Kennedy, que tiene mucho en su favor?) dispuesto a superar la falta de popularidad, a luchar contra los grandes monopolios y, lo que es más importante, a permitir que las distintas naciones actúen según su propia voluntad. No pedimos nada, ni dólaresni ayuda, ni diplomáticos, ni banqueros, ni militares, nada, salvo la paz, y que se nos acepte como somos. ¿De verdad resultaría imposible conseguir que los estadounidenses entiendan que el socialismo no conduce a la hostilidad contra ellos, sino a la coexistencia?»

Como conclusión, Fidel Castro me dijo:

«Ya que usted verá nuevamente a Kennedy, sea un emisario de paz; a pesar de todo, quiero expresarme claramente. Yo no pido nada. No espero nada. Como revolucionario, la presente situación no me disgusta, pero como hombre y como estadista, es mi deber indicar cuáles podríanser las bases para un entendimiento. Para que la paz sea posible, debería surgir en los Estados Unidos un líder capaz de comprender las realidades explosivas de la América Latina. Kennedy podría ser ese hombre. Todavía está a tiempo de pasar a la historia como el líder capaz de entender que la coexistencia entre socialistas y capitalistas es posible, aun en las Américas. Sería entonces un presidente aún más grande que Lincoln. Sé, por ejemplo, que para Kruschov, Kennedy es un hombre con el que se puede hablar. Otros líderes me han asegurado que para lograr este objetivo, primero debemos aguardar su reelección. Personalmente, lo considero responsable de todo, pero admito que en los últimos meses ha llegado a entender muchas cosas; y en el análisis final, estoy convencido de que cualquier otro sería peor».

Luego Fidel agregó, con una amplia sonrisa de adolescente: «Si lo vuelve a ver, dígale que estaría dispuesto a aceptar a Goldater como amigo si eso garantizara su reelección».

35

Hotel Palais Royal

22 de noviembre de 1963

Querida Kittredge:

Ha pasado bastante tiempo desde la última vez que te escribí. O al menos así me lo parece. Estoy sentado en mi habitación del Palais Royal, un pequeño recinto pomposo con muebles estiloArt Nouveau. Truman Capote escribió en el libro de huéspedes: «Mi hogar fuera de mi hogar». (Probablemente escribe lo mismo en todas partes.) Son las tres de la tarde de un viernes, y en menos de dos horas, Halifax y yo nos reuniremos con esta persona tan especial que es el objeto de nuestro viaje. Estoy aquí, solo, clasificando mis pensamientos y sintiendo un deseo apasionado de hablar contigo. Si al referirme a este proyecto hablo, por ejemplo, de Halifax, es porque quiero enviarte esto de inmediato, y no será posible utilizar el correo diplomático. Mi declaración debe ir por correo común.

¡Basta! Quiero decirte que te amo y que siempre te amaré. Si nunca lo he olvidado ni por un instante, ni siquiera en medio de mis pesadillas, ni siquiera (debo admitirlo) en brazos de otra mujer, jamás he podido decírtelo personalmente. Me encuentro en París para llevar a cabo una misión importantísima, y siento en el pecho una leve opresión, producto de mi ansiedad. Mi compañero, el veterano Halifax, llama a este estado «las tiernas mariposas», y para él no hay sensación mejor. No veo la hora de que llame a mi puerta para que ambos acudamos a nuestra cita. Sin embargo, siento también una serenidad curiosa, como si pudiera permanecer aquí escribiéndoteel día entero. En este momento, Alfa y Omega parecen estar mutuamente en paz, como si el alba y el crepúsculo convivieran en mí, de modo que puedo decirte no sólo que te amo sino que te esperaré toda la vida, y que estoy dispuesto a vivir en este estado comprendiendo plenamente la profunda lealtad que debes a los tuyos. Sí, te amaré sin más exigencias que pedirte que me perdones por haberte impuesto esta carga.

¿Es posible que la pavorosa aunque sutil magia de París insinúe su influencia sobre mi confesión? Hoy ha amanecido nublado, y de todas las ciudades que conozco París es la única queadquiere un tono gris liláceo en un día como éste. El cielo, las piedras de los edificios, el Sena mismo, sirven como evidencia de las sinfonías menores que se encuentran en la panoplia del gris; sin embargo, estos mismos tonos menores evocan emociones tan armoniosas como abrumadoras. Esta mañana, mientras caminaba junto al Sena, me di cuenta de que no podía dejar pasar un solo día más sin decirte cuánto he amado tu belleza y tu impetuoso y apasionado corazón desde el momento mismo en que te vi.

No diré más. ¿Es interesada esta esperanza de que puedas llegar a tener a mano estas páginas cuando dudes de mí? Ahora que por fin he logrado confesarme, me siento tan sabio y prudente (algo nada característico en mí) que quiero hablar de una cantidad de temas absurdos e insignificantes. De Halifax y de mí, por ejemplo. Tuvimos un almuerzo extraordinario en Tour d'Argent. Es imposible equivocarse cuando Halifax tiene hambre y está en París. Antes de aburrirte con los detalles de unacomida en la que no participaste, sólo te diré que comenzamos con champignons farcis duxelles acompañados por una botella de St. Emilion cosecha 1953. La pluma del cielo acarició el Tour d'Argent. Nunca supe de qué forma puede una seta iluminar hasta tal punto los chalotes, el ajo, la mantequilla y la nuez moscada. El vino me explotó en la garganta. Tuve un indicio del júbilo quepodría experimentar si alguna vez comiésemos juntos en un restaurante que sólo tú y yo conociéramos.

Si la ironía es redentora, y tengo la esperanza de que lo sea, paso a confesarte que en medio dela soberbia comida nos internamos en temas de conversación que bordearon la solemnidad tácita de nuestra misión. Nos reuniremos con un agente enemigo. Por supuesto, en un ambiente neutral, incluso amistoso, de modo que no debo recargar las tintas, pero se trata de una misión legítima y pesada. Debo admitir que produce en mí una frivolidad de alguna manera solemne.

Halifax siempre mejora esta combinación. En el OSS debe de haber sido muy querido. Ayer, en el vuelo de Pan Am, me entretuvo con sus anécdotas. Teme un poco a los aviones, lo que me recuerda una teoría de Dix Butler según la cual los hombres fuertes son los que menos quierenviajar en avión por miedo a que su propio poder pueda interferir en el buen funcionamiento de los motores. Al oír esta tesis, Halifax propuso una enmienda:

-Eliminar al prójimo produce una terrible fascinación -dijo-. Se entra a formar parte de una selecta fraternidad. El hombre al que veremos mañana es un buen ejemplo de ello.

A continuación, Halifax me narró una matanza en la que había participado en Italia junto a los partisanos, y de la que yo ya había oído algún rumor. Antes de que terminara, había matado a cinco alemanes en tres días, dos con disparos de fusil, dos con su Luger (tomada como botín de guerra) yel quinto con las manos.

-Después de aquello, nunca he vuelto a ser un hombre equilibrado – dijo-. Mi vida ha girado en torno a ese suceso. ¿Sabes?, me ha otorgado una sensación de superioridad, de conciencia de mi propio poder, y en ciertas ocasiones me ha insinuado que estoy loco.

-¿Por qué loco? – pregunté.

-Porque disfruté de esos tres días. El director de St. Matt's, mi padre, me sorprendió una vez al decirme que la tarea más difícil que el Señor puede darle a un hombre es que sea el ángel de lamuerte para los corruptos, los condenados y los malvados. Sólo muy pocos hombres pueden serlo, me aseguró. Yo no podía dar crédito a lo que oía. ¡Mi padre, un clérigo, aprobando el exterminio de otros seres humanos! Por supuesto, tenía en la mirada ese brillo especial, esa fortaleza de zafio que muchos yanquis poseen. Sé que yo también lo poseo.

Que el uso de la palabra «zafio» no te confunda, Kittredge. Cuando Halifax la emplea, no lo hace con sentido peyorativo, sino que se refiere al impulso sexual.

-Cuando de sexo se trata, soy un yanqui típico -me confesó -. Harry, creo que nunca tuve una erección sin sentir que me la había ganado y la merecía.

-Eso iría contra mi estilo -dije.

Nos echamos a reír. En ese momento, una azafata bastante atractiva a la que Halifax había estado mirando insistentemente desde que subimos al avión, se detuvo a charlar con nosotros. Como es natural, Halifax consideró que lo hacía movida por su interés hacia él, pero se decepcionó cuando vio que la mujer estaba interesada en mí.

-¿No es usted amigo de Modene Murphy? – me preguntó. Asentí, entonces dijo-: Yo solía trabajar en Eastern con ella. No hacía más que hablar de usted. Lo reconocí por la foto que siempre llevaba en la cartera. Pensaba que era usted fantástico.

-Ojalá me lo hubiera dicho a mí.

Quedamos en que el que viera primero a Modene le daría saludos del otro.

Bien, Halifax oyó todo aquello, y una vez que la azafata se hubo marchado me dijo que siempre había sabido acerca de Modene, que siempre la había querido conocer, pero después de un discretointerrogatorio me di cuenta de que todo lo que sabía eran rumores de la Agencia referidos a que yo estaba enrollado con una azafata muy bonita.

No quiero cansarte. Es axiomático que una mujer hermosa no quiera oír hablar de otra, pero apelo a tu magnanimidad con un propósito. Halifax me hizo una confesión sorprendente. Estabasufriendo de «lapsus eréctiles», como él mismo los llamaba. Si te menciono esto, no es con la intención de revelar su secreto, sino para que te formes una idea de mi padre. Siento que empiezo a comprender sus monumentales depresiones a causa de Mary -sus últimos años deben de estar llenos de esos «lapsus»- y, como contraste, su actual excitación a causa de esta misión. Vino a París hace unas semanas, para un breve reconocimiento, y volvió revigorizado por estar de nuevo en la acción. «Me siento listo para volver a la cuadra como semental», me dijo. Supongo que debe de haber reanudado las relaciones con Eleanor, su secretaria (que lo adora), pero la actual es unaantigua novia. ¡Abróchate el cinturón! Apuesto a que ella no te lo ha dicho. Se trata de Polly Galen Smith. Una mujer que se rodea de la gente adecuada.

De modo que Halifax estaba de buen humor. Protege su salud entrando en acción de tanto entanto. Si bien nuestra actual misión no encierra riesgos físicos, o al menos eso creo, siempre pueden producirse catástrofes, grandes o pequeñas, capaces de poner en peligro nuestra seguridad y nuestra carrera. En estos momentos, un simple aleteo sonaría como el estruendoso batir de alas de un gigantesco pterodáctilo. Pero cuando Halifax se dirige hacia el peligro se siente en el mejor de losmundos. Como si por sus venas corriese sangre mediterránea, habla con grave placer del asesinato y la muerte. Mientras tanto, engulle un filet de boeuf au poivre y luego bebe una buena copa de Pommard cosecha 1956. Se está refiriendo a su continua obsesión: que Marilyn Monroe fueasesinada.

A medida que habla del tema, mi mente da vueltas. La conversación se ha alejado considerablemente de lo que yo había imaginado. Por supuesto, ya habíamos discutido qué hacer si durante la reunión las cosas tomaban un mal rumbo. Habíamos hablado de ello en su despacho, y,más tarde, en el avión. Aun así, suponía que ocuparíamos el almuerzo, o al menos parte de él, a repasar el asunto, pero no fue así.

-Ya lo hemos arreglado -dijo-. Hablemos de otras cosas.

Y empezó a exponer su tesis. Yo no quería hablar de ese asunto, porque sólo de pensar que esa actriz tan encantadora, triste y alegre a la vez, podía haber sido asesinada, me arruinaría la comida. Sin embargo, creo que Halifax me comprende más que yo mismo. Creo que instintivamente sabe que para estimular los reflejos, grandes y pequeños, puede resultar tonificante contemplar unasituación ajena, aunque se trate de algo horrendo, como en este caso. Si uno se enfrenta seriamente a sus propias posibilidades, puede meditar acerca de otros aspectos igualmente graves referidos a otro asunto.

Trataré de usar sus propias palabras. Después de todo, tengo credenciales: he escuchado al buenHalifax en suficientes ocasiones como para oír su voz cuando escribo acerca de él. Esta vez, estuvo más elocuente que nunca.

-En un principio estaba absolutamente convencido de que fue asesinada por una ordenindirecta o directa de los Kennedy. No es difícil ponerle una inyección a una persona que confía en ti. Tanto Jack como Bobby podían haberle dicho: «Esta mezcla de vitaminas es dinamita pura. Obra milagros».

Kittredge, creo que es mejor que te explique que durante los últimos quince meses ésta ha sido la preocupación constante de Cal, y no sólo ha recogido toda la evidencia -por cierto limitada-que ha podido, como el informe del forense, sino que, como ha trabajado en Inteligencia toda la vida, ha transformado el caso de Marilyn Monroe en su afición. Me asegura que en el informe del forense todos los hechos indican que se trata de un asesinato. Para explicar el contenido de barbitúricos en la sangre, Marilyn debería de haber tomado por lo menos cincuenta cápsulas de Nembutol e hidrato clorhídrico, lo cual habría dejado en su estómago e intestino delgado un gran residuo, y no lapequeña cantidad que el forense encontró.

No incluiré más detalles, pues podrían repugnarte. Por otra parte, él me los ha enumerado tantas veces que he llegado a la perturbadora sospecha de que su argumento puede ser correcto. Lo nuevo es que ha cambiado su conclusión. Durante estos últimos quince meses, Halifax ha venidosospechando de Jack, lo que puede darte una idea de la animosidad reinante en la Agencia hacia nuestro presidente. Algunas veces, en mitad de la noche, me he preguntado: «¿Qué ocurriría si tuviese razón?».

Te diré que mientras Halifax me proporcionaba estos detalles clínicos, cortaba su filete con precisión, en bocados de medio centímetro que después de cubrir ligeramente con la salsa au poivre, se llevaba a la boca al estilo inglés, es decir, cogiendo el tenedor con la mano izquierda. Todo esto, sin dejar de exponer cuidadosamente los detalles de la autopsia. Haciéndose pasar porreportero, entrevistó al forense por teléfono, hazaña posible gracias a la ayuda de uno de sus amiguetes del Washington Post, quien lo autorizó a usar su nombre.

-Te diré que desde un primer principio tuve la seguridad de que tenían que ser los Kennedy.En realidad, quería que fuesen ellos. No me habría importado hacer trizas su Administración. – Mientras decía esto, su cara se había puesto tan roja que cualquiera podría haber supuesto que estaba masticando carne de alce-. Debo recordarte que con la bahía de Cochinos Kennedy le asestó un golpe a la CIA del cual tal vez nunca nos recuperemos. Nos vimos humillados. No, jamásle perdonaré a Jack Kennedy su indecisión. Por otra parte, soy un oficial de Inteligencia, y no me precipito en mis conclusiones. De modo que empecé a vislumbrar la posibilidad de que a los Kennedy no les hubiese asustado tanto la posibilidad de que Marilyn Monroe revelara suspecadillos. Por Dios, Jack llegó a la presidencia con una cantidad de amoríos, grandes y pequeños, detrás de él. Sin embargo, los periódicos jamás hablaron de ello. Un hombre que se postula para un alto cargo es sacrosanto; mucho más si accede a la presidencia. Si Marilyn hubiera hecho públicos sus secretos, los Kennedy probablemente habrían respondido que ella era su amiga, una mujer muytalentosa, y que lamentaban que sufriese un derrumbamiento nervioso. Por lo tanto, ¿qué sentido tenía correr el riesgo de matarla? Había que aceptar el hecho de que la tesis original no era muy sólida.

»Luego me enteré, a través de uno de los contactos menos digeribles de Bill Harvey, que se remonta a los días de Maheu, que Jimmy Hoffa había conseguido introducir un micrófono en el dormitorio de Marilyn, e intervenido todos sus teléfonos. Al parecer, Hoffa tiene un compinche llamado Bernard Spindel, que es el rey de las escuchas telefónicas. Puedo asegurarte que es un pocomás hábil que la gente de Las Vegas que trabajó para nosotros.

»Ese hecho reavivó mis sospechas. Porque si había un micrófono, era lógico que en la cama hubiera charla, lo cual, a su vez, era una prueba de que existía contacto carnal con la dama. Pero, una vez más, mi razón privó sobre la animosidad y la ira. Pensé que los medios de comunicaciónjamás permitirían que el poder de la presidencia se viera quebrantado por una acusación, por bien documentada que estuviera, y mucho menos por una cinta que reproducía las conversaciones de una actriz neurótica. Entonces tuve una idea. Tenía que ser Jimmy Hoffa el responsable del asesinatocalculado, a sangre fría, de Marilyn Monroe. Nadie en el universo odiaba más a Bobby Kennedy que Jimmy Hoffa. Como Marilyn contaba con al menos cinco especialistas en condiciones de recetarle píldoras, más otros veinte cuyos nombres desconozco, Hoffa encontró la manera de convencer a uno de esos médicos, sin duda ofreciéndole algo a cambio, de que aceptara el arreglo. Hoffa tenía una cantidad de detectives privados que podían darle la información requerida.

»Voilà! El médico elegido por Hoffa visitó a Marilyn y le inyectó la dosis letal. Como todo el mundo sabía que era una persona inestable, el público creería que se había suicidado. Los periódicos lo anunciarían con grandes titulares. Sin embargo, cuarenta y ocho horas después, cuando resultara evidente que algo no encajaba, la Prensa empezaría a insinuar que había gato encerrado. Para el fin de la semana, la acumulación de evidencias sugeriría claramente que la dosisle había sido inyectada, es decir, que había sido asesinada.

-¿No crees que en ese caso el nombre de los Kennedy aparecería en los titulares?

-No. Pero recuerda que varios miles de personas en Washington, Los Angeles y Nueva York ya habían oído el rumor de que Marilyn tenía aventuras tanto con Jack como con Bobby. ¿Puedesimaginar los chismes después de su muerte? Apuesto a que Hoffa se imaginó que medio país vería que no sólo había sido asesinada, sino que ciertas personas intentaban hacer pasar su muerte por un suicidio. Hoffa habría logrado iniciar una campaña de rumores contra los Kennedy. Haz la pruebade ganar unas elecciones con una úlcera como ésa.

-Entonces, ¿por qué todos piensan todavía que se trató de suicidio? – pregunté.

-Porque Hoffa se equivocó en los cálculos. Se anticipó a todos los detalles, excepto a uno. Desde que ascendió a la presidencia, Jack ha cautivado a los jefes de Policía de todas las ciudadesimportantes que ha visitado. Les hace creer que una vez que las elecciones de 1964 hayan pasado a la historia, J. Edgar Hoover será forzado a renunciar. El policía número uno de cada ciudad importante empieza a pensar que podría ser el siguiente jefe del FBI. Creo que cuando el jefe deLos Angeles vio que la evidencia del caso de Marilyn indicaba un crimen, hizo todo lo posible para que fuese declarado suicidio. ¿Acaso iba a permitir que se vapuleara el nombre de los Kennedy y así perder toda oportunidad de convertirse en el sucesor del Buda? Ciertamente, Hoffa menospreció a los Kennedy.

Fue un almuerzo increíble, Kittredge. Antes de que terminara, entraron un hombre y una mujer, dos de los ingleses más altos, delgados y elegantes que he visto en mi vida. La mujer llevaba un diminuto caniche blanco, y cuando el jefe de comedor los saludó, ella se lo entregó. «Por favor,Romain, ¿serías tan amable de cuidar de Bouffant}», le dijo con ese acento inglés tan natural que es imposible de adquirir, ni siquiera casándote con una inglesa. Y Romain, un camarero arrogante hasta ese momento, colocó a la bestezuela sobre la alfombra sagrada del Tour d'Argent y empezó a hablarle en una variante francesa de balbuceo infantil: «Hola, Bouffie. ¿Cómo estás, perritodelicioso?». Luego se puso de pie, le indicó a un camarero que se encargase de la criatura (durante las dos horas siguientes, al parecer), y escoltó al vizconde y a la vizcondesa, o lo que fueren, a su mesa junto a la ventana sobre el Sena. «¿No te gustaría intimar con ella?», me preguntó Halifax con un susurro. Sin duda, se había olvidado de sus lapsus eréctiles.

Te he escrito esta larga carta con el placer que siento al hablar contigo. En unos pocos minutos Halifax, cuya habitación está en el mismo pasillo que la mía, llamará a mi puerta y nos dirigiremos al encuentro de nuestro hombre. Ojalá pudiera contarte más. Lo haré, por cierto, algún día.

Me siento dichoso. Cuánto te amo. Mi amor eleva mi alma por encima del horror, la aventura y la sorpresa. Devotamente, HARRY

36

Cubela, que vestía una cazadora beige y pantalones marrones, entró en el Bistró de la Mairieacompañado por un hombre de chaqueta naval azul, pantalones grises de franela y gafas con montura de concha (LIMA), que nos saludó con una inclinación de cabeza y se fue. Excepto por tres obreros de pie ante la barra, cerca de la entrada, teníamos todo el local para nosotros solos:suelo oscuro, paredes oscuras, mesas redondas y un camarero desinteresado.

Cubela caminó hacia nosotros como un peso pesado que entra en el ring. Mi padre lo había descrito como alto, pero era más corpulento de lo que había imaginado, con un bigote tupido, poderoso y pesimista. Habría sido apuesto si no hubiera tenido la cara abotagada por la bebida.

-Señor Scott -dijo Cubela dirigiéndose a mi padre.

-Señor general -replicó de inmediato Cal-, le presento al señor Edgar.

Yo saludé con la cabeza. Cubela se sentó con gracia solemne. Se decidió por un Armagnac. No dijimos nada hasta que el camarero lo trajo; entonces, Cubela tomó un sorbo y con fuerte acento español, preguntó:

-Il n'y a ríen de mieux?

El camarero respondió que era la marca de Armagnac que se servía allí. Cubela asintió condesagrado, y le indicó que se retirara.

-¿Ha traído la carta? – preguntó. Cal asintió-. Me gustaría verla, señor Scott.

Su inglés era superior a su francés.

La carta era breve, pero la habíamos compuesto con extremo cuidado. Uno de los expertos de VAMPIRO había falsificado la letra en un papel de carta que llevaba el sello del Fiscal General estampado en relieve.

20 de noviembre de 1963

El propósito de la presente es dar seguridad al portador de la misma de que, en reconocimiento a sus esfuerzos exitosos por producir un cambio notable e irreversible en el actual gobierno de Cuba, el poder del presente cargo y todas las lealtades colaterales concurrentes pondrán a su disposición su apoyo pleno para sostener sus altos intereses políticos.