Tarde del primer día

EDWARD CARSON sigue interrogando a WILDE.

CARSON: ¿Es ésta su introducción a Dorian Gray?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿«Un libro no es, en modo alguno, moral ni inmoral»?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿«Los libros están bien escritos o mal escritos»?

WILDE: Creo que era «o bien escritos».

CARSON: «Los libros están bien escritos».

WILDE: «O mal escritos».

CARSON: «Eso es todo».

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Eso expresa su opinión?

WILDE: Mi opinión del arte, sí.

CARSON: ¿Debo deducir que no importa lo inmoral que sea un libro, que si está bien escrito será un buen libro?

WILDE: Si está bien escrito producirá una sensación de belleza, que es el sentimiento más elevado de que es capaz el hombre. Si está mal escrito producirá una sensación de repugnancia.

CARSON: Un libro bien escrito e inmoral sería…

WILDE: Le ruego me perdone… Lo que digo es que si un libro está bien escrito, si es una obra de arte, la impresión que produce es una sensación de belleza, que para mí es lo más elevado que es capaz de producir el ser humano. Si es una obra de arte mal hecha, sea una estatua o un libro, produce una sensación de repugnancia; eso es todo.

CARSON: Un libro bien escrito que expusiera opiniones sodomitas, ¿podría ser un buen libro?

WILDE: Las obras de arte no exponen opiniones de ningún tipo.

CARSON: ¿Qué?

WILDE: Las obras de arte no exponen opiniones. Las opiniones son cosa de gente que no es artista. En una obra de arte no hay opiniones.

CARSON: Según usted, podemos decir que una novela sodomítica podría ser un buen libro.

WILDE: No entiendo a qué se refiere con «una novela sodomítica».

CARSON: ¿Ah, no?

WILDE: No.

CARSON: Le propongo el caso de Dorian Gray. ¿Está el libro abierto a la interpretación de ser un libro sodomítico?

WILDE: Sólo para los zopencos… sólo para los iletrados; quizá debería decir para los zopencos e iletrados.

CARSON: ¿Una persona iletrada que leyera Dorian Gray podría considerarlo un libro sodomítico?

WILDE: Las opiniones que los filisteos puedan tener acerca del arte no han de ser tenidas en cuenta: son infinitamente estúpidas. No puede preguntarme qué interpretación de mi obra puede hacer el ignorante, el iletrado, el necio. No me interesa. Lo que me interesa de mi obra artística es mi punto de vista, mi sentimiento, por qué la hice; me importa un bledo lo que los demás piensen de ella.

CARSON: La mayor parte de la gente entraría en su definición de filisteos e iletrados, ¿verdad?

WILDE: Oh, he encontrado maravillosas excepciones.

CARSON: Pero me refiero a la mayoría de la gente. ¿Cree que la mayoría de la gente está a la altura del comportamiento, de la pose que usted nos ofrece, señor Wilde, o tiene la suficiente educación para ello?

WILDE: Me temo que no son lo bastante cultivados. (RISAS).

CARSON: ¿No son lo bastante cultivados para trazar la distinción que usted nos ha ofrecido entre un libro bueno y uno malo?

WILDE: Oh, desde luego que no. Nada que ver con el arte.

CARSON: El amor y el afecto del artista hacia Dorian Gray que se refleja en este libro suyo, ¿podría llevar a una persona normal a creer que la obra tenía una tendencia sodomítica, sí o no?

WILDE: Desconozco por completo a las personas normales.

CARSON: Oh, entiendo. Pero no les impide a las personas normales que compren el libro.

WILDE: Nunca las he desanimado a hacerlo. (RISAS).

CARSON: Ahora escuche esto. Es su relato de cuando el artista es presentado.

CLARKE: El alegato de este caso, como su señoría puede ver —y, naturalmente, en un caso como éste es necesario ser estricto—, aduce… mi docto colega me ha entregado una copia.

CARSON: ¿Querría considerar tan sólo este pasaje?

CLARKE: Lamento interrumpir a mi colega. Creo que debo elevar mi más indignada protesta. Su señoría verá que el alegato dice «publicó en el mes de julio de 1890, y lo publicó con su nombre en la portada, una obra narrativa titulada El retrato de Dorian Gray». Tengo la obra con su nombre en la portada. Mi docto colega me entrega un número de la Lippincott’s Monthly Magazine que se supone contiene el relato completo.[136]

CARSON: El relato original.

CLARKE: Contiene también artículos sobre quiromancia y aportaciones a la ciencia. «Una protesta firmada», «Relatos de los poderes del aire», etcétera. Naturalmente, es en extremo difícil, cuando se tiene conocimiento de los contenidos del volumen descrito en el alegato, emprender un examen crítico de la diferencia entre los dos libros. Pero sostengo que mi docto colega debe limitarse a cierto libro, la obra, con el nombre impreso en la portada. Es esto y sólo esto, que yo sepa.[137]

CARSON: Señoría, sostengo que…

JUEZ: No he visto la obra que tiene usted en la mano. (Se le entrega al juez un ejemplar).

CLARKE: Su señoría se da cuenta de lo difícil que es comparar…

CARSON: Aun cuando la objeción de mi docto colega tuviera fundamento, en el sentido de que el volumen contuviera sólo la obra a que me he referido, que no es el hecho, aunque así fuera, sin duda se me permitiría en el interrogatorio interrogar al señor Wilde sobre cualquier obra en la que haya colaborado.

JUEZ: Sí, creo que tiene razón.

CLARKE: Esto no respalda el alegato.

CARSON: De hecho, me he tomado muchas molestias para describir esto como una narración y con la fecha precisa a fin de referirme a la colaboración en la Lippincott y no al otro volumen. Ya le he preguntado al señor Wilde si posteriormente, después de que aparecieran las críticas al original, hizo algunas modificaciones.

JUEZ: Nos ha dicho que esto se publicó en 1891.

CARSON: No figura el año.[138]

JUEZ: Pero se nos ha dicho que el señor Wilde la publicó en 1891.

CARSON: Tengo la edición original firmada por el propio señor Wilde. Es de 1891.

CLARKE: Con la venia de su señoría, me temo que llevará cierto tiempo.

CARSON: Le entregaré un ejemplar.

JUEZ: Veo que el nombre está en la portada.

CLARKE: Le estoy muy agradecido a mi docto colega; mi docto colega me ha entregado un ejemplar.

CARSON: Le he entregado una copia en la que se muestran todas las diferencias.

JUEZ: El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde.

CARSON: Ésta es, de hecho, la versión a que nos referíamos.

WILDE baja del estrado para hablar unos minutos con su abogado.

CLARKE: Estoy seguro de que su señoría me permitirá repetir lo que acaba de decirme el señor Wilde. Me dice que le es perfectamente indiferente la edición del libro que se utilice para interrogarle. Le he explicado que he protestado porque no conocía la otra edición y sólo conocía ésta, pero por deseo suyo retiro la protesta.

CARSON: Para comodidad de mi docto colega, le he entregado un ejemplar de esta edición.

CLARKE: Le estoy muy agradecido.

CARSON: Aquí está el momento en que el artista es presentado a Dorian Gray, y la cuestión que me gustaría dilucidar es ésta: preguntarle si…

CHARLES GILL: Página 8 del libro.

CARSON: Y página 6 de la Lippincott’s, si su señoría lo tiene. Aquí está el pasaje. Ésta es la conversación entre lord Henry Wotton y el artista Basil Hallward:

—Quiero que me expliques por qué no expones el retrato de Dorian Gray. Quiero que me digas la verdadera razón.

—Ya te la he dicho.

—No, no lo has hecho. Has dicho que es porque hay demasiado de ti en él. Y eso es una chiquillada.

—Harry —dijo Basil Hallward, mirándole directamente a los ojos—, todo retrato pintado con sentimiento es un retrato del artista, no del modelo. El modelo no es más que un accidente, un pretexto. No es a él a quien revela el pintor; es más bien el pintor quien, sobre los colores de la tela, se revela a sí mismo. La razón por la que no voy a exponer el cuadro es que tengo miedo de haber mostrado el secreto de mi propia alma. Lord Henry se rió.

—¿Y qué secreto es ése? —preguntó.

—Te lo diré —dijo Hallward; y una expresión de perplejidad se le dibujó en la cara.

—Soy todo oídos, Basil —murmuró su acompañante, mirándolo.

—Oh, la verdad es que hay muy poco que contar, Harry —respondió el joven pintor—, y mucho me temo que apenas lo entenderías. Quizá tampoco te lo creas.

Lord Henry sonrió e, inclinándose hacia delante, arrancó una margarita de pétalos rosados de la hierba y la examinó.

—Estoy seguro de que lo entenderé —replicó, mirando intensamente el pequeño disco dorado de plumas blancas—, y puedo creerme cualquier cosa, siempre y cuando sea increíble.

—Bueno, pues es increíble —replicó Hallward bastante amargamente—, para mí a veces resulta increíble. No sé qué significa. La historia es bastante sencilla. Hace dos meses asistí a una reunión social en casa de lady Brandon. Ya sabes que los pintores pobres tienen que dejarse ver en sociedad de vez en cuando, sólo para recordarle al público que no somos unos salvajes. Vestido de etiqueta y con corbata blanca, como me dijiste una vez, cualquiera, incluso un corredor de bolsa, puede ganarse reputación de civilizado. Bueno, cuando llevaba en el salón unos diez minutos, durante los cuales hablé con imponentes viudas emperejiladas y académicos tediosos, noté de pronto que alguien me miraba. Al darme la vuelta vi a Dorian Gray por primera vez. Cuando nuestras miradas se encontraron, me sentí palidecer. Una extraña sensación de terror se apoderó de mí. Supe que tenía delante a alguien con una personalidad tan fascinante que, si yo lo permitía, absorbería toda mi existencia, el alma entera, incluso mi arte. No deseaba ninguna influencia externa en mi vida. Tú sabes perfectamente, Harry, lo independiente que soy por naturaleza. Mi padre me había destinado al ejército, Yo insistía en ir a Oxford. Luego me obligó a inscribirme en los estudios de derecho. Antes de haber asistido a media docena de clases abandoné la abogacía y anuncié mi intención de ser pintor. Siempre he sido mi propio dueño; así había sido, al menos, hasta que conocí a Dorian Gray. Entonces… no sé cómo explicártelo. Algo parecía decirme que me encontraba al borde de una terrible crisis en mi vida. Tenía la extraña sensación de que el Destino me reservaba exquisitos placeres y exquisitos pesares. Sabía que si hablaba con Dorian me entregaría totalmente a él, y que no debía hablarle.[139] Tuve miedo, y di media vuelta para abandonar el salón. No fue la conciencia lo que me impulsó a hacerlo; fue la cobardía. No me atribuyo el mérito de intentar escapar.

Más adelante, dice:

—Nuestras miradas se cruzaron de nuevo. Fue una locura por mi parte, pero le pedí a lady Brandon que me lo presentara. Quizá, después de todo, no fue tanta locura. Fue simplemente inevitable. Habríamos hablado sin que nadie nos presentara. Estoy seguro de eso. Dorian me lo dijo más tarde. Él también sintió que estábamos destinados a conocernos.

Ahora le pregunto, señor Wilde, ¿considera que la descripción del sentimiento de un hombre hacia un joven, apenas entrado en la edad adulta, era un sentimiento decoroso o indecoroso?

WILDE: Creo que es la descripción más perfecta posible de lo que sentiría un artista al conocer a una hermosa personalidad que le parecía necesaria para su arte y para su vida.

CARSON: ¿Una hermosa personalidad?

WILDE: Sí, un joven hermoso.

CARSON: ¿Se refiere a una persona hermosa?

WILDE: Sí, yo diría más bien personalidad; que él sintió de manera instintiva que él y Dorian serían amigos.

CARSON: ¿Serían amigos?

WILDE: Y que su vida iba a cruzarse con la de él. Pero aceptaré la palabra que usted quiera. Diré un hermoso joven si lo prefiere. Lo que digo es que me parece una descripción totalmente hermosa.

CARSON: ¿Cree que se trata de un sentimiento de tipo moral, experimentado por un hombre hacia alguien mucho más joven que él?

WILDE: Digo que se trataba del sentimiento de un artista hacia una personalidad hermosa.

CARSON: ¿Una personalidad hermosa?

WILDE: Sí, personalidad.

CARSON: No había hablado con ese tal Dorian Gray.

WILDE: Utilizo la palabra «personalidad» para explicar el peculiar efecto producido sobre ese artista por este espectro, esta aparición de Dorian Gray Eso es parte de la historia.

CARSON: Ahora escuche un momento, por favor. Esto… señoría, está en la página 56. Escuche la descripción del artista y su propia confesión.

WILDE. ¿Podría darme un ejemplar de la Lippincott’s Magazine? Se me hace muy difícil escuchar. No me gusta.

CLARKE: Creo que será mejor que le entregue al señor Wilde este ejemplar que mi docto colega ha tenido la bondad de darme, donde se muestran las interpolaciones y omisiones. Yo intentaré seguirlo lo mejor que pueda.

WILDE: ¿Qué capítulo?

CARSON: Es el capítulo 7. La página 56 de la Lippincott’s.

WILDE: Lo tengo.

CARSON: Es el momento en que confiesa su amor por Dorian Gray. Creo que esto se eliminó de la versión expurgada posterior.

WILDE: Rechazo la expresión «expurgada».

CARSON: Usted no la llama expurgada, pero ya veremos.

WILDE: Veremos.

CARSON: Aquí está. Espere a oírla. Aquí tenemos al artista haciéndole su confesión a Dorian Gray. Está insertada.

WILDE: Es la parte insertada.

CARSON: Quedó fuera de la segunda edición.

CLARKE: ¿En qué parte de la edición inglesa aparece?

WILDE: No está en la edición inglesa.

CARSON: ¿En qué página de la edición inglesa se ha insertado?

WILDE: El pasaje al que se refiere el señor Carson está en la página 168.

CARSON: Página 56, señoría. Está en mitad de la página, señor Wilde, por favor. «Basil —dijo…», esto fue lo que dijo Dorian Gray…

Página manuscrita del capítulo 7 de El retrato de Dorian Gray tal como se publicó por primera vez en 1890 con el «peligroso» pasaje que Wilde omitió en la versión impresa de 1891.

llegando muy cerca de él y mirándolo fijamente a los ojos—, todos tenemos un secreto. Déjame conocer el tuyo y yo te diré el mío. ¿Por qué razón te negaste a exponer mi cuadro?

Hallward se estremeció contra su voluntad.

—Dorian, si te lo dijera, quizá me apreciarías menos de lo que ya me aprecias, y sin duda te reirías de mí. Y no soportaría ninguna de las dos cosas. Si deseas que nunca más vuelva a mirar tu cuadro, por mí no hay inconveniente. Siempre te tengo a ti para mirarte. Si deseas que la mejor obra que he hecho nunca quede oculta al mundo, no me opongo. Tu amistad me es más querida que la fama o la reputación.

—No, Basil, debes decírmelo —insistió Dorian Gray—. Creo que tengo derecho a saberlo. —La sensación de terror había desaparecido, y la curiosidad ocupaba su lugar. Estaba decidido a averiguar el misterio de Basil Hallward.

—Sentémonos, Dorian —dijo Hallward, con aspecto pálido y afligido—. Sentémonos. Yo me sentaré a la sombra y tú te sentarás al sol. Así son nuestras vidas. Sólo respóndeme a una pregunta. ¿Has observado en el retrato algo que no te guste, algo que al principio quizá no te llamó la atención, pero que se te reveló repentinamente?

—¡Basil! —gritó el muchacho, agarrándose a los brazos de la butaca con unas manos temblorosas, y lanzándole una mirada desaforada, asustada.

—Ya veo que sí. No digas nada. Espera a oír lo que tengo que decirte. Es del todo cierto que te he venerado con un sentimiento mucho más romántico que el que un hombre generalmente pone en un amigo. No sé por qué, pero nunca he amado a una mujer. Supongo que nunca he tenido tiempo. A lo mejor, como dice Harry, una grande passion de verdad es el privilegio de aquellos que no tienen nada que hacer, y para eso sirven las clases ociosas de un país. Verás, desde el momento en que te vi, tu personalidad ejerció la más extraordinaria influencia sobre mí. Admito que te adoré de una manera desmedida, extravagante, absurda. Sentía celos de todos los que hablaban contigo. Quería tenerte sólo para mí. Sólo era feliz cuando estaba contigo. Cuando estaba lejos de ti, seguías presente en mi arte. Todo eso estaba mal, era necedad. Sigue estando mal y sigue siendo necedad. Naturalmente, nunca dejé que lo supieras. Habría sido imposible. No lo habrías comprendido. Yo tampoco lo comprendía. Un día decidí pintar un maravilloso retrato tuyo. Iba a ser mi obra maestra. Es mi obra maestra. Pero mientras trabajaba en ella, me parecía que todas las escamas y capas de color revelaban mi secreto. Me dio miedo que el mundo conociera mi idolatría. Sentía, Dorian, que había revelado demasiado. Fue entonces cuando decidí no permitir que el cuadro se expusiera.

¿Cree usted que este pasaje describe un sentimiento natural de un hombre hacia otro?

WILDE: Describe la influencia que ejerce en un artista una hermosa personalidad.

CARSON: ¿Prefiere personalidad?

WILDE: Yo he dicho la personalidad de Dorian Gray. Usted puede describirla como desee.

CARSON: Quiero saber cuál es su opinión. La mía es de poco valor.

WILDE: Yo digo que Dorian Gray es una personalidad de lo más extraordinaria.

CARSON: ¿Cree que este pasaje se presta a interpretar que el sentimiento entre esos dos hombres no era un sentimiento natural o moral?

WILDE: No, no lo creo.

CARSON: ¿Ha experimentado usted alguna vez ese sentimiento hacia un joven?

WILDE: ¿Una intensa admiración?

CARSON: No, sino un sentimiento que pudiera describirse de manera adecuada con las palabras que ha utilizado aquí.

WILDE: ¿Qué palabras?

CARSON: Todas estas palabras que acabo de leer. «Admito que te adoré de una manera desmedida, extravagante, absurda. Sentía celos de todos».

WILDE: No, en mi vida he sentido celos de nadie. Desde luego que no.

CARSON: ¿Puedo deducir de sus palabras que nunca, como artista, ha experimentado los sentimientos hacia un joven que se describen aquí?

WILDE: No sé si desea obligarme a que me ajuste a algunas palabras en concreto.

CARSON: Yo no quiero obligarle a nada. Sólo quiero saberlo.

WILDE: Entonces tendré que leer el pasaje otra vez. No, nunca he permitido que ninguna personalidad domine mi arte, que es la segunda parte del pasaje que ha leído. Digo que no, desde luego que no.

CARSON: Entonces, ¿nunca ha experimentado el sentimiento que describe?

WILDE: No.

CARSON: ¿Qué?

WILDE: No, lo que describo es una obra de ficción.

CARSON: Por lo que se refiere a usted personalmente, ¿no ha experimentado nunca que se trate de un sentimiento natural de un hombre hacia un joven?

WILDE: Creo que para cualquier artista es totalmente natural admirar intensamente y amar a un joven. Creo que se trata de un incidente en la vida de casi todo artista. Pero repasemos el escrito frase a frase.

CARSON: ¿Es un incidente en su vida?

WILDE: Repasemos el escrito frase a frase.

CARSON: ¿Es un incidente en su vida?

WILDE: No voy a responder acerca de todo el pasaje. Elija una frase y pregúnteme qué significa.

CARSON: Lo haré. «Admito que te adoré de una manera desmedida». ¿Alguna vez ha adorado de manera desmedida a algún hombre unos veintiún años más joven que usted?

WILDE: No de manera desmedida, no de manera desmedida.

CARSON: Bueno, ¿lo ha adorado?

WILDE: He amado a un amigo en mi vida.

CARSON: Usted me ha pedido que cogiera su propia frase, «adorado».

WILDE: Prefiero «amado»… es algo superior.

CARSON: ¿«Adorado», señor?

WILDE: Y yo digo «amado»… es más elevado.

CARSON: Dejémonos de elevaciones. Manténgase al nivel de sus propias palabras.

WILDE: Manténgase usted al nivel de sus propias palabras. Déjeme a mí las mías. No ponga en mi boca palabras que no he dicho.

CARSON: Le ruego me perdone. Estoy repitiendo sus propias palabras a petición suya.

WILDE: ¿Ah, sí? ¿Qué pasaje me está leyendo?

CARSON: «Admito que te adoré de una manera desmedida». Es lo que le pregunto, señor.

CLARKE: Se ha insertado en el texto. No está en la versión inglesa.

WILDE: Es lo que tengo en este ejemplar.

CARSON: No le pregunto eso. Ahora, por favor, aténgase a la sencillísima…

WILDE: Usted es el que me da el ejemplar. Cite de ahí.

CARSON: Estoy citando de la Lippincott’s. Yo no le he dado nada. Le leeré estas palabras. Es una pregunta muy, muy sencilla; y a medida que avance, como en el alegato tendré que abordar algunos casos, será necesario entrar en estas materias.

WILDE: Sí.

CARSON: Quiero una respuesta a esta sencilla pregunta. ¿Alguna vez ha sentido un sentimiento de adoración desmedida por una persona hermosa de sexo masculino muchos años más joven que usted?

WILDE: Nunca he sentido adoración por nadie que no fuera yo mismo. (GRANDES RISOTADAS).

CARSON: Estoy seguro de que cree que esto es muy ingenioso.

WILDE: En absoluto. Protesto enérgicamente. Tengo un ejemplar. Protesto enérgicamente porque no escucha mis respuestas. Protesto enérgicamente.

CARSON: Le daré la Lippincott’s.

WILDE: Muy bien. ¿Por qué me da otro ejemplar?

CARSON: En la página 57, señor.

WILDE: No me llame «señor».

CARSON: «Admito que te adoré de una manera desmedida». ¿Alguna vez ha experimentado algo así hacia una persona hermosa de sexo masculino muchos años más joven que usted?

WILDE: Ya le he contestado. La adoración es algo que reservo para mí.

CARSON: Le pido que responda «sí» o «no» a mi pregunta.

WILDE: Ya se lo he dicho. Nunca he adorado a ningún joven más joven que yo ni a ninguna persona mayor que yo. No los adoro. O amo a una persona o no la amo.

CARSON: Entonces, ¿alguna vez ha experimentado el sentimiento que describe aquí?

WILDE: No, lamento decir que lo tomé de Shakespeare. (RISAS).

CARSON: ¿De Shakespeare?

WILDE: Sí, de los sonetos de Shakespeare.

CARSON: ¿«Te adoré de una manera desmedida, extravagante»?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Alguna vez ha adorado de manera extravagante?

WILDE: ¿Financiera o emocionalmente?[140]

CARSON: ¿Financieramente? ¿Cree que aquí estamos hablando de finanzas?

WILDE: No sé de qué me habla.

CARSON: ¿Ah, no?

WILDE: Debe hacerme una pregunta clara.

CARSON: Espero haberme expresado con claridad antes de acabar. «Sentía celos de todos los que hablaban contigo». ¿Alguna vez ha sentido celos?

WILDE: Jamás en la vida.

CARSON: ¿Nunca?

WILDE: Nunca. ¿De qué habría de estar celoso?

CARSON: «Quería tenerte sólo para mí». ¿Alguna vez ha experimentado ese sentimiento hacia…?

WILDE: Me parecería un tremendo fastidio. Lo consideraría un tremendo incordio. (RISAS).

CARSON: ¿Un tremendo incordio?

WILDE: Desde luego, un tremendo fastidio.

CARSON: ¿Debo asumir, señor Wilde —porque ésta ha sido una pregunta que le he formulado de manera general, y tendrá que responderme de una manera u otra—, debo asumir que usted nunca ha experimentado un sentimiento como el que describe que el artista experimenta hacia Dorian Gray?

WILDE: No, en eso difiero de los sonetos de Shakespeare. Lo tomé…

CARSON: Creo que ha escrito un artículo señalando que los sonetos de Shakespeare eran prácticamente sodomíticos.[141]

WILDE: Todo lo contrario, señor Carson, escribí un artículo para demostrar que no lo eran.

CARSON: ¿Escribió un artículo para demostrar que no eran sodomíticos?

WILDE: Sí, la afirmación contra Shakespeare la había hecho Hallam,[142] el historiador, y otros. Escribí un artículo para demostrar que no era así, y considero que lo demostré.

CARSON: ¿En su opinión no son sodomíticos?

WILDE: Desde luego que no.

CARSON: ¿Supongo que su artículo abordaba el tema con todo detalle?

WILDE: ¿Los sonetos de Shakespeare?

CARSON: La cuestión de la sodomía.

WILDE: No, sólo dije que me oponía a la vergonzosa perversión que achacaban a los sonetos de Shakespeare Hallam y muchos críticos franceses. Explicaba que el amor de Shakespeare hacia el joven a quien se los dedicó era el amor de un artista por una personalidad que, imagino, formaba parte de su arte.

CARSON: «Me dio miedo que el mundo conociera mi idolatría». ¿Por qué iba a temer que el mundo la conociera? ¿Había algo que ocultar?

WILDE: Sí, porque en el mundo hay gente que no comprende la intensa devoción y afecto y admiración que un artista puede sentir por una persona hermosa y maravillosa, o por una mente hermosa y maravillosa. Son las circunstancias bajo las que vivimos. Las deploro.

CARSON: Y esas desdichadas personas que no poseen su entendimiento superior, ¿podrían achacarlo a algo malo?

WILDE: Sin duda.

CARSON. ¿Y sodomítico?

WILDE: Hallam lo hizo con Shakespeare.

CARSON: ¿Y sodomítico?

WILDE: Cuando se les antoje. No me preocupa la ignorancia de los demás. No me interrogue acerca de la ignorancia de la gente. No tiene nada que ver conmigo. (RISAS).

CARSON: ¿Antes me ha dicho que no limita la circulación de su obra entre aquellas personas que no extraerían la conclusión natural, como yo digo, de esas palabras?

WILDE: Una de mis grandes pasiones es civilizar a la comunidad.

CARSON: ¿Y supongo que sus obras están hechas con la idea de civilizar a la comunidad?

WILDE: Cualquier obra de arte, sea pequeña o grande, es buena para la gente. Eso creo.

CARSON: Más adelante describe el regalo de sir Henry Wotton.

WILDE: ¿En qué capítulo?

CARSON: Si mira la página 63 de la Lippincott’s, usted habla de que se regala una novela.

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Tenía en ese momento, supongo, una novela concreta en mente?

WILDE: No, una sugerencia.

CARSON: ¿Dice que no la tenía?

WILDE: Bueno, si me permite decirlo, hay una novela francesa que no admiro demasiado.

CARSON: Si me dice el título, le prestaremos la debida atención.

WILDE: No, creo que es mejor que lo deje estar. No me importa decirle el título. La novela se llama À Rebours, y el artista es Huysmans.[143] Lo considero un libro mal escrito, pero me sugirió que podría ser un maravilloso…

CARSON: ¿La novela era À Rebours?

WILDE: Sí.

CARSON: Bien, aquí está la descripción del efecto que tuvo sobre Dorian:

Su mirada se posó sobre el libro amarillo que lord Henry le había enviado. Se preguntó qué sería. Se dirigió hacia el pequeño atril octogonal de color perla, que siempre le había parecido la obra de unas extrañas abejas egipcias que trabajaran la plata, y cogió el volumen. Se dejó caer en la butaca y comenzó a pasar las páginas. A los pocos minutos, le había absorbido por completo. Era el libro más extraño que nunca había leído. Le parecía que los pecados del mundo, en un exquisito atavío y bajo la delicada música de unas flautas, pasaban ante él como en una pantomima. Cosas que apenas había entresoñado de repente se le hicieron reales. Cosas que nunca había soñado empezaron a revelársele poco a poco.

Era una novela sin argumento y con un solo personaje, de hecho, simplemente un estudio psicológico de cierto joven parisino que intentaba experimentar en el siglo XIX todas las pasiones y maneras de pensar que habían pertenecido a todos los siglos excepto el suyo, y sintetizar, por así decir, en sí mismo los diversos estados de ánimo por los que ha pasado el espíritu del mundo, amando por su mera artificialidad esas renuncias que los hombres han llamado insensatamente virtud, tanto como esas rebeliones naturales que los hombres sensatos aún siguen llamando pecado. El estilo en que estaba escrito era ese curioso estilo lustroso, vivido y oscuro al tiempo, lleno de argot y arcaísmos, de expresiones técnicas y paráfrasis elaboradas, que caracteriza la obra de algunos de los mejores artistas de la escuela francesa de los Décadents. Había en él metáforas monstruosas como orquídeas, y de color igualmente maléfico.[144] La vida de los sentidos se describía en términos de filosofía mística. A veces resultaba difícil saber si estaba leyendo los éxtasis espirituales de un santo medieval o las morbosas confesiones de un pecador moderno. Era un libro venenoso. El denso olor a incienso parecía desprenderse de sus páginas y turbar el cerebro. La mera cadencia de las frases, la sutil monotonía de su música, tan llena de complejos estribillos y movimientos elaboradamente repetidos, producía en la mente del muchacho, mientras pasaba de un capítulo a otro, una forma de ensoñación, un sueño enfermizo, que le hacía no darse cuenta del declinar del día y del reptar de las sombras.

Sin nubes y asaeteado por una estrella solitaria, un cielo de color cobre verdoso derramaba su luz por las ventanas. Siguió leyendo a la pálida luz hasta que ya no pudo más. Luego, después de que su ayuda de cámara le recordara varias veces lo tarde que era, se puso en pie y, dirigiéndose a la habitación contigua, colocó el libro sobre la mesita florentina que siempre estaba junto a su cama, y comenzó a vestirse para cenar.

Eran casi las nueve cuando llegó al club, donde encontró a lord Henry sentado solo, en la sala matinal, con aire de estar muy aburrido.

—Lo siento mucho, Harry —exclamó—, pero lo cierto es que es culpa tuya. Ese libro que me enviaste me ha fascinado tanto que se me olvidó qué hora era.

—Pensé que te gustaría —replicó su anfitrión levantándose de la silla.

—No he dicho que me gustara. He dicho que me ha fascinado. Hay una gran diferencia.

—Ah, si has descubierto eso, ya has descubierto mucho —murmuró lord Henry, con su curiosa sonrisa—. Ven, pasemos a cenar. Es terriblemente tarde, y me temo que el champán estará demasiado helado.

Durante años, Dorian Gray no pudo librarse del recuerdo de ese libro. O quizá sería más exacto decir que nunca trató de hacerlo. Hizo que le enviaran de París no menos de cinco ejemplares de la edición limitada en papel de gran tamaño, y los hizo encuadernar en diferentes colores, de manera que se adaptaran a sus diversos estados de ánimo y los cambiantes caprichos de una naturaleza de la cual, a veces, parecía haber perdido totalmente el control. El héroe, el maravilloso joven parisino, en quien se mezclaban de manera tan extraña el temperamento romántico y el temperamento científico, se convirtió en una especie de prefiguración de sí mismo. Y, de hecho, todo el libro parecía contener la historia de su propia vida, escrita aun antes de haberla vivido.

Bien, este libro al que dice que usted se refiere, À Rebours, ¿era un libro inmoral?

WILDE: No está muy bien escrito, pero yo no lo calificaría de libro inmoral. No está muy bien escrito.

CARSON: ¿Era un libro, señor, que abordaba la sodomía sin tapujos?

WILDE: ¿À Rebours?

CARSON: Sí.

WILDE: Desde luego que no.

CARSON: Déjeme que le lea.

WILDE: Debe recordar, señor Carson… Me gustaría dejar bien claro que, mientras que la sugerencia del libro, que no es más que una obra de ficción… mientras que la sugerencia de un hombre que coge un libro de tapas amarillas y su vida queda influida por él… mientras que eso me sugirió, hasta cierto punto, que yo podría escribir un libro como À Rebours, por otro lado, cuando cito el libro, como hago más adelante, y aludo a pasajes del libro, esos pasajes no aparecen en el libro. Fue sólo cosa de mi imaginación. Leí el libro À Rebours y lo imaginé más grandioso de lo que era.

CARSON: ¿Era À Rebours un libro sodomítico?

WILDE: ¿À Rebours?

CARSON: Sí.

WILDE: No.

CARSON: Vamos, no tiene más que tomar el libro en su mano.

WILDE: Debe describirme a qué se refiere cuando habla de un libro sodomítico.

CARSON: ¿No lo sabe?

WILDE: No lo sé.

CLARKE: Quiero realmente ver hasta dónde va a llegar todo esto. En el libro acerca del cual el señor Carson, desde luego sin que haya nada que objetar, está interrogando al demandante porque está contenido en el alegato, hay una referencia a una supuesta novela francesa, cuyo título no se menciona, y que, como dice el señor Wilde, no representa ni pretende ser ningún libro concreto. Se le ha preguntado qué libro le sugirió esa idea, y luego se le interroga acerca del contenido de ese libro. No sé si su señoría considera que nos estamos desviando mucho.[145]

CARSON: Señoría, le he preguntado si este libro, À Rebours, era un libro que describía la sodomía. Señoría, él admite que es el libro al que se refería.

WILDE: No, no lo admito.

CARSON: ¿Qué?

WILDE: No. Digo que la idea del libro me la sugirió À Rebours, pero que cuando cito ese supuesto libro imaginario en el siguiente pasaje de Dorian Gray, cito capítulos que no existen en À Rebours. Era un mero motivo, eso es todo. Ésa es la diferencia. Cuando cito, si lee el siguiente capítulo, digo «en el séptimo capítulo de este libro». Ese capítulo no existe en À Rebours.

CARSON: Pero ¿el libro que tenía en mente era À Rebours?

WILDE: No, el libro que tenía en mente era un libro que me hubiera gustado escribir a mí.

CARSON: Ahora le pregunto: ¿el libro que tenía en mente como el libro que lord Henry Wotton envía a Dorian Gray, era o no À Rebours?

WILDE: No lo era.

CARSON: Pero hace un momento me ha dicho que lo era.

WILDE: No.

JUEZ: Yo, desde luego, lo he anotado.

WILDE: Lo que quería decir, si se me permite —y no es que quiera andarme con evasivas—, es que en el libro que lord Henry Wotton le envía a Dorian Gray hay una alusión en el siguiente capítulo…

CARSON: No quiero saber eso.

WILDE: A un capítulo concreto que no aparece en À Rebours, y puse especial cuidado en no…

CARSON: Obtendré su respuesta de una u otra manera.

WILDE: Si tiene la bondad de permitirme decir lo siguiente: yo no tomaría la obra de un hombre de letras francés y diría: «Éste es el libro que ha envenenado a un joven». Eso es algo que no haría. Me parecería deshonroso, falso e injusto. No lo habría hecho.

CARSON: Aceptaré que diga que no se refería a À Rebours, pero ha sido usted quien ha mencionado À Rebours, no yo.

WILDE: Pero usted me ha preguntado qué me sugirió introducir la trama del libro que lord Henry Wotton le manda a Dorian Gray, y yo no querría dar a entender que monsieur Huysmans, un hombre de letras, muy distinguido en París… bueno, nada me induciría a decir que un libro suyo, puesto en manos de Dorian Gray, envenenó su vida; es algo que ningún artista diría de otro: sería una impertinencia y una vulgaridad.

CARSON: Si dice que no era À Rebours, no insistiré más.

WILDE: Digo que el libro que lord Henry Wotton le envía a Dorian Gray no es À Rebours. Digo que la idea de un libro que quizá podría haber sido escrito me la sugirió À Rebours, pero que el libro no era À Rebours.

CARSON: Luego le he preguntado si claramente pensaba en À Rebours en la época en que lo escribió, y luego le he preguntado si À Rebours es un libro en el que aparezcan incidentes sodomíticos. Puede mirarlo… aquí tiene À Rebours a su disposición… puede mirar el pasaje que le he marcado. Se lo leeré.[146]

WILDE: Puede que sea el pasaje o puede que no.

CARSON: Aquí hay una traducción.

WILDE: Es del todo innecesaria. Oh, sí, ¿se trata, supongo, del señor Huysmans? No opino del trabajo de otro artista, pero qué diría monsieur Huysmans es algo que no sé.

CARSON: ¿Qué opina usted?

WILDE: No creo que tenga derecho a interrogarme acerca de la obra de otro artista. Me niego por completo a… no pienso dar mi opinión. Puede leerlo en voz alta y hacer lo que guste. No creo que sea justo preguntarme porque, para empezar… cuando ha utilizado la expresión…

CARSON: Déjeme que le lea el pasaje.

WILDE: No, se lo ruego. Preferiría leer el pasaje por mí mismo.

CLARKE: Interpongo aquí mi respetuosa protesta. La situación exacta en este momento es que el señor Wilde ha dicho que, al sugerir un libro que afectara de manera maléfica la mente de Dorian Gray, había pensado en À Rebours. Por lo tanto, se está proponiendo leerle al señor Wilde un pasaje de À Rebours precisamente de la misma manera que ya se leyó y repudió como horrible y repugnante el pasaje de «El sacerdote y el acólito», que le fue leído al señor Wilde hace una o dos horas. Ahora bien, aunque reconozco que mi docto colega tiene todo el derecho —y es perfectamente justo— a interrogar al señor Wilde acerca de su propio lenguaje con toda la severidad que mi docto colega crea conveniente, sostengo que, en relación con el lenguaje de otra persona, que el señor Wilde nunca ha adoptado ni repetido, mi docto colega no tiene derecho a leerlo ante el tribunal para cualquiera que sea el propósito con que desee utilizarlo, pues no es relevante y no puede ser relevante para ninguna cuestión referente a este caso.

CARSON: Señoría, sostengo que se trata de una cuestión perfectamente legítima sobre la que basar mi interrogatorio. Le he preguntado a este caballero qué obra tenía en mente cuando escribió ese pasaje concreto de Dorian Gray. Él me ha dicho que se trataba de À Rebours. Probablemente, señoría, teniendo en cuenta que el tema aquí es si el señor Wilde se comportaba como un sodomita, que es la justificación del alegato, tengo derecho a demostrar que cuando publicaba su libro tenía en mente una novela que, según el extracto que tengo aquí, era claramente una novela que incitaría y enseñaría prácticas sodomitas. Señoría, estará de acuerdo conmigo en que debo preguntarle al testigo si el libro se correspondía con esa descripción.

CLARKE: Señoría, sostengo que si mi docto colega encontrara en el libro del señor Wilde una referencia a À Rebours, cualquier cosa que indujera al lector de su libro a leer À Rebours, entonces el contenido de À Rebours podría ser relevante hasta ese punto.

JUEZ: Creo que no es admisible. El señor Wilde ha negado por completo que tuviera en mente ese pasaje. Afirma que todo lo que hizo À Rebours fue sugerirle la trama que puso en la novela y que aparece en el libro. Por tanto, no veo que haya nada en À Rebours que permita interrogar al señor Wilde acerca del libro.

CARSON: Muy bien, señoría. Sólo quiero llamar su atención sobre otro pasaje de Dorian Gray. Está en la página 79 de la Lippincott’s; se trata de un pasaje que forma parte de una conversación en la que Hallward está haciéndole su confesión a Dorian Gray:

—Y ahora, mi querido amigo, tenemos que hablar seriamente. No frunzas así el ceño. Me lo pones mucho más difícil.

—¿Qué quieres decirme? —exclamó Dorian a su manera irascible, dejándose caer en el sofá—. Espero que no tenga nada que ver conmigo. Esta noche estoy cansado de mí. Me gustaría ser otra persona.

—Es acerca de ti —contestó Hallward con su voz grave y solemne—, y no tengo más remedio que decírtelo. Sólo te entretendré media hora.

Dorian suspiró y encendió un cigarrillo.

—¡Media hora! —murmuró.

—No es pedirte demasiado, Dorian, y te lo digo totalmente por tu propio bien. Me parece justo que sepas que en Londres se comentan las cosas más horribles acerca de ti… cosas que apenas me atrevo a repetirte.

—No quiero saber nada de lo que se dice. Me encantan los escándalos cuando tratan de otros, pero los escándalos sobre mí no me interesan. Carecen del encanto de la novedad.

—Pues deberían interesarte, Dorian. Todo caballero se interesa por su buen nombre. No querrás que la gente hable de ti como de un ser vil y degradado. Disfrutas, por supuesto, de tu posición y tu riqueza, y todas esas cosas. Pero la posición y la riqueza no lo son todo. Y ojo, yo no me creo esos rumores. Al menos, no me los puedo creer cuando te veo. El pecado es algo que queda escrito en la cara de un hombre. No se puede ocultar. La gente habla de vicios secretos. Los vicios secretos no existen. Si un miserable tiene un vicio, éste aparece en las líneas de la boca, en la caída de los párpados, incluso en la forma de las manos. Alguien, no mencionaré su nombre, pero lo conoces, vino a verme el año pasado para que le hiciera un retrato. No le había visto antes, y nunca había oído hablar de él por aquel entonces, aunque después he oído contar muchas cosas acerca de él. Me ofreció un precio desmedido. Lo rechacé. Había algo en la forma de sus dedos que me parecía detestable. Ahora sé que la impresión que me produjo no era equivocada. Su vida es un horror. Pero tú, Dorian, con tu rostro puro, luminoso, inocente, y tu maravillosa juventud inmaculada… no puedo creer nada malo de ti. Y no obstante te veo muy poco, y ya nunca bajas a mi estudio, y cuando estoy lejos de ti, y oigo susurrar esas cosas repugnantes de ti, no sé qué decir. ¿Por qué, Dorian, un hombre como el duque de Berwick abandona el salón de un club cuando tú entras? ¿Por qué hay tantos caballeros de Londres que no van a tu casa ni te invitan a la suya? Antes eras amigo de lord Cawdor. Coincidí con él en una cena la semana pasada. Tu nombre salió por casualidad en la conversación, en relación con las miniaturas que has prestado para la exposición de la galería Dudley. Cawdor torció el gesto, y dijo que quizá tus gustos fueran de lo más artísticos, pero que eras un hombre al que debería impedirse que conociera a cualquier muchacha de mente pura, y que ninguna mujer casta debería sentarse contigo en la misma habitación. Le recordé que era amigo tuyo, y le pregunté a qué se refería. Me lo contó. Me lo contó delante de todo el mundo. ¡Fue horrible! ¿Por qué tu amistad es tan fatal para los jóvenes? Está el caso de ese desdichado joven de la Guardia Real que se suicidó. Tú eras su gran amigo. Pienso en sir Henry Ashton, que tuvo que abandonar Inglaterra con su nombre mancillado. Tú y él erais inseparables. ¿Y qué me dices de Adrián Singleton, y su espantoso final? ¿Y qué me dices del único hijo de lord Kent, y su carrera? Ayer me encontré con su padre en St. James’s Street. Parecía destrozado por la vergüenza y el pesar. ¿Y qué me dices del duque de Perth? ¿Qué clase de vida lleva ahora? ¿Qué caballero se relacionaría con él?[147]

¿Piensa usted que, tomado en su sentido natural, sugeriría esto que estaban hablando de una acusación de sodomía?

WILDE: El pasaje que ha leído describe a Dorian Gray como un hombre de muy corruptora influencia. No se dice en ningún momento cuál era la naturaleza de esa mala influencia, y yo tampoco creo que en el mundo exista eso que llaman una mala influencia.

CARSON: ¿Que tampoco cree qué?

WILDE: Que tampoco creo que exista, excepto en la ficción; creo que el concepto de mala influencia es algo más propio de la ficción que de la vida real.

CARSON: ¿Ha dicho que cree que en el mundo no existen las malas influencias?

WILDE: No creo que ninguna persona influya en otra, ni para bien ni para mal. No lo creo.

CARSON: ¿Un hombre no puede corromper a un joven?

WILDE: No lo creo.

CARSON: ¿Nada de lo que haga puede corromperlo?

WILDE: Oh, si habla de diferencia de edades, no tiene sentido.

CARSON: No, señor, hablo de sentido común.

WILDE: No hable de esa forma. Yo digo que es una cuestión de buena o mala influencia: pero, personalmente, como mera cuestión filosófica, no lo creo. Yo hablo de seres humanos adultos… de que una persona influya en otra. No lo pienso. No creo en ello.

CARSON: ¿No cree que una persona pueda ejercer influencia sobre otra? ¿Debo tomarlo como una afirmación general?

WILDE: Como una afirmación general, sí. Creo que la influencia no es un poder que pueda ejercerse a voluntad por una persona sobre otra: creo que psicológicamente es imposible.

CARSON: ¿No cree que el hecho de halagar a un joven, de hablarle de su belleza, de cortejarlo, de hecho, pueda llegar a corromperlo?

WILDE: No.

CARSON: ¿No fue ésa la manera en que, en su novela, lord Henry Wotton corrompió de entrada a Dorian Gray?

WILDE: Lord Henry Wotton… no, en la novela no le corrompe; debe recordar que las novelas y la vida son cosas distintas.

CARSON: Depende de lo que considere corrupción.

WILDE: Sí, y de lo que uno considere vida. En mi novela hay un cuadro que cambia. No debe preguntarme si creo que fue algo que ocurrió realmente; son motivos narrativos.

CARSON: Quiero hacerle algunas preguntas acerca de esa carta que le llevaron.

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Tengo entendido que se trata de una carta que le escribió a lord Alfred Douglas?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Dónde se alojaba lord Alfred Douglas cuando le escribió la carta?

WILDE: En el Hotel Savoy.

CARSON: ¿Dónde estaba usted?

WILDE: En Babbacombe, Torquay.

CARSON: ¿Era una carta en respuesta a otra que él le había enviado?

WILDE: Sí, era la respuesta a un poema que él me había enviado.

CARSON: ¿Llegó tal como se observa ahí, dentro de un sobre?

WILDE: Sí, dentro de un sobre… sin romper, claro.

CARSON: ¿Y quizá no tan sucio?

WILDE: Y no tan sucio.

CARSON: ¿Es una carta corriente?

WILDE: ¿Corriente? Yo diría que no. (RISAS).

CARSON: ¡Qué!

WILDE: Desde luego no es una carta corriente, no.

CARSON: ¡Qué!

WILDE: Que no, que no es una carta corriente.

CARSON: «Mi muchacho».

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Era eso corriente?

WILDE: No, ya digo que no es corriente.

CARSON: Espere. Quiero ver qué tiene de extraordinaria.

WILDE: Sí.

CARSON: «Mi muchacho».

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Dice que eso no era corriente?

WILDE: No, yo diría que no era corriente.

CARSON: ¿Supongo que pensaría, señor Wilde, que el que un hombre de su edad se dirigiera a un hombre casi veinte años más joven llamándole «Mi muchacho» sería algo indecoroso?

WILDE: No, no si yo le tenía aprecio. No lo creo.

CARSON: ¿No lo cree sin la menor duda? WILDE: Si llamo a alguien mi muchacho, digo «Mi muchacho». Le tenía aprecio a lord Alfred Douglas. Siempre se lo he tenido.

CARSON: ¿Lo adoraba?

WILDE: No, lo amaba.

CARSON: «Tu soneto es delicioso, y es una maravilla que esos labios rojos de pétalo de rosa tuyos sirvan tanto para la música de una canción como para la locura del besar.»[148]

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Quiere decirme, señor, que ésta era una manera natural y decorosa de dirigirse a un joven?

WILDE: Me temo que está criticando un poema basándose en…

CARSON: Quiero ver lo que dice.

WILDE: Sí, creo que era una hermosa carta. Si me pregunta si es decorosa, pregúnteme si El rey Lear es decoroso, si un soneto de Shakespeare es decoroso. Era una hermosa carta. No era su intención… la carta no estaba escrita… con el objeto de ser decorosa; estaba escrita con el objeto de crear algo hermoso.

CARSON: ¿Y dejando el arte de lado?

WILDE: ¡Ah! No puedo hacer eso.

CARSON: ¿Y dejando el arte de lado?

WILDE: No puedo responder a ninguna pregunta dejando el arte de lado.

CARSON: Ahora suponga que un hombre que no fuera artista le hubiera escrito esta carta a un joven apuesto como creo que es lord Alfred Douglas.

WILDE: Sí.

CARSON: Unos veinte años menor que él… ¿Le parecería decoroso y natural haber escrito una carta así?

WILDE: Un hombre que no fuera un artista nunca podría haber escrito esa carta. (RISAS).

CARSON: ¿Por qué?

WILDE: Porque sólo un artista podría escribirla.

CARSON: Suponga que un hombre sintiera un amor impuro e inmoral hacia un muchacho; ¿cree que eso ha sucedido?

WILDE: Sí.

CARSON: Y se dirigiera a él en el lenguaje que probablemente se utilice en una carta de amor… ¿emplearía el lenguaje de esa carta?

WILDE: De ninguna manera podría utilizar el lenguaje que yo empleé, a no ser que fuera un hombre de letras y un artista. No podría hacerlo.

CARSON: No hay nada demasiado…

WILDE: Disiento de usted, yo creo que es todo…

CARSON: Tan sólo iba a sugerir que no hay nada demasiado maravilloso en: «esos labios rojos de pétalo de rosa tuyos sirvan tanto para la música de una canción como para la locura del besar».

WILDE: La literatura tiene que ver con cómo se lea, señor Carson. Hay que leerla de otra manera.

CARSON: ¿Hay algo maravilloso en eso?

WILDE: Sí, creo que es una hermosa frase.

CARSON: ¿Una hermosa frase?

WILDE: Sí, una hermosa frase.

CARSON: «Tu alma esbelta y amada…».

WILDE: No, no es «amada», sino «dorada»…

CARSON: «Tu alma esbelta y dorada se mueve entre la pasión y la poesía».

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Ésa es también una hermosa frase?

WILDE: No cuando usted la lee, señor Carson. Cuando yo la escribí, era hermosa. Usted la lee muy mal.

CARSON: No pretendo ser ningún artista, señor Wilde.

WILDE: Entonces no me la lea.

CARSON: Y si me permite decirlo, a veces, cuando le oigo declarar, me alegro de no serlo. (RISAS).

WILDE: Sí.

CLARKE: No creo que mi colega tenga ningún derecho a decir eso.

CARSON: Sí lo tengo cuando él me ataca por mi manera de leer la carta. La he leído de una manera totalmente correcta.

WILDE: Cualquier carta podría sonar vulgar o innoble…

CLARKE: Tenga la amabilidad de no volver a criticar la manera de leer de mi colega. Interrumpe el proceso.

CARSON: «Sé que Jacinto, a quien Apolo amó con tanta locura, fuiste tú en la época de los griegos. ¿Por qué estás solo en Londres?». ¿Es ésa una hermosa frase?

WILDE: Bueno, eso son los hechos de la correspondencia.

CARSON: «¿Y cuándo te vas a Salisbury?».

WILDE: Eso es una pregunta. No tiene nada de particular.

CARSON: ¿No tiene nada de particular?

WILDE: No. Ahí no tengo mucho que reivindicar.

CARSON: ¿No está ahí la belleza de la carta?

WILDE: No, eso no lo incluiría entre lo mejor de mi obra.

CARSON: «Ve allí y enfría tus manos en el crepúsculo gris de las cosas góticas y ven aquí siempre que quieras. Es un lugar delicioso: sólo faltas tú; pero primero ve a Salisbury Recibe mi inmarcesible amor». ¿Es ésa una hermosa frase?

WILDE: Es hermosa cuando se escribe para lo que se escribió entonces… Sí, es hermosa.

CARSON: ¿«Recibe mi inmarcesible amor, tuyo siempre, Oscar»?

WILDE: Sí.

CARSON: Dígame ahora, ¿fue ésa una carta excepcional?

WILDE: Única, diría yo. (RISAS).

CARSON: ¿Única?

WILDE: Hermosa.

CARSON: ¿Era ésa su manera corriente de escribirse con lord Alfred Douglas?

WILDE: No podría escribir una carta como ésa cada día. Sería como escribir un poema cada día. No es posible hacerlo.

CARSON: ¿Nunca le escribió ninguna otra carta parecida?

WILDE: Oh, le he escrito muchas cartas hermosas.

CARSON: ¿Alguna vez le escribió alguna otra carta en la que le expresara que era «Mi muchacho» y su amor por él de la misma manera o estilo?

WILDE: A menudo le he escrito a lord Alfred Douglas «Mi muchacho». Es mucho más joven que yo. Cuando le escribo le llamo «Mi muchacho», y le he expresado, y siento por él un amor grande y, espero, inmarcesible, como digo. Es el mejor amigo que tengo.

CARSON: ¿Le parece una carta decorosa?

WILDE: Me parece una carta hermosa.

CARSON: ¿Para un joven?

WILDE: Me parece una carta hermosa.

CARSON: ¿Le ha escrito a alguien más de ese modo?

WILDE: Oh, nunca.

CARSON: ¿Qué?

WILDE: Nunca.

CARSON: ¿A algún muchacho?

WILDE: No.

CARSON: ¿A algún otro joven?

WILDE: No.

CARSON: Pero, debo entender, ¿le ha escrito muchas de esas cartas a lord Alfred Douglas?

WILDE: No sé a qué se refiere con «esas cartas».

CARSON: De esa clase concreta.

WILDE: No es una carta de ninguna clase. Es una carta hermosa. Es un poema y le he escrito otras hermosas cartas a lord Alfred Douglas.

CARSON: ¿Otras cartas hermosas? ¿Le ha escrito otras cartas del mismo estilo?

WILDE: Yo nunca me repito en cuestión de estilo. (RISAS).

CARSON: Tengo aquí otra carta que creo que también le escribió a lord Alfred Douglas. ¿Podría cogerla?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Es eso un poema? ¿Es su letra?

WILDE: Sí, es una carta mía.

CARSON: Ahora, ya que he leído tan mal la anterior, ¿tendría usted la amabilidad de leerla en voz alta?

WILDE: No, señor Carson, eso le corresponde a usted.

CARSON: Debo pedirle que la lea.

WILDE: Rehúso.

CLARKE: Que un oficial del tribunal la lea.

CARSON: Si se opone a leerla…

WILDE: No me opongo, pero no entiendo por qué me la han de hacer leer a mí.

CARSON: «Hotel Savoy, Victoria Embankment, Londres WC. Mi más querido muchacho, tu carta fue deliciosa». ¿Tiene usted esa carta?

WILDE: No, no he mirado la fecha.

CARSON: Es una carta escrita por usted cuando estaba en el Hotel Savoy.

CLARKE: Lea la carta entera. Quizá quiera mostrarnos algo.

Carta escrita por Oscar Wilde a primeros de marzo de 1893 que le fue robada a lord Alfred Douglas y fue utilizada por Edward Carson en la alegación de Queensberry.

CARSON: «Mi más querido muchacho, tu carta fue deliciosa, vino blanco y tinto para mí: pero estoy un poco triste. Bosie, no debes hacerme escenas: me matan. Destruyen lo más precioso de la vida. No soporto verte, tan griego y encantador, deformado por la pasión. No soporto escuchar tus labios curvos diciéndome cosas horribles. No lo hagas. Me rompes el corazón. Preferiría…», aquí hay algo que no entiendo, pero le preguntaré al testigo,[149] «… todo el día que verte amargado, injusto y horrible. Debo verte pronto. Tú eres esa cosa divina que quiero… esa cosa de gracia y genio, pero no sé cómo hacerlo. ¿Debo ir a Salisbury? Hay muchas dificultades. Mi factura en este hotel son cuarenta y nueve libras semanales. (RISAS). También tengo una nueva habitación cerca que da al Támesis. Pero tú, ¿por qué no estás aquí, mi querido, mi maravilloso muchacho? Me temo que he de dejarte. No hay dinero, no hay crédito, y sí un corazón de plomo. Siempre tuyo, tu Oscar». ¿Es ésta una carta extraordinaria?

WILDE: ¿Una carta extraordinaria? Considero extraordinario todo lo que escribo. Creo que es una carta extraordinaria. Sí, no me comporto como una persona corriente, ¡válgame el cielo!, no me comporto como una persona corriente. Pregúnteme lo que quiera de esa carta.

CARSON: Me temo que tengo mucho que preguntarle. ¿No es una carta de amor?

WILDE: Es una carta que expresa amor.

CARSON: ¿Es la clase de carta que un hombre le escribe a otro hombre?

WILDE: Es la clase de carta que le he escrito a lord Alfred Douglas. Lo que otros hombres escriban a otros hombres es algo que ignoro, y que tampoco me importa.

CARSON: ¿Tiene la carta de lord Alfred Douglas de la que ésa era la respuesta?

WILDE: No lo creo. No sé qué carta podría ser ésa.

CARSON: «Fue deliciosa, vino blanco y tinto» para usted. ¿Recuerda esa carta?

WILDE: No recuerdo en absoluto qué carta fue.

CARSON: ¿No recuerda qué carta fue?

WILDE: No, no lo recuerdo.

CARSON: ¿No fue una carta hermosa?

WILDE: ¿Una carta hermosa? Déjeme ver… déjeme leer la carta… déjeme ver la carta.

CARSON: ¿La carta que lord Alfred Douglas le escribió?

WILDE: Es posible que lo fuera. No entiendo a qué se refiere. No recuerdo la carta.

CARSON: ¿No recuerda la carta, pero la describe como «deliciosa, vino blanco y tinto» para usted?

WILDE: Oh, sí, una carta hermosa, sin duda.

CARSON: ¿La tiene?

WILDE: No, no creo que la tenga.

CARSON: ¿Pagaría por esa hermosa carta?

WILDE: ¿Por la de lord Alfred?

CARSON: Sí.

WILDE: Supongo, no pude conseguir una copia…

CARSON: ¿Cuánto daría ahora, si pudiese obtener una copia?

WILDE: No lo sé. ¿Por qué me hostiga con estas preguntas?

CARSON: ¿De verdad que no lo sabe? ¿Fue ésta una hermosa carta, esta carta suya?

WILDE: Sí. Creo que contiene reproches. No es como la otra… un poema en prosa. Es una carta que expresa mi gran devoción a lord Alfred Douglas. No puedo decir más.

CARSON: ¿Vivía usted entonces en el Savoy?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Por cuánto tiempo?

WILDE: Creo que estuve allí más o menos un mes.

CARSON: ¿Tenía al mismo tiempo una casa en Tite Street?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Tenía al mismo tiempo unas habitaciones en St. James’s Place?

WILDE: No… oh, no.

CARSON: ¿Se había alojado lord Alfred Douglas en el Savoy con usted inmediatamente antes de eso?

WILDE: Sí.

CARSON: Ahora pasemos a la carta que se describe como un soneto. Le ha dicho a mi docto colega que un hombre llamado Wood fue a verle por unas cartas que había encontrado en una chaqueta de lord Alfred Douglas.

WILDE: No fue a verme al Savoy; me lo dijo.

JUEZ: Se citó con él en las habitaciones de un hombre llamado Taylor.

CARSON (AL JUEZ): Sí, se citaron. (A WILDE). ¿Quién concertó la cita?

WILDE: La cita se concertó por mediación del señor Alfred Taylor, que conocía al señor Wood.

CARSON: ¿Deduzco, entonces, que el señor Alfred Taylor era íntimo amigo suyo?

WILDE: «Intimo» quizá no sea la palabra. Hace tres años que conozco al señor Alfred Taylor. Antes de que viniera a verme, yo llevaba mucho tiempo fuera de la ciudad. Le conocí en octubre, y creo que me fui de la ciudad en el mes de noviembre.

CARSON: ¿Era íntimo amigo suyo?

WILDE: Yo no lo llamaría amigo íntimo. Era amigo mío.

CARSON: ¿Fue a él a quién recurrió para preparar ese encuentro entre usted y Alfred Wood?

WILDE: Sí, vino a verme, me contó lo que había oído y yo le dije que me gustaría ver a Alfred Wood.

CARSON: ¿Cuándo fue la última vez que vio a Taylor?

WILDE: ¿Cuándo fue la última vez que vi a Taylor?

CARSON: Sí.

WILDE: Ayer.

CARSON: ¿Ayer por la noche?

WILDE: No, ayer por la noche no… ayer por la mañana.

CARSON: ¿Ayer por la mañana?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Estuvo él en Tite Street ayer por la noche?

WILDE: No.

CARSON: ¿Está completamente seguro?

WILDE: No que yo sepa. Cené fuera. No llegué a casa hasta las diez y media. No había nadie.

CARSON: ¿Todavía se relaciona con Taylor?

WILDE: Sí, lo vi ayer por la mañana.

CARSON: Antes de concertar la cita con Alfred Wood a través de Taylor, ¿había acudido a sir George Lewis?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿E hizo que sir George Lewis le escribiera una carta a Wood?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Y Wood se negó a ver a sir George Lewis?

WILDE: Eso no lo sé.

CARSON: ¿Pero no fue?

WILDE: No fue, no.

CARSON: ¿Y entonces concertó la cita a través de Taylor?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Y le preocupaban mucho esas cartas?

WILDE: Era natural, se trataba de mi correspondencia privada.

CARSON: Le preocupaban mucho esas cartas…

WILDE: Era natural. ¿Qué caballero quiere que su correspondencia privada se haga pública? Me «preocupaba», sí… podía haber mil cosas…

CARSON: ¿Conocía ya a Wood?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Cuánto hacía que lo conocía?

WILDE: Creo que lo conocí a finales de enero.

CARSON: ¿Enero de 1893?

WILDE: Enero de 1893, sí. Y este hecho, en concreto, ocurrió en marzo de 1893.

CARSON: ¿Dónde había conocido a Wood?

WILDE: En el Café Royal.

CARSON: ¿Con quién?

WILDE: Con nadie.

CARSON: ¿Con nadie?

WILDE: No había nadie más.

CARSON: ¿Quién se lo presentó?

WILDE: Lord Alfred Douglas había telegrafiado a Wood, quien le había escrito pidiéndole que le ayudara con un anticipo. Quería un puesto en una oficina. Lord Alfred Douglas había recibido esa carta en Salisbury, donde yo me alojaba en casa de lady Queensberry. Me dijo: «¿Te importaría ver a Alfred Wood y hacer lo que puedas por él?». Yo dije: «Desde luego». A continuación telegrafió a Alfred Wood para decirle que probablemente yo estaría esa noche en el Café Royal. Alfred Wood se presentó, y, como me conocía de vista, al igual que muchas otras personas, se acercó a mi mesa, sacó el telegrama y dijo: «¿Es usted el señor Oscar Wilde? He recibido este telegrama de lord Alfred».

CARSON: ¿Dónde vivía él entonces?

WILDE: Eso no lo sé.

CARSON: ¿Vivía con Taylor?

WILDE: No lo creo.

CARSON: Por favor, vamos.

WILDE: Me ha preguntado dónde vivía. Mi impresión fue, por lo que me dijo, que vivía cerca de Portland Street.

CARSON: ¿Y dónde vivía Taylor en esa época?

WILDE: Creo que en Chapel Street, Westminster.

CARSON: No, creo que era en el 13 de Little College Street.

WILDE: El 13 de College Street, sí; no Chapel Street.[150]

CARSON: ¿Iba usted a menudo al 13 de Little College Street?

WILDE: He estado allí en numerosas ocasiones, sí.

CARSON: ¿Estaba viviendo Wood allí en alguna de las ocasiones en que fue usted?

WILDE: No.

CARSON: ¿Qué?

WILDE: No.

CARSON: ¿Ha dicho usted eso?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Solía usted ir a tomar el té?

WILDE: Sí, he ido a tomar el té.

CARSON: ¿Todos los que iban a tomar el té eran jóvenes?

WILDE: No, no todos.

CARSON: ¿Eran todos hombres?

WILDE: Todos, sí.

CARSON: ¿Todos hombres?

WILDE: Sí, eran hombres.

CARSON: ¿Cenó en el Restaurante Florence de Rupert Street con Wood?[151]

WILDE: No, yo nunca cené con él allí. La noche que le conocí le pregunté —eran sobre las nueve— si había comido y si quería cenar algo, y fuimos al Florence y pedí algo de cena para él.

CARSON: ¿Qué era Wood?

WILDE: Wood era un amigo, un joven al que lord Alfred Douglas me había pedido que…

CARSON: ¿Qué era? Me refiero a su ocupación.

WILDE: Que yo sepa no tenía ninguna, y quería una ocupación. No tenía a nadie y buscaba un empleo.

CARSON: ¿Qué ocupación había tenido: oficinista?

WILDE: Me dijo que había sido oficinista, sí.

CARSON: ¿Qué edad tenía entonces?

WILDE: Diría que veintitrés o veinticuatro… no lo sé.

CARSON: Entonces, ¿debo entender que el primer día que conoció a Wood lo llevó a cenar al Restaurante Florence de Rupert Street?

WILDE: Sí, me pidieron que fuera amable con él.

CARSON: ¿Estaba presente Taylor?

WILDE: No.

CARSON: ¿Había alguien más?

WILDE: No.

CARSON: ¿En alguna ocasión posterior cenó con él allí?

WILDE: No.

CARSON: ¿Estando presente Taylor?

WILDE: No.

CARSON: ¿Y algún otro caballero?

WILDE: No.

CARSON: ¿Estaba este caballero presente alguna de las veces que cenó con él? (Le entrega un papel a WILDE).

WILDE: En ninguna ocasión.

CARSON: ¿Conoce a este caballero?[152]

WILDE: Desde luego.

CARSON: Le estoy sugiriendo que fue Taylor quien le presentó a Wood.

WILDE: No es ése el caso.

CARSON: ¿No es ése el caso?

WILDE: Wood me fue presentado a través de ese telegrama.

CARSON: ¿Era Wood un hombre que perteneciera a su círculo social?

WILDE: No. Oh, no.

CARSON: ¿Qué?

WILDE: Oh, desde luego que no.

CARSON: ¿Se hizo íntimo de Wood?

WILDE: Oh, no. Sólo le vi unas cuatro veces… tres.

CARSON: ¿Es eso lo que declara?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Está totalmente seguro de eso?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Lo invitó a ir a su casa de Tite Street?

WILDE: Oh, nunca. No que nunca lo hubiera hecho, pero no lo invité.

CARSON: ¿Está totalmente seguro?

WILDE: Muy seguro.

CARSON: ¿Alguna vez se encontró con él en la esquina de Tite Street?

WILDE: Nunca.

CARSON: ¿Para qué quería conocer a Wood?

WILDE: No quería conocerlo para nada.

CARSON: Entonces, ¿por qué, la primera noche que lo conoció, le pidió que fuera a cenar con usted al Florence de Rupert Street?

WILDE: Me habían pedido que fuera amable con él y que lo ayudara. No sé si se puede conseguir el telegrama, pero lord Alfred Douglas me mandó un telegrama desde Salisbury Me dijo que conocía a ese joven. Me enseñó una carta.

CARSON: ¿Eso es lo que declara?

WILDE: Sí. No era mi deseo conocerle. Era bastante pesado.

CARSON: ¿Alguna vez le pidió que fuera a Tite Street?

WILDE: Nunca.

CARSON: ¿Estuvo allí alguna vez?

WILDE: Nunca.

CARSON: ¿Lo jura?[153]

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Su esposa estaba en Torquay en esa época?

WILDE: Mi esposa estaba… sí, mi esposa estaba fuera, y los niños y la institutriz, y en Tite Street no había nadie excepto la portera.

CARSON: ¿Su esposa estaba fuera?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Estaba su asistente allí… un mayordomo al que llamaba Ginger?

WILDE: No, en esa época no tenía ningún criado.

CARSON: ¿Eso es lo que declara?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Había un muchacho en la casa?

WILDE: No.

CARSON: ¿Qué servicio tenía?

WILDE: Tan sólo una portera, una mujer.

CARSON: ¿Alguna vez ha tenido un criado llamado Ginger?

WILDE: No, nunca.

CARSON: ¿Nunca ha tenido empleado a ningún muchacho?

WILDE: No.

CARSON: ¿Está totalmente seguro de eso?

WILDE: Sí, totalmente seguro.

CARSON: ¿Tenía algún muchacho como empleado suyo?

WILDE: En aquella época no.

CARSON: ¿En aquella época no había nadie más en Tite Street que la portera?

WILDE: Nadie más que la portera.

CARSON: Ahora debo preguntarle lo siguiente: ¿se citó durante varias noches para verse con Wood en la esquina de Tite Street cuando la casa estaba vacía?

WILDE: Desde luego que no.

CARSON: ¿Entró con usted en Tite Street?

WILDE: No.

CARSON: ¿Alguna vez mantuvo prácticas inmorales con Wood?

WILDE: Jamás en la vida.

CARSON: ¿Alguna vez le abrió los pantalones?

WILDE: ¡Oh, no!

CARSON: ¿Le puso la mano encima?

WILDE: Nunca.

CARSON: ¿Alguna vez puso su persona entre sus piernas?

WILDE: Nunca.

CARSON: ¿Es eso lo que declara?

WILDE: Sí.

CARSON: Yo afirmo que durante varias noches usted hizo eso en Tite Street.

WILDE: Yo digo que es totalmente… absolutamente falso.

CARSON: Cuando iba a cenar al Florence, o a comer al Florence, ¿tenía allí un comedor privado?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Hubo algo indecoroso entre ustedes en alguna de esas ocasiones?

WILDE: No, nada.

CARSON: ¿Por qué se fue del Café Royal al Florence de Rupert Street?

WILDE: ¿Que por qué fui allí?

CARSON: Sí.

WILDE: Fui porque hacía ya tiempo que tenía la costumbre de cenar en el Café Florence. Me parecía un lugar agradable para cenar. Además, tenía la costumbre de que el propietario del Café Florence me hiciera efectivos los cheques, cosa que nunca había hecho en el Café Royal, así que en esa ocasión fui, hice efectivo un cheque y le di algún dinero al señor Wood de parte de lord Alfred Douglas.

CARSON: ¿Cuánto le dio en esa ocasión?

WILDE: Unas dos libras.

CARSON: ¿Por qué lo hizo?

WILDE: Porque lord Alfred Douglas me había pedido que fuera amable con ese joven al que conocía. Necesitaba un empleo y necesitaba ayuda. Le di el dinero por esa razón.

CARSON: Sugiero que primero mantuvo relaciones inmorales con él y luego le dio el dinero.

WILDE: Eso es totalmente falso. De hecho, el dinero que le di se lo di en el Café Royal, y si hice efectivo un cheque fue tan sólo por mi propia comodidad, pues al día siguiente era sábado.

CARSON: ¿No le parece raro llevar a un hombre de la posición de Wood a cenar y luego darle dinero?

CLARKE: Él dice que primero le dio el dinero.

CARSON: Se equivoca por completo. Fue al revés. Ha dicho que fue al Café Florence para hacer efectivo el cheque.

CLARKE: Para ser exactos, yo estoy en lo cierto. Le dio el dinero en el Café Royal y luego fue al Florence para su propia comodidad e hizo efectivo el cheque.

CARSON: ¿Por qué no le dio el dinero y le dijo: «Váyase a cenar solo»?

WILDE: ¿Por qué iba a hacerlo? Él dijo que no había cenado. ¿Por qué no iba a ser amable con él?

CARSON: ¿Cree que él deseaba su presencia para ser amable con él?

WILDE: No lo sé. Le había escrito a lord Alfred Douglas diciendo que quería dinero.

CARSON: ¿Un hombre de distinta posición social?

WILDE: No me preocupa que sea de distinta posición social.

CARSON: ¿No le preocupa?

WILDE: No la posición social. Si alguien me interesa o tiene problemas y me han pedido que le ayude como pueda, ¿para qué darse aires acerca de la posición social? Es algo infantil.

CARSON: ¿Era un artista?

WILDE: No, ciertamente no.

CARSON: ¿Era un hombre de letras?

WILDE: No. Oh, no.

CARSON: ¿Recuerda que Wood se fuera a vivir al 36 de Langham Street… creo que está cerca de Portland Place?

WILDE: Recuerdo que cambió de residencia, pues me escribió cuando yo estaba en París para decírmelo.

CARSON: ¿De dónde se mudó?

WILDE: Desde donde viviera antes.

CARSON: ¿No sabe dónde vivía antes?

WILDE: No lo sé. No podría decir dónde vivía antes. Nunca he estado en ninguno de los lugares donde vivía, pero recuerdo que en París recibí una carta suya diciendo que había cambiado de dirección.

CARSON: ¿Tiene la carta?

WILDE: No creo que tenga la carta, no. No, no la tengo. ¿Por qué iba a conservarla?

CARSON: ¿No la tiene?

WILDE: No.

CARSON: Cuando se mudó al 36 de Langham Street, ¿solía ir usted a verle?

WILDE: No.

CARSON: ¿Está totalmente seguro de eso?

WILDE: Totalmente seguro.

CARSON: ¿Estuvo usted alguna vez en el 36 de Langham Street?

WILDE: Jamás. Estaba en París y en Torquay.

CARSON: ¿Recuerda cuando Wood se mudó a Russell Street?

WILDE: No, no recuerdo ninguna de sus mudanzas.

CARSON: Cuando fue a verle por lo de esas cartas, ¿consideró usted que pretendía chantajearle?

WILDE: Me han dicho que ésa era su intención.

CARSON: ¿Ah, sí? Responda a mi pregunta.

WILDE: Me desarmó al entregarme las cartas.

CARSON: ¿Consideró que…?

WILDE: Consideré que había algo raro en aquello.

CARSON: ¿Consideró que intentaba hacerle chantaje?

WILDE: Sí, y estaba decidido a hacerle frente.

CARSON: ¿Pensó que iba a hacerle chantaje y estaba decidido a hacerle frente?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Y la manera de hacerle frente fue darle 16 libras para que se fuera a América?

WILDE: No, ésa es una descripción inexacta de lo que ocurrió.

CARSON: Pero se las dio.

WILDE: Vi las cartas. Pensé que iba a enseñarme cartas mías a lord Alfred Douglas que podían contener cosas privadas y todo eso… que deseaba extorsionarme. Es una actividad muy común en Londres… yo diría que está a la orden del día. Cuando escribí esas cartas no tenían importancia… no me interesaban, no las quería. Entonces me contó una larga historia acerca de gente que quería obtener esas cartas. Lo hice estúpidamente, pero fruto de la pura compasión y amabilidad.

CARSON: Déjeme hacerle algunas preguntas que creo que puede responder con brevedad. ¿Consideraba que esas cartas no tenían importancia?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿No tenía miedo de nada de lo que pudieran contener?

WILDE: ¡Oh! Había en ellas… asuntos familiares que desde luego habría preferido que no se hicieran públicos. A nadie le gusta que se divulgue su correspondencia privada… alusiones a los demás, alusiones desdeñosas.

CARSON: ¿Y le pareció que valía la pena darle 16 libras?

WILDE: No le di 16 libras por eso.

CARSON: Yo sugiero que le dio 30 libras.

WILDE: No. CARSON: ¿Qué?

WILDE: No.

CARSON: ¿Le dio 5 libras al día siguiente?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Además de las 16?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Por qué se las dio?

WILDE: Me escribió o me pidió que fuera a verle antes de marcharse a América. Le dije: «No tengo nada que objetar». Me dijo que el pasaje costaba más de lo que esperaba y le di 5 libras más. Lo hice por amabilidad.

CARSON: ¿De verdad le está sugiriendo al jurado que le dio 21 libras tan sólo por caridad?

WILDE: Yo no estoy aquí para sugerirle nada al jurado, señor Carson.

CARSON: ¿Es eso lo que afirma?

WILDE: Lo que afirmo es que sin duda pensé que el hecho de que poseyera esas cartas, la historia que me contó de que se las había robado Allen, todo eso… la verdad es que, confieso sinceramente, consideré que se habían portado bastante mal con él, por lo que me contó.

CARSON: Y en consecuencia le dio otras 5 libras.

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Compartió con él un almuerzo con champán antes de que se fuera a América?

WILDE: No, no creo que hubiera champán. Yo no bebo durante el día.

CARSON: ¿Comieron en el Florence?

WILDE: Sí, en el Florence.

CARSON: ¿Comió con un hombre del que sospechaba que quería chantajearle?

WILDE: Sí, me convenció de que nunca había tenido intención de… que las cartas se las había robado otra persona.

CARSON: ¿Cuándo fue esa comida de despedida?

WILDE: Eso fue al día siguiente.

CARSON: ¿Quién estaba presente?

WILDE: Nadie más estaba presente.

CARSON: ¿Nadie excepto ustedes dos?

WILDE: Nadie más.

CARSON: ¿Almorzaron en un comedor privado?

WILDE: Eso lo he olvidado… creo que sí. Siempre como en un comedor privado en el Florence.

CARSON: ¿Alguna familiaridad ese día?

WILDE: ¡Oh, no! Ninguna, ninguna en absoluto.

CARSON: ¿Fue allí y entonces, mientras tomaban esa comida con champán, cuando le dio las 5 libras?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Por qué le dio las 5 libras?

WILDE: Porque me dijo que con las 15 libras que le había dado desembarcaría casi sin blanca en Nueva York, y me pidió que le diera otras 5 libras, cosa que hice. Se las di.

CARSON: ¿Wood se marchó a América?

WILDE: Sí, eso creo.

CARSON: ¿Supongo que no le puso ningún obstáculo para que se fuera?

WILDE: Le dije que me parecía en extremo improbable que, si no podía conseguir trabajo en Londres, pudiera conseguirlo en Nueva York.

CARSON: Pero ¿le dio el dinero para que pudiera ir?

WILDE: Si así lo deseaba. Me importaba un bledo que se quedara en Londres o no.

CARSON: Cuando estaba en América, ¿le escribió para pedirle dinero?

WILDE: No.

CARSON: ¿Taylor le dijo que le escribió a él para que le pidiera a usted dinero?

WILDE: No.

CARSON: ¿Está totalmente seguro de eso?

WILDE: Sí, totalmente seguro.

CARSON: ¿Sabía que Taylor se escribía con él mientras Wood se hallaba en América?

WILDE: No.

CARSON: Tan sólo identifíquela. ¿Puede decirme si ésta es la letra de Wood? (Le entrega un papel a WILDE).

WILDE: Sí, diría que sí, pero nunca he visto una carta suya.

CARSON: ¿Llamaba Wood a Taylor «Alfred»?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Eran al parecer amigos íntimos?

WILDE: Oh, sí, eran grandes amigos.

CARSON: ¿Le llamaba a usted «Oscar»?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Y cómo llamaba usted a Wood?

WILDE: Su nombre es Alfred.

CARSON: ¿No le llamaba Alf?

WILDE: No, nunca uso nombres abreviados… no creo que le llamara así.

CARSON: Entonces, ¿le llamaba Alfred?

WILDE: Sí, Alfred.

CARSON: ¿Cómo llamaba a Taylor?

WILDE: El nombre de pila del señor Taylor también es Alfred.

CARSON: ¿Le llamaba por su nombre de pila?

WILDE: Sí, siempre.

CARSON: Entonces, ¿puedo afirmar que usted, Wood y Taylor se llamaban entre ustedes por sus nombres de pila?[154]

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Eran amigos bastante íntimos, entonces?

WILDE: Me temo que, con pocas excepciones, todo el mundo me llama por mi nombre de pila.

CARSON: ¿Y llama usted así a todo el mundo?

WILDE: A todo el mundo, sí.

CARSON: ¿Y le gusta?

WILDE: Sí, me gusta llamar a la gente por su nombre de pila… sí, lo hago.

CARSON: ¿No es curioso que pensara que un hombre con el que tenía una amistad tan íntima como para llamarle por su nombre de pila intentase chantajearle?

WILDE: Oh, bueno, ése es su punto de vista, no el mío. Me habían dicho que iba a pedirme dinero por las cartas, y confieso sinceramente que creo que cualquier caballero, antes que ver su correspondencia privada corriendo por ahí, la compraría. Eso era lo que me habían dicho. Luego, cuando me encontré con él, me entregó las cartas y dijo que no, que no era ésa su intención.

CARSON: Lo que quiero preguntarle es esto, y lo que le he preguntado es esto: ¿no le pareció curioso que un hombre con el que mantenía una amistad tan íntima como para llamarle «Alfred» intentara chantajearle?

WILDE: No considero que lo hiciera.

CARSON: Me lo ha dicho hace un momento.

WILDE: No, no creo haberlo dicho.

CARSON: ¿No me ha dicho hace un momento que cuando concertó esa cita pensó que iba a chantajearle?

WILDE: Eso es.

CARSON: ¿Cuando fue a ver a sir George Lewis?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Cuando fue a ver a sir George Lewis a causa del hombre al que llamaba Alfred?

WILDE: Oh, sí, desde luego.

CARSON: ¿No le pareció algo curioso, viniendo de un amigo?

WILDE: Me pareció totalmente monstruoso. No sabía si creérmelo. De hecho, no me lo creí. La razón por la que concerté la cita con él fue porque no creía que él pudiera hacer algo así.

CARSON: Le había dado dinero la primera vez que estuvo con él.

WILDE: Sí, por deseo de un amigo mío.

CARSON: ¿Lo llevó a cenar?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿A un comedor privado?

WILDE: Sí, siempre tomo un comedor privado en el Florence.

CARSON: Ese hombre con el que había sido tan amable… ¿no le pareció intolerable que viniera a chantajearlo?

WILDE: Me pareció algo completamente infame.

CARSON: ¿Le pareció algo completamente infame?

WILDE: Sí, desde luego, cuando me lo dijeron.

CARSON: ¿Le pareció algo completamente infame y luego le dio 20 libras?

WILDE: 20 libras.

CARSON: ¿Le dio una cena o un almuerzo de despedida el día antes de irse a América, y luego se marchó?

WILDE: Sí, porque me había dicho que no tenía ninguna intención de chantajearme; todo lo hicieron otras personas. De hecho, dijo, Allen estaba en poder de esas cartas y él las había recuperado.

CARSON: ¿Fue Wood a verle al Savoy?

WILDE: No creo… no.

CARSON: Poco después de que Wood fuera a verle por lo de las cartas, fue a verle Allen.

WILDE: ¿Dónde?

CARSON: ¿No fue a verle Allen?

WILDE: Oh, sí, pero bastante tiempo después.

CARSON: ¿Tiempo después?

WILDE: Sin duda, seis semanas… supongo que seis semanas o dos meses… la verdad es que no lo sé.

CARSON: ¿Seis semanas o dos meses?

WILDE: Yo diría que seis semanas.

CARSON: ¿Conocía ya a Allen?

WILDE: Sólo de vista. Conocía su reputación.

CARSON: ¿Era amigo de Taylor?

WILDE: Desde luego que no, al menos que yo supiera… seguro que no.

CARSON: ¿Trajo una de las cartas?

WILDE: Sí, la carta que había sido enviada al señor Tree.

CARSON: ¿Sabía usted que él había robado la carta?

WILDE: ¿Que quién había robado la carta?

CARSON: Allen. Usted sabía que se la había robado a Wood. Wood se lo había dicho.

WILDE: No: Wood me había dicho que todas las cartas habían sido recuperadas… eran cuatro cartas. Eso era lo que Wood me había dicho: me lo aseguró con toda certeza.

CARSON: ¿No le dijo que le habían robado las cartas?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Aunque él pensaba que las había recuperado todas?

WILDE: No, me dijo que las había recuperado todas.

CARSON: Luego, cuando Allen fue a verle, ¿descubrió que no era cierto?

WILDE: ¡Oh! Inmediatamente. No cuando vino a verme, quiero decir antes… la copia enviada al señor Beerbohm Tree. Luego cartas anónimas… gente viniendo a verme, etcétera.

CARSON: ¿Sabía que había accedido a la posesión de esas cartas de manera deshonesta?

WILDE: Oh, sí.

CARSON: Cuando fue a verle, ¿qué le dijo usted?

WILDE: Cuando entró en el vestíbulo de mi casa…

CARSON: ¿Qué le dijo, señor, cuando lo vio?

WILDE: Le dije: «¿Supongo que viene por mi hermosa carta a lord Alfred Douglas?».

CARSON: ¿A qué se dedicaba el señor Allen?

WILDE: ¿Allen? Era un chantajista.

CARSON: ¿Un chantajista?

WILDE: Un chantajista.

CARSON: ¿Era sodomita?

WILDE: No tuve el menor trato con él aparte de la vez que…

CARSON: ¿Tenía reputación de serlo?

WILDE: Aparte de que era chantajista, no oí comentar nada más.

CARSON: ¿Conocía su reputación?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Y sólo como chantajista?

WILDE: Sí, como chantajista.

CARSON: Entonces, ¿comenzó a explicarle al chantajista lo que significaba la pérdida de su precioso manuscrito?

WILDE: No, ya no era una pérdida, pues le había enviado una copia al señor Beerbohm Tree.

CARSON: ¿La describiría como un hermoso manuscrito o como una hermosa carta?

WILDE: Una hermosa obra de arte, he dicho.

CARSON: Ahora, señor Wilde, deje que le haga una pregunta. ¿Le dio a ese hombre del que sabía que era chantajista, cuya reputación de chantajista conocía, le dio 10 chelines?

WILDE: Sí.

CARSON: Y él, ¿qué le dio?

WILDE: Nada; no me dio nada en persona. Mandó a alguien que la trajera.

CARSON: ¿No le dio nada?

WILDE: No.

CARSON: Pero en el momento en que usted le dio los 10 chelines, ¿qué le dio él?

WILDE: Las gracias.

CARSON: ¿No le dio nada?

WILDE: Nada en absoluto.

CARSON: ¿Por qué le dio usted 10 chelines a ese reconocido chantajista si él no le dio nada?

WILDE: Se los di por desprecio. (RISAS).

CARSON: ¿Por qué?

WILDE: Por desprecio.

CARSON: ¿Es ésa su manera de demostrar desprecio, dando 10 chelines?

WILDE: A menudo es una de las mejores maneras de expresar desprecio. (RISAS). Era para demostrarle al hombre que me importaba un bledo que tuviera la carta o no. Cuando me dijo que era pobre y añadió: «¿No podría pagarme el coche de vuelta?».

CARSON: ¿Es ésta la única explicación que ofrece al jurado de por qué le dio 10 chelines a un reconocido chantajista?

WILDE: Sí, para expresarle mi desprecio. Yo no quería la carta.

CARSON: ¿Supongo que él se quedó satisfecho con su desprecio?

WILDE: Al parecer se quedó satisfecho con mi amabilidad, porque me devolvió la carta.

CARSON: ¿Y usted aceptó su agradecimiento por haberle despreciado?

WILDE: No entiendo a qué se refiere.

CARSON: ¿Él le dio las gracias por el desprecio que usted le demostró?

WILDE: No sé qué pensó sobre mis motivos para darle 10 chelines. Me agradeció que le diera los 10 chelines. Lo hice para demostrarle que me importaba un bledo.

CARSON: Unos minutos después de que se fuera, ¿se presentó Cliburn?

WILDE: Cliburn se presentó en la puerta… de hecho se quedó en el vestíbulo… no entró en la casa.

CARSON: ¿No le cabe duda de que Allen le contó la manera en que le había expresado su desprecio… dándole 10 chelines?

WILDE: Mencionó, sí, que Allen le había dicho que yo había sido amable con él.

CARSON: ¿Y entonces llega Cliburn?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Lo conocía de antes?

WILDE: No… oh, lo había visto antes.

CARSON: ¿Dónde lo había visto?

WILDE: El 21 de abril en la entrada de artistas del Teatro Haymarket mientras yo estaba en un ensayo, un ensayo con vestuario de mi obra.[155]

CARSON: ¿Qué le llamó la atención de él?

WILDE: El hecho de que se me acercara para hablarme y me dijera… Yo había salido un momento para escribir una carta; una señora de la nobleza me había escrito pidiendo un palco porque quería ver el estreno de mi obra. Bajé porque la doncella de esa dama estaba esperando.

CARSON: Cuéntenos qué pasó.

WILDE: De repente, Cliburn, al que nunca había visto, se me acercó y me dijo: «Me gustaría mucho hablar con usted en relación con una carta suya que tiene el señor Allen», y yo le contesté: «Estoy en mitad del ensayo con vestuario… Ahora no quiero que se me moleste, y me importa un bledo esa carta».

CARSON: ¿No pensó que era un chantajista?

WILDE: Algo relacionado… sí.

CARSON: ¿Qué?

WILDE: Que sin duda estaba…

CARSON: ¿No pensó que todos ellos eran chantajistas?

WILDE: ¿Quiénes?

CARSON: Los que le venían a hablar de sus cartas. ¿Nunca se le ocurrió que los tres hombres que iban a verle por las mismas cartas…?

WILDE: No eran tres hombres, eran dos.

CARSON: Eran tres. ¿No estaba Wood?

WILDE: Pensé que se refería a esa carta en concreto.

CARSON: Wood, Allen y Cliburn.

WILDE: Pero en relación con esta carta en concreto…

CARSON: ¿Pensó que Cliburn era un chantajista?

WILDE: Nunca me había chantajeado.

CARSON: ¿Pensó que era un chantajista?

WILDE: Pensé que estaba relacionado con…

CARSON: ¿Que estaba sin duda relacionado con el chantaje?

WILDE: No hizo el menor intento de chantajearme. Dijo que deseaba hablar conmigo del tema…

CARSON: ¿Y usted inmediatamente fue amable con él… con otro chantajista?

WILDE: Sí; me devolvió la carta. Le di medio soberano.

CARSON: ¿Y se puso a comentar con él que era un hermoso manuscrito, una obra de arte?

WILDE: Me irritó que me la devolvieran tan sucia… sí.

CARSON: ¿Le dijo a ese chantajista que esa hermosa carta iba a publicarse en forma de soneto?

WILDE: Se lo dije a Allen.

CARSON: ¿No se lo dijo a Cliburn?

WILDE: No, no se lo mencioné a Cliburn. No, fue a Allen.

CARSON: ¿Fue a Allen, el chantajista?

WILDE: Él era el chantajista. Fue él quien vino.

CARSON: ¿Y le dijo al chantajista que cuando se publicara le mandaría un ejemplar?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Un ejemplar publicado en The Spirit Lamp, una revista de Oxford?

WILDE: Sí, le dije: «Deme su dirección; le mandaré un ejemplar», para mostrarle mi indiferencia al respecto.

CARSON: ¿Para mostrarle qué?

WILDE: Para mostrarle lo poco que me importaba si tenía la carta o no.

CARSON: ¿Fue ésa la razón?

WILDE: Poco después la vi…

CARSON: ¿No había recuperado la carta cuando se lo dijo?

WILDE: Por supuesto que no.

CARSON: ¿No?

WILDE: Por supuesto que no.

CARSON: ¿Pero le prometió una copia cuando se publicara?

WILDE: Le dije que me daba igual no tener el original, que como le había mandado una copia al señor Beerbohm Tree, yo tenía una copia de la carta, que iba a ser, o ya había sido… de hecho, en esa época ya se había traducido: se había traducido al francés e iba a aparecer en una revista publicada en Oxford… me refiero a que se había traducido tres semanas antes.

CARSON: Entonces, cuando Cliburn le dio la carta, ¿usted le dio medio soberano?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Comenzó a hablarle de la mala vida que llevaba?

WILDE: Quizá hice esa observación innecesaria.

CARSON: ¿Pero hizo la observación?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿«Me temo que lleva usted una vida maravillosamente perversa»?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Qué le hizo pensar eso?

WILDE: Que se hubiera presentado en el Teatro Haymarket, evidentemente conchabado con ese hombre, aunque de ningún modo me ofendiera.

CARSON: Pero al decir «una vida maravillosamente perversa» se refería al chantaje, ¿verdad?

WILDE: No utilicé la palabra… no.

CARSON: ¿Qué?

WILDE: No utilicé la palabra.

CARSON: ¿Pero se refería a eso?

WILDE: Lo decía en general, porque pensaba que estaba mezclado con ese indudable chantaje. Le dije: «Qué vida tan maravillosamente perversa —o algo parecido— parece usted llevar».

CARSON: Se refería al chantaje, es todo lo que quería saber. ¿Él dijo: «En cada uno de nosotros hay algo bueno y algo malo»?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Y usted le dijo que era un filósofo nato?

WILDE: Sí, eso dije.

CARSON: ¿Y ése fue el fin de la conversación con ese perverso chantajista?

WILDE: No intentó chantajearme; recuerdo que eso fue todo. Era un hombre que vino a devolverme una carta. Me la entregó. El otro hombre fue algo distinto… algo completamente distinto. Pero ese hombre vino a devolverme la carta. Me pareció muy amable por su parte, muy amable.

CARSON: Me ha dicho que escribió muchas cartas hermosas; ¿alguna de ellas, aparte de esa que encontraron por casualidad, fue convertida en soneto?

WILDE: Necesitaría leer muchísima poesía actual antes de responder a eso. (RISAS).

CARSON: ¿Alguna de sus cartas, aparte de la que se encontró, ha sido convertida en soneto?

WILDE: No sé a qué se refiere con «la que se encontró».

CARSON: La que usted pagó por recuperar, señor, como acaba de contarnos.

WILDE: No pagué por recuperar esa carta.

CARSON: ¿Qué?

WILDE: Que no di dinero por esa carta.

CARSON: ¿Pues entonces por qué dio el dinero?

WILDE: No di el dinero por eso.

CARSON: ¿La que recuperó?

WILDE: La que me devolvieron.

CARSON: Le pregunto, señor, si, aparte de ésa, alguna de sus otras cartas ha sido convertida en soneto.

WILDE: Y yo digo que debería repasar la totalidad de la poesía actual para contestar a esa pregunta.

CARSON: ¿Puede decirme alguna?

WILDE: En este momento, no; tendría que leerme toda la poesía actual: no podría.

CARSON: ¿Puede decirme si alguna de sus cartas, excepto esa carta descubierta, ha sido convertida alguna vez en soneto?

WILDE: En este momento, no… No recuerdo ninguna.

CARSON: ¿Le escribió a lord Alfred Douglas para que conservara esa carta?

WILDE: No, nunca.

CARSON: Por tanto, señor, hasta que fue descubierta, ¿nunca pensó en convertirla en soneto?

WILDE: Yo nunca la convertí en soneto.

CARSON: No he dicho que lo hiciera.

WILDE: Cuando la copia fue enviada a Beerbohm Tree, vi lo que era la carta, y enseguida me di cuenta de que debía traducirse en forma poética.

CARSON: ¿Pensó al momento que debía traducirse y convertirse en un soneto?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Se alojaba en el Hotel Albemarle en 1892, aproximadamente hacia el 25 de febrero?[156]

WILDE: Sí.

CARSON: En esa época, ¿estoy en lo cierto al decir que los señores Elkin Mathews y compañía eran sus editores?[157]

WILDE: Sí, el señor Elkin Mathews y el señor John Lane eran mis editores.

CARSON: ¿Su empresa se encontraba en Vigo Street?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿En febrero de 1892 se encariñó usted de su recadero?

WILDE: No creo que ésta sea una forma correcta de hacerme una pregunta, pues ya da por sentada la respuesta.

CARSON: Sólo le estoy haciendo una pregunta.

JUEZ: No he escuchado bien la pregunta.

CARSON: Si se encariñó del recadero de la editorial, señoría.

WILDE: Y yo protesto ante su descripción del señor Edward Shelley.[158]

CARSON: Entonces puede decir «no».

WILDE: Muy bien, pues… entonces no, no, desde luego que no.

CARSON: ¿Se hizo amigo íntimo del recadero?

WILDE: Niego que ése fuera el empleo del señor Edward Shelley al que se refiere. No era recadero. Es por esto por lo que protesto.

CARSON: ¿Sabía a quién me refería?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Qué edad tenía Shelley?

WILDE: Yo diría que unos veinte años.

CARSON: Yo sugiero que tenía dieciocho.

WILDE: Es bastante posible.

CARSON: ¿Era un chico bien parecido?

WILDE: No, yo no diría eso… Tenía una cara intelectual, pero yo no lo calificaría de bien parecido… una cara intelectual.

CARSON: ¿Le conocía sólo de entrar y salir del negocio de los señores Mathews y Lane?

WILDE: ¿Se refiere a cuándo le conocí?

CARSON: Sí.

WILDE: Le conocí el mes de octubre, cuando estaba preparando la publicación de mis poemas con los señores Mathews y Lane.[159] El señor John Lane me presentó al señor Edward Shelley, que era dependiente, y considero que el dependiente de una librería tiene rango de caballero.

CARSON: ¿Vendía libros en una librería?

WILDE: Al igual que los vende el señor Quaritch en su librería.[160] Tiene rango de caballero.

CARSON: ¿Fue eso en 1891?

WILDE: 1892, fue en… septiembre.

CARSON: ¿Compara a Shelley con el señor Quaritch?

WILDE: Cuando usted sugiere que vender libros es un empleo ignominioso, pienso en un hombre de la posición del señor Quaritch…

CARSON: ¿Sabe que ganaba entre 15 y 20 chelines a la semana?

WILDE: No sé cuál era su salario. Lo consideraba un caballero. Siempre lo traté como a un caballero.

CARSON: ¿Le pidió a ese muchacho que cenara con usted en el Hotel Albemarle cuando se alojaba usted allí?

WILDE: Oh, sí, a menudo cenaba conmigo.

CARSON: Espere un momento; ¿era para obtener un placer intelectual?

WILDE: Bueno, para él, sí. (Risas).

CARSON: ¿Lo llevaba allí para que experimentara un placer intelectual?

WILDE: Él había expresado una gran admiración por mi obra. Yo lo veía constantemente. Me había escrito cartas acerca de mi obra. Me parecía un acto de amabilidad. Había ido al estreno de mi obra. Yo diría que, por lo que se refería a nuestra conversación, el placer intelectual era más suyo que mío.

CARSON: ¿A este muchacho que vendía libros le interesaban los placeres intelectuales?

WILDE: Este joven relacionado con el mundo editorial a menudo cenaba conmigo allí y en mi casa y con mi mujer y en otras partes. Formula usted las preguntas de manera errónea.

CARSON: ¿Cenaba con este chico en el comedor público?

WILDE: Oh, no, en mi comedor privado.

CARSON: Intente recordar. ¿Estoy en lo cierto al decir que la primera vez que cenó allí lo hizo abajo?

WILDE: No creo haber cenado nunca abajo en el Albemarle… por lo que recuerdo… pero tenía un comedor privado. No creo que en mi vida haya cenado abajo.

CARSON: Le sugiero que piense en el mes de febrero de 1892. ¿Cenó abajo con Shelley?

WILDE: No creo que fuera en febrero. Yo diría más bien que fue a principios de marzo.

CARSON: Pero, en cualquier caso, ¿luego estuvo en un salón privado con él?

WILDE: Oh, sí, estuvo en mi sala privada, sí. Cenamos o comimos allí o algo, no lo sé.

CARSON: ¿Solos?

WILDE: No, había presente un caballero.

CARSON: ¿Quiénes eran?

WILDE: Un caballero.

CARSON: ¿Quién era? Si no quiere mencionar su nombre, me conformo con que me lo dé escrito en un trozo de papel.

WILDE: Su nombre se menciona en una de las cartas del señor Edward Shelley que le serán entregadas. Su nombre se menciona, pero lamentaría muchísimo, desde luego, que se mencionara cualquier nombre de manera innecesaria.

CARSON: Si me escribe el nombre en un papel y me lo pone delante, me daré por satisfecho.

WILDE: Lo escribiré. (Lo hace). Lo menciona Edward Shelley en una carta fechada el 23 de febrero.[161]

CARSON: ¿Se menciona a dicha persona en referencia a esa cena?

WILDE: No.

CARSON: ¿Me estoy refiriendo a la primera vez que Shelley comió con usted… la primera de todas?

WILDE: No creo que nunca comiera conmigo. Creo que cenó conmigo. No creo que comiera conmigo.

CARSON: Le estoy sugiriendo que comió con usted en un lugar público. Ahora, quiero que preste mucha atención.

WILDE: No recuerdo en lo más mínimo que eso ocurriera.

CARSON: Si él dice que fue así, ¿estará usted dispuesto a negarlo, que comió en un comedor público donde todos los demás comían?[162]

WILDE: Yo diría que no tengo la costumbre de comer en el comedor público. Tomo todas mis comidas en mi habitación. No recuerdo haber comido ni una sola vez en el comedor público.

CARSON: Probablemente dejaría más huella en un joven de su clase comer con un distinguido caballero como usted; y si él dice que comió con usted en el comedor público, ¿estaría usted dispuesto a contradecirle… con usted y nadie más en la mesa… y con otras personas en el comedor, claro?

WILDE: Digo que no recuerdo que eso ocurriera, aunque lo considero en extremo improbable. No puede pedirme que recuerde algo sin importancia.

CARSON: ¿Sugiere que este caballero, cuyo nombre me ha dado, comió con usted y con Shelley la primera vez que comió con Shelley? ¿Es eso lo que está dispuesto a jurar?

WILDE: Mi impresión es que fue una cena en grupo.

CARSON: No estoy hablando de ninguna cena en grupo.

WILDE: Sí, no lo recuerdo.

CARSON: ¿Fue una cena en grupo en la que estaba presente este caballero?

WILDE: Desde luego cenó una noche.

CARSON: Yo sugiero que la cena fue a la noche siguiente, y que aún no hemos llegado a eso. Ahora bien, después de esa comida —comiera usted allí o no—, ¿estuvieron usted y Shelley solos en su salón en esa primera ocasión?

WILDE: Es que no recuerdo en absoluto esa comida.

CARSON: ¿Estuvieron usted y Shelley solos en su salón la primera vez que fue allí?

WILDE: Oh, cuando vino a verme, sí, vino a verme… si cenamos o no en el comedor público, no lo sé; pero tomó una comida, desde luego, en mi salón y conmigo.

CARSON: Veamos, en esa ocasión, ¿su dormitorio se comunicaba mediante una puerta con su salón?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Le dio usted whiskies con soda en la salita?

WILDE: Supongo que tomó lo que quiso… supongo que lo que quiso… no me acuerdo.

CARSON: ¿Ahora nos dice que no puede hablarnos de esa primera comida con el recadero?

CLARKE: No, le ruego me perdone.

WILDE: De verdad, protesto enérgicamente.

CARSON: Ese caballero que asistió.

CLARKE: Era un dependiente del editor.

WILDE: Sí, y considero que cualquiera que desempeñe cualquier trabajo en una librería goza de un alto privilegio.

CARSON: ¿Puede recordar ahora esa comida que dio?

WILDE: No puedo acordarme porque no recuerdo que Edward Shelley hiciera otra cosa que cenar acompañado de otro caballero, aunque puede que viniera, puede que viniera.

CARSON: ¿Fumó cigarrillos con usted?

WILDE: Oh, supongo que sí, desde luego, si estaba en mi habitación… Yo siempre los fumo, todo el día.

CARSON: Y ahora le pregunto: en esa ocasión, ¿hizo que se quedara a dormir con usted esa noche?

WILDE: Desde luego que no.

CARSON: ¿Se quedó toda la noche y se fue al día siguiente a las ocho?

WILDE: No.

CARSON: ¿Qué?

WILDE: Conmigo no, desde luego; digo que no.

CARSON: Cuando estaba en el salón, ¿comenzó a abrazarlo?

WILDE: Por supuesto que no.

CARSON: ¿Lo abrazó alguna vez?

WILDE: Nunca.

CARSON: ¿Lo besó?

WILDE: Nunca.

CARSON: ¿Le puso la mano encima?

WILDE: Nunca.

CARSON: ¿Y luego lo llevó a su dormitorio?

WILDE: Nunca.

CARSON: ¿Durmió toda la noche en la misma cama que él?

WILDE: Nunca.

CARSON: Tras haberse quitado ambos la ropa, ¿le puso la mano encima en la cama?

WILDE: Señoría, ¿no es suficiente que manifieste un rechazo general sin verme expuesto a la ignominia de que se den un detalle tras otro de algo que sucedió de manera imaginaria? Permítame manifestar un rechazo general a que eso llegara a ocurrir. Nunca ocurrió. ¿Por qué debo someterme delante de todo el tribunal a entrar en detalles de algo que no se sostiene de ninguna manera?

CARSON: Por desgracia tenemos que…

WILDE: Apelo a su señoría.

JUEZ: ¿Necesita más detalles en relación con este punto?

CARSON: No, señoría.

CLARKE: Una vez que se ha rechazado que…

CARSON: ¿Se quedó hasta las ocho de la mañana?

WILDE: No.

CARSON: La noche siguiente, ¿lo llevó al Teatro Independent de Dean Street?

WILDE: Vino conmigo, sí, y se sentó en un palco ocupado por mí y por otro amigo del Teatro Independent. Si fue a la noche siguiente, lo he olvidado.

CARSON: ¿Lo invitó a ir a Tite Street?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Lo llevó a Earl’s Court?

WILDE: No sé a qué se refiere.

CARSON: ¿Ala exposición de Earl’s Court?

WILDE: Imagino que sí, en el mes de mayo, eso creo… Sí, creo que en el mes de mayo… al menos nos encontramos allí.

CARSON: ¿Lo llevó al Club Príncipe de Gales?

WILDE: ¿Se refiere al Club Lyric?[163]

CARSON: Sí, así se llamaba entonces.

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Lo llevó al Café Royal?

WILDE: Sí, cené con él, oh, sí.

CARSON: Naturalmente, ¿pagó usted en todas las ocasiones?

WILDE: Oh, sí.

CARSON: ¿Lo llevó al Restaurante Kettner’s?[164]

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Estuvieron en un comedor privado?

WILDE: Una vez, sí, por deseo suyo.

CARSON: ¿Qué?

WILDE: En una ocasión cenamos allí por deseo de Edward Shelley. Tenía un grave problema.

CARSON: Pidió un comedor privado.

WILDE: Sí, por deseo suyo. Sí.

CARSON: ¿Lo llevó al Club Hogarth?[165]

WILDE: No, no soy socio.

CARSON: No insinúo que sea usted socio. ¿Estuvo allí con él? ¿Lo llevó allí y lo presentó?

WILDE: No entiendo sus preguntas. No soy socio del club.

CARSON: ¿Llevó usted a Edward Shelley al club a almorzar con otro caballero?

WILDE: Oh, no, no podría haber hecho eso, desde luego. ¿Cómo iba a llevar a alguien al club de otra persona? No podía hacerlo.

CARSON: Sólo se lo pregunto.

WILDE: Desde luego que no.

CARSON: ¿Afirma pues que él nunca estuvo con usted en el Club Hogarth?

WILDE: No. Él conocía a socios del Club Hogarth.

CARSON: ¿Estuvo alguna vez con usted en el Club Hogarth? No voy a discutir sobre quién lo presentó.

WILDE: Si comió alguna vez en el Club Hogarth en mi compañía es algo que no recuerdo, pero es posible que él comiera allí alguna vez, pues tenía amigos allí.

CARSON: ¿Le dio dinero alguna vez?

WILDE: Sí, en dos ocasiones.

CARSON: ¿Qué?

WILDE: En dos ocasiones… en tres ocasiones.

CARSON: ¿Qué le dio… cuánto?

WILDE: La primera vez… ¿debo decirlo?

CARSON: Quiero las cantidades.

WILDE: Creo que la primera vez fueron 4 libras. La segunda vez fue el precio del billete de tren hasta Cromer, donde mi esposa y yo le invitamos a quedarse con nosotros. Le envié el coste del billete sabiendo que era un joven sin dinero. La tercera vez le di 5 libras. Eso fue el año pasado… creo que fue el año pasado.

CARSON: ¿Le mandó 3 libras para que fuera a Cromer pero no fue?

WILDE: No… 2 libras… lo he olvidado. El precio del billete, fuera cual fuese.[166]

CARSON: ¿Se quedó las 2 libras?

WILDE: Sí. Cuando me dijo que no podía venir le escribí. Le escribí sabiendo lo pobre que era… sus continuas referencias a la lucha por mantener a su madre o algo parecido… otras cargas que resultaban muy pesadas para alguien tan joven… Le dije: «No te molestes en devolverme el dinero. Estoy seguro de que te hace falta».

CARSON: Ahora debo preguntarle lo siguiente: ¿le parecía que ese joven de dieciocho años era una compañía adecuada o natural para estar con usted en todos esos lugares?

WILDE: Desde luego… lo invité a ir a casa de mi esposa… desde luego.

CARSON: ¿Le regaló varias de sus obras?

WILDE: Sí, le regalé cuatro o cinco.

CARSON: ¿Le regaló uno de los primeros ejemplares de Dorian Gray?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Un ejemplar firmado?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Firmado por usted?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Escribió una dedicatoria en alguno de ellos?

WILDE: Creo que en todos.

CARSON: ¿Y qué puso?

WILDE: Oh, eso no lo sé. En este momento no me acuerdo de lo que escribí en el libro.

CARSON: ¿«A mi querido Edward Shelley»?

WILDE: Sí, diría que sí.

CARSON: ¿Qué?

WILDE: No sé; ¿lo está leyendo?

CARSON: Quiero saber si puso eso.

WILDE: Imagino que sí. No me parece en lo más mínimo improbable, pero le pido que me deje ver el libro.

CARSON: ¿Era él su «Querido Edward Shelley»?

WILDE: Sí, desde luego, porque si le escribía una carta lo llamaba «Querido Edward».

CARSON: ¿A este empleado lo llamaba «Querido Edward Shelley»?

WILDE: Puede que esté haciéndose una idea diferente a como yo lo veo.

CARSON: ¿Es ésta su letra?

WILDE: Sí, déjeme ver el libro. (Se le entrega un ejemplar del libro The Sinner’s Comedy).[167]

CARSON: Sí, cómo no.

JUEZ: Sí, dice que es su letra.

WILDE: No recuerdo en absoluto haber regalado este libro. Este libro no es mío.

CARSON: ¿No le cabe duda de que es su letra?

WILDE: Desde luego parece mi letra. No recuerdo haber regalado ningún libro que no hubiera escrito yo.

CARSON: Veo que dice: «Del autor, agosto de 1892, a mi querido Edward Shelley».

WILDE: Sí, ahora me acuerdo.

CARSON: ¿No es uno de sus libros?

WILDE: No, en absoluto. Eso fue lo que me hizo dudar.

CARSON: ¿Supongo que se trataba de una dedicatoria parecida a la que puso en los demás libros?

WILDE: Eso fue una broma.

CARSON: ¿El qué fue una broma?

WILDE: Que yo la escribiera.

CARSON: ¿Qué parte era una broma?

WILDE: Se lo explicaré. Ahora lo entiendo. Al principio sólo recordaba haberle regalado a Edward Shelley libros escritos por mí, y yo no escribí este libro. Era un libro que compré por diversión y escribí: «Del autor, agosto de 1892, a mi querido Edward Shelley». Se trataba, como resultó ser, de un sinsentido. Yo no era el autor del libro… no tuve nada que ver con él. Por eso al principio no recordaba haberlo regalado.

CARSON: ¿Era «Mi querido Edward Shelley» un sinsentido?

WILDE: No sé a qué se refiere con «sinsentido».

CARSON: Ha sido una expresión suya, no mía.

WILDE: Sí. «Del autor a mi querido Edward Shelley».

CARSON: Sugiero, señor Wilde, que «Mi querido Edward Shelley» en referencia a un muchacho de esa clase social delataba mucha familiaridad.

WILDE: Creo que cualquier referencia a un joven apasionadamente entregado a la literatura, como estaba él entonces… en ese caso fue muy amable por mi parte haber dicho eso… ya que no había escrito el libro… quiero decir que evidentemente era una broma. ¿De qué otro modo podría escribirle a la gente?

CARSON: Ahora, ¿puedo preguntarle por qué su amistad con este joven Shelley era tan íntima?

WILDE: Porque cuando le conocí pareció interesado en el tipo de literatura que yo escribía; porque en aquella época, en cualquier caso, tenía una gran ambición literaria. Deseaba ser escritor, y también, lo digo abiertamente, porque admiraba inmensamente mis obras.

CARSON: ¿Fue todo eso a consecuencia de sus gustos literarios?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Era íntimo amigo de un joven muchacho llamado Conway?[168]

WILDE: Le ruego me disculpe.

CARSON: ¿Era amigo íntimo de un joven llamado Conway?

WILDE: Oh, sí, de Worthing.

CARSON: ¿Cuál era su nombre de pila?

WILDE: Alfonso.

CARSON: ¿Vendía periódicos en el muelle de Worthing?

WILDE: No, no que yo sepa.[169]

CARSON: ¿Qué?

WILDE: Nunca.

CARSON: ¿O en el quiosco?

WILDE: No, nunca.

CARSON: ¿A qué se dedicaba?

WILDE: Oh, disfrutaba de su ociosidad.

CARSON: ¿Era un holgazán que deambulaba por Worthing?

WILDE: Yo le llamo un carácter feliz e indolente. Usted puede llamarle como quiera.

CARSON: ¿No tenía dinero?

WILDE: No, ninguno. Aunque digo ninguno, su madre tenía una casa en Worthing.

CARSON: ¿Alguna ocupación?

WILDE: No, no tenía ocupación alguna.

CARSON: ¿Sabía o había oído decir que su anterior ocupación había sido vender periódicos?

WILDE: Jamás en la vida.

CARSON: ¿Le asombraría saber que había sido alguien tan trabajador?

WILDE: Creo que sí.

CARSON: ¿Era un hombre de letras?

WILDE: Oh, en absoluto. (RISAS).

CARSON: ¿Era un artista?

WILDE: No.

CARSON: ¿Qué edad tenía?

WILDE: Supongo que unos dieciocho años… unos dieciocho, diría yo.

CARSON: ¿Más o menos la misma edad que Shelley?

WILDE: Sí, si Edward Shelley era de esa edad. No sé qué edad tenía Edward Shelley.

CARSON: ¿Cómo lo conoció?

WILDE: ¿Cómo conocí a Alfonso Conway? Cuando estuve en Worthing en agosto pasado, lord Alfred Douglas y yo teníamos la costumbre de salir en velero, y una tarde, mientras el bote, que estaba varado en la playa, era arrastrado por los barqueros, Conway, y un muchacho más joven con pantalones de franela, ayudaron a arrastrar el bote. Le dije a lord Alfred Douglas cuando llegamos al agua: «¿Los llevamos a dar una vuelta en la barca?», o «¿Les preguntamos si les gustaría dar un paseo en barca?», y él dijo: «Sí».

CARSON: Entonces, ¿le ayudó a llevar el bote a la orilla?

WILDE: No, yo no me tomaba esa molestia. Él y el otro muchacho —el más joven con pantalones de franela— se divertían ayudando a los dos barqueros a arrastrar el bote, que estaba varado al final de la playa. Me divertía contemplarlos y, como se habían tomado la molestia de hacerlo, le dije a lord Alfred Douglas: «¿Les preguntamos si les gustaría dar un paseo en barca?», y parecieron encantados y salieron con nosotros en el bote. Venían cada día.

CARSON: ¿Venían cada día?

WILDE: Sí, cada día.

CARSON: ¿Se hizo amigo íntimo de Alfonso?

WILDE: Oh, sí. Nos hicimos grandes amigos.

CARSON: ¿Grandes amigos?

WILDE: Grandes amigos.

CARSON: ¿Le pidió a ese muchacho que conoció en la playa que comiera con usted?

WILDE: ¿Que comiera conmigo?

CARSON: Sí.

WILDE: Ha comido conmigo.

CARSON: ¿Dónde?

WILDE: En mi casa de Worthing.

CARSON: ¿En The Haven?

WILDE: En The Haven.

CARSON: ¿También comió con usted en un hotel de allí?

WILDE: Oh sí, me acuerdo… sí, el segundo día.

CARSON: ¿En el Hotel Marine?

WILDE: Sí, comió conmigo, y con lord Alfred y el otro amigo.

CARSON: ¿Tenía el muchacho una conversación literaria?

WILDE: No, todo lo contrario, era bastante sencilla y fácil de entender. (RISAS).

CARSON: Era un muchacho ignorante, ¿verdad?

WILDE: Oh, era una criatura simpática, agradable. No era culto. (RISAS). No emplee esa expresión desdeñosa. Era una criatura amable y simpática. Su ambición era ser marinero.

CARSON: ¿A qué clase social pertenecía?

WILDE: Si me pregunta a qué clase social pertenecía, le diré que su padre había sido electricista y había muerto joven. Su madre tenía muy poco dinero y llevaba una pensión… en cualquier caso, tenía un inquilino. Que era hijo único, que lo habían enviado al colegio, donde, naturalmente, no había aprendido gran cosa. Su deseo era ir de aprendiz en un barco mercante. Una cosa que le interesaba mucho era el mar. Su madre se mostraba un tanto reacia a que la dejara. Eso fue lo que me contó.

CARSON: ¿Y le cogió un gran cariño a Alfonso?

WILDE: Una criatura de lo más agradable.

CARSON: Dígame, ¿le pidió encontrarse con él en la avenida comercial por la noche, hacia las nueve?

WILDE: ¿La avenida comercial? No sabía que existiera tal lugar en Worthing.

CARSON: ¿No está The Haven cerca del final de la avenida comercial?

WILDE: Yo nunca… No creo haberme visto con Alfonso, excepto dos veces en que le di entradas para el teatro… no, nunca le he visto por la noche.

CARSON: ¿Una noche, después de las nueve, no lo llevó a dar una vuelta caminando en dirección a Lancing?

WILDE: No.

CARSON: ¿Está totalmente seguro de eso?

WILDE: Sí, totalmente seguro. Sí.

CARSON: ¿Lancing está cerca de allí?

WILDE: A unas dos millas.

CARSON. ¿Es una carretera solitaria?

WILDE: Nunca he estado allí de día. Es una carretera que discurre junto al mar.

CARSON: ¿Le besó en la carretera?

WILDE: Desde luego que no.

CARSON: ¿Le metió las manos dentro de los pantalones? WILDE: No, por supuesto que no.

CARSON: ¿Se tomó con él alguna confianza de algún tipo?

WILDE: Ninguna en absoluto.

CARSON: ¿Le dio algo?

WILDE: Oh, sí.

CARSON: ¿Dinero?

WILDE: No creo haberle dado nunca dinero a Alfonso… no, no lo creo.

CARSON: ¿No le dio dinero?

WILDE: No le di dinero.

CARSON: ¿Le daba de vez en cuando sumas de dinero hasta alcanzar un total de 15 libras?

WILDE: ¡Cielo santo! No, desde luego que no.

CARSON: ¿Por qué le parece eso tan asombroso?

WILDE: Porque no ocurrió.

CARSON: ¿Era un chico pobre?

WILDE: Eso no lo sé. Ya le digo que su madre tenía una casa en propiedad.

CARSON: ¿Conocía a su madre?

WILDE: No, no la conocía.

CARSON: ¿Entró alguna vez en su casa?

WILDE: Nunca.

CARSON: ¿Le regaló una pitillera?

WILDE: Es posible… sí, es posible que se la regalara. Lo había olvidado. Recuerdo que le di algunas cosas.

CARSON: ¿Cómo lo llamaba?

WILDE: Alfonso.

CARSON: ¿Y él lo llamaba Oscar?

WILDE: No.

CARSON: ¿Está totalmente seguro de eso?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Es ésta la pitillera que le regaló?

WILDE: Yo diría que sí, sí.

CARSON: ¿Puso en ella la inscripción «A Alfonso de su amigo Oscar Wilde»?

WILDE: Si la escribió él o yo, no lo sabré hasta que la vea.

CARSON: ¿Quiere mirarla?

WILDE: Es más que probable que la escribiera yo. Sí, es mi letra.

CARSON: ¿Le dio usted su fotografía?

WILDE: Sí.

CARSON: Por favor, coja esto y dígame si es su letra.

WILDE: Seguro que está en la foto; sí, es mi letra, sin duda.

CARSON: ¿«De Oscar Wilde a Alfonso»?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Y le regaló un libro?

WILDE: Sí.

CARSON: The Wreck of the Grosvenor. «A Alfonso Conway de su amigo Oscar Wilde. Worthing, 21 de septiembre de 1894.»[170]

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Se lo regaló usted?

WILDE: Se lo regalé… bueno, no lo sé.

CARSON: ¿Le tenía cariño a ese muchacho?

WILDE: Me caía bien. Había sido mi compañero durante seis semanas.

CARSON: ¿Había sido su compañero durante seis semanas?

WILDE: Un mes, supongo.

CARSON: ¿Le sorprendería saber que la única ocupación que había tenido era vender periódicos?

WILDE: Nunca pensé que Alfonso tuviera algún pasado. No sé por qué me pregunta si me sorprendería… Sí, me sorprendería bastante… después de lo que me contó, eso me sorprendería… me dijo que no tenía profesión alguna. Desde luego, eso me sorprendería.

CARSON: ¿Le regaló usted un bastón?

WILDE: Sí, le regalé un bastón.

CARSON: A un vendedor de periódicos. ¡Piénselo un momento! Era un vendedor de periódicos sin empleo.[171]

CLARKE: Le ruego me perdone.

WILDE: Así es como ha hablado antes de Edward Shelley.

CARSON: ¿Lo compró para Conway?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Qué le costó?

WILDE: 506 chelines.

CARSON: Es de plata.

WILDE: 10 chelines más o menos.

CARSON: ¿15 chelines?

WILDE: No es bonito.

CARSON: Era un hermoso bastón para un chico de su clase.

WILDE: No me parece un bastón bonito. No creo que sea un bastón bonito, pero la elección fue suya. (RISAS).

CARSON: ¿Supongo que no es arte de verdad?

WILDE: No lo creo.

CARSON: ¿Llevó a ese muchacho con usted a Brighton?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Cómo vestía?

WILDE: Con un traje que yo le había regalado, un traje de sarga azul que yo le había regalado.

CARSON: ¿Que usted le había regalado?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Qué tipo de sombrero llevaba?

WILDE: Eso lo he olvidado; creo que un sombrero de paja.

CARSON: ¿Un sombrero de paja con una cinta azul y roja?

WILDE: Sí, con una cinta azul y roja.

CARSON: ¿Escogió usted la cinta azul y roja?

WILDE: No, es algo del ejército. Fue una desafortunada elección por su parte… quiero decir, porque creo que el color le agradaba.[172] (RISAS).

CARSON: ¿Pagó usted el sombrero?

WILDE: Sí, desde luego. Le regalé un traje, un sombrero de paja, unos pantalones de franela, un libro para leer… le regalé muchas cosas.

CARSON: ¿Lo vistió elegante para llevarlo a Brighton?

WILDE: No para llevarlo a Brighton.

CARSON: ¿Lo vistió para ir por Worthing?

WILDE: Sí, oh, desde luego. Sí, para una regata a la que se moría de ganas de ir.

CARSON: ¿A fin de que pareciera alguien de su clase?

WILDE: Oh, no, eso nunca lo habría conseguido. (RISAS). No, a fin de que no se avergonzara, tal como me dijo, de sus ropas vulgares y harapientas… porque quería tener unos pantalones de franela, un traje de sarga azul y un sombrero de paja.

CARSON: ¿Le avergonzaban sus ropas harapientas?

WILDE: Sí, hasta cierto punto.

CARSON: ¿Tenía mejor aspecto cuando iba bien vestido?

WILDE: Sí, mucho mejor, mucho mejor.

CARSON: ¿Lo llevó a Brighton?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Alquiló una habitación para él?

WILDE: Nos alojamos en el hotel.

CARSON: ¿Alquiló una habitación para él?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Él no tenía dinero?

WILDE: No, claro. Lo llevé de excursión a Brighton.

CARSON: ¿Su habitación se comunicaba con la suya?

WILDE: Eso lo he olvidado; es posible.

CARSON: ¿Puertas plegables forradas de paño verde?

WILDE: ¿Puertas plegables forradas de paño verde?

CARSON: ¿En la primera planta?

WILDE: Fue en la primera planta, sí. Estaba en la primera planta. Salón y dos dormitorios, sí.

CARSON: ¿El Albion?

WILDE: El Hotel Albion.[173]

CARSON: ¿Se metió él en la cama de usted esa noche?

WILDE: No.

CARSON: ¿Está seguro de eso?

WILDE: Muy seguro.

CARSON: ¿Para qué lo llevó a Brighton?

WILDE: Lo llevé a Brighton porque le había prometido que antes de irme de Worthing lo llevaría a hacer una excursión, a cualquier lugar que él deseara ir, porque había sido un compañero muy agradable, alegre y simpático para mí y para mis hijos. Quería ir a Portsmouth porque quería ser marinero. Yo había estado en el extranjero, en Francia, y luego volví a Worthing. Le dije que no podía llevarlo a Portsmouth, que para mí estaba demasiado lejos, y que estaba acabando una obra de teatro.[174] Le dije que no tenía tiempo. Entonces me preguntó si podía llevarlo a Brighton, pues deseaba ir al teatro y lo consideraría como una excursión. Le expresé mi sorpresa ante el hecho de que, viviendo tan cerca de Brighton, lo considerara una excursión. Fue su elección. De haber tenido tiempo lo habría llevado a Portsmouth.

CARSON: ¿Fueron al teatro?

WILDE: No, yo no fui, no. Lo mandé a él.

CARSON: ¿Lo llevó a cenar a un restaurante?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Cómo es que era para usted una compañía tan agradable?

WILDE: Porque era una persona agradable, alegre, sencilla, simpática. Así es como lo llamo yo.

CARSON: ¿Una personalidad simpática?

WILDE: En su caso yo no diría personalidad, no.

CARSON: ¿Cuándo regresó él a Worthing?

WILDE: Regresamos al día siguiente.

CARSON: ¿Regresó usted con él?

WILDE: Sí.

CARSON: ¿Llevó a algún otro muchacho al Albion?

WILDE: Yo me he alojado en el Albion. No sé a qué se refiere. Por favor, dígame exactamente a qué se refiere. A menudo me he alojado con mis amigos en el Albion.

CARSON: No hablo de amigos. ¿En alguna otra ocasión llevó a un joven de la misma edad, dieciocho o veinte años, al Albion?

WILDE: A lord Alfred Douglas. Me alojé con él en el Albion.

CARSON: Que no sea lord Alfred Douglas.

WILDE: No.

CARSON: ¿Está seguro?

WILDE: Totalmente seguro, sí.

CARSON: ¿A nadie más?

WILDE: A nadie más.

A las 4.45 se suspende la sesión hasta las 10.30 del día siguiente.