Prólogo
'El error más frecuente al pensar en otros universos, es hablar de ellos como “alternativos”, creyendo que el nuestro tiene algún tipo de autenticidad sobre aquellos'
Boris Ourumov
Marla empezó a encoger los ojos… una molesta luz se encendía y apagaba intermitentemente… una luz blanca… y al despertar recordó que ya había amanecido. El comienzo de otro día , pensó ella con algo de hastío. Claro que, ¿cómo iba a saber que su vida iba a cambiar para siempre en cosa de horas? Abrió los ojos dificultosamente y apagó el filtro- despertador del ventanal de su habitación, dejando pasar la luz solar en un agradable cuarenta y cinco por ciento, lo ideal para empezar el día.
Hora de ir a trabajar.
Tras asearse y vestirse, decidió desayunar en el mismo dormitorio. Señaló con su IA -un anillo- la pared, la cual pasó a ser una pantalla translúcida con el logotipo de la constructora.
Sacudiendo el dedo un par de veces accedió a las noticias mientras sorbía su combinado.
…tras ser declarado vencedor en todas las encuestas sobre su rival Ricardo Garriot, Egidio Roberts fue descubierto anoche en un presunto delito de soborno y coacción. Aunque mantiene su inocencia, las pruebas parecen bastante sólidas y todo indica que se va a provocar un vuelco en las elecciones…
– Punto para ti, Marco -ella se había enterado por su trabajo cómo en buena parte de las consecuencias cronológicas de la victoria de Egidio, terminaba dando al traste con muchos intereses del país. No debía ganar. Marco Shuttleworth fue el encargado de falsear las pruebas, y ponerle en el peor sitio y en el peor momento.
Poco después de desayunar se dirigió al trabajo. En el metro se encontró con las mismas caras anónimas y soñolientas de todos los días; y seguirían en incógnita, pues no podía hablar con ninguno de sus portadores. Procuraba incluso no intercambiar miradas con los demás, no podía destacar.
Con los años aprendió a llevar relativamente bien la situación, pero en ocasiones se hacía asfixiante. En cualquier caso no duraría mucho, pronto finalizaría la expansión de las instalaciones de la compañía para incluir los módulos- vivienda de sus empleados; era lo que tenía trabajar en Alix B , que a uno no le permitían existir fuera. Realmente los nuevos ya vivían allí; ella pertenecía al grupo que por antigüedad aún dormía en el exterior, al menos durante unas semanas más.
Y así estaban las cosas. No es que la molestara vivir al margen de la sociedad, o al menos de aquella. La comisaría había volado la semana anterior, la ciudad permanecía cubierta por una nube amarillenta de polución, las manifestaciones para que las máscaras anti-smog fueran gratuitas acababan puntualmente reventadas por radicales a sueldo que preparaban el terreno para las intervenciones policiales, los políticos eran marionetas que usaban otros poderes para hacerse la puñeta… ciertamente vivía muy bien apartada de todo aquello. ¿Acaso no había sido siempre así? Los malos siempre ganan, dijo un escritor español siglo y medio atrás, mas no deben hacerlo sin que, aunque sea, les sangre la nariz.
¿Pero estaba realmente al margen? A ojos de otra persona, ella albergaba la misma mirada perdida que el resto de viajeros del metro. Indiferente. Adormilada. Impasible. No se discernía si iba o venía, si empezaba el día o lo acababa. Si pensaba en el futuro.
La imagen de la compañía no compartía tamaña discreción. Sus dos rascacielos principales se levantaban orgullosos sobre la ciudad con los ventanales reflejando el cielo como dos espejos, mientras los edificios colindantes eran más bajos, viejos y sucios, con marcas de incendios pasados. En ocasiones perdían nitidez por la tóxica neblina, que filtraba un Sol abrasador.
Al entrar pasó por diversos controles -rutinarios- de seguridad, al tiempo que introducía su tarjeta amarilla – infalsificable y libre de incómodas preguntas- en uno de los puestos de guardia.
Los guardias también tenían órdenes de ignorar las tarjetas amarillas. Una vez se enteró del discreto despido de uno de ellos por atreverse a recoger un impreso que se le había caído a alguien de Alix B para devolvérselo, contraviniendo las normas.
Reprodujo mentalmente la secuencia, y al mirar al suelo se fijó en que ese día estaba decorado con temática oceánica, creando ondas allí donde pisaba. Una azafata hablaba por duplicado en distintos paneles del techo.
– Bienvenidos a Alix, líderes en tecnología cuántica. Alix Corp tiene sede en más de cincuenta países y es actualmente la más avanzada en soluciones tecnológicas de alto nivel para uso médico y militar, recibiendo además los premios científicos más distinguidos. En el 2143, Boris Ourumov, empleado de Alix, recibió el premio Nobel tras conseguir el primer teletransporte de un objeto inanimado en la historia. En el 2156…
Se preguntó por cuánto tiempo mantendrían a Boris en aquella letanía que oía todas las mañanas. Tal vez ocultaran lo que había pasado, aquel premio le dio muchísima publicidad a la casa después de todo. Pero ese cabrón les traicionó. Le hizo una jugarreta a la compañía de consecuencias presumiblemente funestas, y le encargaron a ella encontrarlo.
Sin embargo, volvía con las manos vacías.
Pudo huir de la cantinela, dirigiéndose al ascensor. Tras varios transbordos, llegó a la subplanta veintisiete, donde al pasar por la sala de escaneo oyó una familiar voz electrónica vagamente femenina.
Bienvenida Marla, El Jefe la espera en la oficina.
Qué gilipollez, pensó. Todavía le daba vergüenza ajena llamar a su superior “El Jefe”, no entendía por qué no usaban un alias corporativo, al menos. Era ridículo.
Se puso la escafandra y activó la despresurización, limpieza y posterior restablecimiento de la presión en la siguiente sala. Tras otra sala de intercambio, consiguió finalmente entrar en el recibidor de Alix B, donde realmente ella trabajaba. Alix B era una división de la compañía totalmente aislada del resto; a partir de ese nivel, las instalaciones tenían un funcionamiento y mantenimiento independientes. Los primeros días llegaba a tardar más de veinticinco minutos en completar toda la operación, pero en aquel momento era capaz estar en su puesto de trabajo en menos de quince minutos.
Tras dirigirse a la oficina de El Jefe, apoyó la palma de su mano en la puerta para empujarla, pero la dejó unos instantes para que el detector de huellas no se quejara. Una voz electrónica anunció: Su cita no empieza hasta dentro de seis minutos. Por favor espere. Fastidiada se sentó cerca, mientras saludaba a otros que iban a trabajar. Uno de ellos al verla, agitó la mano, adivinando ella lo que pensaba “glubs, cita con El Jefe, y no es para cobrar”. Pasados unos minutos, volvió a apoyar la mano en la puerta, y esta vez se abrió.
El Jefe era un ser realmente odioso, aún más que el típico arquetipo de jefe odioso. Muchos rumores oscuros le rodeaban y los empleados le profesaban una mezcla de miedo y respeto. Marla le tenía más de lo segundo que de lo primero, pues llevaba ocho años ya en la compañía. Bastante, considerando que la mayoría abandona voluntariamente a los dos o tres años bajo su mando.
– Marla Enea -dijo El Jefe. Era un hombre de unos cincuenta y tantos, desaliñadamente obeso y que parecía permanentemente ausente debido a su monóculo oscuro. Tal era la forma de su IA que consultaba constantemente, y a veces conseguía que uno no supiera si realmente le estaba mirando u examinando en su monóculo órdenes de arriba.
La oficina estaba cerrada y tan sólo se oía al ventilador reciclando constantemente el rancio aire. Ella se sentó delante tras el gesto correspondiente.
– Sí, jefe.
– No hiciste lo que se te dijo.
– No fue posible.
Su superior estiró sus gruesos dedos como un fiscal contando crímenes.
– Se te asignó el objetivo de eliminar a Boris Ourumov. Nada. Se te asignó el objetivo de recuperar la unidad, el prototipo del dispositivo de viaje portable. Nada. Huyó con la unidad al universo 32-D de la sexta rotación, y sabías lo que nos jugábamos. Su sola existencia es totalmente inaceptable. Le teníamos localizado, te dimos los datos con todo lujo de detalles. Pero nada. Y aquí -dijo mirando de nuevo el informe-, no logro ver el porqué. Explícamelo.
– Estaba esperando mi llegada. Detectó mi salto y huyó. Usó la unidad -respondió monótonamente.
El Jefe dio un fuerte golpe en la mesa y la miró durante unos instantes con severidad, sin reaccionar. Momento monóculo, pensó ella. Nada le impedía disimularlo, pero debía ser consciente del efecto inquietante que producía.
– Pero jefe, todos los universos de nuestra red los tenemos controlados -objetó ella-. Seguramente se saldrá de la red, al caos. A la infinidad de universos. Podríamos eliminar por si acaso a los Boris de nuestra red y redoblar la vigilancia en ella. Eliminarles tras los últimos descubrimientos sobre los viajes multiversales que nos dejaron, claro está.
– Ya lo hice, Marla, ya lo hice. ¿No ves la gravedad del asunto? -dijo toscamente, levantándose y mirando el suelo con las manos en la cintura.
Con la tecnología multiversal todo era más complicado, sin duda un negocio de riesgo. Alix B usaba esta tecnología manipulando una red de universos paralelos en la que únicamente tenían cabida los que eran idénticos al nuestro. El provecho, la idea clave, radica en que si tenemos a nuestra disposición un universo paralelo idéntico al actual salvo en que va unos días, o unos meses o unos años más avanzado en el tiempo, podríamos cambiar la historia en ellos de una forma determinada y ver qué ocurre a continuación. Cuando tengamos una amplia red de estos universos bajo control, conseguiremos vislumbrar cuantas ramificaciones del futuro deseemos. Así, no sólo conoceremos el futuro de nuestro mundo, sino que sabremos cual de ellos será el que más nos convenga y cómo llegar hasta él. En resumen, tendríamos a nuestra merced el poder de labrar la historia a capricho. Dado que la cantidad de universos era infinita, todo los que se saliera de la pequeña red de Alix B que era capaz de gestionar, era ignorado. A ese sobrante se le llamaba caos , donde los parecidos con nuestro universo actual se pierden en la infinidad.
El Jefe volvió a mirarla.
– No Marla, Boris no está interesado en el caos . Está interesado en cambiar nuestra historia, la de nuestro mundo, a su manera.
Cuando se pone apocalíptico deja de parecer un cabrón. Curioso.
– ¿Qué cambios?
Momento monóculo.
– Muy graves. A todos los niveles y en todas las épocas. Totalmente inaceptable.
Supo que no tenía intención de darle más detalles. ¿Se lo habrán ordenado por su IA?
– Pero ¿Qué ocurrió con los Boris de la red, entonces?
– Fueron avisados por nuestro Boris. Ninguno de nuestros agentes ha vuelto. Algo, obviamente inaceptable. Y por eso estás aquí de vuelta; hemos descubierto a uno de los Boris – creemos que no es el nuestro- en la Roma de 1450 del universo 48-Z de la duodécima rotación. Parece que se ha montado un pequeño centro de operaciones en una casucha situada entre unos viñedos abandonados. Hay quien cree que es ahí donde los Boris rebeldes se mantienen en contacto. Tu objetivo será averiguar todo lo que puedas, cargártelos y desmontar la feria, en el orden que prefieras. En la sala de tránsito te darán todo lo que necesitas. Ahora ve, y si fallas, mejor quédate allí.
– Lo que usted diga.
Y fue a la sala de tránsito, con total desgana. Pasó un rato en la sala de espera, que en ese momento tenía a poca gente. Un tipo más joven que ella se sentó a su lado.
– ¿Entras ahora? -dijo.
– Sí -respondió Marla. El chico respondía al perfil del novato. Veintipocos, cara de pringadillo y frotándose la manos, seguramente inquieto antes de un viaje- ¿Nuevo?
– ¿Tanto se me nota? -dijo con una risita nerviosa.
Ella hizo un esfuerzo por no poner los ojos en blanco.
– ¿Has hecho algún viaje ya? -fingió interesarse.
– Sí, tres guiados con los monitores de personal. Fue increíble, en uno pudimos observar desde un sitio seguro una de las batallas entre atenienses y espartanos. En otro hicimos un discreto paseo aquí por la capital pero hace cinco años y el último fue en un desierto para trabajo de campo.
Marla asintió. Así que ahora hacían tours históricos y todo para empezar a instruir al personal; eso no lo hicieron con ella cuando empezó con los viajes ocho años atrás. No era una veterana, pero se consideraba experimentada y sabía que era un trabajo que quemaba fácilmente y que tenía sus riesgos. Presentarlo de entrada como un safari multiversal le parecía un gran error.
Como refutando sus pensamientos, pasaron dos hombres con vestimenta médica llevando por los brazos a otro que iba a traspiés; parecía sedado. Marla lo reconoció: era Marco Shuttleworth, y no iba en absoluto sedado.
Se encogió de tristeza al reconocer el rictus facial, la mirada perdida y la poca voluntad para caminar; supo en ese mismo momento que no lo vería más por allí.
Podría haber sido yo.
Le siguió con la mirada aun cuando se alejaba por el pasillo.
– ¿Y a ese que le pasa? -dijo el nuevo intentando no parecer nervioso.
– Ese se llama Marco Shuttleworth -respondió Marla contemplando aún el pasillo, pese a que ya habían desaparecido. El nuevo abrió mucho los ojos, alarmado.
– ¡Se supone que no podemos darnos nuestros nombres reales! Sólo los de oficio… me lo explicaron muchas veces…
– Ya no trabajará aquí -le miró al fin-, tiene el mal multiversal.
– ¿El qué?
Marla ladeó la cabeza, incrédula.
No pueden haber sido tan hijos de….
– ¿Te han llevado a la guerra del Peloponeso pero no te han dicho lo que es el mal multiversal?
El tipo no ocultó su temor y permaneció en silencio. Era evidente que no lo sabía. Ella suspiró, ausente, pensando en cómo explicárselo sin que intentase salir de allí al terminar, aunque sin llegar a infravalorar el fenómeno. Tal vez se llevase alguna reprimenda por ello, pero a esas alturas le salían todas por la otra oreja.
– El modelo del multiverso es muy complejo… hay gente que lleva muchos años en esto, como Marco. Él ha hecho sobre todo viajes en universos con un marco temporal igual al nuestro, o muy poco más allá. Los universos de nuestra red nunca son los mismos, van rotando porque una vez cambiamos en este universo algo que ocurría en otro, ese otro ya no se parece al nuestro, con lo que deja de servirnos. Así que, aunque en apariencia idénticos, siempre estamos visitando universos distintos.
«Eso el cuerpo lo aqueja, y la mente también. Llega un momento en que a algunos les es imposible asimilar todas las situaciones, lo que podría pasar en un universo y pasó en otro, a lo que se añaden factores como los cambios bruscos de clima, tiempo, idioma… amén de algunas situaciones de peligro. Es como el mal del viajero pero a lo bestia. Empieza con deja vù frecuentes que llegan a ser auténticos ataques, le sigue la desorientación; el sujeto puede quedarse bloqueado repentinamente, sin saber donde está. Luego pueden pasar dos cosas. Que el afectado termine creyendo persistentemente que tiene que “volver” a nuestro universo aun estando en él – es decir, cae en la locura-, o que se quede en un bloqueo desorientativo permanente, como le ha pasado a Marco. Tal vez se pueda curar, pero ya no podrá hacer más viajes.»
Viendo la cara de perplejidad del nuevo, cayó en la cuenta de que se había dejado el lado positivo.
– Pero Marco empezó hace mucho, y ahora los programas psicológicos evitan muy hábilmente estas situaciones. Basta con que recuerdes que este es tu universo, el único en el que verás Alix B, el lugar donde trabajas.
– ¿En los demás universos de la red no existe Alix B? ¿No se supone que son iguales?
– Iguales salvo en eso.
– ¿Pero no dejarían de ser válidos como referencia para el nuestro? Porque ya no serían iguales lo que se dice iguales…
– Fíjate en Alix B -dijo ella mirando a su alrededor-, nos cuidamos muy bien de no interferir con lo que ocurre en el exterior. Estamos aislados, es como si no existiéramos. Virtualmente los universos de la red son idénticos al nuestro, del mismo espectro.
– Y así a la gente no le da el mal dimensional.
– En parte, pero no se hace por eso.
– ¿Ah, no?
– Piénsalo. Si en todos los universos de la red existiera Alix B… estarían haciendo lo mismo que nosotros, y también nos usarían como universo “alternativo” para experimentos cronológicos. Por elemental seguridad, sólo nos interesamos por los universos paralelos en los que no existe Alix B.
El novato parecía seguir rumiando la explicación. Al llegar su turno, Marla le deseó suerte.
No me gusta en qué se está convirtiendo esto, pensó. Alix B se cerraba cada vez más y más; y partían ya de una base oscura. Ella misma desconocía lo que ocurría con el resto del proyecto y se prohibió recientemente a los empleados comentar entre sí en qué trabajaban. El mal multiversal aparentaba estar lejos de desaparecer y en muchos de sus viajes la información se reducía al qué hacer, desapareciendo el para qué . Todo ello cerca de la autonomía completa de Alix B , con sus propios empleados viviendo en ella oficialmente en cuestión de semanas. Algo le daba mal pálpito, pero no podía enfocar nada en concreto.
Pasó por varios controles de seguridad, recibiendo las instrucciones del monitor asignado a esa época. Al entrar pudo ver tras las cristaleras a los técnicos trabajando para hacerla dar el salto. Reconoció entre ellos a Dominique, uno de los pocos amigos que tenía trabajando en la sala de tránsito y de su misma promoción, al que saludó con la mano.
En la pequeña sala de depuración, y tras el intercambio de vapores purificadores, se puso el mono de viaje que esta vez no tenía nada que ver con la época. Tenía vía libre para hacer lo que quisiera sin importar la historia, pues el universo al que iría se había usado ya en la red e iba a ser desechado de esta. Y allá ellos con su historia.
– Eh -dijo Dominique por radio- con ese traje me recuerdas las antiguas series futuristas de ciencia ficción. ¿Por qué no te presentas a un casting retro?
– En el caos debe haber algún universo poblado con personajes de dibujos animados. Te harán un hueco encantados -respondió ella. Dominique rió salvajemente.
Marla entró en la cápsula y esta cerró automáticamente su compuerta de vidrio. Pudo ver a través de ella a Dominique haciéndole el gesto de despedida, mientras movía su mano muy cuidadosamente sobre la interfaz dimensional, introduciendo las coordenadas.
– Roma, 23 de Enero de 1450, universo 48-Z de la duodécima rotación. Buen via… -le interrumpió un golpe en la cabeza con algo de brillo metálico, cayendo al suelo. El corazón de Marla dio un vuelco.
– ¡Dominique! -gritó.
Pudo ver con más claridad al responsable, pues le estaba mirando a los ojos desde la posición que antes ocupaba Dominique.
Era Boris Ourumov.
Rondaba los cuarenta años, su nariz era aguileña y sus cejas, que contrastaban con su pálida piel, oscuras y muy pobladas. Marla sólo le había visto en persona en una cena de la compañía años atrás, por lo que no le conocía muy bien, lo cual en aquel momento consiguió de todo menos tranquilizarla.
Se ha adelantado, pensó mientras el pánico se apoderaba de ella. En la sala, tras las cristaleras, sonó la alarma y algunos de los restantes técnicos al ver a Boris se dispusieron a abalanzarse sobre él. Pero otros hombres entraron y les detuvieron a disparos, mientras se iban colocando alrededor del fugitivo. Marla contuvo la respiración cuando pudo fijarse en quienes eran.
¡Todos son Boris!
Apretando su anillo pidió ayuda por radio, pero ya estaba desconectada. Tres hombres con escafandras entraron en la sala de tránsito provistos de varios soldadores láser, a los que pudo identificar tras las viseras.
Más Boris.
Empezó a tener claro lo que pretendían cuando se dispusieron a anular los dispositivos de seguridad multiversal, los cuales se encargaban de que los saltos no pudieran hacerse fuera de la red privada de universos que gestionaba Alix B .
A través de las cristaleras vio al primer Boris moviendo la mano bruscamente sobre la interfaz dimensional, confirmando sus temores. Dicha interfaz era una pantalla esférica del tamaño de un balón de fútbol, que se manipulaba moviendo la mano encima a una distancia de 15 centímetros.
La sangre se le heló, y la cápsula parecía hacerse más pequeña por momentos. Respiraba agitadamente mientras daba golpes inútiles contra la compuerta. Sentía que se ahogaba. Los tres Boris con escafandra terminaron lo que estaban haciendo y se hicieron a un lado; el primero, tras las cristaleras, hizo un último y violento gesto con el brazo sobre la interfaz multiversal. Volvió a mirarla a la cara en un ademán negativo con la cabeza mientras bajaba muy lentamente la palanca de confirmación.
Su rostro parecía triste.
Los Boris con escafandra agitaron la mano en gesto de despedida, de forma casi cómica, y el primero terminó bruscamente de bajar la palanca mientras ella abría la boca con los ojos desorbitados.
La compuerta de vidrio ahogó su grito.