Capítulo 27

El día que me quieras tendrá más luz que junio;

la noche que me quieras será de plenilunio,

con notas de Beethoven vibrando en cada rayo

sus inefables cosas,

y habrá juntas más rosas

que en todo el mes de mayo.

AMADO NERVO

Jueves, a primera hora de la tarde

Hace algo de viento en el parque. Los niños chillan y corren por la zona de los columpios, los más pequeños se entretienen haciendo castillos de arena. Las Princess tienen la tarde libre y están sentadas en su banco de madera muy calladas. Silvia está en una punta, Ana, Estela y Bea en la otra. En silencio, todas miran a los niños jugar como si estuvieran en un gran cine.

Ana ha acudido con Silvia, y Estela con Bea. Todas saben que Silvia y Bea están picadas. Como en todo grupo de amigas, cada una tiene su punto de vista acerca de lo que ha pasado. Bea se lo ha contado todo a Ana y a Estela por teléfono. Lo mismo ha hecho Silvia. Pero tanto Ana como Estela no están a favor de nadie. Ellas dos también han hablado y se han puesto de acuerdo para que sus amigas se reconcilien. Por este motivo han llevado a las chicas al parque por separado.

La que está más resentida por esta situación, aunque parezca mentira, es Ana. A ella no le gustan los conflictos entre amigas. El mero hecho de pensar que se podría romper su relación le pone muy triste. A Estela tampoco le gusta mucho que sus amigas discutan, y menos por un chico.

Pasan los minutos y nadie se ha atrevido a decir nada, pero todas están con la palabra en la punta de la lengua. A Silvia y a Bea se las nota inquietas. De pronto ven a unos niños de unos ocho años jugando al corre que te pillo. El que va primero tropieza, se cae al suelo y pierde el zapato, el otro no tiene tiempo de frenar y se cae encima del primero.

Todas miran el suceso. La verdad es que ha sido una caída muy cómica. El primero en caerse busca su zapato, y el segundo, al levantarse, tiene toda la boca llena de arena.

¿Quién de las chicas reirá primero?

Estela se aguanta la risa con la mano, Ana mira para otro lado contagiada por su amiga. Silvia dibuja una sonrisa, y Bea es la primera en soltar una risotada.

—Mmm… Arena… Qué rica… —bromea Estela.

Bea se troncha de risa y no puede parar, y al cabo de un rato le duele tanto la barriga que se la sujeta con las manos. Al resto de Princess les sucede lo mismo.

—Si usted quiere adelgazar, haga la dieta de la arena. ¡Proteínas, hidratos de carbono y alta en fibra! —Estela pone voz de locutora publicitaria.

—¡Me meo! —exclama Ana con lágrimas en los ojos.

Los niños se levantan y, al ver a las chicas reír, se contagian de su risa tonta. Y, como son niños, en seguida retoman el juego: el pequeño con la boca llena de arena saca la lengua como si fuera un monstruo y empieza a perseguir a su compañero.

—Es alucinante… Los niños son la repera… —dice Ana a modo de reflexión.

—Y que lo digas… —le sigue Silvia.

—Es como una metáfora de la vida, ¿no? —comenta Estela—. Mirad, un niño persigue a otro niño, el primero se cae y el otro se cae con él. ¿Será que lo que perseguimos nos hace tropezar con la misma piedra?

Todas las chicas se quedan pensativas. Estela se ve obligada a añadir otro comentario porque ve que nadie la ha entendido.

—Estoy hablando de chicos, amigas… ¡Chicoooos!

En ese instante se oye un pitido de móvil. ¡Un SMS! Todas buscan en sus bolsillos y sacan sus teléfonos a la vez. ¡Son tan amigas que parece que hagan una coreografía! Tres de ellas vuelven a guardar el móvil. Bea no.

—Hablando de hombres… A ver si adivináis quién me ha enviado un SMS…

—¿Quién? —pregunta Estela mientras Silvia piensa: «Por favor, que no sea Sergio. ¡Que no sea Sergio!».

—Pablo…

—¿Tu ex? —se sorprende Ana.

—El mismo.

Todas se quedan calladas. Todas piensan lo mismo pero no dicen nada. Pablo es el verdadero amor de su vida. Bea puede estar ahora ilusionada con Sergio, piensan todas, pero lo de Pablo no lo tiene superado. Una simple llamada la puede dejar hecha polvo durante un mes. Pero ella, que es una chica muy orgullosa, se muestra fuerte y hace ver que no le importa demasiado, y sus amigas le siguen la corriente, sin querer hurgar más en la herida.

—¿Y qué quiere? —insiste Estela.

—Leo textualmente —dice Bea mirando el móvil—: «¡Hola! ¿Qué tal? ¡Hoy he visto a tu padre en el taller! Me ha traído recuerdos… Y tú, ¿qué tal?».

—Ha repetido dos veces «qué tal»… Quiere algo —afirma Estela, experta en SMS.

—A lo mejor se ha despistado —sugiere Ana, para quitar hierro al asunto.

—En todo caso, sabremos si quiere algo si le escribes un SMS. Si responde rápido y con una pregunta al final, tiene interés. —Estela, como siempre, pone el punto y final a sus reflexiones.

Bea escucha a sus amigas. Se siente algo desilusionada con la vida en general. Por culpa de Pablo discutió ayer con su padre, además su ex aún no ha cambiado su estado en Facebook, así que en su perfil todavía consta que tiene una relación con ella. Después están Sergio y su maldita convalecencia. A Bea le encanta la actividad, y no le gusta hacer de enfermera de nadie, y menos de alguien de quien no tiene nada claros sus sentimientos. Y ella, ¿tiene claro lo que siente? Pero es incapaz de contarles todo esto a sus amigas.

—De perdidos al río… —suspira. Escribe un SMS de respuesta a Pablo y, antes de enviarlo, lo lee en voz alta a sus amigas—: «Yo-bien-coma-me-alegro-por-mi-padre-y-por-ti-puntos-suspensivos-tú-qué-tal-interrogación». Y envío.

—Buena respuesta, Bea —dice Estela mirando al horizonte—. Le damos a Pablo tres minutos.

Mientras tanto, Silvia sigue en silencio. No se ha atrevido a comentar nada porque no quería pelearse con Bea. Siendo estrictos, ella no ha hecho nada malo. Es cierto que le gusta Sergio, pero ¡no se lo ha dicho a nadie, y no piensa hacer nada al respecto! Respeta a su amiga… Además, desde ayer ha decidido olvidar esta historia, que no la lleva a ningún lugar.

—Ha contestado. ¡Ha contestado! —exclama Ana después de oír el toque del teléfono de Bea—. ¿Qué ha dicho?

Bea desenfunda su teléfono como si fuese una pistolera. Estela sonríe.

—Lo que yo decía.

—Chicas, no os lo vais a creer. ¿Lo leo?

—¿Y tú qué creeeesss?… —responde Estela irónica.

—«Te necesito». —Bea alucina. Su ex novio le envía un SMS diciendo esto.

—Debe de estar borracho o algo… si no, no me lo explico —concluye Estela, que también está flipando.

—Nooooo… ¡Esperad! ¡Este mensaje es de Sergio! Oooohh… ¡Me necesita!

—Ya decía yo… —responde Estela.

—¿Seguro que no es Pablo? —pregunta Silvia, con algo de esperanza, aunque no quiera reconocerlo y hace unos minutos se haya dicho a sí misma que iba a olvidarse del novio de su amiga.

—No, no, es Sergio —constata Bea, orgullosa.

Tres de las Princess siguen exaltadas y comentando el intercambio de mensajes. Silvia escucha la conversación. No cree que su presencia en el parque dé para mucho más. Está clarísimo que Bea no le dirige la palabra y que Sergio está enamorado de su amiga. Esta clase de mensajes no se van escribiendo así como así. La verdad es que tiene ganas de irse para su casa, pero en este momento lo ve muy difícil. Si se marchase ahora le daría la razón a Bea y todas sus amigas sospecharían de ella.

De pronto suena su teléfono. ¿Quién será? ¡Marcos! ¡Su salvación!

—¡Hola, vecino!

Estela mira a Silvia con curiosidad. ¿Para qué habrá llamado Marcos a su amiga?

—Hola, Silvia. Ejem… No te quería molestar.

—No, no… Qué va… dime.

—¿Estás en casa? Es que me gustaría comentarte algo importante.

—Pues no, no estoy en casa, pero ahora mismo voy para allá. Dame diez minutos. Estoy en el parque.

Silvia cuelga el teléfono. ¡Por fin tiene excusa, una vía de escape! Se despide de las chicas con prisas para evitar dar dos besos a Bea. Ana mira a Silvia y hace ademán de acercarle la mejilla, pero ésta se hace la despistada. Cuando su amiga se marcha, Bea mira al suelo, porque en realidad no quiere despedirse de ella. Estela se limita a alzar la mano y mueve los dedos a modo de adiós. La llamada la ha dejado algo inquieta.

A los pocos minutos de haberse ido Silvia, el resto de Princess deciden volver a casa. Hoy nadie está de humor, y además todas coinciden en que tienen que hacer los deberes.

Poco después

Silvia llama al timbre de la casa de Marcos. Él la recibe en la puerta, pero no la invita a pasar. Parece preocupado.

—Gracias por venir. Es que el otro día estuve con Estela y…

—¿Y?

—Nada, pues que me preocupó.

—¿Por? —Silvia no sabe por dónde van los tiros.

—Es que estuvimos hablando y… ¿Sabes si Estela tiene problemas con la comida?

—¿Qué? —Silvia no da crédito a la pregunta de Marcos.

—Así que vosotras no habéis notado nada raro… El caso es que me contó…

Silvia y Marcos se quedan charlando un rato más en el rellano. Los dos llegan a la conclusión de que Estela no tiene ningún trastorno alimenticio real, aunque últimamente ande haciendo el tonto con la comida, pero seguro que le pasa algo y, si no lo averiguan y la ayudan, podría acabar teniendo un problema de verdad.

—Oye, Marcos, veré lo que puedo hacer. Tú estate muy atento, ¿vale?

Silvia se despide y se dirige a casa preocupada. ¿Cómo es posible que Estela y ella sean amigas y se le haya pasado por alto? «Tengo que hacer algo».

Al poco rato

Silvia ha llegado a su casa y no deja de preguntarse: «¿Qué le pasará a Estela?». Abre el ordenador de manera automática y escribe un correo a Ana con copia a Bea. Lo que le ha dicho Marcos es demasiado fuerte para andar con chiquilladas y berrinches, así que tanto Bea como ella deberán aparcar su enfado por el bien de su amiga Estela.

Hola

En este correo no he incluido a Estela por una simple razón. Como sabéis, cuando estábamos en el parque me ha llamado Marcos. He quedado con él y me ha dicho que estuvo hablando con Estela y… dice que puede que ella tenga algún problema grave.

Cuando me lo ha dicho me he quedado flipando pero ¡lo que dice Marcos parece lógico! Últimamente come poco, está adelgazando y también se marea demasiado… En fin… Chicas, estoy preocupada. Creo que esto es motivo de una Reunión de Princess Urgente. ¿Qué decís?

Besos,

Silvia

P. D.: Por cierto, Bea, aprovecho para decirte que me perdones, que no lo he hecho con mala intención.

Silvia envía el mensaje, y se siente un poco mejor. Estela se merece que sus amigas le echen una mano. Además, de esta manera también podrá hacer las paces con Bea.

Un par de minutos después ya le han respondido las dos. Ana está muy sorprendida y preocupada. En su mensaje dice explícitamente que deja su agenda libre para que la reunión se celebre lo antes posible. Bea es la siguiente en contestar. Ha leído el mensaje de Ana y coincide en que deben reunirse cuanto antes. También añade que el tema es demasiado peliagudo como para tratarlo por chat o por teléfono.

Silvia les escribe de nuevo: Si es una RPU es una RPU! Propongo quedar en media hora en mi casa. Ana y Bea confirman la asistencia. Silvia arregla su habitación y avisa a su madre de que las chicas irán un rato y que haga favor de no interrumpirlas.

Silvia está algo alterada. Ana y Bea irán a su casa para tratar un tema delicado. Sabe que Bea y ella tienen un asunto pendiente y que deben hablarlo. Aunque Bea haya aceptado ir a su casa, el hecho es que Silvia se ha disculpado por escrito y su amiga no ha respondido aceptando las disculpas.