Preliminares

El término bioética fue acuñado por primera vez por el teólogo Fritz Jahr en 1927[15], en su artículo, Bio-ética: Un estudio sobre la relación ética entre el hombre y los animales y las plantas. Aunque la bibliografía señala al oncólogo Van Rensselaer Potter[16] por el título de su artículo, Bioética: Ciencia de la supervivencia, publicado en 1970 y su primer libro, Bioética: Puente hacia el futuro, en 1971[17]. Dos personas que desde la teología y las ciencias de la salud tuvieron dicha iniciativa por fortalecer una ética de la vida en una sociedad que tenía conflictos con la razón, la verdad y la conciencia recta.

Tanto Jahr como Potter tuvieron la intuición de combinar estas dos voces, cada uno con una perspectiva diferente, el primero desde un enfoque más imperativo[18], desde lo que hoy se denominan los «máximos éticos» (basado en las creencias y doctrinas religiosas) y. el segundo, desde una visión más amplia y global[19], en la que tendría cabida los «mínimos éticos» de toda persona (derechos fundamentales del ser humano). Dos términos que para unas personas causa confusión y para otras, indiferencia o admiración. No entraré en la polémica sobre si era necesario o no crear un nuevo vocablo, sino en el fin que se persiguió con este neologismo y el vertiginoso impacto tenido a nivel mundial en las siguientes décadas.

Otros eminentes profesionales que dieron origen a esta interdisciplina, como la conocemos hoy, fueron el Albert R. Jonsen[20], precursor de los Comités de Bioética; André Hellegers[21] en el Joseph and Rose Kennedy Institute for the Study of Human Reproduction and Bioethics de la Universidad de Georgetown (Washington)[22]; el Dr. Daniel Callahan[23] y otros colaboradores del Hastings Center (Nueva York)[24].

Hay una doble orientación en el modo de entender el objeto de la bioética, la que lo limita a las ciencias de la salud, que es la postura habitual, defendida por ejemplo por Hugo Tristram Engelhardt jr.[25] y la que lo amplía a todas las ciencias biológicas en cuanto buscan mejorar la calidad de la vida humana como Potter. Los puntos de encuentro y desencuentro, tolerancia y racionalidad, dependerán sobre en qué estamos de acuerdo y no, cómo podemos abordarlo y desde que principios fundamentales, sistema ético y ordenamiento jurídico. H.T. Engelhardt y Edmund Pellegrino[26] convergen en la existencia del pluralismo ético, la conciencia de los sujetos en sus diversos contextos de vida (salud y ambiente). Sin embargo, E. Pellegrino diferencia entre la bioética teórica y la práctica.

Para Engelhardt, el contexto histórico conduce a la necesidad de una teoría ética racional que pueda fundamentar y justificar los juicios morales que han de emitirse en la sociedad actual, caracterizada por el pluralismo ideológico y la secularidad, y que han de ser aceptados por lo que los llama «extraños morales» (individuos que se atienen a criterios de moralidad distintos), o lo que también se llama adecuadamente una «ética civil» (M. Vidal, A. Cortina)[27]. Complejidad que nace de una ética multiétnica y multicultural compartida por las comunidades. Las mismas, son vertebradas por cuerpos axiológicos y fines últimos u horizontes de felicidad distintos y que requieren por tanto, una ética mínima para que los extraños morales puedan convivir[28].

Mientras que Pellegrino Su propuesta está fundada en el modelo contractualista y secular[29]. Es uno de los pioneros de la bioética (fundamental y clínica) Norteamericana. Expresó que la bioética es «la más científica de las humanidades y la más humana de las ciencias»[30] y que Francesc Torralba sintetiza:

«Las humanidades médicas constituyen, desde su perspectiva, el fondo teórico de la praxis terapéutica, mientras que la bioética se refiere a una subdisciplina de la filosofía moral cuyo fin es analizar la intervención sobre la vida. La filosofía de la medicina, por otro lado, constituye una reflexión sistemática sobre la práctica médica, sobre su legitimación y sobre los aprioris antropológicos y sociales que la posibilitan»[31].

Se preocupa por los Derechos del Enfermo, por su consideración de persona vulnerable que no pierde su integralidad, individualidad y autonomía.

Personalmente considero que cada uno de estos precursores, desde cuatro percepciones (la teología, la filosofía, el derecho y las ciencias de la salud) y comprensiones diferentes permitieron la construcción del diálogo bioético, el cual debe fundamentarse en lo humano, lo multidisciplinar, lo plural, lo racional y en el permanente mejoramiento a través de una mentalidad abierta, sistematizada y mediante la deliberación interdisciplinar (y transdisciplinar). Un diálogo que aún no se ha superado entre la Teología, el Derecho y algunas corrientes filosóficas. La reflexión entre referentes diferentes aunque tengan un horizonte común no es trivial, trae conflicto y el manejo de la complejidad. Temas centrados en la persona, la vida, el mundo y la ciencia son por naturaleza multivariados. Además, si el DB es conducente a la toma de decisiones técnicas, éticas y jurídicas dilemáticas o trilemáticas, más complejo y problemático.

Tal y como anteriormente se expresó, el término «bioética» fue acuñado en el seno de la teología por Fritz Jahr en 1927, pero no trascendió a otros ámbitos y lugares, hasta hace unos años, aunque su concepción tendía hacia una ética de máximos[32]. Sin embargo, en 1970, cuando Van Rensselaer Potter, lo reacuña desde el ámbito de la salud y es vertiginosamente adoptado por otros especialistas que tuvieron empatía con el término en diversos ámbitos (Medicina, Filosofía, Ecología), con el devenir del tiempo, los moralistas y filósofos se percataron de la necesidad de una ética de mínimos o también llamada ética civil. ¿Cuestión de oportunidad o de necesidad? ¿Una inquietud clamada en el silencio de la bulliciosa conciencia? Ésta, representó un proyecto unificador y convergente de comprensión ética universal dentro del legítimo pluralismo moral de la sociedad democrática y de los DDHH fundamentales del ser humano y el ambiente. Pero sólo se podrá hablar de ética civil cuando la racionalidad ética es compartida por el conjunto de la sociedad y forma parte del patrimonio socio-histórico de la colectividad[33] y no por manipulaciones sentimentalistas o demagógicas. Únicamente entonces, la racionalidad ética, la búsqueda de la verdad y la conciencia recta constituyen instancias morales de apelación histórica.

Las diversas disciplinas enriquecen a las ciencias de lo moral, ya sea desde la ética filosófica o teológica, las concepciones jurídicas a través del DB. Así mismo, la más sencilla moral práctica, no puede en su conjunto prescindir de las exigencias científicas contemporáneas si quiere ser considerada técnicamente válida y ética. Gracias a este diálogo es posible que los fenómenos y los problemas morales se conviertan en objetos de conocimiento y queden abiertos a la reflexión filosófica, si se dejan iluminar por la teología y se integran, en un comportamiento ético plenamente responsable[34]. Explicación científica, tecnificación de la investigación, diálogo interdisciplinar y apertura a la trascendencia filosófica y teológica, serían algunas de las exigencias que deben ser considerados[35]. Así mismo, la problemática moral contemporánea permite establecer una síntesis de saberes sobre el hombre actual y sus circunstancias. Dicha síntesis apunta a ciertas constantes, que de algún modo convergen y parecen reiterarse siempre al pretender alcanzar su fisonomía objetiva por la pluralidad (ideológica y de formas de percibir, razonar y comprender el mundo), la multidisciplinaridad interviniente (incluyendo la interdisciplinaridad y transdisciplinaridad que da lugar) multiformidad, novedad (lo nuevo es mejor que lo viejo), secularidad (desvincular la imagen de Dios de las cosas, desacralizarlas)[36], racionalidad (el uso prioritario de la razón) y mundanidad (Sólo lo tangible o hecho por el hombre).

La Bioética como parte de la ética toma de ella su estatuto epistemológico básico (el modo que le permite comprender y acceder de modo adecuado y sistemático al conocimiento) y lo especifica para su reflexión y diálogo. De esta manera se considera que el estatuto en la Bioética permita la pluralidad de opiniones y criterios, la interdisciplinariedad y transdisciplinaridad de la reflexión, el reconocimiento de la falibilidad de las decisiones y su mejoramiento continuo a través de la apta y adecuada argumentación que considere desde la deliberación con diversos referentes hacia el horizontsverschmelzung (Osborne y Gadamer)[37], la tolerancia y entender la realidad del «desconocido» estando parado en frente a este. Además, como dice Niklas Luhmann (1990), la «Realidad es solamente aquello que es observado»[38]. En el conocimiento discursivo la mente conoce como por etapas, recorriendo diversos enunciados o proposiciones, enlazados entre sí por razonamientos. Estos razonamientos pueden ser inferencias inmediatas o pueden ser razonamientos lógicos encadenados mediante sucesión de premisas y conclusiones, escritos en lenguaje natural o formal.

Stephen Toulmin (1982)[39], como ya se mencionase, sostuvo que la biología resucitó a la ética filosófica, sacándola de los académicos debates metaéticos y confrontándola con las emergentes cuestiones prácticas de los años 70, donde surgieron progresos impresionantes de algunas ramas del saber científico, sobre todo de las disciplinas biomédicas. De igual manera, se ha enriquecido la Teología[40] y el Derecho, estableciendo puentes hacia el entendimiento renovado y entre las diversas creencias, ideologías y enfoques jurídicos. Este conocimiento y proceso teológico-ético-jurídico se lleva a cabo, como ya fuese expresado, a través del diálogo y el lenguaje, para constituirse así en un sistema simbólico, ya que expresa la experiencia de la contexto de manera tal que las relaciones entre la realidad, la experiencia de ella y el lenguaje en el que la experiencia se expresa, se hacen presentes como una unidad cuyos elementos no pueden ser analizados por separado. Las relaciones que se dan entre la realidad, la práctica de ella y el lenguaje con que se expresa, son a veces paradójicas, porque como dice Voegelin, «no hay un lenguaje autónomo y no paradójico que esté listo para ser usado por los humanos como un sistema de signos cuando ellos quieren referirse a la experiencia de la realidad y a las estructuras de la conciencia humana»[41].

De igual manera, considero que los planteamientos teológicos en torno a la dignidad y la persona que fueron juridificados y manejados por los DDHH son un aporte clave, junto con el Derecho Natural para la reflexión y DB. Este respeto a la dignidad humana y sus principios consecuentes han sido y son motivo de conflicto en la reflexión y el diálogo teológico y filosófico y obliga a encontrar soluciones alternativas entre la silla iusnaturalista y el caribdis decisionista de tipo weberiano[42].

La «Bioética» se ha constituido en la actualidad en una interdisciplina y transdisciplina de integración del conocimiento científico-humanista en torno a la vida con mayor índice de demanda formativa en la actualidad. La reflexión antropoética, social y ambientalista que genera la bioética en torno al avance tecnocientífico y la salvaguardia de la vida, en general, sobre todo, en el pleno apogeo de la Era de la Biología, creando una oportunidad única para la formación y capacitación en estas temáticas en el ámbito mundial que permiten la construcción gradual de actitudes y valores éticos cónsonos con la promoción de la vida y la dignidad del ser humano y la conservación de un ambiente diverso y sustentable, así como, el desarrollo de una tecnociencia al servicio de la humanidad.

La Bioética deberá propiciar un diálogo plural, interdisciplinario y constructivo, que permita a quienes tengan la oportunidad de reflexionar sobre la vida, el ir creciendo en una concienciación integral de su experiencia humana fundamentada en la dignidad de la persona como una condición sine qua non y en el valor apodíctico de la vida para la existencia del ser, en sus tradiciones culturales y creencias. Por supuesto que no hay quiénes destacan que la Torre de Babel representa un castigo por un pecado de orgullo y soberbia colectiva del hombre, que al igual como a los primeros Padres, cuando al desobedecer quisieron ser-dioses. Esta paráfrasis concluye el análisis crítico que los sabios de Israel tuvieron que hacer de su propia historia.

Obviamente, en este material no busca hacer una remembranza a la historia de la salvación, sino por el hecho de que la Ciencia continúa dividiéndose para dar respuestas a situaciones cada vez más específicas (De la biología en general, a la biología animal, a la biología celular, la biología molecular). No se puede seguir fragmentando el conocimiento, sino por el contrario integrarlo, ya que al segmentarlo no sólo se parcializa cualquier estudio o conceptualización, sino que al circunscribirse cada vez más en fracciones de una ciencia, se pierde el contacto con el problema original, y hasta el propio investigador se ubica en una perspectiva que puede imposibilitarle el hacer una síntesis necesaria para interpretar la realidad compleja[43]. Sobre esta problemática, diversos especialistas han dado su voz alerta a este problema, repitiendo el mismo mensaje: «vivimos en un mundo cada vez más complejo, interconectado, cambiante y lleno de incertidumbres» (Morin y Kern 1993; Laszlo 1997; Touraine 1997; Giddens 1997; Castells 1998). La especialización conduce a una fragmentación de los problemas de la realidad. ¿Cómo podemos frenar esta segmentación o al menos no perder su integridad? La interdisciplina permite ir indagando en forma más ambiciosa que la interdisciplina esas nuevas «cuotas del saber» en una forma más activa.

Ante esta pluralidad, signo de los tiempos actuales, se asume por estas publicaciones la prudencia, la frónesis necesaria al abordar los diversos temas bioéticos. Desde un respeto y tolerancia (no permisividad) al diálogo bioético, se presentarán diversas posturas, las que en definitiva deben llevar a juicios más claros y reveladores de tantos mitos y realidades que son preconcebidas por creencias no maduradas. En muchas ocasiones, lo que se manifiesta es el surgimiento de nuevas o reemergentes antiguas cuestiones bioéticas que originan inconvenientes de interpretación, de comprensión y entendimiento, que posteriormente redundan en percepciones equivocadas y, al final, derivan en problemas que muchas veces no existen en cuanto tales. La intención fundamental de estas separatas es la de ofrecer un espacio de reflexión y discusión que permita contribuir, en la medida de lo posible, a la erradicación de esas percepciones equivocadas y, por lo mismo, a la disminución de falsas o confusas interpretaciones sobre los problemas de la bioética, para de esta manera se facilite un diálogo mucho más productivo y transparente entre aquellos que se ven afectados directa o indirectamente en cada ocasión.

En el contexto de la pluralidad, lo cual no necesariamente significa relativismo. Si se entiende el pluralismo como confusión de ideas, valores y creencias, eso significaría más bien una torre de Babel. Aquí se hace referencia a la pluralidad de temas, de opiniones y de posturas debidamente justificadas, ya que no puede concebirse los problemas bioéticos, como soluciones definitivas. Esta publicación no se obliga a ninguna tendencia o corriente particular ni se somete a priori a ninguna doctrina, pues es común —y saludable— que cada problema sea una y otra vez sometido a investigación y discusión. Además de que se trata de problemas universales, o al menos planetarios, siempre aparecerán nuevos aspectos que tener en consideración para la búsqueda de su solución. Ello no quita, que sean planteadas las posturas de la Iglesia Católica, para que cada lector se sensibilice, se conciencie y emita el mejor juicio personal.