Conclusión
El contexto es la vida. La bioética es una construcción social responsable que involucra a los seres humanos, su pensamiento y obras, en relación armónica y dirigida al «bien-estar» y el «bien-ser» humano y el mundo de la vida.
La Bioética comprende una pluralidad de conceptos, teorías o métodos de diversas disciplinas, principalmente de las Ciencias, sin que estos saberes dejen de estar ubicados en dichos contextos disciplinares como «compartimientos estancos». Cada una de estas disciplinas, constituyen el locus donde se desarrolla el conocimiento particular (conceptos, teorías y métodos). La ingeniería los toma sólo para buscar soluciones a ciertos problemas de índole técnica (techné), está orientada a fines prácticos. Así, estos conocimientos se combinan con un conjunto de procedimientos utilizados en este arte (ars) bioethica. Luego, la Bioética, tanto técnica como arte, forma parte del saber poiético o productivo, por oposición tanto al saber teórico o contemplativo (ya que no modifica su objeto), como por oposición al saber práctico que articula las acciones humanas (en la ética y la política) con el fin de conseguir la perfección o la felicidad, como diría Aristóteles.
El crecimiento del conocimiento humano conforma a la Bioética como una multidisciplina[81], por realizar un esfuerzo indagatorio convergente entre varias disciplinas para lograr su fin práctico. En otras palabras, tiene que abordar un cuerpo de conocimientos para dilucidar y buscar una solución viable y efectiva (Bioética Clínica, Bioética Ecológica, Bioética Social, Biopolítica). Ante el conocimiento fragmentado en las diversas disciplinas, subdisciplinas, subsubdisciplinas, se va reduciendo al mismo a percepciones segregadas que sólo tienen sentido en ese contexto[82]. Así, las Ingenierías con el tiempo tuvieron más exigencias técnicas que no podían cubrir las disciplinas del saber humano, y procedieron a un trabajo interdisciplinario (en principio, la interdisciplina comprende la multidisciplina, en sentido amplio).
Una interdisciplinaridad que surge no sólo por emplear conocimientos intersticiales entre las disciplinas en cuestión. Sino que como un cuerpo convergente de saberes que persigue como objetivo alcanzar las necesarias «cuotas de saber» acerca del objeto de estudio novedoso, como en el caso del Proyecto Genoma Humano se logra no sólo por el avance en el conocimiento de la Biotecnología Moderna, sino por el apoyo de la Informática y la Instrumentación; la Ingeniería Genética o la Inteligencia Artificial, en la que las «cuotas de saber» corresponden a arreglos particulares a los diversos estudios o situaciones. Por tanto, la interdisciplinariedad exige flexibilidad y apertura disciplinar, para establecer espacios de encuentro.
En el siglo XXI el bioeticista debería consolidar la mejor formación integral que permita revalorar la necesidad de sólidos conocimientos científicos con la reflexión crítica. La educación debería garantizar el rigor filosófico, conjuntamente con una crítica histórica y una visión epistémica, no mecanicista, de la ciencia junto a un conocimiento actualizado sobre la importancia y el valor de lo simbólico, de lo mítico, de las sabidurías y tradiciones religiosas en la vida social y productiva. No se quiere decir con ello, que se eduquen ingenieros humanistas, sino ingenieros con una preparación mínima que les permita una visión antropoética del complejo mundo que vivimos.
De igual manera, desde las apreciaciones de Rene Lourau (1975), mantener siempre presente una multirreferencialidad teórica, que supone saber lo que no se sabe y tener presenta la referencialidad de otras disciplinas. Imagínense un director de orquesta que tiene la tarea de coordinar un grupo de maestros que interpretan según una partitura una pieza musical, escrita para cada instrumento según un sistema de composición que toma en cuenta los rangos o registros de estos. La sonoridad esperada es función de la dirección y sus intérpretes. El director tiene que llevar el compás, indicar las entradas, marcar los acentos, grados (rubato, allegro, forte) y cualquier detalle sonoro de la pieza musical. ¿Qué pasaría si hay un retardo o cambio de nota o acento de alguna interpretación por un músico?
Además si se conjuga lo anterior con los planteamientos de Edgar Morín (1999) en Los siete saberes necesarios para la educación del futuro, a saber:
- Una educación que cure la ceguera del conocimiento.
- Una educación que garantice el conocimiento pertinente.
- Enseñar la condición humana.
- Enseñar la identidad terrenal.
- Enfrentar las incertidumbres.
- Enseñar la comprensión.
- La ética del género humano.
Se podrá comprender esa interpretación magistral que el Director logra en conjunto con sus músicos. Morín (1999) realiza un análisis de las Humanidades en tanto deben tener como aspiración ser: «Ciencia con conciencia, conciencia epistemológica y conciencia ética». De este modo, «crítica epistemológica y vigilancia ética se entremezclan, se apoyan y conjugan a lo largo de la dinámica elucidatoria en que esencialmente consiste la producción de una Ciencia del Hombre» (Guariglia et al., 2000).
Es hora de detenernos un rato para reflexionar y hacerlos desde una búsqueda de la interdisciplinariedad y transdisciplinariedad del conocimiento, sobre todo en materia bioética, al tratar con contenidos transversales en diversas disciplinas y retomar una visión más humana y ambiental. Dada esta realidad, se necesita adoptar un marco ético más humanista que impulse hacia el abordaje de todos estos múltiples problemas con prudencia y sabiduría, preguntarnos sobre los efectos a corto, mediano y largo plazo tendrían las acciones humanas, sobre todo, de las actuales innovaciones tecnológicas y descubrimientos científicos. De esta manera, la Bioética debería constituirse en un medio de razonamiento y construcción de nuevos conocimientos, en un sistema basado en la persona como ser-ético y solidaria en pro de la vida en general.
Por todo lo expuesto se concluye, que todavía falta mucho por discernir y deliberar entre nosotros, démonos entonces esta oportunidad. Paremos un rato el acelerado ritmo de los avatares que nos rodean, para discernir y deliberar con todos aquellos que nos rodean, sobre qué es la existencia y la ciencia, esos «dos árboles» mitológicos del Edén, creados para que reflexionemos sobre nuestra naturaleza y obras. Fomentemos la importancia de esta reflexión y diálogo sobre la vida. Pensemos no sólo en nosotros sino también en las generaciones futuras.