Al regresar a su campo, Tomi imita el lanzamiento de una flecha en dirección a la tribuna, para dedicar el gol a su amiga Adriana. El gong de Carlos retumba con alegría.
Los Cebolletas retroceden para defender su preciosa ventaja. Pero hay un problema.
En el centro del campo hay cuatro Huracanes, de modo que pueden desplegarse y ocupar los espacios mejor que sus rivales, que solo tienen a tres mediocampistas. El número 10 de los Cebolletas se da cuenta y retrocede para ayudar a sus compañeros, pero Champignon se lo impide.
—¡Quédate delante, Nico! ¡En esa posición nos eres más útil!
El cocinero-entrenador no quiere que Nico se canse demasiado. Todavía quedan muchos minutos por jugar.
Sacando partido de los espacios que quedan libres en el centro del campo, los Huracanes empiezan a presionar peligrosamente por las bandas.
El extremo derecho se encuentra con una autopista por delante, antes de driblar a Lara y pasar hacia el centro. Dani ha tratado de anticiparse a destiempo: la pelota lo supera y acaba en la frente del número 9, que cabecea a gol. Fidu alcanza el balón al vuelo y trata de blocarlo, pero la pelota se le escapa y el número 8 se tira en plancha y logra deslizarla al fondo de la red: ¡1-1!
—¿Por qué no la has rechazado con el puño? —le grita Aquiles, hecho una furia.
—Porque estaba seguro de que la podía blocar —se justifica el portero.
—Me parece que hoy también Aquiles está muy nervioso —comenta Augusto en el banquillo.
—En efecto —coincide Champignon, atusándose el bigote por el extremo izquierdo.
A lo mejor porque está hecho un manojo de nervios, el antiguo matón comete un grave error: en lugar de esperar al número 10 y empujarlo hacia la banda, se le enfrenta directamente y es regateado a la primera. El chico de la H sobre la tripa tiene así el camino despejado hasta la portería de Fidu, que sale de la línea de meta para cerrarle espacios. Pero el número 10 lo dribla con un elegante golpe de cintura y lanza la bola al fondo de la red: ¡2-1!
En cuatro minutos los primeros de la clasificación han dado la vuelta al marcador, para mayor alegría de los hinchas de casa. Y no tienen intención de conformarse con eso…
Aquiles se desgañita.
—¡Vuelve, Nico! ¡No te puedes quedar delante!
Hasta que tiene que intervenir Champignon.
—¡Está bien así, Aquiles! ¡Nos va bien que Nico esté en esa posición!