Sábado por la tarde en casa de Tomi.
El capitán ya ha pasado la grasa por sus botas de fútbol para suavizar la piel y ha preparado con cuidado la bolsa para mañana. Ahora está delante del ordenador y trata de ponerse en contacto con Eva, que estará sentada delante de su ordenador en China.
Ahí está… El rostro de la bailarina ha aparecido en la pantalla. Tomi observa la pequeña webcam fijada a su ordenador y le envía una sonrisa. Imagina que echa a volar como un avión, atravesando mares y desiertos, y que aterriza como un beso sobre la mejilla de Eva.
El capitán cuenta a su amiga las últimas novedades: el caballito Mechones, la inauguración del renovado Paraíso de Gaston, la vuelta al equipo de Nico que, gracias a los consejos del abuelo Ziao y al manual de táctica de Sun Tzu, ha superado el miedo al fútbol entre equipos de once jugadores.
Por su parte, Eva está emocionada porque al final del curso se exhibirá con el ballet de la escuela en el fabuloso teatro de Pekín, que los Cebolletas habían visitado para asistir al espectáculo de los acróbatas. Luego le habla de su amiga Chen y de los éxitos del equipo de Halcón en el campeonato escolar.
Tomi pasa despacio una mano por la pantalla, ligeramente cubierta de polvo. Se diría que acariciara a su amiga bailarina.
Domingo por la mañana.
Es el viaje a domicilio más breve de la liga, porque el campo de los Leones de África está a un paso del de nuestros amigos.
El Cebojet está parado en el semáforo.
Gaston Champignon avisa al chófer de que está verde y deberían pasar.
—Cada vez que Violette vuelve a París se me va un poco la cabeza —confiesa Augusto sonriendo y metiendo la primera.
—Querido amigo, creo que tendréis que acortar las distancias —comenta el cocinero-entrenador—. Como hicimos Sofía y yo. Cuando nos enamoramos nos estuvimos persiguiendo una temporada: ella venía a Francia, yo me escapaba a Italia… Pero antes o después llega el momento de detenerse, así que decidimos que o los dos en Francia o los dos en Italia. ¡Y acabamos los dos en España! Al tenis se puede jugar con una red en medio, pero al amor no, especialmente cuando se está casado…
—Tienes razón, Gaston —aprueba Augusto—. Llevo tiempo pensando en el asunto.
—¡Pues no lo hagas al volante! —le suplica el cocinero-entrenador.
Los Cebolletas están de lo más concentrados.
La de hoy puede ser una jornada fundamental para la liga. El equipo de Tomi no solo tiene la oportunidad de ponerse por delante de los Leones de África, sino de encabezar la clasificación, porque los Huracanes visitan a domicilio el difícil campo del Súper Viola.
En el vestuario, Gaston Champignon explica cómo será la formación.
—Jugaremos con cuatro defensas, como hemos ensayado esta semana. Y volveremos a la alineación «cometa» en el centro del campo: Aquiles por delante de la defensa, Nico por detrás de los puntas, Bruno a la derecha y João a la izquierda. En el primer tiempo saldremos así: 4-3-1-2. Fidu; Sara, Elvira, Dani y Lara; Bruno, Aquiles y João; Nico; Tomi y Rafa. Los demás entrarán en la segunda parte.
—Por lo que más queráis, vigilad de cerca a sus tres delanteros —pide el portero—. Porque en el partido de ida les frenó el barro, pero hoy, con el campo seco, seguro que correrán como gacelas.
—Pues yo te aconsejo que te ates bien los cordones de las botas —le recuerda Tomi—. No me gustaría que volvieras a caerte rodando sobre el árbitro…
Los Cebolletas sueltan una carcajada, mientras Lara se arrodilla y le hace un nudo doble a los cordones de Fidu.
Al salir al campo para calentar, los chicos se encuentran con una maravillosa sorpresa. El primero en darse cuenta es João.
—¡Mirad, si está Mechones!
En efecto, detrás de una portería está el poni de los gemelos con el hocico apoyado en la valla, al lado de Camilo.
Los Cebolletas van corriendo a saludarlos.
—¿Qué haces aquí, Mechones? —pregunta Pavel.
—Le he sacado a dar un paseo —contesta el campesino—. Le sentará bien a su pata.
Bruno, que adora a los animales y de grande quiere ser veterinario, pasa los dedos a través de la red y le acaricia el hocico.
—Qué bonito es…
Poco después, el árbitro llama a los jugadores de los dos equipos al centro del campo y se dispone a pitar el saque inicial.
—¡Te dedicaremos nuestros goles, Mechones! —le promete Sara—, pero tú tendrás que relinchar por nosotros, ¿de acuerdo?
Fidu a menudo es de los que meten la pata hasta el fondo, pero esta vez ha dado totalmente en el clavo: el campo de hierba sintética de los Leones de África, sin charcos ni hierba alta, es ideal para correr y, tras los largos pases de los mediocampistas, el delantero Diouff y los extremos crean enseguida grandes problemas a la defensa de Dani.
Augusto ha sugerido al guardameta una táctica de lo más oportuna: «¡No te quedes entre los palos cuando ataquemos nosotros! ¡Vete hasta el borde del área!». Gracias a ese consejo, los Cebolletas ya han evitado un par de goles.
Primero el número 34 de los Leones, y luego el 16, han hecho llegar el balón a Diouff. En las dos ocasiones, el número 99 ha superado por velocidad a Dani, que tiene las piernas largas y al que le cuesta más ponerse en movimiento.
El partido transcurre como si los Cebolletas hubieran abierto una puerta y los hubiera arrollado una cascada de agua… Desde que sonó el pitido inicial no han hecho más que defenderse de los ataques de los Leones, que presionan incluso con sus defensas. Los chicos de Champignon no se esperaban un asalto tan impetuoso. Es posible que las dos victorias en los dos primeros encuentros hayan hecho que el equipo de Tomi se envaneciera un poco.
El centrocampista con el dorsal 34 supera a Nico, avanza y vuelve a ceder a Diouff, que lleva un collar de cuero con un diente de león. Mientras el balón vuela por el aire, el 97 y el 98 echan a correr desde las bandas hacia el centro, seguidos por Sara y Lara. Los dos delanteros se cruzan y penetran en el área. Las gemelas, que siguen con la vista la llegada del balón, chocan entre sí.
Diouff se adelanta a Elvira y prolonga con la cabeza la trayectoria de la pelota hasta el número 97 que, desmarcado, bate a Fidu: ¡1-0!
Un grupo de africanos, con largas túnicas de todos los colores, lo celebra danzando y aporreando con las manos grandes tambores. Un estruendo ensordecedor, que cubre el de los hinchas de los Cebolletas.
—Nos dejan sin palabras en el campo y en la tribuna… —comenta abatido Carlos, el padre de João.
—¡Despertad, Cebolletas! —aúlla Armando poniéndose en pie.
—Nos están aplastando… —dice Tomi al Niño antes de colocar el balón sobre el círculo de yeso para reanudar el encuentro.
—Corren demasiado —comenta Rafa—. Esperemos que se cansen pronto.
Por el momento los Leones de África parecen frescos como rosas. No dejan de atacar ni siquiera después de haberse puesto por delante con un gol de ventaja. Los tres delanteros, cambiando constantemente de lugar, crean graves apuros a los defensores de Champignon, que tienen que moverse sin parar. En comparación, el ejercicio del entrenamiento con dos balones era un juego de niños…
El 97 echa a correr desde la derecha y de improviso dispara un tiro cruzado, durísimo, que se estrella contra el interior de un poste. El balón rebota y acaba entre las manos de Fidu, que le da un beso con un suspiro de alivio, antes de lanzarlo lo más lejos posible.
El 98 también estrella de un cabezazo una pelota contra un poste, después de tirarse en plancha a pase de Diouff. Lara concede un saque de esquina.
Es indiscutible que los Leones merecerían haber metido más goles. Pocas veces han tenido tanta suerte los Cebolletas.
Es el resultado final del primer tiempo.
—¡Nos llevaremos a Mechones a todos los partidos! —exclama Dani al entrar en el vestuario.
—¿Por qué? —pregunta João.
—¿Cómo que por qué? —responde el defensa andaluz, el más supersticioso del equipo—. ¡Da más suerte que un trébol de cuatro hojas! ¡Nos han acribillado a balonazos, han estrellado dos pelotas contra el palo y empatamos a uno! Hemos marcado gracias a nuestro único tiro a puerta…
—En efecto —afirma Sara—, es un resultado tan falso como los billetes del Monopoly. No nos lo merecemos en absoluto.
—Tienes razón, pero el fútbol es así —rebate Tomi—. ¡No hemos robado nada! En la primera final del campeonato entre equipos de siete jugadores merecimos ganar, pero nos derrotaron los Tiburones. ¿Tengo razón o no? Dejemos de lamentarnos y pensemos en qué hacer para jugar mejor en la segunda parte.
—El capitán tiene razón —aprueba Champignon—. Tener suerte no es un pecado. En el segundo tiempo cambiaremos algunas cosas y trataremos de ganarnos nuestros puntos.
—Tienen unos delanteros demasiado veloces —comenta con tristeza Elvira—. No podemos hacer nada…
—Sí: que les lleguen menos balones —explica el cocinero-entrenador—. En lugar de Dani y Nico entrarán Julio y Becan, que jugarán en el centro del campo. Así formaremos una barrera de cinco: formación 3-5-2. Si presionamos bien a sus mediocampistas, sus atacantes recibirán menos balones y serán menos peligrosos. Pavel e Ígor sustituirán a las gemelas. Aunque no juegan a menudo en defensa, son muy rápidos y sabrán responder a los sprint del 97 y el 98. ¿Alguna duda?
—Ni al mítico Sun Tzu se le habría ocurrido una estrategia mejor —aprueba Nico.
El cocinero extiende la mano y los Cebolletas colocan las suyas encima.
—¿Somos pétalos sueltos o una flor?
—¡Una flor! —responde a coro el equipo.
Armando vuelve a las gradas con Carlos y el padre de Becan.
—Hemos ido a tomar un café al bar del club —explica el padre de Tomi sentándose junto a su mujer.
—Creía que te habías ido al Paraíso de tu amiga Elena… —contesta Lucía.
La señora Sofía y la madre de las gemelas sonríen divertidas.
En parte por los cambios de Champignon y en parte porque los Leones se han desbravado durante el primer tiempo, la segunda parte resulta mucho más equilibrada y se alternan los ataques de uno y otro equipo.
La muralla que forman Julio, Becan, Bruno, Aquiles y João parte en dos al equipo rival, y al tridente africano cada vez le cuesta más recibir pases precisos para echar a correr, como sucedía en el primer tiempo.
Es precisamente un balón interceptado por Aquiles el que llega a los pies de Julio, que pasa a Tomi desde su banda derecha. El capitán, frenado por un León, cede la pelota a Rafa y sigue corriendo. El italiano se la devuelve. Van avanzando así, en paralelo, hasta el área de los rivales, intercambiándose constantemente el balón, como si estuvieran corriendo en torno al campo de la parroquia de San Antonio de la Florida.
El Niño entra en el área, supera al guardameta con un autopase y dispara a puerta, pero la pelota no entra porque un defensa la despeja con la mano lanzándose en plancha sobre la misma línea de meta. ¡Penalti!
Tomi, que ya ha marcado un gol, se hace con el balón y lo lleva a Rafa.
—¿Quieres tirarlo tú?
—Gracias, pero el que dispara los penaltis eres tú —contesta el italiano—. Adelante y marca…
El capitán coloca la pelota sobre el punto de penalti, toma carrerilla y advierte que Mechones se inclina ligeramente hacia el ángulo inferior derecho del portero. Acepta el consejo y dispara justo en esa dirección: ¡1-2!
Luego echa a correr hacia el poni, pasándose la mano de arriba hacia abajo sobre la cabeza, como había hecho Ígor.
Los Leones echan toda la carne en el asador para empatar, y el final del partido se convierte en un auténtico asedio.
Fidu hace dos milagros antes de verse solo ante Diouff…
El 99 lanza un zambombazo raso, el guardameta logra tocarlo con el pie, pero el balón rebota contra el brazo de Elvira y sale por la línea de fondo.
¡El árbitro señala el círculo de yeso y pita penalti!
Los tambores de Carlos baten en son de protesta.
La antigua jugadora del Rosa Shocking trata de explicar que ha sido completamente involuntario.
Lo mismo hace, a su modo, Fidu.
—¡Perdone, señor árbitro, pero no iba a cortarse el brazo! Es el derecho, lo necesita para escribir…
—¡Vuelve a la portería y no te hagas el gracioso si no quieres ver una tarjeta roja! —responde con severidad el colegiado.
No hay nada que hacer: Diouff marcará el penalti. Adiós a la remontada…
El delantero toma carrerilla y besa el diente de león que lleva colgado del cuello.
Fidu lo mira y se le ocurre una idea.
Por último, le da un beso a la pelota y la manda hacia el centro del campo.
El árbitro pita el final del partido: Leones de África 1 – Cebolletas 2.
Carlos y sus amigos brasileños ponen a cantar sus tambores, Armando abraza el esqueleto Socorro. El resultado merece una fiesta especial.
¡El equipo de Tomi ha logrado la remontada!