Los chicos del equipo de esquí que suben con el telesilla disfrutan con la escena desde arriba y ríen a carcajadas.

—¡Que avisen a los bomberos! —propone uno que lleva un forro polar violeta.

—¡Intentad separaros con un soplete! —grita otro.

Tomi les lanza la mirada reservada para los Zetas.

—Qué graciosos…

Peter necesita más de diez minutos para poner en pie a sus tres alumnos, llevarlos al punto de partida del telesilla y recomponer el grupo al principio de la bajada de la pista de iniciación.

—Muy bien —dice el profesor de esquí—. Nos ha costado un poco al principio, pero lo hemos conseguido… Ahora veamos la primera bajada. Tratad de mantener las puntas unidas y separar las colas de los esquíes. Esta posición se llama «la cuña». Cuanto más unidas tengáis las puntas y más presión hacia delante hagáis con las botas, más despacio iréis. Para girar hay que desplazar el peso del cuerpo de una pierna a la otra, manteniendo siempre el tronco hacia el valle. ¿Está claro? Ahora mirad bien cómo lo hago yo y luego saldréis por turnos.

Peter da varios giros a lo ancho de la pista y luego se detiene, levanta una mano y grita:

—¡Adelante, Clementina, empiezas tú!

La novia de Fernando recorre las líneas dibujadas por el profesor, que le va dando consejos:

—¡Inclina el cuerpo más hacia delante! ¡Así, estupendo! ¡Una curva más! ¡Perfecto!

Clementina acaba el recorrido con gran seguridad y se gana los cumplidos del instructor:

—¡Maravilloso, Clementina! Ha sido un debut estupendo.

La prima de Tomi le da las gracias, satisfecha.

Dani, Lucía y Eva también demuestran grandes dotes.

—¡El siguiente! —vocifera Peter desde abajo.

—Salgo yo —decide João, empujándose enérgicamente con los bastones.

—No, ya voy yo —le corrige Becan, que trata de adelantársele.

El profesor intenta en vano que se paren.

—¡No salgáis los dos a la vez! ¡Uno por uno! ¡No tan rápido! ¡Frenad! ¡Juntad las puntas de los esquíes! ¡Despacio he dicho!

Pero los dos extremos han dejado de escucharle. Lo único que les preocupa es llegar abajo lo antes posible. Uno gira a la derecha y el otro a la izquierda. Se topan en el centro de la pista y no logran evitar el batacazo.

—¡La preferencia la tenía yo! —protesta Becan.

—Te recuerdo que estamos en la nieve, no en una carretera —rebate João.

Peter los abronca enérgicamente:

—¡Así no conseguiréis nada, chicos! ¡Es el mejor método para lesionarse! Si queréis aprender conmigo, tendréis que hacer lo que yo os diga. Ya haréis carreras cuando os sostengáis sobre los esquíes.

Tomi y Armando bajan con algunos contratiempos, pero completan el recorrido más que decorosamente. En cambio, Fernando es un auténtico desastre.

Peter vocifera sus consejos al hermano de Pedro:

—¡Más inclinado hacia delante! ¡Así no! ¡Si te echas hacia atrás te embalarás! ¡Frena!

El mecánico, asustado por la velocidad, olvida juntar las puntas de las tablas y se echa hacia atrás, convencido de que así aminorará la marcha, pero consigue todo lo contrario y cada vez va más rápido. Sale disparado de la pista y acaba chocando y hundiéndose en un montón de nieve en polvo. Parece un bizcocho clavado en la nata de un café irlandés.

Sale más blanco que un fantasma y, escupiendo nieve por la boca, comenta abatido:

—Ya decía yo que no estoy hecho para la nieve…

Armando le anima:

—Lo único que tienes que hacer es pasarte por el taller de tu padre para que te revise los frenos.

Mientras el grupo de debutantes sigue las lecciones de Peter, el grupo de los Cebolletas que ya son esquiadores avezados pasa de una pista a otra guiado por Daniela, que se desliza con gran elegancia, seguida por Lara, Pavel, Ígor, Nico, Tino, Julio y su padre.

Por su parte, Augusto, Bruno y Aquiles han optado por la atractiva ruta de esquí de fondo que atraviesa los hermosos bosques de la zona. Es una disciplina muy dura, pero de un valor incalculable para centrocampistas como Bruno y Aquiles, porque entrena los músculos y los pulmones. El fondo que acumularán en los bosques se transformará en capacidad de correr cuando se reanude la liga.

La señora Sofía y la madre de las gemelas han preferido la pista de patinaje. Hacen piruetas sobre el hielo junto a Sara y Elvira.

Todos se han citado a la hora de comer en un restaurante de la zona.

Fidu se presenta en el restaurante con su tabla de snowboard bajo el brazo y cara de agotamiento.

—¿Qué te ha pasado, Fidu? —le pregunta Armando—. Se diría que acabas de llegar del Polo Norte andando.

—¡Peor que eso! —replica el portero—. Me he pegado tantas culadas sobre la nieve que al final he abierto un agujero y he podido recoger unas margaritas.

—El Gato, el padre de Elvira y yo hemos tratado de darle lecciones, pero es un negado para el snowboard —explica Rafa—. En cambio, Issa es un fenómeno. Es de lo más ágil y tiene un equilibrio excepcional.

—¿En serio? —se entusiasma Gaston Champignon, con orgullo de padre. La señora Sofía, sentada en una tumbona, extiende los brazos e Issa va corriendo a su encuentro, en busca de mimos.

Hace un día magnífico. Las nubes se han escapado quién sabe dónde. En el mantel azul del cielo no hay una sola mancha blanca y el sol quema.

Los Cebolletas lo disfrutan un buen rato, mientras comen bocadillos y se cuentan sus aventuras.

—Tengo la impresión de que esta tarde pocos vais a querer volver a esquiar —observa en determinado momento Champignon—. Qué bien se está sentado al sol, ¿eh? ¿Qué os parece que hagamos un entrenamiento esta tarde, cuando bajemos? Así os desfogaréis disparando balones y esta noche dejaréis en paz los cristales de las ventanas…

La primera parte del entrenamiento organizado en el jardín del hotel consiste en la construcción de muñecos de nieve, con su clásica zanahoria por nariz, piedras a modo de ojos y una gorra en la cabeza. Uno lleva el sombrero de cocinero de Gaston Champignon, otro la gorra de chófer de Augusto.

El que más se divierte es el pequeño Issa, que nunca había jugado a nada parecido y no ve la hora de poder dar uno de sus patadones. Al aire libre puede hacerlo sin causar percances y sin que nadie se enfade…

—El equipo de Tomi tendrá que intentar derrumbar a pelotazos al muñeco Augusto —explica el cocineroentrenador—; el dirigido por Rafa tendrá que golpear al muñeco Champignon. No basta con acertar, hay que arrancarles la cabeza. Los porteros y defensas tienen que proteger a los muñecos como si fueran porterías de fútbol. ¿Alguna pregunta?

Fidu se coloca delante del muñeco Champignon y el Gato delante del que lleva la gorra de chófer.