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Ha llegado el gran día del derbi.

Las gradas de la parroquia de San Antonio de la Florida nunca habían estado tan llenas. Hay hinchas incluso alrededor del campo.

Carlos y los parientes brasileños de João dirigen como de costumbre a los fans de los Cebolletas al compás de los tambores. Fernando, el hermano de Pedro, ha organizado por su parte a la hinchada de los Tiburones. Ha cogido dos grandes latas del taller de su padre y se las ha entregado a los fans de los Zetas, que las usan como tambores. El novio de Clementina toca una potente bocina que parece el claxon de un camión de gran tonelaje.

De la valla de seguridad cuelga la pancarta que reza: «Bienvenidos a casa de los Cebolletas: ¡divertíos!», y en los banquillos, los tableros pintados por las gemelas.

Clementina está sentada al lado de Daniela y Lucía, en la zona reservada para los hinchas de los Cebolletas. Eva, después de hacer las paces con Tomi, vuelve a ser una fan apasionada del equipo de Champignon y está sentada junto a Adriana, de la que es otra vez amiga. Las dos chicas han preparado una pancarta especial para el capitán: «¡ÁNIMO, TOMI, BAILA Y DISPARA COMO NOSOTRAS!».

El esqueleto Socorro luce para la ocasión un elegante collar de cebollas en torno a las cervicales.

Un estruendo ensordecedor saluda a los dos equipos cuando entran en el campo acompañados por el árbitro.

La voz de Augusto anuncia por megafonía:

—Queridos espectadores, antes de que comience el encuentro se celebrará una pequeña ceremonia. Los Cebolletas quieren premiar con el Merengue de Oro a su exportero Fidu, que tanto ha contribuido a los éxitos del equipo.

Tomi entrega en el centro del campo un trofeo que reproduce el famoso postre de Gaston Champignon y lleva la siguiente inscripción: «A nuestro gran amigo Fidu, el mejor portero del mundo, que devora a los delanteros como si fueran merengues. Los Cebolletas».

Fidu, sorprendido por el regalo y emocionado por el aplauso unánime del público, da un fuerte abrazo a Tomi, conmovido.

—Pero no esperes que te haga ningún favor durante el partido, capitán… —susurra.

—Yo tampoco te haré ninguno, porterón —responde Tomi con una sonrisa.

Es una sensación muy especial para los Cebolletas ver a su amigo Fidu entre los palos del equipo contrario y para Fidu tener que parar los disparos de sus amigos del alma.

Jérôme y Augusto, los dos entrenadores, confirman la alineación que derrotó a los Balones de Oro.

El árbitro está a punto de pitar el comienzo del partido, pero advierte un pormenor y pregunta a Tomi:

—¿Jugáis sin portero, capitán?

El Gato ha regresado al vestuario y sale con el estuche de su violín al hombro.

—Peor para él —comenta Pedro en el centro del campo—. Tendrá que comprarse otro…

Pero el guardameta no coloca el estuche por dentro de la portería, como hace habitualmente, sino que lo apoya contra un poste, lo abre, saca el violín y el arco y los deposita con sumo cuidado al fondo de la red.

Tomi sonríe y responde a Pedro:

—¡No, peor para vosotros! Es el objeto más querido del mundo para el Gato. Si lo ha puesto en la portería, eso quiere decir que lo considera un lugar seguro y que ningún balón lo rozará siquiera.

El árbitro decreta el inicio del partido.

Tambores, latas y bocinas empiezan a tocar a carga.

¡El derbi al rojo vivo ha comenzado!

Los Tiburones Azzules tratan enseguida de hacerse con el control del partido.

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Es una de las jugadas defensivas previstas por el hermano de Gaston, que ha modificado ligeramente el esquema con respecto al que utilizó en el partido contra los Leones.

Ha alineado a Bruno cerca de Aquiles, por delante de la defensa, precisamente para frenar las carreras del temido Ángel.

Ante las dificultades de penetrar por el centro, el número 10 empieza a repartir juego por las bandas.

El velocísimo Diouff recibe un centro por la izquierda y trata de zafarse de Elvira.

Se adelanta el esférico y supera a la Cebolleta de la trenza, pero no logra recuperar el balón, porque Dani se lanza derrapando y despeja entre aplausos.

Es otra táctica defensiva ideada por Jérôme, que temía mucho la velocidad de los atacantes de Charli por las bandas y ha organizado un sistema «dos contra uno»: cada vez que un lateral es atacado, Dani por una parte y Aquiles o Bruno por otra tienen que acudir a redoblar el marcaje, de modo que el atacante tenga que superar un escollo doble.

Jérôme ha entrenado a la defensa de los Cebolletas toda la semana para que aplicaran estas tácticas y el resultado se aprecia en la práctica: los Tiburones Azzules tienen la pelota, pero no logran penetrar ni por el centro ni por las bandas.

El cocinero-entrenador ha blindado la portería del Gato como una caja fuerte con dos vueltas de llave gracias al sistema «dos contra uno».

Mediado el primer tiempo, después de dejar que sus rivales se desfoguen, los Cebolletas comienzan a hacerse con el control del encuentro.

Y es ahora cuando entra en juego el trabajo de Augusto, que se ha hecho cargo de los planes de ataque.

—¿Por qué está tu hijo en el centro de la defensa, en lugar de en la banda izquierda, como de costumbre? —pregunta Armando a Carlos.

—No logro comprenderlo —responde el padre de João—. Ahí en medio no toca bola, tiene encima como una lapa a ese David, que es más alto que un pino…

En cambio, es precisamente por ese motivo por el que Augusto ha invertido las posiciones de Tomi y João: porque el alto defensa de los Zetas probablemente tendrá problemas con las aceleraciones y los rápidos regates del menudo brasileño. Además, el chófer del Cebojet le ha pedido que evite bombear balones al área y que sus centros sean rasos.