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Domingo por la tarde.

El salón de la parroquia de San Antonio de la Florida está lleno de chicos que siguen por la televisión la carrera de MotoGP. En primera fila está Issa, junto a su gran amigo Fidu. Los dos son hinchas entusiastas de Jorge Lorenzo, que ganó en 2010 y el año siguiente quedó segundo. La habitación del hijo de Gaston Champignon está tapizada de pósteres del campeón.

El pequeño africano, mucho más aficionado a las carreras de motos que a los partidos de fútbol, se mordisquea las uñas, nerviosísimo. Lorenzo está a punto de culminar una remontada impresionante. Se cayó en la segunda vuelta, subió de nuevo a la moto y, curva a curva, ha ido superando a todos con unos adelantamientos escalofriantes. Era el último y ahora, a tres vueltas para el final, va el segundo. Solo le queda por delante Casey Stoner, su gran rival australiano.

—No lo conseguirá, no lo conseguirá… —repite Issa mecánicamente, sentado en el borde de la silla.

—Ya verás como lo consigue. Ten fe, colega —le anima Fidu—. En la última curva Lorenzo se zampa a Casey como si fuera un merengue… ¡Te lo garantizo!

Al comienzo de la última vuelta, los chicos de la parroquia se ponen a gritar como si estuvieran en el estadio.

Issa, de pie sobre su silla, se desgañita:

—¡Píssale! ¡Píssale! ¡Pissa, Jorge!

—Se dice «pasa» —le corrige Fidu.

Pero el hijo de Champignon sigue gritando con todas sus fuerzas:

—¡Pissa! ¡Píssale!

En la última curva, Jorge Lorenzo inclina su moto de manera espectacular. Se pone codo a codo con su adversario y al inicio de la recta de meta ya va en cabeza. El australiano acelera para tratar de recuperar su puesto, pero la rueda del piloto español es la primera en cruzar la línea de meta.

—¡Hemos ganado! —grita Issa, saltando al cuello de Fidu.

—¡Ya te había dicho que lo iba a pissar! —replica con una carcajada el portero, mientras el salón de la parroquia prorrumpe en un estrepitoso aplauso.

En ese mismo instante, algunos Cebolletas se han reunido en los bancos de la parroquia, bajo el gran pino.

—Propongo que hablemos claramente con míster Champignon —sugiere João.

—¿Y qué le decimos? —interviene Lara—: «Perdone, míster, pero su hijo es una calamidad y no queremos que juegue con nosotros…».

—¡Todos éramos bastante calamitosos cuando empezamos a jugar! —salta Nico—. Justo para eso nacieron los Cebolletas, ¿o lo habéis olvidado? Para que pudieran jugar los que no están especialmente dotados. A diferencia de los Tiburones Azzules, que solo dejaba jugar a los mejores. Yo nunca pediré que se quede fuera Issa, aunque me toque quedarme en el banquillo, como esta mañana.

—Y yo no puedo olvidar que durante esta semana Issa me ha sacado de varios apuros —añade el Gato.

—De acuerdo, Issa está en forma y se merece jugar —prosigue João—. Pero nosotros también merecemos ganar la liga y, si solo jugamos diez, será imposible. Issa es amigo mío y me parece la mar de simpático, pero después de todo un año de entrenamientos y sacrificios, me gustaría tener alguna posibilidad de ganar la liga. ¿Os parece que estoy diciendo maldades y tonterías?

—No, João —responde Aquiles—, yo creo que tienes razón. Es más, si decidimos que no nos interesa ganar, yo no vuelvo a los entrenamientos. Durante la semana me iré a divertirme por ahí y luego nos veremos el domingo para el partido.

—El que Issa no sea titular de los Cebolletas no quiere decir que deje de ser amigo nuestro —añade Rafa—. Además, a lo mejor sería una ayuda para él, porque le evitaría hacer el ridículo y que se burlaran de él. Podría seguir entrenando con nosotros y jugar un rato de vez en cuando. Pero a mí tampoco me parece justo que nos perjudique a todos.

Los chicos se miran en silencio durante unos segundos, hasta que Lara pregunta:

—¿Qué te parece, capitán?

Todos dirigen la mirada a Tomi, que no tiene las cosas demasiado claras.

Comprende los argumentos de João, Aquiles y Rafa: en realidad, sabe perfectamente que el lema del equipo es «El que se divierte siempre gana» y que para los Cebolletas la amistad y la diversión siempre serán más importantes que el resultado, pero también ha aprendido que el sentido del deporte es aspirar a ganar. Champignon lo dice a menudo: «No hay por qué avergonzarse de tratar de superar al rival de todas las maneras posibles, siempre que se respeten las reglas», así que João, Aquiles y Rafa tienen todo el derecho del mundo a querer ganar la liga.

Tomi también tiene muchas ganas de lograrlo. La sola idea de ver el trofeo en manos de Pedro o Vlado, que le destrozó un pie, le provoca escalofríos…

El capitán piensa en todas estas cosas un rato, pero al final contesta:

—Issa ha llegado de muy lejos a una familia nueva y tiene que aprender una lengua distinta de la suya. No creo que sea demasiado fácil. Si la camiseta de los Cebolletas hace que se sienta bien, estoy dispuesto a correr el riesgo de perder la liga.

Ni João, ni Aquiles ni Rafa ponen ninguna objeción a las palabras de Tomi.

Nico se rasca la cabeza y anuncia, pensativo:

—A lo mejor sí hay una solución…

—¡Dispara, sabio! —le incita Dani.

—¿Os acordáis cuando Fidu nos dejó para dar clases de judo y yo dejé a los Cebolletas para dedicarme al ajedrez? —pregunta el número 10.

João se adelanta a Nico.

—Si Issa se apasiona por un deporte distinto del fútbol, dejará de jugar con nosotros. Y no hará falta que lo expulsemos…

—Puedo pedirle a mi hermana que se lo lleve a un entrenamiento de tiro al arco —propone Rafa.

Los Cebolletas se miran dubitativos.

—Probar no cuesta nada —dice João encogiéndose de hombros—. ¡Esperemos que esta vez Adriana dé en la diana!

El miércoles siguiente, la hermana del Niño se presenta con su hermoso arco de concurso en el Paraíso de Gaston, la tetería que está al lado del Pétalos a la Cazuela.

Después de probar una tisana revigorizante preparada expresamente para ella por la bella Elena, sale del local junto a los Cebolletas y, a una señal de Nico, lanza su propuesta:

—¿Os apetece acompañarme al Retiro? Hoy tengo entrenamiento de tiro al arco.

—¡Buena idea! —se entusiasma João—. Vayamos todos. ¡A lo mejor podrías dejarnos probar! ¿Has visto qué arco más bonito tiene, Issa? El tiro al arco es un deporte apasionante y…

—No, gracias —contesta enseguida el hijo de Champignon—. Hace años, un compañero lanzó flechas contra el perro colegio, y el perro no apareció más… Yo lo quería mucho. Y ahora odio arco y flechas. Además, hoy hay entrenamiento. Yo necesito mucho mejorar. Voy enseguida a disparar a la pared. ¡El domingo tiraré balones a los Leones de África, no flechas!

Issa se echa a la espalda la bolsa de los Cebolletas y se dirige al vestuario.

—Esta vez tu idea no ha funcionado, empollón —comenta Aquiles abatido.

—No ha funcionado con el tiro al arco —insiste Nico—. Lo único que tenemos que hacer es acertar con el deporte.

Como cabía esperar, los simpáticos miembros de los Tiburones Azzules están plantados delante del tablón de anuncios, dispuestos a burlarse de sus rivales. El equipo de Pedro, que ha marcado ni más ni menos que siete goles a los Estrellas, ha vuelto al primer lugar de la clasificación, aprovechando el empate de los Cebolletas.

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—Aquí vienen nuestros amigos, campeones del mundo del salto hacia abajo —anuncia Pedro—. ¡De primeros a terceros! ¡Os han adelantado hasta los Leones! ¡Felicidades!

—Lo que pasa es que no sabes leer —rebate Nico—. Vamos en cabeza y en solitario.

—A lo mejor te has limpiado mal las gafas… —César ríe con sorna.

—Tranquilo, veo perfectamente y ahora te lo demostraré —explica el número 10—. El domingo ganaremos a los Leones de África y les adelantaremos. El derbi contra vosotros lo ganamos, por descontado, como en la ida, así que la verdadera clasificación es esta: Cebolletas 21, Tiburones 20 y Leones 19. ¿Entiendes, César? Las matemáticas no engañan. Tendrías que estar más atento en clase, ¡en lugar de llevar siempre un dedo metido en la nariz!

Los Cebolletas se alejan, satisfechos.

Solo Sara tiene cara de enfado. Por culpa de los comentarios de Tino.

—¿Has visto qué ha escrito ese bicho en el MatuTino? —pregunta a su gemela—. ¡Me ha puesto un 5! Y con este comentario: «El último gol fue culpa suya. No se lanzó en plancha, a lo mejor porque Ángel le había aconsejado que no se ensuciara las rodillas». ¿Cómo se pueden escribir tantas tonterías?

—A decir verdad, yo tampoco entiendo por qué no te lanzaste en plancha —contesta Lara—. Y no comprendo por qué no has venido hoy a los entrenamientos con el chándal, como siempre, sino con el vestido rosa. ¿Qué te ha dicho Ángel antes de venir, que eres tan guapa como una muñeca?

Sara, sorprendida por las palabras de su gemela, se pone en jarras.

—¡Así que estás de acuerdo con Tino! —bufa—. Muchas gracias, hermanita… ¡Creo que se lo comentaré a Champignon!

Hoy el cocinero-entrenador se dedica de manera especial a la defensa.

—Como sabéis, la fuerza de los Leones de África es su tridente de ataque —recuerda Champignon—. Aunque no tengan a Diouff, los Leones pueden contar con tres puntas rapidísimos, que se mueven sin parar y siempre nos han creado problemas. Así que se me ha ocurrido un juego que nos ayudará a que nos entrenemos a perseguirles.

El cocinero pone en el suelo un cubo lleno de harina y llama a Issa, Lara, Dani y Elvira.

—¡Vamos, meted dentro las manos y haced que se vuelvan blancas!

Los chicos obedecen, mientras los demás Cebolletas los miran, intrigados.

—Perfecto, ahora los cuatro defensas enharinados tendrán que perseguir a Tomi, Rafa y João, que llevarán un chaleco negro y tratarán de marcarle un gol al Gato.

—Pero ¿por qué nos hemos untado las manos con harina? —pregunta Dani.

—Porque no solo tendréis que impedir marcar a vuestros compañeros —aclara Champignon—, sino también apoyar vuestras manos sobre sus chalecos negros siempre que podáis. Si al final del ejercicio tienen los chalecos completamente blancos, los defensores habréis hecho un trabajo perfecto. ¿Alguna duda? Siguiendo de cerca los movimientos de los tres delanteros, que se cruzarán a partir del centro del campo, aprenderéis a neutralizar a los Leones, que mañana se pasarán el encuentro desmarcándose sin parar. ¿Listos?

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—¡Eh, no vale! —protesta João—. Ya había pasado el balón…

—No importa —contesta Champignon—. ¡No te puedes detener, João! Tienes que moverte sin parar y desmarcarte para ayudar a tus compañeros. Un delantero quieto no da miedo a nadie. El ejercicio también os servirá para eso: obligar a los atacantes a moverse para eludir a los defensas.

Al ver a Issa ir a por él con las manos por delante, João echa de nuevo a correr. Tomi esquiva a Dani con un movimiento de cintura, supera a Lara con un autopase y cede a Rafa, que finge pararse y echa de nuevo a correr, dejando clavado a Issa, que todavía no ha logrado tocar un solo chaleco.

El Niño pasa a João, que se detiene y, al ver venírsele encima a Lara, huye otra vez por la banda. El brasileño ve a Tomi penetrar en el área, perseguido por Dani, y le lanza enseguida el balón.

El capitán dispara en carrera y el balón entra en la portería, pese a la gran estirada del Gato.

Superbe! —exclama Champignon, que pita el final del ejercicio y examina los chalecos de los delanteros.

El de João está medio blanco, el de Rafa tiene algunas manchas de harina y el de Tomi está negro como la tinta de calamar.

—Me parece que el capitán ha sido el que mejor se ha zafado de los marcajes —concluye el cocinero-entrenador—, ¡mientras que nuestro João está rebozado de harina como un filete de merluza!

—Como sabe, míster —se justifica el extremo—, a los brasileños no nos gusta correr sin el balón…

Gaston Champignon sonríe.

—De todas formas, habéis jugado todos muy bien. Delanteros y defensas han trabajado bien. El concurso ha acabado en empate. Ahora escogeré a otros cuatro enharinados y tres goleadores.

Entre los siete Cebolletas que entran en el campo está Sara.

—¿Has entendido cómo funciona? —la azuza Lara—. Tienes que ensuciarte las manos con harina.

—Yo soy una delantera —contesta la gemela.

Los Cebolletas, sorprendidos, dirigen la mirada hacia Champignon, que les da la siguiente explicación:

—Sara me ha confesado que está harta de jugar en la defensa y me parece justo darle una satisfacción. A vuestra edad, cuanto más cambiéis de puesto más aprenderéis. He decidido que el domingo pondré a prueba a Sara contra los Leones.

—¿Y quién jugará en su puesto de defensa? —pregunta preocupado Dani.

—¡Issa! —exclama orgulloso Gaston—. Estoy seguro de que esa es la posición que más le conviene. Con sus famosos punterazos despejará el área de penalti…

João y Aquiles se miran de reojo y menean la cabeza con tristeza.

Sara sube a la delantera. Issa debuta en la defensa después de haber causado graves quebrantos en la delantera y en el centro del campo… Según tú, ¿qué tal les irá a los Cebolletas contra los temibles Leones de África?