A mediados de semana, Tino cuelga por fin del tablón de anuncios el nuevo número del MatuTino, con sus comentarios sobre el partido contra los Capitostes, las notas, los resultados y la clasificación.
—¡Ahora sí que me gusta la clasificación! —comenta satisfecho Nico.
—Sí —conviene João—. Es como cuando haces la cola en el cine: cuanta menos gente delante, mejor.
—Pues nosotros no tenemos a nadie delante —continúa el número 10—. Los Tiburones nos empatan a puntos, pero como les ganamos en la ida, ¡en una liga profesional seríamos primeros a todos los efectos!
—Efectivamente —aprueba el brasileño—. Y nos hemos alejado también de los Huracanes, que son los campeones actuales, no lo olvidemos. No esperaba que no pasaran del empate contra los Velocirráptores.
Nico y João son los únicos que estudian la clasificación y los resultados. Los demás están mucho más interesados por el artículo de Tino, titulado «Sara y Ángel, de la mano», ilustrado con una foto de la gemela y el rubiales de los Tiburones, que lleva la bolsa de deportes en la mano, saliendo juntos de la parroquia.
—Qué simpático… —comenta Elvira mirando a la gemela—. Hasta te lleva la bolsa.
—Tomi, Sara quiere robarnos el puesto de delantero —bromea Rafa.
—¿Es verdad que Ángel te dedicó un montón de cumplidos y tú te pusiste roja como un tomate? —añade Dani sin poder evitarlo.
Los Cebolletas ríen con sorna, mientras Sara los desafía uno a uno con su mirada de tigresa, hasta que estalla y ataca a Tino.
—¡Eres el rey del cotilleo! Si no dejas de hacer de espía, ¡mi próxima entrada en plancha la haré contra ti!
—¡Yo no hago de espía, solo de periodista! —se defiende Tino—. He descubierto una noticia y la he publicado, así es mi trabajo. No tiene nada de malo. Además, admitirás que el título es genial. «Sara y Ángel, de la mano» no significa solo que sois novios, sino que ahora los Cebolletas y los Tiburones están juntos, de la mano precisamente, en cabeza de la liga.
—En efecto, el doble sentido del título está muy bien buscado —reconoce Becan.
—¡No es un doble sentido, es una mentira! —bufa de nuevo Sara—. ¡No tengo ningún novio! Tino es un espía, un mentiroso y además no tiene piedad. ¿Cómo se atreve a ponerle un cero al pobre Issa, que ha jugado su primer partido de liga? Leed el comentario: «Se equivoca sistemáticamente, está a punto de hacer perder a los Cebolletas y al final es el mejor jugador de los Capitostes. Su nota la lleva grabada a la espalda: ¡0!». ¿No te da vergüenza escribir con tanta maldad?
Tino apoya una mano sobre el hombro del hijo de Champignon y replica:
—Issa es un gran amigo mío, pero un periodista no debe dejarse influir por los sentimientos. Tiene que ser imparcial y escribir lo que ve. Lo siento, pero si quiero convertirme en un profesional, he de comportarme así. Issa, ¿te ha sentado mal que te pusiera un 0 de nota?
—¡No, a mí me gusta el cero! —contesta el africano sonriente, después de reflexionar un poco.
Los Cebolletas sueltan una carcajada y se dirigen al vestuario para preparar el entrenamiento.
Gaston Champignon les impone la ración habitual de vueltas a la carrera y de carrerillas al borde del campo. Luego los Cebolletas se reparten por el terreno y cada uno se pone a pelotear con un balón.
Como ya sabes, el cocinero-entrenador dedica una atención especial a la preparación técnica. Una de sus máximas favoritas es la siguiente: «¡Con buenos pies se obtienen buenos resultados!».
El toque suave del balón es fundamental para detener el esférico y dar pases medidos. Como dice siempre Champignon, «Si tratas a la pelota como una amiga, ella se comportará igual: se quedará junto a tus pies y no se irá con los rivales».
De momento, Issa no tiene unos pies estupendos. De hecho, tiene que ir constantemente a recoger el balón que, después de dos o tres toques, se le escapa en todas direcciones.
Gaston Champignon le ha aconsejado por ese motivo que practique un poco con la pared, mientras los demás Cebolletas se ejercitan en los tiros a puerta. El pequeño africano se coloca solo delante de la pared que hay junto a los vestuarios y empieza a dar toques de balón: izquierda, derecha, izquierda, derecha, izquierda,…
No hay mejor ejercicio que el frontón para practicar el toque de balón.
Después de una generosa ración de pared, que también es útil para los pases rasos, el cocinero-entrenador se pone a enseñar a Issa los disparos al vuelo. Lanza con las manos el esférico a su hijo, que tiene que devolvérselo con el empeine.
Los Cebolletas observan de lejos al pobre Champignon perseguir sin parar el balón resoplando, porque los pases de su hijo son todo menos precisos.
—El míster pone toda la carne en el asador para que Issa mejore —comenta Pavel.
—Si lo hace con nosotros, cómo no lo iba a hacer con su hijo… —añade Bruno.
El ejercicio con el que se cierra el entrenamiento es un juego, como de costumbre.
Champignon distribuye chalecos numerados y pide a los chicos que se coloquen en medio del campo, y al Gato entre los palos. A Issa le entrega el chaleco con el número 0 y lo sitúa al borde del área.
—Iréis saliendo por turnos desde el centro del campo con la pelota al pie —explica el cocinero-entrenador—. Yo gritaré un número y vosotros tendréis que obtener esa cifra antes de tirar a puerta. Por ejemplo, si grito «once», el que salga tendrá que pasar el balón a Sara, que lleva el chaleco con el número 3, luego a Ígor, con el número 6, y luego a Tomi, que tiene el número 2. Tres más seis más dos da once. Pero antes de disparar tendréis que hacerle el último pase a Issa que, como tiene el número 0, no altera el resultado. Este ejercicio es útil para practicar triangulaciones con los compañeros y para jugar rápido y con la cabeza levantada, porque estaréis forzados a buscar los números que os convengan y a calcular deprisa. Además, a Issa le será de gran ayuda, porque en todas las jugadas tocará el balón y dará el último pase. ¿Quién empieza?
—El lumbrera, que es el mejor en matemáticas —propone Aquiles.
Nico echa a correr con la pelota al pie en cuanto Gaston Champignon grita «¡veintidós!».