Capítulo 11
FRANCO, CAUDILLO
El objetivo de Franco era tomar Madrid, el corazón político y administrativo de la España republicana. Si la capital caía, poner fin a la contienda sería cuestión de semanas. Todos los esfuerzos de los nacionales estaban dirigidos a este objetivo, una vez que Franco había cumplido su palabra de liberar el Alcázar de Toledo. El Gobierno de la República era consciente de esto. Para el Frente Popular recuperar la iniciativa militar y frenar el imparable avance de los sublevados sobre la capital de España era cuestión de vida o muerte.
El contraataque republicano en Seseña y Esquivias no pudo parar el avance de los nacionales sobre la capital. Las fuerzas mandadas por el coronel Yagüe, formadas por las columnas de Asensio, Delgado y Castejón, logran alcanzar Brunete y Sevilla la Nueva, en las afueras de Madrid. En la sierra, Varela avanza muy lentamente encontrando cada vez mayor resistencia. A pesar de todo, el 2 de noviembre las tropas nacionales, que avanzan desde el Sur, logran divisar Madrid.
Franco, que ya ha sido elegido Jefe del Estado de la España Nacional[1], confía en que sus tropas ocupen sin excesivos problemas el corazón administrativo y político de la nación.
La responsabilidad de la dirección del asalto a Madrid va a recaer sobre Varela, mientras que las tropas de Yagüe —con amplia experiencia en la lucha urbana— son las encargadas de llevar adelante el ataque principal.
Yagüe informará de que carece de las tropas y equipos necesarios para llevar adelante la liberación de Madrid. Sus hombres llevan tres meses combatiendo sin descanso. Franco, consciente de esto, decidirá, a pesar de todo, que se lleve adelante el ataque. Por un testimonio del general Barroso, miembro de su Cuartel General, sabemos que, al ser informado el Generalísimo de la falta de efectivos y del cansancio de las tropas de África para tan difícil operación, dirá: «Dejemos que Varela lo intente. Siempre ha tenido mucha suerte. La conquista de Madrid es psicológicamente muy importante.[2]»
En los primeros días de noviembre de 1936 se inicia el asalto. Las previsiones nacionales estimaban la toma de Madrid en tres días, ya que desconocían la llegada de importantes refuerzos republicanos a la ciudad. Varela cuenta con 15 000 hombres para la batalla que comienza: 6 banderas de la Legión, 11 tabores de regulares, 7 batallones de infantería, más algunas compañías sueltas, 9 escuadrones de caballería, 24 baterías de artillería, 3 compañías de carros ligeros y 1 de blindados, más algunas pequeñas fuerzas de zapadores y servicios. Frente a estas fuerzas, los militares republicanos Miaja y Rojo cuentan con 40 000 hombres, atrincherados en la ciudad, con abundante armamento y artillería, y una cantidad suficiente de blindados y aviación. Se iniciaba la primera batalla por el control de Madrid.
Paralelamente, en ambas retaguardias continúan las labores de organización, prensa y propaganda… y represión. Sin quedar libre ninguno de los dos bandos de llevar a sus respectivas retaguardias los horrores de la guerra civil —traducidos en paseos, fusilamientos y condenas a la pena de muerte con escasas garantías legales— los sucesos más terribles de toda la guerra van a producirse en Madrid, en Paracuellos del Jarama. Durante los días en que se combate a las puertas de la ciudad, donde se decide la suerte de la guerra, a lo largo de todo el mes de noviembre y comienzos de diciembre, serán fusilados por los frentepopulistas más de 10 000 civiles no combatientes habitantes de Madrid. Si la capital cae, no quedará nadie de entre sus habitantes para celebrarlo.
Con el comienzo del año 1937 las esperanzas de una victoria rápida de los nacionales se han eclipsado. El asalto a Madrid, a lo largo de todo el mes de noviembre de 1936, ha sido un fracaso. La República ha logrado mantener la ciudad, aunque su superioridad no ha sido suficiente para ganar la iniciativa. Su contraofensiva no ha tenido éxito. Para los nacionales el fracasar en la liberación de la ciudad supone perder la esperanza razonablemente cierta de poder acortar la guerra. Desgraciadamente, el calvario del enfrentamiento fratricida va a prolongarse tres años.
La certeza, por parte de Franco, de que el conflicto va a prolongarse muchos meses le lleva a dar las órdenes necesarias para afrontar con éxito la nueva situación, para la cual ninguno de los bandos estaba preparado.
El 19 de enero de 1937 releva a Millán. Astray de sus responsabilidades al frente del departamento de Prensa y Propaganda y le encomienda crear un servicio nacional que se haga cargo de atender, en todos los sentidos, a la cada vez mayor cantidad de mutilados que los combates y la guerra están produciendo entre los partidarios del bando nacional.
Junto a esta misión, Franco le confiere un papel fundamental dentro del esfuerzo de guerra. Millán Astray, representación viva de la Legión, la unidad más famosa y prestigiosa de todas las tropas que luchan contra el Frente Popular, va a convertirse en uno de los actores principales en todos los acontecimientos de carácter militar, mítines políticos y todo tipo de actos patrióticos que se celebran en la España rebelde. Será, en cierta forma, el representante informal del Franco legionario, de todos los africanistas, dándose así utilidad a su inmensa fama y popularidad entre la población.
La relevancia de su papel en el seno del bando nacional se puede apreciar por su intervención, a petición de Dionisio Ridruejo, en el acto celebrado el 18 de julio de 1938, para conmemorar el II aniversario del Alzamiento Nacional, que se celebró en Valladolid y en el que intervino, junto al propio Franco y Raimundo Fernández Cuesta.
Buena prueba de esta fama es el siguiente testimonio: el 26 de enero de 1937 había una reunión de estudiantes carlistas —se celebraba el III Congreso Nacional de Estudiantes Carlistas— en la Universidad de Salamanca, acto del que recuerda Jaime del Burgo, uno de los asistentes[3]:
Una mañana, al salir de la sesión de trabajo, tropezamos con el general Millán Astray. Todos nos abrimos respetuosamente para dejar paso en el claustro al ilustre soldado.
El general, al ver mis insignias de capitán de requetés, me tomó del brazo:
—¡Hola, carlista! ¿Qué hacéis aquí?
—Celebramos nuestro Tercer Congreso Nacional de Estudiantes Carlistas, mi general —repliqué.
Dio conmigo unos pasos y exclamó:
—No seréis de esos que andan conspirando y poniendo dificultades…
—No, mi general. Nosotros somos requetés.
Me miró unos instantes con su único ojo y dirigiéndose después al grupo que se había formado a nuestro alrededor, dijo así:
—Carlistas, soldados sin manchas, que habéis mantenido vuestros cuadros militares como se mantiene el honor, muy alto, por encima de toda política… Vosotros, carlistas, habéis recibido el espaldarazo de la Legión. Así lo atestiguan los millares de tumbas sobre las que florecen boinas rojas, que cubren los campos de héroes que murieron en un estrecho abrazo… Sois, carlistas, lo más puro. Sois la maravillosa pureza de unos ideales conservados a través de generaciones para España. Tenéis un blasón inmaculado, carlistas. Vuestras actuaciones, jóvenes requetés, no se han manchado con el lodo de la política. Seguid así, sin ambiciones, luchando, sacrificándoos, en aras de un solo ideal: España… Seguid como hasta ahora, amándola por encima de todo, y llevando como meta el sacrificio por ella. Sois luchadores. Luchadores por acción y luchadores por tradición, y ser luchador supone una pureza más.
Y dirigiéndose directamente a mí, exclamó:
—¿Qué dices capitán?
Confieso sinceramente que estaba profundamente conmovido escuchando los acentos realmente patéticos de aquel hombre singular y apenas si pude decir:
—Los requetés hicimos culto de la Tradición, y la Tradición para nosotros es luchar… Lucharon nuestros padres y luchamos nosotros con la misma fe, con el mismo entusiasmo… Perdón mi general…
Todos estábamos emocionados. La culpa la tenían mis veintitrés años y nuestra ilusión entera de entonces. Y el mutilado dijo con voz recia velada también por la emoción:
—Te comprendo, hijo… Cuando la vida te maltrate, cuando sientas alguna duda que te corroa el alma… —y tampoco pudo terminar. Salió con ruido de pasos militares y homenaje de soldados, en medio del silencio de los estudiantes en los que su presencia y sus palabras provocaron también una explosión sentimental.
El prestigio de Millán Astray en la España nacional era enorme. Fue, en su momento, un mito viviente, una leyenda y un ejemplo de sacrificio a Imitar. No olvidemos que la Guerra de España fue la última guerra romántica por parte de ambos bandos, una contienda casi pensada para una figura como la del fundador de la Legión.
En su papel de encarnación viva de los valores castrenses, prototipo del militar africanista, de los sublevados, Millán Astray desempeñará una frenética actividad a lo largo de toda la guerra, siendo su tarea fundamental el mantenimiento de la moral en la retaguardia, al tiempo que trabaja de forma determinante en la construcción, durante el invierno de 1936, de la creación del mito imperecedero de Franco caudillo invicto.
Probablemente sea esta última su labor más importante a lo largo de toda la guerra. Si en el pasado había fundado la Legión y luego había dado su apoyo incondicional a Franco para el triunfo de su candidatura al puesto de Generalísimo del bando nacional, simbolizando su figura el apoyo de todos los africanistas, ahora será el desencadenante de un mito que permitirá a Franco gobernar España durante cuatro décadas.
Mucho se ha dicho sobre su carácter teatral, histriónico, que visto desde la actualidad, parece incluso que raye en lo ridículo, pero en la realidad de su tiempo, Millán Astray era un orador nato. Se le acusa de carecer de capacidad para ser el ideólogo del bando nacional, y es cierto, porque no era un pensador, era un soldado, un hombre de acción, pero dotado de un fino instinto para ganarse la voluntad y el cariño de las masas y difundir e impregnar en los demás las ideas e ideales que había tomado de otros.
Sus mensajes, mejor, sus arengas, eran concisas, claras, marciales, cargadas de valores sencillos, que las convertían en fáciles de comprender y de compartir por las multitudes. Fruto de esta innegable capacidad serán numerosísimas, y aclamadas por su público, sus intervenciones públicas en actos políticos, a través de la radio y en la prensa escrita.
Desde el nombramiento de Franco, el 1 de octubre de 1936, como Generalísimo y Jefe del Estado, la dirección propagandística de la guerra estará en manos, primero de Pujol y luego de Millán Astray. Una de las primeras actuaciones que tendrá será la creación desde Salamanca de una emisora de radio que se constituya en la voz oficial del nuevo gobierno de la España nacional, al tiempo que será una pieza fundamental para crear y difundir el mito del Caudillo.
En el periodo de entreguerras las corrientes imperantes en la política estaban perfectamente claras y centradas, especialmente en el bando nacional y sus amigos fascistas, en la figura de un solo hombre, llámese Caudillo, Führer o Duce. Las directrices y apoyos que venían desde Berlín en materia de propaganda, del ministerio que dirigía con extraordinaria eficacia Goebbels, junto a importantes partidas de material de guerra, instaban a seguir esta línea propagandística.
Mientras que en el bando republicano la proliferación de mitos, figuras e ideologías, hacía muy difícil el esfuerzo bélico en el campo de la propaganda, entre los nacionales, a instancias de Millán Astray, quedó centrado en la figura del Caudillo, Franco, como figura representativa de la España nacionalista.
Sobre esta fundamental cuestión sostiene Balsebre que la diversidad de mitos del bando republicano, fraccionado entre figuras e ideas —como Lorca, Durruti, Pasionaria, la República, el anarcosindicalismo, la revolución, el socialismo o comunismo, etc.—, hacían muy difícil una buena labor propagandística. Sólo el éxito de lemas como «¡No pasarán!» unido a la calidad gráfica de algunos de sus colaboradores y a la existencia de un gran número de intelectuales de dentro y fuera de España, de todos los pelajes y calidades, abiertamente comprometidos en la lucha contra el fascismo, pudo paliar estos problemas, lo que no evitó que finalmente perdiesen la guerra de la propaganda. Sólo la derrota del nazismo y del fascismo, con el subsiguiente triunfo parcial del comunismo y el socialismo dentro y fuera de Europa, permitió a los herederos del bando republicano ganar, una vez muerto Franco, la guerra de la propaganda.
Entre los nacionales era todo mucho más fácil. La construcción del mito de Franco será desde el principio algo natural, prioritario. Las figuras que podían hacerle sombra serán conscientemente colocadas en segundo lugar. José Antonio, en prisión y luego fusilado, y el resto de los generales quedarán situados en un espacio de sombra necesario para el esfuerzo bélico, lo que resultará fundamental para la continuidad de Franco al frente del Estado durante cuatro décadas.
La España Nacional, recién sublevada contra la II República, como muchos regímenes autoritarios, da sus primeros pasos guiada por unas doctrinas casi inexistentes. Aquellos nacen, por lo general, según Vegas, en el fragor de la lucha y encarnados en hombres que reaccionan violentamente contra las falsas abstracciones del pasado. Nacen movidas por unos cuantos principios que no son más que vibrantes gritos de combate. En la construcción ideológica de los primeros meses de la guerra, pero que durará a lo largo de 39 años de gobierno de Franco, está la esencia del mito del Caudillo, cuya idea surge de Millán Astray y luego será seguida por otros muchos de forma paralela a los éxitos militares y políticos que llevan a Franco a la victoria definitiva en la Guerra Civil.
Aquella modesta oficina de Prensa y Propaganda, únicamente dotada de una vieja emisora de radio, será la creadora del mito del Caudillo: «Franco, en la hora decisiva de su pueblo, es el arquetipo de la patria española. Por creyente, por soldado, por sabio; por arrojado, por bueno.» En octubre de 1936 la delegación de Prensa y Propaganda puso en circulación la consigna, que luego tendría un gran éxito y resultaría fundamental para el futuro de España, «Una Patria; un Estado; un Caudillo»[4].
Desde Prensa y Propaganda Millán Astray colaboró de forma decisiva en la creación de la imagen, el mito, en el que se iba a sustentar el franquismo a lo largo de su prolongada vida, al igual que antes tuvo un papel decisivo en el nombramiento de Franco como jefe único del bando nacional.
Escribía el 4 de octubre de 1936 un artículo publicado en Faro de Vigo bajo el título «Franco, el conductor de España», que comenzaba así: «Franco es enviado de Dios, como Conductor para la liberación y engrandecimiento de España» y que incluía entre sus epígrafes «Franco como hombre militar», «Franco como hombre de Estado», «Franco como hombre, su Prestigio, Esperanza». Decía en el epígrafe «Franco hombre de Estado»:
Desde el primer momento de la iniciación de esta liberación, ha sido reconocido implícita y explícitamente como el representante de España ante los Gobiernos extranjeros. Sus determinaciones como estadista, sus conversaciones diplomáticas y sus resoluciones, no han tenido, hasta ahora, más que éxitos rotundos. Ha llegado a ganar la admiración y la confianza de cuantos extranjeros tratan con él.
Su ideal como hombre de Estado, al frente de una nación, en los momentos actuales de la vida internacional, claro, conciso y preciso, está expuesto en sus solemnes palabras en el momento de la toma de posesión como Jefe del Estado, al dirigirse a la Nación y luego después en su alocución por la Radio al pueblo.
Aludiendo a su prestigio decía:
El prestigio no se impone, se recibe espontáneamente. Franco «El Conductor» es el prestigio; los generales le obedecen gustosos, los jefes de las columnas, cuando cumplen sus órdenes para la batalla llevan la fe de su acierto, las tropas lo admiran y lo veneran. Yo, el fundador de la Legión, empecé teniendo por él sentimientos paternales, después fueron evolucionando estos sentimientos y ya, desde hace tiempo, he recurrido siempre en demanda de consejo y cuando emito mis modestos juicios ante él, si él los modifica o rechaza, lo acato convencido de que el equivocado soy yo.
Escribiendo en el epígrafe titulado «Esperanza»:
La esperanza de España está hoy en su Conductor. España tiene fe, y entre todos el que más fe, más esperanza y más seguridad tiene en la victoria de los Ejércitos en la liberación de España y en el esplendor del. Imperio español, en manos de Franco, es el Conductor.
El General Millán Astray. Fundador de la Legión.
El 6 de octubre de 1936 continuaba en la misma línea con un artículo en La Gaceta Regional de Salamanca titulado «Una acertada silueta del Jefe del Estado hecha por el glorioso general Millán Astray»:
Es hoy en general Franco el primer estratega de este siglo y un táctico eminentísimo […] Yo le vengo observando —sigue diciendo Millán Astray— desde 1921 y he podido apreciar que su inteligencia es clarísima, su juicio exacto, su memoria prodigiosa, hasta el extremo de que sabe en todos los momentos de la batalla el número de proyectiles de que disponen sus fuerzas y toda clase de detalles secundarios. Franco es un hombre que se gana la admiración y la confianza del pueblo todo, como antes se ganó la mía.
El 8 de diciembre aparece en el Diario de Navarra, «Una Fe; Una Patria; Un Imperio», y el 10 de diciembre «Una Patria, un Estado, un Caudillo. Una patria; España. Un caudillo; Franco». En La Gaceta Regional del 16 de diciembre de 1936, escribe «El interior de la Guerra» en el que afirmaba:
Por privilegio de Dios, lo ostenta un Generalísimo, al que todos obedecen ciegamente, y lo que él decide en cada momento es lo que ha de hacerse. Esto se cumple siempre y siempre gustosos […] Y como en la Santa Cruzada de Pedro el Ermitaño, se fueron uniendo todos, incorporándose.
En La Gaceta Regional de 29 de diciembre de 1936 escribe «Un Gobierno frente a un caos»:
En la zona roja del Oriente de España: Impera la anarquía. En la zona azul liberada de Occidente: Hay un Gobierno, hay orden y se disfruta de la paz ciudadana. […] Esto es la España roja sólo un boceto, no todavía el cuadro completo de lo que sería el comunismo ruso-soviético-judío: URSS, Arriba el puño; UHP y Viva Rusia.
La España Nacional: Un Jefe de Estado que es, también, el Jefe del Gobierno y el Generalísimo de los Ejércitos: Orden, paz pública, respeto a la propiedad de cada uno. Disciplina en las tropas. Y en el campo y en la población: tranquilidad.
A su presencia en la prensa escrita de toda la zona nacional se unen su multitud de intervenciones en RNE y otras radios locales. En ese mismo mes de diciembre de 1936 dirá sobre la nueva figura del Jefe del Estado:
Españoles y españoles asturianos; los que hayáis escuchado las palabras de Franco: El Jefe del Estado español. Yo os digo. Reflexionad en lo que os dice. Escuchadle atentos y sabed: Que él, que nos representa a todos; que él, que es el Jefe del Estado que habrá de regir toda España, que sus palabras son verdades inconmovibles, que tienen mucha más fuerza que esas leyes que os dictaban aquellos que ofreciéndoos la felicidad, lo que hacían era vuestra ruina y su enriquecimiento.
Que es lo que os promete Franco ha de cumplirlo y lo cumplirá. Fundamentalmente porque puede, porque podrá: porque para él lo que ofrece es posible, puesto que tiene detrás, unidos, apretados, al Ejército victorioso y al pueblo. ¡A ese pueblo de verdad por él y por todos nosotros tan querido!
El decidido apoyo de las naciones totalitarias, Alemania e Italia, también Portugal, a la España franquista hace que, por mimetismo y por conveniencia, la figura de un líder carismático, de un dictador, vaya cobrando forma como ideal de gobierno para los nacionales.
A la ayuda italo-alemana inicial en aviación, del verano de 1936, se une, durante la segunda quincena de noviembre, la llegada de la Legión Cóndor alemana y, en diciembre, cuatro divisiones italianas, enviadas como respuesta a las Brigadas Internacionales, venidas para reforzar el frente de Madrid, y la afluencia masiva de material militar soviético para el Frente Popular. De Portugal llegarán los Viriatos, como refuerzo al bando franquista.
La influencia ideológica y política de las naciones amigas se deja sentir desde un primer momento entre los sublevados. No debemos olvidar que en aquellos años el prestigio ideológico y político del régimen fascista de Mussolini —que gobierna con éxito desde 1922— es enorme, a lo que se une la tradicional admiración de los militares españoles por el ejército alemán, que usufructúa con éxito el régimen hitleriano.
Son unos años en que el estilo creado por el fascismo italiano hace furor en toda Europa. En relación a la figura de Mussolini, dice su biógrafo, el británico Jasper Ridley, que hombres de Estado británicos como Curzon, Austen, Chamberlain y el propio Churchill fueron ganados por el encanto de Mussolini. Emil Ludwig quedó no sólo subyugado por la personalidad del Duce, sino también por su régimen. Ludwig recuerda cómo el tiempo que no pasaba entrevistando a Mussolini lo dedicaba a pasear por Roma. Asistió al estreno de la ópera Don Pasquale de Donizetti y «advirtió que las toilettes de las damas del público eran más elegantes y costosas que cualquiera de las que había visto en otros estrenos, fuesen del Metropolitan de Nueva York o en la Ópera de París». Igualmente señalaba que un día que comió con halo Balbo en la cafetería del Ministerio del Aire y comparó la experiencia con una comida semejante en la cafetería de un edificio oficial de Moscú donde «vio que los funcionarios se sentaban en tres grupos diferenciados según su rango en los ministerios y el partido y que de más alto rango comían más y mejor que los de sus subalternos. En la cafetería del Ministerio del Aire, en Roma, todos los miembros del personal se sentaban juntos y comían la misma comida, por la cual los altos funcionarios pagaban siete liras mientras que los cargos menos importantes pagaban dos»[5]. Si personas poco afines ideológicamente demostraban un cierto grado de admiración por el fascismo, cómo no se iba a producir algo mucho más acentuado entre sus aliados y seguidores, en mayor o menor grado, de la España nacional.
La naturaleza dictatorial y mesiánica de Mussolini y Hitler, de los sistemas políticos que encabezaban, aliados de España, son un perfecto modelo y referente para Millán Astray en su tarea de potenciar y exaltar de la figura de Franco. No es fascista, ni falangista, aunque estas ideologías nuevas por su carácter militarista, jerarquizado y autoritario, le hacen sentirse a gusto y cómodo. Para un militar como él, unas ideas políticas que postulan la impregnación de la sociedad de valores castrenses parecen en mayor o menor medida aceptables; además, sus seguidores se integran como voluntarios en unidades de combate —las banderas de Falange— como si fueran legionarios, lo que hace que su ideal gane puntos a sus ojos. El mundo entero parece encaminarse hacia regímenes más o menos fascistas, siendo la ideología más joven y de moda de su tiempo, y Millán Astray se deja llevar por la corriente:
Nuestra guerra, tan española en sus raíces, tomaba demasiadas cosas —a juicio del monárquico Pemán— de los espectaculares e ilusos totalitarios vecinos… D’Annunzio influía en la teatralidad de Millán; y Ciano en la ilusión de Serrano Súñer. Desaparecidos los modelos italianos, los años que le quedaron de vida al general creador del Tercio fueron más profundos[6].
En La Gaceta Regional de Salamanca del día 8 de enero de 1937 dedicará Millán Astray una glosa a Mussolini y a los nuevos dictadores:
Mussolini: el Duce de Italia
Franco: el caudillo de España
Hitler: Führer de Alemania.
[…] Horacio, que era un vate, un adivino, el poeta de Roma terminaba un hexámetro dedicado a Augusto. Tu DUCE, CIESAR, presagiando con una anticipación de dos mil años la figura de un hombre que iba a resumir esencialmente todo el genio romano, César y Duce son los dos atributos, las dos varas de este Jano Imperial llamado Benito Mussolini, conductor victorioso de Italia en la pelea, pero también necesariamente honrado, pacífico, magnánimo; como un pretor de la antigüedad, dando a cada cual lo suyo y manteniendo siempre la palabra comprometida. El romañolo Mussolini, nieto de campesinos, hijo de un forjador, herrero del Fascismo, ha continuado por la sangre y por el espíritu la sacrosanta tradición milenaria de Roma fundadora, unificadora, universal: pero Benito Mussolini ha traído a su vez, cuando nació en Predapio, otra misión, otra providencial tarea que no cumplió el Imperio de los Césares, aunque Roma fue entonces el mundo de la civilización y sus aledaños eran aquende el mar y allende los desiertos, y más allá del desierto y del mar no había sino otro mundo nebuloso, conocido sólo por Dios: El mundo de los bárbaros…
Benito Mussolini ha superado la Italia maquiavélica, y la Italia de la camisa roja garibaldina para volver a la Roma Imperial, a la Roma Cesárea, porque allí halla los materiales que le han servido a su labor personalísima.
Mussolini, con ayuda de Dios, está salvando el mundo de todos los pecados de la carne mortal, de todas las acechanzas luciféricas, de todas la falacias que el marxismo satánico y el demoníaco Lenin tendieron a la pobre humanidad, extraviada y doliente con la fórmula falsa y mirífica de la justicia social. Mussolini con el hierro y con el pan ha deshecho la patraña comunista, ha clavado a Luzbel como un San Miguel Arcángel. La espada del Fascismo; esta misma espada que brinda pan al pobre y equidad al menesteroso, la espada social que arrebató a quienes la utilizaban como un cuchillo.
La civilización occidental paga sus muchas culpas, porque no estaba contra la vida cómoda. La civilización occidental sufre, pero ya se siente arrepentida. Vive ahora dentro de la expiación de un purgatorio, elevando sus ojos hacia el Duce, que cada día se va convirtiendo en símbolo, en puro mito, y asciende su mirada hacia Hitler, que como un vikingo rubio, sostiene férreamente las bóvedas del orden nuevo y contempla ilusionada al Caudillo Franco. Porque los tres Caudillos juntos son quienes representan hoy la voluntad y la verdad de Dios.
Por aquellas mismas fechas publica Millán Astray el artículo «Franco el Caudillo de España» en el que hace nuevamente una glosa a los tres dictadores, en la línea propagandista que también surgiría en Italia con la popular marcha militar I tre condottieri (Mussolini-Hitler-Franco) de Sopranzi y Cacini:
En las ásperas montañas de Galicia; en sus costas bravas; en aquellas tierras de pórfido y granito, se hizo la gestación del que por nacer allí y respirar por primera vez el aire y ver la luz de España en aquellos lugares, fueran sus ojos claros como la luz del sol, y su voluntad y su energía como el granito y la costa brava.
La voluntad de Dios se cumple siempre: España, por mandato divino, está designada para salvar a los hombres y defender a Dios […].
Pronto en las tierras yermas, convertidas en vergel por el esfuerzo titánico del teutón, también por el dedo surgió Hitler, el Führer. Rompe las cadenas que querían aprisionar a un pueblo guerrero desde que nació. Reúne también en apretado haz a los alemanes, que son todos soldados ante el altar de la Patria y el grito de la Independencia. Y comienza la gran batalla. Y Alemania, colocada en el corazón de Europa, se convierte en colosal fortaleza inabordable. Y detrás de sus fortificaciones —siendo la principal de ellas los pechos alemanes— alinea sus Ejércitos, se pone al frente, vence al enemigo —al cuervo con alas negras con águila alemana— y lanza el grito alemán, con la voz tonante de su Führer: ¡Alerta, mundo entero, que aquí está Alemania!
España es hoy el sitio elegido, con la más pérfida saña, por el judío comunista-soviético. Y España, cual Italia, cual Alemania, por ser un pueblo con hombres, con todas las condiciones de los hombres, con cuerpo duro y alma pura, busca entre ellos mismos su Führer y su Duce, y encuentran aquel joven gallego que nació al pie de las montañas, desafiando a las furiosas olas del Atlántico. Y al contemplar su historia. Al ver su fortaleza. Al mirar a sus ojos claros y límpidos, le dice en clamor unánime: «Tú eres el Calad-filo. Nosotros, detrás, y tú nos alineas. ¡Llévanos a la batalla, conducidos por tu genio guerrero, por tu energía, por tu acierto, por tu fortuna! ¡Echemos de nuestro suelo al enemigo! ¡Formemos también nuestro Ejército español, y tú, puesto al frente, levantarás tu espada victoriosa, mirando a Oriente, y saludarás al Duce, al Führer, ya que tú eres el Caudillo!»
Ya los tres, con sus huestes en filas aguerridas y apretadas, sin temor a nadie ni a nada, ordenan que suenen sus clarines contra el comunismo destructor del Mundo, y dice: ¡Aquí estamos España, Italia y Alemania!
Millán Astray no elude, en ningún momento, cuestiones que en la actualidad serían la pesadilla de cualquier responsable de un gabinete de comunicación. La lógica incuestionable de la guerra le hace afrontar los temas más duros con una descarnada naturalidad. Así en un artículo de La Gaceta Regional, de 2 de abril de 1937, habla de la actitud de Franco cuando ratifica una pena de muerte, pues «ejercer la justicia es la más augusta misión del Jefe del Estado». Dice:
En todas cuantas causas, y eran muchas, que los Tribunales proponían la aminoración de la pena, todas las aprobó. En aquellas en que el fallo fue a condena definitiva, aprobó la sentencia dictada por el Tribunal, las pruebas aportadas habían sido tan plenas y tan horrendos los crímenes contra la Patria y contra los semejantes, que no había camino posible de clemencia, atendiendo a los altos deberes de la defensa de la misma existencia de la Patria y de la defensa de la vida y del honor de los ciudadanos pacíficos. En los demás casos imperó la generosidad.
El 29 de junio de 1937 en La Gaceta Regional aparece «Franco, el Generalísimo, trabaja contento y satisfecho». Es quizás éste el momento culminante en sus loas a Franco, a su capacidad de trabajo y esfuerzo, como estadista, legislador y organizador, en la misma línea propagandística y mitificadora de figuras como Napoleón, Mussolini y Hitler. A este artículo sigue otro titulado «Un testimonio autorizado sobre la ejemplar vida de Franco» y otro, de 31 de octubre de 1937, en La Gaceta Regional, «Franco ganará la Guerra y la Paz».
Publicará en Faro de Vigo, el 25 de enero de 1938, un artículo titulado «A los cadetes: El camino de los Caballeros», antes dictado en una charla radiofónica. En su intervención, una vez más, exalta la figura de Franco para luego defender que:
[…] la unidad de España, está basada fundamentalmente en la unidad de nuestra Religión, en la unidad de nuestra Lengua y en la unidad geográfica de nuestro suelo; cuanto a ella se oponga, se opone a nuestra Unidad.
Para conmemorar el II aniversario del Alzamiento Nacional escribe en el Diario Regional de Valladolid, el mismo 18 de julio de 1938, el artículo titulado «En el primer día del tercer año triunfal de la victoria definitiva», en el que junto a llamar a Franco El Almansu, El Almanzor, el Victorioso, le califica de justiciero, guerrero y estadista:
[…] Los comunistas o pseudo-comunistas presentan como el ideal más puro el de LA DEFENSA DE LA DEMOCRACIA, enfrente de los estados totalitarios. La situación es tan grave, que para los que se encuentran en los ámbitos de los campos de lucha —y acabamos de decir que la lucha es Universal— ya no hay opción; o se es comunista o se es nacionalista totalitario. Y el que por falta de inteligencia, por timidez o cobardía pretenda quedarse neutral, no lo conseguirá; la realidad obliga a hacer a los pueblos y a los hombres en estas horas; o comunistas o nacionalistas.
El último baluarte del pérfido comunismo, que emplea todas las acciones y todos los medios ruines, se llama, engañando a los incautos, DEFENSORES DE LA DEMOCRACIA. Y la democracia: la historia y la realidad nos demuestra de manera inevitable que la actual democracia que dicen es la verdadera voluntad del pueblo; y con la capa de la voluntad del pueblo, se encubren las más horribles de las tiranías y el más espantoso de los despotismos. Ahí está Rusia. ¡A qué seguir!
Al lado de Rusia marchan algunos pueblos viles a punto de envilecerse aún más, por haber tragado la ponzoña que junto a ellos otros pueblos que quieren cerrando sus ojos y sus oídos a la realidad, navegar entre dos aguas, sin apercibirse y sin aprovechar las enseñanzas trágicas de España: de que no hay más que un camino de salvación; el de despertar a los grandes pueblos en donde se yerguen sus caudillos, los grandes Caudillos de la hora presente en la vida de la Humanidad: Mussolini, Hitler, Hiro-Hito, Oliveira Salazar, Francisco Franco Bahamonde.
El final de esta actuación consciente a favor de la figura de Franco es la aparición de su libro Franco, el Caudillo. Sobre esta obra aparecerá la siguiente crítica en la prensa, claramente halagadora y escasamente rigurosa sobre su calidad literaria:
En su nuevo libro Franco, el Caudillo, Millán Astray se nos presenta como un magistral especialista en el arte de la biografía, hoy tan de moda. […] Unos biógrafos modernos como Emil Ludwig (el más popular de todos), Reik, Chesterton, Pfandl, Zweig y Marañón se limitan a una polarización sistemática de sus puntos de vista, casi siempre unilateral, rígido, casi antipático por el desdén expreso o tácito de cualquier otra posibilidad. Es decir, que estos biógrafos se apoderan del lector y lo sacuden violentamente.
No así Millán Astray. Porque este general, escritor, sobre poseer un dominio del arte literario parejo a las célebres figuras anteriormente citadas, nos resulta más humano, más cordial, más comprensivo. Y, por lo tanto, más profundo. La experiencia vital pasa a través del temperamento de Millán Astray y sale más puro y más brillante.
La labor de Millán Astray a favor de la entronización de Franco como figura incuestionable e incuestionada, se prolongará algunos meses después de finalizada la guerra. Así, a petición de Sancho Dávila, Delegado Nacional de las Organizaciones Juveniles, pronunció Millán Astray un discurso de exaltación a la figura del Caudillo en el que se sintetiza toda la obra propagandística que sobre la figura de Franco había propiciado entre 1936 y 1939, y en el que resume todos los valores, virtudes y principios que había divulgado e impreso en la conciencia colectiva de la España nacional[7]:
Franco representa el valor español, la serenidad. Franco representa la Cortesía Española, porque Cortesía es dominar nuestros instintos, nuestras pasiones o nuestros caprichos en aras de la comodidad y del bienestar ajenos. […] Franco es el jefe… el espíritu de sacrificio… Falange es el Movimiento Nacional… Es un Estado Totalitario en el que todos los españoles participarán en él: unos obedeciendo, otros mandando, y todos poniendo siempre por delante los altos intereses de la Patria y del Estado y relegando siempre los intereses particulares o mezquinos, ante el interés general. […] España será Nacional Sindicalista, que quiere decir: Unión de todos, ricos y pobres, para trabajar juntos, alcanzando el bienestar y la riqueza; pero sin que esta riqueza pase sólo a manos de unos pocos privilegiados. […] Justicia Social… Todos los españoles, ricos y pobres, que ya siempre formarán una sola clase social, tendrán derecho a la cultura, que es el pan de la inteligencia, y el Estado español favorecerá y facilitará a los pobres que lo deseen y lo merezcan, los medios económicos para que a pesar de su pobreza puedan adquirir la cultura conveniente para poder mejor servir a la Patria.
Mientras que en el frente de Madrid, del Centro, del Norte, etc., se producían fuertes choques armados, en la vida cotidiana de las dos retaguardias se vivía una guerra distinta a la de las trincheras y los asaltos a la bayoneta, en buena parte olvidada, oscurecida por los combates.
Sobre lo que ocurría en la zona nacional —menos estudiada que la republicana— nos dice un testigo privilegiado, aunque poco fiable en algunas cuestiones, Ramón Serrano Súñer:
Fueron años, meses y días de idealismo trepidante, de pronta abnegación, de absoluto desprendimiento. Días de austeridad, de honradez y de entrega en los que nadie o casi nadie pensaba en lo suyo ni procuraba su propio porvenir personal porque todo quedaba absorbido por la fiebre creyente, por la esperanza levantada, por la exigencia decidida de una España nueva y mejor. Eran días atroces pero heroicos, dolorosos pero exaltados, en los que algunos nos esforzábamos por hacer lúcida aquella embriaguez con que el español vivía en carne viva el acontecer histórico[8].
En este ambiente el Fundador de la Legión desempeñó también un papel secundario, pero no por ello insignificante en el esfuerzo común de los nacionales por ganar la guerra. Recorrió los frentes, visitó ciudades y unidades militares de forma incansable para un hombre en su situación física y, sobre todo, como hemos visto, habló en radio y escribió en prensa.
Sus intervenciones radiofónicas, aunque no le granjean tanta fama como a Queipo de Llano, fueron abundantes y notables. El carácter directo de sus discursos, su visceralidad y simplicidad consciente del mensaje, le hacen llegar neta y plenamente a sus oyentes. La enorme fama de Millán Astray se ve reforzada por su presencia en las ondas en aquellos primeros meses de la guerra, donde el futuro del bando nacional era francamente incierto y en el que lograr una voluntad de victoria, un firme convencimiento en la misma y lograr decidir a los dubitativos a favor del gobierno de Salamanca, resultaba tan importante como obtener armas y municiones. Gritaba ante el micrófono el 6 de diciembre de 1936[9]:
Decidme, soldados que habéis nacido en España, que estáis en el bando rojo: ¿Qué sentís, los que tengáis honra y vergüenza, al ver a las mujeres jóvenes vestidas con el traje de mecánico y que al descorrer la cremallera se quedan desnudas por completo, enseñando todo lo que el pudor de la mujer prohíbe? Decidme, rojos: cuando lleguéis a casa por la noche, después de haber presenciado, tomado parte o haber presenciado las torturas, el martirio, el ver quemado vivo o acribillado a puñaladas a un ser indefenso y lleno de terror. ¿Qué sentís? […] ¿Sabéis, soldados rojos, lo que sienten los nuestros, los azules, los que llamáis fascistas? Ellos (los nuestros) saben que en las zonas ocupadas por nosotros la vida es tranquila, que no hay asesinatos, que no hay torturas, que no destrozamos las fabricas ni los campos, que no asesinamos a los presos, y saben que al que pide perdón le perdonamos —y esto es muy importante sabedlo todos—, rojos y azules, que no están peleando los nuestros por ninguna esclavitud.
[…] ¿Y sabéis lo que es el comunismo en Rusia? Trabajar jornadas mucho más largas que las que aquí todos teníais, azuzados a latigazos. ¡Todo para los judíos!
[…] ¿Sabéis, socialistas, los que vuestro ideal sea la justicia social, que os den vuestros salarios, que no haya desigualdad oprobiosa de clases: que los poderosos, que los empresarios ricos, que los burgueses adinerados no abusen de vosotros? Pues precisamente para eso están peleando nuestros soldados azules, para que esto no ocurra, ya que en esto lo mismo los unos que los otros tenéis razón. Éste es el lema que lleva en la punta de su lanza nuestra bandera: «Justicia social», amor entre clases; que España sea España; que no se presten los españoles a ser instrumento, el puñal, la tea, la hoz, el martillo, que son las armas que los judíos rusos han elegido para ponerlas en vuestras manos inconscientes.
A ésta siguen intervenciones como: «A los campesinos rojos y azules», de 20 de diciembre de 1936; «Discurso de propaganda de guerra contra Rusia y los comunistas», «Aclaración del concepto de la ciudadanía», «Los explotadores de la guerra incurren en el delito de traición a la Patria», «España en armas: incitando a todos los hombres entre 18 y 40 años a tomar las armas» —en el que preguntaba, «los jóvenes que tienen entre 18 y 21 años: ¿Qué hacen los que ya no están batiéndose en las filas del Ejército, o en las de la Falange o el Requeté? ¿A qué esperan? ¿A que les llamen forzosos? Esto es: o falta de espíritu o cobardía. ¿No se sienten avergonzados al salir de sus casas cada día…?»—, «Cuidado españoles con el espionaje rojos»; «La Aviación», etc., charlas que continuarán durante todo el conflicto. La última seguramente fue la titulada «El general Millán. Astray a los que están en la zona roja expresando el sentir en estos momentos del Generalísimo Franco».
Su actividad en prensa fue también enorme, ya que no sólo trabajó a favor del mito de Franco, lo hizo en otras muchas cuestiones. Aprovechando su fama en América aparecían en La Nación de Buenos Aires, el 10 de octubre de 1936, las siguientes declaraciones:
Es que no se han dado cuenta exacta [la América hispana] de lo que se ventila, del porqué de esta guerra que sobrepasa en horror y en crueldad, por parte de nuestros enemigos, a cuanto nos cuenta la historia: esta guerra, que es la del comunismo internacional contra todas las naciones independientes, del materialismo contra el espiritualismo y contra la civilización del espíritu cristiano; que es la negación de todas las virtudes y la propugnación de todos los vicios humanos; que es la muerte de todos los hombres buenos; que es la destrucción de todas las obras nobles; que es el aniquilamiento de las almas; que es la esclavitud y el más abyecto envilecimiento del hombre que va engañado por fórmulas judías, mirificas, falsas e irrealizables y que en el engaño busca una oculta venganza apocalíptica para que corra la sangre de los hombres […] El mundo entero ya no tiene opción: o se es nacionalista o se es comunista.
En La Gaceta Regional, del 8 de diciembre de 1936 escribe el primer artículo de una serie, «El general Millán Astray a los legionarios»:
[…] Cuando llegó la República (que nos ha traído el estado en que hoy nos encontramos), como todos los españoles creímos de buena fe que era voluntad del pueblo, la acatamos. Y vosotros también. La República, mientras no era comunista, fuisteis, como siempre, leales. Y cuando la República os llamó para defenderla en Asturias, la defendisteis salvándola. Luego, aquella República, manejada por traidores a España, lejos de agradecer vuestro servicio leal, empezó a perseguiros y a insultaros. ¡Insultar a la Legión! ¡A la Legión insultarla, es atraer sobre el que lo haga su muerte! La Legión es el honor, el heroísmo, el sacrificio. ¡Pero insultarla! ¡Y además traer el comunismo judío! ¡Que la Legión presencia —los caballeros legionarios, los magníficos caballeros— que se asesinen a las mujeres, a los niños, a los viejos! ¡Que se incendia, se roba, se atormenta a seres indefensos! Y disteis el primer grito en Melilla.
Siguiendo a este artículo, también en La Gaceta Regional, del 9 de diciembre, publica «El general Millán Astray a los españoles: Es espíritu de disciplina». Ese mismo día aparecía, en La Gaceta Regional, el artículo «La ola comunista judía ya ahoga a los mismos rojos». El 10 escribe «El general Millán Astray a los españoles: El espíritu de sufrimiento y de dureza»; el 11 «El general Millán Astray a los oficiales del Ejército y Milicias» en el que escribía:
Señores oficiales: La misión de las tropas es la defensa del territorio nacional: España. Estamos en guerra con nuestro enemigo, el comunismo internacional, que ha invadido extensas regiones de España. Tenemos que vencerlo y expulsarlo del suelo de nuestra santa Patria.
El 19 de diciembre de 1936 inicia la publicación de varios artículos sobre las fuerzas nacionales combatientes: «Nuestros soldados de reemplazo: Los Batallones de Infantería», «Los cazadores del aire», etc. El 29 de diciembre aparece «Un Gobierno frente a un caos», seguido de otro el día 30, «Los nuevos generales divisionarios», en el que exalta los ascensos de Mola, Orgaz, Ponte, Dávila, Valdés y López Pintos a generales de división; «todos estos soldados españoles tienen el sagrado depósito de la confianza de la Patria, del Generalísimo Franco, Jefe del Estado español, y de sus tropas». A éste sigue otro en el que hace balance de la guerra bajo el título, «Balance que presenta la España Nacional ante el mundo, de lo acaecido durante los cinco meses del año 1936 en la guerra de liberación».
A comienzos de 1937, el 6 de enero, escribía en la prensa salmantina el artículo titulado «Hemos obtenido una victoria en las dos guerras»:
Pero lo extraordinario de esta victoria ganada por la fuerza de las armas, es que hemos obtenido otra victoria: La de haber vencido (en campo abierto también) a la mentira técnica ruso-judío-soviética, infame y pergeñosa, en lucha con la verdad escueta, limpia, castellana y española. Ya ayer día 4 de enero, ha dicho la radio roja: «Hoy se ha combatido intensísimamente en los sectores de Villanueva del Pardillo, las Rozas y el Plantío (verdad). Nuestras fuerzas tuvieron que replegarse (verdad).» Y hoy mismo, el día 5 de enero, ha dicho la Unión Radio roja de Madrid: «En el día de hoy se está sosteniendo una fuerte lucha en el cerco de Madrid.»
Millán Astray encabezó algunas campañas propagandísticas que tuvieron su impacto entre la población de la España nacional del momento. Publicaba el 11 de abril de 1937 un artículo titulado «Ningún español sin pan, afirma Franco», en el que ensalza los logros materiales de los nacionales[10]. También dirigió desde La Gaceta Regional de Salamanca una campaña bajo el lema «Los huérfanos de la guerra necesitan el sostén de todos», explicando el 16 de mayo el ejemplo del pueblo de Guijuelo con su recién fundado orfanato municipal. Una vez más surgía en él la huella asistencial y caritativa que sembró su padre, el polémico director de prisiones.
El 11 de septiembre de 1937 pronuncia en Bilbao la conferencia «La democracia en el orden social», de la que da noticia el Diario de Navarra y en la que dijo: «La Justicia Social se apoya en la democracia, pero hay dos clases de democracia: la democracia artificial o liberal… y la democracia verdad, a la que de un salto va el régimen fascista.» Esta charla también aparece publicada en La Gaceta Regional del 17 bajo el título «Alocución a los españoles, pronunciada en Bilbao el día 11 de septiembre de 1937»:
No, obreros queridos, os engañaban. El capital, la técnica y el trabajo son, y no cometo irreverencia ante mi fe al compararlos a la Santísima Trinidad: tres personas distintas y un solo ser verdadero. Tres personas distintas: Capital, Técnica y Trabajo. Un solo ser verdadero, en definitiva: el Trabajo productor, para mantener al hombre, atender a sus necesidades para hacer lo más amena posible la marcha por esta vida, tan llena de dolores, de amarguras y de sufrimientos.
Capital y Trabajo son los hermanos siameses, unidos por el pecho con un solo corazón: si el uno muere, muere el otro, y si uno mata al otro, se asesina a sí mismo.
Publicó otro artículo, el 30 de enero 1938, dedicado a los obreros ferroviarios: «La justicia Social y el Nuevo Estado.[11]» Artículos que corrían paralelos con su actividad en pro del mito de Franco: El 12 de febrero de 1938, aparece una nueva soflama en favor del Caudillo, «Franco en la Batalla»[12] sobre su actuación durante los combates de Alambra.
El ambiente en el que se producen estas intervenciones resulta difícil de percibir en la actualidad. Los recuerdos de Dionisio Ridruejo, escritos en 1962, cuando ya había roto con la España de Franco, pueden resultar de ayuda para comprender el ambiente que se vivía en la retaguardia de la España nacional en aquellos días:
La guerra determinó —a su modo y con características especiales— uno de los momentos de entrega a una causa pública más densa, generalizada y entusiasta que ha conocido España. Es verdad que el entusiasmo o embriaguez en la esperanza.
Frente al ¡No pasarán! defensivo de la República, los nacionales veían la zona contraria como terreno a conquistar, a liberar. En este ambiente se oían y leían los discursos del mutilado Millán Astray.
Entre las muchas intervenciones públicas en que el General aparece como portavoz no autorizado del Cuartel General del Generalísimo, nos encontramos una motivada por el Decreto de Unificación y sus consecuencias.
Salamanca, en abril de 1937, era un foco de conspiraciones políticas dentro del seno de la España nacional. En la prensa se desmentía que se hubiese producido un atentado contra Franco, mientras Alcázar de Velasco conspiraba con diversos grupos falangistas para asesinar al Caudillo y anticipar la unificación. El proyecto de Nicolás Franco de un partido franquista había quedado olvidado ante el tirón que las camisas azules y las boinas rojas tenían entre los partidarios de la España nacional.
El Generalísimo pensaba cada día más en la unificación de falangistas y carlistas como única salida política para ganar la guerra. Franco era consciente de los movimientos y conspiraciones agitando a sus partidarios. Hasta el Cuartel General llegaban noticias de las conversaciones que se estaban produciendo entre falangistas y requetés, compañeros de trincheras, para hacer unificación voluntaria de sus milicias e imponerse así a los militares.
El Cuartel General del Generalísimo conocía con detalle la situación gracias a la actuación del comandante de la Guardia Civil Lisardo Doval responsable de los servicios de seguridad. Los carlistas, liderados por Fal Conde, y sectores falangistas, netamente fascistas, se oponían a cualquier actuación que llevase a poner en manos de Franco el futuro político, no militar, de la España nacional.
El embajador de Italia en España informaba, el 5 de abril, a Ciano:
Políticamente la situación actual se caracteriza por el intento, débilmente conducido por Franco, de apoderarse de todos los partidos y fundar sobre su fusión su propia jefatura personal sobre las fuerzas políticas y sindicales. Los que sostienen a Franco de buena fe saben que no es fascista. Nicolás Franco está de acuerdo con los secesionistas [de la Falange] para eliminar a Hedilla y sustituirlo por un jefe dispuesto a hacer la fusión[13].
En aquellos días la campaña del norte de España está en su momento álgido. Mola, el 7 de abril, deja caer desde los aviones nacionales una proclama en la que se puede leer:
Último aviso: he decidido terminar la guerra en el norte de España. Quienes no sean autores de asesinatos y depongan las armas y se entreguen serán respetados en vidas y haciendas. Si vuestra sumisión no es inmediata, arrasaré Vizcaya empezando por la industria de guerra. Tengo medios sobrados para ello. El general Mola.
Mientras, en el frente de Aragón, en la sierra de Alcubierre, sesenta falangistas son pasados a cuchillo durante un golpe de mano de las tropas republicanas, antes de que pueda darse la alarma. El día 10 la Falange de Castilla devuelve la humillación de Alcubierre desbaratando, con enormes pérdidas para el enemigo, un ataque en la Cuesta de las Perdices. Las banderas de Falange y los tercios de Requetés están demasiado ocupados en el frente para poder distraerse con lo que está ocurriendo en Salamanca. Las peticiones de Herlilla y de su emisario, Vicente Gaceo, que intentan convencer a las unidades de sus milicias que combaten en el frente para que regresen a retaguardia y se impongan por la fuerza, son un fracaso. Girón, Ridruejo, Sagardía y el muy falangista Yagüe deciden mantenerse neutrales.
Franco tranquiliza a alemanes e italianos, informando al embajador nazi Faupel, el 11 de abril, de que va a proceder a unificar falangistas y tradicionalistas en un solo movimiento bajo su dirección, pero gobernado por un órgano, la Junta Política, en el que piensa dar primacía a los falangistas. Este plan de unificación teñido de azul era una concesión de Franco a sus aliados totalitarios, pero que redundaba también en su propio beneficio, pues muy difícilmente podía convertirse Franco en líder de un grupo monárquico ultralegitimista como eran los carlistas, mientras que sí podía perfectamente ser aceptado como jefe nacional por los falangistas.
El enfrentamiento armado en Salamanca entre los partidarios de Hedilla, contrarios a la unificación propiciada por Franco, y los falangistas profranquistas liderados por Sancho Dávila, ante la neutralidad del jefe provincial de Salamanca y de los importantes grupos falangistas de Valladolid, se saldará con la muerte de Alonso Goya y de un escolta de Sancho Dávila. Garcerán, pasante de José Antonio, recibió a tiros a sus camaradas hedillistas. Finalmente el comandante Doval, con fuerzas de la guarnición de la ciudad y la guardia mora del Cuartel General, restablece el orden. El 18 de abril, Franco, en presencia del propio Hedilla, pronuncia un discurso nacido de la pluma de Giménez Caballero y Serrano Súñer en el que se anuncia la unificación. El 19 se firma el decreto por el que surge «una sola entidad política nacional, enlace entre el Estado y la sociedad». Surge el partido único FET de las JONS, el Movimiento Nacional.
No habrá más resistencia armada a la unificación, pero entre sectores falangistas y carlistas surgirá un cierto rechazo al régimen de Franco que perdurará a lo largo de todo su gobierno y muchos años después, durante la Transición.
En estas tensiones que vive la España Nacional, y que han podido llevarla a perder la guerra, Millán Astray tendrá también su papel como portavoz no autorizado de Franco.
Ya desde finales de 1936 postulaba la unión de todas las fuerzas nacionales. Román Oyarzun, en un artículo de 19 de diciembre de 1936 publicado en El Pensamiento Navarro bajo el título de «Una idea Requeté y Fascio», postulaba la necesidad de llegar a un entendimiento entre las dos fuerzas más poderosas de la nueva España:
¿Es posible —terminaba— la unión, o por los menos la inteligencia entre Requeté y Fascio? ¿No cabe intentarlo? Sabemos que esto es uno de los afanes del glorioso mutilado de África, el general Millán Astray. ¿Por qué no apoyarle[14]?
En el verano de 1937 pronuncia un importante discurso en el Teatro García Barbón de Vigo, con motivo de su incorporación como militante al partido único, Falange Española Tradicionalista y de las JONS, y que será publicado en Faro de Vigo, el 28 de agosto:
Al incorporarme, como general del Ejército, a la Falange Española Tradicionalista y de las JONS, que es el movimiento militante inspirado y base del Estado español, doy satisfacción a mi vehemente deseo, y, al mismo tiempo, cumplo la orden del Generalísimo y Jefe Nacional, que así lo ha dispuesto en el Decreto 333 del Gobierno del Estado.
Vengo a este acto, a daros cuenta y a expresaros lo que, para mí, significa mi incorporación, como militante, a la Falange Española Tradicionalista y de las JONS junto con todos mis compañeros, generales, jefes, oficiales y clases que integran el Ejército.
Su ejemplo había de servir para que los remisos a unirse al nuevo partido diesen el paso adelante de cara a lograr la unidad que se requería para alcanzar la victoria en la guerra.
En el discurso de despedida de Millán Astray a los legionarios voluntarios portugueses, los Viriatos, que habían luchado junto a los nacionales, titulado «Igualdad en los deseos, igualdad en los destinos, igualdad en nuestra mutua e intangible independencia» decía:
Es Oliveira Salazar elegido de Dios, también, como nuestro Franco. Es fuerte, es joven, es bravo e inteligente, es honrado y es virtuoso.
Los dos, Oliveira y Franco, traspasan los linderos que han de romper para llegar a las cumbres los hombres geniales, y Oliveira salva, purifica, encauza y engrandece a Portugal; no le es necesaria la guerra, pero cuando le es preciso: Fuerza y violencia, la ejercita y vence…
[…] estos son nuestros sentimientos, ¡bien lo sabéis! Señor Embajador de Portugal en España, elegido entre los más queridos de nuestros amigos, señor doctor don Pedro Teotonio Pereira; y bien lo sabe nuestro Embajador de España en Portugal, el ilustre marino y aviador militar, señor don Nicolás Franco Bahamonde, digno hermano de nuestro Caudillo y de nuestro héroe nacional Ramón Franco Bahamonde, ¡Presente por España!
Tras sus habituales palabras de exaltación a la figura del Caudillo hablará del nuevo Movimiento Nacional, centrándose en la primacía de la Falange en la nueva España, con sólo algunas alusiones al papel que desempeñan los tradicionalistas en el nuevo estado de cosas[15], a pesar de combatir los requetés en todos los frentes:
Todos estamos unidos en el Movimiento Nacional, mezclándose íntimamente nuestra propias voluntades y la voluntad de Franco; que un día ordenó que todas las milicias fueran una sola y ellas y el Ejército fuesen uno; uno solo, con el pueblo, y que todos los demás, aquellos que no acaten el Credo del Movimiento Nacional, queden ipso facto apartados en cuanto a su intervención en el servicio del Estado, en todos su puestos de mando.
Finalmente se centrará en el nuevo ideario del partido único de clara y masiva inspiración falangista, aunque conscientemente retocada y adaptada a las nuevas circunstancias. Hablará de los 26 puntos programáticos de la Falange, que explica con detalle, haciendo una clara y directa mención al suprimido y olvidado punto 27 por ser claramente incompatible con el Decreto de Unificación. El punto 27 decía:
Nos afanaremos para triunfar en la lucha con sólo las fuerzas sujetas a nuestra disciplina. Pactaremos muy poco. Sólo en el empuje final por la conquista del. Estado gestionará el mando las colaboraciones necesarias, siempre que esté asegurado nuestro predominio[16].
Sin lugar a dudas este 27 y último punto formaba parte de unas máximas programáticas que muchos falangistas estaban dispuestos a cumplir hasta las últimas consecuencias y que iban, en mayor o menor medida, en contra de los designios unificadores de Franco. Por ello Millán Astray será uno de los encargados de reconvertir a los azules a los intereses de Franco y de sus partidarios, a la nueva España nacional oficial:
El punto 27 no hace falta, puesto que en él se trata del empuje por la conquista del Estado, y el Estado Español es ya el Estado Nacional Sindicalista y Tradicionalista apetecido.
El que yo acepte, como acepto, en toda su integridad, los 26 puntos del Credo de Falange que he tenido el honor de exponeros no tiene más importancia. Lo que yo aquí quiero hacer resaltar y subrayo, es que de la misma forma en que yo os leo y comento estos 26 puntos, tuve el muy alto honor, en un día, hace ya tiempo, de que fuese el Jefe del Estado, el Generalísimo Franco, el que hiciera esto en mi presencia, y por tanto, cumplo la voluntad de nuestro Caudillo liberador de España, el Generalísimo Franco, al mismo tiempo que cumplo mi deseo, aceptando los 26 puntos de Falange.
Junto a esta intensa labor en el campo de la propaganda, Millán Astray también iniciará el que será, sin lugar a dudas, su último gran servicio a España, a la causa nacional, la fundación y organización, por orden expresa de Franco, del Benemérito Cuerpo de Mutilados de Guerra por la Patria.
Recibió la orden del propio Franco el 19 de enero de 1937, dejando inmediatamente su cargo de responsable de Prensa y Propaganda de la España Nacional para ponerse al frente del nuevo proyecto. Nombramiento que, por otra parte, sirvió a Franco para quitarle la responsabilidad de la dirección de un departamento fundamental como era el de Prensa y Propaganda, puesto que, sin lugar a dudas, le venía grande y que en aquellos momentos Franco podía encomendar a personas más cualificadas.
Desde varios años antes ya le rondaba por la cabeza al General la posibilidad de fundar una asociación cívica, al estilo de la institución Salutary Army, que acogiese y defendiese los derechos de los militares y soldados mutilados, aunque pensaba que el momento de empezar estaba aún lejano. La guerra y Franco acortaron este tiempo.
En su Hoja de Servicio aparece la siguiente anotación:
1936. […] fue nombrado por el Jefe del Estado, para organizar en Salamanca la Delegación de Prensa y Propaganda, organizándola en sus primeros elementos de Radio y Prensa, en cuyo cometido finó el año.
1937. […] cesa en el cometido de Prensa y Propaganda. Por Decreto de 24 de enero (BO nº 96) se crea la Dirección General del Benemérito Cuerpo de Caballeros Mutilados de Guerra por la Patria, y por Decreto nº 189 de 23 de dicho mes es nombrado General Jefe de la referida Dirección General[17].
En La Gaceta Regional del 27 de enero de 1937 se da la noticia de la fundación del que se denomina en el artículo como Glorioso Tercio de Mutilados y Heridos de Guerra. Millán Astray inicia las gestiones para su fundación muy lentamente. La guerra y su intensa labor en retaguardia no le deja demasiado tiempo para la organización del nuevo Cuerpo de Mutilados. Además la guerra ha empezado hace poco tiempo, y en aquellas fechas las cifras de heridos eran aún muy exiguas.
En aquellos meses, Millán Astray consume su tiempo, como hemos visto en muy diversas actividades encaminadas a mantener la moral y acentuar el esfuerzo de guerra de toda la España nacional. Su figura y su ejemplo siguen siendo muy útil es en el campo de la propaganda.
Los recuerdos y anécdotas de esta etapa son muchos. La Legión está siempre presente y en primera fila de sus actuaciones. Así cuando una nueva promoción de alféreces provisionales se incorporó al Tercio, su Coronel Honorario los recibía en persona. Sus palabras —como recordaba mi maestro y amigo, el académico de la Historia y alférez legionario Demetrio Ramos— eran impactantes. Incitaba a los jóvenes oficiales a luchar y a arriesgar sus vidas sin darle la mayor importancia. Les recordaba que el dinero que acaban de recibir de las arcas de la Legión no era para enviarlo a sus casas o para ahorrarlo, sino para gastarlo alegremente en vino y mujeres, pues ninguno de ellos sabía si estaría vivo al día siguiente. Sus palabras, dichas a unos jóvenes casi niños, les electrizaban. Con estas actuaciones respondía al mandato directo de Franco, que le había encargado que «vigilará el estado moral de la tropa y me [le] informará de lo que él estime que haya de llegar a mi conocimiento».
El fundador de la Legión empleará su imagen, su ejemplo, como eficaz acicate para las tropas. Para cumplir esta misión visitará directamente a los combatientes en las trincheras, en pleno combate. Vicente Gil recuerda cómo, siempre que había combates, estaba por allí Millán Astray[18]:
Siempre que había cosas gordas, aparecía Millán Astray (parecía gafe). En aquella ocasión se acercó a la ventanilla del coche y le dijo al Caudillo:
—Mi General, métete aquí.
Señalando a una especie de puentecillo que había en la carretera.
El Generalísimo, sin mirar siquiera hacia dónde le señalaba, respondió:
—Yo no me meto en ningún lado.
Millán. Astray, contrariado, reaccionó:
—Tú no eres Generalísimo ni eres nada.
El Caudillo, sin inmutarse, pronunció estas palabras:
—Ya me lo dirás mañana.
El incidente quedó ahí, pues la amistad entre Franco y Millán Astray era entrañable.
En diciembre de 1936, la 4.2 Bandera de la Legión, muy castigada por los combates, estaba procediendo a su reorganización en Guijuelo. Llegarían las noticias de que iba a ser visitada de improviso por Millán Astray. Su jefe, el entonces comandante Iniesta Cano, se preparó para dejarse sorprender. La Bandera, cuando llegó Millán Astray en su coche, formó como un solo hombre —como si hubiese estado ensayando toda la mañana, cosa que por cierto hizo— al oír la contraseña legionaria y la marcha de infantes. El general quedó muy impresionado. Preguntó cuántas bajas habían tenido desde el inicio de la guerra. A lo que Iniesta respondió que cerca de ocho mil. Millán Astray dio un salto, se cuadró y llevando su única mano a la correcta posición de saludo militar, emocionado, con toda la fuerza de su poderosa voz, dijo, «a tus órdenes mi comandante», dando un enorme abrazo a Iniesta. Luego, se reunió con los oficiales. Les hizo entrega de 2000 pesetas para que se gastasen con la tropa. Cantidad de dinero, de cierta importancia, que Iniesta decidió «invertir» en vino, que se consumió en perfecto orden y en grandes cantidades, chupando los legionarios directamente, por medio de una goma, de diversos barriles dispuesto en los cruces de varias calles de Guijuelo. Legionarios y paisanos bebieron en abundancia en honor de Millán Astray, al tiempo que un servicio de camilleros llevaba a los «enfermos» a dormir la mona en sus tiendas y barracones. La moral de combate de la tropa subió por los aires[19].
Reconoce el general Silva que para la moral de las tropas «la presencia del general mutilado era acicate y estímulo de ejemplo». Silva, testigo presencial, recuerda la llegada de Millán Astray de visita a una bandera de la Legión acampada en Oropesa y derrengada tras innumerables días de lucha y penalidades. Tras pasar revista a la tropa el Fundador inicia una de sus míticas arengas[20]:
Mis legionarios: Los hombres que abandonasteis vuestra tierra, los hombres que un día hicisteis el más sagrado de los juramentos de defender a España. ¡Mis legionarios! Vosotros sois la mejor muestra de la raza, de esta raza que es estirpe de héroes, de descubridores, de creadores de nuevos mundos. Vosotros sois, legionarios africanos, la mejor infantería del mundo, nadie os iguala, nadie os supera; vuestro es el valor y vuestro es el espíritu. Vosotros sois la encarnación viva del dios de la batalla, del dios que vence siempre porque suya es la fuerza, el valor, la destreza, la hombría y la seguridad. Enfrente está el enemigo, ese enemigo, hombre como vosotros mismos, pero que no tiene la suprema razón que da la posesión de la verdad; ese enemigo que ha dejado de ser humano para convertirse en salteador de haciendas, en inmolador de personas cuyo único delito era la honradez, cuya única falta es ser piadosos. Es un enemigo que no respeta la sublime figura de una madre, de una esposa o de una hermana. ¡Legionarios de África, legionarios de España! En vuestras manos, que aprietan vuestros fusiles, está la fuerza de la razón, la indomable valentía de vuestros pechos, el mejor y más noble de los deseos, el de ciar la vida por España si preciso fuere. La Patria entera está con vosotros porque vosotros sois lo mejor de su ejército, lo más heroico, lo más decisivo. Legionarios: ¡Viva España! Legionarios: ¡Viva Franco!
Un hurra unánime rompe el silencio de la formación. Tras el rompan filas, los legionarios —muchos de ellos veteranos de África, que tras años de campaña ya han cumplidos los cuarenta y cincuenta años de edad— se lanzan a abrazar a su Coronel Honorario. Al día siguiente aquella bandera de la Legión avanzó cuarenta kilómetros.
Durante la Guerra Civil la Legión intervino en más de 3000 hechos de armas, participando en combates en todos los frentes, obteniendo para sus guiones y banderas seis cruces laureadas de San Fernando y diecisiete medallas militares individuales. En sus filas se contaron más de 6000 legionarios mutilados, 30 000 heridos y 10 000 muertos, entre un total de 70 000 muertos que causó la Guerra Civil, 350 000 heridos y 54 000 mutilados.
En relación con las potencias del Eje, Millán Astray desempeñó en diversas ocasiones papeles de cierta importancia. Como consecuencia del ataque aéreo republicano sobre al acorazado alemán Deutschland, anclado en la rada de Ibiza, en el que hubo 32 muertos y 70 heridos, se organizó una serie de actos patrióticos en toda la España Nacional en memoria de los marinos alemanes muertos[21]. En uno de ellos Franco habló en Salamanca desde el balcón del edificio de su Cuartel General, para luego dirigirse los participantes al Gran Hotel, donde estaba el embajador alemán Von Faupel acompañado de Millán Astray, que pronunció una encendida arenga. Su figura hierática y marcial causaba enorme y positiva impresión en todos los jefes y oficiales extranjeros conocedores de su extraordinaria hoja de servicios en campaña, lo que era usado por Franco sin recato en beneficio de los intereses de los nacionales. No podemos olvidar que en aquellos años todos los militares eran así.
A Millán Astray Franco le había encomendado varias veces misiones de cierta delicadeza relacionadas con la Italia fascista, en la que Millán Astray tenía muchas simpatías y predicamento. Le encargó Franco según Preston, en febrero de 1937, que hablase con el general Faldea, jefe de unidades italianas CTV para que los italianos no interviniesen en el frente de Madrid.
El General había visitado Italia en 1926, durante el ya citado viaje de convalecencia de sus heridas. En aquella ocasión visitó al Papa y a Mussolini, manteniendo con el Duce una larga y entrañable conversación. En junio de 1938 visitó nuevamente Italia, invitado personalmente por Mussolini, cruzando el Mediterráneo en un cazatorpedero de la marina de guerra italiana. Franco le encargó encabezar la delegación española que había de ir a Roma para dar las gracias a Mussolini en nombre de la España Nacional por su fundamental ayuda durante toda la guerra y para colaborar a la celebración del Día de España que se estaba preparando en varias ciudades italianas. El viaje lo hizo Millán Astray con el presidente de las Cortes Esteban Bilbao, Pemán, José Félix de Lequerica, José Antonio Jiménez Arnau, Manuel Halcón, Jesús Suevos, José Finat de Mayalde, Julián Pemartín, Manuel Aznar y Juan Ignacio Luca de Tena, que era capitán y su ayudante. La visita estuvo cargada de simbolismo, honores y atenciones que le eran dispensados en buena medida dada la personalidad del responsable de la misión. El aprecio de Mussolini por el Fundador de la Legión era enorme. Le llevó personalmente del brazo, cosa extraordinaria, pues el Duce sólo tuvo este cumplido con Gabriel D’Annunzio, figura con la que le gustaba compararse a Millán Astray, pues ambos eran místicos de la patria y de las mujeres.
Sobre este viaje recuerda el también miembro de la delegación, José María Pemán, la fuerte impresión que el General causó en la inmensa muchedumbre que le escuchó en el Teatro Adriano. La figura hierática de Millán Astray, tuerto y manco, le daba hecho la mitad de su discurso, mientras que su poderosa voz y estilo discursivo, en forma de arenga, gustaba extraordinariamente al público de la época[22].
En aquellos días Millán Astray declaró en Roma que el «fascismo, nacionalsocialismo y falangismo son [eran] una misma cosa», expresión clara de los aires que corrían por Europa y por el gobierno de Burgos. Franco se inclinaba claramente a favor de las naciones fascistas que en aquellos momentos representaban el éxito y tenían ante ellas un futuro sumamente esperanzador en comparación con las obsoletas y debilitadas democracias del momento[23]. Estas declaraciones no hicieron mucha gracia a Rodezno y a los tradicionalistas y monárquicos integrantes del bando nacional, mientras falangistas y ciertos sectores del ejército aplaudían con vehemencia la frase.
De este viaje queda un rico anecdotario. En una comida, Millán Astray se dedicó a discutir con Ciano, en un delirante italiano, sobre si Mussolini o Franco eran más infatigables en el trabajo. Ciano defendía con fuerza las virtudes de su suegro. Millán Astray, no queriendo que Franco fuese hecho de menos, afirmando con vehemencia una realidad luego constatada por muchos de los asistentes a los consejos de ministros: «¡Pues il nostro Caudiglio se pasa cuatorce hores in la mesa de trabaglio e non se levanta ni pere meare…!»
A su regreso a España continuó en su tarea de elevar la moral de las tropas. En su labor diaria de visitar hospitales, academias y cárceles, tras la visita a un hospital de campaña en Griñón, donde habló mucho tiempo con un jovencísimo soldado de artillería que había perdido ambas manos, Millán Astray visita a Franco y le informa que va a empezar, por fin, la organización del Cuerpo de Mutilados. Desde este momento, junto a su intensa actividad en actos políticos y militares, intervenciones en radio y en prensa, la organización del nuevo servicio estará en el primer lugar de entre todas sus actividades.
Millán Astray era especialmente sensible y receptivo a la situación de sus nuevos soldados. Él se consideraba un mutilado, no un inválido. Se había ganado por segunda vez el mando de la Legión estando ya manco y tuerto, y fue ascendido a general. Desempeñó importantes cargos en la milicia a costa de un esfuerzo de voluntad y sacrificio personal que le hacía comprender las carencias y posibilidades de los mutilados mejor que cualquier otro oficial del Ejército español.
Era consciente de que la organización del Cuerpo de Caballeros Mutilados tenía que quedar terminada mientras durasen los combates:
Había que organizarlo todo antes de que se acabase la guerra, ya que mientras todos pasaban el peligro en sí mismos y en sus propias familias, era el momento no solamente propicio sino incluso entusiasta para favorecer a los mutilados. Utilicé aquel afán propiciatorio para asegurar el porvenir a todos, un cierto bienestar a muchos y un abundante premio y honor a los más atormentados, que habrían de ser y son los caballeros mutilados absolutos de guerra por la Patria: los ciegos, los amputados de ambas extremidades, los locos a consecuencia de sus gloriosas heridas, los paralíticos, en fin, todos los que no pueden valerse por sí mismo[24].
Para llevar adelante el proyecto sin trabas había que darse prisa, pues sabía, como buen conocedor que era del alma humana, que el héroe herido, terminada la batalla, pasaría a convertirse en una carga y en una molestia para todos y ya nadie se acordaría de él. El 5 de abril de 1938 aparece en el B.O. nº 540 la creación y reglamento del Benemérito Cuerpo de Mutilados de Guerra por la Patria.
El viejo Cuerpo de Inválidos, creado por Real Decreto de 6 de febrero de 1907, y declarado a extinguir por la II República, por ley de 15 de septiembre de 1932, no debía resucitar. Había que crear algo nuevo. Así, desde un principio, luchará Millán Astray contra el concepto de inválidos, hasta imponer el de mutilados, porque pensaba que «los soldados no podemos llamarnos inválidos por muy estropeados que estemos, pues el espíritu no se invalida jamás en los buenos soldados».
Logrará, contra viento y marea, que se imponga su concepto de mutilado, es decir soldado al que le falta alguna capacidad pero no es inútil para el servicio. Tuvo que dar varias veces esta batalla, pues los defensores del viejo Cuerpo de Inválidos intentaron hacerlo renacer en diversas ocasiones.
Al poco de acabada la guerra, el Reglamento de Mutilados es reorganizado por una Ley del ministro del Ejército Asensio, de 12 de diciembre de 1942, en la que se decía en su artículo primero:
Artículo 1º: El benemérito Cuerpo de Caballeros Mutilados de Guerra por la Patria seguirá considerando como en activo con todas las prerrogativas y preeminencias de tal, y sus individuos estarán sometidos a la jurisdicción de guerra, aplicándoseles sus Leyes Penales, salvo los casos de absoluta imposibilidad de ello[25].
Los militares mutilados seguían así formando parte del Ejército. La favorable actitud de Asensio hizo que Millán Astray y todos los pertenecientes al Cuerpo de Mutilados hiciesen una suscripción, a partir de 5 céntimos, y con 50 000 firmas, para regalarle, en agradecimiento, un busto de Juan Cristóbal al ministro del Ejército.
Años después, cuando la guerra era ya algo del reciente pasado, ciertos sectores de la administración militar quisieron resucitar nuevamente el viejo Cuerpo de Inválidos. Millán Astray nuevamente volvió a defender el concepto de mutilado, solicitando, el 24 de noviembre de 1948, al Coronel Auditor Jefe del Ejército un dictamen al respecto que preservarse su obra.
El auditor respondió con fecha 6 de diciembre, diciendo «que más propiamente debía llamarse de inválidos», y que debía estar compuesto por aquellos imposibilitados para el servicio de las armas, «como decía el reglamento de 1906», ya que existen mutilados que pueden seguir en el servicio y para ellos la carrera militar sigue sus vicisitudes normales. En el dictamen se admitía el hecho de que la pérdida de un miembro o de cierta aptitud o capacidad física no suponía la incapacidad para el servicio, lo que sólo favorecía a algunos pocos mutilados, sumiendo a los menos favorecidos en una situación próxima a la caridad, que era lo que a entender de Millán Astray suponía el Cuerpo de Inválidos.
Contestó inmediatamente Millán Astray, el 11 del mismo mes, en los siguientes términos: «Me satisface en cuanto a la atención y el esfuerzo hacéis en contestarla […]. Os he de decir, ingenua, breve, concisa y claramente lo siguiente», escribiendo una carta dura en su fondo, pero sin perder las formas en ningún momento. No olvidemos que la carta la dirigía un general a un coronel. En sus palabras surge una vez más el legionario celoso de su honor personal y del de aquellos que están bajo su mando. Continuaba la carta[26]:
Lo primero, que sin daros cuenta, me causáis un profundo dolor al llamarnos inválidos, ya que este cuerpo se llama de Caballeros Mutilados por la expresa y tácita orden y voluntad de nuestro Caudillo… Se llamará Benemérito Cuerpo de Caballeros Mutilados por la Patria desapareciendo para siempre el nombre de inválidos, ya que los buenos soldados del Ejército Español jamás son inválidos, y si su cuerpo está cercenado, su alma sigue fresca, como la tuya, Pepe Millán Astray.
[…] A mí, mi situación personal me interesa enormemente, como a cualquiera. Pero no es eso lo que voy buscando mi querido amigo y compañero. Lo que yo busco es: que de una manera clara y precisa me digas que todos, incluso yo, los que pertenecemos a este Benemérito Cuerpo de Caballeros Mutilados de Guerra por la Patria constituimos un cuerpo activó, con las armas en la mano, y por esto estamos sujetos al Código de Justicia Militar, como así se expresa bien claramente en la ley constituyente del Benemérito Cuerpo. Esto empareja que es, por muchos años que Dios me conceda de vida, si se mantienen las leyes tal y como están dictadas y vigentes, y bien remachadas, seguiremos perteneciendo de por vida a un cuerpo activo, con las armas en la mano y todos los derechos correspondientes. Por lo tanto, cumpliremos con nuestros deberes militares en activo en aquello que sea compatible con nuestra condición, y tendremos los derechos y honores que la situación de activo empareja […] si no os dijera, querido Cuervo, lo que yo pido, me digas por escrito, si así os place, es lo siguiente: Mi querido General, o Coronel, o lo que queráis: «El Benemérito Cuerpo de Caballeros Mutilados de Guerra por la Patria, del que sois el primer jefe, es un Cuerpo que por leyes anteriores y las presentes, está todo él en sus elementos integrantes —Antiguo Cuerpo, Mutilados Absolutos y Permanentes— en activo mientras vivan, considerados como con las Armas en la mano, y además para mayor seguridad, están sujetos al Código de Justicia Militar.»
Robustece más estas afirmaciones el que en el mismo reglamento se haga constar que los Mutilados Útiles (o sea los que no son ni del Antiguo Cuerpo, ni Absolutos ni Permanentes) no son considerados con más beneficios ni más derechos que los que tengan en la situación militar que les corresponda en esos casos de su vida, lo que naturalmente empareja que cuando sean licenciados, si son tropa, pasen al retiro, sin son oficiales o jefes, o a la Reserva si se trata de Generales no tendrán el beneficio que tienen los que pertenecen al Glorioso Cuerpo de Caballeros Mutilados de Guerra por la Patria, que no pasan nunca a retirados ni a la reserva mientras la Ley está redactada como lo está hoy.
Su obsesión era que se valorase y recompensase a los mutilados por sus heridas y sus sacrificios que se habían producido, como proclamaba a gritos el propio General, «por la Patria». Preocupación que venía inmediatamente seguida por la de lograr una buena situación económica, una seguridad, para aquellos que «todo lo habían dado», manteniéndoles de forma perenne en el escalafón como activos, lo que suponía un inmenso beneficio económico para ellos. Lo logró.
El primer Director del Cuerpo de Mutilados empleará todos sus recursos para lograr las mejores condiciones para aquellos que tanto habían perdido. Sus recursos propagandísticos, amistades, etc., los pondrá al servicio de esta misión.
Los símbolos en Millán Astray suponen una constante a lo largo de toda su vida. En recuerdo del convento filipino de San Rafael, en el que vivió una de sus primeras experiencias como soldado cuando era alférez y participó en las acciones de guerra encaminadas a terminar con la insurrección tagala de 1896-1897, elegirá a este santo como patrón del Cuerpo de Mutilados.
Le gustaba recordar y citar, siempre que podía, la figura de Cervantes al que llama el primer mutilado por la patria. Su discurso de las Armas y las Letras —del que era habitual lector, como muchos militares africanistas de su tiempo, muy aficionados a la lectura de los clásicos del Siglo de Oro español…— era una de sus citas y punto de referencia permanente en sus intervenciones en público al terminar la guerra:
Cuán menos son los premiados por la guerra, que los que han perecido en ella […] Al soldado, en el día de la batalla le pondrán la borla en la cabeza, hecha de hilas, para curarle algún balazo que le haya pasado las sienes o le dejara estropeado de brazo o pierna.
Y le gustaba decir, como le dijo al coronel Tarduchy: «Cervantes es el número uno del cuerpo de Caballeros Mutilados. El número uno de mi cuerpo, por designio de la Patria.» En los actos políticos y castrenses en los que intervenía le gustaba también citar la epístola de Cervantes a Mateo Vázquez:
A está sazón yo, triste, estaba
Con la una mano de la espada asida
Y la sangre de la otra derramada;
El pecho mío de profunda herida,
Sentía llegado, y la siniestra mano
Estaba por mil partes ya rompida.
En la misma línea de pensamiento afirmaba: «Soy Caballero, soy fraile, soy poeta y soy guerrero. Y esto es Cervantes: legionario, caballero, poeta, fraile y guerrero.» Para él Cervantes, Camóes y san Ignacio de Loyola eran ejemplo permanente, miembros de honor de su benemérito cuerpo.
Cuando sus amigos le preguntaban por su nuevo mando sobre tropa tan singular, los caballeros mutilados, siempre decía en clara referencia a la carga tan pesada que había caído sobre sus hombros: «¿Cómo no he de sentir dolor, si tengo en el Batallón Sagrado a 400 ciegos y mancos de ambas manos o sin piernas o dementes o paralíticos? Estoy siempre rodeado de dolor.»
Con la finalidad de iniciar la organización del nuevo Cuerpo de Mutilados, Millán Astray estudió con cuidado el cuadro de lesiones del Cuerpo de Mutilados de Francia, creado como consecuencia de la Primera Guerra Mundial. En estos estudios y preparativos contó con la ayuda fundamental del cirujano y capitán del Ejército, Alberto Azpeitia.
Para lograr que todo funcionase lo antes posible, a la mayor rapidez, convocó tribunales médicos que redactaron el cuadro de valoraciones de mutilaciones. Así la experiencia y carácter peculiar de Millán Astray, como responsable absoluto del Cuerpo de Mutilados, hará que se considere mutilación en España no la pérdida de miembros, sino la merma o pérdida de aptitudes para el trabajo, bien sea manual o intelectual, lo que supuso un cambio de filosofía absolutamente innovadora en relación a organizaciones y servicios semejantes de otras naciones de nuestro entorno.
Millán Astray organizó, casi de un día para otro, 52 Comisiones Provinciales encargadas de estudiar los expedientes:
Las comisiones las regentan los 50 Presidentes de las Audiencias Provinciales, y en los primeros años, cooperando con ellos, todos los Jueces de Primera instancia de España. Y en estos 11 años de servicio y mando, no han percibido el más mínimo estipendio. ¡Qué bello ejemplo de desinterés!
Los heridos y mutilados del bando nacional por causa de la guerra quedaban clasificados de la siguiente forma: mutilados absolutos, es decir los ciegos, mutilados de ambas extremidades, paralíticos y dementes; mutilados permanentes, los que quedan imposibilitados para todo trabajo; mutilados útiles, a los que sus heridas no les impiden realizar ciertos trabajos. Todos los expedientes de mutilados por la guerra en el bando nacional se resolvieron con urgencia, entre 1939 y 1940. Años muy duros de trabajo pero que normalizaron la situación.
Desde sus comienzos comprendió el General que si Mutilados iba a ser una realidad, si se quería que funcionase, que no fuese sencillamente un acto político, al que él no estaba dispuesto, había que lograr que las cuentas cuadrasen y que el gasto que supusiese para el Estado fuese asumible. Una de sus primeras preocupaciones fue encontrar puestos de trabajo para aquellos mutilados que no fuesen totalmente inhábiles para el mismo.
Durante seis años 1464 personas trabajaron gratis para lograr organizar y crear una estructura que apoyase a los algo más de 54 000 heridos que formaban el Cuerpo de Mutilados. A estos mutilados se habrían de sumar los 1228 miembros del antiguo Cuerpo de Inválidos —al que Milán se había negado a pertenecer— y los mutilados que llegaron a España como consecuencia de la participación española en la Segunda Guerra Mundial, en la División Azul.
En desdoro del régimen de Franco, no del general Millán Astray, del que desconocemos su responsabilidad, hay que señalar que en el Cuerpo de Mutilados no se incluyó ni a uno solo de los producidos en el bando republicano. Así, el sentido del humor español contaba, con motivo de haberse colocado en el metro de Madrid unos carteles que reservaban cierto número de asientos para los caballeros mutilados, el siguiente chiste macabro:
Entra en un vagón de metro un hombre visiblemente cojo, mutilado de una pierna, y una señorita que ocupa uno de los asientos reservados para caballeros mutilados se ofrece a cederle el asiento que por ley le corresponde. A lo que responde el mutilado: No gracias señorita, yo sólo soy un jodío cojo.
Otra de las grandes preocupaciones de Millán Astray es que los sueldos de los mutilados fuesen dignos, no limosnas, que les permitiesen —muchos de ellos hombres jóvenes— atender a sus familias. El General impone que los soldados tengan un sueldo anual de 12 000 pesetas en 1939, pensión generosa, casi espléndida. Aunque para adaptarlos a la inflación comenzaban cobrando una cantidad inferior que se iba incrementado anualmente en 500 pesetas hasta llegar a las citadas 12 000 pesetas.
Los oficiales de mutilados cobrarían el sueldo inmediatamente superior al rango que detentaban, más 12 000 pesetas de pensión por mutilación, más los correspondientes quinquenios. A los generales, el doble de su sueldo más los quinquenios.
Para mutilados útiles existía una pensión alimenticia de 3 pesetas diarias hasta que encontraran trabajo. Si se lograba que la mayor parte de ellos viviesen de su propio trabajo, aparte de lograr mantener su autoestima, se garantizaría una buena situación económica para aquellos que sufriesen las lesiones y heridas más graves. Luego se creó la figura del «remiso aceptable» que era el que prefería las tres pesetas diarias antes que trabajar.
Entre 1939 y 1940 todos los soldados y oficiales, que tenían derecho a la pensión por mutilaciones, quedaron encuadrados. El siguiente paso era proporcionar a sus miembros medicinas, servicios ortopédicos, estancias gratuitas en hospitales y todo tipo de ayudas sanitarias.
Para el General el ideal, ya que no eran inválidos, era que tuviesen trabajo todos los que pudieran. Millán Astray pensaba en la creación de un sistema de seguro de trabajo, un puesto de por vida, para todos los mutilados con capacidad para trabajar que permitiese al Estado hacerse cargo del resto a un coste moderado. Su propia experiencia le lleva a crear no una enorme masa de pensionistas, sino una fuerza de trabajadores para la cual el Estado había de reservar los puestos para los que fueran más idóneos. Bedeles y ordenanzas en ministerios, organismos oficiales y universidades darán acogida a los de menor preparación intelectual, así como las porterías de muchos inmuebles de las grandes ciudades de España. Los que contaban con mayor formación seguirán en el Ejército y la Marina, o se integrarán en los diferentes escalafones de los funcionarios del Estado. La mentalidad del mutilado, como persona incapaz de volver a integrarse en la sociedad, sólo existirá en el cuerpo de mutilados en aquellos casos en que la reinserción sea física o psicológicamente imposible[27].
Desde el primer momento se preocupó directamente de buscar trabajo para sus soldados, moviendo amigos, conocidos y poniendo en movimiento su fama y prestigio. En poco tiempo logró colocar a 347 mutilados, cifra que fue en constante crecimiento.
En un manuscrito que se encuentra en su archivo, y que al parecer, iba a publicarse en prensa, se reclama el derecho de los caballeros mutilados a tener un cupo en los diferentes cuerpos de la administración española. Millán Astray reclamaba, por ejemplo, el veinte por ciento de las nuevas plazas de miembros del Cuerpo Diplomático, pues aquellos caballeros mutilados que reuniesen «un mínimo de las condiciones de idoneidad y aptitud necesario» deberían poder ingresar en el Cuerpo Diplomático, afirmando que, si para ingresar en otros cuerpos de la administración, no aceptaba ningún tipo de informe, pues la calidad de mutilado la consideraba un diploma en sí mismo, para el ingreso en el Cuerpo Diplomático, dada la importancia de su tarea, sí aceptaba[28]:
Se les haga averiguaciones, expedientes o lo que se estime oportuno para averiguar si reúnen todos las precisas circunstancias de conducta, de honor y de caballerosidad, de religión y conducta política para entrar a figurar en el Escalafón de tan dignísimo Cuerpo. Bien entendido que, así como en esto no ponemos ninguna dificultad por muy exigente que se sea, si las exigencias son las mismas que para todos los no mutilados también lo somos en cuanto a que entren en concurso para saber científicamente más que los demás, o tanto como los que más, porque entonces ¿cuál es el beneficio que reciben los Caballeros Mutilados?… reservándoseles dichas plazas y dándoles un cursillo para que estos mismos que estaban sin condiciones puedan alcanzarla. Lo que la Dirección General tomará como agravio es el que las plazas que corresponden a los Caballeros Mutilados, sea cual sea el motivo y por muy razonable que éste sea, se queden sin cubrir por mutilados y sean cubiertas por otros que no lo son.
Entre las muchas anécdotas de este período, recuerda la siguiente un miembro de la familia Chapaprieta. Unos amigos y vecinos, de ascendencia francesa y de notable fortuna, pidieron al hijo de Chapaprieta que propiciase una entrevista entre ellos y Millán Astray. Querían solicitarle que les ayudase a que el portero de su casa, un mutilado de guerra, fuese despedido o llevado a otro puesto de trabajo, pues era excesivamente meticuloso en algunas cuestiones y demasiado entrometido en las entradas y salidas de las personas que vivían en la finca. Ante semejante petición el General tuvo uno de sus terribles ataques de cólera, en el que dijo a aquellos señores que si ellos estaban allí disfrutando de su riqueza y de su tranquilidad, de todos sus miembros, de su vista y de su voz, era gracias a que hombres como al que ahora querían echar a la calle habían arriesgado su vida para ello. Amenazándoles que si intentaban algo así otra vez tendrían que enfrentarse con él y que no respondía de lo que pudiese pasar, y que esperaba no verlos nunca más.
La solución del problema de los mutilados nacionales costó al Estado en total 88 millones de pesetas. Más de 20 000 mutilados fueron colocados en diversos puestos de trabajo, con coste cero para el Estado, ahorrándose así las arcas de Hacienda las ocho pesetas diarias que les correspondían, pero que hubiesen supuesto a los españoles unos 60 millones de pesetas al año.
Sólo los mutilados de la Primera Guerra Mundial costaban a Gran Bretaña en pensiones 40 millones de libras anuales —unos 2000 millones de pesetas de la época—; a Francia, 5000 millones de francos —600 millones de pesetas—; y a los Estados Unidos, 146 millones de dólares, equivalente a 2000 millones de pesetas. El extinto Cuerpo de Inválidos, con sólo 1228 integrantes, costaba a España 13 millones anuales, por lo que podemos deducir que si en este modelo se hubiesen incluido los 54 000 mutilados nacionales de la Guerra Civil, el coste estimado habría sido de 500 millones anuales.
Otra de sus preocupaciones era la de los heridos que no tenían heridas y lesiones muy graves, que no eran técnicamente mutilados, pero que presentaban cierta inutilidad grave para el trabajo. En 1938 el número de heridos de guerra que no estaban calificados como mutilados era de 1079. Se les dio un ángulo para coser en la bocamanga y una palmada y para casa, aunque se previó que en el futuro pudieran tener secuelas graves, como consecuencia de unas heridas que en principio no resultaban problemáticas, lo que les llevase a integrarse en el Cuerpo de Mutilados.
Desde el inicio fue un problema contar con una infraestructura para organizar Mutilados. La España de posguerra no estaba sobrada de nada y Millán Astray, como había hecho otras veces, supo sacar de donde no había. Tenía en aquellos días la caja de ofrendas del Cuerpo de mutilados 74 600,61 pesetas, más otras 8278 distribuidas como pequeños auxilios, más algunas propiedades del estilo de coches de inválidos y cosas por el estilo. Pronto empezó a lograr la llegada de dineros, inmuebles y enseres de todo tipo. Empresas como Girod y Kodak colaboraron activamente, mediante dinero y puestos de trabajo con la nueva organización. La Falange sevillana cedió el 18 de octubre de 1938 a la Comisión Provincial del Cuerpo de Mutilados su primitiva sede local de antes de la guerra. A esta ayuda siguieron otras muchas.
El primer hogar de ciegos se inauguró en 1938 en Santander y fue trasladado a Madrid el 1 de febrero de 1939. Lo dirigía un teniente ciego de nombre Martínez Ojina. Allí aprendían a leer por el sistema Blarfi. Los profesores del cuadro eran del Colegio Nacional de Ciegos.
Se inició también la construcción de varios albergues y nuevos centros para ciegos, como el fundado en diciembre de 1942, especialmente dedicado a los de la División Azul, para que allí se acogiese a aquellos que carecían de familia y que necesitaban una mayor ayuda. A este centro siguió la construcción de nuevos pabellones para acoger a otros mutilados de la División Azul.
Probablemente de lo mucho que trabajó el General en aquellos años para la dirección general bajo sus órdenes, sea una de las anécdotas más conocidas la relativa a la ubicación de la sede central del Cuerpo de Mutilados, en la calle Velázquez de Madrid: nada más terminar la guerra, una señora, de muy buena posición económica, se puso en contacto con Millán Astray con la finalidad de donarle a él personalmente un palacete de su propiedad como homenaje y recuerdo a su único hijo muerto en acción de guerra cuando era oficial de la Legión. Millán Astray le dijo que él no podía aceptarlo, pero que lo donase al Cuerpo de Mutilados que carecía de sede. Tras pasar por un tribunal médico, por exigencia de Millán Astray, que garantizó la cordura de la benefactora, el edificio pasó a Mutilados. En la actualidad el Ministerio de Defensa está en pleitos con la familia donante que solicita la devolución del inmueble ya que ha desaparecido el Cuerpo de Mutilados, a quien fue expresamente donado.
El Cuerpo de Mutilados tuvo en sus filas en total a 56 000 miembros, de ellos 76 damas mutiladas. Se trata de un servicio de las Fuerzas Armadas que aún hoy sigue aparentemente activo, aunque, afortunadamente, con muy escasos integrantes dado que España no ha vivido una guerra desde hace muchos años[29].