Capítulo 7
LA LEGIÓN ENTRA EN COMBATE
Entre los años 1915 y 1918 el norte de África vivió en relativa calma. Terminada la Gran Guerra, Francia volvió a poner sus ojos en Marruecos, al tiempo que la actitud de El Raisuni se hacía más levantisca y difícilmente soportable para España. Se tenía que pacificar el Protectorado o definitivamente renunciar a él.
El cargo de alto comisario, máxima autoridad de España en Marruecos, lo desempeñaba a principios de 1919 el recién nombrado general Dámaso Berenguer, un puesto civil en realidad, pero que, como delegado del Gobierno, ponía en sus manos toda la inspección de las fuerzas militares y servicios administrativos del Protectorado.
Nada más instalarse en Tetuán el Jalifa y la sede de la Alta Comisaría española comienzan los choques con la harkas de El Raisuni.
En junio de 1919, Arraiz de la Condorena había cesado en el cargo de comandante general de Ceuta siendo sustituido por el general Silvestre. Esta decisión fue un error. Silvestre era más antiguo que Berenguer, lo que hacía que aquél, muy orgulloso, se supeditase únicamente por disciplina a las órdenes de un cargo civil que desempeñaba un general más moderno. La unidad de mando parecía imposible, especialmente en la zona occidental, ya que Ceuta, sede de Silvestre, y Tetuán, de Berenguer, estaban demasiado cerca para que la convivencia entre ambos generales fuese todo lo buena que la situación de insumisión de las cabilas requería.
El ministro de la Guerra, vizconde de Eza, que visitó Marruecos en julio de 1920, pudo apreciar in situ el enfrentamiento entre ambas autoridades. Para solventar el conflicto dictó un R.D. de 1 de septiembre de 1920 en el que se decía que: «El Alto Comisario, mientras sea general, tendrá mando en jefe de todas las fuerzas que constituyen el ejército de España en África.»
Hasta 1920, la zona montañosa del Rif, que constituía la parte central del Protectorado español, no había sido hollada por fuerzas europeas. Desarrollando una política de compromiso y corrupción, los españoles habían sido capaces de mantener dominadas desde 1912 a las tradicionalmente insumisas cabilas del Rif.
La principal oposición de España en el Rif eran los Beni Urriaguel, liderados por Abd-el-Krim, que había sustituido a su belicoso padre en septiembre de 1920, del que heredó una numerosa y bien armada harka. Nadie hasta entonces se había preocupado por los Beni Urriaguel, estando todos los ojos pendientes de la zona de Ceuta, donde consolidar la presencia en Xauen y tomar Tazarut, la fortaleza de El Raisuni, eran objetivos prioritarios.
El 11 de febrero de 1920 el general Fernández Silvestre deja la comandancia general de Ceuta y para ir a la de Melilla, con las órdenes de unir por tierra las zonas oriental y occidental, mediante la ocupación de Alhucemas, población clave para lograr el control del corazón del Rif.
El carácter combativo y decidido de Silvestre parecía hacerle el candidato idóneo para llevar adelante la operación. Además, este traslado, aunque no cambiaba la situación jerárquica, al menos alejaba físicamente a Silvestre de Berenguer, a un general de otro.
El Ejército español no estaba preparado para realizar las misiones que le iban a ser encomendadas. Todo en él, desde la cartografía hasta su táctica, el viejo reconocimiento ofensivo, seguía siendo anticuado y obsoleto. Como señalaba Mola años después[1]:
[…] las tropas y los cuadros de mando, efecto de la forma como se constituyeron las unidades expedicionarias, se desconocían mutuamente; los soldados apenas si habían realizado el tiro de instrucción —el de combate, ni hablar—; los fusiles, en su mayoría, estaban descalibrados; las ametralladoras Colt se encasquillaban a los primeros disparos; a las pistolas Campo-Giro les ocurría otro tanto; no se contaba con reserva de municiones, ni con capacidad de fabricación suficiente; el ganado de carga no tenía doma, ni sus improvisados conductores experiencia; el menaje de los cuerpos no era apropiado para la guerra de montaña.
El propio Berenguer era consciente de esta pobreza de medios. Viendo las operaciones en torno a Tetuán algunos testigos afirman que, como consecuencia del deficiente municionaniento que tenían las tropas, dijo: «Esto es un protectorado de piojosos.»
En la zona occidental el plan de Berenguer estribaba, en primer lugar, en ocupar Xauen, la ciudad sagrada de la Yebala. La operación era de gran importancia ya que permitiría el establecimiento de una línea Tetuán-Xauen, aislando a El Raisuni de la cabilas de la Yebala y de Gomara, cerrándose cada vez más el cerco sobre su santuario de Tazarut.
Para ocupar Xauen existían tres caminos de aproximación. Uno, el más directo y difícil, partiendo de Beni Hosmar, un macizo montañoso prácticamente pacificado en la campaña anterior. Otro, desde la costa, remontado el río Lau. Ambos avances eran dirección norte a sur. El tercero subiendo por la orilla izquierda del río Lucus, de oeste a este, camino que correspondía andar a las fuerzas destinadas en Larache.
Berenguer optará, a lo largo del verano de 1920, por ordenar que desde Beni Hosmar marchen sobre Xauen las columnas de Castro Girona, Saliquet y Orgaz.
La operación por el Lucus, encomendada a la columna Barreda, se postergó por causa de las dificultades del terreno y de la escasez de efectivos. El general Barreda procedió únicamente a la ocupación de una parte de Beni Isef y Beni Scar, enlazando con las fuerzas francesas del general Poeymerau, que también avanzaban por el Lucus con el objetivo de ocupar la ciudad de Uazan.
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En los combates en que participa esta columna aparecen ya los que luego serán algunos de los más importantes militares africanistas de la historia de España. En el Lucus es herido el capitán de Regulares Muñoz Grandes. También allí se distingue un teniente, que había iniciado su carrera como soldado raso, José Enrique Varela, que, mandando la extrema vanguardia, se ve obligado a asaltar una posición rifeña al frente de su pelotón a la bayoneta: mató a veintiséis de los veintisiete moros. El único rifeño superviviente se unió a Varela y le fue fiel hasta su muerte. Allí ganó la primera de sus dos Laureadas.
En la zona oriental, ya en marzo, por diversos motivos, Berenguer había decidido dar la mayor libertad de actuación posible a su compañero y antiguo jefe, Silvestre. Pensaba que todo estaba bien organizado y que la zona de Melilla no necesitaba ni más hombres ni más equipos. Había unos 20 000 soldados, aunque la mayor parte eran reclutas bisoños alistados en febrero y enviados directamente a África, fuerzas aparentemente suficientes para la misión que tenían encomendada. Nadie se acordaba de los Beni Urriaguel.
Silvestre cruzó a primeros de agosto de 1920 el foso del Kert, y, desde Tafersit, progresó camino de Alhucemas. El 1 de octubre ocupaba Bu Afora, sin mucho problema al parecer.
A comienzos de enero, Berenguer daba su visto bueno al plan de Silvestre para la pacificación de Alhucemas. El vizconde de Eza no quería que Silvestre afrontase operaciones de importancia hasta que la tropa estuviese suficientemente preparada, como muy claramente le había dicho al Alto Comisario en una carta de 16 de enero de 1921. El propio carácter impulsivo de Silvestre y los ánimos que le hacía llegar Alfonso XIII alentaban su avance hacia el corazón del Rif en contra de la voluntad del ministro de la Guerra. El 17 de febrero Silvestre ocupaba posiciones en el sector de Monte Arruit y tomaba Annual.
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En aquellas mismas fechas los pistoleros anarcosindicalistas eran los dueños de las calles de Barcelona, por lo que es nombrado gobernador militar e inspector del somatén el general africanista Martínez Anido, y jefe superior de policía el general de la Guardia Civil Arlegui, con la finalidad de imponer la ley y el orden en la ciudad. Pronto se nota su mando. Salvador Seguí y Luis Companys son confinados en Mallorca.
El 30 de noviembre es asesinado el líder revolucionario y ex diputado Francisco Layret. El año termina igualmente mal, fruto del enfrentamiento de los Sindicatos Libres, de base carlista y católica, frente a los «Únicos» de la CNT. Los tiroteos menudean por las calles de Barcelona, amparados los pistoleros de la patronal y de los sindicatos amarillos por Martínez Anido. Cambó, jefe del catalanismo, reconocerá que la gestión de Martínez Anido es aplaudida por la inmensa mayoría de Barcelona, pues parecía la única posible para lograr restablecer el orden en la ciudad.
El 8 de marzo de 1921 la banda anarquista, compuesta por Pedro Matéu, Ramón Casanellas, Leopoldo Nicolau y su mujer, asesina a Eduardo Dato[a] en la plaza de la Independencia de Madrid. Es el tercer jefe de gobierno de la Restauración que cae asesinado. El atentado es presentado por sus autores como la llegada a Madrid de la guerra civil que se vive en Barcelona. Durante cinco días Bugallal se hace cargo del gobierno, hasta que, entre marzo y agosto de 1921, es encomendado el gobierno al gabinete Allendesalazar, que dará paso a la presidencia de Sánchez Guerra que durará hasta el inicio de la Dictadura de Primo de Rivera.
El primer cuartel de la Legión, a donde irán a parar los futuros legionarios, en octubre de 1920, estará en Ceuta, en un viejo reducto construido durante la guerra de 1860, situado en el paseo de Colón. Al poco tiempo, el acuartelamiento legionario se trasladará definitivamente a lo que será su verdadera casa, al acuartelamiento de Dar Riñen, el Sidi-Bel-Abbés de la Legión española. Allí permanecerán los legionarios hasta 1956, año en que Marruecos logrará su total independencia y la Legión abandonará para siempre el Protectorado. Recordaba el Fundador de la Legión en 1948 sobre aquellos primerísimos días fundacionales:
Llegaron los primeros fundadores, casi arrasando las estaciones de tránsito, causando, es cierto, el espanto, aunque no hubo ni sangre ni graves daños, sino, principalmente, el escándalo y el asombro. La primera noche durmieron en los Picachos de Benzu, cerca deYebel-Alan, en el campo exterior de la fortaleza, en una vieja posición militar[2].
En aquellos mismos días también nació, junto con los primeros cabos y sargentos manu militari, la contraseña de la Legión. Millán Astray nombró a un legionario corneta y para examinarle le ordenó que tocase la que iba a ser la popular contraseña de la Legión. En el mismo instante se improvisó la letra y la música del toque de corneta «Legionarios a luchar; legionarios a morir», que aún continúa en vigor.
El 7 de octubre de 1920 se crea la 1ª Bandera, mandada por el comandante Franco, segundo en el mando de la Legión, e inmediatamente después la 2ª, al mando del capitán José Cirujeda, y la 3ª del capitán Candela Sestelo. Un año después, el 1 de octubre de 1921, durante las operaciones posteriores a la salvación de Melilla, nacerá la 4ª Bandera cuyo primer jefe será el capitán Villegas Bueno.
El 14 de octubre, cuando acaba de nacer la Legión y ya en Ceuta se dan los pasos para la organización de sus tres banderas iniciales, el Alto Comisario Berenguer logra tomar Xauen. La plaza después de seis décadas ha caído sin disparar un tiro, gracias a las gestiones de Castro Girona más diplomáticas que militares. La misma noche de su ocupación los generales Berenguer y Álvarez del Manzano duermen en la ciudad. El 15 se produce la ceremonia de izado de la bandera española en la alcazaba junto a la enseña del Majzen[3].
Pronto se comprueba que resulta más difícil conservarla que tomarla. Tan pronto como se ocupó Xauen, explica García Figueras, los yeblies comenzaron a hostigar a las fuerzas españolas, aprovechando lo abrupto del terreno. El 21 de octubre, un violento ataque de los ahmas produjo 131 bajas, 11 de ellas oficiales. La línea de comunicación con Tetuán era larga y por terreno montañoso y además se carecía de elementos de transporte, lo que favoreció la creación, alrededor la ciudad, de una zona insegura que Berenguer se vio obligado a limpiar. Las escaramuzas menudean y la lista de heridos crecía día a día, uno de ellos el teniente García Valiño. La situación se complicaba e incluso la joven Legión tiene que enviar a la capital de la Yebala urgentemente cuarenta legionarios acemileros a medio entrenar.
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El mismo día 21 juraban bandera los primeros legionarios en el llano del Tarajal, cerca de Ceuta, escena inmortalizada por la cámara fotográfica de Bartolomé Ros[4]. Tienen que hacerlo con la bandera del regimiento de Infantería de Ceuta nº 60, pues la Legión, por no tener, no tiene ni bandera.
Desde el primer momento los nuevos soldados reciben una dura y completa instrucción de la mano de su primer jefe y de los experimentados oficiales que tan cuidadosamente ha seleccionado su Fundador. La Legión nace como tropa de choque, como carne de cañón, pero su bisoñez despierta en el alto mando mucha desconfianza sobre su eficacia en el duro escenario de combate marroquí. Una cosa es llamarse legionarios, a semejanza de la probada y heroica Legión francesa, y algo muy distinto es serlo.
El 3 de noviembre 1920 la 1ª Bandera de Franco abandona Dar Riffien con destino a Uad Lau. Esa misma noche acampan en el Rincón de Medik y al día siguiente entran en Tetuán, para seguir hacia las lomas de Beni-Madan, donde vivaquean y pasan la noche, luego a Gomara y finalmente llegan Uad Lau. Allí permanecerán de guarnición seis largos meses, hasta abril de 1921. Millán Astray ha hecho todo el viaje con ellos, quiere ver cómo se porta la tropa durante su primera marcha. Permanecerá en Uad Lau viendo cómo preparan la posición hasta el día 10 para volver de inspección el 2 de diciembre.
El 30 de diciembre la 2ª Bandera deja Dar Riffien para ir a guarnecer el Zoco el Arbaa. La 3ª es destinada a Ben Xarrich.
La primera baja por causa del fuego enemigo entre los legionarios se produce en Ben Xarrich, no muy lejos de Tetuán. Una escuadra que se había rezagado, y que era la primera vez que salía al campo, recibe varios disparos de unos pacos[5]. Hubo un muerto y cuatro heridos. Era la primera sangre vertida por la Legión.
La primera muerte de un legionario en verdadero combate se produce a los cuatro meses justo de su fundación, el 7 de febrero de 1921. Es el cabo de la 6ª Compañía de la 2ª Bandera Baltasar Queija Vega.
Al día siguiente los legionarios, exasperados por las bajas sufridas, se pelean con un moro en el campamento y le rompen un brazo de un tiro. Dos días después unos ingenieros pidieron ayuda a los legionarios contra unos rifeños que querían agredirlos.
Hubo un tiroteo y un moro muerto. Como se puede ver los primeros hechos de armas de la recién nacida Legión no fueron gran cosa, lo que despertaba alegría entre sus detractores.
En la misma tónica, otra de las banderas ha visto a uno de sus cabos asesinado y a un legionario mal herido frente a un moro muerto. Sólo se producen pequeños choques, ningún encuentro serio. A la Legión no se le permite intervenir en una acción de guerra en toda la extensión de la palabra. Aún no ha llegado su hora, a pesar de las insistentes peticiones de Millán Astray.
En estos primeros tiempos los legionarios ya empiezan a ser temidos por los moros, pero sólo por la violencia de sus reacciones y por su actitud provocativa. Se han ganado el apodo de haramis, los malos, y el de bujannú, los del madroño, por la borla de su gorrillo.
El invierno ha paralizado relativamente las operaciones, pero esto no consuela a Millán Astray. Las tres banderas están diseminadas por toda la zona occidental y esto preocupa a su jefe, pues ni puede entrenarlas como quisiera, ni tampoco están combatiendo. La recién fundada unidad necesita una de las dos cosas para fraguar su propia identidad, su propio estilo, y Millán Astray se ve obligado a viajar constantemente de una a otra bandera para lograrlo.
Entre el 1 y el 7 de enero de 1921, Millán Astray está en el Zoco el Arbaa revistando la 2ª Bandera. El 9 vuelve a Ben Xarrich a inspeccionar la 3. A, desde donde el día 11 regresa al Zoco el Arbaa. El día 12 realiza servicio de protección de camino con la 2ª Bandera en unión del Alto Comisario, regresando el 16 a su base. Sus viajes son constantes. El 15 de febrero está con la 3ª bandera en su marcha hacia el Fondak, llegando hasta Zaimu, donde queda al mando de la 2ª y 3ª Bandera con la misión de impedir las incursiones de los Benis Arós sobre la línea Ben Xarrich-el Arbaa. El 8 de marzo manda una columna con las órdenes de construir varios blocaos y fortificar algunas posiciones. Los legionarios sólo intervienen en escaramuzas, en ningún combate de importancia.
El 20 de marzo de 1921 la 8ª Compañía de la 3ª Bandera, que mandaba el capitán Joaquín Ortiz de Zárate, marcha a su nuevo acantonamiento en Taimutz dando escolta a un convoy. Es agredida desde el aduar de Beni Amram. Sufren varias bajas. Los legionarios se lanzan al asalto del aduar. Lo queman. Lo razian. El Tercio recibe su primera felicitación del Alto Mando.
Quince días después, en el Zoco el Arbaa, la 2ª Bandera combate y paga su primer precio de sangre. Entabla batalla con la harka de los Beni Arós, que hostigaba al servicio de protección de caminos. Muere en la refriega el capitán Pompilio Martínez Zaldívar, y es herido el de igual empleo Antonio Alcubilla, así como varios legionarios. La tropa desaloja al enemigo de sus posiciones y queda dueña del terreno.
El 18 de abril de 1921 la 1ª Bandera se incorpora a la columna Castro Girona encargada de abrir y pacificar la ruta desde Uad Lau a Xauen. La Legión en su conjunto, para exasperación de su Jefe, sigue sin ser empleada a fondo.
En mayo de 1921, al mando de su teniente coronel jefe, la 1ª Bandera de Franco entra verdaderamente en combate. Al sentir los legionarios rebotar los primeros tiros, varios se ponen a bailar y a tirar los gorros al aire, lo que cuesta dos bajas innecesarias. Ya está la Legión al completo bautizada. Están operando con la columna del general Sanjurjo que ha confiado el mando de la vanguardia a Millán Astray, al frente de sus legionarios.
Es en estos momentos cuando empieza a nacer la entrañable amistad, la fuerte confianza, entre tres soldados tan distintos como son Sanjurjo, Millán Astray y Franco, lazos que durarán a lo largo de sus vidas.
El 3 de mayo la Legión al completo se reúne por primera vez en Xauen. La 2ª y la 3ª llegaron con la columna de Larache.
Mientras en el Protectorado se combate, en la Península se ataca a los que aquí sufren la dura vida de campaña. Son tiempos difíciles para los oficiales africanistas, fundamentalmente de infantería y caballería, que ven como ciertos sectores de sus compañeros de guarnición en la metrópoli les quieren negar sus ascensos ganados por méritos de guerra. Franco escribe en Xauen un artículo titulado «El mérito en campaña» para la revista militar profesional Memorial de Infantería. No será publicado por defender en él a los oficiales que luchan en el Protectorado y la necesidad de premios, aduciendo que sin ellos nadie querrá ir a Marruecos, como ya había ocurrido en otro tiempo. Es censurado por las Juntas de Defensa. Escribe en Diario de una Bandera[6]:
En nuestra vida de Xauen nos llegan los ecos de España. El país vive apartado de la acción del Protectorado y se mira con indiferencia la actuación y sacrificio del Ejército y de esta oficialidad abnegada que un día y otro paga su tributo de sangre entre los ardientes peñascales. ¡Cuánta insensibilidad! Así vemos disminuir poco a poco la interior satisfacción de una oficialidad que, en época no lejana, se disputaba los puestos de las unidades de choque.
Con la primavera se reinician las operaciones en la región de Yebala. El Tercio es, por fin, destinado a las columnas que avanzan, pero el mando no les deja todavía entrar en fuego. Millán Astray le pide a Sanjurjo, sin éxito, que le conceda ocupar la vanguardia, ser los primeros en el asalto. Las tropas indígenas, muy veteranas, llevan el peso de los avances con eficacia. Son los días en que se canta entre la tropa la copla de «¿Quiénes son esos soldados de tan bonito sombrero? El Tercio de legionarios que llena sacos terreros». Franco, diseñador del chambergo, se suma a las peticiones de Millán Astray, solicitando insistentemente para su bandera el lugar de más peligro, en la extrema vanguardia, sin resultado. Sanjurjo le promete que sus tropas serán las que asalten Tazarut. Pronto llegará su oportunidad.
La primera verdadera acción de guerra importante de la Legión se produce el 29 de junio de 1921 cuando Sanjurjo confía el mando de la vanguardia de su columna a Millán Astray. Ese día la 1ª Bandera se bate durísimamente por la posición Muñoz Crespo y la 3ª en Buharrat. Ambas lo hacen bravamente. Cae para siempre el teniente Torres Menéndez y son heridos los capitanes Arredondo y Ortiz de Zárate y el alférez Montero Bosch, y con ellos cuarenta legionarios[7].
Durante el combate, las ametralladoras que manda Alonso Vega destacan por sus hazañas. Varios oficiales son felicitados y la Legión encabeza el parte de guerra. La desconfianza que la joven unidad aún despertaba sobre sus resultados en combate entre los mandos superiores ha quedado totalmente despejada y la fama que antes tenía por su teatralidad comienza a cimentarse en sus méritos en el campo de batalla. El Alto Comisario consigna en sus memorias:
El combate del 29 de junio fue muy empeñado, siendo de notar la gran resistencia y acometividad que ofreció el enemigo y el brillante comportamiento del Tercio Extranjero, que recibiría el bautismo de fuego aquel día en su primer combate formal.
Al inicio de julio, Millán Astray va con la 1ª Bandera a Larache con el objetivo de tomar el valle de Beni Arós. Poco después se une a la columna la 3ª Bandera.
El 6 de julio, en la vanguardia de la columna del general Marzo, la Legión ocupa Rokba El Gozal, donde acampan y guarnecen el blocao Trías. Se producen los sangrientos choques de Bab-el-Sor, Beni-Resdez, etc. El 16, Millán Astray toma la posición Mes-mula y el Zoco del Jemis de Beni-Arós. Su avance les acerca a Tazarut, el reducto de El Raisuni, siendo los legionarios designados, según dice Berenguer al propio Millán Astray, para entrar en la fortaleza del señor de la Yebala que ya se encuentra a tiro de cañón. Todo el mes de julio el Teniente Coronel Jefe y sus legionarios están en campaña.
Cuando las tropas españolas están a punto de alcanzar las victorias de Tazarut, en la zona de Ceuta, en Melilla todo se viene abajo. El 21 de julio se producen los trágicos sucesos de Annual[8].
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El 29 de mayo de 1921 había informado Silvestre a Berenguer que necesitaba más recursos para seguir avanzando en su zona, en Melilla. El 1 de junio las fuerzas del general Silvestre pierden la posición de Abarrán. Todos los soldados peninsulares mueren, la artillería cae en manos de los rifeños y el tabor de Regulares de Melilla deserta al completo y se une a las harkas enemigas. Sin que nadie se dé cuenta se inicia la cadena de sucesos que hoy conocemos por el Desastre de Annual.
Berenguer había propuesto paralizar las operaciones eh la zona de Melilla hasta terminar con El Raisuni y luego, desde la zona occidental, lanzar una fuerte columna que presionase por su retaguardia a los rifeños, haciendo una pinza sobre ellos. Silvestre no quiere frenar su avance; a pesar del revés de Abarrán cree tener la victoria al alcance de su mano. No quiere esperar.
El Alto Comisario era relativamente consciente del avispero en que se estaba metiendo Silvestre en su avance hacia Annual. Tenía previsto el envío desde Ceuta de dos batallones, uno de la Legión y otro de Regulares, a Melilla para reforzar las unidades de la zona oriental, pero antes quería tomar Tazarut.
El día 22 de julio a las 3’45 horas Berenguer defendía ante el vizconde de Eza el envío en aquel momento de fuerzas a Melilla lo que suponía dejar incompleta la campaña de Beni Arós, impidiéndose así la derrota definitiva de El Raisuni. Preguntado Berenguer por Eza, acerca de la ayuda concreta que estaba dispuesto a enviar a Silvestre afirmó: dos banderas del Tercio y dos tabores de Regulares de Ceuta y cuatro batallones de infantería. Unos dos mil hombres. Una vez que Tazarut hubiese sido tomada.
Cuando los legionarios se preparan para asaltar Tazarut y así terminar con la revuelta en la zona occidental, la situación en el Protectorado cambia súbitamente. El Alto Comisario Dámaso Berenguer suspende el asalto sobre Tazarut. Las noticias que llegan de Melilla son muy alarmantes. La victoria de Abd-el-Krim ha salvado a El Raisuni.
Millán Astray recuerda cómo:
[…] el día 22 de julio [1921], a las cuatro[9] de la madrugada nos llama a su tienda el general Álvarez del Manzano y nos da la orden de salir inmediatamente con una Bandera hacia Tetuán; en el camino recibiremos órdenes. ¿Qué sucede? Nada sabemos. Llamamos a los Comandantes, sortean para quedarse o salir. Le toca a Franco marchar… Emprendemos el viaje… ¡Era que Melilla nos llamaba[10]!
Franco, por su parte, narra la situación en los siguientes términos:
Son las dos de la mañana; en el silencio de la noche escucho la voz del teniente coronel que ordena que llamen al comandante Franco; no era preciso, salí de la tienda y me uní a él. ¿Sucede algo? ¿Hay que salir? —le pregunto—. Tiene que partir lo antes posible una bandera para el Fondak; como no sabemos para qué es ni adónde va, sortead entre vosotros. Lo mismo podéis ir a una empresa de guerra que a guarnecer preventivamente cualquier puesto a retaguardia[11].
La Legión inicia el camino que le va a llevar a la inmortalidad.
La 1ª Bandera, que se encuentra en el campamento de Rokba El Gozal, emprende la marcha hacia Ceuta antes de amanecer. Al poco de salir la tropa les alcanza el general Álvarez del Manzano que invita a Millán Astray a subir a su automóvil. El viaje transcurre sin casi intercambiar palabras sus ocupantes.
Los legionarios harán un esfuerzo asombroso. Recorren la ruta Rokba-Fondak en diecisiete horas de extenuante marcha, andando como autómatas, y, tras dormir tres horas en el suelo, pues no hay tiempo ni fuerzas para montar las tiendas, luego siguen camino hasta Tetuán, a donde llegarán a las diez de la mañana del 22 de julio. Han recorrido 96 km a pie, con todo el equipo, en día y medio[12].
Franco y la tropa llegan a Ceuta después de dos jornadas de marcha inenarrables por su dureza. La resistencia de los legionarios, tras una larga y dura campaña, resulta asombrosa. Nada les detiene. En Tetuán se enteran del descalabro de Annual. A partir de ese momento nadie piensa en los kilómetros que aún faltan, ni en descansar. Había que llegar a Ceuta para embarcar y socorrer Melilla. La mayor parte de las tropas indígenas y de los Regulares se han pasado al enemigo, sólo se puede contar con la Legión, como ratificará Berenguer a Eza en carta de 26 de julio de 1921[13].
Al llegar a Ceuta, Millán Astray se encuentra con el general Sanjurjo que le dice:
«Salimos con una columna de socorro a Melilla; venís: Santiago y los legionarios con dos Banderas, una batería, ingenieros y transportes de Intendencia… Silvestre se ha suicidado.» El comandante Fontanés acude también a la carrera con su 2ª Bandera desde el Zoco de Beni Arós.
El 23, las dos banderas se reunían ante el cuartel del Rey. Forman y Millán Astray les dirigió una de sus míticas arengas:
¡Legionarios! De Melilla nos llaman en su socorro. Ha llegado la hora de los legionarios. La situación allá es grave; quizá en esta empresa tengamos todos que morir. ¡Legionarios!, si hay alguno que no quiere venir con nosotros, que salga de la fila, que se marche; queda licenciado ahora mismo… Legionarios, ahora jurad: ¿Juráis todos morir, si es preciso, en socorro de Melilla?
Los legionarios gritaron «Sí, juramos» y se dieron los vivas de rigor levantando los chambergos en el aire, «¡Viva España!, ¡Viva el Rey!, ¡Viva la Legión!»
La tropa desfila hacia el muelle al son de La Madelón. Embarca en el vapor Ciudad de Cádiz. Con los legionarios suben a bordo Álvarez del Manzano y Sanjurjo, que habló sobre la importancia de la expedición a la tropa apretujada en el puente. Sonó la Marcha Real y luego la de Infantes y zarpó el barco rumbo a Melilla. Eran las 8 de la tarde del 23 de julio[b] de 1921. En el barco sólo iba la Legión.
En Melilla, la angustia popular se desata cuando se comprueba que el primer barco que llega, el cañonero Bonifaz, no trae tropas. En él llegan Berenguer y algunos de sus oficiales. ¿Para qué quieren los habitantes de Melilla un general con su escolta? Se necesita un ejército, no un alto comisario. El motín estalla entre la población aterrorizada. Los pocos soldados y marineros de guardia en el muelle son arrollados por la muchedumbre. La masa, loca de miedo, se atropella, se golpea, se insulta en su intento alocado de embarcar en alguna de las lanchas y barcazas ancladas en el puerto y así intentar escapar de la ciudad. Luego, el gentío se dispersa.
A las 11 de la mañana del 24, Sanjurjo informa que ha recibido un cablegrama del Alto Comisario ordenando que el barco fuerce su marcha. Poco después llega otro insistiendo en el apremio de que lleguen a Melilla lo antes posible, lo que significaba que la situación de la plaza era crítica y empeoraba por momentos. Dice Sanjurjo: «¿Pero cómo forzarla, si ya vamos a toda velocidad de que es capaz este viejo barco? Muy mal debe de estar la situación. En fin, ya lo arreglaremos todo al llegar.[14]»
Ya a la vista de Melilla, sube a bordo el comandante del cañonero Bonifaz, Juan Cervera, amigo de los mandos legionarios por haber combatido con ellos en las operaciones de Gomara. Con él llega el ayudante del Alto Comisario, el comandante de infantería Juan Sánchez Delgado. Éste habla primero con Sanjurjo y luego se dirige al jefe de la Legión:
Acabo de hablar con el general Sanjurjo y tengo su venia para trasmitirte esta orden: El General, Alto Comisario, me encarga que te diga que la población de Melilla atraviesa un momento de pánico. Es preciso elevar su espíritu y para ello harás cuanto te sugiera tu patriotismo[15].
La plaza está al borde de la histeria, aterrorizada ante la posibilidad cierta de que las harkas, que están sólo a un tiro de fusil, en el Gurugú, entren en tromba en la ciudad y pasen a la población a cuchillo.
Desde primeras horas del día 24 de julio toda Melilla está en los muelles esperando la ayuda. A las ocho de la mañana había llegado un barco trasportando al regimiento de la Corona, unidad de quintos que superará en valor y arrojo a muchas veteranas. Son 20 oficiales, 450 soldados y 19 mulos. La multitud descorazonada los ve desembarcar en completo silencio.
Pasado el mediodía llega el Ciudad de Cádiz con 32 jefes y oficiales de la Legión, el general Sanjurjo, Millán Astray y Franco, y con 841 legionarios.
El Ciudad de Cádiz amarra en el muelle con los legionarios subidos a los palos, con sus sombreros en alto y agitando banderas y gallardetes, cantando a voz en grito. En el muelle les esperaba una buena parte de la población con la angustia y la ansiedad pintada en todos los rostros.
En el puente está Sanjurjo, a su lado Millán Astray, que se muestra agresivo más que inquieto, teatral en sus desplantes, brutal en sus maneras. Millán Astray, con su innata capacidad para aprovechar psicológicamente todas las oportunidades, pidió permiso para dirigirse a la multitud mientras el barco terminaba de amarrar. Ordenó que cesaran la música y los vivas, y de pie sobre la borda dijo[16]:
Melillenses: os saludamos. Es la Legión, que viene a salvaros; nada temáis; nuestras vidas os lo garantizan. Manda la expedición el más bravo y heroico general del Ejército español: el general Sanjurjo. Vienen detrás de nosotros los Regulares de Ceuta, con el laureado teniente coronel González Tablas y artillería de montaña, ingenieros y fuerzas de intendencia. ¡Melillenses!: los legionarios, y todos, venimos dispuestos a morir por vosotros. Ya no hay peligro. ¡Viva España!, ¡Viva el Rey!, ¡Viva Melilla!
La multitud estalla en aplausos y en gritos de alivio y alegría. Los sucios y aguerridos legionarios han hablado por boca de su Fundador. La Legión ha subido la moral de una ciudad que estaba esperando cualquier signo de salvación. Las palabras de Millán Astray dieron la vuelta a España. En todos los periódicos se recogió su arenga. Su fama y la de sus legionarios cobró la misma importancia que tenía el desastre militar que iba a remediar. Millán Astray ingresó en la galería de los héroes militares populares de dentro y fuera de España. La Legión se convierte en un mito a partir de este momento[17].
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Sanjurjo ordena que la tropa baje a tierra. Los legionarios se lanzaron a la carrera a las planchas de desembarco, para formar en el muelle ordenadamente y en silencio y, acto seguido, desfilar por las calles de la ciudad. Al pasar por delante de la Comandancia los legionarios gritaron «¡Viva el general Silvestre!», honor póstumo que hacían al jefe muerto en combate, buen amigo de Millán Astray y abiertamente contrario al nacimiento del Tercio de Extranjeros. Es un grito de guerra y de venganza.
Los legionarios, que no van directamente al frente, recorren la ciudad, en formación de ocho en fondo al ritmo de La Madelón, a tambor batiente, el resto del día, hasta la caída de la noche, elevando la moral de los melillenses. En su libro, Pando sostiene que esta acción era idea de Millán Astray, frente a otros autores que sostienen que de Sanjurjo, y en ningún caso una orden de Berenguer quien no había salido a recibirlos al puerto.
Al paso de las banderas, recuerda Franco, se escuchan mil comentarios:
Ahí va Millán Astray, miradlo qué joven. Éstos son soldados, qué negros y qué peludos vienen. Mirad a los oficiales, qué descuidados, con su trajes descoloridos; huelen a guerra. ¡Éstos nos vengarán[18]!
La 1ª Bandera acampa en Lavaderos, la 2ª en Rostrogordo, donde aún sigue. Al día siguiente llegan a Melilla dos tabores de Regulares que acamparon junto a ellos. No se habrían de separar hasta que materialmente los Regulares quedaron deshechos en los treinta y tantos combates en los que tomaron parte.
La llegada de los Regulares de González Tablas es acogida con miedo y recelo por los melillenses. Muchos se acuerdan de Abarrán pues van llegando a la ciudad noticias del comportamiento de algunas unidades indígenas durante el Desastre; actitud que en poco tiempo va a quedar demostrada como absolutamente injusta.
El 25 de julio se ocupa Taquil Manin. El 26, los legionarios toman Sidi Hamed el Hach y el Atalayón, estableciéndose así una linea defensiva al pie del macizo montañoso del Gurugú. Luego ocupan Sidi Amarán, en Beni-Sicar, y guarnecen las lineas y repelen los ataques e incursiones de los harkeños, al tiempo que protegen los convoyes a las posiciones más avanzadas en las duras semanas de guerra que los esperan.
Nada más llegar Millán Astray pide salir en socorro de Monte Arruit[c] y Zeluán, pero Berenguer le ordena consolidar las defensas de Melilla. Las dos banderas legionarias ocupan los blocaos y trincheras de la primera línea de defensa de la plaza.
En aquellos días de crisis parece que las labores de Millán Astray se multiplican. Algunas de las tropas que se han rendido, incumpliendo la orden de resistir en Nador, llegan el 2 de agosto al Atalayón donde reciben órdenes de guardar silencio y esperar. Formados de cuatro en fondo escuchan a un iracundo Millán Astray que les advierte que dará un castigo ejemplar a quien de ellos cuente lo que les ha sucedido o dé detalles que lo expliquen. Luego les ordena marchar marcando el paso camino al tren. Van humillados, en absoluto silencio, muchos piensan que los van a fusilar.
Entre el 10 y el 16 de agosto, Millán Astray viaja a Madrid para informar de la situación en que se encuentra Melilla. Pando sostiene que asiste a la entrevista entre el vizconde de Eza y Berenguer, conversación en la que se decidió el empleo de gases asfixiantes, similares a los usados en Yprés en 1915, contra los moros. Las crueldades cometidas con militares y civiles durante los combates de Annual parece que han decido su utilización, a la que inicialmente militares y Gobierno eran contrarios.
El 25 de agosto se produce uno de los días más intensos de la vida de la Legión. En un solo día dieron guarnición a 15 puestos, entre ellos el famoso Blocao de la Muerte, donde se produciría la inmolación del cabo legionario Suceso Terreros y 14 legionarios cuando iban a socorrer a la guarnición del batallón Disciplinario que lo defendía: los legionarios, todos voluntarios, sabían que iban a una muerte cierta. Uno de ellos, Lorenzo Camps, había cobrado pocos días antes la cuota de alistamiento, 250 pesetas, y no había tenido tiempo para gastarla: «Mi teniente, como vamos a una muerte segura, ¿quiere usted entregarle en mi nombre este dinero a la Cruz Roja?[19]»
El 26 de agosto los legionarios que están guarneciendo el perímetro defensivo de la ciudad, desde sus posiciones ven brillar un heliógrafo en Nador, ocupada desde hacía mucho tiempo por moros hostiles. Son un grupo de españoles que aún resisten. Millán Astray pide al general al mando de las operaciones permiso para enviar socorros. El permiso le es denegado. Millán Astray se lleva aparte a Franco, jefe de la 1ª Bandera[20]:
—He pedido, me dice —cuenta Franco en Diario de una Bandera—, ya que no podemos ir a Nador, mandar una Compañía, una Sección, algo que les dé ánimos y no puede ser; tengo esperanzas de que permitan enviarles ocho hombres con unos moros del vecino poblado, a llevarles víveres y medicamentos. ¿Habrá muchos voluntarios para la empresa?
—Desde luego, muchísimos —le contesté—. Preguntaremos a los que están aquí sin desplegar.
Nos acercamos a los sostenes, se aproximan los soldados y el Teniente Coronel les habla:
—Allí están sitiados los defensores de Nador; hemos pedido ir a su socorro, pero las necesidades de la campaña no lo permiten; he pedido, sin resultado, mandar una Compañía, una Sección, algo que les dé ánimo y alivio. Lo único que nos conceden es que vayan unos cuantos soldados con dos moros a llevarles víveres y quedarse allí; la empresa es arriesgada; los que vayan seguramente no llegarán; tal vez mueran todos; si hay alguno de vosotros que desee ser de la empresa, que dé un paso al frente.
No terminó la frase. Los soldados han dado todos un paso adelante…
—¡Gracias!, ¡gracias!… —El Teniente Coronel se abraza al más próximo; sentimos honda emoción—. ¡Así queremos a los legionarios!
La operación no se realizó, pues no se encontró ningún moro que les quisiera acompañar, por lo que el mando anuló la autorización.
Desde el 25 de agosto hasta el 8 de septiembre, en que se produce el sangriento combate de Casabona, los legionarios participaron en veintiuna operaciones formando parte de las columnas que mandaban los general Sanjurjo y Cabanellas. En estos días empieza a actuar la artillería de Abd-el-Krim. Narra el propio Millán Astray estos combates[21]:
Aquel día salimos con las fuerzas disponibles a llevar, con el general Sanjurjo, un convoy a Tizza e Ismoart; después de terminado, acudimos en refuerzo de la columna del Zoko, que había trabado rudísimo combate para llevar el convoy a Casabona; además, los legionarios que se habían quedado en el campamento enfermos, heridos, rancheros y asistentes, formaron espontáneamente una pequeña columna de refuerzo a la posición de Ait-Asa, que estaba atacada, y cayeron heridos los oficiales Malagón y Cisneros junto con varios legionarios. Y, por último, cubrimos las guarniciones mencionadas (las 15 antes citadas), que casi todas sufrían las agresiones enemigas. Los efectivos de la Legión aquel día eran unos mil hombres.
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Se inicia un nuevo tipo de guerra en el que los españoles ponen en práctica lo aprendido en el nuevo Desastre. El enemigo es valorado no como un salvaje fácil de vencer, sino como un enemigo formidable; con la salvedad inicial de la artillería y luego de la aviación, españoles y marroquíes combatían con equipos muy similares. Se organizan cuatro fuertes columnas. En la principal, en la vanguardia, van las tropas de choque que manda Sanjurjo. Dos columnas son destinadas a defender los flancos y otra situada en retaguardia del avance, mientras que una cuarta es llevada en barco a Restinga, a 12 km al sur de Melilla, para recuperar este puerto y atacar a las harkas rebeldes por su retaguardia. Las fuerzas españolas avanzan por dos frentes. Desde el norte hacia Nador y desde el este, desde Restinga, hacía Zeluán.
El 5 de septiembre los legionarios se cubren de gloria en las operaciones del blocao de Ait Aixat. El 8 se produce el combate de Casabona. En el Zoco del Had, de Beni-Sicar se habían desarrollado ya combates muy duros. Varias unidades habían pagado con su sangre el proteger el convoy de suministros para la posición de Casabona que se había convertido en un duelo a muerte con los sitiadores. Para aliviar la situación el mando decidió establecer un blocao intermedio entre el Zoco y Casabona, siendo designados la Legión y los Regulares para construirlo.
La mañana estaba despejada y clara como correspondía a un día del tibio otoño marroquí. El enemigo era numeroso y estaba bien parapetado. Los Regulares avanzarían por la izquierda mientras que el flanco derecho era el designado para el avance de la Legión. La artillería apoyaría a los infantes en la operación, pero andaba escasa de munición. El objetivo era ocupar las posiciones señaladas y aguantar hasta la llegada del convoy a Casabona.
A las diez de la mañana, los Regulares asaltaron las viñas que tenían como objetivo y los legionarios un corralón amurallado. La tropa regresó a las cuatro de la tarde tras establecer un blocao que se llamó «teniente Penche», en recuerdo de un oficial muerto en aquella acción cuando dirigía solo el fuego de las ametralladoras al estar muertos todos los apuntadores.
En la Hoja de Servicio de Millán Astray se recoge este combate con las siguientes palabras:
[…] asistió al durísimo combate llamado después de Casavona (sic), en el que tomaron por las fuerzas de la Legión, en unión de los Regulares de Ceuta, y por asalto al arma blanca, varias posiciones fortificadas del enemigo, empeñándose combate que en algunos momentos llegó al cuerpo a cuerpo y en el que las banderas sufrieron pérdidas muy dolorosas y sensibles; como consecuencia de este combate el comportamiento de las fuerzas de la Legión mereció ser citado en la orden General del Ejército, en la que en elevados términos de felicitación se decía entre otras cosas por el Exmo. Sr. Alto Comisario en funciones de General en Jefe que «En nombre de todos nuestros compañeros del Ejército de África, que se enorgullecen de vosotros, os felicito efusivamente y os ratifico nuestra absoluta confianza. Debéis sentiros satisfechos por ello y por haberos hecho dignos de la admiración de nuestra querida España» y a estas frases seguían las de decir «Que las fuerzas de la Legión se habían cubierto una vez más de gloria, con su indomable valor, con su admirable amor patrio, con su incomparable pericia, que lograron asestar al enemigo uno de los mayores golpes que ha sufrido en todas nuestras campañas ocasionándole bajas numerosísimas».
Franco relata en Diario de una Bandera cómo Millán Astray ha estado con ellos en todos los combates, sin separarse ni un momento, y que con la excepción de González Tablas, que es herido, no han visto a otro jefe en todo el combate[22]. Las bajas se elevan a varios centenares, entre ellas el ya citado jefe de los regulares González Tablas. Uno de los tabores en cuadro.
Millán Astray, años después, narra el combate de Casabona en sus memorias inéditas[23]:
Un día en Melilla: Íbamos Regulares y Legionarios. Había que ocupar una meseta en la que, el día anterior, los moros habían deshecho una columna que iba a llevar el convoy a las posiciones avanzadas. En el campo quedaban aún los cadáveres de los soldados y de oficiales de nuestro Ejército que no se habían podido recoger. El enemigo era mucho, fuerte y embravecido. Recibimos orden de tomar la meseta por asalto. Nos preparamos para darlo en dos columnas, una de Regulares, la otra de Legionarios. Avanzamos a ocupar el puesto base del asalto. Llegamos a él concentrando las compañías y pronto dimos Regulares y Legionarios la orden de «Arriba». Los asaltantes en oleadas, con sus Jefes y Oficiales en cabeza, se lanzaron decididos y arrolladores. El enemigo hace cara, se empeña en arriscada lucha. Hay una cerca de piedra que defienden con bravura los moros: La cerca se toma en la primera embestida. Los moros saltan atrás a otra, que está paralela a la recién ocupada. Ambas cercas están separadas por cuatro metros de distancia. Allí se empeña rudísimo y sangriento combate; para avanzar aquellos cortos metros y para ocupar la segunda cerca enemiga; los Regulares sacrifican entero su Tabor y cae herido en el vientre su Jefe, el heroico González Tablas. Las cuatro compañías de la Legión intentan el asalto, tantas veces más que es la que nos da la cerca tan discutida. Las compañías legionarias pierden sus mejores hombres y sus más bravos oficiales.
El puesto de mando está junto con el de socorro en la misma línea de fuego; los heridos y los muertos aumentan agobiadoramente. Un solo médico atiende a todos; los que van a morir son señalados poniéndoles el gorrillo sobre la cara, no se cura más que a los gravísimos de hemorragias. Pero el espíritu de la Legión flota glorioso y los heridos y los moribundos gritan al llegar: ¡Viva la Legión! La cerca trágica queda al fin para los legionarios, el enemigo cede el campo. ¡Hemos vencido! Pero a costa de cuánto sacrificio.
Al caer la tarde, la Legión entra en Melilla transportada en camiones; va cantando, el pueblo melillense la aclama.
El 12 de septiembre 30 000 soldados españoles estaban ya concentrados en Melilla y se inicia la contraofensiva, encabezada por el Tercio y los Regulares. A finales de septiembre la línea defensiva de Melilla había avanzado unos 30 km hacia el interior del país, aunque era imposible, por el momento, avanzar más.
El 16 de septiembre se inician las operaciones para la recuperación de las cumbres del Gurugú y de la vecina ciudad de Nador, donde aún resisten algunos civiles.
Fueron capturados los civiles y militares que no se rindieron en Nador y que no pudieron ser socorridos a tiempo. Los moros se cebaron en ellos como se pudo comprobar al tomarse la ciudad. En la que se conocería como Casa del Matadero se encontró la siguiente inscripción que demostraba las torturas sufridas por los colonos:
Si alguno entrara en este cuarto, sepa que aquí hemos sido quemados treinta hombres y dos mujeres. Llevamos cinco días sin comer ni beber y nos han hecho mil perrerías. Hermanos españoles defendednos y pedir a Dios por nuestra alma. Yo, Juan, el Botero de Nador, natural de Málaga.
Por allí desfiló la tropa consternada por lo que vio, jurando una venganza que luego se tomarían.
El 17 se da la orden de avance general para ocupar Nador, yendo los legionarios en cabeza, al asalto, en la extrema vanguardia que manda el propio Millán Astray. En estos combates es herido, por lo que se ve obligado a dejar el mando de la Legión a Franco, que explica en los siguientes términos lo ocurrido[24]:
El paso de la barrancada y avance sobre las lomas de Nador está difícil; por ello avanza nuestro Teniente Coronel hasta las guerrillas a dominar el campo y dar las últimas disposiciones para el ataque; el enemigo dirige su certero fuego, y cuando el Teniente Coronel me señala el puesto que debemos ocupar en el asalto, el chasquido característico del balazo derriba en tierra a nuestro querido Jefe. Abundante sangre mana de su pecho; ha recibido en él una grave herida, y mientras le retiramos para que efectúe su primera cura, el coronel Castro llega a ordenar la acción.
La Hoja de Servicio de Millán Astray recoge así su herida y posterior convalecencia:
[…] formando la extrema vanguardia de la columna de vanguardia del General Sanjurjo para el asalto de las Tetas de Nador y cuando en la segunda fase del combate dirigía personalmente el asalto, fue herido gravemente en el pecho y evacuado al Hospital de la Cruz Roja de Melilla en donde permaneció en curación hasta el día 27 que a bordo del vapor Vicente la Roda marchó evacuado a la plaza de Málaga. Con motivo de la herida sufrida recibió telegrama de felicitación de S.M. el Rey (Q.D.G.) y el cual le fue dirigido directamente por S.M. en el que dice: «El Rey al Teniente Coronel Millán Terreros, Enhorabuena gloriosa herida al frente del Tercio. Te deseo rápido restablecimiento y envío fuerte abrazo. Alfonso. Rey». Y con fecha 18 de septiembre y como prueba de su Real aprecio fue nombrado Gentilhombre de Cámara de S.M. el Rey con ejercicio. El día 4 de octubre fue evacuado de Málaga a Madrid a continuar su curación, permaneciendo en aquella plaza hasta el 8 de noviembre que regresó a Algeciras y de esta ciudad a bordo del vapor correo a la plaza de Ceuta.
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La herida le mantendrá alejado algo menos de un mes y medio de las operaciones, hasta el 10 de noviembre.
La Legión en la toma de Nador no ha tenido ningún muerto, pero sí veinte heridos. Ese mismo día ocupa y limpia Sidi-Salem, In-Ar-Ammeder y Monte Arbo. Por la noche los legionarios duermen en Nador.
La figura de Millán Astray, quizá el más característico y en cierta forma popular de los africanistas, ha recibido tiempos después, ya muerto, buena parte de las iras de los enemigos de la España de Franco. Su culto al valor físico hizo que, cómo no, se le atacase precisamente en esta cuestión, aunque sin muchas pruebas. Entre los muchos defectos de Millán Astray precisamente éste era uno de los que no tenía.
Sin prueba alguna, Arturo Barea, en otras cuestiones muy ecuánime, asegura que tras esta herida, en Ceuta, al otro lado del Protectorado, le aseguraron que rugía a sus tropas: «¡A mí, mis leones!» pero, tan pronto cargan a la bayoneta, regresa al Estado Mayor. Emitiendo un juicio a favor de Franco, que supuestamente sirve para apoyar su calumnia sobre Millán Astray:
Media una diferencia radical entre él y Franco en cuanto a gallardía. Pese a sus pijamas de seda, su vocecilla aflautada, sus manitas aclamadas y su incipiente barriguita de abacero, Franquito, como todos lo motejan a sus espaldas, marcha derecho hacia las balas cuando los más curtidos se echan a tierra y arrastran como culebras. Conocidos asesinos se ponen lívidos porque Franco les mira de reojo[25].
El desprecio y odio que en otro autor, como Rojas, despierta Millán Astray es evidente como se aprecia en cada línea de lo que escribe sobre él:
El comandante, luego general, Domingo Batet afirma que Millán Astray tiembla al silbido de las balas a raíz de su primera herida, sin que el terror le impida explotarla y ganarse así una pensión anual de nueve mil pesetas[26].
Entre los días 17 y 23 los legionarios permanecen en Nador para luego ocupar Beni-Bulfrur, Tauima y su aeródromo, preparando la toma del Gurugú. Desde el día 2 de octubre al 8 ocupan Sebt, Uad Lau, el collado de Atlanten, Tres Forcas, Taxuda y Segangan lo que permite envolver el monte Gurugú, que caerá en manos de las tropas españolas al ser asaltado por varias columnas el día 9 de octubre de 1921.
A mediados de octubre las fuerzas llegadas para defender Melilla inician el avance hacia Annual. El camino es un reguero de cadáveres insepultos y mutilados. El hedor es insoportable.
El 14 de octubre liberan Zeluán y el 24 el Monte Arruit. En Zeluán el terror rifeño se produjo en Casa la Ina, sobre la que Martínez Campos dijo:
Aquello más que casa parecía un matadero, pues en su recinto hallamos más de cien cadáveres, abiertos unos en canal, otros clavados en la pared, muchos con los atributos sexuales carbonizados, y todos con la mueca del dolor más agudo en la lividez de sus rostros[27].
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Cuando las tropas españolas entran en el cuartel de Monte Arruit se encuentran un paisaje infernal. El olor es fruto de cientos de cadáveres sin enterrar, que llevan bajo el sol del verano marroquí más de dos meses. Una inmensa nube de moscas azules cubre lo que queda de los soldados españoles muertos. La guarnición, después de rendirse, ha sido torturada una vez más salvajemente. Los legionarios ven los cadáveres de sus compañeros con los genitales cortados y metidos en la boca; otros con los ojos, orejas y lengua arrancados. Algunos de los muertos tienen las manos atadas con sus propios intestinos y otros tienen metidos en el ano palos recubiertos de alambres de espinos. Hay cuerpos decapitados, sin brazos y sin piernas. Las tropas que ocupan Monte Arruit tienen que enterrar cerca de 3000 muertos. El instinto de venganza que surge entre los españoles tardará mucho tiempo en desaparecer y convertirá la guerra de Marruecos en una guerra sin cuartel. Los más fieros y crueles de todos los soldados europeos que participan en estas campañas serán, sin lugar a dudas, los legionarios. Su crueldad será directamente proporcional al precio de sangre que pagarán en los muchos combates en los que participaron.
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Prieto habló en las Cortes sobre una noticia censurada, posiblemente en ABC, en la que se informaba de cómo la duquesa de la Victoria había recibido de unos legionarios una cesta encarnada en la que se encontraban dos cabezas de rifeños. Prieto contaba la verdad, pero la guerra era la guerra y la de Marruecos tenía por ambas partes una singular fiereza. Los rifeños no habían perdonado ni a los heridos ni a los que se rendían, los españoles aprendieron de ellos y tampoco perdonaban.
De las cenizas del Desastre de Annual se forja un nuevo ejército de África cuya fuerza aglutinadora residirá en el compañerismo y el espíritu de venganza de los amigos y compañeros muertos tras torturas y crueldades sin cuento. Ortega y Gasset, en España invertebrada, escribiría: «Marruecos hizo del alma difunta de nuestro Ejército un puño cerrado, moralmente dispuesto al ataque.»
A pesar de la guerra son de estos tiempos de los que Millán Astray guarda sus mejores recuerdos. En el archivo Millán Astray se encuentran numerosas pruebas de la entrañable amistad, cariño y respeto que surge en él en relación con Sanjurjo. De todos los compañeros que tuvo Millán Astray en su larga vida de soldado fue Sanjurjo el compañero más querido y respetado. Recuerda en varios de sus escritos Millán Astray cómo viajaban juntos en los días de Melilla, con el general de «paquete» sentado en el sillín de la motocicleta conducida por el propio Millán Astray, camino al frente. Durante los duros días de la defensa de Melilla señala cómo Sanjurjo se iba al anochecer más allá de las líneas avanzadas, sólo con su ayudante, para ver qué pasaba en los blocaos más batidos por el fuego:
Mi General —le decía Millán Astray—, que un día te van a coger o te van a matar, y luego, los maledicentes dirán que te hemos abandonado, cuando eres tú el que nos dejas a nosotros. —No exageres— me contestaba con su bondad ilimitada.
Recuerda cuando antes de los combates, al alborear, hacía montar a Millán Astray y a González Tablas en su coche y «desplegaba sobre sus rodillas el plano, y nos daba sus instrucciones. Su voz se iba apagando lentamente. Tablas y yo callábamos. A poco el General se había dormido; sempiterno noctámbulo, como todas, la noche anterior en vela».
Hasta enero de 1922 no volvió a alcanzarse la posición de Drius, «donde el general Silvestre hubiera podido hacer frente a las vengativas huestes de Abd-el-Krim, de no haber perdido la cabeza». Franco sostiene en Diario de una Bandera que la causa del Desastre radicaba en «la crisis de ideales, que convirtieron en derrota lo que debió haber sido un pequeño revés». Martínez Campos fue más crítico al decir que:
[…] de tres factores indispensables para alcanzar el éxito, que son la fuerza espiritual, la fuerza material y la fuerza moral, los tres fallaron algo, y conviene no olvidar esta lección que, aunque dura, puede ser muy provechosa para evitar otro borrón en la historia gloriosísima de nuestras fuerzas armadas.
El diputado Solano conocía bien el frente de Melilla pues lo había recorrido entrevistándose con oficiales de Regulares y de otras unidades, que le habían planteado sus quejas, antes del Desastre. Conocía las faltas de equipo que sufría la tropa y todos los males materiales y morales que aquejaban a las unidades que allí operaban.
Una vez conocida la magnitud de la derrota, desde la tribuna parlamentaria se le oyó decir en defensa de la buena oficialidad del Ejército: «Yo he visto cómo soldados del Tercio se acercaban a un teniente y le decían: “usted es Dios”. Porque aquel oficial había saltado las trincheras para recoger a un herido, frente al enemigo, dando ejemplo a la tropa. Por eso los soldados sabían perfectamente que les acompañaban unos oficiales con los que quizá morirían todos, pero ninguno caería en poder de los moros.» Habló Solano de la oficialidad sana y de aquellos otros que ganaban 600 pesetas y se gastaban 12 000 mensuales en juego y mujeres. Pidió que se fusilase a los cobardes y ladrones, y se premiase a los valientes y honrados[28]. El tiempo diría cómo se había de hacer justicia y quiénes serían los beneficiarios de la misma.
Todo lo que se ha dicho sobre la baja calidad de los oficiales del Ejército español de tiempos de Annual es en buena parte una gran mentira. Pando señala cómo caían junto a sus soldados, demostrando así que, si un ejército se había perdido en Annual, el sentido de la milicia, no había muerto en el Ejército español[29].
La guerra en África atrajo inesperados fervores castrenses hacia España. Al abrirse ventanillas de alistamiento en los consulados como consecuencia del Desastre de Annual la reacción fue espectacular.
Los voluntarios a la Legión llegaban de todas partes atraídos por su fama y fiereza. En el Manuel de Camps llegaron un nutrido grupo de hispanocubanos —466 españoles, 225 cubanos y 15 de otras nacionalidades— a La Coruña el 4 de octubre provenientes de La Habana. A Cádiz llegaron el 19 de septiembre 287 nuevos legionarios, siendo despedidos en Buenos Aires por más de cincuenta mil personas. El buque Guillén Sorolla los llevaría finalmente a Ceuta. De los 287, tras cuatro años de campaña, volvieron a su casa 25.
En Nueva York pronto fueron 200 hombres los admitidos. Todos ellos embarcarían para España el 23 de agosto por la noche, según contaba ABC.
En Londres, a las 9 de la mañana del jueves 18 de agosto, un millar de entusiastas ex combatientes se agolpaba en las puertas de la embajada española en el aristocrático barrio de Chelsea. Muchos de aquellos aspirantes al sacrificio africano guardaban cola desde las 3 de la madrugada. A las 10, los voluntarios pasaban de 2500. Un centenar eran antiguos oficiales, con gran experiencia en combate. Los diplomáticos españoles, asustados ante aquel gentío, pidieron instrucciones a Madrid.
La solución acordada fue lamentable. Se divulgó la noticia de que sólo se admitirían soldados y sin gratificaciones para sus familias, advirtiéndose que los contratos se firmarían en España, a donde tendrían que marchar por sus propios medios los voluntarios. Estupor e indignación. Hubo entonces que recurrir a la policía para dispersar a la muchedumbre.
El embajador español Merry del Val desaconsejaba su alistamiento argumentando que muchos eran obreros en paro, que tras sus quejas —que serían múltiples, variadas y numerosas— estaría el embajador inglés y que además era una tropa poco sufrida, demasiado bien acostumbrada, lo que les llevaba a ser amigos de los motines cuarteleros. Aconsejó incluso que, si se alistaban en número importante, fuesen mandados por algunos de los oficiales que se habían ofrecido voluntarios.
Se alistaron unos 40 dando los problemas que auguraba Merry del Val: de sus quejas se hicieron eco los Comunes, The Times arremetió en sus páginas contra España y su ejército, llegando en 1922 un voluntario de nombre Derason, que había sido herido en combate, a reclamar una indemnización como si fuese un accidente laboral. Aunque también hay que señalar que ninguno de ellos se pasó a las filas de Abd-el-Krim como ocurrió con franceses y alemanes.
En noviembre de 1921 se desató un incidente de alcance internacional cuando 26 legionarios británicos, entre los que se encontraba el sobrino del cónsul en España, quisieron cancelar su contrato después de comprobar la dureza de las condiciones de vida en campaña. Los oficiales españoles no salían de su asombro, pues estimaban que lo único que allí había era cobardía ante el enemigo, pues la Legión estaba en plena campaña tras Annual, soportando los combates más duros junto con los Regulares. El teniente coronel fundador llegó a sugerir «enviarlos en barco a donde sea conveniente llevarlos» sin que nunca dijese qué sitio era ése.
Frente a esta campaña habló el general británico W. C. Rudkin, viejo conocedor de la guerra en Marruecos, que criticó la comida y equipos españoles, su sanidad, pero tachó de ridículos los malos tratos. Al final de su alistamiento los legionarios ingleses recibieron dinero por anticipado, buena ropa de paisano y billetes hasta Inglaterra, sin que en su patria nadie se acordase ya de ellos. El problema fundamental de la Legión española para alistar a algunos extranjeros radicaba en que muchos de los posibles voluntarios estaban acostumbrados a mejores sueldos y mejores condiciones que las que podía ofrecer el Ejército español[30].
En un artículo aparecido en The Times y en El Sol, Rudkin criticó la torpeza de los ministerios británicos de Guerra y Asuntos Exteriores, al tiempo que sólo tuvo las mayores palabras de elogio para los mandos y oficiales del Tercio[31]:
Lo que a mí me maravilla es que el coronel Millán Astray y sus oficiales hayan obtenido tan excelentes resultados con la Legión Extranjera, después de un periodo tan corto de instrucción. Es cosa que verdaderamente debe citarse en honor de los oficiales y de sus hombres.
El 10 de noviembre regresó Millán Astray, una vez recuperado de sus heridas, a Ceuta, donde estaban tres de las banderas de la Legión[32]:
[…] haciéndose cargo de la Representación sin estar dado de alta en la curación de su herida; permaneciendo en la plaza atendiendo a su curación hasta el día 17 aun sin estar dado de alta, marchó de Ceuta para el mando de su 3ª, 4ª y 5ª banderas y formando parte de la columna de Serrano asistió a las operaciones de Beni Arós, tomando parte al frente de sus tropas en el rudo combate del día 19 en Ayalia, aduar que fue tomado por asalto en unión de las fuerzas del Grupo de Regulares nº 3 de Ceuta, permaneciendo en Ayalia hasta el 22 que formando parte de la vanguardia de la columna del Coronel Serrano asistió a la demostración de fuerzas y ocupación de Telafta por la columna de Larache y continuó prestando sus servicios de campaña en dichos lugares hasta que finalizó el año (1921).
Melilla ya estaba salvada. La situación en la zona oriental parecía estabilizada.
Annual produjo que la zona occidental volviese a estallar. La tenaza que Berenguer había construido con tanto esfuerzo alrededor de El Raisuni se desintegró durante el verano de 1921, al tener que ser trasladadas sus mejores unidades para salvar Melilla. La victoria de los Beni Urriaguel y sus aliados hizo que algunas cabilas pacíficas se lanzaran a la guerra, actitud que encontró más partidarios cuando el hermano de Abd-el-Krim llegó con algunas de sus harkas a atacar el distrito de Gomara, al sureste de Xauen. Así, en diciembre las fuerzas españolas se vieron obligadas a intentar recobrar la iniciativa en la zona de Tetuán con el riesgo de perder todo lo ganado con tanto esfuerzo. Berenguer, con apoyo del ministro de la Guerra, convenció al Gobierno para iniciar la pacificación total del Protectorado; plan que causaría la caída de Maura poco después. El nuevo jefe de gobierno sería el conservador Sánchez Guerra, el cual creía en la supremacía del poder y de la acción civil sobre la militar, lo que llevó a que Berenguer presentase su dimisión.
El 6 de enero de 1922, al mando de la 3ª y 5ª Bandera, agregadas a la columna del general Marzo, participa Millán Astray en los combates para la ocupación de Hayuna y Benibara. Desplegó sus tropas para un reconocimiento por los bosques cercanos al blocao Urea donde se produjeron varios choques, e intervino con sus hombres en los combates que allí se produjeron contra fuerzas muy numerosas.
El día 10 interviene en el combate de Dra al Asef, produciéndose el asalto a la bayoneta de las posiciones enemigas y construyendo los legionarios el blocao Gómez Arteche. Cuando sus fuerzas se replegaban al ser relevadas por las mandadas por el teniente coronel González Tablas, Millán Astray es herido en la pierna derecha. Sin decir nada —a pesar de la gran pérdida de sangre— continúa al frente de sus hombres hasta que terminan los combates. Recoge su Hoja de Servicio su herida[33]:
[…] tomando parte en el asalto de las primeras líneas, saliendo después destacado de la columna de Marzo al mando directo de la 5ª Bandera y fuerzas y elementos necesarios para establecer el blokau (sic) Gómez Arteche y reforzar el flanco retaguardia de la columna del hoy General Castro Girona; a su llegada reforzó a uno de los Tabores del Grupo de Regulares de Tetuán que se encontraba en rudísimo combate cuerpo a cuerpo con el enemigo después de establecido el blokau Gómez Arteche; últimamente y durante el repliegue de la columna Castro Girona constituyó escalón de ella permanente en aquel puesto hasta que directa y personalmente fue relevado por el heroico Teniente Coronel González Tablas siendo a los pocos momentos herido.
Ya en el Cuartel General del jefe de la columna, es recogido y curado. La herida de la pierna no es grave. Es obligado por sus superiores a ser evacuado a Ceuta el día 11.
En el Hospital de la Cruz Roja los médicos le hacen un reconocimiento en el que observan cómo la herida de Nador no está todavía cicatrizada y amenaza seriamente la vida del fundador de la Legión. La herida supura pus y sólo su carácter, fuerza de voluntad y resistencia al dolor le permiten seguir. El 18 de enero es trasladado a Madrid.
Desde el 17 de septiembre hasta el 10 de enero ha participado en veinte combates que son fielmente narrados por Franco en Diario de una Bandera. La 3ª Bandera, paralelamente, seguía combatiendo en la zona de Tetuán, frente a la que se incorporó la recién formada 4ª Bandera, donde desbaratan la ofensiva del hermano de Abd-el-Krim sobre Monte Magna.
El 1 de febrero de 1922 Abd-el-Krim proclamó oficialmente el nacimiento del emirato del Rif, sustentado por una harka de más de 10 000 hombres. Ese mismo día Millán Astray está ya en Dar Drius al frente de la Legión[34]. En Cataluña, donde había sido pisoteada y mancillada la bandera española, Acción Catalana y Estat Catalá celebraron el nacimiento de la República del Rif y enviaron un mensaje de solidaridad a Abd-el-Krim.
En la primavera de 1922 Sanjurjo es nombrado gobernador militar de Larache. Berenguer está dispuesto a acabar con El Raisuni a cualquier precio. Parte de las tropas de choque que estaban en Melilla vuelven a la zona occidental.
El 2 de marzo Millán Astray manda las banderas que están en la extrema vanguardia de la columna del general Berenguer. Está siempre en el frente, disfrutando con sus legionarios de la dura vida de campaña. Participa en todos los combates. Realiza el reconocimiento sobre el Had. El 7 ocupa y fortifica la posición de Zaumá. El 8 toma Sepsa. El 14 ocupa y fortifica las posiciones de Jehtien número 1 y número 2. El 18 participa, al mando de la vanguardia, en la toma de Anvar, siendo el encargado de fortificar la posición con ayuda de un grupo de artillería de montaña y de una unidad de ingenieros. Es felicitado por Berenguer y Sanjurjo por el desarrollo de la operación. El 22 vuelve a Dar Drius donde realiza pequeñas operaciones. El 29 combate en la batalla de Tugust al frente de la Legión y de fuerzas de Policía Indígena.
En abril procede a la inspección de las banderas de la zona de Ceuta, para el 17 ir a Melilla y realizar allí las inspecciones correspondientes. El 19 ya está en Larache formando parte de la columna del general Marzo, donde participa el 28 de abril de 1922 en la ocupación de Tacum-Seleka, Besiar y Amaám, combates en los que se distinguió la 5ª bandera. El 2 de mayo cae Tahar-Betrda, el 6, al mando de una columna, protege un puesto de ambulancias avanzadas en la posición García-Acero, y el 7 combate para ocupar Selalem y Gran Peña.
El 12 de mayo de 1922, con la columna del general Marzo, participa en la toma por asalto de Tazarut, operación en la que murió González Tablas. Quedó voluntario de guarnición hasta el día 15, regresando el 17 a Ceuta, por orden del Alto Comisario, para organizar una nueva bandera legionaria. Mientras tanto, parte de los 20 000 reclutas metropolitanos que han cumplido ya sus dos años de servicio abandonan Marruecos.
Del 10 al 24 de junio manda la extrema vanguardia de la columna de Saliquet por orden expresa del Alto Comisario. El 18 participa mandando la vanguardia compuesta por Regulares de Ceuta y Tetuán y fuerzas legionarias, en los combates por las poblaciones de Baba y Pugna, y en el combate de Dra el-Asef, que se consideró el más sangriento de los realizados en la zona, pues causó 400 bajas al enemigo y las fuerzas españolas tuvieron 300.
El 30 de junio se concede a la Legión su primera Medalla Militar colectiva por sus acciones de guerra inmediatamente pasadas.
El 9 de julio Berenguer, como consecuencia de la recomendación del general Picasso de que sea procesado, dimite. Se convierte en el líder de los africanistas del Rey.
Es nombrado nuevo Alto Comisario el capitán general de Madrid, el antiafricanista Ricardo Burguete. Llega con el propósito de cambiar la línea de actuación de su predecesor. Tiene la idea de pactar con El Raisuni cuando ya su revuelta estaba vencida. Intentó sin ningún éxito comprar a Abd-el-Krim, mediante la garantía española de pervivencia del emirato del Rif A estas alturas el jefe de los Beni Urriaguel quería únicamente la independencia que veía al alcance de la mano.
Los acontecimientos hicieron cambiar a Burguete de opinión. En el verano de 1922 rechazó a las harkas de Melilla y empujó a Abd-el-Krim al interior del Rif. En octubre reemprendía las operaciones ocupando Tizi Azza, cerca del feudo de la familia Abd-el-Krim. Con muchas bajas, pero con la victoria en su bando, tuvo que frenar la ofensiva.
La campaña del general Burguete para recuperar la iniciativa en Marruecos fue paralizada por el Gobierno tras las protestas de la prensa como consecuencia de las numerosas bajas tenidas en los combates de Tizzi Azza, en pleno corazón del Rif de Beni-Urriaguel.
El 1 de agosto Millán Astray es enviado a la Península para realizar acciones de propaganda y reclutar nuevos legionarios. La guerra es una sangría continua que reclama más y más hombres para los combates. En Santander le recibe el Rey y durante dos días es su huésped y a sus inmediatas órdenes. Es un héroe nacional, por todos admirado, dentro y fuera de España.
A Alfonso XIII le gustan los militares africanistas. Los oficiales coloniales son el tipo de soldado que S.M. juzga que se ajusta al modelo de cómo debe ser un militar. Entre ellos tiene algunos amigos, uno de éstos es Millán Astray.
Tras su brevísima estancia en Santander, el 15 de agosto regresa a África. El 16, 17 y 28 revista las banderas. El 15 de septiembre, por fin, recibe la Medalla Militar Individual. Para un soldado, permanentemente hambriento de honores, supone una alegría y un orgullo inmenso. El 26 de septiembre es enviado a Madrid en comisión de servicio, allí recibe muchas y buenas noticias. El 4 de octubre le conceden una cruz de 2ª clase del Mérito Militar.
El 21 de octubre ya está otra vez en campaña, ahora en Melilla, pues ha pedido voluntariamente poder operar con las banderas legionarias que aún siguen en la zona oriental. Participa en los combates por Tizzi Azza. El 30 regresa a Ceuta en el vapor Castilla.
El 3 de noviembre se le concede la medalla de Sufrimientos por la Patria por las graves heridas sufridas en los últimos combates, con un pago por una sola vez de 3135 pesetas y 6000 pesetas de indemnización. Millán Astray, que no es nada pesetero, prefiere los honores al dinero, pero la verdad es que a su estrecha economía no le viene nada mal este premio, e inmediatamente le conceden, sin pedirlo, dos meses de licencia por enfermedad en Madrid. El 13 de noviembre le quitan inesperadamente y sin motivo aparente el mando del Tercio de Extranjeros. Las Juntas de Defensa han exigido al Gobierno su destitución y lo han conseguido. Desde su reciente fundación y bajo el mando de Millán Astray, la Legión ha asistido a 88 combates y ha tenido 1628 bajas.
Las Juntas de Defensa nacen en la primavera de 1917 con el nombre de Unión y Junta de Defensa del Arma de Infantería. Su objetivo inmediato era poner fin a la creciente desigualdad entre los salarios de los oficiales de las guarniciones metropolitanas y de Marruecos, a lo que pronto se sumó la reclamación para que no hubiese ascensos por méritos de guerra[35], ascensos y bonos de guerra que beneficiaban especialmente, desde 1909, a los oficiales de infantería y caballería que llevaban la mayor parte del peso de los combates en Marruecos. El detonante que hizo nacer las Juntas de Defensa fueron las pruebas de selección, de carácter humillante para los que las realizaban, para ascender a comandante, teniente coronel y coronel salvo para los militares de ingenieros y artillería.
Las Juntas nacían con un motivo aparentemente justo, pero pronto fueron manipuladas desde el Gobierno y la propia Corona, dirigidas por oficiales sin escrúpulos —se tuvo noticia que algunos de sus dirigentes se asignaban gratificaciones de hasta 50 000 pesetas— que las convirtieron en un poder paralelo en el seno del Ejército y que causaron la división de la oficialidad española en dos grupos irreconciliables. Afirma José Ramón Alonso que la rivalidad entre juntas y Gobierno acabó convirtiéndose en abierta pugna entre africanos y junteros, los primeros luchando en suelo marroquí, los segundos alejados del mundanal ruido en sus cuartos de banderas. La oposición de las juntas a los ascensos por méritos de guerra hizo que en algún momento llegase a ser difícil encontrar oficiales voluntarios para Marruecos, pues la posibilidad del ascenso era el más lógico incentivo para los riesgos propios de toda contienda. Las Juntas llegaron a ser odiadas por todas las fuerzas combatientes, lo que provocó que, aunque ya convertidas por La Cierva en juntas Informativas, acabasen por ser suprimidas por Sánchez Guerra. Oficialmente habían vivido cinco años y cinco meses, aunque su sombra nefasta se seguiría proyectando hasta los prolegómenos de la Guerra Civil[36].
El enfrentamiento entre africanistas y junteros fue en aumento a medida que la guerra en el Protectorado crecía en intensidad y, muy especialmente, entre los oficiales en campaña en la zona occidental en los meses previos a Annual. Mola calificaba las Juntas como un «sindicato militar legalizado por la claudicación del Poder público». Algunos[37] oficiales de la Legión y otros oficiales que comandaban a las tropas indígenas, como Millán Astray, Orgaz y el vehemente Varela, protagonizaron tal repulsa y oposición a la escala cerrada que proponían los junteros que la Junta de Infantería, con sede en Madrid, envió un comité de investigación a Marruecos a comienzos de julio de 1921.
Varela era el cabecilla de los antijunteros del área, por lo que tuvo que abandonar el frente para acudir a un interrogatorio del citado comité. Se producía la investigación en un momento especialmente delicado para él, pues acababa de presentarse una petición para su ascenso de teniente a capitán por la vía excepcional que permitía la ley de 1917.
Durante el interrogatorio, Varela declaró que dimitiría del Arma de Infantería[38] si no se reinstauraba la escala abierta. En el camino de regreso al frente, a poca distancia de donde se había mantenido aquella primera reunión, le alcanzaron los disparos de una harpa de cabileños rebeldes hiriéndole dos veces en una pierna. Un general africanista cogió la camilla del herido teniente Varela y la depositó dentro de la tienda donde la comisión de junteros llevaba adelante su encuesta, con la idea de que viesen cómo era la vida en campaña y la naturaleza de los actos heroicos que merecían un ascenso y que ellos desde la Península querían suprimir[39].
La primera protesta antijuntera publicada en la prensa la realizó el jefe de los Regulares, teniente coronel González Carrasco, con la finalidad de impedir que los oficiales que estaban combatiendo en el Protectorado quedasen relegados a ser soldados únicamente de un ejército colonial, como querían las juntas. Los militares burócratas de guarnición de las juntas aspiraban a la separación en dos del Ejército español, mediante la creación de dos escalafones y dos tipos de unidades diferentes. Unos oficiales estarían permanentemente destinados prestando servicio en las colonias y, otros, en la Península, sin poderse mezclar, de tal forma que los junteros veían alejados de sus carreras los peligros e incomodidades de la vida en campaña, al tiempo que las mismas no quedaban ralentizadas como consecuencia de los ascensos por méritos logrados por los africanistas. Trescientos oficiales y jefes de Regulares y la Legión secundaron a González Carrasco como un solo hombre pidiendo su baja en las Juntas. La brecha estaba abierta.
Pero ¿quiénes eran los africanistas? Eran fundamentalmente los jefes y oficiales con destino en Marruecos al frente de unidades de combate; los que mandaban unidades de Infantería y Caballería fueron los más comprometidos en la guerra por ser éstas las que llevaban el peso de los combates, el núcleo central del africanismo, y dentro de éstos los pertenecientes a unidades de choque, Regulares —tropas indígenas en general— y Legión.
Señala Sebastián Balfour, en su desigual libro Abrazo mortal, cómo surgió tras Annual una nueva clase de tropa y oficiales más profesional, que terminó siendo la esencia del ejército colonial español, los africanistas. Hombres que se fueron distanciando cada día más de sus compañeros metropolitanos[40]:
Los oficiales que mayor vocación colonial mostraron fueron los de la primera generación que prestó servicio en Marruecos. Este grupo tenía mucho que ver con las antiguas colonias españolas de ultramar. La mayoría habían nacido en alguna de ellas o habían crecido allí, como Mola, Berenguer, Silvestre, Morales, Castro Girona, Manera Valdés, Manella, Cavalcanti, Capaz o Kindelán. Sus madres pertenecían a familias coloniales que apoyaban a los españoles (porque eran españolas) desde hacía generaciones, como era el caso de Mola, o bien ellos mismos se habían casado con españolas de estas familias. Muchos habían luchado también en las guerras contra los rebeldes criollos y después en la guerra contra Estados Unidos de 1898 para defender la soberanía de España sobre sus colonias. Por tanto, sus referentes culturales eran una mezcla de elementos coloniales y metropolitanos, si bien todos ellos realizaron su formación militar en España. Esta identidad dual o cultural del expatriado tendía a separarlos de sus contemporáneos españoles, hasta tal punto que, en algunos casos, eran considerados o llegaban a considerarse a sí mismos como unos forasteros dentro de España. Este rasgo puede explicar el entusiasmo con que asumieron la nueva llamada colonial cuando comenzó la empresa militar española en Marruecos en 1907 […].
Comienzan así a cobrar notoriedad los nombres de algunos jefes y oficiales que alcanzarán bien pronto el generalato; entre los primeros se encuentran Berenguer, Cavalcanti, Cabanellas, Sanjurjo y Queipo de Llano; después vendrá la pléyade de los jóvenes: Millán Astray, Goded, Mola, Orgaz, Franco, Fanjul, Muñoz Grandes, Varela.
Dice Arturo Barea en el segundo volumen de su obra La forja de un rebelde, desde su izquierdismo antimilitarista, sobre algunos de los jefes africanistas que conoció:
Poco a poco fui conociendo a los jefes de las fuerzas de operaciones. El general Dámaso Berenguer, alto comisario de Marruecos, macizo y pesado; con una voz untuosa. El general Marzo, sanguíneo y apopléjico, con un genio explosivo. El coronel Serrano, rechoncho y valiente hasta la temeridad, un hombre paternal a quien adoraban sus soldados por su buen humor y por su carencia absoluta de miedo. El teniente coronel González Tablas, alto, enérgico, una autoridad entre los moros de Regulares, de quien era jefe, con mucho de aristócrata entre los demás jefes, que la mayoría parecían campesinos acomodados y quienes le odiaban cordialmente, o al menos a mí me lo parecía. Y finalmente el general Castro Girona, amabilísimo, pero extraño, con su piel tostada, su cabeza rapada y su interés genuino por los moros.
Desde su fundación, los oficiales de la Legión, con Millán Astray y Franco a la cabeza, intervinieron directamente en las disputas con los junteros. En sus memorias inéditas cuenta Millán Astray cómo inicialmente todos aceptaron la propaganda de las Juntas que se llevó adelante en todas las guarniciones, la última la de Madrid, más por compañerismo que por convicción, hasta que las Juntas cayeron en manos de profesionales de la política que exteriormente abominaban de ella (pero que sólo deseaban alcanzar el poder». Esta división de la oficialidad del Ejército en junteros y antijunteros nos la explicaba el propio Millán Astray[41]:
La medida violenta contra los alumnos de la Escuela de Guerra con la expulsión de las filas de algunos de ellos y los castigos impuestos a los otros y a algún jefe, dio origen al cisma y, desde entonces, numerosos oficiales nos dimos clara cuenta de que estas providencias violaban la disciplina militar, rompiendo los lazos de compañerismo y amistad y por último ponían en riesgo la vida normal de la Nación. En aquellos días finales del año 1920, el malestar, que a causa de la actuación de las Juntas sentían los oficiales que estaban en la campaña de África, les decidió a separarse de ellas, como así lo notificaron y proponer su disolución, o cuando menos, cambiar decididamente su peligroso rumbo.
Como uno de los puntos capitales que ventilaba era el de la escala cerrada, o sea, como todos saben, que no hubiese más ascensos que por rigurosa antigüedad y no por méritos de guerra, fue este motivo muy principal para la desunión ya que, naturalmente, los que estábamos en campaña éramos partidarios de la escala abierta.
Este pleito que ha conmovido hondamente y conmoverá aún mucho tiempo al Cuerpo de Oficiales, ha degenerado en bizantinismo, aportándose razones por entrambas partes, y los de contrarias opiniones jamás llegarán a ponerse de acuerdo.
Hay un hecho real y tangible, y es que la casi totalidad de los partidarios de la escala abierta radicaba entre los que estaban en campaña, y que algunos de los que abogaban por la escala cerrada al llegar a la dura realidad de la guerra, mudaban de parecer. Hubo oficial dignísimo que siendo cerradista tenaz, pidió, y obtuvo en el acto, ser destinado a un cuerpo de choque, para comprobar por propia experiencia si tenían razón o no los que opinaban que debía ascenderse por méritos de guerra, cuando para ello hubiera lugar. Su opinión desgraciadamente no la pudimos saber, porque su bravura y pundonor lleváronle pronto a morir en el combate que él pensaba que habría de servirle para resolver sus dudas, tan merecedoras del máximo respeto.
Millán Astray, dada su popularidad y lo influyente de sus opiniones como jefe de filas de los oficiales que habían pasado por la Legión, se convirtió en uno de los africanistas más odiados por los junteros. Odio que le persiguió a la largo de toda su carrera, hasta poco antes del inicio de la Guerra Civil.
El Desastre de Annual radicalizó el enfrentamiento entre ambos grupos de oficiales. La Juntas salieron en defensa de algunos de sus miembros llegados a Melilla y que cumplían con sus obligaciones militares con desidia e ineficacia, lo que se veía por los africanistas como una traición, llegando algunos a ser sometidos a tribunales de guerra. Los hechos eran incuestionables, ninguno de los miembros de la Junta Regional de Melilla murió o resultó herido durante el Desastre de Annual. Por ello, se incoaron juicios contra varios miembros de las Juntas por incompetencia y deserción.
El enfrentamiento entre ambos grupos era total. Los junteros, incluso en una situación tan crítica como la de la campaña para la salvación de Melilla, se opusieron al nombramiento de Sanjurjo como gobernador militar de Melilla por no ser uno de los suyos. El general Cabanellas, conocido africanista, dirigió una carta abierta a la Junta de Infantería, extensamente publicada, en la que decía[42]:
Acabamos de ocupar Zeluán, donde hemos enterrado 500 cadáveres de oficiales y soldados. Estos y los de Arruit se defendieron lo bastante para ser salvados. El no tener en el país unos millares de soldados organizados, les hizo sucumbir. Ante estos cuadros de horror, no puedo menos de enviarles a Ustedes —a las Juntas— mis más duras censuras. Creo a Ustedes los primeros responsables, al ocuparse sólo de cominerías, desprestigiar el mando y asaltar el presupuesto con aumentos de plantilla, sin ocuparse del material, que aún no tenemos, ni de aumentar la eficacia de las unidades. Han vivido ustedes gracias a la cobardía de ciertas clases, que jamás compartí.
La Juntas perdían por días apoyo entre los militares y la opinión pública, lo que les lleva a reaccionar cada vez con más virulencia a los ataques, llegando a amenazar al ministro de la Guerra, La Cierva, desde su periódico La Correspondencia Militar, con arrojarle por la fuerza de su despacho.
Maura y La Cierva, siguiendo el consejo de Berenguer, procedieron a integrar las Juntas en el ministerio de la Guerra como paso previo a su disolución, bajo el nombre de Comisiones Informativas, pasando así sus miembros a quedar sometidos a la rígida disciplina del Código de Justicia Militar.
Las relaciones de Alfonso XIII con los miembros de las Juntas eran, como poco, equívocas, aunque estaban sus preferencias claramente a favor de los africanistas. La medida del gobierno Maura-La Cierva tardó en ser aprobada por el Rey, pues pensaba que los junteros podían todavía ser en sus manos un instrumento útil en el juego político. Finalmente el Rey firmó el R.D. a mediados de enero de 1922 por el que nacían las citadas Comisiones Informativas.
Entre las propuestas descabelladas que seguían exigiendo los junteros estaba la destitución del 30 por ciento de los oficiales, todos africanistas y contrarios a las Juntas, al tiempo que seguían oponiéndose a los ascensos por méritos de guerra. División gravísima en el Ejército que, con el paso del tiempo, no remitía sino que se acrecentaba y que, además, coincidían con los avances en las investigaciones sobre el Desastre realizadas por el general Picasso[43].
En aquellos días no todo era malo para el Ejército. Señala Payne que, tras el Desastre, miles de soldados fueron llevados a África, entre ellos centenares de jóvenes de clase media y alta que se presentaron voluntarios, y muchos oficiales voluntarios de complemento que también fueron enviados movilizados, ya que los junteros sistemáticamente se negaban a ir a Marruecos. Estas medidas hicieron que la moral de las tropas de África mejorara, así como las condiciones de vida en los cuarteles, comenzándose la formación de un espíritu de ejército verdaderamente nacional fuertemente cohesionado que vino a reforzar a los africanistas.
Con motivo de la asistencia del Rey y su esposa a la ceremonia celebrada en Sevilla, en octubre de 1922, para condecorar a Sanjurjo, al teniente González Carrasco y a su unidad de Regulares, los oficiales de la guarnición de Sevilla, mayoritariamente junteros, boicotearon la ceremonia. Los oficiales africanistas se sintieron ultrajados y pidieron que se castigara a los partidarios de las juntas[44]. Millán Astray, uno de los principales blancos del odio de los miembros de las Juntas de Defensa, reaccionó con una carta abierta al Rey el 7 de noviembre, llegando incluso a presentar su dimisión, declarando[45]:
No quiero ni puedo continuar en el Ejército actuando en él dos poderes: uno, legal, el del Gobierno; y otro, subversivo: el de las Juntas; yo sólo reconozco el poder del Gobierno y rechazo y me opongo al poder de las Juntas.
La intervención del prestigioso Millán Astray supuso, como señala Cabanellas, el inicio del fin de las Juntas[46]. Desde Marruecos Franco envió un telegrama expresando la total solidaridad de los oficiales del Tercio con su jefe y pidiendo la disolución de las Juntas, petición a la que se sumaban los oficiales de artillería con él destinados. Recordaba Millán Astray[47]:
Las pasiones se fueron enconando. En África se hizo, como ya he dicho, una extensa relación de jefes y oficiales en la que nos dábamos de baja de las Juntas, las que se resistían admitírnoslas, utilizando elementos de persuasión y de amenaza. En este estado llegó la dura campaña de 1921 y la vida activísima en constante contacto con el enemigo después del desastre de Melilla, impedía tratar con la debida atención aquel arduo problema, aunque el cumplimiento de nuestros deberes de soldados no llegaba a impedir en absoluto que se pudiera hacer sinceros ofrecimientos de concordia sobre la base de llevar las Juntas al terreno de la absoluta disciplina y a la severa prohibición de intervenir en la vida política.
Aquellas proposiciones fueron: Nada de votaciones por el cuerpo de oficiales; nada de cotizaciones en metálico para la constitución de fondos, trataríanse únicamente de la escala cerrada o abierta, siendo el triunfo de los que demostrasen tener razón. Aquel propósito no fue viable, y pronto ante el peligro, ya inminente, de que llegasen a desenvainarse las espadas entre hermanos, creyendo hacer un bien al Ejército y a la Patria, publiqué mi manifiesto en contra de las Juntas de Defensa, pidiendo mi retiro si éstas no eran disueltas por el Gobierno. El Congreso, a propuesta de aquél, dictó una Ley de acuerdo con mi proposición, y aquel mismo día fui relevado del mando de la Legión. Relevo que acaté gustosamente por demostrarse con él que no se obedecía a ninguna presión y si a la voluntad nacional. Después nada más he hecho en tan enojoso asunto.
Seis días más tarde, el Gobierno, preocupado por la insubordinación de Millán Astray, pero, sobre todo, por tomar medidas que contentasen a ambas partes, le retira el mando del Tercio Extranjeros, por R.O. de 3 noviembre de 1922, bajo la excusa de que sus numerosas heridas le incapacitaban para el mando. En esas mismas fechas Franco abandona la Legión para ir al regimiento del Príncipe de Oviedo[48].
El 14 de noviembre de 1922, el gobierno Sánchez Guerra preparó una moción parlamentaria para abolir definitivamente las Juntas, propósito que logró.