capítulo doce

Ori’buyce, kih’kovid.

Todo casco, nada de cabeza.

—Insulto mandaloriano para alguien con un desmesurado sentido de autoridad

CASA DE LA REPÚBLICA, CORUSCANT: 0001 HORAS, HORARIO GALÁCTICO ESTÁNDAR

Jacen Solo, con el uniforme de gala de coronel de la Guardia de la Alianza Galáctica, estaba en pie fuera del vestíbulo del edificio de la República flanqueado por el sargento Wirut y la soldado Limm.

Sentía una pena real por Lekauf. Era una gran pérdida. Ben lo había hecho bien, pero debería haber vuelto al trabajo al instante. Jacen planeaba hablar con Shevu más tarde por enviar a Ben de permiso sin hablarlo primero con él.

—¿Está seguro de que eso va a ser suficiente, señor? —preguntó Wirut—. ¿Sólo los tres?

Jacen estiró sus guantes negros sobres sus dedos.

Pasaba un minuto de la medianoche y eso hacía lo que estaba a punto de hacer ampliamente legal, justificado y tardío.

—No creo que el Jefe Omas tenga un escuadrón ahí arriba, de alguna manera.

Wirut no replicó. Jacen era el primero en admitir que ir a arrestar al jefe electo de la organización más poderosa de la galaxia con un par de soldados era poco sobresaliente, pero no le veía sentido en inundar el área con una compañía entera. Omas no ofrecería resistencia. Si lo hacía, un Jedi y dos soldados armados eran suficientes para tratar con ello.

Jacen abrió el comunicador con Niathal.

—Ahora estamos en posición —dijo él—. Vamos a entrar.

—Tengo una reunión de emergencia con el senador G’Sil en diez minutos —dijo Niathal—. No está contento con esto, pero le dije que no podía esperar.

—¿Él no tiene indicios de lo que está pasando?

—Si los tiene, no ha mostrado el más ligero signo de interferir.

—De acuerdo. Ahora no hay vuelta atrás. Estamos comprometidos.

—Sólo hágalo…

El guardia de seguridad de la recepción delantera era un hombre acostumbrado a ver toda clase de uniformes entrando y saliendo de la Casa de la República. La lujosa torre albergaba a la élite de la AG y cada senador parecía tener su propio séquito de guardaespaldas al igual que de visitantes militares.

La mayoría de los coruscanti sabían a estas alturas qué aspecto tenían los uniformes de la GAG de todas maneras (Jacen se había asegurado de que su policía secreta era cualquier cosa menos secreta, al menos en términos de su existencia), pero le dio al guardia la identificación apropiada sin que se la pidiera. No tenía sentido ser maleducado o lanzar su peso de un lado a otro. El hombre sólo estaba haciendo su trabajo.

—No necesita anunciarme —dijo Jacen.

El guardia comprobó su cuaderno de datos.

—De todas maneras está en la lista de admisión.

Suba.

Le llevó minutos al turboascensor llegar al piso de Omas. Mientras la cabina subía, los dos soldados simplemente contemplaron los lamentos que tenían ante ellos. Jacen sintió su renuencia y quiso saber si era debido a un afecto por Omas o a una repugnancia por los golpes de estado militares, pero no preguntó. Cualquier ejército al que le gustara la idea de un golpe de estado no era digno de tenerse. Ese tenía que ser el último recurso.

—Cómo viven la otra mitad… —dijo Wirut mientras las puertas del turboascensor se abrió a un vestíbulo de lujo extraordinario. El aire estaba perfumado, con un agradable aroma neutral a madera, y el ancho corredor estaba forrado con nichos llenos de raros cristales de Naboo (Omas sentía una debilidad por ellos) y cerámicas iridiscentes Shalui—. Podría encajar mi apartamento y a mis diez vecinos aquí.

—Si ponemos alfarería de lujo en los corredores de mi edificio, no estaría allí mucho tiempo —dijo Limm. Lanzó una mirada envidiosa al brillante jarrón rojo que cambiaba gradualmente a verde y turquesa mientras el ángulo de la observadora cambiaba—. Aun así, los pagos de él al seguro deben de doler.

—Las posesiones son cargas. —Jacen sonrió—. Lo que tienes siempre te puede ser arrebatado, así que la riqueza engendra miedo.

—Estoy dispuesto a enfrentarme a esa clase de miedo, señor —murmuró Wirut—. Y a un gran y bonito yate SoroSuub. Eso me asustaría bastante agradablemente.

Las magníficas puertas del apartamento de Omas eran de bronzio grabado, un diseño abstracto de uno de los mejores artistas de Coruscant. Jacen no podía recordar el nombre. Parecía un desperdicio de talento cuando las puertas sólo las veían Omas, su círculo cercano, los empleados de limpieza y los droides de reparaciones. La Casa de la República tenía la clase de arquitectura y diseño que garantizaba las visitas públicas.

Jacen hizo una pausa, poniendo en orden sus pensamientos antes de presionar el timbre. Los soldados se quedaron atrás y se bajaron los visores, un procedimiento estándar cuando entraban en un edificio. Durante un momento Jacen pensó que iban a colocarse a cada lado de la puerta, pero simplemente estaban dando un paso atrás, con Limm manteniendo un ojo en el corredor como precaución de rutina.

El propio Omas respondió a la puerta. Jacen sabía que no tenía ninguna protección constante estos días, pero de alguna manera esperaba que un droide o incluso un mayordomo real recibiera a los que llamaban. El Jefe de Estado le miró con un fruncimiento de ceño desconcertado y luego miró a los dos soldados.

—Buenas noches, Jacen. —Dio un paso atrás y les precedió hacia dentro—. Un asunto desgraciado, eso del disparo. No puedo decir que me gustara Gejjen, pero muestra lo cuidadosos que tenemos que ser en nuestra línea de trabajo.

Deambuló por un largo pasillo que hacía que el corredor de fuera pareciera como un tugurio de los niveles inferiores. El arte de las paredes dejaba sin respiración y la mayoría parecía datar de antes de la invasión yuuzhan vong. Algún conservador de galería tenía un lugar oculto muy seguro, entonces. Al final, Omas se volvió.

—¿Puedo traeros, buena gente, algo de beber antes de que nos sentemos?

De algún modo habría sido mucho más fácil si Omas hubiese sido hostil.

—Señor —dijo Jacen—. Le estoy arrestando en nombre de la Alianza Galáctica por posibles actividades que comprometen la seguridad del estado.

Omas frunció el ceño ligeramente, como si no hubiera oído bien. Dio unos cuantos pasos hacia atrás por el pasillo donde las luces orientadas hacia abajo lanzaban estanques de luz sobre la alfombra rubí de grueso terciopelo.

—¿Perdón?

—Está bajo arresto, señor. Le dejaremos llamar a su abogado más tarde, pero justo ahora sería una buena idea que viniera con nosotros.

Omas lanzó un pequeño resoplido de diversión.

—Jacen, mi querido niño, es con Cal Omas con quien está hablando. No sea tan estúpido… ¿arrestarme? ¿Arrestarme?

Jacen metió la mano en su chaqueta y sacó un cuaderno de datos.

—Bajo los términos del Decreto de las Medidas de Emergencia, cualquiera, incluyendo jefes de estado, políticos y cualquier otro individuo que se crea que presenta un riesgo genuino para la seguridad de la Alianza Galáctica puede ser ahora detenido. Eso es una cita, señor. La enmienda a la ley que incluye jefes de estado entró en vigor a medianoche y usted es un jefe de estado…

Omas pareció sorprendido más que alarmado.

Jacen estaba acostumbrado a que la GAG produjera miedo cuando hacían una visita, pero el estupor era desconcertante.

—Vi la enmienda en las notificaciones de las circulares de ayer —dijo Omas, todavía bastante conversacionalmente—. Santo cielo. Realmente lo hizo, ¿verdad? Realmente cambió la ley y planeó esto.

—Señor…

—¿Se me permite saber qué riesgo se supone que represento para mi propio estado?

—Puedo mostrárselo, señor —dijo Jacen y cambió su cuaderno de datos al metraje de la cámara de la reunión con Gejjen. Lo inició y luego mantuvo el cuaderno de manera que Omas pudiera ver la pantalla—. Por favor, siéntase libre de verlo completo y luego dígame si no es usted el que está en la sala con dos oficiales de Inteligencia de la Alianza, el difunto Primer Ministro y sus dos oficiales protectores de SegCor.

La expresión de la cara de Omas no tenía precio.

Jacen sintió un torrente de alivio al haber hecho finalmente, finalmente, que Omas comprendiera que ahora era un hombre sin futuro. Omas miró al cuaderno de datos y realmente vio toda la reunión. Tras Jacen, Wirut y Limm esperaron en paciente silencio.

—Bueno —dijo Omas—. ¿Qué puedo decir?

—El sargento Wirut le acompañará a hacer la maleta para esta noche —dijo Jacen—. Le sacaremos tan discretamente como sea posible.

—¿En secreto? Oh, ya veo…

—No, señor, no va a desaparecer y aparecer flotando bocabajo en alguna alcantarilla. Esto se conducirá legal y abiertamente.

Omas miró impasiblemente a la cara de Jacen y luego miró más allá de él hacia los dos soldados. Jacen pudo sentir el miedo del hombre incluso aunque parecía perfectamente tranquilo.

—Sargento, tengo una maleta preparada para las eventualidades —dijo Omas casi sonriendo—. Si no confía en que me vuele el cerebro en mi dormitorio, haga el favor de ir a la quinta puerta a la izquierda y cójala por mí. Está en el primer armario según entra en la habitación. Una bolsa de viaje de cuero marrón claro.

No había nada peor que un detenido digno. Jacen sabía que en menos de veinticuatro horas los barracones y el bar de la FSC estarían llenos de los cotilleos de lo magníficamente valiente que había sido Omas. Wirut desapareció en el dormitorio mientas Limm se quedaba de guardia.

Omas se acercó un poco más a Jacen, con su cara a centímetros, tan cerca que su barba rozó la piel de Jacen como una mano.

—So pequeño jerk aborrecible, loco de poder y ridículo —dijo dulcemente con la sonrisa de un abuelo indulgente—. También hiciste que mataran a Gejjen, ¿no es cierto?

Jacen esperaba que le escupiera en la cara y todavía sonriera, pero Omas se condujo impecablemente mientras se marchaba. Wirut caminaba tras él, con la pistola láser visible pero no clavada en la espalda del Jefe de Estado y Jacen abría la marcha. Fue el descenso en turboascensor más largo y más embarazoso que Jacen pudo imaginar. Cuando llegaron al vestíbulo, el guardia de seguridad miró durante un momento, bajó su holozine y se puso en pie.

—¿Señor? ¿Qué está pasando?

—¿Me regará las plantas mientras estoy fuera, por favor? —dijo agradablemente Omas—. Me temo que estoy arrestado.

Había un segundo transporte de la GAG esperando fuera. Wirut y Limm metieron a Omas en él y luego lo vieron alejarse hacia el cuartel general de la GAG. Jacen descubrió que sus manos se estaban temblando. Fue un esfuerzo sacar su comunicador.

—Almirante, está hecho —dijo—. Es hora de un anuncio público.

Wirut empujó hacia atrás su visor y se limpió la cara con su guante.

—Eso —dijo— fue lo más duro que he hecho nunca. La próxima vez, señor, ¿puedo ofrecerme voluntario para detener a psicópatas wookiees pesadamente armados? Sería mucho más fácil para mis nervios.

Wirut y Limm bromearon, pero el arresto había cruzado una línea emocional para ellos y eso se dejaba ver. Jacen subió al deslizador junto a ellos y tomó una larga ruta a través de los cañones de edificios, comprobando en busca de señales de que Coruscant, el corazón de la democracia galáctica, había sufrido un golpe de estado militar silencioso, sin derramamiento de sangre y completamente civilizado.

Fuera de los edificios del gobierno y de los cuarteles generales de los bancos, pequeños grupos de fuerzas de tierra de la AG estaban de guardia. No parecía más que las precauciones del orden público de rutina para las noches de fiesta, excepto que los uniformes no eran del azul de la FSC.

—Es extraño —dijo Limm.

—Pobre y viejo Jori —suspiró Wirut—. Pobre niño. Estaba tan ansioso por estar a la altura de su abuelo.

Jacen se frotó los ojos y comprendió que tenía buenas razones para esperar que este fuera otro día muy largo. Y el sol ni siquiera había salido todavía.

—No olvidaré eso —dijo él—. Nunca lo olvidaré.