capítulo seis
Informes procedentes de una gran batalla entre las fuerzas sikanas y las tropas invasoras chekut en el planeta natal de Sika. La administración sikana ha solicitado que fuerzas de la Alianza Galáctica intervengan en lo que llaman «un acto de agresión oportunista» y el precio de las acciones han caído por el miedo a que la invasión arrastre a más planetas de la Región de Expansión al conflicto.
—Noticias de última hora de la HNE
NAVE DE GUERRA DE LA ALIANZA GALÁCTICA RECOMPENSA. DE GUARDIA CON LA FRAGATA DE LA ALIANZA ATREVIDO. SECTOR BOTHAN
Era una nave de aspecto inmaculado, ella tenía que admitirlo. La nueva fragata bothan ni siquiera estaba en sus bases de datos. La almirante Niathal la miró en la pantalla del puente del Recompensa, saliendo de la curva de la órbita de Bothawui seguida por cinco pequeños vehículos desarmados de transporte.
El perfil y la signatura fueron guardados inmediatamente en el sistema de reconocimiento de la nave.
—Parece que los bothans han estado de compras después de todo —dijo ella—. Al menos los datos de inteligencia eran correctos sobre eso.
—Parece que también están todavía trabajando en ella —dijo el capitán Piris. La nave de guerra estaba siendo asistida por los transportes, o quizás simplemente estaba fingiendo estar indefensa: Niathal nunca tomaba a los bothans por las apariencias—. Veamos que especificaciones podemos reunir de ellos antes de que le arañemos la pintura. Espero que guardaran la factura…
—¿Cree que es de construcción AMK?
—Es de Tallaan —dijo Piris—. Lo sabríamos si Kuat las estuviera construyendo.
—Bien, no van a arrasar Coruscant con esas, pero con certeza nos harán dispersarnos más si tienen tantas como estima Inteligencia.
La almirante Niathal compartía un número de filosofías militares con Jacen Solo y ser vista en primera línea era una de ellas. También le gustaba ver las cosas por sí misma, especialmente si la Inteligencia de la Alianza Galáctica estaba involucrada. La dispersión actual le daba motivos para preguntarse a qué estaba jugando Cal Omas, una ansiedad que podría haber sido visible para la tripulación del puente mientras ella paseaba arriba y abajo, mirando por encima de hombros para comprobar pantallas y lecturas.
—Necesitamos cada nave a la que podamos agarrarnos, almirante. —El oficial al mando del Recompensa, Piris, había estado en el puente durante demasiado tiempo. Era un quarren, evolucionados de una existencia anfibia, y la atmósfera a bordo era demasiado seca para permitir que hiciera guardias dobles. Su uniforme estaba cerrado fuertemente en las muñecas y el cuello, pero seguía limpiándose la cara con un trapo húmedo. Necesitaba descansar en su camarote húmedo—. Si la flota bothan está creciendo tan rápidamente como sugiere Inteligencia, entonces no puedo ver cómo vamos a contenerla si también tenemos que apoyar a Sika y todas las demás escaramuzas locales.
—Parece que la disputa de Kem Stor Ai será la siguiente en estallar. —Niathal tuvo un breve momento en el que deseó poder fijar como objetivo a un planeta, reducir su superficie a escoria desde la órbita sólo para dejar claro sus razones y luego preguntar quién más quería algo de lo mismo. Pero pasó. Siempre pasaba—. Cada planeta perdido con una queja está resucitando viejas luchas bajo el disfraz de lealtad a la Alianza y pidiéndonos ayuda. Y Omas cree que puede mantener unida a la Alianza respondiendo a cada llamada con una flota de apoyo a través de la galaxia.
—¿Cuándo va a admitir que no puede?
—Cuando yo no le deje otra opción, creo.
Quizás los bothans estaban por delante en el cambio. En vez de comisionar más naves capitales, que eran objetivos jugosos y de alto valor en batalla, habían optado por una gran flota de naves de guerra más pequeñas y ágiles que podían acumularse sin que nadie se rindiera al pánico por la escalada armamentística.
—Es una clase de guerra diferente. Flexibilidad y respuesta rápida, ese es ahora el nombre del juego. —Piris puso su mano sobre el control del comunicador de la nave—. Veamos de qué están hechos.
Escuadrón Mothma, lanzamiento cuando estén listos. Escuadrón Qaresi, permanezcan en alerta cinco.
Confínenlos en su propio espacio, pero ataquen si les disparan.
Niathal todavía se preguntaba quién había asesinado a los bothans y había impulsado esta escalada.
Podrían haber sido nuestros recursos, si hubiéramos jugado bien con los bothans. Algún retrasado mental de Inteligencia, decidió ella. Llegaría al fondo de eso antes o después. Si iba a ser Jefa de Estado un día, eliminaría primero a los cañones perdidos.
—Si puede conseguir que nuestros peludos amigos nos den una visita guiada por una nave, de una pieza… —sugirió ella. Pero interceptar y abordar la nueva fragata en estas circunstancias era casi imposible. La mejor oportunidad que tendrían sería recuperar los restos para la inspección—. Me encantaría conocer su velocidad máxima.
A Niathal le gustaban bastante los bothans, incluso si no confiaba en ellos hasta tan lejos como podía escupir, lo que era mucho más lejos de lo que cualquiera podría haber creído.
Tampoco le disgustaban los quarren, incluso si casi se esperaba eso de los mon calamari. Los quarren se veían raramente en las naves. Ella conocía a oficiales mon cal que hacían todos los esfuerzos posibles por evitar que les asignaran tripulaciones quarren y unos cuantos quarren que querían servir junto con mon cals incluso ahora. Pero cuando eran buenos, eran muy, muy buenos. Piris era sobresaliente. Si ella pillaba a algún mon cal refiriéndose a él como Cabeza de Calamar, este tendría que responder ante ella y no le importaba cuántos susurraran que ella era una apologeta.
¿Teníamos el derecho a arrebatarles a sus hijos para algún experimento de ingeniería social… para nuestro propio beneficio?
Se hacía a sí misma esa pregunta más a menudo estos días y la respuesta siempre era negativa. Jacen Solo pensaría que era una tonta liberal sin esperanzas.
Se preguntó cómo se lo limpiaría a él de las botas cuando llegara el momento. No sería fácil.
—Recompensa, Atrevido, prepárense.
Doce cazas salieron disparados de la bahía del hangar del Recompensa, girando para alejarse de la nave de guerra y lanzándose rápidamente en persecución de la fragata bothan. Entonces los tres grupos de vuelo se separaron. Las cámaras de observación de cada cabina le dieron al puente y al centro de información de combate combinados del Recompensa una imagen compuesta del enfrentamiento. El Atrevido se quedó a estribor de la proa del Recompensa, listo para desviar cualquier contragolpe bothan contra su custodia más grande.
—¿Entrenó alguna vez como piloto, señora? —preguntó Piris.
—No. ¿Y usted?
—Desde luego que sí. En momentos como este, lo echo de menos.
—Si nos volvemos más ocupados, capitán, habrá un droide dirigiendo esta nave y usted estará volando en misiones. Dónde me deja eso a mí, no tengo ni idea.
—Usted será Jefa de Estado, señora —dijo Piris.
Lo peor de los quarrens era que su diversión no era tan fácil de ver como la de los humanos. Con un humano, todos esos dientes mostrados hacían la vida más fácil. Los tentáculos faciales de un quarren podían ocultar una multitud de emociones.
—Ese será el día —dijo ella, esperando evitar más chismorreos sobre sus ambiciones.
Justo entonces ser Jefa de Estado no importaba para nada. Tenía una batalla y todo su entrenamiento y sus instintos la impulsaban a decir que era aquí donde ella quería estar, no detrás de un escritorio.
El primer grupo de vuelo llegó al alcance de la fragata bothan y la siguió, atravesando su camino de un lado a otro a mil metros de distancia. El segundo grupo de vuelo lo siguió, escaneando el casco y enviando los datos de vuelta.
A los bothans les llevó unos cuantos segundos reaccionar. Quizás algunos de sus sistemas estaban apagados. La nave aceleró y empezó a moverse fuera de los límites de Bothawui, con sus transportes de acompañamiento siguiéndola como una escolta de peces.
Así que los bothans pensaban que tenían un bonito activo nuevo para sorprender a la Alianza, pero la Alianza lo había visto. Niathal esperó a la reacción mientras miraba al tercer grupo de vuelo del Escuadrón Mothma monitorear la situación, con las armas apuntadas pero no fijadas. No tenía sentido hacerla pedazos antes de que hubieran tomado la medida de la nueva clase.
—Un revestimiento del casco muy pesado para una fragata —dijo Niathal, mirando a los escaneos de reconocimiento que venían de los cazas. Piris también estaba absorto en estudiar las imágenes y los escaneos penetrantes—. Al menos una docena de turboláseres y veinte cañones.
—No es excepcional.
—Eso depende de cuántas naves tengan.
No tuvieron que esperar mucho para descubrir cuantas naves había allí fuera. El oficial de armas gritó al mismo tiempo que sonó la alarma de advertencia del sensor.
—Señor, contacto enemigo en… corrijo, múltiples contactos dentro del alcance. Tenemos tráfico.
—Recompensa, Atrevido, acérquense a puestos de batalla, sincronicen información de mando. Timón, avante toda. Escuadrón Qaresi, lanzamiento…
Broncio y los restantes grupos aéreos, salgan cuando estén listos.
Nadie dijo «emboscada» . La charla de las cabinas de los pilotos se abrió paso.
—Recibido… cinco, seis… corrijo, diez… detectando carga de cañones, nos enfrentaremos…
—Fuente de objetivo.
—Cuento diecinueve…
—Me tiene fijado.
—Tengo tus seis. Desplegando señuelos.
Los tentáculos faciales de Piris estaban completamente tranquilos. Eso le daba un aspecto encomiable de calma.
—Cañones, ataquen a todas las naves bothans dentro del alcance, cuando estén listos, adelante…
Un momento estaban mirando a una única fragata recién salida del envoltorio y al siguiente más estaban saliendo del hiperespacio a intervalos regulares de cinco segundos. El Escuadrón Monthma recogió imágenes en las cámaras de sus cabinas: todas con las mismas marcas bothans, todas brillantemente nuevas y sin marcar por los trozos de escombros y abrasiones.
Un centelleo de láser rojo estalló en las pantallas mientras la imagen de la cámara de un XJ se apagó y el caza se rompió en escombros al rojo vivo que giraban. Las voces de los pilotos todavía eran audibles de fondo, pero la concentración en el puente estaba en «luchar con la nave»: atacando al enemigo. El Atrevido se colocó entre el Recompensa y la flotilla bothan. Sus cañones y láseres aparecieron en la pantalla de información de mando sincronizada como iconos parpadeantes, completamente cargados y obteniendo soluciones de fuego.
—Ocho contactos no están disparando, señor, y no hay rastro de cañones cargados.
El Recompensa se estremeció por el desvío del pulso de fuego láser. Niathal se movió para supervisar control de daños, lo que ya estaba bajo un comandante competente, pero no había nada peor que una ociosa almirante de visita en una nave en puestos de batalla. Necesitaba ocuparse.
—Acabe con ellos de todos modos. —Piris se volvió hacia Niathal—. Si ellos nos aplastan a nosotros, al menos transmitiremos los datos que tenemos. Si no lo hacen… esa es toda una flotilla bothan que nunca se marchará de casa.
—No espero una retirada táctica, capitán. —Tres XJs más fueron alcanzados: Niathal los contó como activos perdidos, sin conocer a los pilotos personalmente, y disgustada por su desapego durante un momento. Siempre lo hacía—. Estamos aquí. Hagamos tanto daño como podamos.
Los bothans, desde luego, tenían la misma meta.
Dos fragatas bothan estaban en un curso de colisión con el Recompensa. Del resto de la flotilla, cinco estaban disparando contra los XJs. El Atrevido abrió fuego. La tripulación del puente miró mientras la sección trasera de una fragata se desgranó por una secuencia de explosiones antes de que los restos estallaran alejándose de ella y estrellándose contra un XJ. Cinco minutos después del comienzo de la batalla, el grupo aéreo del Recompensa estaba recibiendo una paliza, sin que todos los golpes fueran de impacto directo. La segunda fragata viró para alejarse del chorro de fuego del XJ, con un desgarro rojo ardiente en el casco.
—Su sistema de objetivos no está afectado por las contramedidas, señor. —La voz del piloto estaba sin aliento por el esfuerzo—. Están utilizando buscadores de calor de margen estrecho. En el futuro necesitaremos…
Y murió, con la cámara de la cabina en blanco y centelleando.
—Grupo aéreo, apártense —ladró Piris—. Cañones, soluciones contra todos los objetivos, ahora.
Las especies percibían el tiempo de manera diferente en la batalla. Para los humanos, se ralentizaba debido a que sus cerebros recibían muchísima más información detallada sobre la amenaza, pero eso también significaba que no se daban cuenta de las cosas de prioridad baja. Pero los mon cals, y los quarren, lo veían todo y tomaban en cuenta cada tos y cada escupitajo. Eso era lo que les convertía en buenos comandantes. El instinto de Niathal era luchar y durante un momento no pudo imaginarse porqué había deseado alguna vez un puesto alto. Veía las pantallas tácticas y oía la charla del comunicador y la imagen tridimensional a tiempo real en su mente le mostraba todo el campo de batalla. Y ella quiso atacar con dureza.
Nueve fragatas bothan estaban ahora deshabilitadas, o girando sin signos de energía, reducidas a fríos escombros, o vertiendo breves estallidos de llamas al vacío mientras se desintegraban. Algunas de las diez restantes devolvieron el fuego durante más de treinta segundos y luego apagaron sus cañones.
—¿Se están rindiendo? —preguntó el oficial de guardia.
—Se están preparando para saltar —dijo Piris—. Cójanlas cójanlas cójanlas…
Siete fragatas saltaron en una secuencia rápida.
Tres no fueron tan rápidas y recibieron una andanada furiosa de láser y cañones.
Piris le dirigió a Niathal un asentimiento de alivio y se inclinó sobre la consola de mando.
—Grupo aéreo, ¿alguien está demasiado dañado para llegar al punto PR?
—Mothma Cinco-cero, señor. Una brecha lenta en el casco.
—Qarisa Ocho, señor.
La tripulación del puente esperó durante unos segundos, completamente en silencio, con los cañones todavía apuntado mientras que los XJs volvían rápidamente hasta el hangar y las unidades de recuperación se cruzaban con ellos al alejarse para arrastrar a las naves dañadas.
—Asegure las escotillas cuando esté listo y prepárese para saltar —dijo Piris—. ¿Alguna señal en los escáneres de largo alcance de la caballería bothan llegando? ¿No? Bien. —Miró al crono que colgaba de una cadena en su chaqueta—. Apenas veinte minutos, almirante. Ahora, ¿eso en lo que entramos fue una emboscada planeada o los bothans sacando todo el provecho a una llegada programada desafortunadamente? El marcador está doce a nada para nosotros, sin contar la pérdida de los cazas estelares.
Pero, ¿ganamos o perdimos?
—Se lo haré saber cuando nuestros colegas de relaciones públicas me lo digan —dijo Niathal—. Pero esto confirma de nuevo mi posición. Si atacamos con los recursos que tenemos, entonces tenemos que concentrarnos en Corellia, Commenor y ahora Bothawui. Si el Jefe de Estado quiere que esto se extienda a cada conato de incendio que está empezando, tiene que darnos al menos otra flota e incluso si la Alianza tuviera los créditos… ¿dónde conseguiríamos el personal?
Piris se encogió de hombros.
—Todos los imperios se vuelven demasiado grandes y se derrumban bajo su propio peso.
—Tal vez eso es lo que estamos viendo.
Su cuerpo le estaba diciendo que ahora todo había terminado. Ella tenía calor mientras sus defensas bioquímicas corrían buscando algún daño que reparar y no encontraban ninguno. La consecuencia de las batallas siempre era una hora o dos de intranquilidad para ella, así que se ocupó paseando por el puente, dándoles palmaditas en la espalda a la tripulación y diciéndoles el buen trabajo que habían hecho. Un joven macho humano se estaba limpiando las lágrimas con el reverso de su mano, con la atención fijada innaturalmente en la pantalla del sensor delante de él. Había perdido a un amigo hoy, quizás a más de uno. No había nada que decir. Ella simplemente puso su mano sobre el hombro de él y se quedó allí en silencio durante un tiempo hasta que la tripulación del timón comenzó sus comprobaciones antes del hipersalto.
—Estaré en mi cabina de día —dijo ella, deteniéndose para estrechar la mano de Piris—. Bien hecho, capitán.
Sabía lo que dirían tan pronto como las escotillas del puente se cerraran tras ella. Expresarían sorpresa por que la vieja Cara de Iceberg pudiera ir por ahí dando palmaditas en la espalda y mostrando simpatía. El combate le hacía eso: tenía un breve periodo en el que dejaba caer su guardia y entonces volvía a la normalidad, a ser una política que solía ser una oficial naval competente y todavía echaba de menos la acción de la flota.
La vista del hiperespacio desde el ventanal de su cabina era relajante. A veces escogía una raya de luz estelar que alargaba hasta una línea e intentaba pensar en ella como una estrella que orbitaba planetas llenos de vida y se imaginaba qué estaba pasando allí. Lo hizo ahora para aclarar su mente antes de decidir qué decirle a Cal Omas.
Sabía que tenía que darle un ultimátum. Y para hacerlo más efectivo, necesitaba que Jacen Solo la apoyara.
CUARTEL GENERAL DE LA GAG, CORUSCANT
El capitán Heol Girdum sonrió y llamó por señas a Ben para que entrara en una oficina oscura. De alguna manera los dos elementos se combinaban en el modo menos favorito de Ben de pasar la tarde.
—Mira —dijo y los ojos de Ben se ajustaron a la luz baja. No había ventanas. La única iluminación venía de bancos de holopantallas y monitores. Ben se dio cuenta de que había soldados de la GAG sentados en consolas, con esa capa de concentración desenfocada que parecía como puro aburrimiento—. Los ojos y los oídos de la Guardia. Bienvenido al centro de monitoreo. Lo último en escrutinio.
—Señor —susurró uno de los tenientes—, mantenga el ruido bajo, ¿quiere?
La sonrisa de Girdun se vio enmarcada en azul por la luz de un analizador de frecuencia.
—Son unos artistas tan grandes. —Guió a Ben por el hombro, llevándole a una alcoba lejos de las consolas activas. Girdun probablemente no comprendía lo bien que un Jedi podía moverse en la oscuridad, pero Ben le dio el gusto—. Aquí es donde les echamos un ojo a los senadores y a otros inadaptados sociales por su propio bien.
—¿Las llamadas de quién pincha? —Ben se sintió incómodo por ello—. Apuesto a que ni siquiera es excitante.
—De todos los empleados del gobierno, de los de nuestra lista especial de sacos de escoria probables y probados y de los políticos —dijo Girdun—. Y dado el número de senadores y el volumen de aire caliente que emiten, tenemos sistemas de reconocimiento de voz automatizados que lo hacen, o estaríamos aquí durante los próximos mil años. Si los droides recogen alguna palabra clave de interés, graba la conversación y nos alerta. Entonces tenemos que sentarnos y escucharla realmente.
Uno de los soldados, Zavirk, estaba echando edulcorante con una cuchara en una taza de caf. Le dio un sorbo cuidadosamente, pareciendo ligeramente cómico con un cable de un buffer de audio colgando de su oreja.
—Me uní al ejército para ver la galaxia —susurró—, pero todo lo que tengo son guardias de ocho horas de escuchar a políticos raros teniendo citas con…
—Ben tiene catorce años —dijo Girdun.
—Bueno, si usted quiere que él haga monitoreo, va a tener que escuchar cosas que harán que su pelo se le encrespe, señor.
Ben nunca había considerado lo que conllevaba realmente pinchar los comunicadores de sospechosos y gente en puestos sensibles.
—No me desmayaré —dijo él—. Y si soy lo bastante mayor para que me disparen, soy lo bastante mayor para oír… cosas.
—No puedo discutir con esa lógica. —Girdun le sentó en una consola y le dio un auricular—. Vale, la pantalla de aquí muestra los archivos de sonido que el droide ha alineado como dignos de ser escuchados, al igual que metraje de holocámaras. Tú sólo repásalos y toma notas de todo lo que parezca digno de seguir. Estas buscando a cualquiera que pudiera estar contactando con senadores y parezca un poco raro, cualquier conversación sobre senadores o empleados del gobierno… mira, eres un Jedi. Probablemente tienes un sexto sentido para estas cosas justo igual que lo tienes para los explosivos ocultos.
—Así que va a hacer de perros de batalla nek —dijo Zavirk—, pero el teniente Skywalker huele mejor y puede hacer trucos.
Ben decidió que podría gustarle estar aquí durante un tiempo. No sentía que esto fuera el cuartel general del espionaje para nada: sólo un puñado de soldados a los que conocía bien, haciendo un trabajo de vigilancia de rutina en tiempos de guerra. Ben comprendió que había dividido sus sentimientos de manera que no tuviera que pensar en Dur Gejjen como una persona. El hombre tenía esposa e hijo. Sin embargo, Tenel Ka también tenía una hija y Gejjen había estado contento con contratar a alguien para que la asesinara. Ben había estado sopesando la moralidad de la misión y no estaba seguro de que sólo estuviera diciéndose a sí mismo lo que quería oír.
Y no había nadie con quien pudiera hablarlo.
Se colocó en su asiento para empezar a comprobar las grabaciones e intentó no pensar en Gejjen.
Las conversaciones, principalmente aburridas, algunas extravagantes y unas cuantas incomprensibles, casi le calmaron hasta el punto de meditación. Era un esfuerzo no intentar ocultarse en la Fuerza de nuevo, algo que ahora practicaba cada vez que podía.
El centro de monitoreo olía fuertemente a caf.
Ben sintió que también necesitaba un poco después de unas cuantas horas y se perdió en una conversación entre dos empleados del gobierno sobre la ruta regular que cierta senadora tomaba desde el Senado a su apartamento. Pero fue sacado de golpe de su concentración por un roce de tela y una actividad tranquila e intensa en otra consola. Zavirk había llamado a Girdun y ambos parecían sombríos. Ben hizo una pausa para escuchar.
—¿Está seguro? —preguntó Girdun.
—Haga un perfil de voz si no me cree —dijo Zavirk—. Ese es el PM corelliano.
Había diez personas en la habitación y todos pararon para escuchar. La voz suavemente persuasiva de Gejjen con su débil acento le estaba diciendo a alguien que no tenía sentido hacer esto por los canales de costumbre, porque nadie más estaba de humor para negociar.
—… usted y yo sabemos que esto se puede resolver eliminando a varias cabezas calientes… algunos de nuestros militares necesitan que les repriman abruptamente y también lo necesitan algunos de los suyos. Yo ordenaría un alto el fuego inmediatamente si pudiera estar seguro de unas cuantas cosas.
—¿Como cuáles? —dijo la inequívoca voz del Jefe de Estado Omas.
Estaban pinchando la línea de comunicador segura del Jefe de Estado. Ben no estaba seguro de que tuvieran autorización para hacer eso.
—Estaremos de acuerdo en que Corellia combinará sus activos militares con la AG mientras tengamos una cláusula para elegir no participar que diga que tenemos el derecho a retirarlos si nuestras necesidades son más urgentes. Niathal tiene que irse. Jacen Solo tiene que irse. Una vez que eso esté resuelto, volvemos a la normalidad y usted consigue lo que quiere.
—Centralia.
—Bueno, de todas maneras estamos teniendo problemas para repararla.
—Centralia tiene que hacerse inoperativa.
Una pausa: demasiado breve incluso para que la mayoría de la gente se diera cuenta, pero Ben la notó.
—Ya lo es. Pero si quiere una fuerza multiplanetaria u observadores allí, bien.
—¿Qué pasa con los bothans y los otros planetas luchando sus propias guerras?
—Yo puedo conformar a los commenorianos y los bothans… bueno, una vez que estemos todos de vuelta en la AG, entonces Bothawui tiene que acatar las normas. La gente insignificante… si la lucha se escapa de las manos, enviaremos tropas para detener eso.
—El Senado no estará de acuerdo con esto.
—Saque a Niathal y a Solo de la ecuación primero y se calmarán. Lo que queda del Senado, en cualquier caso…
—Sacarles… no ser irán tranquilamente… podrían romper el Senado. G’Sil está totalmente en su bando y él tiene peso.
—Bueno, está el sacarles y el sacarles.
Omas tragó pero no respondió.
Gejjen llenó el silencio.
—Sabe que tenemos un trabajo que hacer antes de que esto arrastre a toda la galaxia.
—De acuerdo, de acuerdo.
—Necesitamos reunirnos. ¿Puede ir a Vulpter?
Una pausa larga.
—Encontraré una excusa. Envíeme los detalles…
Girdun se quedó mirando a la pantalla como si pudiera encontrarle algún sentido si la miraba lo suficiente. Zavirk estaba sentado con la barbilla apoyada en su mano, mirando al capitán en espera de órdenes.
—Envíe una transcripción de eso al coronel Solo inmediatamente.
Ben todavía no tenía claro qué estaba ocurriendo, incluso aunque pensaba que Omas debía haber mencionado presentarlo al Consejo de Seguridad.
—¿El Jefe de Estado no puede hablar con el Primer Ministro Corelliano?
—Eso depende de lo que esté hablando —dijo Girdun—. Y de lo que tenga en mente para el coronel Solo y la almirante Niathal.
Si Gejjen podía planear el asesinato de la Reina Madre de Hapes y hacer que mataran a Thrackan Sal-Solo, entonces hacer que Jacen y Niathal desaparecieran era sólo otro trabajo de rutina para él. Ben sabía que tenía su respuesta acerca de la necesidad de su misión.
Girdun se inclinó sobre Zavirk y le dio unos golpecitos a la consola.
—Esa conversación fue hace cuatro horas. Será mejor que comprobemos los arreglos para viajar del Jefe de Estado, porque no nos ha informado de que va a salir del planeta y necesita una escuadra para protegerle de cerca.
—¿Cree que necesita una? —preguntó Ben.
—¿Con Gejjen? Necesita dos.
Ben no sabía si podía mencionar a Tenel Ka.
Siempre era difícil saber quién sabía qué dentro de la GAG.
—¿Realmente intentará algo contra el Jefe Omas?
—Creo que lo hace por costumbre, justo igual que yo mastico palitos para los nervios.
Ben ahora no tenía ni idea de si Cal Omas estaba pasando por encima del Senado ilícitamente para hacer un trato personal con el enemigo o metiéndose en una trampa como la que Gejjen había preparado para Tenel Ka… y para el difunto y no lamentado primo Thrackan del tío Han.
Jacen tenía razón, como siempre. Había que detener a Gejjen.
OFICINA DE LA COMANDANTE SUPREMA, EDIFICIO DEL SENADO, CORUSCANT
Jacen leyó la transcripción una tercera vez y dejó su cuaderno de datos sobre el escritorio de Niathal.
Ella tenía un holograma de Mon Cal en la pared tras ella, todo brillantes océanos azules y sinuosos edificios que emergían de entre las olas en ciudades flotantes. Él se preguntó si ella sentía nostalgia. Justo ahora estaba recién llegada de una batalla que no había ido como se planeó y estaba impaciente por ver a Cal Omas respecto a eso.
Eso significaba que era receptiva a las ideas. Él hizo un esfuerzo consciente por no influenciarla, porque ella no era de la clase que caía en trucos Jedi.
Y eso sólo la provocaría.
—No hay nada como un frente unido en tiempos de guerra. —Se inclinó hacia atrás en la silla, con los dedos entrelazados bajo su cabeza—. Así que no somos populares. Nuestro glorioso líder no corrió exactamente a nuestra defensa.
El uniforme blanco de Niathal no parecía arrugado, incluso aunque ella acababa de desembarcar de una nave de guerra recién llegada de una batalla.
—Eso sugiere ingratitud, diría yo.
Ella no era graciosa. Jacen conocía lo suficiente del lenguaje corporal de los mon cal ahora para saber que estaba enfadada. Ella seguía moviendo la cabeza ligeramente, como si estuviera teniendo calor y el cuello del uniforme le estuviera apretando el cuello.
Las narinas de ella se ensancharon. Eso significaba que estaba lista para unas cuantas sugerencias radicales sobre Omas.
Él lanzó el cebo.
—Usted comprende que cuando Gejjen dice que alguien tiene que irse, no quiere decir con un apretón de manos dorado y un certificado enmarcado dándoles las gracias por sus leales servicios.
—Escúpalo, Jacen.
—Estuvo detrás de la muerte prematura de Sal-Solo…
Ella estrechó los ojos, llena de sarcasmo.
—Estoy escandalizada, se lo digo. Escandalizada.
—… y del intento contra la vida de la Reina Madre hapana. —Mi amante. La madre de mi hija, mi pequeño amor. Ojalá pudiera verlas—. Nosotros somos los siguientes.
Las aletas de la nariz de Niathal se cerraron fuertemente durante un segundo. Era un gesto revelador con los mon cals, una pequeña señal que decía que estaban sorprendidos y no en el buen sentido.
—No sería lo bastante estúpido para intentar eso.
—Justo en este momento no sé qué intentaría.
—Omas no es tonto —dijo ella—. Debe tener una buena idea de con quién está tratando.
—¿En qué cree que anda metido?
—Todo lo que él quiere hacer es mantener junta a la Alianza. Siempre piensa que unos cuantos golpes en los nudillos pueden poner a los gobiernos desobedientes en su sitio. Bueno, eso no funcionó con Corellia y ahora está viendo a la Alianza encogerse planeta a planeta. —Ella siguió mirando el crono en su escritorio—. Mis reglas dicen que deberíamos notificarle al jefe del Consejo de Seguridad lo de la reunión. Está empezando a sentirse dejado de lado tal y como está.
No estoy segura de qué resultado tendrá esto, sin embargo.
Jacen mantenía contento a G’Sil entregándole resultados de terrorismo y sin decirle nada que tuviera que negar saber después. Si tenía serias aspiraciones al trabajo de Omas, no había demostrado ninguna señal… todavía.
—El senador G’Sil simplemente me ordenaría que me encargara de ello —dijo Jacen—. Le estoy ahorrando el problema de saberlo. Negación plausible.
—¿Disfruta usted de la ironía?
—¿Qué?
—De no informar al Senado sobre nuestro jefe de estado no informando al Senado. Por cierto, bonito trabajo con la enmienda de adquisiciones. Se deslizó como una anguila engrasada. —Niathal se levantó y paseó por su oficina, con los dedos largos, palmípedos y huesudos enlazados detrás de su espalda. Tenía el porte recto de todos los militares de la AG, sin importar la especie o el diseño de su espina dorsal—. Ahora que ambos tenemos la habilidad de variar las leyes, cualquier ley, dentro de los límites del presupuesto, imagino que ha pensado muchísimo en su potencial.
Jacen quería que ella se quedara quieta y le mirara, pero ella continuó dando vueltas lentamente por la oficina.
Ella juega bellamente a estos juegos. Tendré que tener cuidado de no cruzarme con ella.
—Es un equipamiento de emergencia —dijo él—. Si necesitamos hacerlo, podemos cambiar cualquier ley menor y también podemos cambiar cualquier grande si jugamos a esto sabiamente. —Nosotros. No yo. Pensó que era importante enfatizar que eran compañeros—. Por ejemplo, si Hache-Eme-Tres fuera a cambiar el Decreto de Medidas de Emergencia para incluir en su alcance los poderes de la GAG para detener a jefes de estado, políticos y cualquier otro individuo que se creyera que representaba un riesgo genuino para la seguridad de la Alianza Galáctica y para requisar sus propiedades por vía del Decreto de las Disposiciones del Tesoro, entonces sospecho que la gente miraría al Primer Ministro Gejjen y asentiría aprobadoramente.
—Usted incluso habla ahora como un legislador…
—¿Pero tengo razón?
Niathal se volvió. No podía sonreír como un humano, pero la diversión estaba escrita por toda su cara en una ligera compresión de los labios. Jacen la sintió cambiar desde su perpetua precaución e impaciencia hasta una cálida, e incluso triunfal, satisfacción durante un breve momento.
—¿En que nadie pensará en preguntar si el Jefe de Estado de la AG está cubierto por esa enmienda? Sí, Jacen, tiene usted razón. —Ella hizo un gesto, sosteniendo su mano como una espada y moviéndola a través del aire imaginario—. Esa anguila suya volverá a deslizarse.
—Si yo sintiera que tenemos que… actuar para restaurar la estabilidad y la seguridad, ¿estará conmigo?
¿Escenificará un golpe de estado conmigo? ¿Realmente dije eso?
Niathal hizo una pausa. Pero no era la pausa sorprendida de alguien conmocionado por una proposición escandalosa. Fue sólo un momento para sopesar a Jacen Solo.
—Podría tener a la GAG para que le respalde, Jacen, pero también necesita la flota, ¿verdad? Y al resto del ejército.
—¿Eso es un sí?
—Es un «Si las cosas se ponen peor, pondré mi lealtad hacia la AG por encima de mi lealtad a un individuo».
—Estoy… interesado en ver si el ejército cruzará la línea que va desde cumplir con la voluntad del gobierno hasta decidir la política.
—En caso de que lo olvide —dijo suavemente Niathal—, el puesto de Comandante Suprema combina efectivamente el papel de secretaria de defensa y el de jefa de Jefes de Estado Mayor Conjuntos. Soy política. También resulta que soy la oficial militar de mayor rango.
Ella era su igual en manipulación, pero no tenía poderes de la Fuerza. Él esperaba no tener que señalarle eso.
—Entonces es hora de que tengamos una charla con Omas. —Jacen se puso en pie y se sacudió sus ropajes negros de la GAG con las manos—. Sólo para estar seguros. Por todo lo que sabemos, podría estar reuniéndose con Gejjen para sacar el mismo de repente la pistola láser y efectuar otro cambio en el régimen corelliano.
Niathal le siguió por el corredor que llevaba a la oficina del Jefe de Estado, de elegante mármol azul y dorado y paredes llenas de nichos con buenas estatuas de toda la galaxia. Jacen descubrió que su corazón estaba martilleando. Aunque podía controlarlo, dejó que corriera porque le hacía sentirse vivo y humano. Estos eran tiempos trascendentales y si se desconectaba completamente de la normalidad podría olvidar la magnitud de su tarea. Y lo que estaba en juego.
¿Cómo puedo olvidar que Ben tiene que morir?
Cuando Jacen pensaba en palaras, cuando se oía a sí mismo en su mente, comprendía cómo estaba cambiando su lenguaje. Se estaba distrayendo de la realidad. Ben tiene que morir. Era muy diferente de Yo tengo que matarle. Tal vez la Fuerza le estaba diciendo que no sería una simple traición de la confianza de Ben entregada con un sable láser, sino la muerte por otra ruta.
Si tiene que ocurrir… quizá no es por mi mano.
Las puertas de la oficina del Jefe de Estado se abrieron y él caminó en la sala de recepción tranquila con una gruesa alfombra con Niathal a su lado.
No detrás, no delante, sino exactamente nivelada con él. Omas se estaba inclinando sobre el escritorio de su ayudante, hablando en tonos susurrantes.
—Siento haberles hecho esperar —dijo levantando la mirada—. Pasen adentro.
Jacen movió su silla de manera que no se viera forzado a entornarle los ojos a Omas debido a la luz de la ventana. Igual que hizo Niathal. Era una declaración elocuente y silenciosa de quién tendría la mejor mano y no lo habían preparado. Omas, un hombre en buena sintonía con las sutilidades del lenguaje corporal y la ventaja psicológica, radiaba precaución en la Fuerza. Sabía que estaba tratando con un frente unido.
—Me lo tomo como que ha visto usted el informe de la batalla —dijo Niathal.
—Sí. —Omas alargó la mano hacia un cuaderno de datos como para asegurarle que lo había leído—. Tanto si fue una elección afortunada del momento por parte de los bothans como una trampa inteligente, el problema real ahora es cómo tratamos con una Bothawui que se está volviendo incluso mejor armada y agresiva.
—En realidad, importa si fue suerte o no —dijo Jacen—. Porque eso va al corazón de la calidad de nuestros datos de inteligencia. No estoy contento con la calidad de Inteligencia de la AG, que, si usted lo recuerda, es por lo que quise formar la GAG de personal elegido. Inteligencia no está a la altura de la tarea a la que nos enfrentamos ahora.
Omas pareció cansado.
—De acuerdo, ambos tienen quejas. ¿Quién es el primero?
Niathal inclinó la cabeza educadamente, pero Jacen pudo sentir su resolución formando una caja a su alrededor como el duracero. Era tangible.
—Seré breve —dijo ella—. No podemos involucrarnos en todas las pequeñas escaramuzas para mantener en la Alianza a oscuros senadores y a insignificantes jefes de estado. Estamos demasiado diseminados. No pudimos mantener el bloqueo corelliano y ahora tenemos a los bothans alborotando. Escoja sus batallas, Jefe de Estado. Yo no puedo lucharlas todas.
Omas se movió y se llenó una taza de caf de la jarra de su escritorio. Sólo había una taza y no les ofreció a los demás.
—Si no mostramos apoyo a los planetas miembros de la Alianza, entonces los perderemos —dijo—. Esto son números básicos. Hemos pasado por todo esto. Si más se separan, entonces estamos perdidos.
La cuestión de cómo mantenemos una fuerza de defensa unida para la Alianza, que es lo que empezó esto, en caso de que lo olvidemos, se vuelve entonces teórica.
—Si no concentramos nuestras fuerzas en los planetas que representan la amenaza más inmediata y seria, entonces estaríamos reduciendo a polvo las naves de una en una y podríamos no ser ni siquiera capaces de defender Coruscant si se llega a lo peor.
—¿Cree que se podría llegar a eso? —Omas no parecía convencido. Miró a Jacen, pero Jacen guardó silencio—. ¿Esto se trata de Coruscant al final?
—Desde luego que sí —dijo Niathal—. Siempre se trata de Coruscant. La Alianza y Coruscant son indivisibles y esa es la mitad del problema para otros planetas.
Omas se volvió hacia Jacen.
—Su turno, coronel.
—Comparto los miedos de la almirante sobre el despliegue. —Ahora Jacen se deslizó en su desafío, sutil y de múltiples capas, para darle a Omas la oportunidad de decir la verdad. Se encontró a sí mismo esperando que Omas no la aprovechara—. Corellia todavía es el corazón de esto. Yo digo que consagremos todos nuestros recursos inmediatos a un asalto completo contra Corellia. A la invasión, de hecho. Para destruir su base industrial y eliminar a Gejjen y a sus compinches. El hombre ya ha hecho que mataran a su predecesor y ha hecho un intento contra la Reina Madre hapana. —Jacen hizo una pausa de efecto, porque el momento lo era todo—. No tengo dudas de que usted será el próximo.
Jacen sintió la reacción de Niathal aunque la expresión de ella era neutral: diversión, más un poco de ansiosa excitación como si se preparase para la batalla. Omas se sintió de repente más precavido, pero Jacen no pudo decir si eso estaba dirigido a él o a la idea de que Gejjen pudiera estar tendiéndole una trampa a Omas.
—¿Tiene datos de inteligencia que sugieran eso? —preguntó Omas.
Jacen negó con la cabeza.
—No y no los necesito ni a ellos ni a la ayuda de la Fuerza para imaginármelo. Así es como hace negocios Gejjen.
—Si lanzamos esa clase de asalto contra Corellia, eso es algo que debo llevar ante el Consejo de Seguridad. E incluso si están de acuerdo con ello…
—Estamos en guerra. Usted tiene todos los poderes legales para determinar el curso de la guerra con la almirante Niathal, como considere oportuno.
—Hasta que cueste más créditos —dijo Omas—. Y una vez que nos concentremos abiertamente en Corellia, ¿qué van a hacer Bothawui y Commenor?
Las respuestas en un pequeño trozo de plastifino, por favor…
Omas tenía la excusa perfecta ahora para admitir lo de la reunión con Gejjen. Podría haber dicho que iba a darle una última oportunidad a las conversaciones de paz. Podría haber dicho cualquier cosa que indicara que iba discutir las condiciones con un estado que no mostraba signos de comprender las palabras «bien común» y cuyo líder bastante letal podría haber asustado a un señor de bandas hutt.
Y, pensó Jacen, cualquier político inteligente podría haber sospechado que su Servicio de Inteligencia le espiaba, justo igual que espiaban a todos los demás senadores. Un pequeño juego de palabras:
Omas podría haber hecho la sugerencia y vigilar la reacción de Jacen, tranquilo y sin mostrar vergüenza para examinar si su llamada clandestina había sido interceptada.
Pero no lo hizo. Y su futuro, y su destino, estaban sellados.
—Así que, ¿adónde vamos? —preguntó Niathal—. ¿La misma estrategia? ¿Seguimos dividiendo la flota hasta que tengamos una nave por escenario?
—Creo que un asalto completo contra Corellia es una locura —dijo Omas—. Podríamos bien tener que considerarlo, pero mucho más adelante. Mientras tanto, mi prioridad es evitar los abandonos de la Alianza alcancen un punto de inflexión.
Jacen se sentó fingiendo suprimir su furia y su decepción. Tenía que ser sutil, porque Omas conocía la capacidad de Jacen para el autocontrol sonriente.
Pero Omas necesitaba percibir el más débil soplo de disensión y saborearlo durante unos momentos. Sus sospechas aumentarían si Jacen se rendía demasiado fácilmente.
Jacen colocó sus manos planas sobre los brazos de la silla de madera de apocia y se levantó.
—Que conste. Creo que esto es un gran error, señor —dijo—. Y estaría más contento si la GAG pudiera apoyar a nuestra comunidad de inteligencia en sus esfuerzos más allá de Coruscant.
—Tomo nota de sus puntos de vista, coronel Solo, y le agradezco su aportación estratégica hasta el momento. —Omas cruzó los dedos y se inclinó sobre el escritorio, un gesto que decía defensivo más que resuelto—. Sin embargo, el ámbito de la GAG es doméstico. Aprecio su preocupación por la calidad de nuestra inteligencia.
Jacen no cruzó la mirada con Niathal. Se marchó, seguido de cerca por ella, y no dijo nada hasta que estuvieron de nuevo en la oficina de ella.
—¿Y bien?
—No es bueno —dijo ella. Deambuló hasta la ventana para mirar el tráfico que fluía en filas ordenadas en las líneas de tráfico del Distrito del Senado—. No es exactamente abierto con nosotros, ¿no es cierto?
—Yo nunca le dije que tenemos personal de la GAG operando en Corellia, así que estamos empatados.
—No podemos continuar con la estrategia actual. Quizás deba hablar con el senador G’Sil y hacer que se discuta en el Consejo de Seguridad.
—Y entonces dividimos nuestras energías en una lucha de poder interna con Omas mientras que tenemos una guerra que luchar. Estoy seguro de que no tengo que decirle qué si le dispara a alguien, sigue disparando hasta que ellos ya no puedan devolverle el fuego. Hiéralos y tiene a un enemigo enfadado que conoce su posición.
—Sé adónde se dirige con esto, Jacen.
—Sabe que tengo razón.
—Eso no lo hace más fácil.
—Si él hace un trato con Gejjen, no vamos a estar simplemente de nuevo en la casilla de salida: la Alianza está en una posición peor que cuando empezamos.
—Y nosotros estaremos fuera del juego.
—Eso es en teoría. —Jacen casi le preguntó a Niathal si tenía hijos y entonces comprendió que casi había hecho la cosa más estúpida imaginable: revelar sus miedos constantes por el futuro de su propia hija, una niña cuya paternidad tenía que permanecer oculta. Se recuperó rápidamente, sorprendido de su debilidad—. Porque el juego será guerras recurrentes.
—U Omas podría terminar con una vibrocuchilla en la garganta.
—En todo caso, está loco al reunirse con Gejjen cara a cara sin protección de cerca. No nos lo ha pedido a nosotros. Tampoco se lo ha pedido a la FSC…
—¿A la Inteligencia de la AG?
—No. También tenemos pinchados sus comunicadores.
—Es usted una fuente de revelación constante, Jacen Solo…
—¿Cuento con usted?
—Dígalo.
Jacen miró alrededor de la habitación, intentando parecer como si estuviera simplemente pensando, pero sospechando de que alguien más pudiera estar haciéndole a él lo que él le hacía a ellos: escuchar a escondidas electrónicamente. ¿Le estaba tendiendo una trampa Niathal? No, estaba seguro de que podía sentir micros en una habitación. No había ninguno.
—Sabe lo que le estoy proponiendo.
—En realidad no lo sé. No con detalles. Dígalo.
—Un cambio de régimen. —Demasiado tarde. Pero no podía sentir ningún riesgo. Su cerebro lógico era la voz susurrante y paranoica, no sus sentidos de la Fuerza. Comprendió que se había vuelto menos dirigido por los instintos y más racional y ese era el problema. Pensar demasiado, sentir demasiado poco, justo como dice Lumiya—. Le retiramos del puesto lo suficiente para ganar esta guerra y luego se lo entregamos al senador G’Sil cuando la situación sea estable de manera que puedan tener lugar nuevas elecciones.
Sus palabras emergieron como extrañas no invitadas y ni siquiera él se creyó a sí mismo. Niathal emitió un pequeño balbuceo que podría haber sido una risa.
—Entiendo lo del retiro. Es el hueco en medio entre retirarle y elecciones el que me fascina.
—Nosotros dirigiremos la AG mientras tanto como un duunvirato. No una dictadura. Control conjunto.
Niathal indicó su uniforme y luego alargó la mano para introducir un dedo huesudo bajo la lengüeta de rango en el hombro de él.
—Un golpe de estado militar. Así es como se llama. No tergiversemos.
—De acuerdo, yo le retiraré y usted se hace con el control, sola.
—No lo creo. Un duunvirato suena mejor para mí.
A Jacen le gustaban los dos. Dos era el modo Sith.
Conociendo la ambición de Niathal por el puesto de Jefe, él tendría la misma lucha de poder circular y tensa que un Maestro Sith tenía con un aprendiz que se esperaba y se animaba a planear derrocarle.
Pero él gobernaría como Señor Sith a su debido tiempo, cuando la AG y las elecciones fueran un tecnicismo y ella administraría el estado. Eso la satisfaría.
—Por cierto, me encargaré de Gejjen —dijo él—. Es una influencia masivamente desestabilizadora y eliminarle lanzará a Corellia a la confusión.
—¿Cómo se encargará de Omas?
—Le retiraré bajo arresto domiciliario.
—Los jefes de estado depuestos tienden a convertirse en mártires y rehenes.
—No se nos puede ver matando a uno de los nuestros, y se me ocurrió culpar de ello a Gejjen, pero no es necesario. Necesitamos mostrarnos como gente civilizada que trabaja dentro de la ley.
—Con un golpe de estado.
—Bajo la ley, como se aplicará la ley, no lo será.
—Ahhhh. Lo olvidé. —No, no lo había olvidado, él lo sabía—. Su enmienda a la ley.
—La voy a presentar la semana que viene, a través de Hache-Eme-Tres.
—¿Y mientras tanto?
—Déjeme eso a mí. Tendré a alguien allí cuando Omas se reúna con Gejjen. —Jacen comprobó su cuaderno de datos—. Él necesita sólo un día para arreglar sus asuntos con Gejjen, no más, así que… mi gente le tiene bajo vigilancia, listos para moverse.
Entonces tendremos pruebas para presentárselas a G’Sil.
—Y entonces usted le arrestará.
—Estaba pensando en que podría arrestarle al mismo tiempo que usted le presenta las pruebas a G’Sil. Cuando nos movamos, tenemos que movernos con rapidez. Sin dejar sitio para que sean más hábiles que nosotros.
Niathal dejó escapar un largo suspiro. Jacen esperó.
—Estaré lista para moverme a su señal. Asegúrese de mantenerme al día a toda velocidad con todo esto, ¿quiere?
Estaba hecho. La asunción del poder de Jacen estaba preparada. Tenía a la GAG para que le respaldara y Niathal le entregaría a la flota al igual que el ejército. Con la presentación adecuada de Omas vendiéndose a los corellianos, sería un golpe de estado muy ordenado.
No había necesidad de derramamiento de sangre innecesario. Eso era de lo que se trataba todo esto: el fin de la violencia, el caos y la inestabilidad.
Eso valía todo lo que él estaba arriesgando.
Jacen tomó un taxi aéreo hasta una plaza a unos cuantos minutos a pie del cuartel general de la GAG, sólo otro ciudadano, nada de lustrosos transportes de la AG, nada de privilegios. O el conductor no reconoció el uniforme, o dudó en decir: «Hey, usted es el jefe de la policía secreta, ¿verdad?» . Fue un viaje silencioso y contemplativo.
Era hora de asegurarse de que nada iba mal, si el destino manifiesto podía ir mal. Abrió su comunicador y llamó a Lumiya.
—Shira —dijo, consciente del piloto delante de él—. Necesito que hagas un trabajo para mí.