Cuaderno de Bitácora

Mayo

«Hay, madre, un sitio en el mundo, que se llama París.»

Y en París estoy yo y mi hijo y Alejandro, el hombre de cuerpo ilustrado, que me guía por la ciudad y me lleva a su casa, prepara de comer, se disfraza, es el payaso, el titiritero, el mago y nos hace reír; a Uly de pura fiesta y a mí porque sé que cuando mi niño duerma, el clown cambiará su traje para regalarme un cuerpo desnudo. Alejandro está obsesionado con que aquí la gente no mira a los ojos y por eso lo miro, mientras sus manos inventan juegos en mi cuerpo. Me divierte mucho. Esta noche cuando terminamos recitó un poema y confesó que era suyo. Dice que escribe de vez en cuando, cuando las musas lo visitan. «¿Musas como yo?», pregunté y él, sonriendo, contestó que algunas eran más gordas y otras, más flaquitas. ¡Ja!

Junio

Esta mañana madame Karin no estaba en el salón para el desayuno, esperé, pero al ver que no llegaba fui a tocar en su cuarto. Respondió desganada y al entrar me sorprendió, porque nunca la había visto sin maquillaje y con el pelo suelto. Por lo visto apenas durmió y, según entendí, tenía un dolor en el brazo izquierdo. Como no me gustó la cara que tenía, quise llamar al médico, pero ella prefirió esperar un rato. Le llevé el desayuno, la ayudé a incorporarse en la cama y dejé que Uly le hiciera compañía, mientras yo me dedicaba a mis labores.

A media mañana Karin seguía con el dolor y entonces llamé al médico. A petición de ella le llevé espejos y maquillaje y fue hermoso, porque en un momento pidió que la peinara. Karin tiene los cabellos suaves y bien cuidados, tiene que haber sido muy hermosa, porque en sus setenta y tantos aún despide luz (una luz ámbar, tenue). El doctor dijo que son achaques de la edad, por el momento debe reposar y nada de tocar el piano. Llamé a Silke, que vino por la tarde y antes de marcharse me aceptó un té en la cocina. Cuando pregunté si Karin hablaba francés, Silke hizo un gesto extraño y respondió que Karin era delicada, y a la vez testaruda, entendía el francés, pero se negaba a hablarlo. Siempre fue su marido el que se ocupó de todo y cuando murió (hace diez años), Silke se convirtió en su familia, porque Karin no tiene hijos. Pobrecita mía, no sé por qué, pero cada día te siento más cercana.

Julio

Este mes ha sido agotador y con el calor que hay apenas tengo ganas de nada. Karin no está muy bien, pero ha sido interesante, quizás vine a París para conocerla a ella (también a ti, Ale). En las noches, después de la cena, hemos tenido veladas de música y fotografías. Será porque se siente mal, pero a mi dama alemana le ha dado por ver álbumes de fotos. Sigue en su empeño de hablar alemán y eso ya no me importa, porque he visto los rostros de su vida: una familia con padre y hermanos militares, una Karin joven y hermosa tocando el piano, con Peter junto a la torre Eiffel, luego los dos a lo largo de los años, en diferentes casas. La foto que más me inquietó fue una donde Karin está cargando a un niño, junto a otra señora. Hay tristeza en esa imagen. Uly señaló la foto diciendo: «¡Un niñito!», y mi dama sonrió pasando la página. Ya puedo reconocer los rostros que sonríen desde el piano y aunque no sé casi nada de ti, Karin, sé que te hace bien nuestra presencia y yo voy queriéndote mucho más que a una dadora de trabajo.

Día gris claro

No sé si París es mi ciudad. Voy para un año de estar aquí y estoy bien, aunque me sigo sintiendo extranjera y si esto sucede quiere decir que no estás en tu sitio. Anoche tuve un extraño sueño que apenas recuerdo, pero desperté con ganas de despojarme de algo, una sensación muy rara, el pelo me molesta y siento la piel pegajosa. Dice Ale que es el calor, ¿acaso mi piel no recuerda el odioso calor del Caribe? Sí, Circe, lo recuerda y por eso lo rechaza, porque nunca lo soportó, es antagónico a tu cuerpo. El mes próximo, cuando Silke regrese de Alemania, se llevará a Karin de vacaciones a Saint Maló. Karin nunca va a Alemania, pero todos los años la llevan al mar. ¡Qué envidia! Mi hijo no conoce el mar, no puede dibujarlo, soñarlo, imaginar castillos de arena, ni aprender a nadar. ¡Mierda! En París nunca va a conocerlo. Nacemos en el agua, no podemos prescindir de ella. ¡Bah, Circe! ¡Adormir! Cambio y fuera. Bonne nuit, Circé.

Agosto

Desde que se fue Karin puedo andar desnuda por la casa y eso me gusta. Además paso más noches con Ale y eso también me gusta. Como el otro peruano está de vacaciones podemos quedarnos allá y así nos hacemos la idea de que también nosotros viajamos en verano, Uly lleva a Sai, sus cuadernos, los juguetes y como ahora está en pleno ataque de «yoísmo» no hay quien lo contradiga. ¡Qué carácter! Para su cumple le estoy organizando una fiesta en casa de Ale. Increíble, ya va a cumplir tres años y es un parlanchín, cuenta hasta cinco y se sabe las vocales (en español). Tres años ya, Muftaf, hace tres años que pude oler tu piel y escuchar la música de tus palabras. Tres años que enloquecí y luego desperté para regar tu semilla. ¿Dónde estarás, extranjero? ¿Recordarás mi olor?

Día rojo

Uly acaba de dormirse. Madre mía, desde su cumple no hemos parado. A la fiesta vinieron varios peruanos y hasta dos niños. Yo le regalé una bola del mundo inflable, pero creo que lo que más le gustó fue el bombín que le regaló Ale. Quiere tenerlo puesto todo el día y hoy, después de recorrer el mundo, nos disfrazamos e inventamos el juego de «la vie en rose». Para mí preparé un traje con una sábana, él se puso el bombín y a bailar. ¡Qué fiesta, Uly! Eres tan divertido. Hoy, además, le enseñé por primera vez la foto de su padre. Señalé su espalda, la camisa azul que llevaba aquel día y dije que era papá, que estaba en algún lugar dentro de la bola del mundo. Mi hijo tiene los ojos negros y la mirada muy intensa, preguntó cómo se llamaba y cuando respondí, tocó la foto agregando «papá Mutaf». No, Uly, es solamente papá, el único que tienes, tu papá, aunque tendrás que esperar a crecer para entender tu historia.

Tuve que parar de escribir, porque caí en un estado gris. Yo lloro, a veces. Pero ahí está mi hijo durmiendo y Sai y la ciudad y tú Circe que nunca me abandonas. Bonne nuit.

Septiembre

Desde que llegó Karin apenas tengo tiempo de escribir. Hoy vagué por las sombras. A veces no tengo sueño, aunque debo amanecer temprano. Karin regresó bien, o al menos eso parecía, trajo regalos para Uly y fotografías del mar. El mar, qué gran arcano. Sigo sin definir si mi vocación por el mar deriva de la primera ciudad de la que tengo recuerdo consciente, aquella que está en la isla que está en el mar; o si es una remembranza más antigua, algo que vive en mi sangre, plasmado en alguna célula de mi organismo. Creo que cada ser humano guarda en sí mismo la historia del mundo. Uly llevará también la historia de su padre, aunque nunca lo haya conocido y yo, quién sabe si al final no soy más que una descendiente del original Ulises, el que regresó para partir nuevamente. Si fuera así, entonces París no es mi ciudad, porque sencillamente no tiene mar. No sé, casi me parece que estoy aquí por Karin, mi dama de trenzas rubias. Aunque diga que está bien y que descansó, yo no la veo muy animada y en las tardes, en lugar de sus conciertos al piano, prefiere mirar libros con Uly. A mí me encanta que mi hijo vea libros de arte y me mata de la risa, porque trueca nombres y se inventa denominaciones. Ahora, por ejemplo, Jesús Cristo se convirtió en Su-Grillo y la Gioconda, que ya vio en el Louvre, es Conda Melisa. Eres extraordinario, Uly, y me encanta descubrir el mundo con tus ojos. Te adoro, niño mío.

Octubre

Hoy almorzamos con Bernal, que sigue siendo muy amable. Saludamos a los enanos de la terraza y Uly se la pasó jugando con Fantin. Luego nos reunimos con Ale, que había prometido enseñarnos el «agujero del culo de París». Él conoce un montón de secretos de esta ciudad y nos llevó al Hotel de la rué Beaux Arts, donde vivió Borges y murió Oscar Wilde. Allí está «el agujero». Impresionante. Dice Ale que nunca podré escapar de aquí, porque si alguien te muestra un sitio tan entrañable y, además, te deja entrar, quiere decir que la relación es muy profunda (bueno, yo no estaría tan segura. ¡Ja!). No sé, París, aunque me muestres todo, no sé si eres mi ciudad. Tú trasmites cosas particulares. Eres como un libro que cuenta la vida de los otros, pero siempre de los otros, los que ya pasaron y no están: en este hotel vivió fulano, en ese café se sentaba mengano, en esa calle murió zutano. Hay ciudades diseñadas para cargar recuerdos y alimentar así los sueños presentes, pero ahora… El problema es que veo demasiadas luces, es eso: las luces matan las ciudades, porque no dejan ver el alma de la gente. Quizás haya que partir algún día, París. No sé. No sé.

Noviembre

Estoy preocupada. Creo que Karin ha envejecido más deprisa en los últimos tiempos. Sus fuerzas han mermado, un día se le cayó un vaso, otro día tumbó unas fotos, cosas que pasan, pero lo de hoy ya me preocupó bastante. Después de su regreso no se había sentado al piano y hoy, cuando estaba en la cocina escuché su música, cosa que me alegró, porque esta casa sin el piano de Karin, era otra cosa; sólo que en un momento sentí un estruendo y un instante después estaba Uly en la cocina anunciando que Kari lloraba. Salí corriendo y la encontré con la cabeza apoyada en las manos y los codos encima de las teclas, pero por más que traté de levantarla, ella lloraba hablando en alemán. Finalmente accedió a sentarse en el sofá y mostrándome su mano izquierda dijo, «elle est morte», e intentó mover los dedos con dificultad. Traté de calmarla, sosteniendo su mano para trasmitirle calor y darle un masaje, mientras ella lloraba y murmuraba, pero lo único que pude entender fue «Peter, Peter». Escribo y sólo con volver a las imágenes me vienen ganas de llorar. Cuando se calmó llamé al médico y a Silke. El lunes próximo comenzarán a hacerle un chequeo en el hospital. Mi señora alemana no está bien y eso me pone triste.

Diciembre

París, París que fría eres. Ahora me vendría bien un cigarrito para acompañar el té, pero como voy de «non fumeur» no tengo cigarros. Estoy contenta porque ya compré sobres azules para las postales de Navidad. ¡Les escribiré a todos! Por lo demás, estoy muerta. Mi dama de trenzas rubias anda deprimida y molesta por las visitas al médico y yo trato de pasar los domingos en casa, para que no se sienta sola y se ponga a llorar. A Ale lo he visto poco en estos días y me falta. También a Uly le falta y me apena porque pasa el día en casa, pobrecito mío, aunque ayer se divirtió mucho. Fuimos a casa de Mercedes, la cubana, porque su hermana, que vive en Bruselas, está aquí con su niño. El chiquillo es más grande que Uly, pero jugaron todo el tiempo. La hermana de Mercedes me dejó su dirección y dice que en Bruselas tenemos nuestra casa (lo tendré en cuenta).

Días de Navidad

Alejandro está durmiendo. Uly también. Yo aprovecho para escuchar música bajito. Hoy me siento azul claro. Karin fue a pasar unos días con Silke y nosotros aquí. Alejandro me regaló un disco precioso de uno que se llama Khaled. Es música de tierras lejanas, aunque con influencias de este lado del mundo, pero con sonidos y palabras en la lengua del extranjero. Qué sensación tan extraña, esta semana le conté a Ale que por estos días, hace cuatro años, vi tu espalda por última vez y la mezcla de alegría y desconcierto que sentí cuando supe que Ulises estaba en mi vientre. Ale, como casi todo el mundo, dijo que yo estaba medio loca, pero que sólo una loca podría traer al mundo a ese maravilloso ser que es mi hijo. Seguramente por esto decidió regalarme el disco que ahora escucho y que me lleva, sin poder evitarlo, a recordar tu olor. ¿Dónde estarás, extranjero? Pensarte no me hace mal, porque ya no te amo, amo la forma en que pude enloquecer por un breve instante. Es como si cada persona tuviera su justo papel en la vida de los otros. Tú eras el «sembrador de semillas», el efímero, la ilusión, el hombre invisible, el Adiós hecho materia. Eso: el Adiós, que es como decir la muerte, aunque la muerte es demasiado redonda para mi gusto. Ahora, a cada rato tengo que enseñarle tu foto al hijo que no conoces y me gusta imaginar que él te inventa rostros. En realidad no sé qué pasa por la cabeza de Uly, no sé qué pasará después, sé simplemente que te mira y dice «papá Mutaf». Eso me hace feliz. Me vuelve azul claro.

Diciembre 1996-Enero 1997

Respiramos, luego existimos.

Enero 1997

Querida e italiana Lucy: ¡felicidades! Te mandaré una postal por tu nueva ciudadanía. Me alegra lo que cuentas sobre esos lugares maravillosos que has conocido en Italia. Ojalá algún día también yo pueda conocerlos, como dices. Por el momento sigo en esta ciudad, fría, cara y fascinante, aunque ya casi tengo la certeza de que nunca antes estuve aquí. No, mi visión de París viene de experiencias ajenas, es la vida de los otros la que ha transcurrido en este sitio, no la mía. Yo sigo igual y en los últimos días del año nos divertimos bastante. El 31, Alejandro, ese peruano que no conoces y que seguramente no conocerás, me llevó por la tarde a conocer un bar restaurante cerca de la torre de Montparnasse que se llama Cubana Café. De lo más bonito, Lucía, a ti te gustaría. Imagínate que el muchacho de la barra es cubano y nos ofreció ron «por la casa». Yo bebí en tu nombre, alcé el vaso, bebí y enseguida comenzó a quemarse mi garganta. Lo mejor fue que el tipo dijo que si por la noche no tenía con quien dejar al niño podía llevarlo. ¡Era fin de año en París! Después de cenar fuimos al Cubana Café y fue divertido, a Uly le gustan las fiestas. Estuvimos un par de horas y allí me encontré con la fauna cubana. Son raros los cubanos, Lucy, somos raros. Siempre empiezan con un chiste, seguido de una definición política, explicaciones del por qué se fueron, etc., y, luego de un montón de tragos, viene la nostalgia. Me parecía estar en una de las tardes en casa de Paco en Madrid. ¿También tú enfermaste de nostalgia, Lucy? Espero que no, porque la nostalgia es una droga que en exceso atenta contra el futuro. Un beso y te quiero mucho. Espera mi postal. Yo.

Día negro

Las cosas no van bien. Karin está enferma. Estos meses se ha hecho exámenes y hasta una resonancia nuclear. Hoy, después del hospital, Silke cenó aquí y se quedó hasta que Karin se fue a la cama, entonces vino a hablar conmigo. Dice que va a llevarla a un especialista, porque el médico sospecha que Karin tiene un problema neurológico. Mi dama de trenzas rubias, ¿qué tienes? Silke me dio las gracias porque dice que Karin habla muy bien de nosotros. Dijo, además, que nunca ha tenido una relación muy cercana con sus domésticas, siempre ha vivido en otro mundo o mejor, nunca ha querido que el mundo vuelva a entrar en su vida. Visto que ella estaba tan comunicativa, entonces me atreví a preguntar. Silke se acercó al piano y me mostró una foto: eran sus padres con Karin y Peter, antes de la guerra y antes de que Karin comenzara a odiar al mundo y se encerrara en su música y su lengua. Después de su discurso, preferí no seguir indagando, pero cuando se fue me quedé observando las fotos. Era hermosa Karin y sonreía, pero parece que la guerra le borró la risa. En las fotos más recientes siempre hay algo extraño en su mirada, algo de dolor y asco, no sé. Y ahora, mi pianista de las tardes ya no interpreta nada, lee con desgana sentada en el sofá y le muestra libros a Uly. Está muy triste, lo sé, por eso cruzo los dedos, Karin, para que todo pase.

Febrero

Pasan días tristes y no tengo ganas de escribir. El sábado Ale se molestó, porque quería que fuéramos a dormir allá, pero preferí quedarme con Karin. Lo vimos el domingo. Alejandro tiene parte de razón, a mí no me contrataron como enfermera sino como doméstica, pero si me quedo no es por obligación, es porque simplemente Karin está deprimida y no me gusta que esté sola, sólo eso y ya, no tengo ganas de escribir. Bonsoir, Circe.

Día azul oscuro

Hermoso. Esta tarde Karin se sentía mejor. Tocó al piano una pequeña melodía, sólo con la mano derecha, porque la izquierda sigue fastidiada. A Uly lo dejó sentarse junto a ella y hasta permitió que tocara algo que, según él, se llamaba «Kari linda». Qué gracioso mi niño, hasta ha aprendido palabras en alemán que ni sabe qué quieren decir, pero él lo repite todo. Sé que a Karin le duele no tener fuerzas suficientes para tocar, pero hoy, visto que el público no exigía interpretaciones magistrales, le dedicó a mi hijo varias piezas de su tierra. Uly me preguntó cuándo vamos a Alemania y respondí que un día de éstos. Pero tú, Karin, ¿por qué nunca has vuelto? ¿Por qué? Why? Pourquoi? Warum? Esta pregunta me obsesiona, aunque sé que a ella no podré hacérsela. No por ahora.

Marzo

Estoy asustada, pero imposible no escribir. Silke se fue hace un rato. Aunque aún faltan otras pruebas para confirmar, parece que Karin tiene una esclerosis progresiva y fatal. Silke me explicó, pero no entiendo de medicina y quisiera no haber entendido lo que dijo. Las neuronas cortan su comunicación con los músculos que poco a poco dejan de funcionar. Es horrible. Silke prefiere no decirle nada hasta que confirmen el diagnóstico, pero si da positivo, Karin comenzará a perder sus capacidades motoras, aunque su mente continuará funcionando. ¿Qué es esto, Dios? Es asistir indefensos a nuestra degradación. El diagnóstico tiene que estar equivocado, a Karin no pueden hacerle esto.

Abril. Negro, negrísimo

Día de mierda. Diagnóstico confirmado. La diosa de las trenzas rubias, la dama de los dedos en el piano, la taciturna, está enferma. No tengo ganas de vivir.

Día azul claro

Esta tarde estuve con Norma, una enfermera peruana amiga de Ale que me explicó muchas cosas. La enfermedad de Karin se llama S.L.A. y aunque ella no va a morirse en dos días, ya comenzó el conteo regresivo. Siento tanta pena que me dan ganas de gritar. Los primeros días estuvo muy deprimida, pero poco a poco se ha ido acostumbrando a la idea. Karin es fuerte, aunque ahora vendrá un período de altos y bajos inevitable. Por el momento, le han recetado medicamentos para controlar los calambres y dolores que pueda tener, pero no existe cura. Hay una enfermera que vendrá a casa para hacerle ejercicios, se llama Marie y es muy cariñosa con Karin.

Mayo

Bonsoir, París en primavera. Es mi segunda primavera aquí y ¿quizás la última? El domingo pasado hicimos la ceremonia del pinzado de Sai y la invitada especial fue Karin, que está mejor de ánimos. Creo que tantos médicos y análisis la tenían más deprimida todavía. Anoche tuve una larga conversación con Silke. Dice que le hacemos bien a Karin, pero su enfermedad irá progresando y algún día necesitará a alguien que se ocupe totalmente de ella, alguien especializado, por supuesto. Yo no podré ayudarte, Karin, lo sé y tal vez esto sea una señal de partida. No sé, París, no creo que quiera quedarme. Cuando le conté a Wasim dijo que regresara a Madrid, pero las cosas han cambiado, él tiene una novia y ya ha hecho bastante por mí. La palabra «volver» me suena a alto, stop, the end. No me gusta. Tengo que pensar, París. En primavera las ideas son más frescas.

Día gris

El sueño: me levanté de la cama y descubrí a Sai con el tronco seco, muerto, me asusté y quise despertar a Uly, pero él no estaba, entonces escuché un piano. Caminé por la casa a oscuras y en la sala, Karin y Ulises tocaban el piano, sólo que Uly era un viejo. Era mi hijo anciano y cuando pregunté, ellos se echaron a reír sin dejar de tocar. Entonces vino el salto. Me vi sentada junto a Karin en el sofá viendo sus fotografías. En una de las fotos estaba ella, más joven, con Uly en los brazos. Yo la miré y ella se echó a reír. Ahí desperté de verdad. Uly estaba durmiendo con la cabeza apoyada a los brazos y Sai vivo, como siempre. Todos respirábamos. Estos sueños no me gustan. Hoy cuando fui a hacer la compra llamé a La Habana. Todo bien, la comunicación pésima, pero todos respiran. También yo respiro, pero comienzo a sentir una angustia que no deja de inquietarme.

Junio

Quizás tengas razón, Ale, pero no te molestes con Circe. Desde que a Karin la declararon enferma siento como si algo hubiera terminado. Pasan los días y la miro, escucho su voz, sonrío, y no creo que exista otra cosa más importante en esta ciudad que no sea ella. Sé que no voy a poder explicarte, Alejandro. Sé que no vas a entenderme. Ya no suena el piano de la señora de las trenzas rubias y esta ciudad no me habla, creo que nunca lo hizo. No te rías, yo no soy obsesiva, como dices, o a lo mejor sí, no sé, no me importa. Circe, Circe, Alejandro no te entiende. Dice que no tienes por qué sentirte mal, pero te sientes mal. Sí, Circe. ¡Y estoy aburrida de escribir esta Bitácora!

Día azul oscuro

Estaba en un período gris, pero hoy cambié de color. El otro día Silke pidió que fuera a visitarla, porque necesitaba hablar conmigo. Hoy, aprovechando que Marie estaba con Karin, dejé a Uly y fui a verla. Hablamos. Silke me contó cosas de Karin, que ni siquiera sé si tengo derecho a saber. Además, Silke necesitaba decirme lo feliz que se siente por mi amistad y que yo supiera que es la primera vez que madame se comporta así, asumiendo a una doméstica como parte de su vida. Silke necesitaba que yo tuviera claro lo que significamos para Karin y que ella (Silke) no encontrará el modo de agradecerme, pero Karin está enferma y poco a poco lo estará más. Lo sé, Silke, y también sé perfectamente que no podré ocuparme, que hace falta un especialista o un centro para ancianos, como dices, porque yo entiendo de papas, zanahorias, ropa sucia y polvo, pero un enfermo es otra cosa. En fin, Silke debe asumir la parte práctica del problema y no con la urgencia de mañana mismo, pero va a necesitar pronto una solución. Creo, París, que no necesito más señales. Bonsoir.

Julio

Hay calor en París y cuando me pongo a pensar hay más calor todavía. Estoy en casa de Alejandro, Uly y él fueron a buscar de comer, yo me quedé pensando. Quiero irme de París. Quieres irte, Circe, lo sé, hace tiempo que la idea te ronda por la cabeza: Italia, Grecia, Portugal, Alemania, y hasta a Bruselas puedes llegar. A Madrid no regreso. No. Dice Ale que no se va a molestar, puedo hacer lo que me de la gana, porque al final no somos más que buenos amigos, por eso me puso en contacto con varios peruanos que andan por ahí. Mi hombre ilustrado, tú eres mi amigo. Circe, aquí no puedes quedarte. Es como si tu ciclo en la ciudad hubiera terminado: viniste a conocer a la Diosa de trenzas rubias. Ahora lo único que siento es calor en la cabeza, los oídos, la cara. Tú, París, ¿quién eres? A veces me parece que en lugar de ciudades ando buscando a las personas. No sé. Aquí está la última carta de Lucía. ¿Estuve antes en Roma? ¿Quién sabe?

Día amarillo

Hoy fue día de poda. General. Primero le tocó a Sai y Karin asistió al espectáculo, mientras Uly cantaba. Luego vino el turno del niño y parece que Karin se entusiasmó, porque preguntó algo que en principio no entendí, hasta que hizo un gesto con las manos. Quería que le diera unos cortes a las puntas, a pesar de que cada mes una peluquera viene a casa. Procedí con Karin. Al terminar la sala estaba llena de pelos y fue cuando Uly dijo que faltaba yo. Hay calor en París, mucho calor. Corté un mechón de pelos y otro más y paré cuando vi la cara de Karin. Me dejé el pelo corto y aunque no soy buena peluquera de mí misma, me siento bien. Casi casi que lo cortaría más, sólo que no quiero asustar a mi señora.

Día gris claro

Querida Lucy: sé que te resultará extraño recibir esta carta, aunque espero que te alegre. El mundo continúa girando y nosotros respirando, pero París no es mi ciudad. Tengo que irme de aquí, Lucy y tendré que contarte muchas cosas que no pude escribir en las postales, pero eso lo haré en su momento. Me pregunto si se mantiene en pie tu propuesta de recibirme en Roma, tengo que seguir andando y quién sabe si aquélla es la ciudad que busco. No sé. Sabes que no tienes obligación alguna. No quiero ser un problema. Y ya termino, porque no me gustan las cartas, lo sabes. Dime de veras si puedes recibirme. Tu amiga, Circe.

Agosto

Karin se fue con Silke a Saint Malo. Yo espero una respuesta de Lucía y si no puede ser, escribiré entonces a Ana María (Grecia) y Felipe (Alemania). El mundo sigue girando.

Hoy discutiste con Alejandro, Circe, porque dijo que no podías andar con Ulises de aquí para allá, no era justo. Me molesté y dije cosas feas. Ale se puso triste, Circe, no se lo merece. Es cierto, no lo merece, aunque no supe encontrar palabras para que me perdonara. Regresaste a casa y acostaste a Uly. Me quedé despierta y con mucho calor, hay tanto calor en París. Te quedaste despierta y molesta contigo, con Ale, con Karin, con París, con todo. Quise respirar y espero que mañana Uly no se asuste. Ya no sentiré calor, acabo de pelarme a rape. Ahora mis pensamientos podrán flotar ligeros.

Día rojo

Nos vamos a Roma. Dice Lucía que puedo ir, está contenta. Ale dijo alegrarse, porque Italia me hará bien, sobre todo ahora que, según él, me parezco a la Louise de Modigliani. Ya todos se han acostumbrado a mi cabeza y yo siento que respiro mejor. Me voy París, nos vamos, tú no eres mi ciudad, eres como una dama madura y llena de historias, hermosa, fascinante, puta cara, divina, impresionante, cada poro de ti cuenta chismes del pasado, pero no es mi pasado, París, yo nunca estuve aquí. ¿Puedes entenderme? Las ciudades existen para que uno se reconozca en ellas, pero yo no me encuentro. Yo estuve en otro sitio, París, tú no eres mi ciudad.

Agosto 18

Felicidades Uly. Ya eres grande, muy grande y ahora serás el custodio del tiempo.

Septiembre

Wagner. La música de esta ciudad será definitivamente Wagner. Ya Karin sabe que nos vamos y Silke decidió que contratará a una enfermera. ¡Bueno para madame! Hoy pasamos la tarde escuchando música, yo peiné sus trenzas y luego la hicimos reír con el juego de «La vie en rose». Te voy a extrañar, Karin, aunque nunca te escribiré una carta, quizás una postal, porque al final, ¿para qué quieres una carta mía si no podrás leerla? Nuestra relación fue otra cosa, comunicar tiene más que ver con el alma que con el sonido articulado. Hoy, mientras sonaba Wagner, me atreví a preguntar, es una fijación, lo sé, pero no puedo evitarlo. ¿Por qué nunca regresaste a Alemania, Karin? Dije come back, rentrer, volver, tornare, zurückkehren. Ella sonrió murmurando una frase en alemán y entonces me miró: «Deutschland… il n'y a personne qui m'attende». Tienes razón Karin. ¿Para qué volver si nadie nos espera? Es mejor seguir andando.

Día rojo

Uly, Sai y yo estamos en un tren. Ellos miran por la ventanilla, quizás para retener la imagen de Alejandro, que se va haciendo pequeña. Ale que no dejó de hacernos reír hasta el último momento y antes de bajar del tren agarró mi cara para besarme en la boca. Adiós Ale. Adiós Karin, te quedarás para siempre con nosotros. Tenemos que respirar otra ciudad.

Au revoir, París, au revoir.