Capítulo 24
Maggy habría podido evitarlo pero no quiso. Era como un retorno a Parkway hubiera supuesto un viaje a través del tiempo. No importaba cuánto durase la sensación, era de nuevo la joven Magdalena García y amaba locamente a Nick. Cuando él la besó en la boca, Maggy le rodeó el cuello con los brazos. Cuando los labios de Nick descendieron por el mentón de Maggy, ella inclinó la cabeza para facilitarle el acceso. Cuando la mano de Nick se deslizó sobre la camisa de seda para cubrir el seno, ella se estremeció y arqueó el cuerpo. Él avanzaba con mano firme y cálida y así expresaba un sentimiento posesivo. Con los dedos le acarició el pezón y la sensación de placer fue tan intensa que le recorrió el cuerpo hasta la punta de los pies. Ella lo besó entonces por iniciativa propia. Sus labios encontraron los de Nick y los entreabrieron, y su lengua se deslizó en la boca del hombre. Él respondió sin acentuar la presión permitiendo que ella mejorase el beso. Maggy podía sentir la tensión creciente del cuerpo de Nick que la sujetaba con fuerza, esperando que ella definiese el ritmo.
Jamás la obligaría a hacer algo que no deseara, de eso estaba absolutamente segura, pero el pensamiento acrecentó su fuerza y le aportó una nueva sensación de libertad. Estaba medio acostada sobre las rodillas de Nick, la nuca desando en el brazo que se curvaba alrededor de su cuerpo, las rodillas apretadas contra el costado de él. Su cabeza se apoyaba en la ventanilla del lado del conductor, pero ni siquiera advertía el vidrio duro y frío. El volante le rozaba los hombros, pero tampoco lo advertía, ni percibía el leve dolor de las costillas al moverse. Cada partícula de su ser estaba concentrada en Nick.
—Hueles bien — murmuró él al oído mientras le acariciaba el lóbulo con los labios.
—Es un perfume de calidad — replicó Maggy, cuyo cerebro aún podía funcionar aunque su voz no era muy firme.
—Seguramente lo aplicas detrás de las orejas.
—Sí, es lo que hago.
—Me lo imaginaba.
Los labios de Nick acariciaban el delicado lugar directamente detrás de la oreja, lo cual significaba que su nariz se encontrara exactamente donde podía aspirar el costoso perfume que ella se aplicaba todos los días, tan automáticamente como usaba el lápiz de labios. Lo hacía por sí misma, porque le agradaba el olor. A partir de esa noche, lo haría por él.
—El perfume me aturde. Tú me aturdes — dijo Nick.
—¿De veras?
Fueron dos palabras susurradas y las interrumpió Nick, que volvió a cubrir la boca de Maggy. La besó con labios cálidos, incluso ardientes, y su lengua se tornó más insistente. Tenía cierto sabor a cigarrillo y a cerveza y esto último evocó algo que había olvidado ella hacía mucho: la primera vez que la había besado, también olía a cerveza. El recuerdo se hizo absolutamente claro, y a medida que cobró fuerza en su mente, Maggy experimentó una oleada de calor así como una extraña sensación de desnudez. Seguía besándola suave y consideradamente, conteniéndose y trasmitiéndole su emoción.
La mano de Maggy se desplazó sobre el algodón suave de la camisa de Nick y tocó la abertura. Sus dedos rozaron el cuello del hombre y encontraron el hueco cálido en la base y se deslizaron hacia abajo para descubrir las primeras matas de vello que le cubrían el pecho. Debajo, los botones de la camisa esperaban. Jugó con uno, sin definir claramente lo que deseaba hacer. De pronto, la respiración de Nick resonó en el oído de Maggy. Después, él le apartó la mano y comenzó a desabrocharse.
—Tócame — murmuró Nick asiendo la mano de Maggy apretándola contra la dura carne masculina que había desnudado parcialmente.
Con la mano aplastada sobre el corazón de Nick, Maggy pudo sentir los latidos. Él le sostuvo allí la mano y ella comenzó a sentir el pánico de verse obligada a hacer algo, pero después, él respiró hondo y retiró la mano. La de Maggy permaneció en el mismo lugar. Él tenía la piel tibia y algo húmeda en los pectorales firmemente delineados y cubiertos de terso vello. Maggy movió cautelosamente los dedos. Como no sucedió nada temible, se mostró más audaz y deslizó la mano a un lado y otro del pecho sintiendo los promontorios y las presiones, la fuerza flexible de los músculos que había tras la calidez velluda de la piel. Sus dedos encontraron el pecho izquierdo y lo acariciaron.
—Mala idea — dijo Nick en un tono diferente al normal.
—¿Por qué?
Parecía que fuera toda inocencia mientras lo miraba, sabía lo que estaba haciendo y él también. Estaba jugando con él, burlándose, tratando de excitarlo, y él estaba dispuesto a permitirle que lo hiciera sin obligarla a pagar el precio.
—Porque estás excitándome.
Maggy sonrió complacida. Él hizo una mueca. Pero cuando ella estaba pensando cómo iba a seguir, él inclinó su cabeza sobre la de Maggy. Durante un instante el beso no fue gentil, ni mucho menos. Después, se suavizó. Maggy endureció el cuerpo. Entonces, antes de que el temor instintivo pudiese hacer otra cosa que asomar en gesto de advertencia, el beso de Nick se suavizó intencionadamente.
La dulzura del gesto tuvo su recompensa, porque él sabía cuánto le había costado. Se dominaba con voluntad de hierro y lo hacía por ella. Maggy asimiló la idea y la profundidad y la amplitud del sentimiento que la provocaba. En ese momento sintió que surgía en ella un fuego olvidado y que cobraba tal intensidad que amenazaba derretirle los huesos. Puso los brazos alrededor del cuello de Nick y lo besó con súbita excitación. Le pasó las manos sobre los cabellos y la sensación de los rizos al enroscarse en los dedos fue embriagadora.
La entrepierna de Maggy latió con fuerza. El latido exigió atención inmediata. Apretó su cuerpo contra el de Nick y con un sentimiento de placer y al mismo tiempo de frustración chocó con el hueso duro de la cadera. Con un instinto tan antiguo como la especie humana, ella se frotó contra aquella superficie poco acogedora.
—¡Dios mío!
El gemido de Nick pareció doloroso. Sus labios descendieron a lo largo del cuello de Maggy lamiendo y sorbiendo la dócil carne. Al mismo tiempo, con un gesto tan rápido que ella se sorprendió, cerró las manos sobre sus caderas. Le apretó fuertemente a través de la tela del pantalón mientras cambiaba de posición tras el volante de modo que ella se extendiese sobre el asiento cuanto era posible. Con las manos todavía en sus caderas le cubrió los senos femeninos apretados contra el pecho de Nick, las piernas entre las rodillas dobladas del hombre.
Las manos le aferraron los cabellos mientras él besaba la piel que latía en la base del cuello. Las manos se deslizaron bajo las axilas de Maggy y la alzaron un poco. Su boca descendió por el frente de la blusa y llegó a la redondez del seno derecho y se detuvo en el pezón. Durante un momento los labios de Nick permanecieron presionando sobre ella apenas entreabiertos pero sin moverse. Maggy sintió el calor de la boca de Nick a través de la tela y se estremeció. Sus pechos se inflamaron en una especie de fiera reacción y los pezones se le endurecieron hasta que quedaron erectos buscando con más intensidad que nunca la promesa de la boca masculina. Él le mordió el pezón y originó una llamarada de placer erótico que recorrió todo el cuerpo de Maggy. Gimió y sus dedos se cerraron sobre los cabellos de Nick. Él le mordió de nuevo el pezón, sorbió, lo metió en la boca. La sensación de los labios ardientes de Nick acariciándole el seno, así como la cálida humedad de la blusa y el sostén contra el mentón erguido, era tan exquisita que el tiempo retrocedió.
Todo volvía a ser como antes. Experimentó un estremecimiento intenso en la ingle. Parecía que hubiera vuelto a su adolescencia y que Nick fuera el mismo con quien había soñado durante tantos años. Lo deseaba y él se prestaba a ello la enloquecía con las manos. La boca de Nick abandonó el seno de Maggy para ascender hasta el cuello mientras volvía a cubrirle la boca y el cuerpo. Maggy gimió de nuevo, esta vez con un sonido áspero y sexual que chocó a sus oídos. Nick la miró y el resplandor verde de sus ojos hizo que todo en Maggy se fundiera. Con un sonido mezcla de maldición y gruñido, acercó la cabeza de ella. La besó intensamente, las manos de nuevo buscando y encontrando las caderas de la mujer. Acarició la suave redondez y después sus manos plasmaron la forma y sus dedos encontraron las grietas entre las dos medias. El apretón en la base de la cadera se acentuó y las palmas de Nick se apoyaron sobre las nalgas, presionando hacia la suavidad del vientre, descubriendo el borde sedoso de la prenda. Maggy era fuego.
Sus piernas se retorcían impotentes mientras los muslos duros de Nick se deslizaban entre ellas separándolas. La sensación era desconcertante. Sus brazos se cerraron sobre el cuello de Nick impulsados por el deseo. Le dio un beso ávido y hambriento que al mismo tiempo implicaba un ruego. Cuando su mano abandonó los senos de Maggy, ella sintió un dolor casi físico, hasta que retornó deslizándose hasta su sexo. La sensación de los dedos cálidos y fuertes acariciando de modo que ella pudo sentir el bulto firme bajo los pantalones de Nick contra el vértice formado por la unión interior y deslizándose por dentro era tan insoportablemente exquisita que ella tembló de pies a cabeza.
—Te deseo, Cristo, te deseo. — dijo jadeando complacida.
Las palabras fueron un gruñido en la boca de Maggy. La mano de Nick cubrió el triángulo sedoso de rizos, acariciándolo mientras la despertaba para afrontar lo que la inquietaba, de modo que ya no podía pensar con claridad, tan imperativo del deseo de mujer. Maggy sentía que se disolvía en un cálido mar de felicidad al mismo tiempo se estremecía por la necesidad, una necesidad maravillosa, magnífica y ardiente. Lo necesitaba. La comprensión de este hecho estalló en ella como el cohete de una festividad.
Cuando cayó en brazos de Nick, el beso del hombre cobró un tono fiero y exigente. La sostuvo con más fuerza. Las manos que le habían estado apretando las nalgas paralizándola, y sus dedos se deslizaron en el interior de su ropa y se deslizaron entre los muslos de Maggy. Sin tocar siquiera su cuerpo, penetrando profundamente e invadiéndola. Los dedos entraron y salieron mientras su cuerpo empujaba hacia delante, duro como una vara. Los dedos recorrieron su carne temblorosa y desnuda cuando, a consecuencia del deseo, ella abrió las piernas y gimió.
—¡No! — Maggy gritó su protesta contra los labios que la aprisionaban, contra la lengua que amenazaba ahogarla, contra los brazos que la aprisionaban, sus dedos que la penetrándola. La pelvis de Nick, dura como el hierro sobre su cuerpo y ella comprendió que en pocos instantes más la arrojaría de espaldas y la montaría. — ¡No, no, no!
—¡Jesús! — Era en parte una maldición, en parte una oración.
Increíblemente para Maggy en su momento de mayor extremismo, la mano que la violaba se retiró abruptamente y el brazo que la aprisionaba la empujó. Todavía dominada por un temor irrazonable, Maggy se arrodilló y retrocedió sobre el asiento hasta chocar con la portezuela del copiloto mientras él trataba de sentarse.
Entonces, después de una breve mirada y hostil, él abrió la puerta de la camioneta y casi cae al suelo del aparcamiento poblado de sombras. Agazapada al extremo del asiento, Maggy lo observaba, mientras él absorbía grandes bocanadas de aire frío.