Capítulo 1
EL viejo y arrugado portero del hotel, resplandeciente con su túnica y su turbante de color hueso, preguntó:
—¿La señorita Fletcher?
Mia asintió y se giró para observar el edificio desvencijado que se alzaba ante ella. Las majestuosas columnas de mármol; las escayolas rotas de la entrada; la magnífica escalera, envejecida por el tiempo y por el paso de muchos pies, y el jardín descuidado y lleno de malas hierbas.
—Bienvenida a Penang, la perla de Oriente —anunció pomposamente—. Y al hotel Cornwallis, el corazón reluciente de la Georgetown colonial.
Mia le dedicó una mirada de ironía. Ciertamente, el hotel estaba en pleno barrio colonial y todavía poseía un aire de grandeza, aunque bastante desgastado. Pero de reluciente no tenía nada.
—Sé lo que está pensando —continuó el hombre—. Que nuestro hotel es viejo y que necesita reparaciones urgentes. Pero hace sesenta años, cuando empecé a trabajar aquí, era tan bello que su visión alegraba la vista.
—No lo dudo.
Rajah, el nombre que indicaba la placa de su chaqueta, sonrió.
—Con un poco de amor, podría volver a ser lo que fue.
Mia pensó que necesitaría amor y enormes cantidades de dinero.
—Pero antes hay que romper la maldición —añadió.
—¿Es que hay una maldición?
—Por supuesto que sí. ¿Cómo cree que un hotel tan elegante se ha convertido en un lugar tan deteriorado? —preguntó.
—¿Por años y años de abandono?
—No sólo por eso, aunque también es cierto —respondió—. Avisaré al señor Ethan de su llegada. La estaba esperando. Todos la estábamos esperando.
El portero le abrió la puerta.
—Señorita Fletcher...
—Llámame Mia, por favor.
Mia no se había dado cuenta hasta ese momento; pero aunque fuera con retraso, le pareció extraño que conociera su identidad.
—Señorita Mia... —dijo él, con ojos brillantes—. Bienvenida a casa.