CAPÍTULO 48
Esa misma noche…
Shane hizo un alto en el relato para tomar otro pedazo del pastel de zanahoria que había hecho su madre. Tuvo que recurrir a su compañero, sentado a su lado, para que hiciera los honores durante el postre, ya que al menos con el resto de la cena —la suya a base de purés y consomés—, había podido arreglárselas. Si bien tenía la boca en carne viva, con laceraciones provocadas por los golpes, eran todavía peores los moratones que se veían desde el exterior. Su rostro se había convertido en una paleta de colores, sabía que no tenía ninguna contusión grave y que los hematomas acabarían yéndose con el tiempo, pero ahora mismo, entre la herida que se había vuelto a abrir en su brazo —la cual uno de los hacendados, amigo de su padre y médico de familia, atendió dándole un par de puntos— y el entumecimiento general que sentía en todo el cuerpo únicamente aliviado por una buena dosis de antiinflamatorios y calmantes en vena, todo lo que quería era disfrutar de esa deliciosa tarta y olvidarse de lo demás.
Sin embargo, tras lo ocurrido, estaba claro que no podría irse a la cama antes de terminar de relatar a su señora madre, la cual ahora le lanzaba a Luke unas miradas entre curiosas y desconfiadas, el lío que la había conducido hasta este momento.
Masticó con mucho cuidado y dejó que la crema de queso se deshiciese lentamente en su boca.
—… y bueno, el final ya lo has visto tú misma —concluyó. Lamió la cucharilla con pereza y miró a su compañero—. ¿Me he dejado algo?
Él se limitó a moverse en la silla con abierta incomodidad ante lo que traía consigo la pregunta.
—Hubiese preferido que omitieses algunas partes, en realidad —comentó, deslizando el pulgar con suavidad por la comisura de su boca para luego lamer el resto de crema de la yema de su dedo—. Y a juzgar por la mirada de tus padres, ellos también.
Su padre carraspeó atrayendo su atención, por la mirada esquiva que sostuvo con ella, no era el único en pensar de esa manera.
—Sí, hay ciertas cosas sin cuyo conocimiento podría haber vivido.
Sonrió de medio lado e hizo una mueca ante el tirón que sintió en la boca. Quizá había sido un poquito gráfica en algunas partes.
—Solo pretendía ser fiel a los acontecimientos —se defendió—. Es agradable poder decir todo esto abiertamente, hace que me sienta acompañada en mi locura transitoria.
Su madre, quién había aguantado estoicamente los sucesos de la tarde con un par de vasitos de tequila, parecía incapaz de pronunciar palabra alguna. La vio abrir y cerrar la boca como un pez fuera del agua.
—Lo sé, mamá, esa fue más o menos mi reacción la primera vez que escuché sobre personas convirtiéndose en lobos y lobos convirtiéndose en personas —aseguró. Entonces frunció el ceño—. La segunda vez no fue tan silenciosa, sin embargo.
—No me lo recuerdes —rumió Luke.
Le dedicó un guiño y persiguió un esquivo pedazo de tarta por el platillo.
—No sé cómo consigues que tenga esta textura, a mí no me queda así de esponjoso —rumió llevándose la tarta a la boca y saboreándola—. ¿Y la crema? Hoy está mejor que nunca.
La mujer miró el plato vacío, luego la tarta y finalmente sacudió la cabeza como si todo aquello la estuviese distrayendo de lo más importante de todo.
—Te dispararon y más de una vez.
Levantó la mirada y movió el tenedor para enfatizar sus palabras.
—La primera vez lo consiguió, la segunda… mi palo fue más rápido y certero.
Ella sacudió la cabeza y señaló su brazo.
—Dijiste que fue un accidente en la cocina.
Hizo una mueca y dejó el tenedor sobre el plato.
—¿Cómo crees que habrías reaccionado si me presento de repente en tu casa y te digo «hola mami, ¿sabes? Me han pegado un tiro en el brazo?» —le dijo con absoluta ironía—. Estoy por apostar que me habrías disparado tú también, solo por haber permitido que me sucediese algo así. Y la verdad, no es como si alguien me hubiese dicho primero, ¡arriba las manos o disparo!
—¿Cuánto analgésico le han administrado? —escuchó murmurar a su padre, quién obviamente se dirigía a Luke.
Su compañero no vaciló en su respuesta.
—Juraría que demasiado.
—¡Eres mi hija! —exclamó entonces su madre, uniéndose a la discusión—. Es normal que me preocupe por ti cuando te veo aparecer con el brazo en un cabestrillo.
—Estoy bien —aseguró intentando aplacarla—. Te lo juro. El médico ha dicho que estoy bien, aunque necesitaré que me cambien el vendaje otra vez antes de acostarme. Luke lo ha estado haciendo hasta el momento y no he tenido problema…
—Hasta que esa zorra casi te vuela la cabeza.
—Mamá…
Los ojos de su madre se clavaron entonces en su compañero.
—¿Cómo has podido permitir que le disparasen?
La tensión en su compañero era palpable.
—Créame, Sonia, hubiese preferido ser yo quién se llevase ese tiro y no ella —contestó con absoluta seriedad—. Motivo por el cual decidí traerla de inmediato para aquí, dónde pensé que estaría a salvo. Obviamente me equivoqué y mi mala decisión trajo a su puerta una invitada indeseada.
—Luke, no ha sido culpa tuya —saltó a defenderle de inmediato—. ¿Te das cuenta de que no ser por él puede que no estuviese ahora aquí, sentada y contándote todo esto?
—Vamos, vamos… —intervino su padre—, un poco de calma. Lo importante es que todo ha acabado bien.
—A partir de ahora, será mejor que cuides bien de mi niña, Luke Evans —concluyó su madre con una mirada que no había visto nunca antes en ella—, o de lo contrario, cogeré esa maldita escopeta de caza que tiene mi marido y haré una alfombra para la sala con tu pellejo.
Para su sorpresa, su compañero sonrió ampliamente al tiempo que la rodeaba a ella con el brazo.
—Se lo juro, Sonia, su hija es y será siempre lo primero para mí —declaró con una leve inclinación de cabeza—. Estará protegida tanto por mí como por nuestro clan y el que ella misma ha reclamado como suyo. Nadie osará acercársele jamás con malas intenciones mientras uno solo de los lobos de América estemos a su alrededor.
Su progenitora asintió satisfecha y su semblante adquirió la dulzura de siempre.
—Y con eso acabas de convertirte en mi yerno favorito.
Su padre se rio entre dientes.
—Todavía no es tu yerno… —rezongó, ignorando la diversión presente en la mesa.
—En cierto modo, sí, lo soy —le aseguró su compañero—. Tú y yo estamos casados a la manera de mi pueblo.
—Pero no lo estamos a la del mío.
—Solo es cuestión de pedir cita en el juzgado, arreglar los papeles y tener un par de testigos —añadió su madre a quién la idea parecía resultarle encantadora—. Siempre esperé que te casases por la iglesia, pero dadas las circunstancias…
—Mamá…
—Este ha resultado ser sin duda uno de los mejores cumpleaños que he tenido en mucho tiempo —aseguró su padre, recostándose contra el respaldo de su asiento. Su mirada se dirigió a Luke—. ¿Una copa, hijo?
—Pues claro —aceptó de inmediato, sonriendo también en complicidad con el hombre.
Ambos se levantaron dispuestos a abandonar la mesa cuando oyeron la puerta de la calle y una cantarina y conocida voz llegó seguida de pasos.
—¿Tía Sonia? ¿Tío Héctor? ¿Llegamos a tiempo para el postre?
Una vivaracha y radiante Carly apareció en el umbral de la puerta del comedor y a su lado, con gesto reservado y rostro amable se encontraba un hombre que Shane había visto alguna vez de lejos, pero al que sí conocía por las interminables quejas y chácharas de su prima. Julian Kelsey parecía de todo menos cómodo mientras deslizaba la mano sobre el hombro de la mujer como si pretendiese calmar su entusiasmo.
Sin embargo, no hizo falta ya que nada más posar los ojos sobre ella, la sonrisa de su prima se esfumó mudando el rostro a una mueca de horror.
—¡Madre del amor hermoso, Shane! ¿Qué te ha pasado?
Rauda como una flecha, dejó a su acompañante, rodeó la mesa y se acuclilló a su lado. Sus ojos se endurecieron al mirar a Luke.
—Si tú has tenido algo que ver en esto te juro que te corto los…
—Cassandra.
La voz de su acompañante la serenó al instante. Vaya. Eso sí que era un cambio.
—No, no, no —se apresuró en aclarar las cosas—. Luke, de hecho, evitó que las cosas fueran mucho peores.
Su prima parpadeó atónita. La recorría con la mirada sin saber muy bien qué hacer.
—¿Cómo? Ay, dios. Mírate… y tu brazo. ¿Qué ha pasado? —se giró entonces a los presentes—. Que alguien me diga algo, por dios.
—Te hago un rápido resumen —se adelantó—. Me dispararon y me golpearon con la culata de una pistola, dos veces.
Los ojos de la chica se abrieron desmesuradamente y a juzgar por la rapidez con la que se movió su acompañante y la sujetó, ayudándola a incorporarse, estaba claro que había estado a punto de caer al suelo.
—¿Cómo? —jadeó. Entonces sacudió la cabeza—. Tienes que estar bromeando.
—Nop —sonrió de buen humor—. Pero no te preocupes, se lo devolví.
Hubo un colectivo resoplido en la mesa.
—Sí, tu prima puede resultar un verdadero peligro con un palo en las manos —comentó su compañero. Entonces extendió la mano hacia el hombre que estaba junto a ellos y se la estrechó—. Bienvenido y felicidades.
El hombre correspondió a su saludo visiblemente más aliviado, asintió y la señaló a ella.
—Gracias —aceptó—. Y permíteme darte también la enhorabuena.
Aquel inusual intercambio de palabras hizo que se pusiese en pie de inmediato, la silla no cayó al suelo porque Luke estaba tras ella y la detuvo.
—¿Te has emparejado con él? —la pregunta sonó un poquito más aguda de lo que tenía planeado, pero el efecto fue el mismo. Todos se giraron hacia los recién llegados—. ¿Con tu jefe?
El sonrojo de Carly era palpable, la vio deslizar la mano en la del hombre, entonces sonrió y le sacó la lengua con gesto divertido.
—¡Sorpresa!
Oh, sí. Una sorpresa con mayúsculas, pensó Shane. La sonrisa surgió por si sola curvándole los labios, no tenía más que mirar a Carly para saber que esto era lo que había estado buscando tanto tiempo, todo por lo que había sufrido y que ahora por fin era suyo. Su prima estaba enamorada, siempre lo había estado del hombre que ahora la abrazaba por la cintura, proveyéndola de protección.
—Ven aquí, anda —se rio y abrió el brazo bueno para abrazar a su prima—. Con cuidado…
—Oh, Shane —se echó a reír, pero ella sabía que estaba ocultando las lágrimas cuando hundió el rostro en su pelo—. Soy feliz, lo juro. Ahora sí lo soy.
La apretó contra sí y asintió.
—Lo sé, hermanita, lo sé.
—Bueno, parece que nuestra familia ha aumentado considerablemente —intervino Héctor, rompiendo el momento emotivo de las dos mujeres—. Julian, ¿no? ¿Una copa, hijo?
El hombre miró a Carly, quién ya se había girado hacia él y sonreía abiertamente.
—Claro, será un placer —aceptó el nuevo miembro de su familia.
—Ve, yo me quedo con Shane y tía Sonia —asintió ella con ternura—. Mi prima tiene que ponerme al día de lo que quiera que haya pasado en mi ausencia. Tres días, Shane, he estado fuera solo tres días.
Se rio y señaló lo obvio.
—¿Perdona? —se rio—. Tú eres la prueba viviente de que en tres días puede cambiar toda una vida.
Ambas se echaron a reír una vez más, abrazadas. Entonces se separaron, los hombres ya se habían ido con su padre dejándolas solas a las mujeres de la casa.
—Muy bien, muy bien, niñas, suficiente de mimos —declaró su madre—. Shane, vamos a hacerle las curas a esa herida para que tu compañero no tenga que ejercer nuevamente de enfermera y tú, Carly, empieza a contarnos cómo has terminado con otro de esos hombres asombrosos… ya que a juzgar por vuestras caras, está claro que él es otro… um… bueno, ya sabéis.
—Lobo, mamá, lobo —pronunció ella, sintiendo que cada vez que lo decía le resultaba más fácil de asimilar.
—En realidad, será mejor que empiece Shane, porque me estoy muriendo solo de verla en ese estado —aseguró ella apretándole la mano sana—. Dios mío, hermanita, pareces un mapa…
Su madre puso los ojos en blanco.
—Pues… creo que todo empezó con un disparo… o quizá hubo algo más antes de eso, si lo que sospecho es cierto, pero Luke se ha negado a hablar conmigo de ello —rumió, pensando en las palabras que había dicho esa psicópata—. La verdad es que es una historia bastante larga…
—Y rocambolesca —concordó su madre—. ¿No tendrías que empezar por cómo acabaste con ese hombre?
Hizo una mueca.
—No, esa parte se la sabe.
Carly levantó la mano y asintió.
—Yep, esa me la sé. Pasa directamente a la parte del disparo.
—¿Al primero o al segundo?
—¿Es que ha habido más de uno?
Su madre le posó la mano en el hombro.
—Ay, hija, a partir de ahora quizá te pienses bien el no asistir a las barbacoas que organiza esta familia —le aseguró—, con lo que ha pasado hoy, hemos hecho historia.
—¡Me tenéis en ascuas!
Se rio por lo bajo y mientras su madre las guiaba hacia el cuarto de baño dónde podría hacerle la cura a la herida del brazo, empezó a contarle a la principal causante de que hoy estuviese allí y emparejada con un lobo, todo lo que había sucedido desde la última vez que se vieron.