Capítulo 16

Painter

Embarazada.

Melanie estaba embarazada.

Todavía sentado en la cama, bajé la cabeza entre las piernas, preguntándome cómo diablos había podido pasar. Bueno, sí, sabía exactamente cómo había pasado... no era imbécil. A pesar de que siempre había tenido cuidado de retirarme antes de correrme y de lo mucho que Mel me excitaba, en ese momento fui consciente de la estupidez que había cometido al follarla sin preservativo.

Idiota.

Tenía que ir tras ella, decirle que todo iba a salir bien, que cuidaría de ella y que seríamos felices para siempre... ¡Pero si ni quiera sabía lo que eran los finales felices! Lo único que sabía era que yo sería un padre pésimo y que ella era demasiado joven para esto.

Mel se merecía una vida más fácil.

Me puse de pie despacio, mientras trataba de averiguar qué sería lo siguiente que haría. No podía dejar de darle vueltas. Melanie estaba embarazada. De un bebé. De «mi» hijo.

Un hijo que había dejado claro no quería.

¿Por qué coño había dicho aquello? Quise retractarme de esas palabras diez segundos después de que salieran de mi boca, pero el daño ya estaba hecho. La expresión de su cara fue cien mil veces peor que un puñetazo en el estómago.

Algo estaba mal en mí. Pero que muy mal. Debía comportarme como un hombre, hacer frente a mis miedos y asumir mis responsabilidades.

Sí.

Podía hacerlo.

Salí de la habitación y fui hacia las escaleras. No estaba seguro de qué esperaba encontrarme cuando llegara al bar, tal vez a London viniendo hacía mí cuchillo en mano o, como habían planeado celebrar una fiesta en mi honor y ella era la encargada de la comida, supuse que también podía envenenarme.

En lugar de eso me encontré con Banks en medio de las escaleras, con rostro serio.

—A la capilla. Ahora —dijo—. Tenemos un problema.

El tono que utilizó disipó la neblina en que estaba sumida mi cabeza. A la capilla. Sí, podía lidiar con aquello. La había cagado con Mel, pero podía arreglarlo. Solo necesitaba un poco de tiempo para idear un plan.

Un poco de tiempo y también un poco de espacio.

Sí, aquello funcionaría.

Un poco de tiempo y espacio e iría a buscarla.

***

—Gage ha llamado —anunció Picnic de pie en la cabecera de la mesa. La tensión impregnaba el ambiente, una sensación de violencia que nos infectó a todos. Por extraño que os parezca aquello me hizo sentir mejor, porque una crisis suponía la excusa perfecta para no pensar en Melanie y su embarazo. Si algo había aprendido a lo largo de los años era que no había nada mejor que una buena pelea para aclararle a uno las ideas.

Una lección de la que había hecho buen uso... por lo menos hasta que me arrestaron.

—Va de camino a Ellensburg esta tarde con los Nighthawk —continuó—. Por lo visto Marsh ha perdido los papeles. Está convencido de que Hands le ha delatado a los federales y como alguien le ha dicho que tal vez podría estar en un rally automovilístico esta noche, está decidido a encontrarlo y cargárselo.

Fruncí el ceño.

—¿Y de dónde coño ha salido eso? No tiene ningún sentido.

—Y yo qué sé —repuso Pic con expresión tensa—. Pero supongo que será por las drogas, Marsh cada vez consume más. Gage dice que se ha puesto paranoico. Que ha entrado en la sede del club y ha ordenado a todos que se suban a sus motos, Gage incluido. Ha conseguido llamarnos cuando han parado a descansar, pero solo he podido hablar un minuto. Dice que han estado preguntando por ti, Painter. Marsh quiere refuerzos y quería saber si irías.

—¿Pero qué cojones? —pregunté confuso—. Solo lo conozco de una vez. ¿Para qué narices me querría?

—¿Y por qué se ha llevado a Gage con él? —preguntó Pic—. Tampoco es que tengan una relación muy estrecha. Se le ha debido de ir la cabeza. Tenemos un problema gordo, porque si monta mucho lío en el rally, le detendrá la policía y podría poner en peligro toda nuestra ruta transfronteriza. Es peligroso y las cosas se pueden poner muy feas. Gage necesita ayuda.

—Podemos ir todos como club —intervino Horse—. Como si acudiéramos al evento y nos encontrásemos con él de casualidad. Puede que decida dejarnos de lado, pero no sabrá que vamos tras él. Se tratará de una visita amistosa entre dos clubes.

—Podría ser buena idea —dijo Pic.

—Sí, pero eso solo incluiría el rally —apunté yo—. ¿Y quién protege a Gage después? Si Marsh está tan paranoico, ¿quién nos asegura que no lo verá como un riesgo y lo matará de un disparo en la nuca?

Todos se quedaron callados.

—Saquémoslo de ahí —instó Ruger—. Démosle una coartada durante el rally y nos lo traemos para casa.

—Pero Marsh podría enviar a alguien detrás de él —apuntó Duck—.Si lo sacamos de ahí tendremos que ponerle una escolta. O descubrir su tapadera, con lo que nos arriesgaríamos a una confrontación abierta entre clubes.

—Marsh me conoce —dije, pensando a toda prisa—. Ha preguntado por mí. Puedo ir y pegarme a Gage como una lapa. Eso no disparará ninguna alarma. Así, si luego pasa algo, nuestro hermano no estará solo.

Otra vez silencio.

—Verás, la zorra de Evans está decidida a mandarte de nuevo a prisión —señaló Bam Bam despacio—. Corres un riesgo muy grande, Painter. Una cosa era enviarte fuera del estado cuando teníamos sobornado a Torres, pero esto... El rally estará atestado de policías, como sucede en este tipo de eventos. Acaban de soltarte hoy mismo, ahora deberías mantenerte un poco al margen.

El rostro de Mel apareció ante mis ojos. Tenía que ir a buscarla, solucionar nuestra situación... ¿pero qué iba a decirle? Tenía demasiada energía atrapada en mi interior, sentía demasiada frustración, miedo y malestar, junto con la certeza de que iba a cagarla en la paternidad.

«Vas a ser un padre espantoso y lo sabes.»

—Todos sabemos que yo soy la mejor opción. —Aparté a un lado mis pensamientos sobre Mel. Ahora no podía centrarme en eso y ella estaría bien. Ya lo solucionaríamos más tarde—. Gage no debería hacer esto solo y soy el único que puede presentarse allí sin cargarse nuestro plan. Tenemos que proteger la ruta transfronteriza.

Los hermanos intercambiaron una mirada a través de la mesa.

—¿Esto no tiene nada que ver con lo que sea que le está pasando a Melanie? —preguntó Picnic de sopetón—. La he visto salir de aquí destrozada y echa un mar de lágrimas. Loni fue tras ella. ¿No tendrás ningún impulso suicida ni nada parecido?

—No —dije, negando con la cabeza—. Es cierto que Mel y yo hemos tenido un... contratiempo. Pero confía en mí, no nos va a llevar a ninguna parte. Necesito un poco de espacio para aclararme las ideas y no pienso dejar a Gage colgado. Es un riesgo, sí, pero todos asumimos riesgos a diario. ¿No es eso lo que significan nuestros parches?

Picnic suspiró.

—Muy bien, tú decides —dijo—. ¿Alguna opinión más?

Todos volvieron a quedarse callados y por una vez nadie me tiró ninguna pulla. Estábamos demasiado ocupados imaginándonos qué nos depararía la noche y si Gage saldría de Ellensburg sano y salvo.

En realidad era una preocupación lógica.

Si Marsh quería ejecutarlo, lo más seguro era que usara como señuelo la historia que le había contado. Además tenía todo el sentido del mundo. Fue lo mismo que nosotros hicimos en su territorio. Llamaría a Melanie tan pronto como volviera a casa. Puede que no quisiera hijos, pero la vida era así de retorcida. Lo solucionaríamos.

La quería.

Eso era suficiente. Tenía que serlo.

—De acuerdo entonces. Os quiero en marcha en veinte minutos —ordenó Pic—. Se cancela la fiesta, claro, pero quiero a todas las chicas a salvo en el arsenal. Duck, tú te encargarás de mantener todo en orden aquí. Los aspirantes se quedan y... —Miró alrededor—. Banks. Tú también te quedas y te asegurarás de que nadie corra ningún peligro. Lo más probable es que ahora el paranoico sea yo, pero si quisieran tendernos una trampa para lanzar un ataque, esta sería la mejor forma de hacerlo.

—¿Te importa si llamo a Puck para pedirle que se quede? —pregunté—. Iba a venir a la fiesta de todos modos. Me gustaría que le echase un ojo a Mel.

—Bien pensado —reconoció Pic—. También hablaré con Boonie. Sé que algunos de ellos querían venir esta noche y me quedo más tranquilo sabiendo que London está a salvo. La llamaré y le diré que venga para acá, junto con Jess y Mel. ¿Alguna otra cosa?

Nadie habló.

—Muy bien. En marcha, hermanos. No la caguemos.

***

Melanie

—Empezaremos con unos palillos de dientes —dijo Jessica con tono siniestro, removiendo su café—. Se los meteremos debajo de las uñas, uno por uno... Después usaré unas pinzas para arrancarle las uñas antes de despellejarle los huevos. Solo necesito veinticuatro horas. Rogará por su vida y entonces... ¡Zas! Le extraeré los riñones con su propio cuchillo, los venderemos en el mercado negro y usaremos el dinero que saquemos para un fondo universitario del bebé. Ya está. Problema resuelto.

Me hice con otro pañuelo de papel, deseando haberme sorprendido un poco por lo sanguinaria que era.

—No puedes matar a Painter —dije antes de sonarme con fuerza la nariz—. Incluso aunque se lo merezca, es el padre del niño. No voy a odiarle porque lo importante en este asunto no es eso. Lo importante es el niño. Necesito un plan, tener controlado hasta el último detalle porque si no...

—Para —dijo Loni—. Extendió la mano a través de la mesa para agarrar la mía. Después me dio un firme apretón—. Mellie, mírame.

Mis ojos se encontraron con los suyos. Cómo me hubiera gustado tener a mi madre en ese momento. London hacía todo lo posible, pero en ese instante lo único que quería era acurrucarme en los brazos de mi madre hasta que me asegurara que todo iba a ir bien. ¿Por qué se marchó de la noche a la mañana? ¿Por qué me dejó?

Me llevé una mano al estómago y empecé a frotármelo con suavidad. Nunca le haría eso a mi bebé. Nunca. Moriría antes que abandonarlo.

«Ya te quiero, mi pequeño. Mamá está aquí.»

—Vas a estar bien —dijo London, con voz firme y fuerte. En la mesa sonó su teléfono, pero hizo caso omiso. Estaba centrada en mí al cien por cien—. Pase lo que pase con Painter, Jessica y yo somos tu familia. Estaremos a tu lado. Te lo prometo. ¿Entendido?

Asentí, sintiéndome un poco más fuerte.

—Se me dan muy bien los niños —intervino Jessie—. Seguramente porque pienso como ellos... Un arma de doble filo. Pero Loni tiene razón, no estás sola. Espero que saque la cabeza de su trasero y haga lo correcto, pero si no lo hace estarás mejor sin él.

—¿Y qué es lo correcto? —pregunté—. ¿Se supone que tiene que casarse conmigo? Porque no estoy lista para dar ese paso.

«Tampoco estaba preparada para ser madre.»

—Lo correcto es que asuma su responsabilidad y sea el padre de este niño —espetó Loni—. Sé que te preocupa criar a un niño dentro del club, pero Reese lo hizo, y lo hizo bien. Bam Bam y Dancer son unos padres estupendos. Es posible, pero solo si Painter decide hacerlo. Solo depende de él, de nadie más. Me encantaría que consiguierais sacar adelante vuestra relación, pero como bien has dicho ese no es el problema. Lo importante es cuidar de tu bebé y puedes hacerlo sin él.

Tenía razón.

—Puedo hacerlo, ¿verdad? —susurré, mirando a ambas.

Jessica sonrió e hizo un gesto de asentimiento.

—Eres la persona más fuerte e inteligente que conozco —señaló—. E incluso cuando las cosas se ponen difíciles, sigues luchando. Eso es mucho más de lo que hicieron nuestras madres por nosotras.

El teléfono de Loni volvió a sonar por lo que debía ser la décima vez.

—Si hubiera querido contestar al maldito teléfono ya lo habría hecho —se quejó con voz suave aunque letal. Como si de una burla se tratara, el teléfono sonó de nuevo. De repente lo agarró y lo lanzó con fuerza por la habitación. El aparato terminó haciéndose añicos al estrellarse contra la pared.

«¿Pero qué coño...?»

Jess y yo nos quedamos boquiabiertas. Loni nos miró y se encogió de hombros.

—Solo porque no estoy amenazando con cargarme a Painter no significa que esté de buen humor. Llamará a Reese cuando quiera y esté mejor, punto.

—Loni, eres la leche —susurré.

Esbozó una sonrisa macabra.

—Tengo mis momentos.

El sonido de unos fuertes golpes inundó el aire. Alguien estaba en la puerta.

—Si todavía le queda un poco de sentido común, ese tiene que ser Painter con una docena de rosas y un anillo —gruñó Jess.

Loni y yo nos miramos.

—No estoy lista para casarme —le recordé.

—No se trata de que digas que sí, sino de que él se ofrezca.

Los golpes comenzaron de nuevo, así que me levanté de la silla y me acerqué a la ventana. No sé qué me esperaba. Tal vez a Painter, o incluso a Reese.

En su lugar vi a BB, un aspirante tan grande que parecía un oso.

—¿Qué pasa? —pregunté cuando abrí la puerta.

—Necesitamos que volváis al arsenal —dijo—. Picnic ha intentado llamar pero nadie le ha contestado.

Loni se puso detrás de mí.

—Estamos ocupadas.

El aspirante hizo un gesto de negación.

—No, señora. Ha pasado algo y los hombres quieren que todas las mujeres se queden allí. Es por su seguridad. Tienen que venir conmigo.

—Oh, mierda —dijo Loni con el rostro pálido—. De acuerdo, chicas, id a por algo de ropa. Yo conduzco.

***

Painter

Conduje hasta Ellensburg yendo a veinte minutos detrás de mis hermanos porque pensé que sería más seguro. Existían más probabilidades de que la policía se fijara más en un grupo de moteros que en uno que iba solo. Y no solo eso, si llegaban antes podrían ver cómo estaba la situación con Marsh y advertirme si algo andaba mal en caso de que Gage no pudiera. Esperábamos no llegar a ese punto. Cuando le envié un mensaje para decirle que iba de camino no me dio ningún indicio de que se encontrara en problemas, pero tampoco respondió cuando le llamé. Solo me envió un mensaje para hacerme saber que lo había recibido. Un mensaje que hubiera podido enviar cualquiera.

El viaje de tres horas y media me proporcionó un montón de tiempo para pensar sobre la situación con Melanie. La había cagado. Pero a lo grande. Y estaba seguro de que ir a Ellensburg en vez de intentar solucionarlo con ella lo haría aún peor. Sin embargo, no podía dejar a Gage colgado. Por mucho que Mel significara para mí, hablar con ella ahora o hacerlo mañana no era un asunto de vida o muerte.

En el caso de Gage, sin embargo, no estaba tan claro.

Cuando por fin me detuve en Ellensburg, encontré en mi teléfono una serie de mensajes entre Picnic, Gage y yo.

Gage: Estamos en el centro. En el Banner Bank Tavern. Han puesto una terraza al aire libre en una de las calles laterales cerradas al tráfico. Marsh y su tropa están borrachos perdidos y Marsh no para de hacer el gilipollas. Es un puto paranoico. Seis policías nos están mirando. Me preocupa que este imbécil lo eche todo a perder.

Picnic: Estamos al otro lado de la calle. No queremos ir a menos que sea necesario. ¿Crees que Marsh terminará perdiendo los nervios?

Gage: Por ahora se está conteniendo. Painter, ¿te queda mucho?

Picnic: Viene detrás de nosotros, debería llegar pronto.

Gage: De acuerdo.

Ese había sido el último mensaje que recibí hacía diez minutos, así que o las cosas seguían bajo control... o todo se había ido a la mierda y estaban demasiado ocupados peleando como para mandarme más mensajes. En cualquier caso, tenía que llegar allí lo antes posible.

Ellensburg era una localidad relativamente pequeña y no me fue difícil encontrar el bar. Sí que tardé un poco más en llegar porque las calles estaban atestadas de lo que me pareció un millar de bólidos y además tuve que aparcar la moto al principio de la calle, lo que no me hizo mucha gracia. Aunque, para ser sinceros, aquel día la moto era la menor de mis preocupaciones.

De camino al bar vi a Pic y al resto de hermanos al otro lado de la calle, mirando una fila de motos tuneadas. Como era de esperar, destacaban entre la multitud —un club de moteros con sus parches siempre lo hacía— pero intentaban pasar lo más desapercibidos posible. Pic me miró, aunque nos comportamos como completos desconocidos. Entonces llegué al viejo edificio del Banner Bank, una construcción de ladrillos y piedra de la época en que se construyó la ciudad. El bar todavía conservaba su viejo estilo, de hecho parecía una taberna de las de antaño. Atravesé el local y fui hacia la puerta lateral que daba a la zona cercada con barra que habían dispuesto en la calle.

La música estaba a todo volumen y unas pocas personas bailaban en el centro de las mesas. Una chica dando saltos y saludándome con la mano captó mi atención.

Sadie.

De puta madre.

—¡Levi! —gritó. Se acercó corriendo. Detrás de ella pude ver a Talía colgada de Gage. Marsh y los otros estaban a un lado, ocupando su buena cuota de mesas. Por lo menos estaban en una zona aislada... Eché un rápido vistazo al lugar y me di cuenta de que un grupo de policías se había reunido justo detrás del vallado y observaba de cerca a los Nighthawk. Había más dentro y aunque no llevaban uniforme, en cuanto entré y vi cómo me registraban de arriba abajo y el halo de autoridad que emanaban, supe que eran de la pasma.

Marsh no solo estaba borracho y haciendo el imbécil, sino que el muy capullo había venido a un bar de polis.

Jesús.

—Encantado de volver a verte —dije a Sadie antes de darle un abrazo. Intentó besarme, pero conseguí girar la cabeza lo suficiente para que no me lo diera en los labios. Incluso sin Mel, no creo que hubiera podido tocarla, no después de vomitar como si fuera una fuente—. Gage me comentó que estaría por aquí y me dijo que me pasara para estar un rato con vosotros.

—¿Dónde has estado? —preguntó con el ceño fruncido—. Desapareciste esa noche como por arte de magia.

—En la cárcel —respondí sin rodeos. ¿Por qué no decir la verdad?—. Infringí los términos de la condicional, así que me encerraron para que aprendiera la lección.

Alzó la mano para acariciarme el pecho.

—Suena peligroso.

—¡Levi! —gritó Gage, agitando una mano.

Menos mal. Fui hacia él con Sadie pisándome los talones. Mi hermano me recibió con un abrazo y aprovechó para susurrarme una advertencia—: La cosa se está poniendo fea. Como no frenemos un poco a Marsh, va liarla a base de bien.

Me eché hacia atrás y miré al grupo, saludando con un asentimiento de cabeza al presidente de los Nighthawk Raiders.

—Me alegro de volver a verte —dije—. Parece que lo estáis pasando bien.

Marsh me sonrió, pero percibí una extraña sombra en su mirada. Talía se acercó hasta nosotros y se dejó caer sobre el regazo de su hermano.

—¿De verdad estabas en la cárcel? —preguntó. Alcanzó la bebida de Marsh y le dio un buen trago.

—Sí —contesté—. He salido esta misma mañana. Me metieron por violación de la condicional.

Abrió los ojos asombrada.

—¿Qué hiciste para que te condenaran?

—Posesión ilícita de armas.

—¿Cuánto tiempo te cayó?

—Tres años.

—Eso es mucho para una posesión de armas. —Me miró con ojos entrecerrados.

—Es complicado. —Y era verdad—. Dejémoslo en que podría haber sido mucho peor. También tenía antecedentes.

Una camarera se paró a nuestro lado.

Parecía estresada.

—Chicos, ¿necesitáis algo? —preguntó.

—Lo necesitábamos hace media hora —masculló Talía. Se puso de pie, se acercó a la mujer y sacó pecho, intimidándola—. ¿Dónde coño has estado?

—Lo siento. Es que estamos desbordados, pero estoy segura de que podemos…

—Nos merecemos una ronda gratis —dijo Talía—. Nosotros no tenemos la culpa.

Gage me miró.

—Venga, nena, vamos a bailar. —Le agarró de la mano—. Quiero sentirte junto a mí.

—Estoy ocupada —espetó ella. Y aunque no le sacó el dedo corazón, bien podía haberlo hecho. Después volvió a centrarse en la camarera—. ¿Vas a traernos las bebidas o no?

La mujer miró a Marsh y asintió con la cabeza a toda prisa.

—Sí, claro, vuelvo en un segundo. —Y se marchó corriendo por la puerta que daba al bar.

—¿Veis? Hay que saber tratarlos —declaró Talía. Marsh se echó a reír—. Estoy lista para ese baile.

Agarró a Gage por la mano y le arrastró hacia la pista de baile. Le seguí con la mirada. Oh, mierda. Un tipo enorme con una camiseta del bar estaba hablando con un grupo de los policías que estaban fuera de servicio, señalando en nuestra dirección. Se trataba del portero del local.

Vaya.

Los hombres se pusieron de pie y empezaron a andar hacia nosotros. Tenía que hacer algo y rápido.

—Marsh —dije en voz baja mientras me inclinaba sobre él—. Tenemos que marcharnos.

El presidente de los Nighthawk se puso de pie y se encaró conmigo.

—¿Acabas de darme una orden?

¿En serio? ¿Teníamos a la policía prácticamente encima y él se ponía a ver quién la tenía más larga?

Increíble

—No, pero esos tipos de ahí son policías y vienen hacia nosotros —le urgí—. Mejor evitar cualquier problema.

Marsh me lanzó una mirada inquisitiva.

—¿Y tú cómo sabes que son polis? Trabajas para ellos, ¿verdad?

Por el rabillo del ojo vi acercarse a su gente. Antes de darme tiempo a reaccionar, tenía a Marsh encima de mí, propinándome un fuerte puñetazo en el estómago. Embestí contra él, dominado por una súbita oleada de adrenalina que me instaba a actuar a través del dolor. La gente a nuestro alrededor empezó a gritar. Los Nighthawk cargaron contra mí, pegándome patadas y puñetazos por doquier. Apenas fui consciente de Gage gritando e intentando llegar hasta mí. Después de otra tanda de golpes, terminé cayendo y recibí un enérgico golpe en el riñón.

Un segundo después, los policías llegaron hasta nosotros y Marsh se olvidó por completo de mí. Contemplé cómo sacaba un cuchillo de aspecto siniestro y se lanzaba sobre uno de ellos. «Joder, no.» De pronto Gage estaba a mi lado y me agarró de los brazos para arrastrarme hacia atrás. Un cuerpo salió volando por los aires, dándole de lleno. Vi salpicaduras de sangre. Llegué hasta una silla y me apoyé en ella para ponerme de pie, pero entonces recibí un golpe en la parte posterior de la cabeza.

Caí hacia delante y en el instante en que me estrellé contra suelo pensé en Mel. En nuestro bebé.

En el hecho de que estaba casi seguro de que después de aquello volvería a prisión.

Había vuelto a cagarla. Ya lo creo.