27
La mañana se despertó con un sol radiante. Álex abrió los ojos y sonrió mirando a través de las ventanas que permanecían abiertas. Se levantó asomándose a ella y respiró el aire que le traían las flores y los árboles de los jardines.
La noche había resultado perfecta. Las chicas habían lucido unos preciosos trajes de noche cortesía de una firma francesa, al igual que les sucediera a ellos el día anterior. Los chicos decidieron volver a trajearse para estar a la altura del momento y aquel pub se llenó de magia y glamour. Una magia que les envolvió a todos y que a dos personas en particular les hizo ver las estrellas.
Durante el baile Álex habló con Rocío y ésta, que sentía algo especial por Luis, aceptó el juego que Álex la propuso. El momento fue planeado de forma sutil y romántica. Pidió a Rocío que saliera al jardín y se situara en la primera de las mesas, luego rogó a su entrenador que le consiguiera dos copas y una pequeña botella de champaña e invitó a su amigo Luis a salir, con la excusa de celebrar con él los días vividos.
—¿Cómo has conseguido esa botella de champaña? Mañana tenemos…
—No seas aguafiestas y celebremos estos días que hemos pasado.
Pasaron frente a la mesa y vieron a Rocío.
—¿Qué haces aquí afuera? —preguntó Álex.
—Me apetecía tomar el aire y pensar un poco.
—¿Te podemos acompañar?
—Claro —miró la botella y se hizo la sorprendida—. ¿De dónde has sacado esa botella?
—No os importa —él se sentó junto a Rocío y Luis enfrente de ella—. Lo malo que tenemos dos copas, pero seguro que nos arreglamos —colocó una al lado de Luis y la otra junto a él. Abrió la botella, vertió un poco en su copa, la levantó y les sonrió—. Por nosotros. —Tomó el sorbo y luego llenó la copa de Luis y la de él de nuevo, colocándola frente a Rocío. Se levantó y les miró de nuevo—. Creo que el próximo brindis tiene que ser entre vosotros. Pienso que tenéis algo que hablar entre los dos —Luis le miró sorprendido—. Me llevo la botella, porque con una copa tenéis más que de sobra.
No dijo más palabras y se fue de nuevo hacía el pub dejándoles a los dos allí sentados, bajo una luna creciente. Mientras caminaba, dejó caer el contenido de la botella en la hierba y ya vacía, la arrojó en una papelera.
Golpearon la puerta de la habitación y Álex preguntó quién era. La voz de Luis al otro lado le hizo sonreír y abrió. Luis se abalanzó contra él y lo tiró encima de la cama. La puerta se cerró.
—Tú estás loco. ¿Cómo me pudiste hace eso anoche?
—Te responderé cuando te levantes de encima de mí, que si no te has dado cuenta, estoy en pelotas.
Luis se giró cayendo su espalda sobre la cama y Álex se sentó encima de ella.
—Cuando te fuiste con la botella deseé que me tragase la tierra, pero la sonrisa de Rocío me relajó. Estuvimos hablando de la competición, de los días que estábamos pasando, de la forma en que nos conocimos y poco a poco…
—Entonces te ha dicho que sí.
—Sí. No sabía que había estado enamorada de ti —se incorporó y tras quitarse las deportivas se sentó frente a Álex—. Estoy enamorado.
—Me alegro.
—Me ha dicho que quiere ir despacio. Por lo visto sólo se ha enamorado una vez, y desde entonces no ha sentido esa atracción por nadie. Que yo le gusto pero…
—Como todo lo bueno en la vida, la mejor forma es empezar desde cero. Siempre he tenido un cariño muy especial por Rocío. Es una gran chica.
—¿Por qué…?
—Creo que ahora ya es tiempo de que también sepas algo más de mí. Yo sabía que Rocío sentía algo especial por mí y hablé con ella muy seriamente. Le dije que mi corazón ya estaba ocupado.
—¿Ya tenías novia? No me has hablado de ella.
—Ni a ti ni a nadie. No, no tengo novia, tengo novio.
—¿Cómo?
—Sí, soy gay.
—¿Eres gay?
—Sin duda te has sorprendido y ahora mi pregunta es si te molesta que lo sea.
—No, para nada. Pero jamás pensé que tú fueras gay.
—Sí y conocí a la persona más maravillosa del mundo cuando era un niño, desde entonces no nos hemos separado.
—Ya me contarás esa historia. Gracias por confiar en mí y gracias por lo de anoche. Eres un tío cojonudo —le abrazó con fuerza.
—Estás abrazando a un gay desnudo —le comentó.
—No, estoy abrazando a un amigo y espero que lo seamos siempre.
—Claro. Ahora podrás venir cuando quieras a casa. Tengo una bonita piscina, podemos tomar el sol y broncearnos desnudos. Mi familia es nudista e invitaremos a Rocío. Sus padres en ocasiones son invitados por los míos. Su padre es uno de los directivos de la editorial.
—¡Qué guay! Todo en familia —le golpeó el pecho—. El capitán ha conseguido unas pinturas cojonudas para pintarnos la piel y no se irá con el sudor.
—Tengo hambre ¿Has desayunado?
—No, venía a darte una paliza y decirte que hemos quedado en el comedor.
—Pues bajemos —se levantó y vistió con un pantalón corto y una camiseta de tirantes, se colocó las deportivas y salieron en dirección al comedor.
Al entrar el capitán levantó la mano y después de servirse en sus bandejas el desayuno, se sentaron en la mesa. Los dos saludaron.
—Les estaba enseñando a los chicos las pinturas —se las mostró a ellos—. No perjudican la piel, no se van con el sudor y el color es mate con un toque de brillo. Ahora estábamos discutiendo el tamaño de dicha bandera y su forma.
—Se me ocurre —comentó Álex— representarla como ondeando al viento. Es fácil de dibujar y además podemos aprovechar las formas de la espalda.
—Buena idea —intervino uno de los chicos—. Y a mi juicio cuanto más grande mejor. Así se darán cuenta los patrocinadores que no nos importa el tamaño, sino lo que está plasmado.
—José sugería —continuó el capitán dirigiéndose a Álex— afeitarnos el pubis. Dice que si lo hacemos, las miradas se centrarían menos en nuestros genitales.
—No es mala idea. Por mí sin problemas.
—Pues entonces propuestas aceptadas: la bandera ondeará al viento y nuestros pubis liberados de su vello. La competición empieza a las cuatro. Comeremos a las doce y será ligera —miró a Álex.
—A mí no me mires —sonrió.
—Es que eres el más glotón de todos —sonrió el capitán—. Pues como decía, tras la comida nos reuniremos en mi habitación bien afeitaditos y con nuestro chándal.
El entrenador se acercó a ellos.
—Tenemos una hora en el gimnasio para entrenar.
—Pues vamos a ello —se levantó el capitán—. Hoy es nuestro día.
Mientras se dirigían al gimnasio el capitán puso al día a su entrenador. Éste movía la cabeza como pensando que todo aquello era una locura. Entrenaron en los diversos aparatos y por primera vez Álex practicó «el vuelo del águila» delante de todos. Se entusiasmaron aquellos que no lo habían visto. Álex lo bordó al igual que su ejercicio en el suelo.
—Esas dos medallas son tuyas, tío —comentó el capitán—. No dejes que se te escapen. Esa forma de moverte en el potro me ha dado escalofríos.
—Gracias.
—Hoy tendrás dos responsabilidades —comentó el entrenador—. Llevar siempre las piernas bien pegadas y que tu aparato reproductor…
—Se llama polla —comentó Luis riéndose.
—En tal caso pene —le corrigió—. Pues eso, cuidado con él.
—No creo que llegue a rozar el potro. Me elevo lo suficiente. Ya he entrenado desnudo más de una vez y jamás he rozado con él.
—Entonces me dejas más tranquilo. Chicos, la suerte está echada. Así que relajaros, no comáis demasiado —miró a Álex.
—Pero por qué todo el mundo me mira cuando se dice esa frase. ¿Es que los demás no coméis?
—Ninguno como tú, Álex —le respondió el entrenador—. Nadie tiene el saque que tú tienes.
—Está bien. Comeré una ensalada y algo de postre. Pero después de la competición estaré hambriento.
—Después de la competición te serviremos un cochinillo asado.
—Con un buen vaso de vino riojano.
El tiempo devoró las pocas horas que les quedaban y en aquella habitación ultimaban los toques a las banderas de sus espaldas. Estaban perfectamente trazadas y en sus fornidas espaldas ondeaban al viento.
—Las va a ver todo el mundo —comentó uno de los chicos.
—Es hora de bajar y reunirnos con el entrenador —sugirió el capitán.
Se colocaron las chaquetas del chándal y bajaron. Entraron en la sala anterior que daba al pabellón reuniéndose con su entrenador, y pasados unos minutos la fanfarria abrió las puertas hacia la última batalla. Una batalla doble en las mentes de todos aquellos chicos. La de demostrar su trabajo y la de decir no a la publicidad desmedida.
—Luis, tú sales en la cuarta posición. Así que eres el primero en enfrentarte al reto en el que os habéis metido.
Álex se levantó, se desprendió de su chaqueta y de los pantalones, los demás le siguieron y todos los deportistas se les quedaron mirando. Un juez de pista se acercó a ellos apresuradamente y les preguntó que pasaba. El entrenador le presentó un escrito y una copia de los estatutos. La voz del pabellón que había estado animando al público enmudeció. Todo el pabellón enmudeció. Aquel juez de pista entregó la carta a otro y este a otro, mientras la iban leyendo, llegando a manos de la voz del pabellón.
—Señoras y señores. El equipo español de gimnasia masculina competirá en completa desnudez por una ofensa hacia el deporte provocada por los patrocinadores que los patrocinan. En una carta que nos han entregado dicen que dicha firma comercial, les insultó dando más credibilidad a la publicidad que a la propia competición. Los estatutos nada dicen sobre la vestimenta del deporte y como bien argumentan, han sido tantas las veces que se han modificado en los últimos años dichos estatutos, que a la vista de lo escrito, pueden salir desnudos. Se ha pedido un receso en el comienzo de la competición para evaluar si se les descalifica o no. Les mantendremos informados.
La multitud empezó a gritar a favor de los gimnastas españoles y entre las gradas, donde se encontraban las chicas, se desplegó una gran pancarta donde se podía leer en inglés, francés y castellano: «EL DEPORTE ES NUEVA VIDA, NUESTRA ESENCIA, NUESTRA FUERZA Y ENTREGA A LOS DEMÁS». El público aplaudió al ver lo escrito en aquella pancarta. Entre los deportistas de la competición se fue corriendo la voz del motivo por el que aquellos chicos se presentaban desnudos ante el mundo. Pues todas las televisiones del mundo estaban retransmitiendo en aquellos momentos. Antes de llegar el entrenador de nuevo junto a ellos, todos apoyaban al equipo español.
—Chicos. La competición comenzará en unos minutos. Os deseo la mejor de las suertes.
—¡De puta madre! Comentó el capitán en voz baja y apretando los puños.
Ver a los deportistas españoles competir desnudos trajo a muchos de los fieles aficionados recuerdos de lo leído de aquellos inicios en el deporte. Donde la vestimenta no era necesaria, donde la publicidad no existía, donde los hombres competían en desnudez enfrentándose para conseguir una victoria. En aquel entonces, servía de entrenamiento a las guerras futuras, en la actualidad, otra guerra se llevaba a cabo en aquel pabellón. Unos hombres que desean demostrar sus sueños, donde querían ofrecer al público las largas horas de entrenamiento y el sufrimiento que significa el deporte y la entrega total. Atrás quedaban las lesiones, los malos momentos, las figuras que no salían y se empeñaban una y otra vez hasta conseguirlas, las dietas, el sudor… Álex realizó un gran trabajo sobre el suelo. Con una elegancia y un saber estar fuera de lo normal. Su potencia muscular le hizo volar en aquellos molinos y por primera vez, en el suelo, brindó un anticipo del «vuelo del águila». Elevando su cuerpo, despegando las manos de la lona, abriendo sus piernas en el aire y creando una perfecta vertical al apoyar de nuevo sus manos. Fueron décimas de segundo, pero dejó mudo al pabellón que seguidamente estalló en fuertes aplausos, terminó aquel ejercicio con una diagonal que clavó con un doble salto mortal. No hubo discusión en cuanto a la nota. La más alta obtenida en aquellos juegos que le concedía la primera medalla de oro. Ya era la segunda de la tarde; la primera, de plata, la obtuvo Luis en las anillas.
Las banderas españolas ondeaban por todo el pabellón, el griterío era total cuando un nuevo gimnasta español actuaba en el ejercicio que le llevara hasta aquella final. El último aparato de la tarde fue el potro de arcos. Todos suspiraban, miraban a Álex, le contagiaron su energía y el público la fuerza.
Se colocó en un extremo de la grupa y se elevó creando una perfecta vertical, sus manos se pasearon, como volando, por las diferentes grupas, jugaba con los arcos mientras los molinos volaban al viento. Sus piernas perfectamente pegadas giraban a una velocidad inimaginable, hasta el punto que la bandera de su espalda parecía tener vida propia. Nuevas verticales y su «vuelo del águila» en el centro del potro tras dibujar varios molinos que provocaron el vértigo en los espectadores. El equilibrio era absoluto y el reto a la gravedad total. Terminó desplazándose por las tres grupas, levantó todo su cuerpo en el final de una de una de ellas y tras la última vertical salió en dos pasos clavándose en el suelo.
Su cuerpo estaba empapado de sudor. El corazón parecía salirse de su pecho, sus músculos presentaban una congestión total contrastado con la sonrisa eterna que ofreció a su público. El cronómetro marcó el tiempo más largo sobre un potro de arcos hasta aquel momento en toda la historia. El ejercicio más perfecto, el efecto visual que más tarde se podría disfrutar a cámara lenta, pues el ojo humano, en aquellos momentos, no era capaz de captar.
Todo el pabellón se puso en pie y durante más de dos minutos gritaron su nombre. Sus compañeros le abrazaron y el entrenador estaba llorando a mares. Cuando salió la nota máxima en los marcadores el pabellón enloqueció.
—¡Hijo de puta! —le comentó el capitán mientras le entregaba una toalla—. Casi me causas un infarto.
—¿Por qué? —le preguntó—. Antes decíais que hacía calor aquí adentro, he intentado refrescaros con mis molinos.
—Hijo de puta, cuando he visto tu «vuelo del águila» tuve que cerrar los ojos, pensé que tu mano…
—Mis manos son firmes y hoy más que nunca he sentido a los elementos a mi alrededor. Me han elevado, me han zarandeado, me han hecho volar con ellos y todo porque les he ofrecido mi natural desnudez. Ello son los que han conseguido la medalla, no yo.
—Cabrón. Pasarás a la historia como el gimnasta que enloqueció al público y rompió la barrera del tiempo de un cronómetro. ¿Sabes cuánto tiempo has estado sobre el potro?
—No.
—Casi dos minutos
—No puede ser.
—Sí. Lo es. Lo inimaginable, lo has hecho posible.
—Estoy agotado.
Los equipos se retiraron tras el último ejercicio y el vestuario español era una gran fiesta. Habían obtenido dos medallas de oro, por parte de Álex, y dos de plata, la de Luis en anillas y la del capitán en las barras paralelas. Los hombres que habían logrado las medallas fueron llamados a una sala desde la cual entrarían de nuevo en el pabellón para subir al pódium. Los tres amigos se abrazaron. El primero en salir fue Luis, le siguió el capitán y por fin Álex. Cuando éste apareció en el pabellón todo el público se puso en pie. La voz del pabellón pidió silencio para escuchar los nombres de los ganadores. Al subir Álex al pódium el silencio se rompió hasta el momento en que sonó el himno nacional. Álex lloraba de emoción, sus mejillas ardían de pasión. La emoción y la pasión envuelta en el calor del público y del deporte. Tras el himno Álex levantó su medalla y la besó. Aquel gesto se lo dedicaba a una mujer muy especial, Rocío tal y como se lo prometió aquella noche caminando por los jardines.
Volvieron a la sala donde se encontraban todos los medallistas y otros gimnastas. El entrenador se acercó a Álex.
—Se ha convocado una rueda de prensa para dentro de media hora.
—Todos los pronósticos se van cumpliendo, querido entrenador, pero antes de ir a esa rueda de prensa, quiero tomarme una rica y espumosa cerveza. Ya nadie me la puede negar. Por fin la competición ha terminado.
—Acabamos de recibir un correo electrónico de La Casa Real felicitándonos por nuestros triunfos.
—Ahora que ha pasado todo —miró a sus compañeros y al entrenador—. Te quiero preguntar una cosa ¿Ha desentonado nuestra desnudez?
—No. Vuestros ejercicios han sido tan elegantes, que la desnudez os vestía de gala.
—En realidad nuestra desnudez, al menos por mi parte, creo que ha sido el diseño más perfecto.
—Veamos que tiene que decir la prensa.
No les hicieron esperar. Antes de la hora señalada se encontraban en la mesa sentados de izquierda a derecha: El entrenador de las chicas, Rocío, su capitana, el capitán del equipo de los chicos, Álex, Luis y el entrenador de ellos. Cámaras de televisión de todos los países estaban situadas frente a ellos y un nutrido grupo de periodistas comenzaban a sentarse en sus sillas entre saludos y murmullos. A la hora señalada los pilotos de las cámaras se encendieron. Álex tomó un trago de agua y uno de los periodistas lanzó su primera pregunta.
—Hemos leído la carta que se presentó en el pabellón explicando de forma resumida la razón de salir desnudos en la competición. ¿Cuál ha sido el verdadero detonante de dicha actitud?
Rocío se lanzó a contestar la primera
—Todos conocemos el pensamiento de Álex con respecto a la publicidad sobre la ropa deportiva. Hasta hace unos años, cuando yo era una niña, los logotipos eran más discretos e incluso en muchas ocasiones se trataba exclusivamente de marcas deportivas, que se usaban en los campeonatos o patrocinaban a un determinado deportista. Pero hoy en día, es escandaloso el uso de la publicidad en nuestras prendas. Parecemos auténticos hombres y mujeres anuncio. Cuando me enteré de que Álex abandonaría el mundo deportivo porque le obligaban a usar el logotipo, se lo comenté a las chicas y todas decidieron que era hora de dar el primer paso. Por ese motivo salimos con nuestros uniformes sin publicidad.
—Esta pregunta va para Álex —intervino otro de los periodistas—. ¿Por qué esa fobia por la publicidad?
—No tengo fobia a la publicidad. En las empresas de mi familia, la publicidad es una constante en todas sus variantes, pero a lo que me niego, como ha dicho Rocío, es a ser un hombre anuncio. No veo mal, que una empresa deportiva patrocine un deportista, con el uniforme, las deportivas, las bolsas etc. Donde el logotipo se ve de forma discreta y elegante. Me parece hasta lógico, ya que somos deportistas llevar prendas deportivas adecuadas y de gran calidad. Lo que no concibo, es que una empresa, que nada tiene que ver con el deporte, que le importa un carajo lo que hacemos o no, intente imponer sus normas e insultar a los deportistas jugando con ellos a su antojo. El deporte es una manifestación del cuerpo, de los sentidos, de las emociones, de las energías que fluyen dentro de nosotros. No, no tengo fobia, aborrezco la publicidad mal utilizada.
—Por tus palabras, tenemos que entender qué el causante de que hoy todos salierais desnudos, ha sido promovido por ti —comentó otro periodista.
—No —intervino el capitán—. Cuando las chicas compitieron ayer, Luis nos contó lo sucedido. Ese mismo día tuvimos una reunión con ciertos directivos de la firma y de ahí salió la idea. No fue él, fuimos todos. Somos un equipo, no se olviden de ello.
—Tenemos entendido que en esa reunión hubo palabras fuera de tono por parte de los dos equipos y falta de respeto hacia la marca en concreta. ¿Qué nos pueden decir los entrenadores?
—Nadie faltó el respeto a dichas personas —comentó el entrenador de los chicos—. Todo lo contrario, fueron ellos quienes llegaron con su arrogancia y prepotencia e intentaron intimidarnos con sus trajes y maletines. Incluso dos de ellos se desplazaron desde España con la lección bien aprendida.
—Antes de continuar con lo que sucedió en dicha reunión, que creo que a todos nos interesa saber desde vuestra postura, ya que ellos han dado su rueda de prensa esta mañana. ¿Por qué desnudos y no con ropa normal como las chicas?
—La manifestación de la desnudez ante algo tan puro como es el deporte, es la mejor de las formas de mostrarse —intervino Álex—. Muchos de ustedes ya lo saben, porque están bien informados. Soy nudista, provengo de una familia nudista y como dijo mi padre: «Desnudo me siento yo mismo y vestido uno más de la sociedad». No lo interpreten mal. Me gusta ser uno más de la sociedad, porque en ella vivo, sino que mi desnudez, me hace sentirme único y libre. Desnudo no existen ataduras sociales, eres quien eres.
—Pero lo que hoy hemos visto, se puede interpretar como una provocación.
—No —contestó el capitán—. Antes de que Luis y Álex se unieran a nosotros en el desayuno, todos teníamos claro que lo haríamos desnudos. Durante la reunión se nos retó a ello y nos pareció la mejor postura. Todo el mundo se habrá dado cuenta, que hemos afeitado nuestro pubis, para que las miradas no recayesen en la zona genital. Deseábamos, como ha dicho Álex, manifestarnos en libertad, sin provocaciones.
—Respecto a la bandera española sobre la espalda, a mí gusto muy elegantemente dibujada —sonrió uno de los periodistas—. ¿Creéis que ha podido ofender a nivel político?
El entrenador de los chicos sacó una hoja de papel.
—Hace unos instantes hemos recibido un correo electrónico de La Casa Real. «Nuestras felicitaciones por los logros obtenidos durante estos campeonatos internacionales. Hagan esta felicitación extensible a todos los hombres y mujeres que han luchado con entereza, dignidad y deportividad. Con su trabajo, han emocionado a toda la afición española» —dobló el papel y continuó—. Creemos que no hemos ofendido a nadie. El deporte es una representación de valor y fuerza, de entrega y sacrificio. La desnudez de un cuerpo, en la forma en que estos chicos lo han hecho, ha resultado tan natural, que me atrevería a decir que la estética en los movimientos hoy ha cobrado una dimensión especial. Tal vez, la que sentían y veían los espectadores de los juegos de antaño.
—Volviendo a la reunión con los ejecutivos —intervino otro—. Ellos han declarado que llegaron buscando una explicación a lo sucedido y los motivos que provocaron romper con el contrato publicitario y que los ánimos se caldearon e incluso se ofendió a la firma.
—Nada de eso es cierto —intervino el entrenador—. Nos encontrábamos comiendo cuando entraron y las primeras palabras tras sentarse fueron: «Me parece increíble que con lo que ha sucedido esta mañana, estén tan tranquilos comiendo». A partir de ese momento cada lado defendió su postura.
—¿No es cierto que se les insultó?
—Vuelvo a repetir que en ningún momento.
—Es una lástima —intervino un periodista joven que se encontraba en la primera fila—, que ninguno de nosotros estuviera en dicha reunión.
El entrenador de las chicas sonrió. Se levantó e hizo una seña a alguien del fondo. Un joven se acercó con una caja de cartón y la dejó sobre la mesa.
—No es una lástima amigo periodista, porque todo lo sucedido en aquella habitación ha sido grabado.
El murmullo fue absoluto. Todos quisieron hablar a la vez y el entrenador les calmó.
—Tranquilidad. Sabía que este momento llegaría. Por favor, ruego a la persona encargada del sonido que ponga la grabación y escuchen atentamente.
Se creó un silencio absoluto y las voces resonaron en todo el salón. La conversación mantenida aquella tarde fue escuchada por toda la prensa internacional que se miraban los unos a los otros. Al finalizar volvieron las preguntas precipitadas.
—He mandado hacer una copia para cada uno de ustedes, para el uso que quieran hacer de ella. Como han podido escuchar, en ningún momento se les insultó, por el contrario ellos sí lo hicieron contra nuestros deportistas. Les menospreciaron e incluso se atrevieron a decir que si no querían llevar el sponsor, se fueran a la puta calle. No señores, ni mis chicas, ni los chicos, han cometido ninguna infracción. Han sido respetuosos y han deseado mostrar que no están en contra de la publicidad, sino del abuso de la misma.
La sala se quedó en silencio.
—¿Alguna otra pregunta?
Se miraban los unos a los otros. Aquella grabación les había dejado sin palabras. Aquel joven periodista volvió a intervenir mientras se levantaba.
—Creo que todo está dicho —hizo una pequeña pausa sonriendo— y escuchado. Por mi parte felicitar a los dos equipos por los logros conseguidos. Por su trabajo y su saber hacer. Personalmente, como español que soy, me sentí orgulloso de vuestras actuaciones ante el público, ahora también me siento satisfecho, de vuestro comportamiento como personas.
—Por mi parte —intervino la capitana—. Ha sido todo un honor capitanear al equipo femenino. Son mujeres que dan todo y más de lo que se puede exigir. La prueba son las medallas y diplomas obtenidos.
—Yo poco tengo nada que añadir —comentó el capitán—. En el deporte además de todo lo dicho, existe la unidad, el compromiso y la amistad. Siempre estaremos dispuestos a defender los valores del deporte y creo hablar en nombre de todos los deportistas.
Los periodistas aplaudieron las dos intervenciones y se fueron levantando. Todos se acercaron a la mesa para recibir aquel «regalo» especial. Al día siguiente y durante más de una semana, la prensa internacional se hizo eco de lo sucedido. Cientos de artículos se publicaron en primeras páginas con los rostros felices de los medallistas. La firma en concreto, no sólo no tomó represalias, sino que se disculpó ante el Comité Español del Deporte. Desde aquellos juegos, la publicidad en el deporte, volvió a los tiempos en que un deportista no era un hombre o una mujer anuncio.
Fuera ya del salón respiraron tranquilos. La prensa estaba con ellos y los juegos habían finalizado. Álex pidió el teléfono a su entrenador para hacer una llamada y quedar con sus padres. Rocío se acercó a él y le besó en la mejilla mientras devolvía el teléfono.
—¿Y ese beso? —preguntó Luis.
—Él ya lo sabe. Gracias. Incluso en los momentos más tensos, te acuerdas de los detalles.
—Te lo dije. Las dos medallas tienen destinatario, pero te haría un homenaje a ti.
—¿Qué es lo que has hecho? —volvió a preguntar intrigado.
—No te pongas celoso. La prometí dedicarla una de las medallas cuando estuviera en el pódium.
—Por eso besaste la última medalla mientras la mostrabas.
—Eres la leche, tío.
—He quedado con mis padres para dar una vuelta, me apetecía verles. ¿Os animáis a dejar todo esto por una hora?
—Sí —sonrió Luis—. Escapémonos sin que se den cuenta. Quiero conocer a tus padres y a tú…
Rocío miró a Álex.
—Sí, se lo he contado. Va a ser tu novio, vendréis en más de una ocasión a la casa y no voy a ocultar a la persona que amo.
—Me parece muy bien. Pero eso de que va a ser mi novio, se lo tiene que ganar.
—¡Escapémonos!
Así lo hicieron. Nadie en todo aquel jaleo se enteró de que tres medallistas abandonaban por unos instantes toda aquella locura. Álex presentó a Luis a sus padres y a su novio. Rocío abrazó primero a Jaime, María y terminó con Daniel.
—Me alegro de conocerte, que sepas que tú has sido mi gran rival. Este hombre me enloqueció.
—Es normal. Por eso es mi novio.
—Hacéis buena pareja —intervino Luis—. ¿Tú también eres deportista?
—Lo fui. Jugador de fútbol, pero lo dejé por diversos motivos, aunque sigo haciendo mis cabriolas.
—Pues algún día nos reuniremos unos cuantos y echaremos un partido.
—Lo podemos hacer desnudos en la finca —intervino Álex.
María les miró.
—Lo que habéis hecho hoy ha sido muy atrevido, pero de una belleza plástica increíble. Vuestras fotos, desnudos, van a dar la vuelta al mundo.
Álex sacó las dos medallas de oro de cada uno de los bolsillos. Colocó la primera a su padre.
—Por ser el mejor padre del mundo. El hombre que me ha ensañado a ser quien soy, mostrándome los valores de los que estamos compuestos y dejarme vivir en libertad sin imponerme nunca nada. Por todo ello, te haces merecedor de esta medalla de oro —le abrazó y los ojos de los dos se llenaron de lágrimas.
—No hijo, yo soy el que está orgulloso de ti. Tienes valores muy enraizados en tu interior que la sociedad ya no conoce.
Tomó la otra medalla y se la puso a Daniel.
—Por ser la persona con la que sueño, a la que amo, respeto y me hace sentir quien soy. Nunca me has juzgado y por el contrario te he vuelto loco en más de una ocasión, desde que nos conocimos. Aquella mirada que me desnudo, quiero que siga haciéndolo toda la vida. Te amo.
Se abrazaron con fuerza y de los ojos de Daniel también brotaron lágrimas.
—Nunca soñé con tener alguien como tú al lado. Tú eres el motor de mi existencia y lo sabes. Yo también te amo profundamente.
—Pues vayamos a hacer el amor. Lo necesito —soltó de pronto Álex viendo que la escena se había puesto muy tensa.
—Estás loco, hijo —sonrió la madre—. Pero muy loco.
—Sí. Estoy loco y con tres medallas que ahora guardan celosamente las personas que amo. Tomemos una cerveza rápida que tenemos que regresar. Nos hemos escapado.
En un bar cercano se sentaron en una mesa y conversaron entre ellos. Luis enseguida entabló conversación y de vez en cuando bromeaba respecto a Álex y su forma de comer y jugar con los componentes del equipo… Miraron sus relojes y se apresuraron para volver. Una nueva cena de gala, una despedida en aquel pub y en aquella noche no faltó el champaña para todos, en las cantidades que desearon, incluso algunos se bañaron con el preciado líquido en la pista de baile. Era la última noche para ellos en aquel lugar. A una hora determinada, aquellos tres amigos caminaron descalzos por los jardines. Hablaban de sus cosas, y de que tal vez se volvieran a encontrar en una prueba deportiva soñada por todos: las Olimpiadas. Mientras, su amistad continuaría en los entrenamientos y las visitas a la finca u otros lugares elegidos.