7
El sol les despertó entrando por la ventana en aquella nueva mañana. El teléfono sonó y Álex contestó.
—Sí, ya estamos despiertos… Bajaremos enseguida a desayunar. Muchas gracias.
Se ducharon con rapidez y bajaron. Todos sus compañeros estaban ya desayunando y decidieron hacerlo rápido. La excursión a las pirámides no podía demorarse aunque según el guía, ese día habría pocos turistas. Tras el desayuno todos se encaminaron al hall del hotel donde el guía les indicó en que consistiría la visita y acto seguido subieron en un pequeño autobús exclusivamente para el grupo.
Entraron en aquel pasillo por el cual aún no se veían las pirámides y el guía les comentó, que si deseaban sorprenderse, que continuaran caminando pero con la mirada al suelo, que él les indicaría cuando debían de mirar al frente. Así lo hicieron todos y cuando aquel guía les rogó levantar el rostro, la mirada en todos era de absoluta sorpresa. Sí. Los templos de Abu Simbel son impresionantes pero las pirámides… Las pirámides son asombrosas.
Allí, ante sus ojos, descansaban las tres grandes pirámides, las tres tumbas de los faraones Keops, Kefrén y Micerinos que forman parte del Imperio Antiguo de Egipto. Aún hoy en día sigue siendo un misterio su construcción. Muchas han sido las teorías de cómo elevaban aquellos grande bloques de piedra. Bloques de piedra, que todos eran similares entre sí. No importaba, ante la visión de los ojos de los mortales, la forma o no en que se construyeron, lo importante es que continuaban allí majestuosas, como viva representación de un pueblo lleno de misterios y de unas fuertes creencias hacia el más allá.
—La primera pirámide que podemos contemplar —intervino el guía—, es la construida para el faraón Keops. Su base es cuadrada. Para los amantes de las estadísticas: Cada lado mide 233 metros, su altura era de 146 metros y digo era, porque en la actualidad mide 138. La superficie que ocupa es de 48.000 m y se utilizaron dos millones y medio de bloques de piedra. Estos bloques tenían un peso medio de dos toneladas y media cada uno. Interiormente, tras el corredor de rampas se encuentran varias cámaras, algunas de ellas falsas, para despistar a los ladrones de tumbas, que sabiendo que los faraones eran enterrados con sus riquezas, pretendían apoderarse de ellas. Aunque ahora, la piedra está al descubierto, estaba completamente revestida de granito rosa. La segunda pertenece a su hijo Kefrén, es algo más pequeña, pero muy similar en su altura. Según los escritos, Kefrén deseaba que la tumba más alta fuera la de su padre, por respeto, pero en cambio, visualmente parece mayor, debido a que elevó la base y la inclinación de sus paredes. Al igual que la de su padre, también estaba revestida de granito rosa. La más modesta pertenece al hijo de Kefrén, Micerinos. En torno a las tres grandes tumbas se encontraban otros templos religiosos y pequeñas tumbas de altos funcionarios de la corte. La gran guardiana de las tres pirámides es la emblemática esfinge. Se cree que fue mandada construir por Kefrén para cuidar de las tumbas de su padre y la de él, aunque algunos estudios, creen que fue Keops. Como os podéis imaginar, en su interior no queda nada, pero las podéis visitar, al menos, dicen que quien entra en ellas, percibe la fuerte energía y el poder de la pirámide —el guía miró el reloj—. ¿Qué os parece dos horas para visitarlas y disfrutar del entorno?
—¿Solo dos horas? —preguntó sorprendido Álex—. Yo necesito por lo menos cuatro horas. Esto no es como ver una película y adiós.
Sus compañeros de viaje se rieron y el guía que ya le conocía le revolvió el pelo.
—Está bien chaval. ¿Cuánto tiempo crees que necesitáis?
—Digamos tres horas.
—Dejémoslo en dos y media —le sonrió el guía.
—Lo dicho. Me dan el tiempo de una película para disfrutar de una de las maravillas vivas y naturales del mundo. No hay derecho —miró al cielo—: Si los dioses levantaran la cabeza, o mejor dicho la bajaran, te lo reprocharían.
—Está bien, espero que no caiga esa maldición sobre mí.
—Bueno, pongamos los relojes en marcha y salgamos escopetados. Yo lo quiero ver todo, yo quiero sentir la energía, yo…
—Tranquilo cachorro —le detuvo Daniel—. ¿Dónde crees que vas?
—¡Solo tengo dos horas y media! —le miró resignado—. ¡Dos horas y media! —Suspiró—. Si los dioses pueden escucharme, por favor, que detengan el tiempo ahora mismo.
—Eres incorregible —comentó una de las chicas mientras comenzaban a caminar rumbo a la primera de las pirámides.
Álex se abrazó a una de piedra de la tumba de Keops y mirando a Daniel con cara de pícaro comenzó a escalar.
—¡¿Dónde vas?!
—Quiero subir lo más alto que pueda.
—Estás loco. Mira que altura tiene cada bloque.
—Y yo buenas piernas y unos brazos fuertes. Para eso me he entrenado todos estos años —se quitó la camiseta y la lanzó—. No quiero manchar la camiseta y además quiero sentir la piedra en mi piel.
Nadie dijo nada, todos le observaban y uno de los compañeros de viaje le gritó cuando ya había subido cuatro de aquellos bloques.
—Espérame, te acompaño.
Le esperó y ambos comenzaron a subir por los bloques. Los dos se miraban y sonreían. El entusiasmo de Álex contagiaba y los demás se atrevieron a subir los primeros tres bloques, mientras que ellos ya estaban muy altos. Escucharon la voz del guía que les pedía que no subieran más y obedecieron. Se recostaron sobre uno de aquellos bloques y el sol azotó con fuerza sus torsos desnudos y sudorosos.
—¡Qué pasada! Estoy sobre una de las grandes maravillas del mundo. Sobre una de las tumbas que, estoy seguro, guarda todavía muchos secretos.
—¿Tú crees? —preguntó el chico.
—Sí, amigo. Nunca, por mucho que se investigue, se conseguirá descubrir los grandes secretos de este lugar. La gran guardiana, con su cuerpo de león y cabeza humana, lo sabe muy bien, incluso creo que ella guarda secretos muy importantes. Egipto es pura magia. Estar aquí arriba es la culminación de este viaje, aunque jamás podré olvidar los templos de Abu Simbel.
—Son más llamativos, sin duda.
—Son más visuales. Pero estas pirámides, encierran todos los grandes enigmas. Piensa que cada bloque que hemos subido forma parte de la gran pirámide, como los otros, fueron traídos por el Nilo en sus barcas. Imagínate por unos momentos la actividad que existió aquí. Los miles de esclavos que con su esfuerzo levantaron estos «monstruos». Toda clase de artesanos y artistas que se encontraban dando forma a los bloques y más tarde a la decoración de su interior, con un único fin, el descanso de un hombre al que consideraban Dios y, a todo eso, el misticismo de la muerte. La momificación, enterrarles con todas su riquezas, rodeados de todo tipo de comida para el gran viaje al más allá.
—¿Crees en el más allá?
—Sí. Estoy completamente convencido de que existe vida después de la muerte.
—Yo en ocasiones creo y en otras…
—Ese, amigo mío —le sonrió y le dio una palmadita en la espalda—, es otro de los grandes misterios que nunca será revelado al ser humano.
—¿Bajamos?
—Sí. Por mí me quedaría aquí arriba toda la mañana, pero nada más tenemos dos horas y media. Tendremos que aprovecharlas.
Comenzaron el descenso con más lentitud. Asentándose sobre los bloques, estirando brazos y piernas para poder llegar al siguiente bloque. Cuando estuvieron abajo, todos les miraron con admiración.
—La verdad que nos habéis dado un poco de envidia —comentó la mujer del chico que subió con Álex—. Allí arriba se os veía muy felices.
—Es una pasada y acompañado de este elemento, aún más. Me ha hecho soñar durante un rato con su relato.
—Bien, todos de una forma u otra hemos subido un poco la primera pirámide —comentó Álex—. Os propongo que la segunda la rodeemos. Hagamos un homenaje especial a las tres pirámides —les sonrió.
Todos asintieron y comenzaron a caminar en busca de la segunda pirámide y bordearla. Álex y Daniel iban los últimos. Daniel miró a Álex.
—Me encantas, nene —le habló en voz baja para no ser escuchado por los demás—. Tu magnetismo hechiza a todos, nadie se puede resistir…
—No digas tonterías —se me ha ocurrido a mí, pero…
—No, nene. Únicamente a ti se te puede ocurrir algo similar. ¿Qué tienes previsto para la tercera pirámide?
Le miró con cara de niño bueno:
—Entrar en ella. En la primera, ascensión; en la segunda, bordearla; en la tercera internarse en su corazón. Un sencillo homenaje para algo tan grande como ellas son.
—Te amo.
—Lo sé tonto y yo a ti. Pero no digas nada —puso un dedo en los labios—, que se enteran los demás que somos maricones —y se rió a carcajadas. Los demás se dieron la vuelta.
—¿Qué te pasa? —preguntó una de las chicas.
—Mi amigo me ha contado un chiste.
Cuando terminaron de dar la vuelta a la pirámide, se sentían agotados. En realidad aquel recorrido era mayor de lo que pensaban. Los chicos se habían desprendido de sus camisetas colocándolas sobre sus cabezas y los cuerpos sudaban por el sofocante calor que en aquellas horas, todavía tempranas, azotaba aquella parte del desierto. La tercera sugerencia de Álex les pareció perfecta y tras sacar las entradas descendieron por aquella escalera de madera que les llevaría hasta el interior de la pirámide. Como el guía les había comentado, no quedaba nada más que paredes desnudas y huecos. Los huecos donde se habían depositado sus pertenencias, los alimentos, la cámara falsa, la cámara de la reina, como así se la denominaba a una de ellas, hasta llegar a la cámara real, donde reposó el sarcófago del faraón Micerinos sirviendo de descanso eterno. Álex se sentó sobre una de aquellas piedras y observó. Observó en silencio, mientras los demás tocaban las paredes y miraban minuciosamente para encontrar algún vestigio de pinturas o grabados. En aquel momento, en aquella quietud que sentía Álex, cerró los ojos y deseó impregnarse de la fuerza de la pirámide.
—¡Álex, Álex! —le llamó Daniel desde la entrada del hueco.
Abrió los ojos y le sonrió:
—Pasa. Aquí fue donde reposó el faraón —Daniel entró y se sentó junto a él—. ¿Te imaginas el poder que debieron de tener, para que cientos de hombres crearan este lugar en honor a un cuerpo que había dejado la vida terrenal? ¿Qué misterios conocían que nunca serán revelados? ¿Por qué toda una civilización dejó de existir, con los conocimientos que tenían sobre todas las materias que hoy en día seguimos estudiando? Versados en medicina, matemáticas, arquitectura, geometría, astrología… Dominaban todas las ciencias y las artes: escultura, pintura, relieves…
—Sí —suspiró Daniel sin saber que decirle.
En momentos como aquellos le dejaba sin palabras, porque en realidad, como ocurría en otras ocasiones, nada podía aclarar las dudas y preguntas que Álex se hacía de vez en cuando. Su niño, tan joven, le sorprendía con su forma de pensar.
—Salgamos, se nos está terminando el tiempo.
—Sí. Volvamos al exterior.
Subieron las escaleras y Álex miró hacia abajo, Daniel que iba detrás le sonrió y volvió su rostro hacia aquella salida. El sol les deslumbró y paseando por aquel paisaje, disfrutaron de una carrera de árabes encima de sus camellos, mientras otros se les acercaban con toda clase de objetos para venderles.
El guía se aproximó y miró a Álex.
—¿Ya lo has visto todo?
—No, pero me tendré que conformar. Soy un niño obediente y el tiempo se ha cumplido.
—Muy bien —sonrió—. ¿Os apetece tomar un refresco?
—Yo quiero un karkadé frío. Me encanta el sabor de esa infusión y si nos da tiempo nos podemos fumar una shisha.
—Por supuesto. Descansaremos un rato, volveremos al hotel y sobre las cinco y media os recojo para enseñaros el khalili. Es el mercado más importante de El Cairo y donde podéis adquirir algunos regalos.
—Más mercados no, por favor —comentó una de las chicas—. Con todo lo que ha ido comprando mi marido, vamos a necesitar una maleta nueva.
—Por eso cariño tenemos que ir al mercado. Compraremos una maleta y alguna cosilla que nos haga falta.
—No puedo con él.
—No le hagas caso —intervino Álex agarrándole por el cuello—. Esta tarde veremos quién sabe regatear mejor.
—No me retes chaval que en eso soy un maestro.
—Te propongo una cosa. Quiero comprar una shisha y creo que como tú eres, no te vas a ir sin otra. Entraremos en el sitio que más nos guste, elegiremos una y veamos quien se la lleva más barata.
—Trato hecho. ¿Cuál es el premio?
—Pagar la primera copa esta noche en la discoteca del hotel. Esta noche quiero bailar.
—Está bien. Apuesta cerrada.
—No. Apuesta abierta —Álex les miró a todos—. Quiero que apostéis por quien va a ganar.
—Aunque resulte extraño, voy a apostar por ti —comentó la mujer del chico.
—¡Cariño!
—Lo siento, amor. Creo que Álex tiene su propia técnica. Pienso que te ganará en esta competición.
Álex sonrió. Apuestas, chicos, y el grupo que pierda paga la siguiente ronda.
—Tú te quieres emborrachar a costa de los demás.
—No, emborracharme no, que luego digo y hago tonterías.
Llegaron al bar y se sentaron en una mesa de la terraza. El camarero les sirvió lo que pidieron y se pusieron a hablar. Esta vez el guía se quedó con ellos y estuvieron conversando sobre las pirámides, de sus misterios e incluso se atrevieron a divagar sobre si estuvieron influenciados por vidas inteligentes que no procedían de este planeta. Álex mantenía un bis a bis con el guía y éste parecía disfrutar de los conocimientos que sobre su tierra tenía.
—Me alegro que un joven como tú disfrute tanto de las costumbres de mi tierra. Te he observado todos estos días, mejor dicho, todos los guías, cuando comíamos cerca de vosotros, te observábamos. Eras el más joven del crucero y en cambio tu forma de ser no dejaba indiferente a nadie. Luego viéndote comer nuestros platos tradicionales, disfrutando de la cultura, tomando nuestra bebidas típicas, preguntando todo lo que te inquietaba, incluso fumando shisha, ya pareces uno de los nuestros.
—Gracias, me he sentido muy bien entre todos vosotros y sé que cuando tome el avión, voy a añorar este país. Es mucho más especial de lo que soñé.
—Un hijo de Egipto siempre vuelve. Así que volverás.
—Eso sí que es un piropo. ¡Soy un hijo de Egipto! Ya verás cuando se enteren mis padres, aunque tal vez no se lo cuente nunca. Se sentirían mal sabiendo la verdad.
—¿De todo haces una broma? —preguntó el guía.
—No —contestó Daniel—. Te aseguro que cuando tiene que ser serio. Lo es como el que más.
—La pregunta era para mí y para una pregunta que no me resulta difícil de contestar, vas y te adelantas. Menudo amigo que tengo. Cuando esté en la universidad —le miró muy serio—, entonces sí que te pediré que me soples las respuestas.
—De eso nada, en la universidad te las arreglas tú solito.
—¿Eres buen estudiante? —preguntó una de las chicas.
Le tapó la boca a Daniel.
—Ésta también me la sé. Sí, lo soy. Muy buen estudiante, he sacado la mejor nota de mi promoción para ir a la universidad: 9,7
—Eso es una gran nota.
—Sí —sonrió—. Así que he podido elegir universidad y me quedo en mi Madrid. Así podré seguir entrenando.
—El cuerpo que tienes —comentó uno de los chicos— parece de un gimnasta. ¿Me equivoco?
—No. No te equivocas. Mi especialidad es el caballo con arcos y las anillas.
—En el suelo es pura elegancia, os lo aseguro —intervino Daniel—. Domina los seis aparatos.
—En el caballo de saltos tengo que perfeccionar la salida. Pocas veces me quedo clavado.
—Seguro que te veremos en las Olimpiadas.
—De momento sueño con que este año llegue a los internacionales y gane una medalla —sonrió—. Si es posible de oro.
—Divertido, disciplinado, deportista, guapo…
—Más, más, más —interrumpió a la chica Álex.
—La chica que robe tu corazón será afortunada.
—Mi corazón ya lo han robado y la persona en concreto lo tiene a buen recaudo.
—Seguro que sí —comentó el guía—. Aunque aquí estamos muy a gusto, deberíamos volver al hotel. La comida la servirán pronto y seguro que os apetece asearos antes del almuerzo. Luego podéis dormir una siesta y yo os despertaré con tiempo suficiente por el teléfono de vuestras habitaciones.
—Tenemos una apuesta. No te olvides —intervino aquel chico dirigiéndose a Álex.
—Sí, no la he olvidado. Y espero que los dos grupos, el que esté a tu favor y el mío, nos sepan apoyar como nos merecemos —sonrió Álex.
Se levantaron, subieron al autobús, llegaron al hotel y cada pareja se fue a su habitación. Álex y Daniel entraron en su estancia y cerraron la puerta. Álex aprisionó a Daniel contra la puerta besándole.
—¡Qué ganas tenía de ti cabrón! Llevo todo el día conteniéndome. La próxima vez que viajemos y formemos un grupo diremos que somos gays.
—Antes has estado a punto de decirlo.
—Sí, la verdad que todos me caen muy bien y creo que si lo supieran no iba a cambiar nada.
—Lo sé y por mí si lo hubieras dicho, me hubiera parecido bien.
—Duchémonos juntos y hagamos el amor.
—No, lo haremos cuando volvamos de comer. Quiero disfrutarte en la cama y sentir tu hermosa piel. Yo también me he reprimido durante la excursión.
Se desnudaron y los dos se enjabonaron bajo el agua caliente, sus manos acariciaron las partes deseadas de sus cuerpos y sus bocas se encontraron constantemente, con el deseo del amor reprimido durante aquellas horas. Tras secarse se vistieron y bajaron al restaurante. Comieron y regresaron a la habitación. Sin apenas cerrar la puerta se desnudaron el uno al otro besándose con pasión. Ya desnudos se tumbaron sobre la cama. Álex acaricio el rostro de Daniel. Los dos sonreían y se besaban.
—Te amo —susurró Álex.
—Bésame y no hables —comentó Daniel abrazándolo con fuerza.
Álex le volvió a besar los labios, luego el cuello y comenzó a descender por todo su cuerpo. Se detuvo en los pezones sonrosados de Daniel y éste suspiró al sentir su lengua y los pequeños mordisquitos que le proporcionó. Continuó disfrutando del cuerpo de su amado intentando descubrir nuevos rincones que le hicieran excitar más de lo que ya estaba. Al llegar a su pene lo tomó con las manos y lo engulló hasta el fondo haciendo que Daniel lanzara un fuerte suspiro.
—Nene, que maravilla. Sigue así, haz que mi pequeña disfrute y yo me sienta en el cielo.
Álex estaba cruzado en el cuerpo de Daniel y éste le giró tumbándole encima de él. Separó sus piernas y lamió sus nalgas, cuando introdujo su lengua en el ano Álex apretó con fuerza la polla de Daniel por la sensación que le provocaba. Así permanecieron un largo tiempo hasta que Álex volvió a girarse y besó de nuevo la boca de Daniel. Se sentó sobre su vientre y tomó su polla introduciéndosela en su interior. Los dos lanzaron un suspiro a la vez que se fundió en el espacio de aquella habitación. Daniel tomó sus nalgas mientras se acomodaba y comenzó a penetrarle con suavidad. Álex aumentó la velocidad él mismo y Daniel sonrió. Cogió la polla de Álex y le masturbó y éste se inclinó hacia atrás obligando a que Daniel también elevase su cuerpo. Los dos quedaron sentados, Álex encima de Daniel con la polla de éste en su interior. Se abrazaron y Álex cabalgó sobre Daniel. Sus pieles transpiraban, sus cuerpos ardían de calor y los corazones comenzaban a latir con más intensidad. Daniel fue inclinando a Álex sobre la cama y él se colocó sobre Álex sin sacarla y besándole. Volvió a incorporarse, levantó sus piernas asentándolas sobre sus hombros. Besó sus pies y luego lamió sus dedos uno a uno, sin dejar de penetrarle. Daniel sintió que se corría y deseaba que lo hicieran a la vez, cogió la polla de Álex y comenzó a masturbarle mientras él aceleraba sus entradas y salidas. Álex inclinó la cabeza hacia atrás, Daniel sabía que estaba a punto de llegar y aceleró más hasta que empapó el interior de Álex, mientras éste, lanzaba grandes chorros de semen al aire que cayeron sobre su piel sudada y caliente. Daniel se tumbó sobre el cuerpo de Álex a la vez que salía de su interior. Álex acarició su cabello sintiendo el aliento cálido de su amado en el cuello, se giró para buscar su boca y los dos se besaron mientras sus manos se deslizaban por aquella espalda empapada en sudor. En aquella posición se quedaron dormidos hasta que el sonido del teléfono les despertó. Se desperezaron, duchándose de nuevo y tras vestirse, se encontraron con sus compañeros y el guía en el vestíbulo. La excursión se hizo andando y poco a poco se fueron internando en aquel mercado, entre calles estrechas, entre puestos que ofrecían su mercancía en la calle y cuando veían que un turista estaba interesado, le invitaban a traspasar la puerta y disfrutar de todo un elenco de objetos.
El guía, tras dar una breve explicación sobre el mercado y su tradición, les dejó a su aire para que adquiriesen los productos que desearan. Fue entonces cuando Álex y aquel chico se cruzaron las miradas, retadoras pero divertidas.
Entraron en un amplio comercio donde el objeto principal eran las shishas. Álex y el chico estuvieron mirando las que más les podían gustar, aunque Álex no estaba conforme con las que ya estaban armadas. El dueño le dijo que si lo deseaba podía crearla a su gusto y Álex comenzó con la base de cristal en azul con adornos dorados, luego colocó el cuerpo de metal, estos eran todos muy similares, escogió la manguera también en azul y ribeteada en oro, montó el quemador encima de la bandeja que había puesto sobre el cuerpo y eligió un capuchón exquisitamente labrado.
—La mía ya la tengo —comentó Álex al chico que todavía no se había decidido por la base o botella donde se almacena el agua.
Álex emocionado se dirigió al vendedor y pidió a Daniel y otro compañero del grupo que se acercaran.
—Quiero que seáis mis testigos —les sonrió. Y los dos asintieron.
Álex comenzó con el regateo, mientras aquel vendedor permanecía sentado en su silla en posición patriarcal. El vendedor continuaba al alza mientras que Álex seguía bajando el precio más y más. El vendedor colocó un paquete de tabaco al lado y continuó sin querer bajar el precio. Álex siguió en su empeño muy serio. Después de un buen rato, cuando Álex consideraba que el precio era el justo, cogió un paquete grande de tabaco y uno de carbón y sonriendo al vendedor le hizo la última oferta, dejando claro que aquel era el último precio al que estaba dispuesto pagar. El vendedor le miró muy serio y al final sonrió.
—Buen regateador, he disfrutado mucho contigo. Es tuya.
En ese momento Álex reparó en que su compañero estaba cogiendo las pinzas que se utilizan para el carbón y fue a por unas, volvió y le sonrió al vendedor.
—Se me olvidaban. Las quiero incluidas en el precio.
—No. Las pinzas cuestan…
—No, en el precio. Toda shisha tiene que tener unas pinzas.
—Está bien. Mi hijo te la envolverá.
Se retiraron hacía una especie de mostrador.
—Me lo he pasado muy bien —comentó Álex—. Nunca en mi vida había regateado hasta llegar aquí. Es muy divertido, creo que tendré que practicarlo más.
—Estabas disfrutando como un enano —sonrió Daniel.
—¿Cuánto te ha costado? —le preguntó la mujer de su contrincante.
Álex cogió un papel de encima del mostrador y escribió su precio entregándoselo.
—Espero que no me descubras.
—No. Recuerda que yo estoy en tu bando —miró el precio y se sonrió—. Va a tener muy difícil superarte. La copa de esta noche me va a saber a gloria.
—No seas mala con tu marido —comentó Daniel.
—Se lo merece por fantasma. Siempre presume de qué nadie regatea como él. Hoy se va a medir con un amateur.
El chico llamó a su mujer y a otro compañero. Comenzó el regateo. Los demás permanecían apartados, esperando el desenlace. Aquel chico no sólo regateaba con las palabras sino con todo el cuerpo. Era un espectáculo verlo moviendo las manos, gesticulando mientras seguía enfrascado en aquel regate. El vendedor no se inmutaba en su silla con las manos entre las rodillas. El final se preveía cuando el vendedor cogió aquel paquete de tabaco, al igual que hiciera con Álex y el chico no se lo pensó dos veces y añadió a aquel paquete otro de mayor tamaño y el carbón. Los dos hicieron una última oferta, los dos se quedaron en silencio, los dos se miraron quietos el uno frente al otro y al final el vendedor sonrió. El chico cogió su shisha dirigiéndose al mostrador para que se la envolviese el hijo. Mientras lo hacía y pagaba, los demás compraron algunos objetos que les gustaban.
—Bueno —intervino el chico—. Ya está. ¿Quién ha obtenido el mejor precio?
—Haz lo mismo que Álex. Pon el precio en un papel y fírmalo, aunque todos ya sabemos quién es el ganador.
El chico así lo hizo mirando con una amplia sonrisa a Álex y se lo entregó a su mujer.
—Todo está decidido. Así que vamos a tomar una cervecita al bar de los espejos —guardó el papel de su marido en el bolsillo y salieron de la tienda.
El bar de los espejos es uno de los más tradicionales de Khan Al-Kalili como así se llama en realidad el mercado. Se sentaron en una mesa. Algunos tomaron refrescos y otros, tal vez contagiados por Álex y Daniel, el karkadé frío.
—¿Quieres desvelarnos el misterio? —preguntó el chico a su mujer.
Ésta sacó los dos papeles, los abrió para asegurarse de quien era cada uno. A su marido le entregó el de Álex y a éste el de su marido. Los dos desplegaron los papeles y Álex sonrió. Sí, él era el ganador.
—No me lo puedo creer, me has ganado por un puto euro.
—Sí. Además yo me llevo más tabaco y el paquete de carbón es triple. Tú te conformaste con el pequeño.
—¡Me has ganado! ¡Me ha derrotado el aprendiz que empezó a regatear viéndome a mí!
—Sí maestro. Pero tienes que sentirte orgulloso. Eres tan buen maestro que el aprendiz te ha superado, al menos por una vez.
El chico se quedó mirándole sin saber que decirle. Todos permanecieron en silencio por unos segundos y aquel chico sonrió lanzando una sonora carcajada.
—Eres increíble, en vez de restregarme que me has ganado, vas y me piropeas.
—Así es mi amigo —intervino Daniel—. Así es mí… —se quedó mirándole con orgullo—. Así es mi novio.
—¡¿Qué?! —comentó una de las chicas.
—Sí. ¿Por qué no saberlo vosotros? Álex y yo somos pareja desde niños. Aunque nuestra declaración de amor fue en el barco la noche de luna llena. Nos hemos querido siempre y ese cariño con el tiempo se volvió amor.
—¡Qué pasada! —Comentó uno de los chicos—. Pues… sinceramente… hacéis una pareja de puta madre. Sois increíbles los dos.
—¡Jop! Me has dejado sin palabras —intervino Álex—. Nunca nos hemos avergonzado de nuestra sexualidad, pero…
—Nunca lo hagáis —le interrumpió una de las chicas—. Sois dos tipos muy especiales, creo hablar en nombre de todos para deciros que ha sido un placer conoceros. No hace falta que aireéis vuestra sexualidad, como tampoco lo hacemos los heteros, pero nunca dejéis de ser vosotros mismos.
—Nunca lo hemos hecho, pero nos gusta ser reservados —comentó Álex—. Pero ahora, con vuestro permiso, voy a hacer lo que me ha estado apeteciendo toda la tarde —cogió la cara de Daniel y le besó en los labios—. Lo amo como no os podéis imaginar.
—Lo que me resulta curioso —comentó uno de los chicos—, es que no se os nota nada de nada. Si que sois reservados.
Aquella expresión de naturalidad por parte de Daniel provocó una conversación muy distendida hablando de la sexualidad de cada uno de ellos. De aquello que guardaban como secreto o simplemente nunca habían comentado con nadie, incluso con sus propias parejas. Una conversación amigable que consiguió de aquel grupo, de completos desconocidos antes de subirse por primera vez al barco, siete días antes, crease un lazo de amistad que en la actualidad aún conservaban.
Como Álex comentara al guía aquella mañana, en la que estuvieron viendo las pirámides, al subirse en el avión, sentir los motores arrancar, deslizarse por aquella pista y dejar el suelo egipcio, la nostalgia le invadió y las lágrimas brotaron de sus ojos. Daniel tomó su mano mientras él continuaba mirando por la ventanilla hasta que las nubes le impidieron ver aquella tierra soñada, donde se sintiera tan feliz.
—Algún día volveremos.
—Tal vez, pero será distinto —suspiró—. Creo que ahí abajo se queda una parte de mi corazón.
—Pero también te llevas otra parte de la magia de Egipto. Se nota en tus ojos y en la energía que en estos momentos me transmites.
Álex le miró a los ojos aún con lágrimas.
—Te amo.
—Yo también, tonto —le secó los ojos con los dedos—. Yo también te amo y te amaré siempre.
—Soy un tonto romántico. No puedo evitarlo.
—Eso es parte de tu esencia, de la personalidad tan fuerte que emanas. No cambies nunca, es así como te quiero, como te amo.
—Gracias —suspiró y apoyó su cabeza sobre el pecho de Daniel—. Deberíamos dormir un rato. Las emociones también agotan.
—Duerme. Yo velaré tus sueños —le abrazó—, yo te cuidaré mientras surcamos los cielos.
Álex le miró sin levantar la cabeza.
—No, tú también debes dormir. Volar precisamente no es tu mejor aliado. Descansa.
Daniel cerró los ojos. Álex tenía razón, él también estaba cansado. En aquellos siete días apenas habían tenido tiempo para dormir salvo cuando llegaron a El Cairo e incluso allí tuvieron que madrugar. Los viajes agotan y más cuando se está expuesto al gran calor de un sol ardiente. En aquellos días mamaron de una cultura milenaria, escucharon el silencio del viento en el desierto, sintieron el abrazo y protección del Nilo cuando se declararon su amor en la piscina y eran llevados sobre su fuerte espalda, el sol les calentó y doró sus pieles y la madre tierra se presentó ante ellos de una forma muy distinta: agreste pero viva.
Ahora, sentados cómodamente en sus sillones, dejaban que sus cuerpos se relajaran y sus mentes procesaran lo visto, vivido, experimentado y disfrutado. En aquello asientos percibían el ligero movimiento de aquel avión abriéndose camino en el espacio, regresándoles a sus lugares de origen.
Sí, Daniel también estaba cansado, agotado y sus párpados le pesaron más de lo que esperaba. La mano de Álex que sujetaba la de Daniel sobre su pecho, cayó sobre sus piernas, cuando el sueño se apoderó de él y la de Daniel imitó el mismo gesto. Los dos quedaron en aquella pose. Daniel ligeramente tumbado por la posición del asiento y Álex sobre él. Ya nada tenían que ocultar, las personas que les rodeaban conocían su secreto y como bien había dicho aquella chica: jamás ocultéis vuestros sentimientos, siempre debéis de ser vosotros mismos.