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¿Y ahora, qué? El nuevo mapa político español tras la irrupción de Podemos

John Müller

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, tenía dos resultados diferentes de los que preocuparse en la noche del 25 de mayo. Uno era el del partido de fútbol Numancia-Deportivo, del que dependía el ascenso a primera división del equipo gallego con el que simpatiza. El otro, el de las elecciones al Parlamento Europeo. Ninguno de los dos le dio motivos para celebrar. El Deportivo perdió esa noche 2-1 con el equipo soriano y vio postergado su ascenso. El Partido Popular (PP) ganó las elecciones con 16 eurodiputados sobre 14 del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), pero perdió 2 596 014 votos y ocho escaños respecto a los comicios de 2009.

No había nada que festejar en un país en crisis. Fue la noche electoral más breve que se recuerda en la sede de la calle Génova en una jornada victoriosa. En la séptima planta, los dirigentes escuchaban los comentarios del ministro de Educación, el sociólogo José Ignacio Wert, que seguía el recuento con su tableta en la mano. Rajoy llegó tarde, más de media hora después de que la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría y el ministro del Interior Jorge Fernández informaran del resultado con el 97,95 por ciento del voto escrutado. Alguien bromeó sugiriendo que Rajoy, con su habitual desinterés para unos o sangre fría para otros, había estado entretenido viendo el partido del Deportivo.

El contratiempo final lo supuso Vox, el partido de los disidentes del PP que nació en un sitio impreciso a su derecha y que lidera el ex dirigente popular Alejo Vidal-Quadras. Al final no consiguieron entrar en la Eurocámara, lo cual fue motivo de alegría en Génova, pero le restaron al PP 244 929 votos que le hubieran supuesto un escaño más[32]. Las caras de algunos de los candidatos que iban en puestos situados más allá de la posición 16.ª, que además eran eurodiputados veteranos como Ignacio Salafranca (18.º) o Salvador Garriga (22.º), eran el vivo retrato de la decepción.

La secretaria general, María Dolores de Cospedal, y el candidato, Miguel Arias Cañete, comparecieron ante la prensa. «España es el único país donde ha ganado el partido que gobierna, junto a Alemania», dijo Cospedal, fijando el mensaje que se quería lanzar y que preparaba el terreno para la disputa por el reparto de poder en la Unión Europea. Pero ni siquiera hubo ademán de salir al balcón donde estaba preparada la tarima que se coloca para los días de triunfo. Para acceder a ese balcón hay que hacerlo por la primera planta que es el cuartel general del PP de Madrid, feudo de Esperanza Aguirre. Y la gente de Aguirre se había marchado y apagado las luces después de constatar que el resultado en la capital era incontestablemente malo al pasar de 1 112 670 votos en 2009 a apenas 661 006 en 2014 pese a que había votado un número muy parecido de personas. En la calle, y esto era lo más significativo, no se llegaron a concentrar más que unas decenas de simpatizantes.

Los auténticos triunfadores de esa noche electoral eran en realidad quienes figuraban como la tercera fuerza electoral de Madrid, los jóvenes radicales de Podemos, que por casi 16 000 votos le arrebataron el puesto a Unión Progreso y Democracia (UPyD). Podemos, una opción populista de izquierda, prefabricada por un grupo de politólogos e ingenieros a partir de un manifiesto promovido en enero de 2014 por Izquierda Anticapitalista (IA), consiguió 1 245 948 votos en todo el país con un cabeza de lista, Pablo Iglesias Turrión, que basó su campaña en sus apariciones en televisión.

Un éxito inapelable si se recuerda que Izquierda Anticapitalista[33] ya presentó una coalición de extrema izquierda en las elecciones generales de 2011 y obtuvo sólo 24 456 votos (el 0,1 por ciento de los sufragios), de los cuales 11 307 votos correspondían a su filial catalana Revolta Global y 6508 votos a la propia IA en Madrid.

Además, si se tiene en cuenta que el presupuesto de gastos previsto para la campaña era de 110 000 euros[34], que el partido se inscribió en el registro del Ministerio del Interior el 11 de marzo de 2014 y que su candidato fue elegido en primarias entre finales de marzo y principios de abril, Podemos rompió todos los precedentes históricos de un nuevo partido en cuanto a eficacia electoral, tanto en términos de coste económico como de tiempo.

10.1. El PSOE, partido regional andaluz

Entre un 27 y un 30 por ciento de los votos de Podemos eran antiguos votantes del PSOE, según los análisis demoscópicos en manos de los socialistas[35]. Estos últimos perdieron 2 545 460 votos en relación a las elecciones de 2009 y nueve escaños. La sangría de votos reabrió la crisis del partido que ya se había manifestado en las elecciones generales de 2011 en las que su candidato Alfredo Pérez Rubalcaba obtuvo 6 973 880 votos frente a los 11 289 335 que obtuvo José Luis Rodríguez Zapatero en los comicios de 2008. Inexplicablemente, dicha crisis no se zanjó, amortiguada, entre otras cosas, porque el PSOE retuvo el control de Andalucía pactando con IU tras las elecciones de marzo de 2012.

Elena Valenciano, la cabeza de lista para las elecciones al Parlamento Europeo, compareció casi al borde de las lágrimas en la sede de la calle Ferraz. «No aplaudáis tanto que no lo hemos hecho bien», alcanzó a decir a sus compañeros de partido. Al día siguiente, Alfredo Pérez Rubalcaba anunció que no pugnaría por ser el candidato del PSOE en las próximas elecciones y dijo que así se lo había anunciado al secretario de organización, Óscar López, a Valenciano y a Felipe González mucho antes. Dijo que asumía toda la responsabilidad de «un fracaso sin paliativos» y que se marcharía después de que un congreso del partido eligiera a un nuevo secretario general en julio. No mencionó la posibilidad de renunciar y dejar una gestora al frente del partido.

La decisión de Rubalcaba desató una tormenta en el PSOE. Dirigentes como Carmen Chacón y Eduardo Madina, que crecieron políticamente al amparo del Gobierno de Zapatero, plantearon que quizá era conveniente convocar primarias antes de renovar la secretaría general del partido. Muchos sospecharon que detrás de la decisión de Rubalcaba se encontraba Patxi López, quien ya se había opuesto a la convocatoria de primarias con anterioridad. Al socialista vasco se le atribuían muy pocas probabilidades de vencer en unas primarias, por lo que su única alternativa si deseaba ser candidato era mediatizar el proceso controlando la organización. Pero López descolocó a todos al anunciar, el martes 27 de mayo, que en septiembre, tras celebrarse un congreso extraordinario de los socialistas vascos se marcharía, y ofreció su apoyo a la presidenta andaluza, Susana Díaz, quien se perfiló como la candidata más fuerte para la secretaría general al obtener el apoyo de la mayoría de los barones regionales. López también fue víctima del avance de Podemos en el País Vasco que se llevó 52 000 votos de los casi 100 000 que perdieron los socialistas, una auténtica debacle para el ex lehendakari.

El PSOE quedó convertido en un partido regional andaluz tras las elecciones. Sólo se impuso al PP en Asturias, Extremadura y en Andalucía. A los socialistas les aguarda en 2014 una dura travesía hasta conseguir recomponer su formación, que requiere algo más que pintura y escayola. Podemos ha sido el iceberg que ha rajado las cuadernas del transatlántico socialista, pero éste ya venía tocado desde mayo de 2010, cuando Zapatero decidió iniciar una dura política de ajuste.

El surgimiento de Podemos también fue una mala noticia para UPyD. El partido de Rosa Díez hizo una campaña extraña, con mensajes poco claros. Francisco Sosa Wagner, su candidato, era, según las encuestas, diez veces menos conocido que el de Podemos. La precampaña, además, estuvo salpicada por continuos llamamientos a que UPyD se aliara o fusionara con Ciudadanos, el partido de Albert Rivera, que por primera vez se presentaba fuera de Cataluña[36]. Todo eso desperfiló su mensaje, que no tuvo ni la fuerza ni la intensidad de otras campañas pese a que obtuvo más del doble de los sufragios de 2009 y casi los mismos que en las generales de 2011: 1 015 994 votos. Cuadruplicando el número de diputados, la sensación de que la formación había alcanzado un techo electoral estaba muy extendida.

Ciudadanos, que consiguió dos escaños —uno para su cabeza de lista Javier Nart y otro para el número dos, el columnista Juan Carlos Girauta—, restó votos a UPyD al competir por prácticamente el mismo votante: profesional, urbano y de centro, opuesto a la centrifugación del Estado. Obtuvo 495 114 votos, casi triplicando la votación que obtenía cuando era un partido que sólo se presentaba en Cataluña.

La Izquierda Plural, donde la fuerza hegemónica es Izquierda Unida, triplicó su votación respecto de 2009, alcanzando 1 562 567 votos y se aseguró seis escaños. Pero el éxito de Podemos monopolizó la atención y muchos no olvidaron que en febrero IU y los promotores de Podemos habían tenido conversaciones para presentar una plataforma única que les habría convertido en una fuerza muy poderosa[37]

Aunque el PP no tenía motivos para festejar, sí tenía motivos para respirar. El razonamiento de sus líderes era que después de dos años de crisis, obligados a tomar medidas impopulares en casi todos los ámbitos, si el mayor deterioro de su electorado consistía en que los votantes del PP se habían quedado en casa, pues estaban dispuestos a aceptarlo como mal menor. Mientras el votante del PSOE se había marchado a otras tiendas políticas, el grueso de los suyos sólo les había castigado con la indiferencia.

«Podemos es lo mejor que nos podía ocurrir. Los votantes del barrio de Salamanca que se fueron a Vox, han vuelto al redil aterrorizados. Y aquellos más jóvenes que pudieron irse a Ciudadanos o a UPyD se lo pensarán dos veces», comentaba un analista de Génova 13.

También fue rotundo el sociólogo oficial del PP, Pedro Arriola, quien no se mostró sorprendido por el resultado de Podemos al que le atribuía tres europarlamentarios «fijos». «Quien tenía que saberlo lo sabía», dijo Arriola al día siguiente de la votación cuando se le reprochó que nadie había detectado el fenómeno. «Aquí en Madrid hay de todo, todos los frikis acaban planeando sobre Madrid. Y los hay de todos los colores», añadió. También subrayó que la predisposición del votante en unas elecciones europeas es distinta a unas generales. «Vota con el corazón, en unas elecciones que no reparten poder real», añadió.

10.2. El populismo de izquierdas llega a España

Además de iniciar una nueva fase en la crisis socialista, la principal novedad de Podemos es la introducción en la política española de ideas y tácticas del populismo de izquierda latinoamericano. Es lo que se denomina izquierda bolivariana en contraposición a la izquierda clásica que ha evolucionado del eurocomunismo de los años setenta y que aglutina básicamente Izquierda Unida.

Pese a que el término populismo es antiguo y de uso habitual, no figura como sustantivo en el diccionario de la Real Academia Española. Sí existe el adjetivo populista que significa «perteneciente o relativo al pueblo» y de ahí deriva el concepto político. Con él se hace referencia a movimientos encabezados por líderes que apelan directamente al populus o al ciudadano común y pretenden defender sus intereses frente a una élite que se aprovecha de ellos.

Sin embargo, no hay un consenso sobre un significado científico. Durante muchos años se le ha definido desde la economía, donde es sinónimo de medidas macroeconómicas irresponsables, de nacionalismo económico, intervención estatal y políticas redistributivas o clientelares. Esta visión estuvo muy en boga en las décadas de 1980 y 1990.

En esa época se llegó a la conclusión de que las políticas populistas tenían nefastos resultados económicos, pues actuaban como un bumerán. Así lo subrayaron Rudiger Dornbusch y Sebastián Edwards en 1991[38]: «Los regímenes populistas han intentado históricamente solucionar los problemas de desigualdad de ingresos mediante políticas macroeconómicas expansivas. Estas políticas, que se basan en financiar los déficits, los controles generalizados y la desaparición de los equilibrios básicos, desembocan inevitablemente en grandes crisis que terminan perjudicando a los segmentos más humildes».

El populismo no es sólo «ofrecer soluciones simples a cuestiones complejas». Los expertos coinciden en que suele tratarse de un liderazgo carismático que emplea un discurso basado en exacerbar el enfrentamiento de «el pueblo» y «las élites», como asegura Kirk A. Hawkins, profesor de Brigham Young University. Éste ha propuesto definirlo desde la retórica como «un discurso maniqueo que identifica el Bien con la voluntad unificada del pueblo y el Mal con una élite conspiradora»[39].

Posteriormente hubo un intento de recuperar el carácter político del término. El profesor Kurt Weyland de la Universidad de Texas sostiene que «el populismo resulta mejor definido como estrategia política» y asegura que «surge cuando líderes personalistas basan su poder en el apoyo masivo y básicamente no institucionalizado de un gran número de personas»[40].

Otro intento fue la «definición radial» de populismo de Kenneth Roberts, quien identificó cinco características: un liderazgo personalista o paternalista, una heterogénea coalición de intereses de diversas clases sociales, una movilización de arriba abajo que ignora a los mediadores tradicionales, una ideología amorfa o ecléctica, y un proyecto económico con políticas redistributivas o métodos clientelares[41]

Una de las definiciones más acertadas la ha aportado recientemente Daron Acemoglu, el coautor del libro ¿Por qué fracasan los países? (Editorial Deusto, 2012), quien señaló que populismo es «la puesta en marcha de políticas que reciben apoyo de una parte significativa de la población, pero que en último término acaban perjudicando los intereses de la mayoría»[42].

La dificultad para alcanzar una definición consensuada reside en que los populismos europeos y latinoamericanos de los años 1930 fueron muy distintos de los de las décadas de 1980 y 1990 en Latinoamérica. Cuando unos reúnen las características políticas (liderazgo personalista, apelación directa a las masas) y retóricas, a veces no cumplen con las económicas (políticas basadas en expandir el gasto). Era lo que ocurría, por ejemplo, al comparar a Hugo Chávez con Alberto Fujimori. El caso más problemático es el del movimiento peronista en la Argentina, que ha tenido expresiones de toda índole, desde el intervencionismo estatalista de su fundador Juan Domingo Perón, hasta el nacionalismo económico de los Kirchner, pasando por el liberalismo de Carlos Menem.

10.3. ¿Es populista Podemos?

Tanto el programa electoral como los mensajes de Podemos obedecen a la retórica populista que busca oponer la situación del ciudadano común con las élites. Su líder, Pablo Iglesias, habla de «la casta», un término que también ha sido utilizado por ciertos periodistas de derecha[43] y que ofrece una visión simplificadora del establishment del país. De esta manera ataca a las élites y los grupos oligárquicos, cuyo poder en la sociedad se basa en el control de los recursos y en el prestigio social. Como no se les pueden arrebatar los recursos, al menos se socava su prestigio.

En el caso español, además, esta retórica encuentra asidero en la realidad[44] debido a la desaparición de los principios de selección por méritos en la política, los casos de corrupción que tocan a casi todo el espectro político y a otras anomalías institucionales, como el reparto de los puestos en el Poder Judicial entre los dos grandes partidos, las llamadas «puertas giratorias» entre la política y el mundo empresarial o la tardanza de la Justicia a la hora de resolver los casos de corrupción.

En cuanto al contenido de su programa electoral, mientras sus planteamientos económicos son marcadamente populistas (renta básica universal, jubilación a los 60 años, intervención del Estado en la economía, limitaciones al derecho de propiedad…) y en la mayoría de los casos irrealizables en un país europeo, en sus propuestas políticas hay medidas de corte reformista que podrían concitar un respaldo mucho mayor en la sociedad española.

Esta deliberada confusión entre populismo y reformismo contribuye a atraer un voto heterogéneo e interclasista.

Los creadores de Podemos apostaron, además, por crear una imagen de hiperliderazgo, típica de los movimientos populistas, centrada en Iglesias, la figura más popular de entre sus promotores. Esta decisión se debía al cálculo inicial que buscaba asegurar al menos un diputado —el cabeza de lista— y a concentrar las fuerzas en la figura más atractiva y que menos costes adicionales planteaba.

La apelación directa a la sociedad a través de medios de comunicación masivos como la televisión y las redes sociales también define una estrategia de corte populista.

10.4. El trasfondo venezolano: «por ahora»

El 4 de febrero de 1992, un teniente coronel hasta entonces desconocido y que tenía en vilo a Venezuela con un golpe de Estado fallido pidió comparecer ante los canales de televisión para rendirse: «Por ahora, los objetivos que nos planteamos no fueron logrados», dijo Hugo Chávez Frías. Ese «por ahora» se convirtió en el santo y seña de la izquierda bolivariana. «Por ahora y para siempre» fue la frase que se acuñó para bautizar el «febrero rebelde» de los golpistas. Se trataba de unos puntos suspensivos que marcaban un tropiezo temporal en una historia inexorable: la de la hegemonía del bolivarianismo en la principal potencia petrolera de Latinoamérica.

La noche del 25 de mayo, La Sexta difundió imágenes de un Pablo Iglesias triunfante, escoltado por Juan Carlos Monedero e Iñigo Errejón, haciendo declaraciones a la salida de su sede en Lavapiés, después de obtener cinco escaños en las elecciones al Parlamento Europeo. Pese a ser la gran sorpresa de la jornada y a su indudable éxito electoral, Iglesias no se mostró exultante: «Por ahora no hemos conseguido nuestro objetivo».

Sólo un muy buen conocedor de la historia reciente se podía dar cuenta de un guiño tan evidente, pero a la vez tan oculto. Víctor Suárez, veterano periodista venezolano, reflejó en El Nacional de Caracas lo que había visto esa noche y recordó que el mensaje era exactamente el mismo que lanzó Chávez tras rendirse en su centro de operaciones del Museo Histórico Militar de Caracas. Hasta ese «por ahora» llega la mímesis de los promotores de Podemos con el chavismo o el bolivarianismo, un sucedáneo del marxismo nutrido desde Cuba con la intención de mantener su predicamento en América Latina y Europa tras la caída del Muro y la desaparición de la Unión Soviética.

Por detrás de la estrategia de Podemos está de manera destacada la experiencia venezolana que ha influido en Iglesias y, sobre todo, en Monedero. De hecho, en ese país existe un partido denominado Podemos[45]. A Monedero no le gusta profundizar ni detallar sus actividades venezolanas. Se sabe que ahí fue responsable de Formación del Centro Internacional Miranda, un think tank controlado por el chavista Elías Jaua[46], y fue asesor de las autoridades bolivarianas. Iñigo Errejón trabajó en Venezuela como experto demoscópico para el Grupo de Investigación Social Siglo XXI del jerarca chavista Jesse Chacón[47].

«Podemos no tiene un solo origen, sino muchas circunstancias. Su origen es mi fracaso en otros partidos, la experiencia luminosa del 15-M, que politizó a tanta gente, la experiencia en el Frente Cívico de Julio Anguita y mi experiencia como asesor de [Gaspar] Llamazares, cuando me di cuenta de que el 80 por ciento del tiempo se iba en luchas internas», dijo Monedero a El País tras la victoria de su partido[48]

Las autoras de la crónica añadían: «A la segunda pregunta sobre su etapa de asesor de Chávez, se pone en guardia: “Todo el mundo me pregunta por Venezuela y no por mi etapa en Alemania, cuando hice la tesis sobre la disolución de la RDA”».

Esa misma impresión de ponerse a la defensiva causó en el programa «Al Rojo Vivo» de La Sexta emitido el 6 de marzo de 2013, al día siguiente de la comunicación oficial de la muerte de Hugo Chávez. Monedero, presentado como profesor de Ciencias Políticas, experto en América Latina y asesor de Hugo Chávez, se quejaba de que la prensa española desinformaba sobre el régimen chavista hasta la «caricatura». Ramón Pérez Maura, de Abc, le hizo ver que ese juicio dependía mucho de si el lector era chavista u opositor. En un momento determinado tuve la impresión de que no se había advertido a la audiencia suficientemente de que Monedero no era sólo un asesor técnico independiente, sino un activista pro Chávez, pagado por éste, así que le dije que las acusaciones que vertía contra la prensa española eran muy habituales entre las personas que estaban a sueldo del régimen venezolano.

—¿Cómo quién? —me preguntó Monedero.

—Como usted —repuse.

—¿Yo estoy a sueldo del régimen bolivariano? —preguntó incómodo.

—Usted ha colaborado con el régimen bolivariano… ha cobrado de él…

—¿Eso es estar a sueldo del régimen bolivariano? —reía nerviosamente Monedero—. ¡Ay señor, señor, eso es lo que les queda a ustedes, cuando ya no tienen argumentos!

Nunca entendimos con Pérez Maura por qué Monedero no admitía abiertamente su colaboración con el chavismo si éstos eran de su propia cuerda ideológica[49].

Pero los promotores de Podemos han sacado varias lecciones de la experiencia chavista. Básicamente, el régimen bolivariano se instaló en Venezuela gracias al encastillamiento de la oligarquía política de ese país. Esta élite se creó en el Pacto de Punto Fijo, en 1958, que estableció la rotación en el poder entre los socialdemócratas de Adeco y los democristianos de Copei. Estos partidos fueron incapaces de crear un sistema económico eficaz, pese a que el país contaba con unas riquezas incalculables, sobre todo de petróleo. El socialdemócrata Carlos Andrés Pérez quiso modernizar el país en su segundo mandato y corregir los problemas que lastraban la economía y se encontró con una serie de disturbios populares e intentonas golpistas. Ahí apareció el coronel Hugo Chávez Frías el 4 de febrero de 1992.

Años después, en 1997, Chávez se presentó a las elecciones y ganó tras conectar con una población donde más del 40 por ciento de las personas estaban en situación de pobreza y que había perdido la fe en los partidos tradicionales a los que consideraba corruptos.

Chávez se aprovechó de una realidad que estaba muy lejos de las cúpulas de los partidos venezolanos. Éstos, además, cooperaron activamente en su suicidio institucional. Primero porque una fracción de ellos concedió legitimidad a la intentona golpista de Chávez. El ex presidente Rafael Caldera no sólo se mostró comprensivo con la acción golpista en el parlamento el día que éste debía condenarla, dividiendo a los democristianos de su partido, el Copei, sino que cuando fue reelegido presidente indultó a Chávez y le permitió reincorporarse a la vida civil. En segundo lugar, los partidos convirtieron en arma arrojadiza el proceso político contra Carlos Andrés Pérez por delitos de corrupción, lo que deslegitimó a toda la clase política. Y en tercer lugar, insistieron en no renovarse y presentar a los venezolanos candidatos que no tenían ninguna posibilidad frente a Chávez: los socialdemócratas llevaron a un viejo caudillo, Luis Alfaro Ucero, que tenía setenta y seis años a la fecha de la votación, el 6 de diciembre de 1998; los democristianos apoyaron a la ex reina de belleza Irene Sáez Conde, alcaldesa del distrito más rico de Caracas, y, por último, el candidato con mejor currículum pero menos popular, Henrique Salas Römer, ex gobernador del estado de Carabobo, se presentó apoyado por dos partidos de nueva creación, desconocidos y sin tradición alguna.

Quizá la máxima expresión de la desconexión absoluta de la oligarquía política respecto de las clases más pobres fue la candidatura de Sáez, la cual confirmaría su creencia de que los venezolanos eran un país orgulloso de sus reinas de belleza, bendecido por la naturaleza y que se podía manipular fácilmente gracias a la televisión[50]

Tras su arrasadora victoria electoral de 1998, Chávez inició un proceso constituyente y en 2000 efectuó nuevas elecciones ya bajo la institucionalidad bolivariana, que le ofrecía la posibilidad de perpetuarse en el poder casi indefinidamente mediante sucesivas reelecciones. Esas elecciones de 2000 fueron cuestionadas por el Centro Carter que denunció la falta de transparencia, la parcialidad del Consejo Nacional Electoral y las presiones del Gobierno. Chávez ganó con el 59,76 por ciento de los votos.

De esa experiencia, los promotores de Podemos sacaron varias lecciones. Una es que pedir el voto en blanco es inútil. Chávez hizo una campaña de ese corte entre su liberación, en 1994 y las elecciones de 1998, porque pensaba que lo inhabilitarían para ser candidato. Apenas tuvo eco. Resulta muy difícil movilizar a los electores para que vayan a tirar su voto.

La segunda es que, mientras más aislada y desconectada de la realidad está la élite política, más grande puede ser el premio que se puede lograr.

Los dirigentes de Podemos no ocultan, en cambio, su agradecimiento a lo que aprendieron en el laboratorio social de la Puerta del Sol que fue el 15-M. Éste expuso ante la opinión pública muchas demandas insatisfechas y les proporcionó un método de trabajo: las redes sociales (Twitter, Facebook…) combinadas con las asambleas que Democracia Real Ya organizó por barrios en toda España que permitían desvirtualizar a la militancia y cohesionarla de cara a los objetivos[51]

El análisis, la interpretación de todas estas variables, permitió a Podemos detectar que las elecciones europeas, donde España es una circunscripción única y cada voto cuenta para construir una fuerza de carácter nacional, era el escenario propicio para presentarse. El 14 de enero de 2014, Pablo Iglesias declaraba a eldiario.es que existía un manifiesto y estaba en marcha un proceso para crear una candidatura popular a las elecciones europeas: «Las personas del manifiesto, y otras más que espero que estén conmigo pronto, me han pedido que dé un paso adelante»[52]

El 16 de enero, Podemos se presentó oficialmente en un teatro de Lavapiés. Sus promotores señalaron que se presentarían a las elecciones si recibían el apoyo de 50 000 personas en la web de la formación, cosa que lograron en 24 horas. El 11 de marzo se inscribieron como partido político «por imperativo legal». A finales de marzo y comienzos de abril realizaron sus primarias en las que Iglesias salió elegido como cabeza de lista.

10.5. Las razones del sesgo populista

La triunfal irrupción de Podemos ha demostrado que se puede concentrar una gran cantidad de votos en torno a estos mensajes escogiendo el escenario electoral adecuado. Pero el populismo no es monopolio de Podemos, también lo hay en los mensajes de otros partidos, no necesariamente de izquierdas. De hecho, esta no es la primera operación política de cuño populista que ha vivido España. Antes, el empresario José María Ruiz Mateos obtuvo dos escaños en el Parlamento Europeo en 1989 y Jesús Gil logró hacerse con 19 de los 25 concejales del Ayuntamiento de Marbella en 1991.

Daron Acemoglu define las políticas populistas como un bumerán que acaba castigando a los mismos que las apoyan al principio y que parecen beneficiarse de ellas. El profesor del MIT se refiere básicamente a populismos de izquierda, políticas situadas mucho más a la izquierda que las que apoyaría el votante medio. El votante medio vendría a ser el que deja a su derecha la misma cantidad de gente que a su izquierda.

¿Y por qué estas políticas reciben apoyo? Acemoglu concluye que el populismo prende ahí donde las instituciones democráticas son débiles, donde hay grandes desigualdades sociales, donde los ciudadanos perciben que existe una oligarquía que se aprovecha de la situación y donde los políticos traicionan continuamente sus promesas de redistribuir el ingreso y promover la igualdad de oportunidades[53]

En ese escenario surge el sesgo populista, porque apostar por políticas radicales que se sitúan a la izquierda del votante medio es una señal de autenticidad. Con esos mensajes no cabe duda de que el político no es de derechas ni tiene una agenda oculta. El resultado, según Acemoglu, es que los políticos moderados e incluso los de derecha acaban sesgando su propio mensaje.

El sesgo populista se exacerba bajo ciertas condiciones, por ejemplo, cuando el valor de ser reelegido es muy importante para el político o cuando hay una gran distancia entre las preferencias del votante medio y las posiciones de los políticos de derecha. También es mayor el sesgo cuando los políticos tienen agendas ocultas de derechas y cuando hay ruido en la información que los votantes reciben.

Por último, la inclinación al populismo aumenta cuando la sociedad percibe que los políticos pueden ser corrompidos o captados por las élites ricas a través de métodos no electorales. El trabajo de Acemoglu también descubre que medidas institucionales, como la imposibilidad de ser reelegido, acaban convirtiéndose en alicientes para el populismo más que en factores disuasorios.

¿Hay populismo hoy en España? Según los criterios de Acemoglu, en esta elección sí ha aflorado, porque se ha producido un súbito desplazamiento de los mensajes y del votante medio hacia la izquierda. El simple hecho de que el voto de PP y PSOE haya caído por debajo del 50 por ciento, cuando en la anterior elección europea de 2009 recibieron el 80 por ciento y en las generales de 2011 el 73,4 por ciento, nos indica que el votante medio se desplazó a la izquierda de donde estaba.

Lo que no dilucida el trabajo de Acemoglu es si el desplazamiento del votante medio es fruto del sesgo populista o éste es resultado del cambio de preferencias del votante[54]. El PP parece que ha interpretado los resultados más bien bajo el primer supuesto. La segunda interpretación, en cambio, podría dar lugar desde un tibio reformismo a una loca carrera demagógica. Pero si bien el PP puede darse el lujo de equivocarse en la interpretación que haga —ya vendrán las elecciones municipales y autonómicas de 2015 a pintar un cuadro muchísimo más preciso—, el PSOE no tiene más remedio que apuntarse a esta segunda opción, ya que Podemos está recibiendo una gran parte del caudal de votantes descontentos con los socialistas.

La paradoja, entonces, es que la mayor incógnita que representa Podemos es la interpretación que sobre su existencia haga el resto del sistema político. Una segunda incógnita es si su programa político, con aportes importantes como las medidas contra la corrupción y la regeneración de la política, resultará aplastado por sus irrealizables y demagógicas promesas económicas. «Queremos ser una palanca para el cambio en este país», dijo Iglesias en la rueda de prensa que ofreció el 30 de mayo, la primera tras su victoria.

Podemos ha mostrado acatamiento a las leyes y al sistema democrático. Pero es verdad que sus credenciales democráticas se ven ensombrecidas por sus teorías sobre la violencia estructural que son inaceptables en un orden democrático (porque entre otras cosas reviven algunos de los argumentos de los terroristas de ETA) y también es cierto que cuando los populismos latinoamericanos de los cuales bebe han alcanzado el poder se han dedicado a desmontar los frenos y contrapesos del sistema democrático[55]. Así, por ejemplo, muchos gobernantes de corte populista han abolido las prohibiciones de ser reelegidos en regímenes presidenciales o, en el caso venezolano, la Constitución permite leyes habilitantes que otorgan poderes excepcionales al presidente para gobernar saltándose los controles parlamentarios. En algunos países se han eliminado los parlamentos bicamerales.

Aquí es donde se enfrentan dos interpretaciones sobre su futuro. Una sostiene que Podemos es un suflé que se desinflará en pocos años y que nunca llegará a ser decisivo en la política española. Esta tesis afirma que el fenómeno es hijo de una serie de circunstancias excepcionales y que si bien marcará a una generación de españoles, como el 15-M, acabará siendo fagocitado por la izquierda tradicional.

«Las mismas televisiones que levantaron a Podemos, dando espacio a Pablo Iglesias en sus tertulias, lo acabarán achicharrando, convirtiéndolo en la Belén Esteban de la política», señalaba un analista del PP. Como si tomaran nota de esta apreciación, Podemos escondió rápidamente a Iglesias tras la votación y sacó a primera línea a Monedero y a Errejón.

Otra posibilidad es que las fuerzas centrífugas clásicas que anidan en la izquierda latinoamericana —odios, personalismos y celos cainitas que muchas veces acaban en purgas—, que no han sido pocos en la historia del Movimiento Bolivariano que les sirve de referencia, acaben por minar su organización y decepcionar a sus seguidores.

La otra tesis cree que Podemos ha venido para quedarse y que eso obligará a un ajuste de placas tectónicas de la política española. Si el partido conserva su identidad y logra entrar en las instituciones nacionales, la democracia española habrá demostrado su capacidad integradora. Cuando les corresponda gestionar, tendrán que plasmar sus ideales en la realidad y aprender que existen situaciones que superan su voluntarismo. Si se disuelven en otras formaciones políticas, como IU o el PSOE, llevarán consigo la experiencia idealista del 15-M y contribuirán a escorar hacia la izquierda un panorama político que se polarizará. Esto puede acentuar el conflicto político en España durante algunos años.