11
Demasiado paralizada incluso para maldecir al destino, Tasha Yar apuntó con el arma al hombre que amaba. La familiar sensación del transportador se apoderó de ellos, y se materializaron en la misma posición a bordo de la nave.
La doctora Crusher, que en ese mismo momento entraba en la sala de transporte, se detuvo en seco ante la escena. Yar no se movió. Dare permaneció inexpresivo cuando ella ordenó:
—Seguridad, acuda a sala de transporte de inmediato. Tenemos a un peligroso fugitivo bajo custodia.
La doctora Crusher dijo al equipo médico que la acompañaba:
—Llévense al paciente.
Rodearon con cautela a Yar y su prisionero y subieron a Rikan a una camilla. Por el rabillo del ojo, Yar vio que Data se inclinaba para ayudarlos, y que la doctora Crusher se fijaba en el aspecto ensangrentado y desgreñado del androide.
—Estoy bastante bien, doctora —le aseguró Data, adelantándose a su pregunta.
—Deje que sea yo quien juzgue eso. Le ordeno que también usted acuda a la enfermería.
Entonces se marcharon… La puerta apenas llegó a cerrarse tras ellos cuando volvió a abrirse con un suspiro para dar paso a Worf y a el teniente Cari Anderson, de seguridad.
Sin apartar los ojos de Dare ni del arma, en ningún momento, Yar dijo:
—Éste es Darryl Adin, un fugitivo convicto por asesinato y traición. Es extremadamente peligroso.
—Nosotros podemos controlarlo —afirmó Worf con su voz tronante.
Él y Anderson avanzaron con las pistolas fásicas desenfundadas. Dare pareció de pronto menudo y vulnerable ante el gigantesco klingon.
—Llévenlo a un calabozo —ordenó Yar. Luego, al recordar el reciente error de seguridad cometido con los klingon renegados, agregó—: Es probable que lleve armas escondidas… y está entrenado por Seguridad de la Flota Estelar. —Lo cual significaba que tenía la capacidad de convertir casi cualquier cosa en un arma.
Por primera vez, Dare permitió que una expresión cruzara su rostro: sus labios volvieron a torcerse en una mueca que gruñó. Volvía a ser aquel hombre amargado y peligroso que ella había conocido hacía apenas unos días en Treva.
Cuando Worf y Anderson se hubieron llevado al prisionero, Yar sintió que se le aflojaban las piernas. Lo único que deseaba era sentarse sobre el borde de la plataforma del transportador y llorar.
Pero ése no era el comportamiento digno de una oficial de la Flota Estelar. Irguió los hombros, alzó la cabeza, y se encaminó al puente para informar al capitán.
Data fue dado de alta de la enfermería en cuanto los médicos acabaron de examinarlo. En aquella séptica atmósfera, el androide adquirió conciencia de estar mugriento y oler mal… pero unos pocos segundos en la ducha sónica de la enfermería le hicieron recuperar la compostura tanto a él como al uniforme, excepto en el caso del chamuscado de la espalda. Decidió que era más importante informar al capitán Picard que ir a sus habitaciones para cambiarse.
Tasha había tomado la misma decisión; estaba con Picard y Riker en la sala de reuniones del capitán, aún vestida con las prendas civiles con las que la habían transportado.
Hasta ese momento, Data había evitado preguntarse si Tasha estaría enfadada con él. No actuaba como si lo estuviese. Estaba más bien pálida y ligeramente rígida. Data había visto antes a seres humanos en ese estado; significaba que se encontraban debilitados por la enfermedad, una fuerte impresión o por heridas, pero decididos a continuar adelante.
Él sabía que jamás podría comprender el golpe emocional que Tasha había recibido al verse obligada a arrestar al hombre que amaba, pero su reacción le dio otro elemento que agregar en su estudio del comportamiento humano.
Un elemento de análisis que, ahora, desearía no tener.
Por un lado, admiraba a Tasha por haber cumplido con su deber. Por otro, aunque era ilógico que lo culpara a él por su dolor, Data temía que ella fuese a hacerlo.
Data agregó su informe al de Tasha. Cuando llegaron a la batalla de esa mañana, y a la inesperada llegada de la Enterprise, él concluyó:
—Nosotros suponemos que Nalavia retiró sus fuerzas porque las necesitaba para controlar a la gente de las ciudades…, por cuanto la droga inductora del estado apático había desaparecido.
—Creo que tienen razón —dijo Riker—. Ahí abajo parece estar teniendo lugar una guerra civil. Ustedes no fueron enviados a Treva para iniciar una guerra, sino para evitarla. Esas eran sus instrucciones.
Tasha no dijo nada. Data meditó antes de hablar.
—La ayuda de la Flota Estelar fue solicitada por el gobierno en apariencia legítimo. No obstante, nosotros nos encontramos con que el debido proceso había sido subvertido. Nalavia hace caso omiso de la Constitución de Treva, y se mantiene en el poder mediante actos de terrorismo. Tuve acceso a las pruebas en su propia computadora.
—Así que ustedes decidieron, por su cuenta y riesgo, unirse a la rebelión contra ella —dijo Picard.
Data abrió la boca para protestar, y volvió a cerrarla. Desde el momento en que los soldados de Nalavia habían atacado el castillo de Rikan, era innegable que Tasha y él habían hecho exactamente eso. Así pues, se limitó a responder:
—Sí, señor.
—¿Teniente Yar? —inquirió el capitán.
—Sí, señor. Nalavia tenía intención de utilizarnos como rehenes para obligarlos a ustedes a destruir la plaza fuerte de Rikan.
—Ella tenía que saber que la Flota Estelar no haría nada semejante —dijo Picard.
Tasha miró a Data, y luego de vuelta a Picard.
—Suponga que su plan hubiese funcionado, señor. Suponga que Dare… Adin… no me hubiera raptado, que Data no hubiese escapado. ¿Si ella nos hubiera encerrado e intentado obligarlos?
—Nosotros habríamos hecho todo lo que estuviera en nuestro poder para sacarlos de allí —repuso Riker sin aguardar la respuesta del capitán.
—¿Todo? —inquirió Tasha. Riker comenzó:
—No pensará que los abandonaríamos…
—Un momento —lo interrumpió el capitán—. Teniente Yar, ¿está usted sugiriendo…?
—No creo que Nalavia se contentara con un sólo planeta, en especial con uno de población tan reducida como Treva. Creo que se propone hacerse con el poder de esta zona periférica de la Federación…, hacer que otros mundos vacilen en presentar su solicitud de ingreso en la Federación por el sistema de hacernos parecer unos hipócritas.
Data asintió con repentina comprensión.
—Nalavia intentó organizar las cosas con el fin de ganar tanto si las cosas salían de un modo como de otro. Tanto si utilizaban ustedes las armas de la nave para destruir a Rikan como si la atacaban para rescatarnos, las dos cosas podían ser interpretadas como una violación de la Primera Directriz.
—Pero ella no contó con la capacidad de Data para acceder a su computadora ni para escapar —agregó Tasha—. Y ciertamente no podía haber previsto que sus enemigos me secuestrarían.
—De no haber sucedido eso —agregó Data—, yo habría tardado más tiempo en sospechar. Puesto que pensaba que era Nalavia quien nos mantenía separados a Tasha y a mí, no tuve ningún escrúpulo en romper sus medidas de seguridad. Era mi deber para con una colega en peligro.
—Todo eso será incluido en el informe final —dijo Picard—. Ustedes operaron según los procedimientos reglamentarios… hasta que se involucraron.
—Estábamos siendo atacados, capitán —dijo Tasha.
—Eso es cierto —se sumó Data—. Nalavia atacó a Rikan porque sabía que nosotros estábamos en su castillo.
—Sabíamos demasiado —agregó Tasha—. Estoy segura de que tenía intención de presentarnos como bajas de una insurrección.
—Mmmm —dijo Picard al tiempo que se frotaba el mentón—. Probablemente estén en lo correcto pero ¿cómo lo demostramos? Falta una pieza en el rompecabezas de Treva, y hasta que la encontremos tengo intención de permanecer en órbita aquí.
—¿Por qué vinieron? —preguntó Tasha—. Nosotros enviamos una señal de auxilio pero ¿qué estaba haciendo la Enterprise por estos alrededores?
Riker se echó a reír.
—Cuando recibimos su mensaje anterior, repitiéndose en una frecuencia no perteneciente a la Flota Estelar, no supimos qué pensar. Wesley creyó que estaba en clave, pero no consiguió descifrarla —continuó Picard—. Worf pensó que era enviado por alguna otra persona para hacernos creer que estaban a salvo cuando en realidad estaban en aprietos, y Deanna… ella sencillamente tuvo una mala sensación al respecto. —El capitán se encogió de hombros—. Me superaban en número. Puesto que ha resultado que estaban de veras en aprietos, acerté al fiarme de las sospechas de mis oficiales.
—¿Qué va a hacer ahora, capitán? —inquirió Tasha.
—Data —dijo Picard—. Quiero que le eche un vistazo a todas las actividades que se han registrado en este sector durante… ¿cuánto tiempo ha estado Nalavia en el poder?
—Cinco años trevanos, señor.
—Muy bien… durante ese tiempo más varios años antes. Busque cualquier cosa rara.
—¿… rara, señor?
Picard suspiró.
—Data, no sé con exactitud qué pedirle que busque. Un elemento extraño… o bien algo que no encaje. Es una corazonada. Usted es el único que puede ayudarme a seguirla.
Confundido una vez más por las sensaciones humanas, Data se sentó ante el terminal de la computadora en sus habitaciones e inició la investigación. Tardó una hora.
Cuando Data llamó al capitán para informar, Picard dijo:
—Reúnase conmigo en mi despacho.
Riker estaba una vez más presente, y al cabo de unos momentos Tasha se reunió con ellos. No le había dicho nada directamente a Data desde que fueron transportados de Treva, y ahora tampoco dijo nada. Volvía a vestir uniforme y era dueña de sí, pero continuaba estando pálida.
—Informe, señor Data —ordenó Picard cuando estuvieron todos reunidos.
—Lo que he descubierto en este sector a lo largo de los últimos diez años es que el número de relaciones comerciales con los oriones se incrementa de forma constante.
Los ojos de Tasha se abrieron de par en par.
—¿Oriones? ¿Por qué oriones?
—No lo sé —replicó Data—. He descubierto grandes transacciones bancarias que involucran cambios por moneda de Orion; naves comerciales de Orion que anclan en puertos de sistemas vecinos; tecnología de comunicaciones y manejo progresivo de datos de origen orión por varios mundos de este sector. He ahí el elemento extraño que estaba buscando usted, capitán. Como excepción en esta pauta, a pesar de la extensa actividad de los oriones, no he descubierto mención alguna de comercio de esclavos.
—Interesante —comentó Picard—. La única cosa que habría hecho intervenir a la Federación. ¿Algo más?
—Sí, señor. En el centro de toda esta actividad orión, se encuentra Treva… que no ha adquirido ni siquiera una sola aeronave o un arma de los oriones.
Riker frunció el ceño.
—Por lo que ustedes nos han contado, Nalavia no parece el tipo de persona a quien le importe con quién comercia. Si todos los demás del sector negocian con los oriones, ¿por qué no lo hace ella?
De pronto, Tasha dijo:
—¡Capitán! ¿Recuerda cómo escogió usted el grupo de expedición para esta misión? ¿Una mujer y un androide?
Una sonrisa leve tiró de las comisuras de la boca de Picard.
—Así que se dio cuenta, ¿eh?
Riker, intentando disimular su curiosidad, preguntó:
—¿Si se dio cuenta de qué?
Fue Data quien respondió.
—El capitán formó un grupo de expedición que fuera inmune a los atractivos de Nalavia.
Riker respondió con una sonrisa reconocedora.
—Claro… muy apropiado, capitán.
—Pero —comenzó a decir Picard—, ¿qué tienen que ver los atractivos de Nalavia con…? —luego, la proverbial «luz» se hizo—. Tasha… ¿usted cree que, de hecho, Nalavia es una orión?
Data frunció el entrecejo mientras accedía a la información que había extraído de la computadora de la presidente de Treva.
—Los datos existentes sobre Nalavia indican que nació en Treva…, en una granja de un área remota emplazada casi en los límites del territorio desarrollado. Hace nueve años fue elegida para el consejo legislativo donde muy pronto se convirtió en una líder popular, y finalmente fue elegida presidente.
—Esos primeros datos —dijo Picard—, ¿podrían estar falsificados?
Data meditó el asunto.
—No hay forma de saberlo por la información que tengo en mis bancos de memoria. No obstante, puedo acceder a la computadora del palacio a través de la computadora de la nave, puesto que introduje un código de frecuencia y una señal de reconocimiento en su programación con el fin de poder transferir los datos sin tener que permanecer físicamente en la sala de la computadora. Existía… el peligro de que me atraparan —explicó ante la fija mirada de Picard.
—Usted dijo que había accedido a la computadora. Lo que no dijo es que había espiado por el palacio presidencial…
—Sí, capitán —repuso Data—. Yo… fisgoneé, anduve a hurtadillas… Resulta de lo más intrigante. Parece que estaba equivocado cuando dije que era una forma de comportamiento humano que yo no estaba diseñado para emular. Cuando la ocasión lo requirió, descubrí que podía llevarlo a cabo extremadamente bien.
—Pero si ya tiene toda la información de la computadora de Nalavia en sus bancos de memoria —intervino Riker—, ¿qué más puede haber?
—Yo tengo una copia de los datos. No hay forma de saber si una parte de esa información ha sido cambiada. Pero esa computadora tiene más de nueve años de antigüedad, y utiliza un sistema de almacenamiento muy atrasado. Se trata de memoria física, no virtual, y por lo tanto contendrá los datos originales aunque los hayan alterado o borrado reescribiéndolos. Si los datos de Nalavia están falsificados, tendría que poder descubrirlo.
—Data —dijo Picard—, usted tuvo oportunidad de observar a Nalavia de cerca. ¿Cree usted que podría ser una orión?
—Sí, señor —contestó Data—. Sin duda, hay oriones operando en este sector, pero al abstenerse de traficar con esclavos evitan atraer la atención de la Federación. Es probable que Nalavia no sea trevana. Los oriones han sido quirúrgicamente cambiados en el pasado para hacerse pasar por miembros de otras especies con el fin de infiltrarse en la Federación. Nalavia está intentando evitar que Treva ingrese en la Federación, mientras los oriones establecen posiciones en este sector. El esquema encaja… y explica tanto el natural sensual de Nalavia como la apariencia artificial de sus ojos. Incluso con el verde natural de su piel blanqueado, los vividos ojos azules de las mujeres oriones podrían levantar sospechas. Pero el teñirlos de otro color hace que parezcan poco naturales.
—Sí —dijo Tasha—. Data tiene razón. Estoy segura de que Nalavia es una orión.
Data agregó:
—Ella no quería que nadie de Treva…, ni ninguno de los visitantes de la Federación…, descubriera un indicio de sus verdaderos orígenes. Por lo tanto, no comercia con los oriones y no reemplaza los equipos, como la computadora del palacio, que parece ser un modelo ferengi muy antiguo.
—¡Si Nalavia es una orión —dijo Picard—, ciertamente podemos actuar para evitar que un planeta que ha solicitado el ingreso en la Federación sea tomado por enemigos de la Federación! Teniente Data, quiero esa prueba. Utilice el terminal que tenemos aquí, y póngase a ello. ¡Tenemos una guerra que detener!
—Sí, señor —asintió Data mientras se sentaba ante el terminal del capitán y los demás salían de la habitación.
Pero Tasha se demoró dentro después de que Picard y Riker hubiesen partido.
—¿Data? —dijo en voz baja. Él alzó la mirada.
—Tendría que habérselo dicho antes. Quiero… quiero darle las gracias —dijo ella.
—¿Darme las gracias a mí?
—Por haberme hecho arrestar a Dare. Usted tenía razón. Era mi deber, no el suyo, aunque sé que usted lo habría hecho en caso de que yo me hubiera negado.
—Encantado de… —Contuvo a medias la respuesta refleja—. No. No estoy encantado por el dolor que le causé Tasha, espero no tener que causarle nunca más a un amigo un dolor semejante, pero me alegro de que entienda que yo no tenía elección.
—Lo entiendo —respondió ella, y lo dejó solo.
Data encontró con facilidad las entradas falsas: el insertar un registro de nacimiento requería reordenar los archivos de todos los nacimientos de ese día; la falsificación del historial escolar significaba desplazar nombres para insertar el de Nalavia. Cuando Data hubo recuperado los archivos originales, que no presentaban rastro alguno de la existencia de Nalavia, el alto mando de la Flota Estelar dio sin pérdida de tiempo vía libre para que interrumpieran todas las emisiones trevanas y así dar a conocer la información. A partir de ese punto, los acontecimientos en Treva se transformaron en una mera «operación limpieza».
Al principio, la gente no quería creer que había elegido a una alienígena para el más alto cargo, pero como ahora pensaban por sí mismos, no les hizo falta mucho tiempo para aceptar que la razón de la creciente crueldad de Nalavia podía ser que la mujer no era una de ellos. Nalavia se rindió a la Flota Estelar cuando el pueblo de Treva asaltó el palacio presidencial. En la enfermería se verificó rápidamente su identidad como miembro de la raza orión.
Al parecer, una vez que la tormenta amainó, los trevanos estuvieron dispuestos a designar a Rikan como su nuevo presidente… incluso a coronarlo rey… pero él insistió en que se ciñeran a la Constitución y convocaran elecciones. Abandonó la Enterprise pictórico de salud y felicidad, y Data tuvo por seguro que lo elegirían presidente… y que serviría bien a Treva mientras ésta se dispusiera a ingresar en la Federación.
Data y Tasha se transportaron con Rikan a su castillo, donde él aceptó las felicitaciones de su pueblo ante los medios de comunicación que aguardaban. No habló mucho, pero acabó diciendo:
—Yo no podría haber resistido contra Nalavia en solitario. Treva le debe su libertad no sólo a la Flota Estelar, sino al hombre conocido como El Paladín de Plata. Siempre será recordado y honrado en nuestro planeta.
Data oyó el leve gemido ahogado de Tasha, la vio ponerse rígida y luchar para contener las lágrimas. También vio a la gente de Adin que los observaban desde un flanco del patio, acusándolos en silencio. Cuando la entrevista quedó concluida, Rikan intentó conducir a Data y Tasha hacia ellos, pero los siete les volvieron la espalda como un solo hombre y se alejaron.
—Déjelos marchar —dijo Tasha—. No espero que me perdonen. Yo misma no puedo perdonarme.
—Yo siempre he pensado que Adrián es incapaz de haber cometido los delitos de los que le acusan —dijo Rikan.
—Yo estoy segura de ello —asintió Tasha—, pero no hay forma de demostrarlo, ninguna en absoluto.
—¿Ni siquiera con la ayuda de su muy inteligente amigo? —preguntó Rikan mirando a Data.
Data comenzó a protestar, pero lo pensó mejor. Era preferible no decir nada, puesto que nada podía hacer por Darryl Adin.
Lo extraño era que, a pesar de toda la lógica que había demostrado que Adin era culpable más allá de toda duda razonable, él también tenía lo que sólo podía ser descrito como una… sensación… de que el hombre era inocente.
Con esa nota incómoda, se despidieron de Rikan y fueron transportados de vuelta a la Enterprise.
Data regresó al puente, pero durante todo su turno de trabajo, con sólo comprobaciones de rutina que hacer, su segundo nivel de conciencia se mantuvo centrado en los dos prisioneros de los calabozos de la Enterprise. Ahora se dirigían hacia la Base Esterlar 68, donde tanto Nalavia como Darryl Adin serían puestos bajo arresto de la Flota Estelar.
Nalavia, con toda probabilidad, sería recluida con comodidad si no lujo durante un tiempo, hasta que los oriones acordaran algún tipo de intercambio… probablemente por ciudadanos de la Federación apresados en expediciones de traficantes de esclavos. Por supuesto, no tenía forma de saber qué castigo aguardaba a la mujer cuando estuviera entre su propia gente, puesto que había fracasado en su misión. Esperaba que fuese severo.
Data se sobresaltó ante ese pensamiento. ¿Venganza? ¿Tan pronto después de los celos? ¿Qué estaba sucediéndole? En su deseo por ser humano, nunca había considerado semejantes emociones. A diferencia del enojo, que con frecuencia había observado que le daba a la gente fuerza para cambiar su vida, estos sentimientos tenían sólo un valor negativo. Decidió borrarlos de su programación.
Pero… no podía.
Estaban entrelazados con tantos otros bits de memoria que no podía borrar sus celos por los sentimientos de Tasha hacia Darryl Adin, sin quitar partes del respeto y la amistad que le profesaba, así como numerosos hechos concretos de la misión de ambos en Treva. Sucedía lo mismo con la antipatía que le inspiraba Nalavia.
No tenía otra elección que hacer lo que hacían los seres humanos con los sentimientos negativos: reprimirlos, negarse a demorarse en ellos y, lo más importante, negarse a actuar en consecuencia.
O… negarse a permitir que le impidieran actuar.
De pronto, Data se dio cuenta de que había estado inhibiendo un área de su programación desde el momento en que Rikan dijo que él podría hacer algo para demostrar la inocencia de Darryl Adin. No sabía si podría hacerlo… pero una vez hubo reconocido la remota posibilidad, supo que debía intentarlo.
Data desconocía por qué pensaba que existía dicha prueba. Él había repasado esos registros; no había ninguna discrepancia en los datos. Pero, por otro lado… un experto con una computadora semejante sabría cómo evitarlas. Él sabría cómo hacerlo.
Él era un androide; no era capaz de tener intuición, lo que el capitán Picard llamaba «corazonadas». Sin embargo, a pesar de todas las pruebas en contra, estaba convencido de que Adin no podría haber cometido los crímenes por los que lo habían condenado.
Accedió a la información referente a la intuición, las corazonadas. Se explicaban como un proceso mental que fijaba un esquema entre varios hechos desconectados, algunos de los cuales podían no ser recordados de forma consciente.
Pero Data lo recordaba todo; no podía reaccionar contando con una información olvidada.
No obstante…, se trataba de algo parecido a sus programas de previsión, opinión y formulación de hipótesis. Dejó que su función de búsqueda examinara los datos que formaban su opinión de que Adin era inocente. Las acciones del hombre. Sus actividades como El Paladín de Plata. Su expediente en la Flota Estelar antes del incidente de la Starbound…
En su última misión antes del crucero de entrenamiento con la Starbound, la derrota de los oriones con Conquiidor había sido comandada por el ayudante del jefe de seguridad Darryl Adin de la Seeker. Como reconocimiento, lo habían ascendido a primer oficial y enviado a la academia para seguir un curso de puesta al día antes de ocupar un puesto a bordo de una de las naves estelares más grandes.
Cuando la Starbound fue asignada para transportar el dilitio, ¿cómo podían los oriones pasar por alto la oportunidad de robar un tesoro semejante, a la vez que destruir al hombre que les había asestado ese duro y reciente golpe a sus planes de conquista? La acusación declaró que los oriones no la habían pasado por alto… que habían aprovechado la codicia de Darryl Adin para conseguir que cooperara con ellos y luego lo dejaron cargar con la culpa.
Pero ¿y si no hubieran encontrado una debilidad semejante en el carácter de él? ¿Y si las pruebas que relacionaban a Adin con los oriones estaban falsificadas? Si el hombre era inocente, tenía que quedar en libertad.
Aún en el caso de que, cuando se marchara de la Enterprise, se llevara a Tasha consigo.
En el momento en que acabó su turno, Data se marchó directamente a sus habitaciones y le ordenó a la computadora de la nave que conectara directamente con la computadora principal de la Base Estelar 36.
—Eso no es necesario para acceder a los archivos que usted busca —le contestó la voz femenina—. Todos los datos de esos archivos están en la computadora nave.
—Tengo que tener acceso a la memoria en la cual se archivaron originalmente los datos.
—Está creando una sobrecarga innecesaria en las comunicaciones de la nave —objetó la computadora.
—Limítese a hacer lo que le digo —contestó Data—. Es una orden.
Tal y como esperaba, la memoria de la computadora principal de la Base Estelar 36 era una Virtual Estándar. Lo que había hecho con la computadora de Nalavia resultaba imposible con ésta, porque no había almacenamiento físico que retuviera la información descartada.
Sin embargo… el propio cerebro de Data era una adaptación muy avanzada del mismo concepto, y él recordaba todas las experiencias. Incluso cuando le daban la instrucción «esto nunca ha sucedido», él no olvidaba; se limitaba a insertar una nueva orden para no actuar según esa información. Colocaba una protección similar en el caso de información de acceso restringido para no divulgarla cuando se le presentara una solicitud rutinaria de información, ni hablar o actuar de forma que revelara la existencia de dicha información reservada.
Data había usado durante toda su vida computadoras con memoria virtual, pero nunca antes se había preguntado qué sucedía con la información borrada de las mismas. ¿Se borraba de verdad, o sencillamente se convertía en inaccesible? Se suponía que no había ningún modo de recuperarla.
Ningún modo para un humano.
Pero ¿supongamos que pudiera acceder de forma directa a la memoria de la computadora de la Base Estelar 36, utilizando su propia mente para manejar los datos? ¡Interesante! Tanto si conseguía su meta como si no, sería una experiencia única…
… y potencialmente peligrosa. Estaba casi seguro de poder establecer las conexiones. Pero… ¿sería capaz de desconectarse? ¿Era su conciencia lo bastante fuerte, lo suficientemente diferenciada de una computadora de tecnología punta, como para permitirle conservar su identidad?
Había una sola manera de averiguarlo. Con cautela, Data se conectó al enlace que la computadora de la nave le había proporcionado, intentando conservar la conciencia de su propio cuerpo sentado ante el terminal mientras su mente se proyectaba…
La computadora de la Base Estelar no tenía personalidad ni conciencia de su propio yo para poner objecciones a su intrusión. Descubrió que podía imponer sus propias órdenes sobre la caótica masa de información: con sólo pensar en las fechas estelares que quería, obtuvo acceso a los datos de comunicaciones establecidas, registros de hotel… Estaba todo de acuerdo con las pruebas presentadas en el consejo de guerra al que se sometió a Darryl Adin.
Pero ¿habría sido cambiado, falsificado?
Al formular Data la pregunta… sintió algo. En lo tocante a los mecanismos de procesamiento de datos, el cerebro de la computadora era similar al suyo… y percibió esquemas que le eran familiares asociados con ese conjunto particular de datos. Esquemas atemorizadores.
¿Atemorizadores?
La computadora de la Base Estelar no podía estar atemorizada. Era el miedo de Data… un recuerdo de su pasado.
¡Príamo IV!
Era lo más aterrorizador que había tenido que hacer con el fin de convertirse en candidato al curso de graduación en la academia de la Flota Estelar. Todos los cadetes tenían que pasar la prueba, pero no había forma de engañar a un androide para hacerle creer que la situación era real…, excepto la de alterar sus percepciones.
En el caso de Data no había habido proyección de simulador, ni personal de pruebas de la Flota Estelar que representaran papeles. En cambio, él había permitido, de hecho prestado su ayuda, para que los más diestros expertos en computadoras de la Flota Estelar le bloquearan la conciencia de la realidad cierta, y colocaran el guión de Príamo IV directamente en su conciencia. Los más vividos recuerdos que tenía de la prueba no provenían del guión en sí, a pesar de que había sido bastante frustrante mientras él pensaba que lo estaba viviendo. No; las partes aterrorizadoras para Data se habían producido antes y después de la prueba, cuando permitió que le arrebataran su control mental, si bien con su permiso y cooperación, y más tarde, inusitadamente, cuando la conciencia le fue devuelta.
Le había llevado días reconciliar los recuerdos verdaderos y falsos que ocupaban un mismo espacio y tiempo en su conciencia. No sólo era algo ilógico, era una absoluta imposibilidad, algo que la mente de un androide sensible no estaba diseñada para aceptar. Él conocía el porqué de que su mente contuviera los dos conjuntos de recuerdos… él mismo tendido en su laboratorio de la Flota Estelar mientras los técnicos vigilaban su cuerpo para asegurarse de que nada se estropeara, y él mismo en Príamo IV, lidiando con la Primera Directriz en un guión del cual no podía salir victorioso. No obstante, conocer el porqué no le ayudaba a vivir con la confusa y contradictoria sensación.
Puesto que era el guión de Príamo IV el que se suponía que debía recordar, acabó por colocarle una orden de negación de acceso a su verdadera situación durante ese tiempo, y la información dejó de aflorar y trastornarlo. Sin embargo, al igual que en el caso de todo lo demás que había experimentado, los recuerdos eran asequibles en caso de que él levantara la prohibición.
Lo que percibía en la computadora de la Base Estelar 36 era algo similar: dos conjuntos de recuerdos contradictorios que ocupaban el mismo espacio-tiempo, uno como residente, el otro reprimido por una orden de negación de acceso. La computadora de la Base Estelar no tenía conciencia de sentirse perturbada por el doblete de información contradictoria. También era incapaz de eliminar la orden, a pesar de que la había creado cuando el operador que había cambiado los archivos borró los originales.
Data probó varias órdenes, pero quienquiera que hubiese llevado a cabo esa parte de la programación, conocía todos los métodos para ocultar su rastro. En el fondo, resultó sorprendente que no pudiera levantar la prohibición por ninguno de los medios disponibles para los programadores puramente orgánicos. Tendría que establecer contacto directo con la memoria de la computadora de la base estelar.
Sin dudarlo ni por un instante, Data dejó que su conciencia se fundiera con la memoria de la computadora e intentó alcanzar los archivos ocultos. Se le despertó el miedo, pero él lo hizo a un lado firmemente y buscó, buscó…
La prohibición resistía. Era percibido como una fuerza externa, como cualquier usuario de la computadora. Lo que se había borrado no era accesible para él.
A menos que pudiera persuadir a la computadora de que formaba parte de ella.
Había comenzado esta investigación por el bien de Tasha, pero ahora se había despertado su propia curiosidad. Sabía que se había falsificado la información. Con que sólo mantuviera la conciencia de su yo, podría acceder a los archivos ocultos y emerger ileso. Abandonándolo todo menos el tenue lazo con su cuerpo a bordo de la Enterprise, Data se transformó en uno sólo con la masa de… ¡Información contradictoria!
No meramente los recuerdos que estaba buscando, sino todo lo entrado desde entonces en la computadora de la Base Estelar 36 lo bombardeó. Sin un juicio que le permitiera valorar las prioridades, los archivos de la memoria virtual asociados libremente en abrumadora abundancia, confundieron los propios recuerdos de Data, al asaltar su conciencia. Ahogándose en informaciones contradictorias, él luchó para recobrar el control, se debatió para imponer la orden de su conciencia sobre el caos indiferente que lo arrastraba hacia la aniquilación.
Con las rodillas flojas y luchando por contener las lágrimas, Tasha Yar se acercó al calabozo por primera vez desde que había obligado a Darryl Adin a dejarse transportar a bordo.
Él llevaba el dorado mono característico. El campo de fuerza relumbraba en la parte frontal de la celda, y ante ésta se hallaban de pie y alerta dos guardias armados.
El sonido atravesaba sin problema ninguno el campo de fuerza. Al oír sus pasos, Dare alzó la mirada desde la plataforma que servía de asiento y cama, donde estaba sentado; luego se puso de pie para encararse con ella, una vez más completamente inexpresivo.
Yar llevaba un paquete de ropa. Se detuvo ante Dare y dijo:
—Guardias, pueden marcharse.
—Podemos alejarnos para que puedan hablar en privado… —sugirió Anderson.
—He dicho que se marchen —repitió ella con severidad. Los dos hombres se miraron entre sí, pero dieron media vuelta y se marcharon.
Yar aguardó hasta que hubieron girado en el recodo del pasillo antes de accionar el interruptor con la palma de la mano y apagar el campo de fuerza.
Dare continuó mirándola fijamente, sin moverse ni hablar.
Ella avanzó, tendiéndole el paquete de ropa con la chaqueta negra que llevaba al subir a bordo en la parte superior, la cual lucía el comunicador de El Paladín de Plata.
—Eres libre, Dare —dijo ella—. Toma… puedes llamar a tus amigos. Estoy segura de que están siguiendo a la Enterprise, aunque no puedan mantener nuestra velocidad.
Finalmente, él habló.
—Tasha —dijo en un susurro ronco—, ¿qué estás haciendo?
Las lágrimas resbalaron por el rostro de Tasha al tiempo que ella sonreía.
—Ya te lo he dicho… eres libre, Dare… te han exculpado.
La boca de él se abrió mientras realizaba una brusca inspiración de incredulidad.
—¿Qué?
—¡Es verdad! Todo fue un complot para inculparte… los oriones organizaron el ataque contra la Starbound para apoderarse del cargamento de dilitio y desacreditarte a ti al mismo tiempo. Ellos alteraron los registros de la computadora de la Base Estelar 36. A ti nunca te llegó la notificación de la reunión de seguridad, pero ellos cambiaron los registros para demostrar que habías estado presente…, las pruebas de sus falsificaciones estaban en la computadora y Data las desenterró.
—¡Data!
—Sí —explicó ella—. Ningún otro podría haberlo hecho. Ningún ser humano habría podido entrar en una computadora de una Base Estelar y rastrear registros borrados hace tanto tiempo, pero a Data se le ocurrió la idea tras haber hecho algo similar con la antigua computadora de Nalavia para averiguar quién era en realidad.
—Otra maldita orión —gruñó Dare.
—Sí. Pero, Dare… eso fue lo que para Data estableció la conexión: los oriones que tú derrotaste en Conquiidor, luego tu supuesto trato con ellos en la Base Estelar 36. Todos sabíamos que eso carecía de sentido, pero sólo Data fue capaz de demostrarlo… y poniendo en peligro su propia vida.
—¿Qué? —preguntó con brusquedad.
—Geordi… el teniente LaForge… lo encontró inconsciente. Data no se desmaya, ¿sabes? La verdad es que yo no lo entiendo… no creo que ninguno de nosotros pueda entenderlo… pero de algún modo, Data se conectó con la computadora de la Base Estelar 36, y se introdujo en su memoria para localizar la falsificación. Estuvo a punto de no poder salir.
—¿Se encuentra bien? —preguntó Dare, de veras preocupado.
—Sí. Al parecer, Geordi consiguió devolverlo a la consciencia. Son buenos amigos.
—Creo que tu teniente Data tiene un número muy grande de buenos amigos, incluido yo. Pero, después de todo eso, ¿aceptará la Flota Estelar una prueba que en realidad no es más que su palabra?
—¡Ya lo han hecho! —respondió ella con regocijo—. Dare, no hay forma de cuestionar la prueba de Data. Y, además, ha sido corroborada. El capitán Picard envió la información al alto mando de la Flota Estelar, ellos ordenaron una investigación de la Base 36… y se encontraron con que el topo de los oriones aún estaba allí. Era el dueño del club frecuentado por el personal de la Flota Estelar con permiso de tierra.
—¿Otro orión? —preguntó Dare.
—Sí… al que habían alterado para que tuviera aspecto humano. Al no ser miembro de la Flota Estelar, no fue sometido a exámenes médicos. Pero cuando las autoridades ordenaron un examen de todos los civiles, él se denunció al intentar huir.
—Un tabernero —dijo Dare—. ¿Quién sabe el provecho que puede llegar a sacar un hombre inteligente de los balbuceos de los tripulantes borrachos? Pero ¿es suficiente, Tasha? Incluso en el caso de que me hayan exculpado de los cargos originales, aún está el de escapar de la detención…
—A la luz de las circunstancias, han retirado esos cargos dado que no mataste ni heriste a nadie al fugarte. Y… —Ella sonrió—, aparentemente dejaste en mal lugar a algunos experimentados miembros de seguridad.
—Yo tenía una experiencia igual, y estaba luchando por mi vida. Tasha… me resulta difícil creer que existe una oportunidad. Incluso con las pruebas de que conspiraron para inculparme… ¿qué pasa con el sabotaje que se llevó a cabo a bordo de la Starbound? Yo sé que no lo hice así que, ¿quién lo hizo?
—Da la impresión de que fue Nichols —dijo Tasha.
—¿El ingeniero en jefe? Pero ¿por qué, Tasha? Estaba a punto de retirarse tras una carrera honorable. ¿Por qué iba a hacer algo semejante? —preguntó Dare.
—Su historial muestra que no tenía más ingresos que su pensión, y carecía de futuro profesional. Iba a retirarse porque ya no podía realizar su trabajo; ninguna compañía iba a darle empleo. Dare, yo no lo entiendo del todo, pero Data descubrió comunicaciones establecidas entre Nichols y los agentes oriones. La verdad es que no creo que él supiese que estaban utilizándolo para inculparte a ti; es probable que pensara que sólo querían el dilitio. Él… él usó la computadora de la Base Estear 36 para estudiar los negocios que estaban a la venta. No había forma de que pudiese pagar un negocio propio sólo con su pensión. Dare asintió.
—Como ingeniero en jefe, Nichols tenía acceso a la totalidad de la nave; no habrá tenido ningún problema para instalar ese interruptor. —Sacudió la cabeza—. Ni siquiera puedo sentirme enfadado con él. Los oriones lo utilizaron, y luego lo mataron. No fue más que un necio que sólo llegó a ser bueno en una cosa y que cuando la perdió no supo qué hacer consigo mismo.
Yar sonrió, aliviada por el hecho de que Dare no fuese vengativo.
—Al menos, ahora ha terminado todo.
—No del todo —dijo Dare—. No sé si podré enfrentarme con una comisión de investigación…
—No tienes que hacerlo —le explicó ella—. El capitán Picard tiene buenos amigos en el almirantazgo. El alto mando de la Flota Estelar organizó una comisión investigadora de emergencia, y el resultado llegó hace menos de cinco minutos. Eres un nombre libre… y —dio la vuelta a la pila de ropa que llevaba para dejar a la vista la vestimenta que estaba debajo—, si lo quieres, puedes ser rehabilitado como miembro de Seguridad de la Flota Estelar con el rango de primer oficial.
Él alargó una mano vacilante como para tocar el uniforme dorado verdoso y negro que ella le ofrecía. Pero luego tendió ambas manos, cogió de las de ella toda la pila de ropa y la arrojó sobre la cama. La atrajo hacia sus brazos y le murmuró entre los cabellos:
—¡Gracias! ¡Oh, Dios… gracias, Tasha! —Y la besó. Sólo para separarse y preguntarle—. ¿Por qué no me contaste que todo esto estaba sucediendo?
—Porque yo no lo sabía. Data se lo confió sólo al capitán Picard, y él se comunicó con el alto mando de la Flota Estelar. —Tasha suspiró—. No sabían si sería bastante como para exculparte, así que decidieron no alentar mis esperanzas. Y cuando Seguridad de la Flota Estelar arrestó al espía… él dijo que era tu contacto. Era la prueba de Data contra la palabra de él… pero al final la Flota Estelar creyó a Data. Todo ha terminado, Dare.
—Gracias a ti —dijo él. Entonces apareció su hermosa sonrisa—. Y a Data. ¿Qué hace uno por un androide que acaba de salvarle mucho más que la vida?
—Tu agradecimiento será suficiente —le aseguró ella. Luego se acercó a la pila de ropa de Dare y localizó el comunicador de plata—. Lo que pienso es que deberías hacérselo saber de inmediato a tus seguidores, antes de que cometan una estupidez. Nos siguieron cuando salimos de Treva; los rastreamos con los sensores hasta que nuestra velocidad los dejó atrás. Tienen que saber que nos dirigimos a la Base Estelar 68. ¿Por qué no les cuentas que es sólo a Nalavia a quien dejaremos allí? No creo que estén muy interesados en organizar un asalto al presidio para rescatarla a ella.
—Tasha —dijo él en tono de reprobación—, no puedes pensar en serio que mi banda hubiera intentado rescatarme de una instalación de rehabilitación de la Federación.
—¿Pensarlo?… Lo sé. Y no me habría sorprendido que lo consiguieran. Ahora me alegro de que no tengan que hacerlo.
Ella lo dejó para que hiciera la llamada y se cambiara de ropa, aceptando su afirmación de que «todavía sé cómo encontrar el puente en una nave estelar».
Pero cuando lo encontró poco tiempo más tarde, no mucho después de que su comunicación hubiera encendido una elocuente luz en el panel de Yar, iba vestido con sus ropas civiles, no con el uniforme que ella le había ofrecido. Les dio las gracias a Picard y Data y luego preguntó:
—¿Puede arreglar las cosas para esperar en un área no restringida de la Base Estelar 68? Mi gente me recogerá allí.
Picard frunció el entrecejo.
—Por supuesto, si eso es lo que quiere. Pero seguramente Tasha le habrá dicho…
—Que la Flota Estelar está dispuesta a aceptar mi regreso. Sí, lo hizo, y agradezco el gesto. Pero ahora tengo otras obligaciones. Y… me temo que he perdido el gusto por los reglamentos. —Se volvió a mirar a Yar, que se sujetaba en el borde de su consola en un esfuerzo por contener la decepción—. Tasha, cuando tengas un momento, tenemos que hablar.
—Vaya —dijo Picard—. Y, señor Adin —avisó mientras Dare y Yar avanzaban hacia el turboascensor—, entienda que no tengo ninguna intención de perder a mi jefa de seguridad.
La sonrisa de Dare volvió a ser lobuna, aunque esta vez no siniestra.
—Eso, según creo, depende de Tasha.
Se encaminaron a las habitaciones de Yar, donde ella se dio cuenta de que el capitán había adivinado con total precisión lo que él iba a ofrecerle.
—Siempre hemos querido trabajar juntos. Respeto el hecho de que debes acabar el viaje que te han asignado. Pero luego… —Le posó las manos sobre los hombros, mirándola a los ojos y sacudiendo la cabeza con una sonrisa—. ¡Qué placer es saber que podemos comunicarnos! Te haré saber adonde voy, y nunca es difícil seguir a la Enterprise con todo el parloteo que hay entre las líneas espaciales.
—¿Has sabido siempre lo que yo estaba haciendo? —preguntó ella.
—No siempre, sino por referencias ocasionales. Una vez que te encontraste a bordo de la Enterprise, resultó fácil. Pero no quiero tenerte a años luz de distancia, Tasha. Quiero que estés a mi lado.
—Entonces, ¿por qué no aceptar la oferta de la Flota Estelar? Dare, después de haber admitido su error, es probable que el alto mando de la Flota Estelar te dé cualquier puesto que quieras. ¡Podrías servir aquí, a bordo de la Enterprise!
—Donde tú, gatita mía, eres jefa de seguridad. Te amo, Tasha, pero no estoy dispuesto a acatar tus órdenes.
—En especial cuando me superarías con mucho en rango —comentó ella—. Pero yo no puedo apartarme…
—¡Ni lo digas! Tasha, yo jamás sugeriría algo semejante; has trabajado durante demasiado tiempo y con demasiado ahínco para llegar donde estás. No, amor, la única forma en que tú y yo podemos trabajar juntos es como iguales y, reconócelo, eso no puede suceder dentro de la Flota Estelar. Únete a mí, y aprende lo que es no estar atado por ninguna regla excepto las de tu propia conciencia.
—Dare, no puedo…
—No lo digas —repitió él al tiempo que le ponía un dedo sobre los labios—. No hay ninguna necesidad de decidirlo hoy, Tasha. Créeme, entiendo lo importante que para ti es la Flota Estelar. Pero también creo que con el tiempo se te hará pequeña. Yo seguiré estando ahí, amor. Tú y yo somos supervivientes. —Él reemplazó el dedo por su labios y Yar se relajó en su abrazo.
Dare estaba en lo cierto. No tenía que decidirlo hoy…, en realidad no podía. Su actual misión aún tardaría mucho en acabar… y Dare comprendía que debía permanecer hasta el final de la misma. Pero ahora él era libre. Ambos volverían a verse, con toda la frecuencia que fuese posible.
Y un día, tal vez…