—Jodo, tío, jodo. Así que no te voy a devolver los veinte; te voy a obsequiar con dos millones, por haber sido tan amable de dejarme el dinero para jugar. ¡¡Somos millonarios!!

—¡Joder! ¿Hablas en serio? ¿Dos millones de euros? ¡Estás loco!

—Y tanto que hablo en serio, Román. Déjate ese trabajo que tienes, que nos vamos de viaje a las islas Maldivas, o a dar una vuelta al mundo, o vete tú a saber dónde acabamos.

—Ahora te veo, Saúl. Voy corriendo para allá. Esto hay que celebrarlo.

—Sí. Vamos a celebrarlo a lo grande, amigo. Estoy en mi casa, ven. ¡Corre!

Nos fuimos de viaje los dos. Era la primera vez que subía en avión. Cuando me senté en el asiento pensé: —Gracias, Adrael. Nada de esto habría sido posible sin ti—. Ahora estoy aquí en Indonesia, te conocí en Marruecos, resulta que eres de mi ciudad, te estoy contando la historia de mi nuevo yo y no hemos dejado de sonreír, desde que nos vimos por primera vez, hace dos meses. Bésame, Amanda; querida, bésame.