Escena VIII
ERNESTO y PEPITO.
Éste por el fondo, sin sombrero y profundamente agitado.
PEPITO ¡Vete al infierno!… ¡Entraré!
¡Ernesto!… ¡Ernesto!
ERNESTO ¿Qué pasa?
PEPITO Yo no sé cómo decirlo…
y es necesario…
ERNESTO Pues habla.
PEPITO ¡La cabeza me da vueltas!
¡Jesús! ¡Jesús! ¡Quién pensara!
ERNESTO Pronto y claro, ¿qué sucede?
PEPITO ¿Qué sucede? ¡Una desgracia!
¡Supo don Julián el duelo! (Muy rápido.)
Vino a buscarte, no estabas;
se fue a ver a tus padrinos,
y todos juntos a casa del Vizconde.
ERNESTO ¿De Nebreda?
Pero ¿cómo?
PEPITO ¡Vaya en gracia!
Como quiso don Julián
que era tromba que arrastraba
voluntades, conveniencias
todo, todo…
ERNESTO ¡Sigue, acaba!
PEPITO (Separándose de Ernesto y acercándose al fondo.)
Ya suben…
ERNESTO ¿Quiénes?
PEPITO Pues ellos…
Le traen en brazos… (Asomándose.)
ERNESTO ¡Me espanta
lo que dices!… ¡Sigue!… ¡Pronto!…
(Cogiéndole con violencia y trayéndole al primer término.)
PEPITO Le obligó a batirse; nada,
no hubo medio; y el Vizconde
dijo: «Pues los dos», y a casa:
¡a la tuya… Don Julián
sube: tu fámulo atranca
la puerta y jura que tú
con una señora estabas
y que no entra nadie, nadie.
ERNESTO ¿Y entonces?
PEPITO Don Julián baja
diciendo: «Mejor, a mí
por entero la jornada.»
Y él, Nebreda, los padrinos,
mi padre, y yo que llegaba,
arriba todos… ya sabes…
ERNESTO ¿Y se han batido?
PEPITO ¡Con rabia!,
¡con furor, como dos hombres
que van buscando con ansia
un corazón que aborrecen
tras la punta de una espada!
ERNESTO ¿Y don Julián?… ¡No! ¡Mentira!
PEPITO Ya están aquí.
ERNESTO ¡Calla!, ¡calla!
¡Di quién es!… ¡Y dilo bajo!
PEPITO Por acá.
(Se presentan en el fondo D. Julián, D. Severo y Rueda. Traen a D. Julián mal herido entre los dos. El orden, de izquierda a derecha, es Severo, Julián y Rueda.)
ERNESTO ¡Jesús me valga!