EL VESTUARIO
Entro en el vestuario a las seis y media de la tarde. Hora punta. Los trabajadores de fábrica entran y salen de las duchas. Rozando sus cuerpos. Busco un rincón para sentarme. A mi lado un señor de unos cincuenta años rebusca en su mochila. Saca toalla y champú. Me desnudo.
—El sobrino de Julio, ¿verdad?
—Sí
Me mira la entrepierna sin pudor.
—Noel
—Encantado, yo Lucas
—Un placer
Aprieta fuerte con las dos manos en el botón del pantalón. No puede. Sonríe. Coge aire. Desabrocha. La barriga se le desliza sobre el calzoncillo. Expira. Uno a uno va desabrochando los botones de la camisa. Despacio. Descubriendo el pelo negro abajo y blanco arriba de su pecho.
—No te he visto mucho por aquí —me dice
—Es que estoy todo el día fuera con Julio
—Me refiero por el vestuario
—Ah, porque llegamos cuando os habéis marchado
—No te estarán explotando
—No, es que a veces se nos hace tarde
—Ah
—¿Y usted qué hace?
—Tutéame por favor, que no soy tan mayor
—¿Estás en fábrica?
—Verifico el producto final, antes que salga la mercancía Se quita la camisa. Los hombros cubiertos de pelo. Se levanta. Cuelga los pantalones en la percha. Entre sus piernas un gran bulto que se acerca a mi cara. Cierro los ojos. Los abro. Me golpea en la frente con su barriga. Mi cabeza en la pared. Se gira. Se quita los calzoncillos. La raja del culo en mi nariz. Busca en los bolsillos del pantalón. Paso la mano por el banco hasta la toalla y el gel.
—Maldita sea —dice Noel
—¿Pasa algo?
—Las llaves del coche
Se gira y su pene en mis labios. Huelo. Huele bien. Huele a sauna. A calor corporal. A sudor genital. El pene crece hasta mi nariz. Tengo ganas de estornudar. Me contengo. Me vuelve a rozar. Tierno. Como barra de mortadela con olivas. Qué rica. Con aceite y pan.
—Ya está —dice bajando los brazos
—¿Las has encontrado?
—Sí, en el bolsillo de atrás
Entra en el pasillo de las duchas. Le sigo. Tropiezo con Ramón, el del torito. Me sonríe. Sonrío. Llego a las duchas. Están todas ocupadas.
—Venga, chicos —dice Noel—, que es para hoy
—Mira, Don Limpio —le contesta uno desde dentro
Veo la humanidad de Noel. Desnudo. Me dan ganas de gritar por un mundo más justo. Revolucionario. Sin tapujos. Donde la gente exprese lo que es. Abriéndose al mundo. Compartiendo con otros su forma de ser. Y volver luego dentro. Sin ego, ni orgullo. Sintiendo la vida como relación y flujo.
—Qué cabrones —le digo a Noel medio en broma
—Son buenos chicos
Entro con él. Deja caer la esponja y el gel en el suelo. Abre el grifo. En pocos segundos su cuerpo se empapa de agua. Espero. Se gira. Me mira. Aparta la cabeza y el agua me da en la cara. Se ríe. Sonrío con los ojos cerrados. El agua helada despierta mis músculos. El chorro se para. Abro los ojos. Me sigue mirando. Bajamos la vista. Esponja y gel. Me deja espacio. Me agacho. Subo escalando el pelo de sus piernas, pecho y brazos. Nos enjabonamos la cabeza. No llega a la espalda. Me lo pide su mirada. Se gira. Empiezo por la nuca. Bajo. La esponja va dejando una estela de pelo en su espalda. Froto con fuerza. Se relaja. Sigo bajando. Abre las piernas. Me da corte. Espera a que se me vaya la vergüenza. Paso la esponja hasta los genitales que le cuelgan. No he limpiado profundo. Vuelvo. Esta vez metiendo el dedo en la esponja. Frotando agujero. Hasta los huevos. Me arrodillo. Limpio muslos y gemelos. Se gira. Froto por debajo de su barriga, alrededor de su pene. Miro arriba. Me cae jabón en los ojos. Escuece. Noto el grosor de su pene en la cara. Froto los pies. Me enjuago. Deja de doler. Ahora la punta del glande en mis labios. El pelo de sus huevos en mi barbilla. Noel me pide el gel. Se lo paso. Echa en mi cabeza. Me devuelve la botella. Masajea mis sienes. Por detrás de las orejas. Subo la esponja por sus piernas. Mi cabeza se separa de su cuerpo por el crecimiento de su pene. Cierro la boca para que no entre. Cojo aire. Me entra agua en la nariz. Abro la boca para respirar. La polla hasta la garganta. Sale rápida entre mis dientes. Sin catarla. Froto alrededor del pene que se empalma hasta rozar mi frente. Cae jabón de mi pelo. Cierro los ojos de nuevo. El pene golpea mi nariz.
—Ya —me dice
Me levanto, froto rápido, enjuago. Cierra el grifo. Escurre su cuerpo. Pelo que lo cubre se endereza al perder peso de agua. Salimos de la ducha. Vestuario se ha quedado vacío. Nos sentamos en el banco.
—¿Qué haces ahora? —me pregunta
—Nada, ¿por?
—Voy a un concierto
—¿Quién toca?
—Un cuarteto de cuerda en el Teatro Principal
—Es que me esperan para cenar
—Otro día
—Cuando quieras
—El jueves que viene actúa la Ensemble Orquesta, música de Bach Salimos del vestuario. Nos despedimos hasta el día siguiente. Apunto en mi agenda mental: Concierto para el jueves en el Principal.