LA BATERÍA

Aparcamos las motos. Matías sube la persiana de la cochera.

—¿Qué te parece, Lucas?

—Está hecha una mierda

—¿Por cien euros qué quieres?

—Toca un poco

—¡Tupa tupa tupa tupa tum!

—¿No molesta a los vecinos?

—¡Tupa tupa que se jodan tupa tum!

—¡Espera, que bajo la persiana!

—¡No!

—¿Qué pasa?

—La llave, que está por fuera

—No jodas

—Ya te digo

—¿A ver?

—No, ni de coña vas a abrir

—¿Y qué hacemos?

—No sé, Lucas

—¿Hay otra puerta?

—¿Tú ves alguna?

—Como no nos oigan desde fuera

—¿Hay alguien? —Golpeando la puerta

—¿Oiga?

—Mierda, ¿has candado la moto?

—No

—Yo tampoco

—No pasa nada, hombre

—La FDS me la robaron en esta calle

—No jodas

—¿Hay alguien? ¡Nos oyen!

—¿Oiga?

—Nada

—Alguien pasará, Matías

—Sí, para descojonarse

—De nosotros

—Lucas, ya está bien de coñas

—Perdona

—¿Oiga? ¡Nos oyen!

—Mierda

—¿Tienes móvil?

—No

—¿Y un cigarro?

—Sí

—Nos callamos a ver si pasa alguien

—Vale, pero

—Silencio, coño

—¿Lucas, oyes algo? —susurrando

—No

—Yo tampoco

—Joder, lo siento

—¿Te gusta la batería?

—Está chula

—Antes te ha parecido una mierda

—A primera vista sí

—No suena mal

—Qué va

—¿Te la quedas?

—Cuando ahorre

—Ya me pagarás

—¿Y qué le digo a mi madre cuando la vea en la habitación?

—Dile que es un mueble

—Hasta que no consiga un local de ensayo ni de coña

—Como quieras

—Pero tú no la vendas

—No, hombre

—¿No la utilizas?

—Me he cansado

—¿Sí?

—Es que si no aprendes un poco, siempre acabas tocando los mismos ritmos y al final te agobias

—¿Dónde puedo estudiar?

—En Taller Tres, delante de la Queca

—¿Es caro?

—Veinte euros la hora

—Joder

—Pero sólo vas una vez por semana, el resto te lo curras en casa

—Ya

—Y no hace falta que practiques con la batería, te compras un pad de esos y vas haciendo ejercicios con las baquetas para soltar muñeca

—Ya veré

—¿Oyes a alguien?

—No

—¿Un porrete?

—Venga

—Pues, me van a operar de fimosis

—¿Síi?

—Sí

—¿Cuándo?

—La semana que viene

—Joder

—Trescientos euros que vale

—¿No entra en la Seguridad Social?

—Sí

—¿Y?

—Es que ya he ido a un privado

—No te hará falta la pasta de la batería para operarte

—Qué va, me la pagan mis padres

—Ah

—Es que me da palo ir al Hospital General con tanta gente

—Claro

—El lunes fui a la consulta… toma

—Gracias

—… y me miró el médico

—Es una operación sencilla, ¿no?

—Sí

—Por lo menos

—Pues eso, me bajé los pantalones y me tumbó en una camilla…

—¿Sí?

—… y me descapulló

—¿Te dolió?

—No mucho, fue la impresión de verme el glande fuera

—¿Nunca te ha salido?

—No

—Pero, la tienes bien, ¿no?

—Sí, sólo que me van a poner cien puntos de sutura

—Joder, menudo pollón

—Ja, ja, ja, ja, no, es que

—Ja, ja, ja, qué

—Ja, ja, es que así, ja, ja, no queda tanta marca

—Ja, ja, la marca el pato, ja, ja

—No te rías, capullo, ja, ja

—Ja, ja, es que no puedo parar

—¡Vale ya!

—Ya, ya está, es el porro

—¿Y tú, Lucas?, ¿descapullas bien?

—Síi

—¿Sí o no?

—Bueno, no del todo

—Pues ya te llevaré

—No sé, es que

—Calla, que pasa alguien

—¿Oiga? ¿Nos oye?

—Os oigo, ¿estáis ahí dentro?

—Por favor, ¿sería tan amable de abrir la puerta que nos hemos quedado encerrados?

—La llave está aquí afuera

—Por eso

—¿A ver?

—Ay, gracias —le dice Matías

—De nada, joder, qué peste a porro

—¿Quieres un poco?

—Sí

—Hasta luego

—Adiós

—Menos mal que están las motos, Lucas

—Sí

—¿Otra cerveza?

—Me voy a casa

—Nos vemos entonces

—¿No vienes mañana a meca?

—Te recuerdo que la tengo aprobada

—Ay, sí, qué cabrón

—Ale, que te den