A BARRER
Aparco la moto delante de la fábrica. Entro en la oficina y saludo a Rafa. Julio me llama.
—¿Qué quieres?
—Te busca el encargado Entro en el almacén.
—Fernando
—Sí, ven, ¿cómo estás?
—Bien
—Mira, si alguna tarde no hay mucha faena…
—¿Sí?
—… quiero que recojas todos los cartones y plásticos que veas por el suelo…
—Sí
—… y los tires en aquellos contenedores
—De acuerdo
—El amarillo para el plástico y el azul para el cartón
—Vale
—Después coges la escoba, ¿dónde está la escoba?
—Allí
—Ah, sí, y barres un poco el almacén. Si ves que se levanta mucho polvo, echas agua
—Vale
—¿Quién ha dejado esto aquí?
—No sé
—Ayúdame
Dejamos la caja en una estantería.
—Ven
—Sí
Llegamos a la sala de montaje.
—Aquí lo mismo que en el almacén. Coges la escoba y barres el suelo. Allí tienes papeleras
—Sí
—Cuando acabes, recoges las bolsas de basura y las tiras en los contenedores de la calle
—Vale
—En este armario tienes más bolsas para reponer
—Está bien
—¿Vamos?
—Sí
—Y por último, barres la entrada
—¿La oficina también?
—No hace falta, viene una chica a limpiarla los jueves
—Vale
—Bueno, pues a la marcha
El encargado entra en la oficina con Julio y Rafa. Yo para el almacén. Escoba y recogedor en mano y a barrer. No me aclaro. Cambio de manos. Tampoco. Dejo el recogedor apoyado en la pared y barro. El suelo está lleno de pequeños trozos de cartón y plástico. Dejo la escoba junto al recogedor y utilizo las manos. Voy más rápido. En diez minutos de reloj he terminado. Ahora sí barro. Levanto polvo. Fernando me había avisado. Busco agua. Me cruzo con el señor que conduce el torito y nos saludamos. Hombre gordo. Sudado. Recorro los pasillos del almacén en busca de agua. Vuelvo. Una vez más. Me lo conozco de memoria, la verdad es que no es tan complicado. Pero no he dado con el agua. El último pasillo tiene forma de «ele», y también hay material almacenado. Joder, si por ahí no he mirado. Me acerco. Rápido. Cruzo la esquina y casi me como una pala del torito.
—¡Cuidado! —me dice el conductor
—Lo siento
—¿Dónde vas tan rápido?
—Busco un cubo de agua para echar en el suelo que barriendo levanto mucho polvo
—Yo sí que te voy a dar polvo
—Perdone, iré con más cuidado
—Pues
—Ay, sí, me aparto
—Gracias
—Oiga
—¿Sí?
—¿Dónde hay cubos?
—Delante de ti
La pequeña «ele» del almacén sirve también como cuarto de limpieza. Me lo podía haber dicho Fernando. Cubo, grifo, agua. La vierto con las manos. Como el pienso a las gallinas. Como el recuerdo que tengo de mi abuela mojando la terraza en verano bajo el sol. Y yo sentado en una hamaca fumando un cigarrillo y los ojos semicerrados levitando. Y mi hermana vaciando el cubo de agua encima de su hermano. Vuelve a pasar el torito por mi lado. Humedezco el suelo y mis zapatillas. Dejo el cubo en la estantería y barro un pasillo. Luego otro. Así hasta acabar con todo el almacén. Cierro las bolsas de basura. Me siento a descansar un poco. Miro al señor del torito maniobrar. Subiendo y bajando cajas de la estantería está. Enciendo un cigarrillo. No me han dicho si aquí se puede fumar. No hay cartelitos. Echo el humo por debajo de unas cajas apiladas sobre mi cabeza y escondo la llama del cigarrillo entre mis pies. El torito se desliza sobre una pequeña nube de polvo que olvidé limpiar. Las cajas suben y bajan. Las palas del torito se introducen hasta el alma del palé. Fumo cigarrillo. Se acerca el torito y lo apago con el pie disimulando.
—¿Has terminado de barrer?
—Sí
—Pues
—¿Es difícil manejarlo?
—Sube. ¿Te llamabas?
—Lucas
—Lucas, yo Ramón
—Espere, que no sé cómo
—Apoya el pie aquí
—Ay
—Tranquilo
Me siento en su regazo. Su barriga blandita cojín en mi espalda. Arranca. Empiezo a temblar como un flan.
—Con este pedal lo haces casi todo
—¿Éste?
—Si aprietas se pone en marcha, si lo sueltas para
—¿A ver?
—Espera
—¿Le doy ya?
—Ya puedes
Aprieto. Mi cuerpo se va hacia atrás. Ramón me agarra de la cintura para que no caiga. Suelto el pedal. El torito frena bruscamente.
—Con cuidado
—Perdona
—Otra vez
—Es que
—Sin miedo
—Vale
Aprieto de nuevo. Las manos en el volante. Nos paseamos circularmente por la zona despejada del almacén.
—Muy bien
—No es difícil
—Ahora sube las palas
—¿Cómo?
—Con esta palanca
—¿Pero freno?
—No hace falta
—Cuántas cosas a la vez
—Sube
—¿Así?
—Ahora baja
—¿Con esto?
—Hacia atrás
—¿Bien?
—Vamos a coger ese palé
—Espera, espera
—Qué
—Primero
—Cuidado, cuidado
—Perdón
—Acércate
—¿Ya?
—Mete las palas
—¿Cómo?
—Échate hacia delante
—¿Así?
—No, tú no, la máquina
—Ah, sí
—Muy bien
—¿Freno?
—Más adentro
—¿Ya?
—Un poco más
—¿Vale?
—Ahora sube
—¿Así?
—Estás bajando
—Perdón
—Así, para
—¿Ahora qué hago?
—Colócala en esa estantería
—A ver si rompo algo
—Tranquilo
—¿Va bien?
—Sí
—¿Peso mucho?
—No
—A ver, que me coloco bien
—Ya está a la altura
—Me he pasado un poco, ¿no?
—Luego bajas
—Vale
—Cuidado, cuidado
—Sí
—Así, bien
—¡Ay!
—Espera
Su mano grande sobre la mía. Yo apretando la bola de la palanca. Miro arriba y le doy con la cabeza en su barbilla. Me giro y le pido disculpas. Me dice que no es nada. Debe pensar que soy un patoso. Tampoco le he dado tan fuerte. Sube olor de su pecho. Sudor. Yo también debo oler lo mío. Se me queda enganchado el cuello de mirar atrás. Sólo puedo ver en vertical. Se lo hago saber. Me da un pequeño masaje en el cuello. Lo agradezco con una sonrisa. Le digo que ya está. Me dice que todavía no me mueva a ver si me lesiono de verdad. Arriba, su cara redonda y barba de tres o cuatro días. Quizá una semana. Abajo, su pecho descubierto y las tetas clavadas en mi espalda. En medio, el pelo que lo cubre todo. Le digo que ya estoy mejor. Meto el palé hasta dentro y lo dejo caer en la estantería. Saco las palas. Tiro atrás y freno en seco. Ramón abre las piernas y desciendo. Le digo que lo siento. Me dice que tenga cuidado cuando vaya para atrás. Le digo que lo tendré y que por hoy ya está bien. Me dice que mañana más. Le digo que hoy es viernes y mañana no se trabaja. Me dice que ya lo sabe. No sé reaccionar. Bajo del torito y nos despedimos. Cojo las bolsas de basura y salgo del almacén. En el pasillo me meto la mano por detrás del pantalón y saco los calzoncillos del culo. Dejo la basura en la puerta de la sala de montaje. Entro. Se oye mucho menos ruido de lo habitual. Los compañeros limpian sus máquinas. Recojo en silencio.
—Hola —me dice uno de ellos
—Lucas, para servirle
—Ya te ha pillado por banda el encargado. Yo Claudio, encantado
—Igualmente. Sí, no había salidas
—¿Y qué tal?
—Pues, limpiando
—Ya veo
—¿Para qué es?
—¿La máquina?
—Sí
—Embala cajas
Sigo barriendo. Vacío el recogedor en la papelera. Se me resiste un plástico pegado en el suelo. Me arrodillo. No salta el condenado.
—No nos pagan por arrastrarnos
—Claudio
—Es que no puedo
—Déjalo ahí, seguro que lleva mucho tiempo
—Ya está
—¡Mierda!
—¿Qué pasa?
—Se me ha conectado la máquina y casi me arranca un brazo
—Joder, qué peligrosa
—Era broma
—Ah
—Eres el sobrino de Julio, ¿no?
—Sí
—¿Qué edad tienes?
—Diecisiete
—Tu primer trabajo
—Sí
—Puta máquina
—¿Qué le pasa ahora?
—Nada, que se engancha
—¿Qué es eso de arriba?
—Ahí va el rollo de film
—Como las películas
—Algo parecido
—¿A ver?
—¿Lo ves?
—Joder, qué grande, debe pesar
—Lo sube Ramón, con el torito
—¿Dura mucho?
—Una semana, depende de la faena, claro, ahora en julio cuatro días lo más
—¿Y esos pedales?
—Éste para que corran los rodillos y llegue hasta aquí la caja, ¿ves?
—Sí
—Este otro para embalar
—Pero el plástico lo acercas tú
—No, va solo, ahora es que no tengo cajas para enseñártelo
—Da igual
—Y el botón para encenderla y apagarla
—Fácil mecanismo
—Cuando va bien
—¿Suele fallar?
—No, bueno, en función de lo que la cuides, como todo
—Ya
—Lo malo es que vibra
—¿Sí?
—Siéntate aquí
—No noto nada
—Ponla en marcha
—¿Este botón?
—Sí
—¿Le doy?
—Claro
—Joooder, es veerdad
—Ja, ja
—¿Laa paro?
—Sí
—¿Estás todo el día así?
—Ocho horas
—¿Y no te da algo?
—Es que conmigo no vibra tanto, como peso más
—¿A ver?
Se sienta. Pulsa el botón. Es verdad. Sólo tiembla la barriga en sus piernas y las tetas rozando su camisa.
—Ven —me dice Claudio
—¿Dónde?
—Acércate
—Sí
—¿Ves la cinta ahí arriba?
—Sí
—Ahora está preparada para embalar
—Ya
—Dame la mano
—Toma
—¿Notas la vibración?
—No mucho
—¿Y en mi barriga?
—Un poco más
—Se me mueven las tetas
—Sí
—Mira —abriéndose la camisa
—Qué gracia
—Así todo el día
—Sí que tienes pelo
—Desde los dieciocho que no para de crecer
—¿Cuántos tienes?
—Cuarenta y seis, echa la cuenta
—Veintiocho
—Exacto
—¿Siempre has trabajado aquí?
—No, la empresa sólo lleva diez años abierta, quiero decir, que empecé con la empresa pero antes era tornero
—¿De qué?
—Alfarero, mejor dicho
—Escultor
—Bueno, si lo quieres llamar así
—¿Qué hacías?
—Vasijas, jarrones, botijos
—Qué casualidad
—¿Por?
—Mi padre los colecciona
—Pues ahora ya no me queda ninguno
—¿Dónde trabajabas?
—En un puesto de carretera
—De esos que se ven cuando
—Sí
—¿Vendías muchos?
—Más de lo que puede parecer, sobre todo a extranjeros
—A mí siempre me ha dado la impresión que se van quedando en stock, y crecen y se multiplican
—Por eso cerré
—¿No tenías espacio?
—No, te lo decía porque hice tantos que al final me harté
—¿Y qué hiciste con las piezas?
—Unas las regalé, otras las tiré, ya no me acuerdo
—Qué pena
—Cuando lo pienso también me da lástima, pero estaba hasta
—¿Apago la máquina?
—Ah, sí, que se te va a quedar la mano con la forma de mi barriga
—Sí
—Como un botijo
—Más blandito
—Mira —abriéndose la camisa
—Cuánto pelo
—No, mira ahí
—¿Qué es?
—Una hernia
—¿Te duele?
—Cuando como mucho sí
—¿Estás a régimen?
—Debería
—¿Y no te operas?
—Me da miedo
—¿Por?
—Te duermen y luego no sabes si vas a despertar
—No debe ser muy complicado
—Toca
—Está duro
—Toca aquí
—Aquí blandito
—Y la teta
—Blandita también
—Podría hacerme una mamografía
—Es muy grande
—La otra también
—Sí
—Grandes y blandas, es que están sanas
—¿Por?
—Que no tengo tumores ni nada raro
—En los hombres es más difícil, ¿no?
—No lo sé
—Lo preguntaré
—¿A quién?
—Lo miraré en mi enciclopedia
—Ya me dirás
—En esta parte del pecho no tienes pelo
—Es por el paquete
—¿Cómo?
—Que llevo siempre el paquete de tabaco en el bolsillo de la camisa y del roce se caen
—No queda mal
—Vuelven a crecer
—Claro
—En esta parte tengo más
—Ya veo
—Y en la espalda
—¿También?
—Mira
—Joder, tienes más que por delante
—Y por todo el cuerpo
—No te desnudes
—No iba a hacerlo
—Ya
—Aquí, quería decir
—¿Y dónde sí?
—En las duchas
—¿Cuándo?
—El lunes
—¿A qué hora?
—A las seis y media, cuando acabe
—Es que tengo repaso de meca
—¿De qué?
—Mecanografía
—Pues el martes
—Sí, algún día
—Cuando tú quieras
—Ya te diré
—¿A qué hora acabas hoy?
—Me falta barrer esta sala y la entrada
—Ah, pues yo termino en diez minutos
—Es lo que tardo yo
—¿Y tú te duchas?
—También
—Entonces nos vemos
—Desnudos
—¿Te importa?
—A mí no