MECANOGRAFÍA

asdfg ñlkjh asdfg ñlkjh asdfg ñlkjh asdfg ñlkjh asdfg ñlkjh asdfg asdfg ñlkjh asdfg ñlkjh asdfg ñlkjh asdfg ñlkjh

—Cuatro minutos —la profesora Doña Mercedes—. ¿Preparados? Silencio por favor. ¡Ya!

La historia que voy a contaros tiene más de cuatrocientos años, aunque el protagonista, Cara de Teja, un chaval de doce años, podría estar jugando muy cerca de aquí. El mote «Cara de Teja» se lo puso su madre. Y no lo hizo con maldad, sino por casualidad. Un precioso día de primavera, Cara de Teja —aún no le llamaban así pero para que me entiendan—, subió al tejado de su casa detrás de un pájaro blanco que se había escapado de la jaula que tenía junto a la ventana. Al ir a cogerlo, se resbaló con una teja y los dos cayeron al infinito de la calle adoquinada. Cuando la madre se acercó, su hijo yacía en el suelo con el pájaro agarrado en la mano. El pobre animal no sobrevivió a la presión con la que los dedos del chaval pinzaron su estómago. El chaval no se movía. La madre, paralizada, no se atrevía a levantar la teja que cubría su cara. Le horrorizaba pensar en el fin de su corta vida.

—¡Tiempo! ¡Tiempo!

—Doña Mercedes pulsando con fuerza el botón de su cronómetro

Le aterraba comprobar

—¡He dicho tiempo!

—¿Qué tal? —me pregunta Matías

—Mal

—¿Hasta dónde has llegado?

—Hasta aquí

—¿Sólo?

—Es que me pongo nervioso y miro el teclado

—Yo es que hago un montón de faltas…

—Y yo

—… y me resta un mazo

—Pero haces muchas pulsaciones

—Las justas

—A mí se me queda para septiembre

—Por una asignatura te vas a joder el verano

—Ya te digo

—Habla con Don Vicente

—Paso, si no llegas a doscientas cincuenta no te aprueba ni de coña

—Pero estarás cerca

—Doscientas veintipico

—¿Y?

—Ya veré lo que hago

—Que tengas suerte

—Gracias

—¿Una partida abajo?

—Vale

—Dispara, Lucas, que nos matan

—Hostia, hostia

—Uf, qué potra

—Cuidado

—Ya la veo, ya

—Hija de puta cabrona

—Es nuestra

—Ay, ay, mierda

—Echa otra moneda

—No me quedan, Matías

—Mete la mano en mi bolsillo

—¿Éste?

—En el otro

—Tienes las llaves

—Mete más

—Toco algo

—Venga, que en esta pantalla solo me pulen

—Ya voy

—Va

—Que ya voy, coño

—Joder, qué poco duras

—Es que no juego tanto como tú

—Que no sabes y punto

—Dispara, dispara

—Mierda

—Mira el sabelotodo

—¿Y tú qué?, ¿has llegado aquí alguna vez?

—Hostia, hostia

—Qué suerte tienes

—Uf

—No te lo crees ni tú

—Ay, mierda

—¿Una cerveza?

—¿Todo el verano?

—Hasta septiembre, empiezo el miércoles que viene

—¿Con lo del aire?

—Sí, ¿y tú?

—No sé, mis padres se van al apartamento de Benicássim, igual me largo con ellos que me quedo con mi hermano en el piso

—Te vas a morir de calor en el piso

—Te llamaré para que me instales el aire

—Tus ganas

—A currar

—Cabrón, no pegas palo al agua

—Sí, pero he aprobado todo

—Eso sí

—Vamos a ver la batería