Lecturas complementarias
La selección de referencias que a continuación se indica va dirigida a los lectores interesados en profundizar más en algunos aspectos concretos. En lugar de dedicar espacio a extensas bibliografías, he preferido citar publicaciones recientes que ofrezcan listados completos de literatura anterior. Además, cito algunos libros y artículos esenciales. El titulo de una revista (en cursiva) va seguido del numero de volumen, al que tras dos puntos siguen los números de la primera y ultima pagina del mismo y a continuación, entre paréntesis, el año de publicación.
PROLOGO
Entre los influyentes estudios comparativos sobre el derrumbamiento de sociedades de todo el mundo que en el pasado estuvieron muy avanzadas se encuentran el de Joseph Tainter, The Collapse of Complex Societies (Cambridge, Cambridge University Press, 1988), y el de Norman Yoffee y George Cowgill, eds., The Collapse of Ancient States and Civilizations (Tucson, University of Arizona Press, 1988). Hay algunos libros que se centran de manera especifica en el impacto ambiental de las sociedades del pasado, o en el papel que desempeñaron dichos impactos en la desaparición de la sociedad: se trata del de Clive Ponting, A Green History of the World: the Environment and the Collapse of Great Civilizations (Nueva York, Penguin, 1991) (hay trad, cast.: Historia verde del mundo, traducción de Fernando Ingles Bonilla, Paidos Ibérica, Barcelona, 1992); el de Charles Redman, Human Impact on Ancient Environments (Tucson, University of Arizona Press, 1999); el de D. M. Kammen, K. R. Smith, K. T. Rambo y M. A. K. Khalil, eds., Preindustrial Human Environmental Impacts: Are There Lessons for Global Change Science and Policy? (numero de la revista Chemosphere, volumen 29, 5, septiembre de 1994); y el de Charles Redman, Steven James, Paul Fish y J. Daniel Rogers, eds., Tlie Archaeology of Global Change: The Impact of Humans on Their Environment (Washington D. C, Smithsonian Books, 2004). En el ámbito de los estudios comparativos de diversas sociedades del pasado hay algunos libros que analizan el papel desempeñado por el cambio climático; tres de ellos son obra de Brian Fagan: Floods, Famines, and Emperors: El Nino and the Fate of Civilizations (Nueva York, Basic Books, 1999); The Little Ice Age (Nueva York, Basic Books, 2001); y The Long Summer: How Climate Changed Civlization (Nueva York, Basic Books, 2004).
Otros dos estudios comparativos sobre las relaciones entre el auge y la decadencia de los estados son el de Peter Turchin, Historical Dynamics: Why States Rise and Fall (Princeton, N. J., Princeton University Press, 2003), y el de Jack Goldstone, Revolution and Rebellion in the Early Modern World (Berkeley, University of California Press, 1991).
Capítulo 1
Existen algunos manuales de historia del estado de Montana; son los de K. Ross Toole, Montana: An Uncommon Land (Norman, University of Oklahoma Press, 1959) y 20th-century Montana: A State of Extremes (Norman, University of Oklahoma Press, 1972); y el de Michael Malone, Richard Roeder y William Lang, Montana: A History of Two Centuries, edición revisada (Seattle, University of Washington Press, 1991). Russ Lawrence elaboro una obra ilustrada sobre el valle de Bitterroot, Montana's Bitterroot Valley (Stevensville, Montana, Stneydale Press, 1991). Bertha Francis ofrece en The Land of Big Snows (Butte, Montana, Caxton Primes, 1955) un relato de la historia de la cuenca de Big Hole. Thomas Power y Richard Barret analizan en Post-Cowboy Economics: Pay and Prosperity in the New American West (Washington D. C, Island Press, 2001) los problemas económicos de Montana y del oeste montañoso de Estados Unidos. Hay dos libros dedicados a la historia y el impacto de la minería en Montana; el de David Stiller, Wounding the West: Montana, Mining, and the Environment (Lincoln, University of Nebraska Press, 2000) y el de Michael Malone, The Battle for Butte: Mining and Politics on the Northern Frontier, 1864-1906 (Helena, Montana, Montana Historical Society Press, 1981). Entre los libros de Stephen Pine sobre los incendios forestales se encuentran Fire in America: A Cultural History of Wildland and Rural Fire (Princeton, N. J., Princeton University Press, 1982) y Year of the Fires: the Story of the Great Fires of 1910 (Nueva York, Viking Penguin, 2001). Existe un estudio sobre los incendios que se centra en el oeste de Estados Unidos y es obra de dos autores, uno de ellos vecino del valle de Bitterroot: es el de Stephen Arno y Steven Allison-Bunnell, Flames in our Forests: Disaster or Renewal? (Washington D. C, Island Press, 2002). El articulo de Harsh Bais et al, “Allelopathy and exotic plant invasion: from molecules and genes to species interactions)) [Science, 301:1377-1380 (2003)] muestra que uno de los mecanismos mediante los cuales la centaura maculosa desplaza a las plantas autóctonas es la secreción de una toxina de sus raíces a la que la propia hierba es inmune. Lynn Jacobs analiza el impacto de las labores agrícolas en el oeste de Estados Unidos en general, incluida Montana, en Waste of the West: Public Lands Ranchig (Tucson, Lynn Jacobs, 1991).
Puede obtenerse información actualizada sobre algunos de los problemas que expongo en este Capítulo en las paginas web y direcciones de correo electrónico de organizaciones dedicadas a estos problemas. Algunas de estas organizaciones y sus direcciones electrónicas son las siguientes: Bitterroot Land Trust (www.BitterRootLandTrust.org), Bitterroot Valley Chamber of Commerce (www.bvchamber.com), Bitterroot Water Forum (brwaterforum@bitterroot.mt), Friends of the Bitterroot (www.FriendsoftheBitterroot.org), Montana Weed Control Association (www.mtweed.org), Plum Creek Timber (www.plumcreek.com), Trout Unlimited's Missoula Office (montrout@montana.com), y Whirling Disease Foundation (www.whirhngdisease.org), Sonoran Institute (www.sonoran.org/programs/si_se), Center for the Rocky Mountain West (www.crmw.org/read), Montana Department of Labor and Industry (http://rad.dli.state.mt.us/pubs/profile.asp) y Northwest Income Indicators Project (http://niip.wsn.edu/).
Capítulo 2
El lector no especializado que busque obtener una panorámica general de la isla de Pascua debería comenzar con tres libros: el de John Flenley y Paul Bahn, The Enigmas of Easter Island (Nueva York, Oxford University Press, 2003), que actualiza otra obra anterior de los propios Paul Bahn y John Flenley, Easter Island, Earth Island (Londres, Thames and Hudson, 1992); y los de Jo Anne van Tilburg, Easter Island: Archaeohgy, Ecology and Culture (Washington D. C, Smithsonian Institution Press, 1994) y Among Stone Giants (Nueva York, Scribner, 2003). El libro mencionado en ultimo lugar es una biografía de Katherine Routledge, una destacada arqueóloga inglesa cuya vida fue tan variada como una novela fantástica: entre los años 1914 y 1915 realizó una visita a la isla que le permitió entrevistar a isleños que recordaban personalmente las ultimas ceremonias del culto orongo.
Hay otros dos libros recientes sobre este tema. Uno es la breve panorámica ilustrada de Catherine y Michel Orliac, The Silent Gods: Mysteries of Easter Island (Londres, Thames and Hudson, 1995); y el otro es una obra de John Loret y John Tancredi, eds., Easter Island: Scientific Exploration into the World's Environmental Problems in Microcosm (Nueva York, Kluwer/Plenum, 2003), y esta compuesto por trece Capítulos dedicados a los resultados obtenidos en expediciones recientes. Todo aquel que llegue a interesarse en profundidad por la isla de Pascua querrá leer dos libros clásicos anteriores: el relato de la propia Katherine Routledge, The Mystery of Easter Island (Londres, Sifton Praed, 1919, reimpreso por Adventure Unlimited Press, Kempton, Illinois, 1998), y el de Alfred Metraux, Ethnology of Easter Island (Honolulu, Bishop Museum Bulletin, 160, 1940, reimpreso en 1971). El libro de Erick Kjellgren, ed., Splendid Isolation: Art of Easter Island (Nueva York, Metropolitan Museum of Art, 2001) reúne docenas de fotos, muchas de ellas en color, de petroglifos, cartones de escritura rongorongo, moats kavakava, imágenes de ornamentos y tocados de pluma roja que pueden haber inspirado los pukao de piedra roja.
Entre las contribuciones de Jo Anne van Tilburg se encuentran las siguientes: Jo Anne van Tilburg, «Easter Island (Rapa Nui) archaeology since 1955: some thoughts on progress, problems and potential», pp. 555-577 de J. M. Davidson et al., eds., Oceanic Culture History: Essays in Honour of Roger Green (New Zealand Journal of Archaeology Special Publication, 1996); Jo Anne van Tilburg y Cristian Arevalo Pakarati, «The Rapanui carvers perspective: notes and observations on the experimental replication of monolithic sculpture (moai)», pp. 280-290 de A. Herle et al., eds., Pacific Art: Persistence, Change and Meaning (Bathurst, Crawford House, 2002); y Jo Anne van Tilburg y Ted Ralston, (Megaliths and mariners: experimental archaeology on Easter Island (Rapa Nui)”, en K. L. Johnson, ed., Onward and Upward! Papers in Honor of Clement W. Meighan (University Press of America, en prensa). Los dos últimos artículos describen los estudios experimentales dirigidos a averiguar cuantas personas eran necesarias para tallar y transportar las estatuas y cuanto tiempo habrían tardado en hacerlo.
Hay muchos libros muy buenos y asequibles para el lector no especializado que describen la colonización de Polinesia o del Pacifico en su conjunto. Entre ellos se encuentran los de Patrick Kirch, On the Road of the Winds: An Archaeological History of the Pacific Islands Before European Contact (Berkeley, University of California Press, 2000), The Lapita Peoples: Ancestors of the Oceanic World (Oxford, Blackwell, 1997), y The Evolution of the Polynesian Chiefdoms (Cambridge, Cambridge University Press, 1984); el de Peter Bellwood, The Polynesians: Prehistory of an Island People, edición revisada (Londres, Thames and Hudson, 1987); y el de Geoffrey Irwin, The Prehistoric Exploration and Colonisation of the Pacific (Cambridge, Cambridge University Press, 1992). La obra de David Lewis, We, the Navigators (Honolulu, University Press of Hawaii, 1972) constituye una excepcional descripción de las técnicas de navegación tradicionales del Pacifico, obra de un marinero actual que estudio esas técnicas embarcándose en largos viajes con navegantes que todavía vivían y empleaban técnicas tradicionales. El de Patrick Kirch y Terry Hunt, eds., Historical Ecology in the Pacific Islands: Prehistoric Environmental and Landscape Change (New Haven, Connecticut, Yale University Press, 1997) esta formado por artículos sobre el impacto medioambiental del ser humano en otras islas del Pacifico que no son la de Pascua.
Hay dos libros de Thor Heyerdahl que despertaron mi interés y el de muchas otras personas por la isla de Pascua. Se trata de The Kon-Tiki Expedition (Londres, Allen & Unwin, 1950) (hay trad, cast.: La expedidon de la «Kon Tiki», traducción de Armando Revoredo, Juventud, Barcelona, 2002) y Aku-Aku: the Secret of Easter Island (Londres, Allen & Unwin, 1958) (hay trad, cast.: Aku Aku: El secreto de la isla de Pascua, traducción de Antonio Ribera, Juventud, Barcelona, 1994). Las excavaciones que realizaron los arqueólogos a los que Heyerdahl llevo a la isla de Pascua arrojan una interpretación bastante distinta, tal como se describe en Thor Heyerdahl y E. Ferdon, hijo, eds., Reports of the Norwegian Archaeological Expedition to Easter Island and the East Pacific, vol. 1: The Archaeology of Easter Island (Londres, Allen & Unwin, 1961). Los libros de Steven Fischer, Glyph Breaker (Nueva York, Copernicus, 1997) y Rongorongo: The Easter Island Script (Oxford, Oxford University Press, 1997) describen la labor que llevo a cabo el autor para descifrar la escritura rongorongo. El libro de Andrew Sharp, ed., The Journal of Jacob Roggeveen (Londres, Oxford University Press, 1970) reproduce entre las páginas 89 y 106 la primera descripción que realizó de la isla de Pascua un testigo ocular europeo.
En la obra de Claudio Cristino, Patricia Vargas y R. Izaurieta, Atlas arqueológico de Isla de Pascua (Santiago, Universidad de Chile, 1981) se incluye una somera cartografía arqueológica de la isla de Pascua. De vez en cuando se publican artículos detallados sobre aspectos muy concretos de la isla de Pascua en el Rapa Nui Journal de la Fundación Isla de Pascua, que también publica conferencias aisladas sobre la isla. Algunas recopilaciones de artículos importantes son las de Claudio Cristino, Patricia Vargas et al., eds., First International Congress, Easter Island and East Polynesia, vol. 1 Archaeology (Santiago, Universidad de Chile, 1988); y la de Christopher Stevenson y William Ayres, eds., Easter Island Archaeology: Research on Early Rapanui Culture (Los Osos, California, Easter Island Foundation, 2000). Puede encontrarse un resumen de la historia de los contactos culturales en Claudio Cristino et al., Isla de Pascua: Procesos, alcances y efectos de la aculturación (Isla de Pascua, Universidad de Chile, 1984).
David Steadman refiere en tres artículos el proceso llevado a cabo para identificar los huesos de aves y demás restos excavados en la playa de Anakena: en «Extinctions of birds in Eastern Polynesia: a review of the record, and comparisons with other Pacific Island groups» [Journal of Archaeological Science, 16:177-205 (1989)] y en «Stratigraphy, chronology, and cultural context of an early faunal assemblage from Easter Island» [Asian Perspectives, 33:79-96 (1994)], ambos en colaboración con Patricia Vargas y Claudio Cristino, axial como también en «Prehistoric extinctions of Pacific Island birds: biodiversity meets zooarchaeology» [Science, 267:1123-1131 (1995)]. En «Easter Island subsistence» [Journal de la Societe des Oceanistes, 80:103-124 (1985)], William Ayres ofrece más evidencias arqueológicas de los alimentos que se consumían en la isla. Para conocer una respuesta al misterio de la palmera de la isla de Pascua y otras interpretaciones del polen de los depósitos de sedimentos, véanse J. R. Flenley y Sarah King, «Late Quaternary pollen records from Easter Island» [Nature, 307:47-50 (1984)], J. Dransfield et al, «A recently extinct palm from Easter Island» [Nature, 312:750-752 (1984)] y J. R. Flenley et al., «The Late Quaternary vegetational and climatic history of Easter Island» [Journal of Quaternary Science, 6:85-115 (1991)]. De la labor de identificación que llevó a cabo Catherine Orliac se da cuenta en un articulo del volumen arriba mencionado editado por Stevenson y Ayres, así como también en «Donees nouvelles sur la composition de la flore de l'lle de Paques» [Journal de la Societe des Oceanistes, 2:23-31 (1998)]. Entre los artículos resultantes de las investigaciones arqueológicas realizadas por Claudio Cristino y sus colegas se encuentran el de Christopher Stevenson y Claudio Cristino, «Residential settlement history of the Rapa Nui coastal plain [Journal of New World Archaeology, 7:29-38 (1986)] y el de Dans Swindler, Andrea Drusini y Claudio Cristino, “Variation and frequency of three-rooted first permanent molars in precontact Easter Islanders: anthropological significance» [Rapa Nui Journal, 13:67-69 (1999)].
Algunas de las contribuciones realizadas por Christopher Stevenson sobre la agricultura intensiva y el mantillo lítico son: Archaeological Investigations on Easter Island; Maunga Tori: an Upland Agriculture Complex (Los Osos, California, Easter Island Foundation, 1995); en colaboración con Joan Wozniak y Sonia Haoa, «Prehistoric agriculture production on Easter Island (Rapa Nui), Chile» [Antiquity, 73:801-812 (1999)]; y en colaboración con Thegn Ladefoged y Sonia Haoa, «Productive strategies in an uncertain environment: prehistoric agriculture on Easter Island» [Rapa Nui Journal, 16:17-22 (2002)]. El articulo de Christopher Stevenson «Territorial divisions on Easter Island in the 16th century: evidence from the distribution of ceremonial architecture», pp. 213-229 de T. Ladefoged y M. Graves, eds., Pacific Landscapes (Los Osos, California, Easter Island Foundation, 2002) reconstruye las fronteras de los once clanes tradicionales de la isla de Pascua.
Dale Lightfoot, en «Morphology and ecology of lithic-mulch agriculture» [Geographical Review, 84:172-185 (1994)], y Carleton White et al., en «Water conservation through an Anasazi gardening technique» [New Mexico Journal of Science, 38:251-278 (1998)] ofrecen evidencias de la función que desempeñaba el mantillo lítico en otros lugares del mundo. En «Disminution and degradation of environmental resources by prehistoric land use on Poike Peninsula, Easter Island (Rapa Nui)» [Rapa Nui Journal, 17:34-41 (2003)], Andreas Mieth y Hans-Rudolf Bork estudian la deforestación y la erosión de la península de Poike. En «The petrogenetic evolution of lavas from Easter Island and neighboring seamounts, nearridge hotspot volcanoes in the S.E. Pacific» [Journal of Petrology, 38:785-813 (1997)], Karsten Haase et al. analizan las dataciones y composiciones químicas de los volcanes de Pascua. En «DNA from ancient Easter Islanders» [Nature, 369:25-26 (1994)], Erica Hagelberg et al. analizan el ADN extraído de doce esqueletos de la isla de Pascua. Por ultimo, en «The simple economics of Easter Island: a Ricardo Malthus model of renewable resource use» [American Economic Review, 38:119-138 (1998)], James Brander y M. Scott Taylor ofrecen la perspectiva de un economista acerca de la sobreexplotación de la isla de Pascua.
Capítulo 3
La colonización de la Polinesia sudoriental esta contemplada en las fuentes de la colonización de Polinesia en su conjunto que presente en el apartado de del Capítulo 2. The Pitcairn Islands: Biogeography, Ecology, and Prehistory (Londres, Academic Press, 1995), editado por Tim Benton y Tom Spencer, es el fruto de una expedición a Pitcairn, Henderson y los atolones de coral de Oeno y Ducie realizada en 1991-1992. El volumen se compone de 27 Capítulos sobre la geología, la vegetación, las aves (incluidas las aves extintas de Henderson), los peces, los invertebrados terrestres y marinos y los impactos ambientales en las islas.
La mayor parte de la información de que disponemos acerca de la colonización y el abandono de Pitcairn y Henderson por parte de los polinesios procede de los estudios de Marshall Geiser y algunos otros colegas. Geiser nos ofrece una descripción general de sus investigaciones en un Capítulo, «Henderson Island prehistory: colonization and extinction on a remote Polynesian island», publicado en las pp. 377-404 de la obra arriba mencionada de Benton y Spencer. Otros dos artículos generales de Geiser son «The settlement of marginal Polynesia: new evidence from Henderson Island» [journal of Field Archaeology, 21:83-102 (1994)] y «An archaeological survey of Mangareva: implications for regional settlement models and interaction studies» [Man and Culture and Oceania, 12:61-85 (1996)]. Hay cuatro artículos de Geiser en los que se expone como los análisis químicos de las azuelas de basalto permiten identificar la cantera de la isla de la que se extrajo el mineral y, por tanto, contribuir a determinar cuales eran las rutas comerciales: «Provenance studies on Polynesian basalt adzes material: a review and suggestions for improving regional databases» [Asian Perspectives, 32:61-83 (1993)]; «Basalt pb isotope analysis and the prehistoric settlement of Polynesia», en colaboración con Jon D. Whitehead [Proceedings of the National Academy of Sciences, USA, 92:1881-1885 (1995)]; «Interisland and interarchipelago transfer of stone tools in prehistoric Polynesia», en colaboración con Patrick V. Kirch [Proceedings of the National Academy of Sciences, USA, 93:1381-1385 (1996)]; y «Hard evidence for prehistoric interaction in Polynesia» [Current Anthropology, 39:521-532 (1998)]. Hay otros tres artículoss en los que se describe la red comercial de la Polinesia oriental y sudoriental: el de Marshall Geiser y R. C. Green, «Holistic approaches to interaction studies: a Polynesian example», pp. 413-453 de Martin Jones y Peter Sheppard, eds., Australasian Connections and New Directions (Auckland, Nueva Zelanda, Department of Anthropology, University of Auckland, 2001); el de R. C. Green y Marshall Weisler, «The Mangarevan sequence and dating of the geographic expansion into Southwest Polynesia» [Asian Perspectives, 41:213-241 (2002)]; y el de Marshall Weisler, «Centrality and the collapse of long-distance voyaging in East Polynesia», pp. 257-273 de Michael D. Glascock, ed., Geochemical Evidence for Long-Distance Exchange (Londres, Bergin and Garvey, 2002). Otros tres articulos más estan dedicados a los cultivos y los esqueletos de la isla de Henderson: son el de Jon G. Hather y Marshall Weisler, «Prehistoric giant swamp taro (Cyrtosperma chamissonis) from Henderson Island, Southeast Polynesia» [Pacific Science, 54:149-156 (2000)]; el de Sarah Collins y Marshall Weisler, «Human dental and skeletal remains from Henderson Island, Southeast Polynesia» [People and Culture in Oceania, 16:67-85 (2000)]; y el de Vincent Stefan, Sarah Collins y Marshall Weisler, «Henderson Island crania and their implication for southeastern Polynesian Prehistory» [Journal of the Polynesian Society, 111:371-383 (2002)].
Nadie interesado en Pitcairn y Henderson, y a quien al mismo tiempo le guste disfrutar de una buena narración, debería perderse la novela Pitcairn's Island, de Charles Nordhoff y James Norman Hall (Boston, Little, Brown, 1934) (hay trad, cast.: La isla de Pitcairn, traducción de Inma Gutierrez, Muchnik, Barcelona, 2002); se trata de una recreación novelada en clave realista de las vidas y delitos comunes de los amotinados del H.M.S. Bounty y sus congéneres polinesios de la isla de Pitcairn desde que aquellos se hubieran apoderado del Bounty y hubieran dejado a la deriva al capitán Bligh y sus seguidores. La obra de Caroline Alexander The Bounty (Nueva York, Viking, 2003) representa el esfuerzo más concienzudo por comprender que sucedió en realidad.
Capítulo 4
La prehistoria del sudoeste de Estados Unidos esta bien surtida de libros dirigidos al publico general y muy bien ilustrados, a menudo en color.
Algunos de ellos son el de Robert Lister y Florence Lister, Chaco Canyon (Albuquerque, University of New Mexico Press, 1981); el de Stephen Lekson, Great Pueblo Architecture of Chaco Canyon, New Mexico (Albuquerque, University of New Mexico Press, 1986); el de William Ferguson y Arthur Rohn, Anasazi Ruins of the Southwest in Color (Albuquerque, University of New Mexico Press, 1987); el de Linda Cordell, Ancient Pueblo Peoples (Montreal, St. Remy Press, 1994); el de Stephen Plog, Ancient Peoples of the American Southwest (Nueva York, Thames and Hudson, 1997); el de Linda Cordell, Archaeology of the Southwest, 2.a edicion (San Diego, Academic Press, 1997); y el de David Stuart, Anasazi America (Albuquerque, University of New Mexico Press, 2000).
Sobre la esplendida cerámica decorada del pueblo mimbre no hay que perderse tres libros ilustrados: J. J. Brody, Mimbres Painted Pottery (Santa Fe, School of American Research, 1997); Steven LeBlanc, The Mimbres People: Ancient Pueblo Painters of the American Southwest (Londres, Thames and Hudson, 1983); y Tony Berlant, Steven LeBlanc, Catherine Scott y J. J. Brody, Mimbres Pottery: Ancient Art of the American Southwest (Nueva York, Hudson Hills Press, 1983).
Hay tres descripciones detalladas de la guerra y la violencia entre los anasazi y sus vecinos; se trata de la que hacen Christy Turner II y Jacqueline Turner en Man Corn: Cannibalism and Violence in the Prehistoric American Southwest (Salt Lake City, University of Utah Press, 1999), la de Steven LeBlanc en Prehistoric Warfare in the American Southwest (Salt Lake City, University of Utah Press, 1999) y la de Jonathan Haas y Winifred Creamer en Stress and Warfare Among the Kayenta Anasazi of the Thirteenth Century A. D. (Chicago, Field Museum of Natural History, 1993).
Entre las monografías o los libros académicos sobre problemas o pueblos específicos del sudoeste estadounidense se encuentran el de Paul Minnis, Social Adaptation to Food Stress: A Prehistoric Southwestern Example (Chicago, University of Chicago Press, 1985); el de W. H. Wills, Early Prehistoric Agriculture in the American Southwest (Santa Fe, School of American Research, 1988); el de R. Gwinn Vivian, The Chacoan Prehistory of the San Juan Basin (San Diego, Academic Press, 1990); el de Lynne Sebastian, The Chaco Anasazi: Sociopolitical Evolution and the Prehistoric Southwest (Cambridge, Cambridge University Press, 1992); y el de Charles Redman, People of the Tonto Rim: Archaeological Discovery in Prehistoric Arizona (Washington D. C, Smithsonian Institution Press, 1993). En su monografía Relation of «Bonito» Paleo-channel and Base-level Variations to Anasazi Occupation, Chaco Canyon, New Mexico (Tucson, Arizona State Museum, University of Arizona, 2002), Eric Force, R. Gwinn Vivian, Thomas Windes y Jeffrey Dean volvieron a analizar la cuestión de la erosión de los canales que acabaron convirtiéndose en arroyos y rebajaron el nivel de agua del canon del Chaco. Todo lo que uno desearía saber sobre los estercoleros fósiles y las paleomadrigueras aparece descrito en el libro que lleva ese titulo, Packrat Middens, obra de Julio Betancourt, Thomas van Devender y Paul Martin (Tucson, University of Arizona Press, 1990).
El sudoeste de Estados Unidos también esta bien abastecido de ediciones compiladas que recogen aportaciones de numerosos especialistas. Entre ellos se encuentran la de David Grant Nobel, ed., New Light on Chaco Canyon (Santa Fe, School of American Research, 1984); la de George Gumerrnan, ed., The Anasazi in a Changing Environment (Cambridge, Cambridge University Press, 1988); la de Patricia Crown y W. James Judge, eds., Chaco and Hohokam: Prehistoric Regional Systems in the American Southwest (Santa Fe, School of American Research, 1991); la de David Doyel, ed., Anasazi Regional Organization and the Chaco System (Albuquerque, Maxwell Museum of Anthropology, 1992); la de Michael Adler, ed., The Prehistoric Pueblo World A.D. 1150-1350 (Tucson, University of Arizona Press, 1996); la de Jill Neitzel, ed., Great Towns and Regional Polities in the Prehistoric American Southwest and Southeast (Dragoon, Arizona, Amerind Foundation, 1999); la de Michelle Hegmon, ed., The Archaeology of Regional Interaction: Religion, Warfare, and Exchange Across the American Southwest and Beyond (Boulder, University Press of Colorado, 2000); y la de Michael Diehl y Steven LeBlanc, Early Pithouse Villages of the Mimbres Valley and Beyond (Cambridge, Massachusetts, Peabody Museum of Archaeology and Ethnology, Harvard University, 2001).
Las bibliografías de los libros anteriormente citados orientaran en la literatura académica de artículos publicados acerca del sudoeste de Estados Unidos. A continuación mencionamos de manera expresa unos cuantos particularmente relevantes para este Capítulo. Entre los artículos de Julio Betancourt y sus colegas acerca de lo que se puede aprender de las reconstrucciones históricas de la vegetación del canon del Chaco se encuentran el de Julio Betancourt y Thomas van Devender, «Holocene vegetation in Chaco Canyon, New Mexico» {Science, 214:656-658 (1981)]; el de Michael Samuels y Julio Betancourt, «Modeling the long-term effects of fuelwood harvests on pinyon-juniper woodlands» [Environmental Management, 6:505-515 (1982)]; y el de Julio Betancourt, Jeffrey Dean y Herbert Hull, «Prehistoric long-distance transport of construction beams, Chaco Canyon, New Mexico» [American Antiquity, 51:370-375 (1986)]. Hay dos artículos sobre los cambios producidos a lo largo del tiempo en el uso que los anasazi dieron a la madera: se trata del de Timothy Kohler y Meredith Matthews, «Long-term Anasazi land use and forest production: a case study of Southwest Colorado) [American Antiquity, 53:537-564 (1998)], y el de Thomas Windes y Dabney Ford, “The Chaco wood project: the chronometric reappraisal of Pueblo Bonito» [American Antiquity, 61:295-310 (1996)]. William Bull realiza una adecuada revisión de la cuestión de la erosión sufrida por los canales en su articulo «Discontinuous ephemeral streams» [Geomorphology, 19:227-276 (1997). Los autores de dos artículos han utilizado los isótopos de estroncio para identificar los orígenes concretos de la madera y el maíz del Chaco: sobre la madera, el de Nathan English, Julio Betancourt, Jeffrey Dean y Jay Quade, «Strontium isotopes reveal distant sources of architectural timber in Chaco Canyon, New Mexico» [Proceedings of the National Academy of Sciences, USA, 98:11891-11896 (2001)]; y sobre el maíz, Larry Benson et ah, «Ancient maize from Chacoan great houses: where was it grown?» [Proceedings of the National Academy of Sciences, USA, 100:13111-13115 (2003)]. R. L. Axtell et al. ofrecen una reconstrucción detallada del tamaño de la población y el potencial agrícola de los anasazi Kayenta de Long House Valley en su articulo «Population growth and collapse in a multiagent model of the Kayenta Anasazi in Long House Valley» [Proceedings of the National Academy of Sciences, USA, 99:7275-7279 (2002)].
Capítulo 5
Hay tres libros recientes que ofrecen perspectivas diferentes del colapso de los mayas: son el de David Webster, The Fall of the Ancient Maya (Nueva York, Thames and Hudson, 2002), el de Richardson Gill, The Great Maya Droughts (Albuquerque, University of New Mexico Press, 2000) y el de Arthur Demerest, Prudence Rice y Don Rice, eds., The Terminal Classic in the Maya Lowlands (Boulder, University Press of Colorado, 2004). Webster ofrece una perspectiva general de la sociedad y la historia mayas e interpreta el derrumbamiento en términos del desajuste existente entre población y recursos, mientras que Gill se centra en el clima e interpreta el colapso en términos de sequía. Por su parte, Demerest et ah subrayan las complejas diferencias entre asentamientos y restan importancia a las interpretaciones ecológicas uniformes. De fecha anterior, hay algunas compilaciones en las que contribuyen varios autores y contienen interpretaciones diversas: son las de T. Patrick Culbert, ed., The Classic Maya Collapse (Albuquerque, University of New Mexico Press, 1973), y la de T. Patrick Culbert y D. S. Rice, eds., Precolumbian Population History in the Maya Lowlands (Albuquerque, University of New Mexico Press, 1990). El libro de David Lentz, ed., Imperfect Balance: Landscape Transformation in the Precolumbian Americas (Nueva York, Columbia University Press, 2000) contiene algunos Capítulos relevantes sobre los mayas, además de otros sobre grupos sociales de envergadura mencionados en otros lugares de este libro, como los hohokam, la sociedad andina y la del Mississippi.
Entre los libros que resumen el auge y la decadencia de determinadas ciudades se encuentran el de David Webster, AnnCorinne Freter y Nacy Gonlin, Copán: The Rise and Fall of an Ancient Maya Kingdom (Fort Worth, Harcourt Brace, 2000); el de Peter Harrison, The Lords of Tikal (Nueva York, Thames and Hudson, 1999); el de Stephen Houston, Hieroglyphs and History at Dos Pilas (Austin, University of Texas Press, 1993); y el de M. P. Dunning, Lands of the Hills: Ancient Maya Settlement in the Puuc Region, Yucatan, Mexico (Madison, Wisconsin, Prehistory Press, 1992). Por lo que se refiere a otros libros de historia de los mayas que no se centren específicamente en el colapso de su sociedad, véase en particular el de Michael Coe, The Maya, 6.a edición (Nueva York, Thames and Hudson, 1999), así como también el de Simon Martin y Nikolai Grube, Chronicle of the Maya Kings and Queens (Nueva York, Thames and Hudson, 2000); el de Robert Sharer, The Ancient Maya (Stanford, California, Stanford University Press, 1994); el de Linda Schele y David Freidel, A Forest of Kings (Nueva York, William Morrow, 1990); y el de Linda Schele y Mary Miller, The Blood of Kings (Nueva York, Braziller, 1986).
Los dos libros clásicos de John Stephens en los que relata el redescubrimiento de los emplazamientos mayas son Incidents of Travel in Central America, Chiapas and Yucatan (Nueva York, Harper, 1841) e Incidents of Travel in Yucatan (Nueva York, Harper, 1843); ambos han sido reimpresos por Dover Publications. El libro de Victor Wolfgang von Hagen Maya Explorer (Norman, University of Oklahoma Press, 1948) combina una biografía de John Stephens y una descripción de sus descubrimientos.
Hay numerosos artículos y libros de B. L. Turner II en los que se analizan aspectos de la población y la intensificación de la agricultura mayas. Entre ellos se encuentran: B. L. Turner II, «Prehistoric intensive agriculture in the Mayan lowlands» [Science, 185:118-124 (1974)]; B. L. Turner II y Peter Harrison, «Prehistoric raised field agriculture in the Maya lowlands.) [Science, 213:399-405 (1981)]; B. L. Turner II y Peter Harrison, Pulltrouser Swamp: Ancient Maya Habitat, Agriculture, and Settlement in Northern Belize (Austin, University of Texas Press, 1983); Thomas Whitmore y B. L. Turner II, “Landscapes of cultivation in Mesoamerica on the eve of the conquest» [Annals of the Association of American Geographers, 82:402-425 (1992)]; y B. L. Turner II y K. W. Butzer, «The Columbian encounter and land-use change» [Environment, 43:16-20 y 37-44 (1992)].
En algunos artículos recientes se describen con detalle los estudios de depósitos de sedimentos lacustres que aportan evidencias de la vinculación entre las sequías y las desapariciones de los mayas. Son el de Mark Brenner et al., «Paleolimnology of the Maya lowlands: long-term perspectives on interactions among climate, environment, and humans» [Ancient Mesoamerica, 13:141-157 (2002)] (véanse también otros artículos en las pp. 79-170 y 265-345 del mismo volumen); el de David Hodell et al., «Solar forcing of drought frequency in the Maya low-lands» [Science, 292:1367-1370 (2001)]; el de Jason Curtis et al, «Climate variability of the Yucatan Peninsula (Mexico) during the past 3500 years, and implications for Maya cultural evolution» [Quaternary Research, 46:37-47 (1996)]; y el de David Hodell et al., «Possible role of climate in the collapse of Classic Maya civilization» [Nature, 375:391-394 (1995)]. En otros dos artículos obra del mismo grupo de científicos se abordan los indicios de sequía en la región del Peten a partir de los depósitos de sedimentos de los lagos: el de Michael Rosenmeier, «A 4,000-year lacustrine record of environmental change in the southern Maya lowlands, Peten, Guatemala» [Quaternary Research, 57:183-190 (2002)]; y el de Jason Curtis et al., «A multi-proxy study of Holocene environmental change in the Maya lowlands of Peten, Guatemala» {journal of Paleolimnology, 19:139-159 (1998)]. Para complementar estos estudios de sedimentos lacustres, en «Climate and the collapse of Maya civilization» [Science, 299:1731-1735 (2003)] Gerald Haut et al. obtienen la variación de precipitaciones año a año analizando los sedimentos que los ríos arrastran al océano.
Nadie que este interesado en los mayas debería perderse el libro de Mary Ellen Miller, The Murals of Bonampak (Princeton, N. J., Princeton University Press, 1986), con sus hermosas reproducciones, tanto a color como en blanco y negro, de sus murales y sus espeluznantes escenas de tortura; ni tampoco la serie de volúmenes de Justin Kerr, en la que se reproduce cerámica maya, The Maya Vase Book (Nueva York, Kerr Associates, varios años). La fascinante historia de como se descifro la escritura maya aparece en Michael Coe, Breaking the Maya Code, 2.' edición (Nueva York, Thames and Hudson, 1999), y en Stephen Houston, Oswaldo Chinchilla Mazareigos y David Stuart, The Decipherment of Ancient Maya Writing (Norman, University of Oklahoma, 2001). Vernon Scarborough y Gari Gallopin describen los depósitos de agua de Tikal en «A water storage adaptation in the Maya lowlands» [Science, 251:658-662 (19919]. El articulo de Lisa Lucero «The collapse of the Classic Maya: a case for the role of water control» [American Anthropologist, 104:814-826 (2002)] expone por que los diferentes problemas locales de agua podrían haber influido en el hecho de que el colapso clásico fuera tan heterogéneo, según el cual diferentes ciudades encontraron diferentes destinos en diferentes fechas. Arturo Gomez-Pompa, José Salvador Flores y Victoria Sosa describen en «The “pet kot”: a man-made tropical forest of the Maya» [Interciencia, 12:10-15 (1987)] como los mayas cultivaban árboles útiles en parcelas de bosque. Timothy Beach muestra en «Soil catenas, tropical deforestation, and ancient and contemporary soil erosión in the Peten, Guatemala» [Physical Geography, 19:378-405 (1998)] que solo en algunas zonas y no en otras consiguieron los mayas reducir la erosión del suelo mediante terrazas. En «Climatic and environmental variability in the rise of Maya civilization: a preliminary perspective from northern Peten» [Ancient Mesoamerica, 13:273-295 (2002)], Richard Hansen et al. presentan un estudio multidisciplinar de una zona con una densidad de población alta en la época preclásica y aportan pruebas de que la producción de revestimientos fue el motor de la deforestación de la zona.
Capítulos 6-8
La obra Vikings: The North Atlanta Saga, editada por William Fitzhugh y Elisabeth Ward (Washington D.C., Smithsonian Institution Press, 2000) es un volumen en el que colaboran muchos autores y esta espléndidamente ilustrado a todo color; sus 31 Capítulos se ocupan con detalle de la sociedad de los vikingos, su expansión por Europa y sus colonias en el Atlántico Norte. Algunos otros estudios más breves, obra de un único autor y que aportan visiones de conjunto de los vikingos son: el de Eric Christiansen, The Norsemen in the Viking Age (Oxford, Blackwell, 2002), el de F. Donald Logan, The Vikings in History, 2.a edición (Nueva York, Routledge, 1991), y el de Else Roestahl, The Vikings (Nueva York, Penguin, 1987). Las obras de Gwyn Jones, Vikings: The North Atlantic Saga, 2.a edición (Oxford University Press, 1986) (hay trad, cast.: La saga del Atlántico Norte: establecimiento de los vikingos en Islandia, Groenlandia y America, traducción de José A. Zabalbeascoa, Oikos-Tau, Vilassar de Mar, Barcelona, 1992) y G. J. Marcus, The Conquest of the North Atlantic (Nueva York, Oxford University Press, 1981) se ocupan por el contrario de forma especifica de las tres remotas colonias de Islandia, Groenlandia y Vinlandia que los vikingos establecieron en el Atlántico Norte. Una valiosa característica adicional del libro de Jones es que uno de sus apéndices contiene las traducciones al ingles de los manuscritos originales de las sagas más relevantes, entre las cuales se incluye el Libro de los islandeses, las dos Sagas de Vinlandia y La historia de Einar Sokkason.
Hay dos obras recientes que resumen la historia de Islandia: se trata de la de Jesse Byock, Viking Age Iceland (Nueva York, Penguin Putnam, 2001), que retoma la historia desde el final de la comunidad islandesa en 1262-1264 y se basa en la anterior obra del mismo autor, Medieval Iceland: Society, Sagas, and Present (Berkeley, University of California Press, 1988); y la de Gunnar Karlsson, Iceland's 1100 Years: the History of a Marginal Society (Londres, Hurst, 2000), que no solo abarca el periodo medieval sino también la era moderna. El libro Environmental Change in Iceland: Past and Present (Dordrecht, Kluwer, 1991), editado por Judith Maizels y Chris Caseldine, constituye una descripción más técnica; en el, varios autores se ocupan de la historia medioambiental de Islandia. En Island of Anthropology: Studies in Past and Present Iceland (Viborg, O dense University Press, 1990), Kirsten Hastrup reúne sus artículos de antropología sobre Islandia. The Sagas of Icelanders: a Selection (Nueva York, Penguin, 1997) ofrece las traducciones al ingles de diecisiete sagas (incluyendo las dos de Vinlandia), extraídas de la obra en cinco volúmenes The Complete Sagas of Icelanders (Reikiavik, Leifur Eiriksson, 1997).
Hay dos artículos conexos sobre los cambios que sufrió el paisaje de Islandia: son el de Andrew Dugmore et al., «Tephrochronology, environmental change and the Norse settlement of Iceland» [Environmental Archaeology, 5:21-34 (2000)] y el de Ian Simpson et al, «Crossing the thresholds: human ecology and historical patterns of landscape degradation» [Catena, 42:175-192 (2001)]. Como cada especie de insecto vive en un hábitat especifico y exige un clima determinado, Paul Buckland y sus colegas han conseguido utilizar los insectos que se conservan en los yacimientos arqueológicos como indicadores de las condiciones ambientales. Entre los artículos que adoptan este enfoque se encuentran el de Gudrun Sveinbjarnardottir et al., «Landscape change in Eyjafjallasveit, Southern Iceland» [Norsk Geog. Tidsskr, 36:75-88 (1982)]; el de Paul Buckland et al., «Late Holocene palaeoecology at Ketilsstadir in Myrdalur, South Iceland» [Jokull, 36:41-55 (1986)]; el de Paul Buckland et al., «Holt in Eyjafjallasveit, Iceland: a palaeoecological study of the impact of Landnam» [Acta Archaeologica, 61:252-271 (1991)]; el de Gudrun Sveinbjarnardottir et al., «Shielings in Iceland: an archaeological and historical survey» [Acta Archaeologica, 61:74-96 (1991)]; el de Paul Buckland et al., «Palaeoecological investigations at Reykholt, Western Iceland», pp. 149-168 del libro de C. D. Morris y D. J. Rackhan, eds., Norse and the Later Settlement and Subsistence in the North Atlantic (Glasgow, Glasgow University Press, 1992); y el de Paul Buckland et al., «An insect's eye-view of the Norse farm», pp. 518-528 del libro de Colleen Batey et al., eds., The Viking Age in Caithness, Orkney and the North Atlantic (Edimburgo, Edinburgh University Press, 1993). Este mismo enfoque basado en los insectos se aplica en el articulo de Kevin Edwards et al., «Landscapes at landnam: palynological and palaeoentomological evidence from Toftanes, Faeroe Islands» [Frodskaparrit, 46:177-192 (1998)], para explicar los cambios medioambientales sufridos por las islas Feroe.
Hay dos libros que recopilan con detalle toda la información de que disponemos sobre la Groenlandia noruega: son el de Kirsten Seaver, The Frozen Echo: Greenland and Exploration of North America ca. A.D. 1000-1500 (Stanford, California, Stanford University Press, 1996), y el de Finn Gad, The History of Greenland, vol. I: Earliest Times to 1100 (Montreal, McGill-Queen's University Press, 1971). Un libro posterior de Finn Gad, The History of Greenland, vol. II: 1700-1782 (Montreal, McGill-Queen's University Press, 1973), continua con la historia durante el periodo del «redescubrimiento» de Groenlandia y la colonización danesa. Niels Lynnerup da cuenta de los análisis que el mismo realizo de los esqueletos noruegos hallados en Groenlandia en su monografía The Greenland Norse: a Biologic-Anthropological Study (Copenhague: Commission for Scientific Research in Greenland, 1998). Hay también dos monografías en las que colaboran vanos autores y están compuestas por muchos artículos sobre los inuit y sus predecesores indígenas americanos en Groenlandia: son la de Martin Appelt y Hans Christian Gullóv, eds., Late Dorset in High Arctic Greenland (Copenhague, Danish Polar Center, 1999), y la de Martin Appelt et al, eds., Identities and Cultural Contacts in the Arctic (Copenhague, Danish Polar Center, 2000). Gracias al hallazgo de seis mujeres, un niño y un bebé que murieron y fueron enterrados en torno a 1475, y cuyos cuerpos y atuendo se conservaron bien debido al clima frío y seco, se obtuvo una perspectiva enormemente individualizada de sus vidas. Esas momias se describen con apoyo de ilustraciones en la obra de Jens Peder Hart Hansen et al, eds., The Greenland Mummies (Londres, British Museum Press, 1991); la cubierta del libro muestra una inquietante e inolvidable fotografía del rostro del bebé de seis meses.
Las dos series de estudios arqueológicos más importantes sobre los noruegos de Groenlandia publicadas en los últimos veinte años han sido las de Thomas McGovern y la de Jette Arneborg y sus colegas. Entre los artículos de McGovern se encuentran: Thomas McGovern, «The Vinland adventure: a North Atlantic perspective» [North American Archaeologist, 2:285-308 (1981)]; Thomas McGovern, «Contributions to the paleoeconomy of Norse Greenland» [Acta Archaeologica, 54:73-122 (1985)]; Thomas McGovern et al, «Northern islands, human era, and environmental degradation: a view of social and ecological change in the medieval North Atlantic» [Human Ecology, 16:225-270 (1988)]; Thomas McGovern, «Climate, correlation, and causation in Norse Greenland» [Arctic Anthropology, 28:77-100 (1991)]; Thomas McGovern et al, «A vertébrate zooarchaeology of Sandnes V51: economic change at a chieftain's farm in West Greenland» [Arctic Anthropology, 33:94-121 (1996)]; Thomas Amorosi et al, «Raiding the landscape: human impact from the Scandinavian North Atlantic» [Human Ecology, 25:491-518 (1997)]; y Tom Amorosi et al, «They did not live by grass alone: the politics and paleoecology of animal fodder in the North Atlantic región» [Environmental Archaeology, 1:41-54 (1998)]. Entre los artículos de Arneborg se encuentran: Jette Arneborg, «The Román church in Norse Greenland» [Acta Archaeologica, 61:142-150 (1990)]; Jette Arneborg, «Contact between Eskimos and Norsemen in Greenland: a review of the evidence», pp. 23-35 de Tvaerfaglige Vikingesymposium (Aarhus, Dinamarca, Aarhus University, 1993); Jette Arneborg, «Burgundian caps, Basques and dead Norsemen at Herjolfsnaes, Greenland», pp. 75-83 de Nationalmuseets Arbejdsmark (Copenhague, National museet, 1996); y Jette Ameborg et al., «Change of diet of the Greenland Vikings determined from stable carbón isotope analysis and 14C dating of their bones» [Radiocarbon, 41:157-168 (1999)]. Entre los yacimientos arqueológicos que excavaron Arneborg y sus colegas se encontraba la destacada «granja bajo las arenas», una enorme granja noruega del asentamiento occidental cubierta por una espesa capa de arena; ese y algunos otros yacimientos de Groenlandia se describen en una monografía editada por Jette Arneborg y Hans Christian Gullóv, Man, Culture and Environment in Ancient Greenland (Copenhague, Danish Polar Center, 1998). C. L. Vebaek describió en tres monografías las excavaciones que realizó entre 1945 y 1962: se trata respectivamente de los números 14, 17 y 18 (correspondientes a los años 1991, 1992 y 1993) de la serie Meddelelser om Grónland, Man and Society, Copenhague, titulados The Church Topography of the Eastern Settlement and the Excavation of the Benedictine Convent at Narsarsuaq in the Uunartoq Fjord; Vatnahverfi: An Inland District of the Eastern Settlement in Greenland; y Narsaq: A Norse Landnáma Farm.
Entre los artículos aislados más importantes sobre la Groenlandia noruega se encuentran el de Robert McGhee, «Contact between Native North Americans and the medieval Norse: a review of the evidence» [American Antiquity, 49:4-26 (1984)]; el de Joel Berglund, «The decline of the Norse settlements in Greenland» [Arctic Anthropology, 23:109-135 (1986)]; el de Svend Albrethsen y Christian Keller, «The use of the saeter in medieval Norse farming in Greenland» [Arctic Anthropology, 23:91-107 (1986)]; el de Christian Keller, «Vikings in the West Atlantic: a model of Norse Greenlandic medieval society» (Acta Archaeologica, 61:126-141 (1990)]; el de Bent Fredskild, «Agriculture in a marginal área: South Greenland from the Norse landnam (1985 A.D.) to the present 1985 A.D.», pp. 381-393 de la obra de Hilary Birks et al, eds., The Cultural Landscape: Past, Present and Future (Cambridge, Cambridge University Press, 1988); el de Bent Fredskild, «Erosión and vegetational changes in South Greenland caused by agriculture» [Geografisk Tidsskrift, 92:14-21 (1992)]; y el de Bjarne Jakobsen «Soil resources and soil erosión in the Norse Settlement área of 0sterbygden in southern Greenland» [Acta Borealia, 1:56-68 (1991)].
Capítulo 9
Hay tres libros, excelentes cada uno a su modo, que retratan las sociedades de las tierras altas de Nueva Guinea. Son los siguientes: una aproximación histórica obra de Gavin Souter, New Guinea: the Last Unknown (Sidney, Angus and Robertson, 1964); la obra de Bob Connolly y Robin Anderson, First Contad (Nueva York, Viking, 1987), una conmovedora descripción de los primeros encuentros de los habitantes de las tierras altas de Nueva Guinea con los europeos; y la obra de Tim Flannery, Throwim Way Leg (Nueva York, Atlantic Monthly Press 1998) (hay trad. cast.: A pie por Nueva Guinea e Irían Jaya, traducción de José Manuel Álvarez Flórez, Península, Barcelona, 2001), que presenta las vivencias de un zoólogo con los habitantes de las tierras altas. Hay dos artículos de R. Michael Bourque en los que se analizan las prácticas agroforestales relacionadas con la casuarina y otras prácticas agrícolas que mantienen la fertilidad del suelo en las tierras altas de Nueva Guinea: «Indigenous conservation farming practices», Report of the Joint ASO-CON/Commonwealth Workshop, pp. 67-71 (Yakarta, Asia Soil Conservation Network, 1991), y «Management of fallow species composition with tree planting in Papua New Guinea», Resource Management in Asia/Pacific Working Paper, 1997/5 (Canberra, Research School of Pacific and Asian Studies, Australia National University, 1997). En otras tres contribuciones, Simón Haberle resume las evidencias paleobotánicas con las que se ha reconstruido la historia de la silvicultura de plantación de la casuarina: «Paleoenvironmental changes in the eastern highlands of Papua New Guinea» [Archaeology in Oceania, 31:1-11 (1996)]; «Dating the evidence for agricultural change in the Highlands of New Guinea: the last 2000 years» [Australian Archaeology, 47:1-19 (1998)]; así como también el artículo de S. G. Haberle, G. S. Hope y Y. de Fretes, «Environmental change in the Baliem Valley, montane Irían Jaya, Republic of Indonesia» [Journal of Biogeography, 18:25-40 (1991)].
Patrick Kirch y Douglas Yen describieron sus trabajos de campo en Tikopia en la monografía Tikopia: The Prehistory and Ecology of a Polynesia Outlier (Honolulu, Bishop Museum Bulletin, 238, 1982). Algunas de las posteriores descripciones de Tikopia realizadas por Kirch son «Exchange systems and inter-island contact in the transformation of an island society: the Tikopia case», pp. 33-41 de la obra de Patrick Kirch, ed., Island Societies: Archaeological Approaches to Evolution and Transformation (Cambridge, Cambridge University Press, 1986); el capítulo 12 de su libro The Wet and the Dry (Chicago, University of Chicago, 1994); «Tikopia social space revisited», pp. 257-274 de la obra de J. M. Davidson et al., eds., Oceanic Culture History: Essays in Honour of Roger Green (New Zealand Journal of Archaeology Special Publication, 1996); y «Micro-cosmic histories: island perspectives on “global” change» [American Anthropologist, 99:30-42 (1997)]. La serie de libros de Raymond Firth sobre Tikopia se inició con We, the Tikopia (Londres, George Alien and Unwin, 1936) y Primitive Polynesian Economy (Londres, George Routledge and Sons, 1939). La desaparición de poblaciones de aves durante la primera etapa del asentamiento de Tikopia se describen en el artículo de David Steadman, Dominique Pahlavin y Patrick Kirch «Extinction, biogeography, and human exploitation of birds on Tikopia and Anuta, Polynesian outliers in the Solomon Islands» [Bishop Museum Occasional Papers, 30:118-153 (1990)]. Para una descripción de los cambios de población y la regulación de la misma en Tikopia, véase W. D. Borrie, Raymond Firth y James Spillius, «The population of Tikopia, 1929 and 1952» [Population Studies, 10:229-252 (1957)].
La descripción que hago de la política forestal de Japón durante el período Tokugawa se basa en tres libros de Conrad Totman: The Green Archipelago: Forestry in Preindustrial Japan (Berkeley, University of California Press, 1989); Early Modern Japan (Berkeley, University of California Press, 1993); y The Lumber Industry in Early Modern Japan (Honolulu, University of Hawaii Press, 1995). El capítulo 5 de la obra de John Richards The Unending Frontier: An Environmental History of the Early Modern World (Berkeley, University of California Press, 2003) se sirve de los libros de Totman y de otras fuentes para analizar la política forestal japonesa en el contexto comparativo de otros estudios medioambientales de casos actuales. La obra de Luke Roberts, Mercantilism in a Japanese Domain: The Merchant Origins of Economic Nationalism in Í8th-Century Tosa (Cambridge, Cambridge University Press, 1998) analiza la economía de los dominios de un daimyo que dependía por completo de su bosque. La formación y primeras etapas de la historia del Japón de la era Tokugawa se recogen en el volumen 4 de la Cambridge History of Japan, edición de John Whitney Hall, Early Modern Japan (Cambridge, Cambridge University Press, 1991).
El paso de la deforestación a la repoblación forestal en Dinamarca, Suiza y Francia queda recogido en el artículo de Alexander Mather «The transición from deforestation to reforestation in Europe», pp. 35-52, incluido en la obra de A. Angelsen y D. Kaimowitz, eds., Agriculture Technologies and Tropical Deforestation (Nueva York, CABI Publishing, 2001) Para conocer los detalles de la repoblación forestal que los incas llevaron a cabo en los Andes, véase Alex Chepstow-Lusty y Mark Winfield, «Inca agroforestry: lessons from the past» [Ambio, 29:322-328 (1998)].
Existen algunas descripciones de pequeñas sociedades rurales autosostenibles de la actualidad. Se trata de las siguientes: para los Alpes suizos, Robert Netting, «Of men and meadows: strategies of alpine land use» [Anthropological Quarterly, 45:132-144 (1972)]; «What alpine peasants have in common: observations on communal tenure in a Swiss village» [Human Ecology, 4:135-146 (1976)], y Balancing on an Alp (Cambridge, Cambridge University Press, 1981); sobre los sistemas de regadío españoles, las obras de T. F. Glick, Irrigation and Society in Medieval Valencia (Cambridge, Massachusetts, Harvard University Press, 1970) (hay trad. cast.: Regadío y sociedad en la Valencia medieval, traducción de Adela Amor, Direcció General del Llibre, Arxius i Biblioteques, Valencia, 2003) y A. Maass y R. L. Anderson, And the Desert Shall Rejoice: Conflict, Growth and Justice in Arid Environments (Malabar, Fia., Krieger, 1986); y sobre los sistemas de regadío filipinos, la obra de R. Y. Siy, Jr., Comtnunity Resource Management: Lessons from the Zanjera (Quezon City, University of Philippines Press, 1982). Esos estudios sobre Suiza, España y Filipinas se comparan en el capítulo 3 del libro de Elinor Ostrom Governing the Commons (Cambridge, Cambridge University Press, 1990).
Entre las descripciones de la especialización ecológica en el seno del sistema de castas hindú destaca la que hacen Madhav Gadgil y Ramachandra Guha en This Fissured Land: An Ecological History of India (Delhi, Oxford University Press, 1992). Hay dos artículos que pueden servir de ejemplo de la prudente gestión de recursos realizada por las castas indias con especialización ecológica. Se trata del de Madhav Gadgil y K. C. Malhotra, «Adaptive significance of the Indian castes system: an ecological perspective» [Annals of Human Biology, 10:465-478 (1983)], y el de Madhav Gadgil y Prema Iyer, «On the diversification of common-property resource use by Indian society», pp. 240-255 de la obra de F. Berkes, ed., Common Property Resources: Ecology and Commumty-based Sustainable Development (Londres, Belhaven, 1989).
Antes de dejar atrás estos ejemplos de éxitos o fracasos del pasado, mencionaremos algunos ejemplos más de fracaso. He analizado con detalle cinco fracasos porque, en mi opinión, son los casos que mejor se conocen. Sin embargo, hay muchas otras sociedades, algunas de ellas muy conocidas, que también pueden haber abusado de la explotación de sus recursos, en ocasiones hasta el declive o la desaparición. En este libro no los expongo con detalle porque son más inciertos y objeto de mayor controversia que los casos que sí analizo en profundidad. Sin embargo, y únicamente para que la relación sea más completa, mencionaré a continuación nueve de ellos, de procedencia geográfica tanto del Nuevo Mundo como del viejo.
Los indígenas americanos del archipiélago del Canal frente a Los Ángeles, California, abusaron correlativamente de la explotación de diferentes especies de marisco, tal como muestran las conchas de sus basureros. Los depósitos de residuos más antiguos contienen en su mayoría las conchas de la especie más grande que habita más próxima a la costa y que habría sido más fácil de sacar a la superficie buceando. Conforme indican los registros arqueológicos de depósitos de basura de épocas posteriores, los ejemplares capturados de esa especie eran cada vez más pequeños, hasta que la gente pasó a recoger la siguiente especie más pequeña, que vivía un poco más lejos de la costa y en aguas más profundas. Una vez más, los ejemplares capturados de esa especie disminuyeron de tamaño con el tiempo. Por tanto, se abusaba de la recolección de esa especie hasta que se volvía antieconómico explotarla, momento en el cual la población se abalanzaba sobre la siguiente especie, que era menos deseable y más difícil de capturar. Véase Terry Jones, ed., Essays on the Prehistory of Maritime California (Davis, California, Center for Archaeological Research, 1992); L. Mark Raab, «An optimal foraging analysis of prehistoric shellfish collecting on San Clemente Island, California» [Journal of Ethnobiology, 12:63-80 (1992)]. Hay otra fuente de alimentos de cuya recolección parece que abusaron los indígenas americanos de esas mismas islas: era una especie de ánsar marino conocido como Chendytes lawesi, que debió de haber sido fácil de capturar porque era inofensivo y acabó por extinguirse con la ocupación humana de las islas del Canal. La actual industria del abulón en el sur de California sufrió un destino similar: la primera vez que me mudé a Los Ángeles, en 1966, todavía se podían comprar abulones en los supermercados y atraparlos en la costa; pero el abulón desapareció de los menús de Los Ángeles en el tiempo que llevo viviendo allí debido al abuso de las capturas.
La ciudad indígena americana más grande de América del Norte fue Cahokia, que emergió en las afueras de San Luis y algunos de cuyos enormes túmulos funerarios perviven como atracciones turísticas. Allí, y en el sudoeste de Estados Unidos, floreció una cultura constructora de túmulos a orillas del Mississippi gracias a la llegada de una nueva variedad productiva de maíz. Cahokia alcanzó su momento culminante en el siglo XIII y después desapareció, mucho antes de la llegada de los europeos. Hay mucha controversia sobre las causas del ocaso de los cahokia, pero en él puede haber intervenido la deforestación, que se tradujo en erosión y en que los meandros de los lagos se llenaron de sedimentos. Véase Neal Lopinot y William Woods, «Wood exploitation and the collapse of Cahokia», pp. 206-231 del libro de C. Margaret Scarry, ed., Foraging and Farming in the Eastern Woodlands (Gainesville, University Press of Florida, 1993); Timothy Pauketat y Thomas Emerson, eds., Cahokia: Domination and Ideology in the Mississippian World (Lincoln, University of Nebraska Press, 1997); George Milner, The Cahokia Chiefdom: The Archaeology of a Mississippian Society (Washington D.C., Smithsonian Institution, 1998). En el resto del sudeste de Estados Unidos aparecieron y desaparecieron jefaturas de sociedades constructoras de túmulos; en su desaparición pudo haber intervenido el agotamiento de los nutrientes del suelo.
La primera sociedad a escala estatal de la costa de Perú fue la de los moche, famosos por su cerámica realista y sobre todo por sus vasos retrato. La sociedad moche se vino abajo en torno al año 800, según parece debido a alguna combinación de episodios de El Niño, destrucción de obras de regadío por inundaciones, y sequía (para un análisis cuajado de referencias, véase el libro de Brian Fagan de 1999 citado en la sección de dedicada al prólogo).
Uno de los imperios u horizontes culturales de las tierras altas andinas que precedieron a los incas fue el Imperio tiahuanaco, en cuya desaparición debió de intervenir la sequía. Véase Alan Kolata, Tiwanaku (Oxford, Blackwell, 1993); Alan Kolata, ed., Tiwanaku and Its Hinterland: Archaeology and Paleoecology ofan Andean Civilization (Washington D. C, Smithsonian Institution, 1996); Michael Binford et al, «Climate variation and the rise and fall of an Andean civilization» [Quatemary Research, 47:235-248 (1997)].
La antigua Grecia atravesó ciclos de problemas medioambientales y resolución de los mismos en intervalos de unos cuatrocientos años. En cada ciclo la población humana aumentaba, se talaban bosques, se disponían en terrazas las laderas para reducir la erosión y se construían presas para evitar que se encenagaran los lechos de los valles. Al final de cada ciclo, las terrazas y las presas se derrumbaban y había que abandonar la región o soportar un drástico descenso de la población y de la complejidad de la sociedad, hasta que el paisaje se había recuperado lo bastante para permitir un nuevo incremento de población. Uno de esos colapsos coincidió con la caída de la Grecia micénica, la sociedad griega cantada por Hornero y que libró la guerra de Troya. La Grecia micénica disponía de escritura (la escritura lineal B), pero con el colapso de la sociedad micénica desapareció esa escritura y Grecia se volvió analfabeta, hasta que en torno al año 800 a. C. reapareció la escritura (ahora basada en el alfabeto). (Para un análisis y referencias de ello, véase el libro de 1999 de Charles Redman citado en la sección de dedicada al prólogo.)
Lo que nosotros consideramos civilización comenzó hace alrededor de diez mil años en la zona del sudoeste de Asia conocida como Creciente Fértil y que abarcaba zonas de las actuales Irán, Irak, Siria, el sudeste de Turquía, Líbano, Jordania e Israel/Palestina. El Creciente Fértil fue donde surgió la agricultura más antigua de la Tierra y donde se desarrollaron por primera vez la metalurgia, la escritura y las sociedades-Estado. Por consiguiente, los pueblos del Creciente Fértil gozaron de una ventaja de miles de años sobre el resto del mundo. ¿Por qué tras marchar a la cabeza del mundo durante tanto tiempo declinó el Creciente Fértil, hasta el punto de que hoy día es pobre salvo por sus reservas de petróleo y el nombre de «Creciente Fértil» resulta una broma cruel? Irak es hoy día cualquier cosa menos el líder de la agricultura mundial. Gran parte de la explicación tiene que ver con la deforestación en el entorno de baja pluviosidad del Creciente Fértil y con la salinización que arruinó para siempre algunas de las tierras de cultivo más antiguas del mundo (para un análisis y referencias de ello véanse los dos libros escritos o editados por Charles Redman que se citan en la sección de dedicada al prólogo).
Las ruinas monumentales más famosas de África al sur del ecuador son las del Gran Zimbabue, que consisten en un núcleo de población con grandes estructuras de piedra en lo que en la actualidad es el país de Zimbabue. El Gran Zimbabue prosperó entre los siglos XI y XV, momento en que controlaba el comercio entre el interior de África y su costa oriental. Su decadencia pudo deberse a una combinación de deforestación y cambio de las rutas comerciales. Véase David Phillipson, African Archaeology, 2.a ed. (Cambridge, Cambridge University Press, 1993); Christopher Ehret, The Civilizations of África: A History to 1800 (Charlottesville, University Press of Virginia, 2002).
Las primeras ciudades y los primeros estados grandes del subcontinente indio surgieron en el tercer milenio a. C. en el valle del Indo, en el actual Pakistán. Esas ciudades del valle del Indo pertenecen a lo que se conoce como «civilización de Harappa», cuya escritura continúa sin descifrar. Anteriormente se creía que el final de la civilización de Harappa se debió a las invasiones de arios indoeuropeos procedentes del noroeste, pero en la actualidad parece que las ciudades conocieron su declive antes de aquellas invasiones. Las sequías y las modificaciones del curso del río Indo pudieron influir en ello. Véase Gregory Possehl, Harappan Civilization (Warminster, Inglaterra, Aris and Phillips, 1982), y Michael Jansen, Maire Mulloy y Günter Urban, eds., Forgotten Cities of the Indus (Mainz, Alemania, Philipp von Zabern, 1991).
Para terminar, los enormes complejos de templos y embalses de Angkor Vat, antigua capital del Imperio jemer, constituyen las ruinas y el «misterio» arqueológico más famosos del sudeste de Asia, en lo que hoy día es Camboya. El declive del Imperio jemer pudo deberse al encenagamiento de los embalses que abastecían de agua a la agricultura intensiva del arroz de regadío. A medida que el Imperio jemer fue debilitándose, se reveló incapaz de repeler a sus enemigos crónicos, los tai, a quienes el Imperio jemer había conseguido resistir mientras dispuso de sus fuerzas en plenitud. Véase Michael Coe, Angkor and the Khmer Civilization (Londres, Thames and Hudson, 2003), así como los artículos y libros de Bernard-Philippe Groslier que cita Coe.
Capítulo 10
Si el lector decide consultar fuentes primarias sobre el genocidio de Ruanda y sus antecedentes, debe prepararse para afrontar en ocasiones una lectura penosa.
Catherine Newbury describe en The Cohesion of Oppression: Clientship and Ethnicity in Ruanda, 1860-1960 (Nueva York, Columbia University Press, 1988) cómo evolucionó la sociedad ruandesa y cómo se polarizaron los papeles de los hutu y los tutsi desde la época precolonial hasta las vísperas de la independencia.
El Human Rights Watch presenta con todo su estremecedor detalle en Leave None to Tell the Story: Genocide in Rwanda (Nueva York, Human Rights Watch, 1999) los antecedentes inmediatos de los acontecimientos de 1994; a continuación realiza un relato pormenorizado de 414 páginas sobre las matanzas, y por último, sobre sus secuelas.
La obra de Philip Gourevitch, We Wish to Inforrn You That Tomorrow We Will Be Killed with Our Families (Nueva York, Farrar, Straus, and Giroux, 1998) (hay trad. cast.: Queremos informarle de que mañana seremos asesinados junto con nuestras familias: Historias de Ruanda, traducción de Marita Oses, Destino, Barcelona, 1999) constituye una descripción del genocidio escrita por un periodista que entrevistó a muchos supervivientes y al mismo tiempo representa tanto el fracaso de otros países como el de Naciones Unidas para impedir la matanza.
En el capítulo que yo dedico a Ruanda aparecen varias citas de la obra de Gérard Prunier The Rwanda Crisis: History of Genocide (Nueva York, Columbia University Press, 1995), escrita por un especialista francés en África oriental que la redactó inmediatamente después del genocidio. En ella el autor reconstruye vividamente los motivos de quienes participaron en él, así como de la intervención del gobierno francés. Mi descripción de las matanzas entre hutus de la comunidad de Kanama se basa en el análisis realizado por Catherine André y Jean-Philippe Platteau en el artículo «Land relations under unbearable stress: Rwanda caught in the Malthusian trap» [Journal of Economic Behavior and Organization, 34:1-47 (1998)].
Capítulo 11
Hay dos libros en los que se compara la historia de los dos países que comparten la isla de La Española. Se trata del vivido relato en inglés escrito por Michele Wecker, Why the Cocks Fight: Dominicans, Haitians, and the Struggle for Hispaniola (Nueva York, Hill and Wang, 1999), y de un estudio comparativo desde el punto de vista geográfico y social escrito en español por Rafael Emilio Yuñén Z., La isla como es (Santiago, República Dominicana, Universidad Católica Madre y Maestra, 1985). Otros tres libros, todos ellos obra de Mats Lundahl, pueden servir de introducción a la literatura sobre Haití: Peasants and Poverty: A Study of Haití (Londres, Croom Helm, 1979); The Haitian Economy: Man, Land, and Markets (Londres, Croom Helm, 1983); y Politics or Markets? Essays on Haitian Underdevelopment (Londres, Routledge, 1992). El estudio clásico sobre la revolución haitiana de 1781-1803 es la obra de C. L. R. James, The Black jacobins, 2.a ed. (Londres, Vintage, 1963) (hay trad. cast.: Los jacobinos negros: Toussaint L'Ouverture y la Revolución de Haití, traducción de Ramón García, Turner, Madrid, 2003).
La historia al uso en lengua inglesa de la República Dominicana es la de Frank Moya Pons, The Dominican Republic: A National History (Princeton, N. J., Markus Wiener, 1998). Ese mismo autor escribió otro texto en español: Manual de historia dominicana, 9.a ed. (Santiago, República Dominicana, 1999). También en español hay una historia en dos volúmenes escrita por Roberto Cassá, Historia social y económica de la República Dominicana (Santo Domingo, Editora Alfa y Omega, 1998 y 2001). La historia escrita por Marlin Clausner se centra en las zonas rurales: Rural Santo Domingo: Settled, Unsettled, Resettled (Filadelfia, Temple University Press, 1973). Harry Hoetink aborda la segunda mitad del siglo XIX en The Dominican People, 1850-1900: Notes for a Historical Sociology (Baltimore, Johns Hopkins University Press, 1982) (hay trad. cast.: El pueblo dominicano: 1850-1900. Apuntes para su sociología histórica, traducción del manuscrito holandés por Ligia Espinal de Hoetnik, Universidad Católica Madre y Maestra, Santiago, República Dominicana, 1972). En Politics, Foreign Trade and Economic Development: A Study of the Dominican Republic (Londres, Croom Helm, 1986), Claudio Vedovato se centra en la época de Trujillo y el período inmediatamente posterior a ella. Hay dos libros que facilitan el acceso a la época de Trujillo; se trata del de Howard Wiarda, Dictatorship and Development: The Methods of Control in Trujillo's Dominican Republic (Gainesville, University of Florida Press, 1968) y de otro más reciente obra de Richard Lee Turits, Foundations of Despotism: Peasants, the Trujillo Regime, and Modernity in Dominican History (Palo Alto, California, Stanford University Press, 2002).
Hay un manuscrito que reconstruye la historia de las políticas medioambientales de la República Dominicana y que, por tanto, es particularmente relevante para este capítulo. Se trata del texto de Walter Cordero, «Introducción: bibliografía sobre medio ambiente y recursos naturales en la República Dominicana» (2003).
Capítulo 12
La mayor parte de la literatura básica actualizada sobre cuestiones medioambientales y demográficas de China está escrita en chino, se encuentra en Internet, o ambas cosas. Pueden encontrarse referencias en un artículo de Jianguo Liu y mío, «China's environment in a globalizing world» (en preparación). En lo que se refiere a las fuentes en libros y periódicos en lengua inglesa, el Woodrow Wilson Center de Washington D. C. (cuya dirección de correo electrónico es chinaenv@erols.com) publica una serie de volúmenes anuales titulados China Environment Series. Entre las publicaciones del Banco Mundial se encuentran China: Air, Land, and Water (Washington D. C, The World Bank, 2001), disponible tanto en forma de libro como en formato CD-ROM. Algunos otros libros son el de L. R. Brown, Who Will Feed China? (Nueva York, Norton, 1995); el de M. B. McElroy, C. P. Nielson y P. Lydon, eds., Energizing China: Reconciling Environmental Protection and Economic Growth (Cambridge, Massachusetts, Harvard University Press, 1998); el de J. Shapiro, Mao's War Against Nature (Cambridge, Cambridge University Press, 2001); el de D. Zweig, Internationalizing China: Domestic Interests and Global Linkages Elephants: An Environmental History of China (New Haven, Yak University Press, 2004). Para leer un libro publicado originalmente en China y traducido después al inglés véase Qu Geping y Li Jinchang, Population and Environment in China (Boulder, Colorado, Lynne Rienner, 1994).
Capítulo 13
Una merecidamente aclamada descripción de los primeros momentos de la historia de las colonias británicas en Australia, desde sus orígenes en 1788 hasta entrado el siglo XIX, es la obra de Robert Hughes, The Fatal Shore: The Epic of Australia''s Founding (Nueva York, Knopf, 1987) (hay trad. cast.: La costa fatídica: la epopeya de la fundación de Australia, traducción de Ángela Pérez y José Manuel Álvarez, Galaxia Gutenberg, 2002). La obra de Tim Flannery, The Future Eaters: An Ecological History of the Australasian Lands and People (Chatsworth, Nueva Gales del Sur, Reed, 1994) comienza, por el contrario, con la llegada de los aborígenes hace unos cuarenta mil años y reconstruye el impacto que produjeron ellos y los europeos sobre el medio ambiente australiano. El libro de David Horton, The Puré State of Nature: Sacred Cows, Destructive Myths and the Environment (St. Leonards, Nueva Gales del Sur, Alien & Unwin, 2000) ofrece una perspectiva distinta del de Flannery.
Hay tres fuentes oficiales que ofrecen estudios enciclopédicos sobre el medio ambiente, la economía y la sociedad australianos: el Comité Australiano de 2001 sobre el Estado del Medio Ambiente en su Australia: State of the Environment 2001 (Canberra, Department of Environment and Heritage, 2001), que se complementa con los informes que pueden consultarse en la página web http://www.ea.gov.au/soe/; su predecesor, el Comité Asesor sobre el Estado del Medio Ambiente de 1996, publicó Australia: State of the Environment 1996 (Melbourne, CSIRO Publishing, 1996); y la obra de Dennis Trewin, 2001 Year Book Australia (Canberra, Australian Bureau of Statistics, 2001), la edición conmemorativa del Centenario de la Federación de Australia de un anuario que se publica desde 1908.
Hay dos obras profusamente ilustradas de Mary E. White que ofrecen panorámicas de los problemas medioambientales australianos: Listen… Our Land Is Crying (East Roseville, Nueva Gales del Sur, Kangaroo Press, 1997) y Running Down: Water in a Changing Land (East Roseville, Nueva Gales del Sur, Kangaroo Press, 2000). El artículo de Tim Flannery «Beautiful lies: population and environment in Australia» (Quarterly Essay, 9, 2003) constituye una provocativa panorámica más breve. Quentin Beresford, Hugo Bekle, Harry Phillips y Jane Mulcock presentan la historia y el impacto de la salinización en Australia en The Salinity Crisis: Landscapes, Communities and Politics (Crawley, Australia Occidental, University of Western Australia Press, 2001). La obra de Andrew Campbell, Landcare: Communities Shapíng the Land and the Future (St. Leonards, Nueva Gales del Sur, Alien & Unwin, 1994) describe un importante movimiento de base para mejorar la gestión de la tierra en la Australia rural.
Capítulo 14
Unido a las preguntas que formularon mis alumnos de UCLA, el libro de Joseph Tainter The Collapses o/Complex Societies (Cambridge, Cambridge University Press, 1988) me brindó un punto de partida para este capítulo al manifestar con claridad por qué el fracaso de una sociedad en lo tocante a la resolución de sus problemas medioambientales plantea un enigma que está pidiendo a gritos una explicación. El artículo de Thomas McGovern et al. «Northern islands, human error, and environmental degradation: a view of social and ecológica] change in the medieval North Atlantic» [Human Ecology, 16:225-270 (1988)] rastrea la secuencia de razones por las que los noruegos de Groenlandia no consiguieron percibir o resolver sus propios problemas medioambientales. La secuencia de razones que propongo en este capítulo se solapa en parte con la de McGovern et al., cuyo modelo debería consultar todo aquel que esté interesado en continuar indagando en este enigma. Elinor Ostrom y sus colegas han estudiado la tragedia de lo común (también conocida como «de los recursos de uso común») sirviéndose tanto de los estudios comparativos como de los juegos de experimentación, con el fin de identificar las condiciones bajo las cuales es más probable que los consumidores reconozcan los intereses comunes e implanten por sí mismos un sistema de cuotas eficaz. Entre los libros de Ostrom se encuentran Governing the Commons: The Evolution of Institutions for Collective Action (Cambridge, Cambridge University Press, 1990) y, en colaboración con Roy Gardner y James Walker, Rules, Games, and Common-Pool Resources (Ann Arbor, University of Michigan Press, 1994). Algunos de sus artículos más recientes son «Coping with tragedies of the commons», en Annual Reviews of Political Science, 2:493-535 (1999); Elinor Ostrom et al., «Revisiting the commons: local lessons, global challenges», en Science, 284:278-282 (1999); y Thomas Dietz, Elinor Ostrom y Paul Stern, «The struggle to govern the commons», en Science, 302:1907-1912 (2003).
La obra de Barbara Tuchman Tlie March of Folly: From Troy to Vietnam (Nueva York, Ballantine Books, 1984) se ocupa de las decisiones catastróficas tomadas exactamente a lo largo del período de tiempo que se nombra en el título del libro, en cuyo recorrido desde Troya hasta Vietnam se reflexiona sobre las locuras del emperador azteca Moctezuma, la caída de la España cristiana frente a los musulmanes, la forma en que Inglaterra provocó la revolución estadounidense u otros actos igualmente autodestructivos. El libro de Charles Mackay Extraordinary Popular Delusions and the Madness of Crowds (Nueva York, Barnes and Noble, 1993, reimpresión de la edición original de 1852) comprende un espectro aún más amplio de locuras que el de Tuchman, entre las que se encuentran (por nombrar solo unas cuantas) el escándalo de la «South Sea Bubble» de la Inglaterra del siglo XVIII, la fiebre de los tulipanes en la Holanda del siglo XVII, las profecías sobre el Juicio Final, las cruzadas, la caza de brujas, la fe en los fantasmas y las reliquias sagradas, los duelos y los decretos de los reyes sobre la longitud del cabello, la barba y los mostachos. La obra de Irvin Janis Goupthink (Boston, Houghton Mifflin, 1983, 2.a edición revisada) analiza la sutil dinámica de grupos que contribuyó al éxito o al fracaso de las deliberaciones en las que intervinieron recientes presidentes estadounidenses con sus asesores. Los estudios de casos de los que se ocupa Janis son los de la invasión de la bahía de Cochinos en 1961, el del momento en que el ejército estadounidense atravesó en Corea el paralelo 38 en 1950, la imprevisión de Estados Unidos antes del ataque japonés a Pearl Harbor en 1941, la intensificación por parte de Estados Unidos de la guerra de Vietnam entre 1964 y 1967, la crisis cubana de los misiles de 1962 y la aprobación del Plan Marshall por parte de Estados Unidos en 1947.
El clásico y a menudo citado artículo de Garret Hardin «The tragedy of the commons» apareció en la revista Science, 162:1243-1248 (1968). Mancur Olson aplica en «Dictatorship, democracy, and development» [American Political Science Review, 87:567-576 (1993)] la metáfora de los bandidos estáticos y los bandidos errantes a los señores de la guerra chinos y a otros responsables de detracciones. Hal Arkes y Peter Ayton exponen los rasgos que caracterizan a los efectos de costes irrecuperables en «The sunk cost and Concorde effects: are humans less rational than lower animals?» (Psychological Bulletin, 125:591-600 (1999)], así como también Marco Janssen et al. en «Sunk-cost effects and vulnerability to collapse in ancient societies» [Current Anthropology, 44:722-728 (2003)].
Capítulo 15
Hay dos libros dedicados a la industria petrolera y los escenarios que se le presentan para el futuro: el de Kenneth Deffeyes, Hubbert's Peak: The Impending World OH Shortage (Princeton, N. J., Princeton University Press, 2001) y el de Paul Roberts, The End of OH (Boston, Houghton Mifflin, 2004). Para conocer la perspectiva que ofrece el propio sector desde su interior, se podría empezar por visitar las páginas web de las principales compañías petroleras internacionales, como la de Chevron Texaco: www.chevrontexaco.com.
Una iniciativa denominada «Minería, minerales y desarrollo sostenible» [«Mining, Minerals, and Sustainable Development»], fruto de la colaboración entre las principales compañías mineras, ha dado lugar a una serie de publicaciones repletas de datos sobre la situación en que se encuentra la industria minera. Dos de estas publicaciones son Breaking New Ground: Mining, Minerals and Sustainable Development (Londres, Earthscan, 2002) y la obra de Alistair MacDonald Industry in Transition: A Profile of the North American Mining Sector (Winnipeg, International Institute for Sustainable Development, 2002). Otras fuentes que también aportan muchos datos son las publicaciones del Mineral Policy Center de Washington D. C, rebautizado recientemente como Earth-works (su página web es www.mineralpolicy.org). Los siguientes son algunos libros sobre los problemas medioambientales que plantea la minería: Duane Smith, Mining America: The Industry and the Environment, 1800-1980 (Boulder, University Press of Colorado, 1993); Thomas Power, Lost Landscapes and Failed Economies: The Search for a Valué of Place (Washington D. C, Island Press, 1966); Jerrold Marcus, ed., Mining Environmental Handbook: Effects of Mining on the Environment and American Environmental Controls on Mining (Londres, Imperial College Press, 1997); y Al Gedicks, Resource Rebels: Native Challenges to Mining and OH Corporations (Cambridge, Massachusetts, South End Press, 2001). Hay dos libros que describen el colapso de la minería del cobre en la isla de Bougainville, desencadenado en parte por los impactos medioambientales. Se trata del de M. O'Callaghan, Enemies Within: Papua New Guinea, Australia, and the Sandline Crisis: The Insíde Story (Sidney, Doubleday, 1999) y el de Donald Denoon, Getting Under the Skin: The Bougainville Copper Agreement and Creation of the Panguna Mine (Melbourne, Melbourne University Press, 2000).
Puede obtenerse información sobre la certificación forestal en la página web del Consejo de Administración Forestal: www.fscus.org. Para comparar la certificación de bosques realizada por el FSC con los otros modelos de certificación forestal, véase Saskia Ozinga, Behind the Logs: An Environmental and Social Assessment of Forest Certification Schemes (Moreton-in-Marsh, Gran Bretaña, Fern, 2001). Hay dos libros sobre la historia de la deforestación: el de John Perlin, A Forest Journey: The Role of Wood in the Development of Civilization (Nueva York, Norton, 1989) (hay trad. cast.: Historia de los bosques: el significado de la madera en el desarrollo de la civilización, traducción de Atalaire, Gaia, Madrid, 1999), y el de Michael Williams, Deforesting the Earth: From Prehistory to Global Crisis (Chicago, University of Chicago Press, 2003).
La información sobre la certificación de pesquerías puede obtenerse en la página web del Consejo de Administración Marino: www.msc.org. Howard M. Johnson (cuya página web es www.hmj.com) elabora una serie de documentos titulados Annual Report on the United States Seafood Industry (Jacksonville, Oregón, Howard Johnson, anual). La producción de la gamba y el salmón de piscifactoría se aborda en dos capítulos del libro de Jason Clay World Agriculture and the Environment: A Commodity-by-Commodity Guide to Impacts and Practices (Washington D. C., Island Press, 2004). Hay cuatro libros sobre el abuso de capturas piscícolas en general o de determinadas especies de pescado. Se trata de los siguientes: Mark Kurlansky, Cod: A Biography of the Fish That Changed the World (Nueva York, Walker, 1997) (hay trad. cast.: El bacalao: biografía del pez que cambió el mundo, traducción de Hernán Sabaté y Montserrat Gurguí, Península, Barcelona, 1999); Suzanne Ludicello, Michael Weber y Robert Wreland, Fish, Markets, and Fishermen: The Economics of Overfishing (Washington D. C, Island Press, 1999); David Montgomery, King of Fish: The Thousand-Year Run of Salmón (Nueva York, Westview, 2003); y Daniel Pauly y Jay Maclean, In a Perfect Ocean (Washington D. C, Island Press, 2003). A modo de ejemplo, un artículo sobre el abuso de capturas es el de Jeremy Jackson et al., «Historical overfishing and the recent collapse of coastal ecosystems» [Science, 293:629-638 (2001)]. El descubrimiento de que el salmón de piscifactoría contiene concentraciones de contaminantes tóxicos más elevadas que el salmón natural fue dado a conocer por Ronald Hits et al. en «Global assessment of organic contaminates in farmed salmón» (Science, 303:226-229:2004).
Sería imposible tratar de explicar a qué se deben las prácticas medioambientales de las grandes empresas sin comprender en primer lugar lo que las empresas deben hacer para sobrevivir en un mundo empresarial enormemente competitivo. Hay tres libros muy conocidos sobre este tema: el de Thomas Peters y Robert Waterman, hijo, In Search of Excellence: Lessons from America's Best-Run Companies (Nueva York, HarperCollins, 1982, reeditado en 2004) (hay trad. cast.: En busca de la excelencia: lecciones de las empresas mejor gestionadas de Estados Unidos, traducción de Diorki Traductores, Folio D. L., Barcelona, 1987); el de Robert Waterman, hijo, The Renewal Factor: How the Best Get and Keep the Competitive Edge (Toronto, Bantam Books, 1987); y el de Robert Waterman hijo, Adhocracy: The Power to Change (Nueva York, Norton, 1990) (hay trad. cast.: Adhocracia: el poder de la innovación, traducción de Ernesto Jimeno Frattini, Ariel, Barcelona, 1993).
Algunos de los libros en los que se analizan las circunstancias bajo las cuales las empresas pueden ser medioambientalmente constructivas, en lugar de destructivas, son el de Tedd Saunders y Loretta McGovern, The Bottom Line of Green Is Black: Strategies for Creating Profitable and Environmentally Sound Businesses (San Francisco, Harper San Francisco, 1993) y el de Jem Bendell, ed., Terms for Endeament: Business NGOs and Sustainable Development (Sheffield, Gran Bretaña, Greenleaf, 2000).
Capítulo 16
Hay algunos libros publicados a partir de 2001 que ofrecen una panorámica de los problemas medioambientales actuales y constituyen una buena introducción a la vasta literatura sobre el tema. Se trata de los siguientes: Stuart Pimm, The World According to Pimm: A Scientist Audits the Earth (Nueva York, McGraw-Hill, 2001); tres obras de Lester Brown, Eco-economy: Building an Economy for the Earth (Nueva York, Norton, 2001), Plan B: Rescuing a Planet Under Stress and Civilization in Trouble (Nueva York, Norton, 2003) y State of the World (Nueva York, Norton, publicado anualmente desde 1984); Edward Wilson, The Future of Life (Nueva York, Knopf, 2002); Gretchen Daily y Katherine Ellison, The New Economy of Nature: The Quest to Make Conservation Profitable (Washington D. O, Island Press, 2002); David Lorey, ed., Global Environmental Challenges of the Twentyfirst Century: Resources, Consumption, and Sustainable Solutions (Wilmington, Delaware, Scholarity Resources, 2003); Paul Ehrlich y Anne Ehrlich, One with Nineveh: Politics, Consumption, and the Human Future (Washington D. C., Island Press, 2004); y James Speth, Red Sky at Morning: America and the Crisis of the Global Environment (New Haven, Yale University Press, 2004).
En la relación de del capítulo 15 se ofrecían referencias sobre los problemas de la deforestación, el exceso de capturas pesqueras y el petróleo. En Energy at the Crossroads: Global Perspectives and Uncertainties (Cambridge, Massachusetts, MIT Press, 2003), Vaclav Smil no solo ofrece una descripción de la situación del petróleo, el carbón y el gas, sino también de otras formas de producción de energía. Hay varios autores cuyas obras se ocupan de la crisis de la biodiversidad y la destrucción del hábitat: las de John Terborgh, Where Have All the Birds Gone? (Princeton, N. J., Princeton University Press, 1989) y Réquiem for Nature (Washington D. C, Island Press, 1999); la de David Quammen, Song of the Dodo (Nueva York, Scribner, 1997); y la de Marjorie Reaka-Kudla et al, eds., Biodiversity 2:Understanding and Protecting Our Biológical Resources (Washington D. C, Joseph Henry Press, 1997).
Recientemente se han publicado algunos artículos sobre la destrucción de los arrecifes de coral. Se trata de los siguientes: T. P. Hughes, «Climate change, human impacts, and the resilience of coral reefs» [Science, 301:929-933 (2003)]; J. M. Pandolfi et al, «Global trajectories of the long-term decline of coral reef ecosystems» [Science, 301:955-958 (2003)]; y D. R. Bellwood et al, «Confronting the coral reef crisis» [Nature, 429:827-833 (2004)].
Entre los libros dedicados a los problemas del suelo se encuentran el clásico de Vernon Gilí Cárter y Tom Dale, Topsoil and Civilization, edición revisada (Norman, University of Oklahoma Press, 1974), y el de Keith Wiebe, ed., Latid Quality, Agricultural Productivity, and Food Security: Biophysical Processes and Economíc Choices at Local, Regional, and Global Levéis (Cheltenham, Gran Bretaña, Edward Elgar, 2003). Algunos artículos que ofrecen perspectivas diversas sobre problemas relacionados con el suelo son: David Pimentel et al., «Environmental and economic costs of soil erosión and conservation benefits» [Science, 267:1117-1123 (1995)]; Stanley Trimble y Pierre Crosson, «U.S. soil erosión rates - myth and reality» [Science, 289:248-250 (2000)]; y un conjunto de ocho artículos obra de diversos autores y publicado en Science, 304:1613-1637 (2004).
Sobre las cuestiones relacionadas con los suministros de agua véanse los informes realizados por Peter Gleick y publicados cada dos años: por ejemplo, Peter Gleick, The World's Water, 1998-1999: The Biennial Report on Freshwater Resources (Washington D. C, Island Press, 2000). Vernon Scarborough compara en The Flow of Power: Ancient Water Systems and Landscapes (Santa Fe, School of American Research, 2003) las soluciones que dieron a los problemas de agua las sociedades de la Antigüedad de todo el mundo.
Peter Vitousek et al. ofrecieron una exposición global de la proporción de energía solar utilizada por la fotosíntesis de las plantas (denominada «producción primaria neta») en «Human domination of Earth's ecosystems» [Science, 277:494-499 (1997)] y Mark Imhoffef et al. ofrecieron una versión actualizada y detallada por regiones en «Global patterns in human consumption of net primary production» [Nature, 429:870-873 (2004)].
Theo Colborn, Dianne Dumanoski y John Peterson Myers resumen los efectos de los productos químicos contaminantes sobre los seres vivos, incluidos los seres humanos, en Our Stolen Future (Nueva York, Plume, 1997). El análisis de la bahía de Chesapeake constituye un ejemplo concreto de los elevados costes económicos que acarrean los contaminantes químicos y demás impactos sobre un ecosistema en su conjunto: esto es lo que llevan a cabo Tom Horton y William Eichbaum en Tuming the Tide: Saving the Chesapeake Bay (Washington D. C., Island Press, 1991).
Entre los libros que brindan panorámicas adecuadas sobre el calentamiento global del planeta y el cambio climático se encuentran el de Steven Schneider, Laboratory Earth: The Planetary Gamble We Can't Afford to Lose (Nueva York, Basic Books, 1997); el de Michael Glantz, Currents of Change: Impacts of El Niño y La Niña on Climate and Society, 2.1 edición (Cambridge, Cambridge University Press, 2001); y el de Spencer Weart, The Discovery of Global Warming (Cambridge, Massachusetts, Harvard University Press, 2003).
Hay tres obras clásicas que sobresalen entre la vasta literatura sobre demografía humana: son las de Paul Ehrlich, The Population Bomb (Nueva York, Ballantine Books, 1968); el de Paul Ehrlich y Anne Ehrlich, The Population Explosión (Nueva York, Simón & Schuster, 1990); y el de Joel Cohen, How Many People Can the Earth Support? (Nueva York, Norton, 1995).
Para situar en un contexto más amplio la evaluación que hago de los problemas medioambientales y demográficos de la ciudad de Los Ángeles, véase el esfuerzo plasmado en todo un libro dedicado a Estados Unidos en su totalidad: The Heinz Center, The State of the Nation's Ecosystems: Measuring the Lands, Waters, and Living Resources of the United States (Nueva York, Cambridge University Press, 2002).
Los lectores interesados en conocer argumentos más detallados sobre el rechazo hacia las preocupaciones de los ecologistas que califico de «comentarios tajantes» pueden consultar la obra de Bjórn Lomborg, The Skeptical Environmentalist (Cambridge, Cambridge University Press, 2001). Para consultar réplicas más extensas a los comentarios tajantes, véase Paul Ehrlich y Anne Ehrlich, Betrayal of Science and Reason (Washington D. C, Island Press, 1996). El estudio realizado por el Club de Roma comentado en la correspondiente sección del capítulo es el siguiente: Donella Meadows et al, Tlie Limits to Growth (Nueva York, Universe Books, 1972), actualizado por Donella Meadows, Jorgen Randers y Dennis Meadows en The Limits to Growth: The 30-Year Up date (White River Junction, Vermont, Chelsea Green, 2004). Sobre la cuestión de cómo decidir si hay demasiadas o demasiado pocas falsas alarmas, véase S. W. Pacala et al., «False alarm over environmental false alarms» [Science, 301:1187-1188 (2003)].
Entre las lecturas dedicadas a las relaciones entre problemas medioambientales y demográficos, por una parte, e inestabilidad política, por otra, se encuentran: la página web de Population Action International, wivw.populationaction.org; Richard Cincotta, Robert Engelman y Daniele Anastasion, The Security Demogmphk: Population and Civil Conflict after the Cold War (Washington D. C, Population Action International, 2004); la revista anual The Environmental Change and Security Project Report, publicada por el Woodrow Wilson Center (página web: www.wilson.org/ecsp); y Thomas Homer-Dixon, «Environmental scarcities and violent conflict: evidence from cases» [International Security, 19:5-40 (1994)].
Por último, los lectores que tengan curiosidad sobre qué otra basura además de las docenas de botellas de whisky Suntory arribaron a las playas de los remotos atolones de Oeno y Ducie, en el sudeste del océano Pacífico, deberían consultar las tres tablas que aparecen en T. G. Benton «From castaways to throwaways: marine litter in the Pitcairn Islands» [Biological Journal of 'the Linnean Society, 56:415-422 (1995)].
Acerca de la totalidad de los doce principales conjuntos de problemas medioambientales que resumí al comienzo del capítulo 16 existen ya muchos libros excelentes que analizan cómo podrían abordarlos los gobiernos y las diferentes organizaciones. Pero todavía queda la pregunta que se hace mucha gente: ¿qué puedo hacer yo, a título individual, que pueda suponer un cambio? Si uno es rico, obviamente, se puede hacer mucho: por ejemplo, Bill y Melinda Gates han decidido dedicar miles de millones de dólares a problemas de salud pública urgentes en todo el mundo. Quien ocupa un cargo de poder puede utilizar el mismo para adelantar el calendario de temas que hay que tratar: por ejemplo, el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, y el presidente de la República Dominicana, Joaquín Balaguer, utilizaron sus cargos para influir de forma decisiva, si bien en sentidos diferentes, en el calendario de cuestiones medioambientales de sus respectivos países. Sin embargo, la inmensa mayoría de quienes carecemos de riqueza y poder tenemos tendencia a sentirnos indefensos y desesperanzados frente al abrumador poder de los gobiernos y las grandes empresas. ¿Hay algo que un triste individuo que no sea ni directivo de una gran empresa ni un líder político pueda hacer para producir algún cambio?
Sí, hay una docena de tipos de acciones que a menudo se revelan efectivas. Pero es preciso decir de antemano que una persona no debería esperar producir un cambio mediante una única acción, ni siquiera mediante una serie de acciones que pudieran llevarse a cabo durante tres semanas. Por el contrario, si se quiere producir un cambio es necesario pensar en comprometerse con un conjunto de acciones coherentes a lo largo de toda la vida.
En una democracia, la acción más sencilla y barata es votar. Algunas de las elecciones a las que concurren candidatos con programas medioambientales muy diferentes se deciden por un número de votos ridículamente pequeño. Un ejemplo de ello fueron las elecciones presidenciales del año 2000 en Estados Unidos, que se decidieron por unos centenares de votos del estado de Florida. Además de votar, uno puede averiguar las direcciones de sus representantes electos y dedicar tiempo a informarles mensualmente de su punto de vista sobre determinadas cuestiones medioambientales. Si los representantes no les oyen decir nada a los votantes, concluirán que los votantes no están interesados por el medio ambiente.
A continuación, uno puede replantearse como consumidor qué comprar y qué dejar de comprar. Las grandes empresas pretenden ganar dinero. Es probable que dejen de producir lo que el público no compra y que, por el contrario, fabriquen y promocionen los productos que el público sí compra. La razón de que haya cada vez más compañías madereras que adopten prácticas forestales sostenibles es que la demanda por parte de los consumidores de productos forestales certificados por el Consejo de Administración Forestal es superior a la oferta. Es más fácil, claro está, influir en las empresas del país en que uno vive; pero en el mundo globalizado de hoy día el consumidor tiene cada vez mayor capacidad para influir en empresas del extranjero, así como en los administradores públicos. Un ejemplo de primer orden es el colapso que sufrieron el gobierno de la minoría blanca y las medidas del apartheid en Sudáfrica entre 1989 y 1994 como consecuencia del boicot económico contra Sudáfrica que llevaron a cabo muchos consumidores e inversores extranjeros; ello desembocó en una retirada sin precedentes de las inversiones económicas por parte de empresas extranjeras, fondos de pensiones públicos y gobiernos. En las diferentes visitas que hice a Sudáfrica en la década de 1980, el estado sudafricano me parecía tan inamoviblemente comprometido con el apartheid que jamás imaginé que se volvería atrás; pero lo hizo.
Otra forma mediante la cual los consumidores pueden influir en las políticas de las grandes empresas, además de comprar o negarse a comprar sus productos, es llamando la atención del público sobre las políticas y productos de la empresa. Un conjunto de ejemplos de ello son las campañas contra la crueldad hacia los animales que desembocaron en que muchas de las principales firmas de moda más importantes, como Bill Blass, Calvin Klein y Oleg Cassini, renunciaran públicamente a utilizar la piel. Otro ejemplo es el que se refiere a los miembros de organizaciones de consumidores que contribuyeron a convencer a la empresa de productos madereros más grande del mundo, Home Depot, de que se comprometiera a dejar de adquirir madera procedente de zonas forestales amenazadas y a dar prioridad a productos forestales certificados. El cambio de actitud de Home Depot me sorprendió sobremanera: hubiera dicho que la capacidad de lucha de los consumidores iba a quedar absolutamente superada a la hora de tratar de influir en una empresa tan poderosa.
La mayor parte de los ejemplos de lucha por los derechos de los consumidores han tratado de avergonzar a una empresa por hacer cosas inadecuadas; y esa falta de objetividad es lamentable, ya que ha supuesto que los ecologistas tengan la mala fama de ser machacones, estridentes, deprimentes, aburridos y negativos. Los defensores de los derechos de los consumidores también podrían ejercer su influencia tomando la iniciativa de elogiar a las empresas cuyas políticas sí aprueban. En el capítulo 15 mencioné algunas grandes empresas que en verdad están haciendo las cosas que los consumidores preocupados por el medio ambiente están demandando, pero esas empresas han recibido muchos menos elogios por sus buenas acciones que reproches por sus conductas perjudiciales. La mayor parte de nosotros conocemos la fábula de Esopo acerca de la competición entre el viento y el sol para convencer a un hombre de que se quite el abrigo: cuando el viento sopló fuerte y no lo consiguió, el sol brilló entonces con fuerza y triunfó. Los consumidores podrían hacer mucho más uso de la moraleja de esta fábula, ya que las grandes empresas que adoptan políticas medioambientales saben que es poco probable que gocen de credibilidad si son ellas mismas quienes elogian sus propias políticas ante un público ya escéptico; el mundo empresarial necesita ayuda externa que brinde reconocimiento a sus esfuerzos. Entre las muchas grandes empresas que se han aprovechado en época reciente de los comentarios públicos favorables se encuentran Chevron Texaco y Boise Cascade, elogiadas respectivamente por la gestión medioambiental de sus campos petrolíferos de Kutubu y por la decisión de dejar de fabricar productos madereros obtenidos de bosques gestionados de forma insostenible. Además de castigar a «la docena de empresas vergonzosas», los activistas también podrían elogiar a «las diez fantásticas».
Los consumidores que deseen influir en las grandes empresas, ya sea comprando o negándose a comprar sus productos, poniéndolas en evidencia o elogiándolas, tienen que tomarse la molestia de averiguar cuáles son los eslabones de una cadena de distribución empresarial más susceptibles de ceder a la influencia pública, y también cuáles son los que gozan de una posición más favorable para repercutir en otros eslabones. Las empresas que venden directamente al consumidor, o cuyas marcas se venden al consumidor, son mucho más sensibles que las empresas que solo venden a otras empresas y cuyos productos llegan finalmente al público sin exhibir una etiqueta de origen. Los comercios minoristas que, por sí solos o formando parte de un gran grupo de compradores, adquieren la producción entera o gran parte de ella de algún sector productivo concreto, gozan de una posición mucho más fuerte que la de un consumidor individual para no ceder ante la presión de un productor. En el capítulo 15 mencioné varios ejemplos, pero pueden añadirse muchos más.
Por ejemplo, si usted aprueba o deja de aprobar el modo en que alguna gran empresa petrolera internacional gestiona sus campos petrolíferos, tiene sentido comprar, boicotear, elogiar o ejercer medidas de presión sobre las estaciones de servicio de esa empresa. Si usted admira las prácticas de la minería del titanio australiana y le disgustan las de la mina de oro de la isla de Lihir, no pierda el tiempo fantaseando con que usted mismo podrá ejercer alguna influencia sobre esas compañías mineras; dirija su atención, por el contrario, hacia DuPont o Tiffany y Wal-Mart, que son minoristas importantes de pinturas elaboradas a base de titanio y joyería de oro, respectivamente. No elogie o reproche a las empresas madereras de cuyos productos de venta al por menor no puede conocerse fácilmente el origen; deje, por el contrario, que sean Home Depot, Lowe's, B and Q y los demás gigantes de la venta al por menor quienes influyan en las compañías madereras. De manera similar, los minoristas de pescado como Unilever (a través de sus diferentes marcas) y Whole Foods son los únicos que se preocupan de que usted les compre pescado; son ellos y no usted quienes pueden influir en la industria pesquera. Wal-Mart es la cadena de supermercados más grande del mundo; ellos y otros minoristas similares pueden casi dictar las prácticas agrícolas a los agricultores; usted no puede dar órdenes a los agricultores, pero sí tiene influencia sobre Wal-Mart. Si quiere saber en qué lugar de la cadena comercial tiene usted influencia como consumidor, hoy día hay organizaciones como la Mineral Policy Center/Earth-works, el Consejo de Administración Forestal y el Consejo de Administración Marino que pueden darle la respuesta en muchos sectores comerciales. (Para conocer sus direcciones web, véase la sección de lecturas complementarias dedicada al capítulo 15.)
Como votante o consumidor, usted, por supuesto, no decidirá el resultado de unas elecciones ni pondrá contra las cuerdas a Wal-Mart. Pero todos los individuos pueden multiplicar su fuerza hablando con otras personas que también votan y compran. Puede empezar con sus padres, hijos y amigos. Este fue un factor relevante para que las compañías petroleras internacionales empezaran a invertir la orientación de su modo de proceder desde la indiferencia ecológica para pasar a adoptar garantías medioambientales más rigurosas. Hubo demasiados empleados muy valiosos que se quejaron o aceptaron otros empleos porque amigos, simples conocidos o sus propios hijos y esposas les hicieron sentir mal por las prácticas de quien les contrataba. La mayor parte de los directivos, incluido Bill Gates, tienen hijos y esposa, y han tenido noticias de muchos otros directivos que modificaron las políticas medioambientales de sus empresas como consecuencia de la presión ejercida por sus hijos o esposas, influidos a su vez por los amigos de estos. Aunque pocos conozcamos personalmente a Bill Gates o George Bush, una cifra asombrosa de nosotros descubrimos que entre los compañeros de clase de nuestros hijos o de los de nuestros amigos hay hijos, amigos y parientes de personas influyentes que pueden mostrarse sensibles ante la idea que sus hijos, amigos y parientes tienen de ellos. Muestra de ello es que la preocupación del presidente Joaquín Balaguer por el entorno de la República Dominicana pudo haberse visto reforzada por la presión que ejercieron sus hermanas. Las elecciones presidenciales del año 2000 en Estados Unidos se decidieron en realidad por un único voto de diferencia en la decisión que adoptó el Tribunal Supremo de Estados Unidos por cinco votos contra cuatro sobre el recurso electoral de Florida; pero los nueve magistrados del Tribunal Supremo tenían hijos, esposas, parientes o amigos que les ayudaron a formarse una opinión.
Aquellos de nosotros que somos religiosos también podemos multiplicar aún más nuestra fuerza buscando apoyo en nuestra iglesia, sinagoga o mezquita. Fueron las iglesias las que lideraron el movimiento por los derechos civiles, y algunos líderes religiosos también han sido muy claros sobre el medio ambiente, aunque no muchos hasta la fecha. Sin embargo, el potencial para recabar apoyo religioso es enorme debido a que es mis fácil que la gente siga las recomendaciones de sus líderes religiosos que las sugerencias de los historiadores o los científicos, y a que hay poderosas razones religiosas para tomarse en serio el medio ambiente. Los miembros de las congregaciones religiosas pueden recordar a sus semejantes y a sus líderes (los sacerdotes, pastores, rabinos, etcétera) la santidad del orden creado, las metáforas bíblicas para mantener fértil y productiva la naturaleza y las implicaciones del concepto de responsabilidad que todas las religiones reconocen.
Un individuo que quiera beneficiarse directamente de sus propias acciones puede considerar la posibilidad de invertir tiempo y trabajo en mejorar el medio ambiente de su propio entorno cercano. El ejemplo que mejor conozco, a partir de la experiencia de primera mano vivida en el lugar donde mi familia y yo pasamos las vacaciones de verano, en el valle de Bitterroot en Montana, es el Teller Wildlife Refuge: una pequeña organización privada pero sin ánimo de lucro dedicada a la conservación del hábitat y la recuperación de la cuenca del río Bitterroot. Aunque el mecenas de la organización, Otto Teller, era rico, los amigos que lo sensibilizaron respecto de las cuestiones medioambientales no eran ricos, como tampoco lo son la mayor parte de las personas que ejercen de voluntarios para ayudar hoy día al Teller Refuge. En aras de su propio beneficio (o, en realidad, del de cualquiera que viva o visite el valle de Bitterroot), continúan gozando de espléndidos parajes y de buena pesca, los cuales, de lo contrario, ya habrían desaparecido debido a la urbanización de terrenos. Este tipo de ejemplos podrían multiplicarse de forma indefinida: casi todas las zonas cuentan con sus propios grupos de vecinos, asociaciones de propietarios y demás organizaciones de similar naturaleza.
Trabajar para preservar el medio ambiente local ofrece otras ventajas aparte de volver la vida más agradable. También brinda un ejemplo a los demás, ya vivan en su propio país o en el extranjero. Las organizaciones ecologistas locales suelen mantener contacto frecuente entre sí intercambiando ideas y prestándose apoyo. Cuando estuve programando las entrevistas con los habitantes de Montana asociados al Teller Wildlife Refuge y a la Iniciativa Blackfoot, una de las limitaciones de sus agendas residía en los viajes a estados vecinos. Además, cuando los estadounidenses le decimos a la población de China o de otros países qué deberían hacer los chinos (en opinión de los estadounidenses) por su propio bien y por el del resto del mundo, nuestro mensaje suele llegar a oídos poco receptivos debido a nuestras propias y bien conocidas fechorías medioambientales. Seríamos más eficaces a la hora de persuadir a la población del exterior de que adoptara políticas medioambientales adecuadas para el resto de la humanidad (incluidos nosotros) si se viera más a menudo que nosotros mismos también estamos tratando de implantar esas políticas.
Por último, cualquiera de ustedes que disponga de algún dinero extra ocasional puede multiplicar el efecto de su acción realizando una donación a una organización que promueva políticas acordes con sus puntos de vista. Hay una enorme variedad de organizaciones que pueden encajar con los intereses de cualquiera: Ducks Unilimited para aquellos que están interesados en los patos, Trout Unlimited para quienes se interesan por la pesca, Zero Population Growth para aquellos preocupados por los problemas demográficos, Seacology para quienes están interesados en las islas… y así sucesivamente. Todas estas organizaciones ecologistas operan con presupuestos bajos y pueden llegar a ser muy eficaces y ahorrar muchos costes, de modo que las pequeñas sumas de dinero adicionales suponen grandes diferencias para ellas. Esto también es válido incluso para las organizaciones ecologistas más grandes y ricas. Por ejemplo, el World Wildlife Fund es una de las tres organizaciones ecologistas más grandes y mejor financiadas de las que desarrollan su labor en todo el mundo, y cuenta con sedes en más países que cualquier otra. El presupuesto anual de la filial más grande del WWF, su rama estadounidense, es por término medio de unos cien millones de dólares anuales, lo cual parece mucho dinero… hasta que uno se da cuenta de que ese dinero tiene que financiar sus proyectos en más de cien países que abarcan todas las especies animales y vegetales y todos los habitáis marinos y terrestres. Ese presupuesto también tiene que cubrir no solo los megaproyectos a gran escala (como, por ejemplo, un programa de diez años de duración que asciende a cuatrocientos millones de dólares para triplicar la extensión de hábitat protegido de la cuenca del Amazonas), sino también multitud de proyectos a pequeña escala sobre determinadas especies. Para que no crea que su pequeña donación es insignificante para una organización tan grande, piense que un regalo o simplemente unos cuantos cientos de dólares bastan para financiar la formación necesaria para que un guarda forestal equipado con GPS inspeccione la población de primates de la cuenca del río Congo, cuyo estado de conservación quedaría de otro modo ignorado. Piense también que algunas organizaciones ecologistas están muy bien situadas y utilizan las donaciones privadas para recaudar dólar a dólar más fondos del Banco Mundial, de los gobiernos y de las agencias de ayuda internacional. Por ejemplo, el proyecto de la cuenca del Amazonas del WWF está financiado por fondos de estos organismos en una proporción superior a 6 a 1 en relación con las donaciones privadas, de modo que una aportación individual de trescientos dólares puede acabar incorporando al proyecto casi dos mil dólares.
Menciono estas cifras de la WWF, claro está, solo porque es la organización con cuyo presupuesto estoy más familiarizado, y no para recomendarla frente a cualesquiera otras organizaciones ecologistas igualmente dignas pero con objetivos diferentes. Los ejemplos de cómo el esfuerzo realizado de forma individual puede marcar una gran diferencia podrían multiplicarse hasta el infinito.