Novedades para Terpsícore
Los maestros de baile son importantísimos en Silvalandia porque los bailarines, después de un aprendizaje no demasiado arduo, son capaces de jugar con su propio cuerpo y con el de los otros bailarines a tal extremo que, de no mediar la autoridad del maestro, acabarían rápidamente con este arte tan amado por el público.
El hecho de que una bailarina llegue a hacer girar y saltar su cabeza en las manos mientras otra del mismo color finge reclamarla, requiere en primer término que una de las dos cabezas desaparezca de la escena, y además que al término del movimiento de danza las cabezas se ajusten en su sitio. Con las manos y los brazos, los pies y los muslos, la cosa es mucho más difícil puesto que tienden a parecerse y a veces hay indecisiones, incertidumbres, interludios horribles que solo el genio del maestro de baile consigue devolver a la ovación y al regocijo general. En algunos espectáculos se llega a lo increíble, cuando cincuenta piernas son lanzadas e intercambiadas como las clavas de colores del malabarista, mientras sus dueñas, imbricando los torsos para formar una pirámide de relucientes sedas multicolores, terminan por formar un arco de puente por el cual pasan las piernas (y dos o tres manos para quebrar la monotonía) hasta el final en que una ronda rapidísima restituye cada cosa a su lugar, y el maestro de baile se sienta en las bambalinas y se moja la frente con la esponja que siempre le tienen preparada las chicas para esos finales no demasiado tranquilizadores.