12 - La revuelta contra la razón

Dafne alzó los ojos y le gritó a la máscara empenachada del señor silente:

—¡Esto es una mentira! ¡Ninguna mente puede estar configurada de este modo! ¡Lo que se ve en pantalla es sólo una imagen sin sentido! ¡Estás falsificando la lectura!

Le respondió un caracoleo de música irónica, un cascabeleo de campanas distantes.

—Convenceos. Realizad pruebas. Mis pensamientos están expuestos para que los examinéis. Leedlos.

Dafne se volvió a Faetón con un relampagueo en los ojos.

—¡Esa maldita cosa puede fabricar la imagen de un señor de la Segunda Ecumene que se planta ante nosotros con una orquesta sinfónica en la axila! ¿Qué te hace pensar que no puede dibujar un remolino de líneas en un espejo?

—Puedo verlo —dijo Faetón con voz abatida—. Los monitores de mi armadura confirman la actividad de la mente de la nave. Concuerdan. Puedo detectar las pulsaciones que se desplazan de caja en caja. Puedo ver los circuitos que se abren y se cierran. Si la máquina Nada puede falsificar las lecturas dentro de mi armadura, ¿para qué se molestaría en persuadirme de abrirla?

—¡Es imposible! —exclamó Dafne—. ¡La mente no puede crear un modelo estable de la realidad a menos que tenga un sistema estable para crear modelos! Una mente debe entender las leyes de la lógica para comprender la realidad circundante, porque la realidad es lógica, ¿verdad? ¿Verdad? Y esas reglas tienen que estar inscritas en el nivel más alto de la arquitectura central porque se necesitan para entender las demás reglas. —Alzó las manos airadamente—. Esta cosa nos está engañando. La arquitectura central está escondida, o el maldito corrector de conciencia la está ocultando, o Nada no se ha descargado entera en la mente de la nave. ¡Algo pasa!

—No veo ningún indicio de que el virus tábano haya surtido algún efecto —dijo Faetón, desconcertado.

—Ha rechazado la carga. Pero tienes razón. Aquí hay puntos ciegos. Miles de ellos. Puedo cargarlo en algunos lugares que él no puede ver.

La máscara de plata emitió varias notas oscilantes.

—¿Cómo lo conseguirás, si yo estoy aquí, observándote? —preguntó delicadamente.

Dafne frunció el ceño.

—Lo verás, pero no vas a creerlo. No puedes ver tus propios puntos ciegos.

—Ni vosotros podéis ver los vuestros. Sois vosotros quienes os asombráis de lo que veis, no yo. Basándonos en esto, ¿cuál de nosotros. Faetón o yo, crees que ha sido fundamentalmente engañado?

En ese momento la varilla onírica de Dafne tenía forma de pistola de duelo, y ella la desenfundó. La apuntó al pequeño espejo en que Faetón había invocado las cuatro líneas del código del virus tábano, y las grabó con la varilla. Luego apuntó la pistola, con ambas manos, hacia el gran espejo donde la imagen de la estructura mental de la máquina Nada giraba como un remolino voraz, reluciendo como mil telarañas retorcidas. Buscaba una línea oscura de baja prioridad, pero las líneas de la red seguían moviéndose, girando, cambiando. La oscuridad aparecía y desaparecía en lugares distantes, a tontas y a locas.

Cuando apretó el gatillo, el virus se recargó en la mente de la nave, en la línea y dirección indicadas en el espejo con su varilla onírica.

La línea afectada cobró brillo y se desplazó hacia el centro vacío del remolino de pensamientos, estableciéndose como pensamiento central y prioritario, una pregunta que no se podía ignorar. Hubo un rápido intercambio de paquetes de información con otras líneas de pensamiento, una andanada de preguntas y respuestas. Luego, satisfechas, las otras líneas se apartaron de esta línea central, retirando su tiempo y atención. La línea central, ignorada, cayó en una prioridad baja, se oscureció y fue olvidada. El núcleo de Nada siguió en blanco.

Evidentemente, Nada tenía respuestas satisfactorias para si misma a las preguntas que el tábano había hecho acerca de su moralidad y supuestos básicos. Y Dafne no había visto interrupciones, ninguna oscuridad organizada, que hubiera significado la aparición de un corrector de conciencia.

¿No había corrector de conciencia? ¿Era posible que esta máquina fuera deliberadamente ilógica, racionalmente irracional?

Dafne no lo creía. Alzó la pistola y disparó una y otra vez contra el espejo, tratando de acertar en el elusivo caos de tinieblas que rodeaba la imagen rotativa.

No daba resultado.

Faetón, con la mano en el espejo, como si escrutara las honduras de una vorágine sin fondo, susurró:

—¿Qué di por sentado? ¿Dónde está el error?

Su propio rostro apareció en el espejo, con los dedos tocando los suyos. La vorágine de la arquitectura mental de Nada todavía estaba detrás del reflejo, así que su rostro parecía rodeado por una aureola de telarañas y tinieblas giratorias. Faetón entornó los ojos, preguntándose qué estaba mal con el reflejo. Comprendió que no era un reflejo. Su rostro estaba al descubierto y su cabello desmelenado; no estaba vestido con su armadura sino con frac negro y corbata blanca.

—Dimos por sentado que el universo era racional —dijo el reflejo—. ¿Y si no lo es?

—No creo en ti —le dijo Faetón al reflejo—. Ninguna argumentación que partiera de ese supuesto podría convencerme, convencerme honestamente. Es descabellado.

El reflejo asintió y dijo:

—Lo diré de otro modo. Lo que llamamos realidad racional es un subconjunto de un sistema más amplio. El sistema incluye las condiciones que se producen dentro del horizonte de sucesos de un agujero negro, donde todas nuestras leyes matemáticas, nuestras categorías de tiempo y espacio, identidad y causalidad se desmoronan. Nuestros sofotecs, con su matemática y su lógica, no podrían comprender ni operar dentro de un agujero negro. Las máquinas de la Segunda Ecumene podían, pueden y lo hacen. La razón por la cual la arquitectura mental que estás mirando no parece tener sentido es la misma razón por la cual no podíamos descifrar el pensamiento de Ao Varmatyr, aunque tuviéramos una lectura noética. Se basa en matemáticas irracionales.

Faetón sacudió la cabeza.

—Si crees que las leyes de la lógica no son absolutas, no eres una versión de mí. Trata de construir un puente sin creer que dos vigas más dos vigas equivalen a cuatro vigas, y verás a qué me refiero.

—Trata de construir un puente dentro de un agujero negro, donde el espacio está tan distorsionado que una viga actúa como dos o tres, y los valores de incertidumbre son mayores que la unidad, y quizá puedas construirlo. Pero, por favor, no me acuses de traicionar mis principios. Lo único que hago es aplicarlos con coherencia. Nuestra idea de la lógica puede estar limitada a las condiciones que hallamos en el espaciotiempo normal, las condiciones en las que evolucionamos, y para las cuales fueron construidos nuestros sofotecs. En cambio, la máquina Nada fue construida en condiciones donde nuestras categorías de causalidad e identidad no se aplican. Fue construida para servir a un sistema moral que nuestros sofotecs, por axioma, rechazan. Lo que aprendí, y lo que me convenció, fue que descubrí que estaba usando los mismos supuestos axiomáticos que los sofotecs pero sin aplicarlos con coherencia. Además, ciertos hechos básicos sobre Nada, y sobre la historia de la Segunda Ecumene, están totalmente equivocados. Aquí hay muchas más cosas en juego, me temo, de lo que parece a primera vista. Averigua los hechos antes de juzgar.

—¡No puedo creer que te dejes convencerme por este monstruo! —le vociferó Faetón a su reflejo—. ¡Trató de robar mi nave! ¡Ahora trata de robarla! ¿Cómo demonios pudo convencerte?

—Él trataba de robarla sólo para dártela —dijo el reflejo.

—¡Más disparates!

—No, escucha. Estaba destinada a transformarte en el héroe de la Segunda Ecumene, tal como dijo Ao Varmatyr. Y si tú hubieras estado en el puente, Ao Varmatyr te habría convencido. Él quería razonar contigo. En cambio, Atkins lo masacró.

—Atkins hizo eso porque… por las necesidades de la guerra.

El reflejo lo miró con desdén.

—Yo soy tú. No trates de engañarte. Ésa es la misma razón por la cual Nada fingió que intentaba robar la nave, y te trajo aquí. Para lograrlo transformó nuestra vida en un infierno durante un breve tiempo. Las necesidades de la guerra. Si esa excusa vale para Atkins luchando contra Varmatyr, también vale para los silentes luchando contra los sofotecs. Sólo que la guerra de ellos es mucho más grande.

—¡Una guerra contra la realidad! ¡Una revuelta contra la razón!

El reflejo negó con la cabeza.

—No. La matemática estándar se desmorona en ciertas condiciones. ¿Correcto? Nuestra ciencia no puede predecir ni describir de manera significativa las condiciones internas de un agujero negro. ¿Correcto? Pero esas condiciones internas existen, son reales. Y la realidad no puede carecer de integridad. ¿Correcto? Así que la misma matemática debe describir ambos conjuntos de condiciones reales, tanto internas como externas, y debe haber metaleyes que describan las transiciones y las condiciones limítrofes entre ellas. Mira esto.

Líneas de símbolos matemáticos aparecieron en un espejo cercano, e imágenes de geometría no euclidiana. La matemática partía de la premisa de la no identidad de la unidad, y de una equivalencia entre unidad e infinito.

Faetón frunció el ceño. Las demostraciones tenían una coherencia interna que sostenía esa premisa absurda, y la matemática normal pasaba a ser un subconjunto de este sistema al asumir una condición donde el infinito, al no ser igual a sí mismo, era finito.

Faetón desvió los ojos.

—Supongo que ésta es la matemática irracional de la Segunda Ecumene. Es un disparate. Todo esto forma un conjunto godeliano nulo. Si numerase las líneas de la demostración y asignara números de tus líneas numeradas a ellos, por el lema de tu primera demostración, la demostración se contradice, y llegas a un conjunto que tiene menos de cero miembros.

El reflejo asintió.

—Como un sólido geométrico mayor por dentro que por fuera. ¿Cómo crees que los silentes construyeron un agujero negro microscópico que no se evapora? La correlación entre el volumen interior y el volumen exterior no es uno a uno.

—Construyeron… —Contra su voluntad. Faetón empezó a sentir interés, pero se apresuró a contenerse—. ¡No, no tiene sentido! Nada puede escapar de un agujero negro; ninguna señal puede salir. ¿Cómo se puede construir algo dentro de uno…?

El reflejo miró a Faetón desdeñosamente. Faetón se preguntó si él tendría ese aire altanero cuando disentía con otras personas. Quizás hubiera una razón por la cual tenía pocos amigos en la Ecumene Dorada.

—Conoces varias maneras de transmitir información desde un agujero negro —dijo el reflejo—. Acabas de mencionarlas. Los agujeros negros tienen masa, rotación y carga; esta información, así como la información métrica de posición, se transmite del interior al exterior. Una máquina de partículas fantasma podría transmitir partículas virtuales al exterior.

—¡Pero sin transmitir información al mismo tiempo! ¡Las partículas fantasma caerían fuera del cono de luz del objeto-suceso!

—Si la velocidad de la luz y la posición del horizonte de sucesos fueran determinables. Las incertidumbres cuánticas garantizan que estos valores no sean fijos, excepto dentro de una pequeña gama estadística.

—¿Cómo puedes construir una máquina dentro del horizonte de sucesos? Para los observadores externos, llevaría un tiempo infinito; las fuerzas de marea te destruirían; y el interior de un agujero negro es un punto homogéneo…

—Tú sabes que un «horizonte de sucesos» sólo existe para los observadores externos —dijo el reflejo—. No es una lámina sólida. Un objeto entrante puede atravesarlo sin notar nada salvo extraños efectos de luz en lo alto. Los efectos de las fuerzas de marea sólo afectan a masas más pequeñas. —Una ecuación apareció en el espejo—. En todo caso, se pueden equilibrar estableciendo una zona de gravedad nula.

Apareció un diagrama que mostraba una pirámide en la superficie de una estación de la Segunda Ecumene, con el ápice apuntado hacia el agujero negro. Sobre la pirámide había un anulo rotatorio, de modo que una línea que salía del ápice pasaba por el centro.

—He visto eso antes… —dijo Faetón.

—En la Última Transmisión. Los silentes idearon un modo de transmitir información numénica por el pozo de gravedad sin que las fuerzas de marea distorsionaran la señal. Estos anillos están hechos de neutronio, y rotan casi a la velocidad de la luz. El tirón gravitatorio de la rotación afecta a la métrica del agujero negro y lo distorsiona localmente. El horizonte de sucesos es empujado hacia dentro, hacia el agujero, por la misma razón por la cual, teóricamente, tu velocidad de escape en una luna es menor si un cuerpo gravitatorio grande está directamente encima. Cuanto mayor sea el tamaño o la cercanía de ese cuerpo, más se aproxima a cero la aceleración de gravedad neta que actúa sobre ti. A través de estos puntos nulos, aun la información numénica de una mente codificada puede entrar en el horizonte de sucesos sin distorsiones.

Otros espejos mostraron más detalles de construcción. Aparecieron diagramas, cálculos, ejemplos, planos.

—Pero el descenso al horizonte de sucesos llevaría un tiempo infinito…

—Sólo para los observadores externos. Una vez dentro, el tiempo se convierte en una dirección espacial, y no apunta necesariamente en la dirección de la entropía creciente. Ésa es una función del radio.

—Pero no hay condiciones internas, ningún lugar para construir nada…

Apareció un último diagrama, una esfera hueca dentro de una esfera hueca.

—Supongamos que tienes una esfera hueca y pareja hecha de material homogéneo. La gravedad de superficie es elevada. ¿Cuál es la gravedad interior?

Faetón resopló. Era una pregunta para aprendices.

—Cero. La gravedad neta dentro de una esfera hueca es siempre cero.

—La esfera es de neutronio. La gravedad de superficie es muy alta. La velocidad de escape se aproxima a la velocidad de la luz. ¿El mismo resultado?

—Desde luego.

—La velocidad de escape supera la velocidad de la luz. Por definición, es un agujero negro. La gravedad interna todavía es cero, ¿verdad? Y dentro puedes construir lo que quieras, ¿o no? Una civilización, una máquina inteligente del tamaño de Júpiter, cualquier cosa… Y si te quedas sin espacio, puedes arrancar una capa de material interno, enrollarlo para que su densidad tenga las propiedades métricas de Schwarzschild adecuadas, y meterla en el centro, y fabricar otra… La métrica del espaciotiempo no está constreñida por ningún valor racional específico en ese punto. Puede ser más grande por dentro que por fuera, pues el radio de la esfera de neutronio y el radio del horizonte de sucesos no están relacionados. Puedes crear más espacio. Del tamaño de un planeta, de una esfera de Dyson, de una galaxia. Un universo. Más tiempo. Tiempo infinito. Un mundo dentro de otro, sin final. Mundos suficientes para cualquiera que los desee…

Faetón miró la imagen de una esfera dentro de otra, abriéndose sin cesar a un infinito cada vez más profundo. Su mente se aceleraba, estudiando la matemática, estudiando los diagramas, buscando errores, contradicciones, buscando alguna razón para no creer, pero sin encontrar ninguna.

La imagen de las esferas, oscuridad dentro de oscuridad, nada dentro de nada, atraía su mirada como si cayera en un pozo.

—Podemos ir a Cygnus X-1 y verlo —dijo el reflejo—. Nada Filantropotec puede guiarnos. Dale el control de la nave.

Faetón irguió la cabeza.

—Nadie se llevará mi nave —dijo fríamente—. Nadie. Tu máquina Nada es un monstruo. ¿Cómo puedes aceptar lo que dice? ¡Míralo! ¡Mira la estructura! El retrato mismo de la demencia, una mente sin centro.

—No, hermano. —El reflejo movió el pulgar por encima del hombro, señalando la vorágine que el espejo mostraba a sus espaldas—. Esto es una imagen de libertad. Piensa en el proceso económico del mercado libre. Piensa en la organización que usas en tu nave. Cada elemento es libre de cooperar o no con el objetivo común; no se necesita una jerarquía central para imponer ese objetivo, no hay estructura lógica básica. Sólo se necesita un contexto, una filosofía, para dar al esfuerzo cooperativo un marco en el que obrar. Es un caos autoorganizativo y autorregulado. Este tipo de mente, este tipo de comunidad, representa mis valores básicos, mi visión básica de la vida. Eso, más que nada, es lo que me convenció.

Dafne, que lo miraba en silencio, se inclinó en su trono y dijo:

—Querido, me das escalofríos cuando te veo hablar contigo mismo. ¡Sabes que es sólo un fraude! Si vas a hablar con Nada, habla con la otra ilusión, la que tiene el peinado raro. Al menos parece muerta y antinatural y tiene un sastre de buen gusto. Por no mencionar la música de fondo. ¡Pero no creas que esas palabras son tuyas sólo porque salen de algo que se parece a tu boca!

—La imagen es precisa —murmuró la máscara plateada con un campanilleo y una oscilación de antenas plumosas—. Si Faetón acepta oír la prueba y aprender los datos, será convencido sin necesidad de interferencia externa.

Faetón miró a Dafne, miró el espejo que mostraba el diagrama mental de Nada, el remolino.

—No sé por qué el virus tábano no hizo nada. Quizá la matemática irracional funcione… o algo así. Algo falla en lo que estamos viendo, pero no sé qué es…

—¡Despierta! —exclamó Dafne—. ¡No hay paradoja! Tiene que haber una lógica central, sólo que está oculta. Estoy preparando un rastreador, y cargándolo. Encontraré esa maldita cosa. Ese corrector de conciencia debe estar en alguna parte. Tiene que haber una lógica central que dirige toda esta cosa, y el corrector tendrá acceso a ella. ¡Sigue hablando! ¡Sólo tenemos que dar con un tema que obligue al corrector de conciencia a reaccionar! ¡Una vez que se muestre, ganamos!

—Y si… —empezó Faetón.

—¿Y si Nada tiene razón, pese a todo? —concluyó el reflejo de Faetón.

—Mis pensamientos están abiertos para tu inspección —murmuró la máscara plateada—. Aquí no hay engaño.

Dafne escuchaba la conversación entre Faetón y Faetón.

Quizá pensaba en su vieja vocación, porque dijo una palabra que se refería al excremento de caballo.

—¡Sigue hablando! Si te convence, te convence… de acuerdo. Ambos nos transformaremos en monstruos e iremos a exterminar a nuestros parientes y amigos, y luego nos zambulliremos en un agujero negro.

—Al menos estaremos juntos, querida —dijo el reflejo de Faetón.

—¿Por qué no lo haces callar? —refunfuñó Dafne, mirando el espejo que tenía delante con mal ceño y desplegando un anticuado atril de comando del brazo del trono—. Ni siquiera habla como tú…

Se sobresaltó al ver su propio rostro en el espejo.

—¡Oh no! ¡Ahora tú! —Señaló coléricamente el reflejo—. ¡No empieces conmigo! ¡Apágate!

El reflejo ignoró la orden.

—Nunca diste la espalda a la verdad, por mucho que doliera —dijo—. ¡Si lo haces ahora, serás como Dafne Prima! ¡Y tú no eres como ella! Si decides no escuchar lo que tengo que decir antes de oírme decirlo, bien… es otra forma de ahogarse. ¡Tú no eres así! ¡Yo lo sé bien!

—¿Y cuántas simulaciones de mí tuvo que ejecutar hasta encontrar una que se dejó convencer? —preguntó Dafne con escepticismo—. ¿Mil? ¿Diez mil?

El reflejo pareció inclinarse hacia delante, como si pudiera salir llameando del espejo por mera fuerza de convicción.

—¡No te atrevas a hablarme así! ¡No cambio de parecer por nimiedades y no dejo que la gente me diga qué hacer! Ni siquiera yo. O tú. O lo que sea. Escucha. ¿Estás dispuesta a escuchar?

—¿Quién, yo? ¿Atrapada a bordo de una nave hundida con un monstruo y mi prometido y ex marido que enloquece lentamente? ¿Adonde iré? Habla hasta desgañitarte. Pero quiero ver cuántas simulaciones ejecutó.

Dafne pidió información sobre las simulaciones y frunció el ceño. Había algo raro.

—¿Qué… te… dijo…?

—¿Qué dijo para convencerme al primer intento…? —El reflejo puso la sonrisa íntima de Dafne, la que ella sólo usaba frente al espejo, cuando estaba muy complacida consigo misma—. ¡Algo maravilloso! Escucha: ¿qué es lo único que tememos?

—El tocino.

—Aparte del tocino. Y no digas picadillo de cerdo.

—Picadillo de cerdo. Y… ya sabes.

La imagen asintió.

La muerte.

—Con el tiempo ocurrirá —dijo la imagen—. Tal como siempre dijeron mamá y papá. El registro numénico puede durar un millón de años o dos, pero con el tiempo todo se agota, decae, se queda sin energía. Todos los héroes mueren jóvenes. Todo el color se va de la vida. Y sólo quedan personas marchitas, cansadas, agotadas, criaturas viejas e inservibles que se ufanan de valientes aventuras juveniles que nunca se animaron a intentar, fuegos brillantes que temían tocar. Y esos desechos grises sólo juegan un juego de postergación, se alejan de la vida para tener más tiempo de vida.

«Pero la vida pierde. La vida siempre pierde. Los héroes dejan de ser héroes, y viven aburridos para siempre, y luego se mueren. La entropía gana. Todo termina. La lógica aplica esa ley. Dondequiera haya tiempo y espacio, dondequiera haya causa y efecto, esa ley siempre gana.

«Pero… —Un destello travieso titiló como fuego en los ojos del reflejo—. ¿Y si alguien no quisiera ser así? Alguien parecido a Faetón. Una raza entera de Faetones. Una raza heroica, un millón de ellos, todos tan tenaces y libres como Faetón. Una raza que no está dispuesta a ceder. ¿Y si encontraran una puerta que saliera de este universo muerto? ¿Un agujero? ¿Un agujero negro? ¿Un lugar adonde no pudiera llegar la tiranía del tiempo y del espacio? ¿Un ámbito donde no se aplican las leyes de la lógica?

—¿A qué te refieres? —jadeó Dafne, entre cautivada y enfadada, escuchando sin querer escuchar—. ¡Lo que dices es descabellado!

—Todos los cuentos de hadas son descabellados. Eso es lo que les da belleza.

—Pero los cuentos de hadas no son la realidad.

—A menos que encuentres a alguien, alguien con grandeza suficiente para hacer actos de renombre, que pueda hacerlos realidad.

—Conque la gente de la Segunda Ecumene lanzó su información cerebral a un agujero negro y encontró… ¿qué? ¿Un agujero de gusano? ¿Una salida? ¡No hay nada dentro de un agujero negro!

—Sí, está Nada. —El reflejo sonrió con orgullo.

—¿Escapar de dónde? ¿De la realidad? ¿De la vida? No hay adonde ir, fuera del universo.

—Escucha, hermana. Tú sabes que es verdad. Aun una prisión del tamaño de un universo es una prisión. Y el deber de todo prisionero es escapar.

Dafne vio, clara como cristal en su memoria, una imagen de un cuento de hadas.

Vio a un hombre heroico, reluciente en su armadura dorada, que navegaba en una nave alada hasta la cima del cielo. Rodeado por escarcha, alzaba un hacha con manos manchadas de sangre y la alzaba para romper la cúpula de cristal del cielo y ver qué había del otro lado. Tenia una expresión tenaz, y no había en él indicios de temor, aunque el mundo que había dejado a gran distancia clamaba con terror abyecto. La imagen tembló en su corazón. Sintió que una represa se rompía dentro de ella. Sintió un nudo de emoción en la garganta. Lagrimeó.

¿Podía existir un ámbito más vasto que el universo? ¿Podía haber una vida que venciera la entropía? ¿No había nadie que tuviera la valentía para hallar ese ámbito, esa vida?

Dafne se volvió hacia Faetón, que permanecía inmóvil frente a su reflejo.

—Querido —dijo Dafne—, me estoy poniendo nerviosa. Lo que dice Nada empieza a tener sentido.

—¿Empiezas a creerle? —dijo fríamente Faetón—. Yo también.

—¿Eso significa que estamos equivocados?

—Eso significa que aún no hemos hallado el problema. Averigüemos qué sucede. Averigüemos qué está roto, y quién lo rompió. Lo repararemos.

Había un temblor de duda en la voz, pero aun así Dafne oyó un eco del aplomo de Faetón.

—Lo encontraremos —dijo él—. Lo repararemos. ¿Convenido?

—Convenido. Lo averiguaremos —dijo ella—. Y vaya si lo repararemos.