Educar es fácil, y además inevitable. Empezábamos así este camino en el que hemos tratado de comprender cómo podemos ayudar y apoyar a nuestros hijos en cada una de las etapas de su evolución. Nuestro objetivo desde el principio no ha sido diseñar genios, sino procurar unos buenos cimientos para que ellos, por sí mismos, sean capaces de ser personas felices en la vida. Y eso a pesar de las dificultades y las frustraciones, del amor y del miedo, los éxitos y los fracasos.
Os animo desde estas páginas a que abracéis con pasión la labor de educar en familia, en las aulas, en la calle. No hay tarea más gratificante en la vida que educar el espíritu de un niño. Cualquier trabajo es digno, algunos tienen la recompensa de perdurar en el tiempo, pero quien educa a un niño trabaja para la eternidad en una labor que se prolongará generación tras generación. En nuestra mano está dotarlos de recuerdos que les sirvan de alimento para encontrar la motivación en la vida, que les sirvan de tabla de salvación ante los naufragios, que les sirvan de inspiración para diseñar un futuro, y les proporcionen una guía de conducta para ser felices.
Eduquémonos para educar, tengamos el valor de ser referentes de aquello que tratamos de transmitir y asumamos el reto de ser felices. Lo demás es puro equilibrio, equilibrio entre la entrega, la negación, el amor, la disciplina, el regalo, la exigencia, la alabanza, la crítica, el trabajo o el juego, la obligación, el premio y el castigo, una sonrisa o la indiferencia, nuestra presencia o la ausen cia... pero siempre desde el amor, desde nuestro acompañamiento y el respeto a su persona en cada instante de su vida.
¿Y qué podemos hacer los que nos hemos equivocado en todo? Me preguntaba una madre al término de una conferencia. Sencillamente, relajarnos y empezar desde hoy, desde el principio, porque cuando cambiamos nosotros mismos, cambiamos la realidad. A veces solo consiste en tener un poco de valor y que nos den un empujoncito en la dirección adecuada. El sentido común hará el resto.
El dotar a los niños de las herramientas necesarias para ser felices está en nuestras manos. Y, desde luego, es la aventura más apasionante que podemos acometer en la vida.