Las ruedas rechinan en los raíles cuando el tranvía gira. Es el n° 11, bajo las ventanas del piso de Zdena. Zdena está planchando una blusa en la habitación de la estufa. En el suelo hay una maleta abierta ya hecha.

Solía ayudar a Tante Claire a tender la colada. Salíamos juntas a la huerta con un barreño de plástico, un recipiente lo bastante grande para bañar a un bebé. Eso es algo que nunca haré. El barreño era azul. Las ocas picoteaban en la hierba. Íbamos cogiendo, prenda a prenda, la ropa mojada del barreño y la agarrábamos con pinzas en la cuerda. Yo llevaba las pinzas en el bolsillo del delantal. Eran de plástico, rojas y verdes, como los juguetes de los niños. Han matado a mis niños.

Cuando todo estaba tendido, ondeando al aire que soplaba en el valle, siempre me sorprendía ver la cantidad de ropa que habíamos llevado en el barreño Tante Claire y yo. ¡Llenaba toda la huerta! Cuando veo a Gino descargar su furgoneta tengo la misma sorpresa. Cuesta creer cuánta mercancía se puede meter en una Mercedes D320. Bajo los toldos, que tienen unos palos de madera como sombrillas gigantes, Gino empieza a colocar pantalones, chalecos, anoraks, gorras, bañadores, camisas, jerséis, pantalones cortos, cintas del pelo, corbatas, trajes, sandalias, albornoces, quimonos. No me deja ayudarlo a descargar. Tú puedes dar conversación a los clientes, dice, comprarán sólo por verte sonreír. Vende un tipo de albornoz que yo he denominado Túnica egipcia, y eso es lo que ha escrito él en el cartón sobre el raíl en el que están colgados: TUNICHE EGIZIE. 99.000 LIRE.

El otro día me mandó a la furgoneta a buscar una camiseta para un cliente que estaba tan gordo que parecía que se tendría que poner una tienda de campaña en lugar de una camiseta. Y allí, detrás de un montón de calzoncillos, vi algo que parecía una carta con la letra de Gino, pegada con cinta adhesiva a un lateral de la furgoneta. ¿A quién escribe?, me pregunté. ¿Y por qué la ha pegado aquí? Estaba claro que no era un listado de mercancía.

Así que me agaché y la leí, y esto es lo que dice: Eres hermosa, mi amor, no tienes mácula. Tus labios, amada mía, saben a miel: miel y leche bajo tu lengua. Y el olor de tus vestidos es como el olor de mi casa. Tú, esposa mía, eres mi jardín, un manantial secreto, una fuente que nadie conoce. El olor de tus vestidos es como el olor de mi casa. Y abajo estaba escrito mi nombre en letras mayúsculas: NINON.

Salgo de la furgoneta inmediatamente y me pongo a gritarle delante de todo el mundo. Lo llamo mentiroso y tramposo.

Es de la Biblia, se defiende él.

Vete a la porra, Gino, le digo, sabes que tengo...

Y hete aquí que ante mis ojos de ciego apareció algo que forma parte de la historia, pero no sé cómo.

La cruz no es de una madera noble, como el cedro. Es una madera vulgar, de la que se usa para encofrar el hormigón. El cabello que cae por encima de su cabeza desplomada le oculta un ojo y la mitad del rostro. Los clavos de sus pies y las espinas de la corona clavada en su frente por manos enguantadas muestran por siempre la crueldad de los hombres. Esta crueldad utiliza cualquier cosa. Por eso el Cristo tiene un cuerpo. Su cuerpo también es amado. Fue traicionado, abandonado y olvidado, y fue amado. Su cuerpo —pálido, frágil, aniquilado muestra ese amor. No me preguntéis cómo. Preguntad a los delincuentes, preguntad a los niños, preguntad a la Magdalena, preguntad a las madres...

Zdena pone la blusa planchada y doblada encima de las otras prendas y mete la bolsa de aseo en la maleta. Se arrodilla para cerrarla y mira a la acacia al otro lado de la ventana. ¿Se olvida algo?

Tante Claire adora los pájaros. Sus ocas de picos encarnados me reconocen en cuanto doy la vuelta a la esquina para entrar en nuestra callecita al volver de la escuela. Las oye graznar y sale a hablar conmigo. Las ocas siempre están allí, la despiertan todas las mañanas, guardan la casa, ponen huevos, nunca se olvidan de levantar la vista del suelo a cada momento para ver si viene alguien y graznar, y si la hierba está demasiado alta y les impide ver, la alisan con las patas, que parecen planchas. Cuando a una oca le duele una pata cojea como yo cuando me duele un pie.