8.-     Viernes, treinta y uno de mayo de 2013

Una cabaña en la cordillera

 

 

Los tres días siguientes tuvieron una actividad moderada. Completaron los trámites en la comisaría, Laura firmó la escritura del ático, abrieron la cuenta bancaria y Damián le realizó el primer ingreso de cien mil euros. Además, mediante una conversación con Tausch, siguiendo los protocolos de seguridad del espía, quedaron convocados para una reunión con el resto del equipo que se realizaría ese fin de semana en la cabaña de la Cordillera Cantábrica. Así pues, el viernes treinta y uno de mayo se pusieron en marcha temprano con el Range Rover. Se trataba de un viaje de algo más de mil kilómetros y realizaron cuatro paradas por el camino, una en Granada, donde disfrutaron de un segundo desayuno que completó el escueto café con leche que tomaron a primera hora de la mañana; la siguiente parada la realizaron en Ciudad Real, donde se concedieron un pequeño descanso en un bar de carretera; después en Madrid, para comer y otra más, después de dejar atrás Burgos, para tomar un café. Finalmente, tras pasar por Espinosa de los Monteros, llegaron al valle de El Bernacho, donde Damián tenía su cabaña.

 

Por su parte, Tausch, Elke, Dagobert y Andreu habían tomado un vuelo en Hamburgo a las seis cuarenta de la madrugada, y llegaron al aeropuerto de Bilbao a las dos de la tarde, con una escala de cuatro horas en Stuttgart. Ellos comieron en Bilbao tranquilamente y, después, alquilaron un vehículo todo terreno con el que remontaron la cordillera, unos sesenta kilómetros tan sólo, hasta llegar a la cabaña, que ya era conocida por Andreu y sabía dónde estaba escondida la llave de la puerta. Llegaron mucho antes que Laura y Damián, y mucho más descansados.

 

El lugar estaba enclavado en un paisaje espectacular, al fondo de un antiguo valle glaciar situado al pie del pico Castro Valnera, el más elevado de cuantos formaban el conjunto de las montañas pasiegas, a caballo entre Cantabria y Castilla. Extensos bosques de hayas remontaban las laderas y bellas praderías tapizaban el fondo del angosto y largo predio. Unos pocos manchones de nieve permanecían en las crestas rocosas que, de vez en cuando, atrapaban algunas nubes haciendo que quedaran enganchadas en las cumbres, creando un bello contraste entre su blanco algodonoso y el resplandeciente cielo azul.

 

La propiedad consistía en una gran finca vallada de ocho hectáreas de extensión, con diversas cabañas en su interior, todas conservando la estructura y el aspecto clásico de las cabañas pasiegas, construidas en piedra, con interiores de piedra vista y madera de roble, en dos plantas, dedicando el nivel superior a dormitorios y el inferior a servicios.

 

La cabaña principal constaba de dos amplios dormitorios con sendos cuartos de baño en el piso de arriba, estando formada la planta inferior por un despacho, que podía hacer las veces de dormitorio adicional, un salón, una cocina, un baño y una despensa. Pegando a ella se encontraba otra construcción pequeña, que hacía las veces de cochera para un vehículo en el piso inferior y almacén en el superior.

 

Hacia el este, a unos doscientos metros, existía otra cabaña que había sido acondicionada para invitados, con otros dos dormitorios, un salón y un cuarto de baño arriba y una gran cocina con asador, al estilo de los txokos vascos, ocupando la mitad de la planta inferior; la otra mitad correspondía a la cochera. Al fondo del valle, justo enfrente de la cabaña de invitados, se localizaban otras dos construcciones que no habían sido arregladas, y conservaban la estructura tradicional en su interior: vivienda del pastor arriba y cuadra abajo.

 

Todo el conjunto de la finca estaba ocupado por verdes prados bien cuidados y zonas de bosque que se distribuían de manera irregular. Dos manantiales situados en distintos lugares proveían de agua a las cabañas. La electricidad se obtenía de dos fuentes: un conjunto de placas solares con acumuladores, escondidas en un recinto rodeado de muros de piedra, por un lado, y un sistema de seguridad alimentado por un generador de gasóleo, oculto en la pequeña cabaña almacén, por otro.

 

El primer grupo que llegó al lugar, alrededor de las cinco de la tarde, fue el procedente de Alemania. Andreu se dirigió directamente a la cabaña de invitados, introdujo el vehículo todo terreno en la cochera de la planta inferior y, ejerciendo de anfitrión, acomodó a sus compañeros en la gran mesa de madera que ocupaba el centro de la amplia cocina.

 

Por su parte, Tausch extrajo de una mochila, que no había soltado en ningún momento durante el viaje, un ordenador portátil y un extraño periférico conectado al ordenador vía wifi. Según explico, se trataba de un localizador de equipos electrónicos de escucha que funcionaba detectando campos electromagnéticos y emisiones de señales. Movió aquél aparato por todo el recinto y terminó diciendo: «Está limpio».

 

Andreu encendió el fuego que alimentaba el asador  y se dirigió a la zona de bodega para descorchar una botella de vino, un “Rioja Imperial Gran Reserva 2004”. Sirvió cuatro copas y, comentando la distribución de los dormitorios existentes en las cabañas, los distribuyó verbalmente entre los miembros del grupo. Damián ocuparía un dormitorio de la cabaña principal, Elke se instalaría en el adjunto, Tausch dormiría en el despacho, y tanto Dagobert como él mismo se repartirían los de la cabaña de invitados en la cual se encontraban. Después, seguido por Tausch y tras dejar a sus dos acompañantes charlando, accedieron al piso superior con la intención de acarrear unos cuantos troncos de leña. Tausch repitió la maniobra anterior con el ordenador por toda la planta, mientras que Andreu encendió la chimenea de la sala de estar para que estuviera caliente cuando llegara la noche.

 

Estamos a mil cien metros de altitud —dijo explicando sus maniobras—, por la noche refresca bastante. ¡A la jodida de mi ex le preparaba fuegos hasta en la Antártida! ¿Os imagináis? Si allí no hay un puto tronco. Me obligaba a sacar cualquier mueble viejo del barco y hacerlo astillas para encender una hoguera sobre el hielo. ¡Qué pedazo de puta, la cabrona!

 

Después, nuevamente acompañado de Tausch, Andreu acudió a la cabaña principal para reconocer electrónicamente el lugar y encender también la chimenea. El espía exploró todo el edificio al tiempo que Andreu atendía a su tarea. Mientras preparaba el fuego pensó en la cena. Acudió a la despensa y extrajo del arcón congelador dos grandes paquetes de chuletillas de cordero castellano y una hogaza de pan de escanda. Echó de menos que la ensalada no se pudiera congelar y, por lo tanto, no hubiera en la despensa elementos suficientes para preparar una, pero se le ocurrió acompañar el menú con algunas latas de verduras, como espárragos blancos “cojonudos”, alcachofas y guisantes. Cargó con todo el condumio y regresaron a la cabaña de invitados. Depositó las viandas encima de la barra de la cocina y acercó los productos congelados al fuego para que se fueran atemperando.

 

Cuando hubieron terminado el vino salieron a recorrer un poco la propiedad. Andreu enseñó al resto del grupo la cabaña principal, luego visitaron los manantiales donde se captaba el agua, las cabañas pasiegas adicionales y los bosques de la finca. Después les describió el panorama que podía observarse. La gran mole del Castro Valnera que dominaba todo el circo, el monte llamado Cubada Grande, situada al otro lado del collado que la separaba del Castro, y el Pico de la Miel a su espalda, tras el que se encontraba la estación de esquí de Lunada. Al otro lado de la cresta que unía El Castro con el Pico de La Miel se encontraba Cantabria. Por último, les describió los pormenores del valle de El Bernacho, donde se encontraban, formando ya parte de la provincia de Burgos.

 

Les dijo también que las nieblas espesas, que solían descender desde aquella cresta procedentes de la costa cantábrica, eran frecuentes y las nevadas caían copiosamente en invierno, aguantando muchos meses en las laderas, como podía observarse en ese mismo momento, pues numerosos campos nevados permanecían aún por la zona a pesar de la proximidad del verano. Después, tomaron cada uno su equipaje del maletero del coche y se instalaron en las habitaciones sugeridas.

 

Hacia las diez de la noche, cuando aún no había oscurecido del todo dada la proximidad del solsticio de verano,  se encontraban reunidos en el salón de la cabaña principal. Entonces llegaron Damián y Laura. Sorprendió a todos la presencia de la mujer; de hecho nadie los había advertido de que alguna otra persona se había incorporado al grupo y no contaban con la nueva acompañante. Andreu pensó que, quizá, se equivocó al colocar a Elke junto al dormitorio de Damián, pero ya era demasiado tarde. Se olía un conflicto.

 

Damián presentó a Laura como Beatriz Soriano, lo que Andreu, que la conocía perfectamente, no se tragó; y Laura, que recordaba a ese personaje por haberlo entrevistado algún tiempo atrás, se dio cuenta de su discreta reacción. Pero ambos callaron, tal y como Damián esperaba.

 

Andreu pregunto sobre el reparto de habitaciones pues, según sus cuentas faltaba un dormitorio para acomodarlos a todos. Damián respondió:

 

—Beatriz duerme conmigo.

 

—¡Ah bribón! —Exclamó retomando el idioma español que había abandonado desde que quedó solo en Hamburgo—. ¡Me alegro por los dos! ¿De modo que al final te la has ligado? ¡Qué cabrón más caradura!

 

Después, sintiendo que había hecho algún comentario inapropiado, intentó arreglarlo:

 

—Perdón, no debería haber hablado así. Laura… quiero decir… Beatriz —«cielos, he vuelto a meter la pata», pensó—. Es un buen tipo. Te tiene ganas desde hace mucho tiempo…

 

—Es mejor que te calles, Andreu —dijo Damián riéndose— No te preocupes, ya hemos hablado de todo y me conoce perfectamente. No creo que la asustes…

 

—Te encuentro bien, Andreu —dijo Laura aguantando la risa—. No sabía que eras tú quien andaba metido en esto.

 

—Perdonadme los dos —volvió a decir el Capitán—. Soy un jodido gilipollas. Ya lo decía mi ex, soy un bocazas. Al final va a tener razón la muy puta. No, si era lista la cabrona. Y estaba buena. No tanto como tú, Laura, digo, Beatriz, que estás muy buena…

 

—Andreu, cállate —insistió Damián.

 

—¿Beatriz o Laura? —Preguntó Elke utilizando un tono levemente malicioso.

 

—Disculpen —intervino Tausch hablando de nuevo en inglés—. ¿Podemos hablar en un idioma que comprendamos todos?

 

—¡Cierto! —Opinó Dagobert también en inglés.

 

—Tienen razón —asintió Damián—. Recordemos que el inglés debe ser siempre nuestro idioma.

 

—De acuerdo pues —dijo Elke mirando a Laura atentamente— ¿Cuál es entonces tu nombre: Beatriz o Laura?

 

—Laura —contestó con timidez.

 

—Yo explicaré eso —dijo Damián, quien procedió a dar detalles acerca de quién era ella, la ocupación a la que la había destinado y las razones por las que habían decidido realizar el cambio de nombre y convocar aquella reunión.

 

—Entonces continúan investigándonos —afirmó Dagobert.

 

—Así es —prosiguió Damián—. Si intentaron entrar en mi casa es muy probable que a vosotros tampoco os hayan perdido la pista.

 

A continuación, dirigiéndose al espía, le dijo:

 

—Señor Tausch… ¿Podemos llamarle Jakob?

 

—Sí, por supuesto —respondió—. Creo que ya tenemos cierta familiaridad todos nosotros. ¿Qué quiere decirme?

 

—Supongo que no habrá notado ningún seguimiento hacia Elke, Andreu y Dagobert —dijo Damián—. Si hubiera sido testigo de algo inusual nos lo habría comentado…

 

—En efecto —respondió—. Durante estos días hemos seguido con nuestra rutina habitual de estar pendientes de los tres, y no hemos percibido nada sospechoso en su entorno. No hay otros sistemas de escucha y observación distintos de los nuestros y no hemos detectado nada extraño que pudiera indicar injerencias de otra agencia.

 

—¿Investigó a Mr. Lawler? —Siguió preguntando Damián.

 

—Sí. Se trata de un gran empresario británico, sus negocios van desde medios de comunicación, aunque no los más importantes,  en diversos países del mundo, hasta empresas de cambio de divisas, compra venta de oro y tecnología de internet, pasando por especulación inmobiliaria en zonas de conflicto. Ha colaborado en la reconstrucción de  infraestructuras petroleras en Irak y Afganistán, entre otras lindezas por el estilo. Creó también una supuesta ONG dedicada a la ayuda humanitaria en Palestina pero, en realidad, se trata de una tapadera para obtener información sobre las actividades de otras ONGs auténticas que operan en la zona.

 

—¿Sabemos si pertenece al Club Bilderberg? —Preguntó Andreu.

 

—No directamente —respondió Tausch—. Pero sí ha participado como invitado en alguna de sus reuniones.

 

—¿Significa eso que nuestro enemigo es el Club Bilderberg? —Preguntó Dagobert.

 

—No necesariamente. Significa que esa es una posibilidad a tener muy en cuenta —respondió el espía.

 

—¿Qué otras posibilidades hay? —Insistió Dagobert.

 

—Sospechamos que el agente muerto en Hamburgo no pertenecía a ninguna agencia de países aliados nuestros: CIA, MI6, DGSE, CNI, etc. —Explicó Tausch—, pero no podemos afirmarlo tajantemente. Por otros casos anteriores en los que se nos impusieron este tipo de “colaboradores” misteriosos, encontramos algún vínculo con el Bilderberg; pero estos vínculos siempre eran circunstanciales y nunca resultaron concluyentes. Podían venir de cualquier otro lado: el Mosad, el Vaticano…

 

—¿El Vaticano tiene servicio secreto? —Preguntó Laura sorprendida.

 

—Sí. Y muy bueno —respondió Tausch—. No figura con un nombre sonoro, pero se lo ha llamado de diversas formas: “Sodalitium Pianum”. “Pro Deo“, “La Entidad”… Quizá les suene más su nombre antiguo: “La Santa Alianza”. Todo esto sin descartar a los Jesuitas, o al Opus Dei, que tienen sus propios sistemas de información. En conjunto se han ganado la fama de ser el servicio secreto mejor informado del mundo y de no precisar tecnología puntera para recabar dicha información. Pero, lo que quiero decir con este discurso, es que la agencia que nos sigue podría ser cualquiera, incluso chinos o iraníes.

 

—El espía muerto tenía aspecto europeo… —comenzó a referir Damián.

 

—El hecho de que no tengan los ojos rasgados no impide que puedan defender intereses chinos —afirmó Tausch.

 

—De acuerdo —intervino Damián—. Mi propuesta es que nuestro amigo Jakob Tausch organice un sistema que garantice nuestra seguridad. Pero antes de que nos informe, quiero hacerle un ofrecimiento personalmente a él.

 

Damián se tomó un tiempo aprovechando la expectación que había creado. Después, dirigiéndose directamente al espía, le dijo:

 

—Jakob, ha visto que todos nosotros participamos voluntariamente en este proyecto. Usted conoce nuestro propósito, y algo me dice que simpatiza con él. Hasta ahora nos ha ayudado forzado por mí. Pero quiero preguntarle y dejarle total libertad para decidir: ¿Quiere formar parte de nuestro grupo? Antes de que conteste deseo decirle otras cosas. Conoce mi poder, ha sido víctima de él. Conoce también nuestros recursos financieros. En realidad, son mucho mayores de lo que cualquiera de los de este grupo pueda sospechar. Soy capaz conseguir las fortunas de todos los magnates del mundo. Todavía no lo he hecho porque no sé si es conveniente o necesario, pero no lo dudéis, puedo hacerlo cuando quiera. Soy invulnerable y soy inmortal. Y usted, amigo Jakob, también puede serlo. Con esto quiero decir que no debe preocuparse por su estabilidad económica, por arriesgarse a perder su empleo. Tampoco debe preocuparse por la seguridad de su país. No tenemos absolutamente nada en contra de Alemania, ni de España o de Gran Bretaña. Lo que queremos es justicia y libertad para nuestras familias y nuestros vecinos. Nuestro proyecto no es político ni militar, aunque la injerencia política puede resultar inevitable. Lo que nos mueve es un ideal humano: la felicidad. Y podemos conseguirlo. Insisto, sabe que no queremos hacer daño a nadie y tampoco atentar contra la seguridad de su país. Así pues, vuelvo a preguntarte, ¿Quiere formar parte de nuestro grupo?

 

—¿Tengo otra opción? —Contestó Tausch—. Seré su aliado de cualquier modo, voluntaria o involuntariamente.

 

Antes de que Damián o cualquier otro tuviera tiempo de replicar, siguió diciendo:

 

—Dejen que me explique. Los conozco a todos ustedes, excepto a usted, señorita Laura. Los he investigado uno por uno y sé que son buena gente, que nunca han hecho daño a nadie y, aunque alguno de ustedes se haya metido ocasionalmente en algún lío —en este momento miró hacia Dagobert y Andreu—, también sé que fueron chiquilladas de adolescente o puro idealismo. Simpatizo con ustedes y con sus ideales. Respecto a usted, Damián, El no tener referencias sobre su pasado me hace recelar; pero ha podido destrozarme si hubiera querido y no lo ha hecho. Ha podido extraer información de mí suficiente como para acabar con mi organización y tampoco lo ha hecho. Podría haber utilizado su poder para poner o derrocar los gobiernos que le hubiera dado la gana, pero ha ignorado tal posibilidad, supongo que conscientemente. No sé quién es usted, pero me cae bien. Me gusta su proyecto, también simpatizo con él. Lamentablemente sind sie ein anfänger —dijo mezclando el alemán sin darse cuenta.

 

—¿Qué significa eso? —Preguntó Damián.

 

—Algo así como que son ustedes unos pardillos —tradujo Andreu.

 

—¿A qué se refiere? —Volvió a preguntar Damián dirigiéndose a Tausch.

 

—Quiero decir que son ustedes sorprendentes. Poseen, o posee usted, Damián, una capacidad increíble para obtener información. Pero en el resto de asuntos que tienen que ver con los servicios de inteligencia, con las técnicas de control modernas, o con las estrategias de actuación operativa, son realmente torpes. Necesitan mi ayuda. ¡Quién lo iba a decir! En lo que parece ser un pequeño grupo de jipis idealistas resulta que yo soy importante. ¡Y me gusta! Por otro lado, los que están contra ustedes han matado a un buen amigo mío. El asesino de Helmut Maschwitz está muerto, pero quienes le ordenaron actuar así siguen vivos y quiero saber quiénes son. Pueden ustedes contar conmigo. Créanme, soy sincero.

 

—Bien, señor Tausch. Bienvenido al club de los cien mil euros. Ese será su sueldo mensual, más gastos, sobornos y cuanto necesite para desarrollar su tarea.

 

Todos aplaudieron felices la incorporación del nuevo socio y se lanzaron a una especie de vorágine de abrazos. Después, Damián intentó reclamar la atención de todos para continuar la conversación:

 

—¡Escuchadme un momento, por favor! Con respecto al asunto de nuestra propia seguridad que nos ha traído aquí…

 

—¡Cállate ya, jodido pájaro de mal agüero! —Gritó Andreu—. ¡Ya hablaremos de eso mañana! Tengo unas chuletas de cordero esperando al lado de la parrilla y, como sigamos de cháchara, se las van a comer las cucarachas. Vamos al Txoko y cenemos como dios… perdón, como el diablo manda. Hay vino para todos. Yo cocino.

 

Durante la cena, Andreu se encargó de ilustrar a los comensales sobre las costumbre culinarias rústicas: comer las chuletillas con las manos, acompañarlas de buenos bocados de pan de hogaza, beber vino en bota… Para esto último, acudió a la zona de bar tras la barra de cocina, donde tenía guardada una bota «de las artesanales, de las de pez, no de las sintéticas que son una puta mierda para el vino». Explicó que “la pez” era resina de pino, lo que otorgaba un sabor muy especial al contenido, capaz de hacer que un vino peleón pareciera un gran reserva.

 

Llenó el pellejo con otra botella de vino de rioja, hizo una demostración de cómo beber de ella, y la pasó a sus compañeros quienes intentaron emular su técnica. Tan sólo Damián tenía práctica en el procedimiento, y bebió limpiamente un buen chorro; por su parte, Laura se defendió con cierta dignidad, al igual que Tausch. Elke y Dagobert vertieron el chorro directamente en la nariz o en el ojo, ensuciando notablemente su indumentaria ante la hilaridad del resto. Finalmente, Andreu realizó una exhibición derramando el vino en la frente y dirigiendo el chorro por el pliegue entre el ojo y la nariz hasta el labio superior, proyectando el inferior hacia adelante para permitir que el vino entrara en la boca, lo que fue muy aplaudido.

 

Al salir del Txoko, ya bastante avanzada la noche, Damián acompañaba a Laura; Elke los seguía unos pasos por detrás, a la vera de Tausch, sin quitarles el ojo de encima. Entraron en la cabaña principal, se dieron las buenas noches y se dirigieron a sus habitaciones.

 

Una vez acostados, Laura, que no se quitaba de la cabeza a su recién conocida compañera, le preguntó a Damián:

 

—¿Quién es Elke? No me habías hablado de ella.

 

—No te había hablado de ninguno de ellos —contestó.

 

—¿Te la has follado? —Siguió preguntando, mientras intentaba mostrar una tranquilidad que, en realidad, se le estaba escapando por momentos.

 

—Sí —respondió Damián adivinando que se preparaba una escena de celos.

 

—Eres un cabrón Damián. No me lo habías contado.

 

La escena de celos ya estaba desencadenada. Si Damián quería dormir tranquilo tendría que andar con pies de plomo. Pero él, suponía, estaba por encima de esas estupideces. ¿Qué podía hacer para evitar un conflicto con una mujer celosa? ¿Y si, quizá, eran dos las mujeres celosas? «Puta biología» —se dijo—. «El instinto de propiedad, claro, de posesión de la hembra sobre el macho para asegurar la estabilidad de la prole. Pero yo no quiero prole, ¡coño! Estoy bien con Laura y no necesito más historias».

 

—¡Joder Laura, no me calientes la cabeza! ¿Tengo que serte fiel con carácter retroactivo? —Preguntó intentando aportar un poco de lógica a la situación.

 

—¡No!, pero esas cosas se dicen. ¿Qué pensará ella de que estés conmigo?

 

«Claro,  en vez de razonar se dedica a retorcer las cosas» —pensó—. «Tengo que quitarle importancia al asunto o estoy perdido».

 

—Ella no pensó nada cuando me llevó a la cama. Simplemente ocurrió. Una sola vez. Y ninguno hicimos preguntas. ¿Por qué iba a hacerlas ahora?

 

—Porque no deja de mirarnos.

 

—Es normal que todos nos miren, hacemos buena pareja.

 

Eso lo consideró como un intento de retorno a la lógica.

 

—¿Fue ella, entonces, quién te llevó a la cama? —Siguió preguntando Laura intentando atacar por otro lado.

 

«Nuevo retorcimiento» —pensó él. Y contestó:

 

—Sí. Así fue.

 

—¿Y tú te dejaste?

 

—Es guapa y yo no estaba comprometido. ¿Te extraña?

 

—¿Puede volver a llevarte a la cama?

 

—¡Joder, Laura! ¿A qué vienen esos celos?

 

Damián empezó a barajar la idea de “influir” en su mente para que abandonara aquella rabieta.

 

—¿Celos? ¿Quién habla de celos? ¡Solo quiero que seamos sinceros el uno con el otro!

 

—¡Me cago en la puta ostia! ¡Laura, Joder! Estoy siendo sincero contigo desde el principio. Tengo un pasado del que no me arrepiento, y tú lo sabes. ¡Te lo he contado todo! ¡Y quiero tener un futuro tranquilo!

 

—¡No es cierto! ¡No me lo has contado todo!—gritó indignada—. ¡No sé quién eras antes de ser Damián Castellano! ¡No sé nada de tu vida anterior!

 

—Sabes casi todo sobre mi vida anterior, lo único que te falta por conocer es el nombre que tenía. Pero eso no quiero que lo sepa nadie. Ni tú ni nadie. Tú estás con Damián Castellano. Ese soy yo. Y tú eres Laura Golmayo. Y yo estoy contigo. Si algún día decides dejar de ser Laura Golmayo y convertirte en Beatriz Soriano Portinari, entonces estaré con Beatriz Soriano Portinari, que acaba de nacer, y yo seré un pederasta.

 

Laura se rió de la ocurrencia. Después dijo:

 

—Pero todavía no me has respondido. ¿Puede volver a llevarte a la cama?

 

El pensamiento de “influir” en su mente ganaba enteros.

 

—¿Qué me dijiste la otra noche sobre que me enamoraría y desenamoraría muchas veces en mil años?

 

—¿Elke va a vivir mil años? —Preguntó Laura como si se sintiera sorprendida.

 

—Si quiere sí, igual que tú.

 

—¿Quieres decir que dentro de mil años podrías acostarte otra vez con ella? —Siguió preguntando como si tal cosa fuera a ocurrir al día siguiente.

 

—¡Quién sabe lo que ocurrirá dentro de mil años! Laura, ¿te das cuenta de la conversación que estamos teniendo? ¡Sientes celos por lo que pueda pasar dentro de un milenio, de cuarenta generaciones!

 

—¿Y quién puede negarme que algo que puede ocurrir en el futuro no puede pasar también ahora?

 

—¡Esto es absurdo! ¡Ridículo!

 

Damián se giró enérgicamente en la cama, colocándose de espaldas a ella, y dio la conversación por terminada. En realidad estaba pensando en desarrollar una estrategia, que pondría en práctica durante la mañana siguiente, con la intención de solucionar el problema. Por su parte, Laura se quedó pensando: «No me ha contestado», lo que hizo que pasara una mala noche. Elke, que había escuchado algún trozo de la conversación desde su cama, al otro lado de la pared, se rió de buena gana.

 

A la mañana siguiente, en el transcurso del desayuno, comunal y rústico, que realizaron en la cocina de la cabaña principal, pusieron al día a Tausch acerca de las “capacidades especiales” que poseía Damián pues, aunque había sido testigo y víctima de una de ellas, el resto sólo las conocía por la mención que hizo el propio Damián durante la conversación de la noche anterior o por referencias de sus compañeros: Capacidad de curar o de matar, invulnerabilidad, inmortalidad, dominar la mente, borrar la memoria...

 

—Se me hace difícil creer tal cosa —afirmó con cierto escepticismo.

 

Andreu dejó caer un enorme cuchillo de cocina sobre la mesa diciendo: «venga, Damián, haz tu demostración», ante la hilaridad del resto de comensales, excepto Tausch, que se mostró sorprendido, y Damián que reaccionó indignado.

 

—¡Estoy hasta los cojones del puto jueguecito del cuchillo! ¡Claváoslo uno de vosotros y luego os curo, a ver qué os parece!

 

—A mí ya me ha pasado eso —se apresuró a decir Laura—. No quiero más.

 

Todas las miradas se centraron en Andreu, esperando que fuera él quien se atravesara la mano con el instrumento.

 

—¡A mí no me miréis! Yo paso. ¿Qué tal Dagobert? —Dijo eludiendo cobardemente el reto.

 

—Yo no necesito demostraciones, con lo de Hamburgo me bastó —comentó a su vez el mencionado rogando misericordia con la expresión de su cara.

 

—Señores, por favor —intervino Tausch—. No necesito que se apuñale a nadie. Si Damián es capaz de curar enfermedades y mantenernos jóvenes, que lo demuestre curándome una vieja herida en la rodilla que me tiene podrido desde hace un par de años.

 

El espía se levantó la pernera derecha del pantalón para mostrar la articulación lesionada. Todos pudieron ver una fea cicatriz junto con una deformidad en un lateral de la rótula.

 

—¿Fue un disparo? —Preguntó Elke imaginando alguna historia truculenta de las que aparecen en las películas de acción, donde el malo mete un balazo en la rodilla de alguien para obligarle a contar algún secreto de estado.

 

—No. Me cayó encima una piedra mientras arreglaba la valla del jardín en casa de mi madre.

 

«Decepcionante» —pensó Elke—, «qué vulgaridad».

 

Damián se había levantado de su asiento colocándose agachado junto a Jakob. Sujetó la rodilla con ambas manos y cerró los ojos. Inmediatamente, el espía experimento las sensaciones de náusea y vibración clásicas del fenómeno durante algunos segundos. Cuando retiró las manos, no quedaba ninguna señal de la lesión: ni cicatriz, ni deformidad. Absolutamente nada que recordara que ahí hubiera habido nunca algún problema.

 

Tausch se incorporó sorprendido y caminó por la estancia como quien se prueba un par de zapatos nuevos. Miró a Damián con los ojos bien abiertos. Miró, después, al resto de compañeros.

 

—Es increíble —dijo—. ¿Está curado para siempre?

 

—Eso depende de si piensa tirarse otra piedra o no —respondió Damián.

 

—¿Y puede usted mantenerse siempre joven? ¿Qué edad tiene realmente? —Volvió a preguntar.

 

Damián miró a Laura que permanecía expectante por la respuesta, al igual que todos los demás.

 

—Mas que cualquiera de vosotros —se limitó a decir.

 

Eso dio a Laura una idea: «Es mayor que Andreu, que tiene cincuenta y pico».

 

—¿Alguno de vosotros quiere rejuvenecer? —Preguntó Damián con semblante alegre, sabiendo que dicha tentación ocasionaría serias dudas en todos ellos. Andreu fue el primero en contestar:

 

—Yo no, pero quiero permanecer así, tal y como estoy,  el resto de mis días, que espero que sean muchos. Aunque esto ya los sabías. Hace tiempo que lo habíamos hablado.

 

—¡Concedido! —Afirmó Damián tajante, jugando a ser el genio de la lámpara de Aladino—. ¿Alguien más? —Volvió a preguntar.

 

Los demás callaron.

 

—¿Laura?, ¿Elke?, ¿Dagobert? —Insistió preguntando.

 

Al no obtener respuesta dijo:

 

—Estáis en la flor de la vida y os conserváis en perfecta forma. Es normal que no os hagáis idea de las sensaciones del envejecimiento. Ya me lo diréis dentro de algunos años.

 

Después, mirando a Tausch. Le preguntó:

 

—¿Y usted, amigo Jakob? ¿No quiere rejuvenecer?

 

—Es muy tentadora su oferta, lo admito. Pero quizá no sea el momento. Se me conoce demasiado bien en el BND como para cambiar radicalmente de aspecto. Sin embargo, sí tengo una petición que hacerle. Sabe que soy deportista. De hecho, la primera vez que nos encontramos usted y yo cara a cara fue en mi gimnasio. Quiero mejorar mi forma física. Me gustaría que me proporcionara más musculatura, más fuerza y más resistencia. ¿Es posible?

 

—¿Veis? —Dijo Damián dirigiéndose al resto de tertulianos—. Un hombre inteligente y práctico. Haga el favor de quitarse la camisa.

 

Tausch lo hizo, dejando ver una camiseta gris de fibra polar bajo la primera prenda.

 

—Por favor, la camiseta también —insistió Damián.

 

Elke y Laura observaban un tanto ensimismadas. Tausch mostró un torso bien formado. Se le notaba con buen tono muscular, aunque no tan marcado como el cuerpo de un culturista, que era lo que él pretendía.

 

Damián le pidió que se sentara, lo que hizo inmediatamente. Después se colocó a su espalda y puso las manos junto al cuello, apretando fuertemente los hombros. Ante el asombro de los asistentes, la musculatura de Jakob fue creciendo y marcándose, adquiriendo el volumen de un Hércules.

 

Todos quedaron fascinados por el portento, Especialmente Elke, que era incapaz de apartar la mirada de aquellos bíceps, aquellos abdominales, aquellos pectorales… Incluso los glúteos, los muslos y las pantorrillas habían adquirido más musculatura. Sólo desvió los ojos cuando Jakob se vistió de nuevo.

 

Damián intentando que tanto Tausch, como él mismo,  dejaran de ser el centro de atención, preguntó a Dagobert:

 

—¿Qué tal va el estudio sobre el cambio del Sistema?

 

El pobre economista, que había estado trabajando a marchas forzadas durante aquellos días, se sintió tremendamente presionado, como si fuera a presentarse a un examen. Tras pensar un poco su respuesta, terminó diciendo:

 

—Es muy complejo, Damián. El sistema actual se ha ido creando durante los últimos cinco o seis mil años, evolucionando, perfeccionándose constantemente, hasta llegar a unos niveles de complejidad abrumadores. Conseguir el abandono del dinero es extraordinariamente difícil porque, dentro del Sistema, el dinero se ha demostrado como un método eficaz y muy práctico para valorar la riqueza.

 

»Para implantar otro método de valoración de la riqueza que también sea eficaz, pero opuesto a la injusticia del Sistema, hemos de crear una nueva matemática económica y, de ella, inferir una unidad de riqueza no especulativa. Precisamente, el principal problema del dinero en la actualidad, es lo fácil que resulta a los poderosos especular con él. Podemos convenir que, tal y como se desarrolla ahora mismo la gestión  de capitales, el principal motor de la economía es el dinero negro…

 

—Estoy en desacuerdo —intervino Damián—. Opino que el principal motor de la economía es la clase trabajadora, la mano de obra que produce la riqueza.

 

—Eso es cierto sólo en parte —prosiguió Dagobert—. Se lo explicaré con un ejemplo: La fuerza que mueve la galera no está en el remero que empuja el remo, sino en el látigo que golpea la espalda del galeote obligándolo a remar.

 

»Otro símil: El universo físico consta de un cinco por ciento de materia ordinaria, un veintitrés por ciento de materia oscura, y un porcentaje mucho mayor, el setenta y dos por ciento de energía oscura. El universo económico es igual: Un primer nivel ocupado por el dinero blanco; después, un porcentaje mayor de dinero negro y, con mucha mayor importancia, las intenciones oscuras que lo mueven. Para mantener la mentira en que nos sume el Sistema es imprescindible la corrupción, alimentada por dinero negro.

 

»Esta energía oscura es, utilizando un término psicológico, la propia conciencia del Sistema justificándose a sí mismo. Al final, hemos creado un Sistema que escapa a la intención de los poderosos. Esto es lo más sorprendente de mi investigación.

 

»El Sistema es como un cefalópodo autoconsciente con innumerables tentáculos. Es una mente cibernética que los capitalistas ya no controlan, sino al contrario, ellos son controlados por el Sistema, y alterarlo los destruiría.

 

»Pero, evidentemente, el Sistema es en sí mismo autodestructivo; y necesita lanzar tentáculos, o pseudópodos, o como queramos verlo, y palpar nuevas opciones de explotación. El Sistema es un tumor invadiendo un organismo con numerosas metástasis, y lo peor es que se trata de un tumor consciente de sí mismo.

 

»Nuestro trabajo actual consiste en desarrollar una nueva técnica quirúrgica para extirpar dicho tumor. Muy compleja, por cierto, porque está tan extendido, tan ramificado, que afecta a todos los tejidos del organismo. Esa técnica quirúrgica a lo que me refería con los conceptos de “Nueva Matemática Económica” y “Unidad de Riqueza no Especulativa”. Esto lleva su tiempo. Dándonos prisa, y contando con un equipo de gente especializada, quizá tardemos un año o más en completarla, no lo sé exactamente, pero llevará tiempo.

 

»Además, es muy importante la colaboración de Andreu, pues los conceptos matemáticos deben basarse en la verdadera sostenibilidad de los recursos planetarios, de la demografía, de los aspectos científicos de producción y distribución que él, en su doble faceta de ecologista e ingeniero, conoce muy bien.

 

—Y con respecto a los puestos de influencia en los organismos internacionales, ¿tenéis ya algún dato que nos dé pie para comenzar en su control? —Volvió a preguntar Damián.

 

—Antes pensaba que incorporarme al Bundesbank era simplemente un capricho y un trampolín para entrar sin sospechas en el BCE. Sin embargo, ahora pensamos que es un paso importante para conocer de primera mano el movimiento de los capitales oscuros y de la corrupción política que influye en dichos movimientos. Los estamentos superiores: Banco Central Europeo, Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional están diseñados, más que para legislar, para justificar los tráficos de los estamentos inferiores, como los bancos nacionales y, sobre todo, los privados.

 

»Lo mismo pasa con la ONU. No es un organismo de actuación sino de justificación. Primero se producen los hechos, los magnates se enriquecen con los hechos y, finalmente, muy tarde, la ONU actúa haciendo creer a la opinión pública que los hechos están bajo control, lo que es cierto en parte, porque ya son irreversibles y han aportado su beneficio a quienes los provocaron. Es decir, La ONU esconde o justifica la política de hechos consumados.

 

»En nuestra cirugía, hemos de mandar anticuerpos a los lugares clave de los organismos internacionales, pero estos lugares clave no son los que figuran en la prensa. No es el Secretario General, ni tampoco la Asamblea General. Son los tecnócratas, los directores y altos funcionarios que trabajan en los órganos de la Asamblea General, del Consejo Económico y Social, de la Secretaría General y del Consejo de Seguridad.

 

»Pero antes de lanzar allí nuestros efectivos, hemos de formarlos en la Nueva Matemática Económica y, una vez formados, dejarlos latentes para cuando este nuevo sistema pueda implantarse.

 

—Con respecto a la experiencia en asuntos bancarios, hemos infiltrado a Laura en el Banco Europeo de Industria y Comercio, en un puesto de alta responsabilidad. Este banco suizo es, probablemente, el más importante en tareas de ocultación y blanqueo de capitales de las principales corporaciones mundiales. Laura está en una posición privilegiada para informarnos de primera mano sobre dichos asuntos. —Comentó Damián satisfecho. Después, dirigiéndose a Tausch, le dijo:

 

—Jakob, quiero que adiestre a Elke en sus técnicas. Ella tiene cualidades especiales que pueden sernos muy útiles.

 

—¿Cuáles son esas “cualidades especiales” —preguntó Andreu intrigado.

 

—Que soy un poco… ninfómana —Respondió Elke adelantándose a cualquier otra explicación—. Damián y Jakob lo saben, y a mí no me ofende que se diga. Es más, me hace gracia. Cuando me enteré de que el BND estaba investigándome supe que se enterarían de que no me he podido resistir cuando he atendido a algún cliente guapo en mi trabajo. Consta en el expediente de mi empresa y, por eso, me tenían un tanto marginada.

 

Laura volvió a sentirse un tanto alarmada. La confesión de actividad sexual aumentada de su compañera resultaba alarmantemente peligrosa. Damián, por el contrario, veía que la estrategia planeada la noche anterior iba dando resultado. Sintiéndose satisfecho dijo dirigiéndose a Tausch:

 

—Jakob, ¿qué puede decirnos usted respecto a nuestra seguridad?

 

—Pues que está en precario. Esa es mi respuesta.

 

—¿Y qué propone para que la mejoremos?

 

—En primer lugar, con respecto al equipo de Hamburgo, podemos mantenerla sin problemas al menos otro mes, pues tenemos instrucciones de nuestros superiores de mantener nuestra vigilancia ese tiempo extra a causa de las muertes de los dos agentes. Una vez terminada dicha vigilancia tendremos que organizar la seguridad por nuestra cuenta. Afortunadamente tengo contactos con personas que, de forma privada, están muy capacitados para protegerles. Usted, Damián, por lo visto, no necesita protección, pero sí conviene que un profesional lo vigile para observar si es víctima de algún seguimiento. Lo mismo haremos con Laura. Si Elke va a cooperar conmigo yo, personalmente, me ocuparé de su seguridad.

 

»Pero vayamos mas allá —continuó diciendo—. Los objetivos a los que nos dirigimos requieren de una estructura de información de la que ustedes carecen. Esa puede ser mi principal aportación al equipo, no sólo la seguridad. Mientras permanezca en el BND puedo acceder a los medios y la tecnología de nuestras agencias y de otras agencias “aliadas”, permitan que entrecomille la palabra aliadas: También nos espiamos entre nosotros. La CIA no sabe que disponemos de algunos de sus códigos que nos permiten acceder a buena parte de sus satélites espía. En Europa también disponemos de satélites propios. Además de los comunes que estamos situando gracias a la ESA y aprovechando el programa europeo de GPS. También podemos acceder a los códigos de muchos sistemas informáticos de todo el mundo. Podemos realizar otro tipo de seguimientos y control de objetivos mediante agentes sobre el terreno, tecnología láser o infrarrojos, etc.

 

»Si descubrimos que alguien nos sigue, podemos detectarlo y neutralizarlo o investigarlo a nuestra vez; si nos interesa controlar a algún dirigente mundial o algún financiero, también podemos hacerlo. Puedo poner a su disposición esos recursos. Tan sólo hay un problema. Podemos acceder a esa tecnología, pero todo lo que hagamos deja huellas que se pueden rastrear.

 

—Amigo Jakob —dijo Damián—. Si usted es capaz de poner a nuestra disposición esos medios, yo puedo resolver el problema de las huellas. Sabe que soy capaz de entrar en cualquier lugar, de obtener cualquier información y de borrar la memoria de mis informadores. Puedo forzarles a apagar cámaras de seguridad, eliminar archivos informáticos y cuanto sea que nos interese. Usted desarrolle la estrategia y disponga de mis capacidades.

 

Después, sintiéndose un poco como un general organizando a sus ejércitos, Damián siguió diciendo:

 

—Entonces, Andreu y Dagobert se ocuparán de desarrollar la doctrina y la política, Jakob y Elke se encargarán de la seguridad y la estrategia, Laura de la propaganda y la documentación, y yo soy la herramienta que pueden utilizar todos para alcanzar sus objetivos. Con la ventaja de que todos nosotros estamos interrelacionados y colaboramos realizando actividades entrelazadas entre uno y otro departamento.

 

Hubo un momento de silencio tras este resumen de la situación que realizó Damián, como si todos, al tener ahora claras sus tareas, estuvieran madurando en su mente el modo de llevarlas adelante. Elke, al darse cuenta de la exagerada solemnidad del momento, decidió romper el silencio planteando una idea:

 

—Les propongo un juego a todos, un juego de sinceridad con respecto a temas personales que pueden ser importantes para las tareas de seguridad.

 

Con esta solicitud se granjeó la atención de todo el grupo. Después siguió diciendo:

 

—Que levanten la mano los que estén casados.

 

Nadie realizó ningún gesto. Después prosiguió con el juego:

 

—De acuerdo. Que levanten la mano ahora quienes estuvieron casados en algún momento de sus vidas.

 

A esta nueva solicitud respondieron Damián Andreu y Jakob.

 

—Muy bien —siguió diciendo—. Ahora levanten la mano quienes tengan una pareja sentimental.

 

Damián respondió inmediatamente; por su parte Laura, que no había dejado de observarle muy detenidamente durante todo el juego, levantó la mano medio segundo después.

 

—Perfecto —prosiguió—. Ahora pueden levantar la mano quienes deseen tener pareja.

 

Sólo Dagobert levantó la mano. Laura se encontraba contrariada por el curioso juego. Después de unos instantes, cuando Dagobert bajó la mano, preguntó a Elke.

 

—¿Tú no participas en el juego? ¿No levantas nunca la mano?

 

Elke, que parecía esperar esta pregunta, respondió:

 

—Sí he participado en el juego, pero no estoy casada ni lo he estado nunca, tampoco tengo pareja estable ni quiero tenerla.

 

Ambas mujeres se miraron a los ojos con intensidad, sonrieron y se sintieron satisfechas. Laura comprendió que el juego de Elke había estado dirigido a ella; le estaba diciendo: «No te preocupes por Damián, es tuyo, yo voy por otro lado». Damián, a su vez, se dijo: «La estrategia ha funcionado». Dagobert, por el contrario, sintió una ligera decepción.

 

Tras la comida rústica, en la que volvió a circular alegremente la bota de vino, además de las copas que se llenaron varias veces para acompañar a sendos chuletones con pan de escanda y queso manchego curado, Andreu propuso realizar una excursión hasta la cima del Castro Valnera, lo que entusiasmó a los hombres, y no tanto a las mujeres, que decidieron quedarse disfrutando del sol en los prados de la finca.

 

Jakob, Dagobert, Andreu y Damián se vistieron con prendas deportivas y calzaron botas de montaña. Tomaron unos sombreros que les ofreció el anfitrión para protegerse del sol, y se encaminaron por la senda que, entre bosques y arbustos, ascendía hasta el collado que separaba al gran pico de las montañas secundarias Cubada Grande y La Capía, situado trescientos cuarenta metros más alto que las cabañas. Desde aquí, ascendiendo ya directamente por la falda del Castro, remontando brezales y roquedos, y atravesando los neveros que aparecían en el camino, alcanzaron la cumbre de la montaña, doscientos setenta y cuatro metros más arriba.

 

La vista resultaba espectacular y sobrecogedora. Hacia el oeste, vertiginosos barrancos se precipitaban abruptamente casi mil metros de desnivel, adentrándose en la vertiente cántabra de la cordillera. Hacia el noreste, la crestería se prolongaba hasta alcanzar el Pico de la Miel y el puerto de Lunada. A su espalda, se encontraban los bosques y hazas rocosas que descendían en dirección a sus cabañas en El Bernacho. El sol caía con fuerza en la vertiente burgalesa, mientras que nubes dispersas aparecían en los valles norteños permitiendo que, entre claros fugaces, se pudiera vislumbrar al fondo la bahía de Santander y el mar Cantábrico.

 

Sentados sobre las rocas cimeras, degustando nuevos tragos de la bota que había transportado Andreu, sobrecogidos por la magnificencia del lugar, Jakob preguntó a Damián:

 

—¿De dónde obtiene usted este poder?

 

—¿Es usted religioso, amigo Jakob? —Preguntó a su vez Damián.

 

—No, en absoluto. No soy nada religioso.

 

—Me alegro de que no lo sea, pero voy a mencionar algunos conceptos que sí lo son. ¿Conoce usted la Hipótesis Gaia?

 

—Sí. La teoría que opina que la Tierra tiene conciencia de sí misma.

 

—En efecto —prosiguió Damián—. Lo que voy a decirle se acerca a ese concepto. Existe un espíritu, una voluntad, que vela por el estado natural de las cosas. Recibe el nombre de Lucifer.

 

Antes de que Tausch pudiera realizar ninguna pregunta expresando la extrañeza que se había marcado en su rostro, Damián prosiguió:

 

—El aspecto fundamental de la Hipótesis Gaia es la homeostasis. La traducción emocional de dicha palabra es armonía. Y la armonía se traduce en felicidad. Lucifer es el creador de la homeostasis.

 

—Si es cierto lo que me dice, aunque me cueste creerlo, y usted recibe su poder de Lucifer, no entiendo su modo de actuar. Si usted tiene tal poder, como he comprobado, el poder del demonio debe ser mucho mayor, y a él no le costaría nada borrar el Sistema de un plumazo. Destruirlo todo y empezar de cero, como ya ha ocurrido anteriormente en la historia del planeta.

 

—Ahora hay una diferencia con respecto a épocas anteriores. El motor de la armonía es la evolución, y ésta ha dado lugar a la consciencia. Por primera vez en la historia de este mundo, tras miles de millones de años de evolución, tenemos la capacidad de mantener la armonía de manera consciente.

 

»El amigo de los diluvios universales, de la destrucción de civilizaciones, de pasar a cuchillo a todos los habitantes de Jericó, es Yahveh, o Jehová, o como quieran llamarlo. Pero Lucifer no actúa así. El creó la homeostasis, la armonía, que se tradujo en evolución y dio paso a la consciencia; la consciencia nos ha de llevar a la sabiduría y con ésta llegará la libertad. No podemos atentar contra la libertad; esa es la premisa luciferina, porque sería ir en contra de la Naturaleza, que es su esencia. Yo soy una singularidad creada por Lucifer para retornar a la homeostasis. Hice un pacto con él y me comprometí a devolver la armonía a la Tierra, pero respetando la libertad, la belleza, la ciencia y la razón. Por eso no lo destruimos todo. Por ese respeto a la libertad, queremos desmontar las mentiras del Sistema, queremos que la gente lo descubra, que se rebele y que opte por un sistema justo. Ese es nuestro trabajo y podemos hacerlo.

 

—En cualquier caso, Damián, me resulta difícil creer en el demonio, me suena a papá Noel. Me resultaría más creíble si me hubiera dicho que es usted un infiltrado alienígena o que su poder procede de una mutación genética. En cualquier caso, me importa menos conocer la procedencia de su don que el uso que hace de él. Y el uso me gusta. Sé que usted ha podido manipular mi mente para que me resulte agradable lo que hace pero, creo que no me ha manipulado en ese sentido. De joven yo también tuve ideales del tipo de los que persigue. En realidad no los he abandonado, y su proyecto encaja con mis ideales. Y aunque me hubiera manipulado para que yo creyera eso, existen las historias del señor Martorell y del señor Leonhardt, que están escritas en diversos informes y que pueden ser leídas. Son historias de idealismo con las que siempre me he identificado, y que encajan con su proyecto. Así pues, si usted dice que su poder procede del diablo, pues bienvenido sea.

 

Tras el retorno al refugio, y después de haber degustado una nueva cena rústica, Tausch planteó un nuevo tema:

 

—Me han encargado planear la estrategia que debemos seguir y he estado meditando el primer paso, que considero ineludible para todos nosotros. Lo que voy a decirles puede resultarles sumamente desagradable, incluso ofensivo, pero debo hacerlo. ¿Hasta qué punto están dispuestos a fiarse unos de otros? Imagínense que alguna agencia enemiga captura a uno de los nuestros y le obliga a delatarnos. Créanme, existen personas especialistas en aplicar métodos de tortura capaces de conseguir cualquier información de sus víctimas. Por primera vez, un grupo de inteligencia cuenta con una herramienta para solucionar ese problema. Esa herramienta es usted, Damián. Debe introducir en nuestra mente el siguiente condicionamiento: Que ninguno de nosotros pueda dar nunca información que atente contra el proyecto o contra el resto de compañeros de este grupo. Yo le pido voluntariamente que manipule nuestra mente en ese sentido comenzando por mí mismo. A los demás, antes de que digan nada, les invito a pensar lo siguiente: ¿Se fiarían de su compañero si éste se encontrara en un trance de tortura o de muerte?

 

—¡Joder, qué fuerte! —Dijo inmediatamente el Capitán—. Venga, Damián. Date prisa en manipularnos el cerebro antes de que este tío siniestro nos siga acojonando. Por mi parte no hay problema.

 

Damián, observando con el semblante serio al resto del grupo, preguntó:

 

—¿Alguien quiere negarse?

 

Y después, al no obtener respuesta, realizó la pregunta uno por uno:

 

—¿Elke?

 

—Sin problema. Adelante.

 

—¿Dagobert?

 

—Hazlo.

 

—¿Laura?

 

—Creo que eso es lo mejor para todos.

 

Al terminar el ciclo de preguntas, Andreu se dirigió de nuevo a Damián:

 

—Pues hazlo ya, colega. Te podía haber conocido cuando estaba con mi ex. La podías haber comido el coco a ella para que no me acojonara. ¡Mierda de tía! ¡Era lista la jodida! Ni agentes secretos, ni torturadores ni leches. ¡Me hacía contárselo todo la cabrona! Ella sí que sabía…

 

—De acuerdo —dijo Damián cortando la historia de Andreu.

 

A continuación, comenzó a ejercer su “influjo” sobre todos al tiempo que les decía:

 

—A partir de este momento, os negaréis tajantemente, sea cual sea la circunstancia en la que os encontréis, a realizar declaraciones o acciones que atenten contra la seguridad de cualquiera de nosotros o del propio proyecto. Aunque en ello se ponga en juego vuestra integridad o vuestra vida.

 

Todos sabían, porque de alguna u otra manera habían experimentado con anterioridad el “influjo” de Damián, que tal y como lo había dicho, así se cumpliría.

 

Tras unos instantes de silencio agobiante, el Capitán volvió a romper el hielo:

 

—¿Sabéis que es lo peor de que te empalen metiéndote un palo por el culo y te lo saquen por la boca?

 

—Pues no lo sé —respondió Jakob—, ¿Qué tardas mucho en morir?

 

—No. Que mientras te mueres te queda un regusto a mierda en la garganta —respondió el Capitán.

 

Todos rieron la broma. Después, siguió diciendo:

 

—Pues si ya hemos terminado, jodido tacaño, saca ese whisky escocés que guardas por algún lado.

 

—Sí. Saque usted ese whisky escocés, pero no hemos terminado —dijo de nuevo Jakob—. Quiero mostrarles cómo están las cosas:

 

»En primer lugar, ustedes han tenido muy mala suerte. Nadie les había dado nunca importancia alguna. Salvo al señor Leonhardt. No es que fuera usted importante, en absoluto, pero su pasado alternativo y su relevancia posterior como académico motivo que, de vez en cuando, se ejerciera alguna misión de control sobre su persona, para ver hacia dónde evolucionaba. Todo rutinario y sin ninguna trascendencia para nadie. La casualidad quiso que, justo cuando estaba siendo controlado por nosotros, aparecieran en escena el resto de ustedes, generando la consecuente curiosidad.

 

»El segundo punto de mala suerte fue que, en aquella ocasión, coincidiera en nuestro equipo de seguimiento el agente misterioso que, posteriormente, terminó muerto junto con Maschwitz. Si nosotros estábamos interesados en ustedes, es de suponer que la agencia misteriosa también lo estuviera. Y quien más curiosidad despertaba era usted, Damián.

 

»Así pues, usted es un hombre sorprendente, extraordinario. Tiene una capacidad excepcional que nadie comprende. Como dijo anteriormente, es nuestra herramienta para llevar adelante el proyecto, pero también es nuestro peligro. Permanecer a su lado es arriesgado. Ya ha quedado demostrado que, de alguna manera, lo han localizado y quieren investigarlo.

 

»Eso nos obliga a desaparecer. La señorita Laura ya lo ha hecho. Ahora es Beatriz. Y el resto de ustedes también debe hacerlo. No deben volver a tener contacto con el señor Castellano. No, al menos, con sus identidades actuales. El señor Andreu y la Señorita Elke deben cambiar de identidad. Por otro lado, el señor Leonhardt, es importante que siga siendo él mismo, necesitamos su prestigio. Pero, cuando entre en contacto con el resto de ustedes, debe ser otra persona.

 

—¿Quiere decir que debo adoptar una doble personalidad? —Preguntó Dagobert.

 

—En efecto —prosiguió Jakob—. Eso no será complicado. Debe seguir con su trabajo en la universidad, con su monótona vida anterior, con su aislamiento casi patológico…

 

—¿Me está llamando autista? —Volvió a preguntar Dagobert con cierto tono de indignación.

 

—Usted sabrá los motivos de su aburrimiento, pero manténgalos. Mantenga su vida tal y como era antes. Desarrolle su investigación en secreto, privadamente. Pero cuando viaje con nosotros, hágalo como otra persona. El señor Castellano le encargó un trabajo, eso es conocido por quienes le hemos investigado, pero una transacción de ese tipo es relativamente común, no tiene por qué levantar sospechas. Aparente que cumple con un encargo vulgar y desentiéndase después de Damián, al menos como Dagobert Leonhardt.

 

»Por mi lado, también debo permanecer como Jakob Tausch. Si me ven con cualquiera de ustedes tengo excusa: Puedo estar infiltrado. Desde mi puesto en el BND puedo acceder a los recursos necesarios para facilitar nuestro trabajo. Seré un agente doble.

 

»Otro asunto importante es el tema financiero. Han sido muy torpes hasta ahora. Todos los pagos realizados relacionan al resto del equipo con usted, Damián. Por eso, entre otras cosas, deben cambiar de identidad y recibir los ingresos de distinto modo. Usted puede manipular a los directivos de los diez bancos con los que trabaja, si es que en realidad hace algún trabajo para tales entidades, o a cualquier otra empresa, para que se ocupen ellos mismos de entregar el dinero a las nuevas identidades que adoptaremos. Esto es: todos, con la única excepción de usted, Damián, adoptaremos una segunda identidad. Tan sólo Dagobert y yo mantendremos, al mismo tiempo, nuestra identidad actual. Cometió un fallo con la señorita Beatriz Soriano Portinari pero, como es una perfecta desconocida, es probable que no haya tenido consecuencias. En cualquier caso lo investigaré. De todos modos, rizando el rizo, es probable que usted, señorita, tenga que adoptar una tercera identidad encargada de recibir el dinero.

 

—¡Cielo santo! —Exclamó Laura—. ¡Me voy a convertir en una esquizofrénica!

 

—Todo esto —continuó diciendo Jakob—, conllevará una serie de complicaciones fiscales y financieras que, para solventarlas, me vendrá muy bien su ayuda, Damián. ¡Pero no lo haga por su cuenta! No vuelva a mover un dedo en asuntos de estrategia. De eso me ocupo yo. De las nuevas identidades me ocuparé yo. De gestionar las cuentas bancarias también me ocuparé yo. De organizar nuestras reuniones, de nuestros desplazamientos, de nuestros contactos con terceros, de nuestra seguridad… De todo eso me encargaré yo.

 

»Puedo hacerles parecer discretos, incluso dentro de la opulencia de su vida, a la que no tienen por qué renunciar. Se puede ser un rico común, si cabe hasta vulgar, que no levante sospechas. Les adiestraré en ese sentido.

 

»Por otro lado, tocando ya el tema de nuestra seguridad personal, quiero hacerle una pregunta a usted, Damián: Conozco sus poderes; es inmortal, invulnerable, nada puede hacerle daño, puede usted curar y puede matar igual que cura; también puede manipular la mente de quién quiera en el sentido que le dé la gana, imponiendo ideas, órdenes o eliminando recuerdos. Pero me gustaría saber dos cosas: La primera es si tiene usted alguna otra capacidad de la que no nos haya hablado.

 

Sí la tenía, existía una capacidad secreta. Había sido desconocida por Damián hasta los últimos días, pero no quería hablar de ella. Además, no consideraba que fuera prudente revelarla en ese momento, quizá fuera conveniente que nunca nadie supiera cual era su nuevo poder. Mintió:

 

—No. Mis capacidades son las que conocéis todos.

 

—Muy bien —continuó Tausch—. Mi segunda pregunta es la siguiente: ¿Cuál es el límite de su poder?

 

—Con respecto a mí mismo, esos poderes no tienen límite. Pero si se refiere a cómo puedo actuar sobre ustedes o cualquier otra persona, el límite es la distancia. Si resultan heridos o caen enfermos, puedo curarles si estoy junto a ustedes, necesito contacto físico. Para mantener su salud, juventud y procurarles inmortalidad también necesito esa proximidad. No puedo resucitar a los muertos. Para “influir” en la mente de cualquiera deben estar en mi campo de visión. No puedo “influir” en la distancia, ni por teléfono ni por televisión. Pero, aunque estén lejos, si puedo verlos directamente, me resulta factible entrar en su mente. Y también, como ya han comprobado, puedo dejar instrucciones permanentes en la mente de cualquiera, pero debe ser directamente. Si no conozco el idioma en el que debo transmitir un mensaje no tiene demasiada importancia, puedo implantar la idea, pero resulta más práctico si les utilizo a cualquiera de ustedes —en ese momento miró hacia Elke— para que me sirvan de interpretes y de ese modo, además de las ideas, poder implantar también las palabras.

 

—Entonces queda claro —dijo Jakob retomando su discurso—. Si estamos alejados de usted somos vulnerables. Debo adiestrarles también en algunas técnicas de seguridad personal. La primera de ellas es aprender a evitar seguimientos.

 

—¿Se refiere a ir mirando hacia atrás de forma aleatoria, utilizar cada día caminos distintos para ir al trabajo y esas otras cosas que nos hacen pasar por paranoicos? —Preguntó Dagobert.

 

—Esas y algunas más. Por ejemplo: ¿Están ustedes seguros de que no les han colocado un sistema de seguimiento GPS? Si han conseguido ocultar en cualquiera de ustedes ese dispositivo sin que se den cuenta, ahora mismo nos pueden estar observando por satélite. Tienen las imágenes infrarrojas de nuestros cuerpos en su pantalla.

 

Ante esta revelación todo el grupo se mostro en tensión.

 

—No se preocupen —siguió diciendo Jakob—, a ninguno de ustedes les han colocado dicho dispositivo. Ya inspeccioné ayer el lugar, sus equipajes y sus personas. Pero estén atentos. Por ejemplo: ¿Hay algo que cualquiera de ustedes lleve siempre consigo? ¿Usted Dagobert lleva algo siempre en sus desplazamientos?

 

—No estoy seguro… —dijo Dagobert dudando—. Creo que no: suelo llevar ropa distinta, calzado distinto, cambio con frecuencia de material de aseo...

 

—¿De verdad está usted seguro? ¿Qué me dice de su cartera?

 

Inmediatamente llevó la mano al bolsillo donde la guardaba.

 

—¿Sabe lo sencillo que resulta colocarle un pequeño dispositivo GPS en su cartera? —Siguió diciendo Jakob—. No se preocupe, no lo tiene. A eso me refiero. Recapaciten en algo que siempre les acompañe, que permanentemente lleven con ustedes. Quienes pretendan investigarlos están al tanto de sus costumbres. Y si no encuentran algo recurrente en sus vidas, pueden utilizar sus propios cuerpos.

 

Esta afirmación alarmó aún más a todo el grupo. Jakob, al observar la reacción, sonrió y continuó la explicación:

 

—Es muy sencillo narcotizarles haciéndoles creer que se trata de un sueño ordinario, entrar en su dormitorio cuando son incapaces de despertar e implantarles un chip subcutáneo. O mucho más sencillo, alguien pasa por su espalda y ustedes sienten un pinchazo, se dan la vuelta pero no ven nada raro. Ya les han colocado el chip. Incluso una simple visita al médico sirve para realizar tal maniobra. ¿Han notado si tienen alguna leve molestia en la espalda o en la cabeza bajo el pelo? ¿Un picor o un pequeño bulto como la picadura de un insecto?

 

—Realmente nos va a volver usted paranoicos —opinó el Capitán—. Cada vez que nos pique un mosquito vamos a pensar que nos han hecho un implante de esos. Ahora mismo me apetece rascarme por todo el cuerpo.

 

En realidad, casi todo el mundo se estaba rascando algo en aquél momento. Al darse cuenta del idéntico gesto que estaban realizando todos al mismo tiempo, la carcajada fue general.

 

—No se preocupen, terminó diciendo Jakob. Hasta este momento ninguno de nosotros ha sido considerado como alguien peligroso y merecedor de un interés especial, salvo ustedes dos, Dagobert y Damián. Pero aún así, simplemente han destacado como personajes curiosos, nada más. Nadie piensa que puedan ser terroristas o narcotraficantes. La muerte del agente misterioso, de quien ni siquiera sabíamos su nombre, lo llamábamos Jack a secas, la camuflamos como un asunto personal con Maschwitz. No somos importantes. Pero ¿quién sabe si en el futuro llegaremos a serlo? Por si acaece ese momento, debemos estar preparados. Yo les entrenaré. Elke y yo nos ocuparemos de eso.

 

Elke se sintió halagada por ese comentario. Aquella noche, cuando todos dormían, se levanto de la cama, bajó las escaleras, entró en la habitación del piso inferior, dejó caer el camisón al suelo y se introdujo en la cama que ocupaba su nuevo y musculoso maestro: Jakob Tausch.